Partida Rol por web

 Es una cálida tarde de verano, casi perfecta. Una fría brisa brama desde el noroeste, trayendo consigo la promesa del otoño invasor, pero lo que os ofrece de momento es un bien recibido respiro del calor diurno.

Tras haber pasado la mayor parte del verano explorando las profundidades y mazmorras bajo tierra, os sentís felices de poder relajaros en las comodidades de un mundo en el que el sol sale y se eleva. Por la que parece la primera vez en eras, no estáis tan preocupados por lo que pueda estar acechando a la vuelta de la esquina o tras la próxima puerta, como ante la terrible perspectiva de beberos hasta la última gota de las existencias de la taberna local.

Acabáis de terminar una cena maravillosa en la Posada del Tropezón (el gastado letrero de madera que chirría sobre la puerta muestra un pie enfundado en una bota tropezando con un montón de oro). El posadero y su mujer (Carbad y Karna, una honrada pareja de granjeros, tan maltratados por el tiempo como el letrero de su local) han echado mano de lo mejor de su despensa para vosotros. Saben que estáis impacientes por seguir con vuestro camino y no van a poder disfrutar con el placer de vuestra compañía durante mucho más tiempo.

Justo cuando están a punto de alzar un brindis en honor a tan dignos huéspedes, una forma descompuesta cruza la puerta abierta de la posada, sorprendiéndoos.

Rápidamente cogéis vuestras armas, alarmados por la intrusión, pero antes de que podáis actuar la figura se desploma en el suelo. El posadero corre hacia el afligido extraño y le da la vuelta, poniéndolo boca arriba. "¡Marcaeus!", grita con voz entrecortada; luego alza la mirada hacia vosotros, con la cara llena de temor.

Acudís rápidamente al lado del hombre caído. Está vivo, pero apenas. Ha sido literalmente apaleado hasta el borde de la muerte, y su pierna derecha está retorcida en un ángulo decididamente incómodo.

Tumbáis al hombre, y gime fuertemente mientras los huesos de su pierna machacada crujen al unísono. Sus ojos parpadean un momento y luego se abren de par en par. Su mirada, nublada por un intenso dolor, se fija directamente en vosotros.

Justo antes de, por misericordia, desmayarse, se alza y coge a uno de vosotros por la camisa.

"Mi hijo", susurra a pesar de sus magullados labios, "¡tienen a mi hijo!"

El hombre me coge a mi por la pechera de la camisa y mis ojos se llenan de compasión. Siemrpe he tenido un carácter afable y amistoso, preocupado siempre por los demás.

-No sé preocupe, amigo, salvaremos a su hijo-le digo casi convencido de que será lo que haremos, a pesar de saber que el hombre no me escucha pues e ha desmayado-. ¿Verdad, chicos?

Levanto mis ojos mirándo a mis compañeros y rogándoles con la mirada. Ellos me conocen y saben perfectamente cómo soy y que realmente quiero ayudar a ese hombre, es parte de mi carácter.

"Una nueva aventura" pienso mientras miro a aquel hombre tumbado en el suelo.

Me da realmente lástima pues está bastante lastimado. Mis ojos vuelven a mis compañeros esperándo uan respuesta por su parte.

Alaina siempre atenta a los tumultos por que son buenos para robar carteras se sumerge en el caos.

Tengo que robar una cartera para comer hoy y.....

en ese momento el pesado del elfo la mira y alaina aleja la mano de su presa .

Maldita sea!!! claro que ayudaremos.....pero sera necesario que nos remuneren nuestros gastos ¿no?

Yo no tengo ni para comer , apenas me queda mi ballesta y un par de cachibaches..... si  Vendi hasta la armadura!!

eso si jugando a las cartas....

Gog eructó sonoramente mientras aun sostenía en su mano la jarra de cerveza caliente que acababa de empezar. Con el dorso de su sucio guante de cuero se limpió los restos de espuma que habían quedado en su espeso bigote.

- Porque no... Siempre será mejor que quedarnos aquí y engordar como viejos carcamales... Añadió con aquel tono etílico que solía adoptar el enano después de unas cuantas rondas de alcohol. Era sorprendente lo que aguantaba el pelirojo enano.

Apuró de un solo trago el contenido de la jarra, y comprobó instintivamente el pequeño saco que colgaba de su cinto de cuero gastado, al oír a Alaina quejarse de su situación económica. Ya hacía algún tiempo que caminaban juntos, y aun así, y tal vez por eso mismo, siempre que la elfa mencionaba el oro, el enano comprobaba que sus escasas monedas estuvieran en su sitio.

 ¡Marcaeus, Marcaeus!-dice agitado el tabernero arrodillado junto a él- Dioses benditos, ¿que te ha pasado? Cariño-le dice a su mujer, que esta detras de él mirando al hombre horrorizada-trae un paño con agua fria, rapido.

  A continuación del asombro, he eliminado de mis comisuras los restos del vino de Alvanitakis con una servilleta, sorteado a los curiosos y llegado junto a los compañeros justo para atender a la interpelación de nuestro bello amigo. El interés de la bribona me ha hecho enarcar una ceja; ni que decir tiene que la anuencia del enano, aunque exenta de modales, se corresponde con mi ánimo. Antes de pronunciarme yo mismo, empero, decido echar un vistazo al herido y establecer algunas respuestas.

  -Está hecho una pena –diagnostico. Demando hacia los parroquianos: -¿No tenemos a ningún sanador con nosotros, eh, eh? A unas malas yo podría hacer algo por él… Oh, esa pierna no luce nada bien. ¿Quién ha podido hacer esto; acreedores tal vez, mi buen Carbad?

 Aparte, aparte-le dice la mujer quitando de enmedio a Mircea-Dejeme hacer.

La mujer se puso de rodillas y le extendio el paño humedo por la frente. Entre suspiros y murmullos le limpió un poco la cara, quitandole la sangre pero seguía teniendo muchas heridas alrededor del cuerpo.

-Será mejor que lo suban a una de las habitaciones si nadie puede hacer algo inmediato. Será mejor que lo limpie y le ponga unguentos en esas heridas... Dioses, la pierna, me temo que no volverá a andar con normalidad.

Mis ojos miran a mis compañeros que, como siempre, no me defraudan. Por eso llevo tiempo con ellos a pesar de haberme tirado casi toda mi vida llendo de un lugar para otro y moviéndome de un grupo a otro, con ellos me mantengo pues siempre están dispuestos a una nueva aventura.

Veo como la mujer manipula con cuidado la pierna del hombre y menciona que no podrá andar con normalidad nunca más.

"Trasgos...seguro" pienso para mi recordando esas bestias horribles que en su día acabaron con la vida de mi padre.

Me satisface saber que, aunque parece estar bastante malherido, el hombre está vivo y se recuperará, sólo espero poder rescatar a su hijo.

-Bien, subámoslo arriba entonces-meciono ofreciéndome a llevarlo yo mismo.

Yo, que estaba a punto de seleccionar para la labor a dos desconocidos cercanos, alabando su vigor aparente, resoplo al presenciar que Reithar, ni corto ni perezoso, se ha puesto manos a las obra. “Ah, ya salió el buen samaritano”, critico para mí, pero me dispongo a ayudarlo. Se ve que me tocará alzarlo por los pies, y arrugo la nariz ante la visión de la fractura.

 -Allá vamos, qué remedio –pronuncio.

Cuando el alboroto había comenzado, Artin se había quedado en segundo plano, como de costumbre, ojo avizor a qué ocurría. Sin embargo al revelarse que aquella situación no era un ataque propiamente dicho se acercó al herido, en silencio, evaluando las heridas de aquel pobre diablo mientras sus compañeros empezaban a hacer las primeras suposiciones.

Volvía a ocurrir: una situación inesperada les alcanzaba, y por lo general todos se ponían mudamente de acuerdo en salir a una nueva aventura. No podía discutir que a ella también le apeteciera, después de aquel tiempo de calma que habían tenido. Disfrutaba trabajando en su artesanía, y buen rendimiento que le sacaba al asunto, sin duda, pero tal como lo había expresado Gog, la vida casera no estaba hecha para ninguno de ellos si no querían acabar como carcamales inservibles.

Se acercó a ayudar a Mircea y Reithar a cargar con el herido.

-Sí, vamos arriba. Una vez estemos en un lugar seguro quizá pueda hacer algo por él. - Comentó Artin, con la mente ya puesta en su mochila y sus útiles de cura. Se dirigió a la mujer del tabernero. - ¿Puede preparar algo de agua caliente, vendas y toallas suaves, por favor? Voy a necesitarlas...

A fin de cuentas, estaban en una posada, y si podía permitirse aquellos lujos para socorrer a aquel hombre, tanto mejor.

 Entre varios lograis subir al maltrecho herido hasta una habitación. Ya en la cama, Karna, la mujer del posadero, con ayuda de Artin le quitan la ropa y le limpian y vendan las heridas. El resto del grupo espera en el pasillo hasta que salen el posadero y Artin de la habitación. El posadero sostiene una bolsa y os mira con consternación.

-Este hombre es Marcaeus. Es un cliente bastante habitual, es mercader...-mientras hablaba, vacio la bolsa en la palma de su mano. En ella se contaban 50 piezas de oro.- Normalmente viaja junto a su hijo, Lucente. No se que les ha pasado pero no ha sido un robo... Me temo que al chico le pueda haber pasado algo malo...

El hombre volvió a guardar las monedas en la bolsa y con un gesto os guió hasta la habitación en la que habíais pasado los ultimos dias.

-Se que quereis ayudar, por lo que habeis dicho pareceis gente honrada. Mirad, Marcaeus no se despertara hasta mañana con suerte, lo mejor será esperar hasta entonces para que el nos pueda contar lo ocurrido. Esta noche no la teneis que pagar, no hay mucha gente últimamente y es lo menos que puedo hacer si vais ha ayudar al pobre Marcaeus.

Artin asiente en dirección del posadero, esbozando la mejor de sus sonrisas, aunque esta conserva cierto tinte triste.

- Os lo agradecemos, buen Carbad. Sois un hombre de buen corazón que siempre nos ha atendido bien, y por supuesto que ayudaremos a este pobre comerciante. Sus heridas... - Artin traga saliva, llevandose una mano a la frente mientras niega levemente. - Realmente no son tan graves, salvo la pierna. Es como si... como si quién quiera que le haya atacado quisiera darle un escarmiento por algún motivo. ¿Sabéis si tenía algún enemigo conocido, buen Carbad?

 El posadero se quedo unos segundos pensativo, pero rapidamente negó con la cabeza convencido.

-No, no. Imposible. Cualquier bandido podría haberle atacado en el camino. Pero si hubiera sido un bandido se habría llevado la bolsa. Quiero decir, que nadie le pegaria una paliza y dejaría el dinero. En cualquier caso, me preocupa que Lucente no esté con él. El chico era muy amable y estaba muy bien educado, ¿sabes? Y era muy listo. No se descuidaba en ningun momento de ningun detalle... Bueno, lo que decia, temo que el chico pueda estar en peligro...

Alaina pego un brinco frente a sus palabra preferida.....
no tenéis que paga!!!!!
gratis!!! eso sonó genial!!!
decía mientras sus tripas sonaban como un balrog enfadado
tras eso callo y siguió escuchando la conversación de artin con el tabernero, sus manos agarrando su barriga y sus ojos disimulaban el echo que realmente le preocupaba el bienestar del joven desaparecido.
Seguro que se resguardo en un lugar seguro y esta bien...
dijo suavemente sin confiar mucho en su razón
con razón pierdo siempre a las cartas.....soy un desastre con los faroles!!

Alaina pego un brinco frente a sus palabra preferida.....
no tenéis que paga!!!!!
gratis!!! eso sonó genial!!!
decía mientras sus tripas sonaban como un balrog enfadado
tras eso callo y siguió escuchando la conversación de artin con el tabernero, sus manos agarrando su barriga y sus ojos disimulaban el echo que realmente le preocupaba el bienestar del joven desaparecido.
Seguro que se resguardo en un lugar seguro y esta bien...
dijo suavemente sin confiar mucho en su razón
con razón pierdo siempre a las cartas.....soy un desastre con los faroles!!

Escuché atentamente las palabras de ese posadero. El pobre hombre había sido atacado y nadie sabía dónde estaba su hijo.

"Una noche gratis... bueno nunca viene mal el ahorrarse algunas monedas aunque bien sé que lo haría gratis... sobretodo si hay trasgos detrás de todo esto" pienso para mi mientras me rasco la barbilla.

Parece que todos estamos de acuerdo en comenzar una nueva aventura y ayudar a aquel hombre. Pienso en el pobre chico que parece ser una buena persona.

"Debe estar aterrorizado" razono para mí.

-Podéis contar con nosotros sin pensarlo, buen hombre. Alguien debe ayudar a ese pobre muchacho-digo en voz tranquilizadora mostrando mi carácter abierto a ayudar a los demás.-Deberíamos acercarnos al camino dónde los asaltaron... tal vez haya pistas de quién haya podido ser-les mencionó a mis compañeros y espero a ver qué opinan con ojos intrigantes.

- Pues dirijámonos a ese lugar cuanto antes. La voz pastosa salió de la garganta del enano acompañado de un fuerte tufo a alcohol.

Dio una fuerte palmada con sus manos, y movió la cabeza de un lado hacia otro con inusitada velocidad, como si estuviera espabilándose después de beber mucho (que era justo lo que había pasado)

- Un poco de aire fresco me vendrá muy bien. Dijo Gog mientras miraba a sus compañeros. - Y mi vieja amiga, tiene ganas de cantar. Mientras con la mano enguantada tocaba con cierto cariño el mango de su hacha enana, que en tantas ocasiones le había servido.

-Me parece una buena idea salir a investigar cuando las pistas están frescas.

 Me estoy asentando el cabello, largo y ondulado, mirándome en un espejito colgado de la pared. Ahora está perfecto, dictamino. Y recojo mi equipo canturreando una coplilla:

 -“Siete pecados capitales. Siete maneras de ganar. Siete sagrados caminos hacia el inframundo. Aquí empieza tu viaje.”

 Karna entra en ese momento en la habitación, limpiandose las manos con un paño.

-Uff parece que está mejor, creo que mañana por la mañana estará en condiciones de contarnos que es lo que le ha pasado...y donde está Lucente-dice preocupada-Lo mejor será que descanseis, mañana por la mañana podremos...bueno podreis-dice con una risueña sonrrisa-preguntarle donde ocurrió y poneros en marcha.