Partida Rol por web

EL REFUGIO DE SOÑADORES:

INVIERNO, AÑO DESCONOCIDO.

DÍA DESCONOCIDO (DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR), MES DESCONOCIDO.

MEDIA MAÑANA.

SECADERO Y DESPUÉS PASILLO HACIA EL SUR.

- De nada, hijo mío. Aunque yo pudiese usarlo, no estoy en condiciones de hacerlo. - Respondió a Enterrador y volvió a toser. - Tuvisteis una gran idea con los alimentos. - Sonrió agradecido por ello. Tras terminar de comer se acomodó en la improvisada cama.

El sueño y la fatiga iban venciendo a las débiles fuerzas del viejo, quien comenzó a dar cabezazos a la par que trataba de mantener los ojos abiertos. Pretendía atender a la conversación, aunque el sueño cada vez era más fuerte y sus párpados se negaban a abrirse.

Cuando logró abrirlos nuevamente, los hombres seguían conversando. Anciano se giró buscando el agua. Tenía la boca pastosa y seca. No sabía si había dormido tres días o tres minutos, puesto que el cansancio seguía siendo el mismo, pero se notaba un poco menos molesto en la respiración. Pero su torpe mano golpeó el recipiente donde estaba el agua y la derramó por el suelo. Su rostro se entristeció y miró a sus compañeros unos instantes. Guardó silencio mientras los hombres hablaban, poniéndose al día entre unos y otros.

- Perdonarme... hijos míos. - dijo con un hilillo de voz, casi inaudible, provocado por su boca y garganta secas. Intentar hablar le hizo toser de nuevo. Cuando se recuperó de la tos, carraspeó un poco y tragó la poca saliva que tenía, notando que tenía una flema atrapada en la garganta. Quiso hablar, pero la flema no se lo permitió.

Anciano suspiró y decidió ir él mismo a por el agua, a sabiendas de que si le veía Tormento le iba a reñir, como si de un crío se tratase. Pero lo cierto es que no le había visto por allí al despertar, aunque eso no quería decir que no estuviese. Lentamente, para no fatigarse por la falta de capacidad pulmonar, se fue liberando de la manta que le tenía casi amortajado, con la finalidad de ponerse en pie y coger algo de agua.

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MEDIA MAÑANA.

SECADERO Y DESPUÉS PASILLO HACIA EL SUR.

Comió en silencio, escuchando a unos y a otros, sin intervenir en ningún momento. La comida le supo a gloria y sus sabores, nuevos. Ante la mención de que el paladín había permitido al hombre liberado huir, frunció el ceño.

-Espero que no lo hayas condenado a muerte. aún pululan criaturas peligrosas por este edificio y si intentó salir, yacerá en el suelo con una saeta en su pecho. Eso si no se ha transformado en algo que ya no tenga humanidad -sentenció-. Y si preguntan por tu armadura, tienes la posibilidad de echarte una de esas mantas por encima.

Se puso en pie.

-Es hora de partir. Nada tenemos que hacer aquí una vez completada la misión que nos exigieron los guardias. Yo ayudaré a Anciano Sabio -se acercó a él en aquel punto-. Te llevaré en brazos. Eres delgado como una estaca y no estás en condiciones de andar. Y no aceptaré protestas ni quejas. Habrá ocasiones en las que sin duda yo dependa de ti. Pharasma así lo querría -dijo contundente-. Envuélvete en las dos mantas. Que alguno de vosotros abra camino.

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MEDIA MAÑANA.

PASILLO HACIA EL SUR, FRENTE A LA BARRICADA.

El grupo progresa por el pasillo.

Encabeza la marcha Tormento de Tinieblas, portando en brazos al Anciano Sabio.

Enterrador, Réquiem y Nigromante usan los arrastradores para tirar de los cadáveres de los tres Dopplegangers muertos en horas recientes a manos del propio grupo.

Cierra la marcha el Paladín Mykas, tratando de ser discreto, pero sin conseguirlo demasiado.

De repente, corta el aire una voz nerviosa.

- "¡Alto! ¡Quién vive!" -

INVIERNO, AÑO DESCONOCIDO.

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MEDIA MAÑANA.

PASILLO HACIA EL SUR, FRENTE A LA BARRICADA.

Réquiem escuchó las palabras de Gheorghe y no pudo evitar dibujar una sonrisa en sus labios, aquel hombre le caía bien y agradecía ser su supuesto hermano.

- Gracias Gheorghe, eres una persona realmente honorable –

Alexei se rascó la nuca mientras negaba con la cabeza ante la pregunta de su hermano. - No, no me ha contado mucho la verdad – Escuchó interesadamente a Gheorghe, Réquiem iba ligando ideas que había logrado captar y intentaba formularse una idea de su propio pasado. - ¿Una vampira, no? Te lo agradezco de nuevo Gheorghe – sonrió afirmando – Cierto, no lo recuerdo. Todo es muy difuso en mi mente, una extraña sensación. Y creo recordar una voz femenina, creo que fue cuando desaparecí por primera vez de aquí, me dijo algo como “Hermanito, despierta que viene el lobo y te comerá” la frase no sé si es exactamente igual pero… por su voz… - Réquiem suspira – No lo sé, tal vez fue un recuerdo del pasado que vino a mi memoria en los últimos momentos de mi existencia – mueve los hombros sin saber dar una respuesta más fiable – Me gustaría recordar todo para poder empezar de nuevo – sonrió tristemente.

Alexei se percató del estado del hombre llamado Anciano Sabio, el poeta esperaba poder encontrar refugio detrás de las filas de los soldados que iban a visitar. El hombre inició la marcha con el cadáver del Dopplegangers, haciendo esfuerzo para arrastrarlo, gracias a las telas que utilizaban para remolcarlos no requería hacer toda la fuerza para levantarlo, pero el poeta no estaba acostumbrado y se le notaba en su rostro que estaba haciendo un esfuerzo considerable. El sudor recaía por su frente, pero continuó con su trayecto sin quejarse agradeciendo la infusión que le preparó Sascha, tal vez sin aquella mezcla ya estaría tosiendo de nuevo. Durante el trayecto no compartió ni una palabra a no ser que le preguntaran, se mantenía concentrado con la vista en el frente.

En el momento que escuchó la voz que daba el alto, Réquiem cesó su marcha y se quedó al lado del cadáver. Estaba junto a Enterrador y Nigromante, detrás tenía a Gheorghe y delante a Tormento de Tinieblas con el Anciano Sabio. Se mantuvo a la espera a que alguno de los presentes se dirigiera a los ballesteros. Réquiem se los quedó mirando indagando el reflejo de sus sentimientos en el rostro, quería ver si estaban temerosos o nerviosos.

<< Habrán vivido muchas penurias, estoy seguro >> 

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No había terminado de desenvolverse de la manta, cuando escuchó la voz de Tormento. - Se me acabó la excursión. - Pensó el viejo para si mismo, aunque continuó con la operación al escucharle hablar con el resto. Se levantó lentamente, ayudado por la pared y con cuidado de no caerse, pues solo le faltaba eso ya. Nada más incorporarse, sintió los pasos del hombre acercarse, tras escucharle mencionar el nombre por el cual le conocían.

El viejo miró las vendas detrás de las cuales se encontraban los ojos del monje y asintió con la cabeza. Pero antes de eso calmó su sed y alivió su vejiga en un rincón. Luego dispuso las mantas en el suelo, una sobre la otra, para tumbarse sobre ellas y arroparse con ambas, no dejando ni un pedazo de su delgado cuerpo en el exterior. De ser más joven, Anciano no hubiese permitido que le tratase y llevase así, pero lo cierto era que, tras a penas dormir y esa respiración tan mala, junto a la tos, pocos pasos podría dar sin ayuda.

- Lamento ser un estorbo, hijo mío. No entiendo bien que hago aquí. A mi edad debería estar en algún templo, rezando a Pharasma agradeciéndola estos años de más que me está otorgando y ayudando a quienes lo necesiten... y no aquí, con lo que parece que somos, un grupo de aventureros que ha caído en una trampa, tanto física como mental. - Tosió un poco a pesar de que había hablado con calma, para evitar precisamente que la tos volviese.

Una vez en los brazos de Tormento, Anciano cerró los ojos. Le incomodaba la situación, pero los abrió nuevamente para ver como venían los demás, arrastrando los cuerpos sin vida de los dopplegangers. Rogó a su diosa que todo saliese bien cuando se encontrasen con los ballesteros en la barricada, cerrando los ojos nuevamente y aferrándose a su símbolo sagrado bajo las mantas.

Pronto escuchó el alto de aquel hombre y comenzó a tiritar. Pero no era ni el frío ni la enfermedad lo que hicieron que su cuerpo temblase. Era el miedo pues, en ese preciso instante, se dio cuenta de que él mismo encabezaba el grupo, sobre los brazos de Tormento y que si decidían abrir fuego, los virotes atravesarían su débil y delgado cuerpo sin compasión. Aún así, el viejo guardó silencio y se centró en los rezos a su diosa.

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MEDIA MAÑANA.

PASILLO HACIA EL SUR, FRENTE A LA BARRICADA.

Nigromante había avanzado, junto al propio Tormento, quien llevaba en brazos a Anciano Sabio. Tal como el mago esperaba, los guardias alzaron sus ballestas, nuevamente, nada más aparecieron. Alzando una de las manos, mientras con la otra seguía arrastrando al cadáver del doppleganger, mostrando más fuerza de la habitual para un académico, Nigromante se puso de forma que para acertar a Tormento y Anciano Sabio, primero él mismo tuviera que ser atravesado.

- Traemos lo que prometimos. Los cadáveres de esos malditos cambiaformas y de quien parece era su jefe. No sabemos si quedan más... pero desde luego no en las habitaciones que hemos explorado. Aquí hay uno-  hace entonces un gesto a REquiem y Enterrador- Y cada uno de mis compañeros tiene un muerto más. Estamos heridos, cansados, hambrientos y el sacerdote de Pharasma que hay entre nosotros se encuentra enfermo. Hemos cumplido lo que nos ordenásteis. Dejadnos salir de este infierno.

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MEDIA MAÑANA.

PASILLO HACIA EL SUR, FRENTE A LA BARRICADA.

Gheorghe iba cerrando la marcha, en silencio y intentando no llamar demasiado la atención, cosa improbable dado su equipo, pero al menos debía intentarlo. Además, por los relatos que le habían llegado, no se arrepentía de llevarlo consigo, sin duda le sería más que útil en un futuro no muy lejano, y probablemente también al resto del grupo. Cuando llegaron ante los guardias, aguardó a que alguno de sus compañeros hablaran, pues sin duda los guardias se estaban poniendo nerviosos, y no podía culparles, él mismo también veía sus ánimos alterados por aquella tensión.

Cuando se estaba planteando tomar él mismo la palabra, a pesar del monumental error que le parecía, uno de ellos se adelantó y empezó a hablar. Con un poco de suerte, aquello bastaría y podrían pasar al otro lado, quien sabe si incluso descansar un poco. 

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MEDIA MAÑANA.

PASILLO HACIA EL SUR, FRENTE A LA BARRICADA

-Guarda tu aliento para algo más importante que lamentarte, Anciano Sabio. Si estás aquí es porque Pharasma así lo ha querido. Acepta su voluntad y su creencia en que vales más fuera de un templo que dentro del mismo orando por los demás -no sonreía pero en su tono podía apreciarse su sonrisa. Era el protector de aquel viejo y la ternura que sentía por él era visceral y de algún modo, intuía que aquella conversación no era nueva entre ellos. 

Por fin llegaron ante la guardia y ante su orden, Tormento se detuvo. Nigromante se adelantó en la charla y cuando concluyó él prosiguió.

-Así es. Con grave riesgo para nuestras vidas, hemos cumplido con la condición marcada para que saliéramos. Tres cambiaformas muertos de nuestra mano amén de otras criaturas que ahora se pudren dentro de ese infierno. Podéis confirmar que así ha sido, pues pese a haber otros ya muertos como consecuencia de vuestras saetas y siendo tentador el traerlos para así poder escapar antes de entre estos muros. Basta con que estudiéis sus cuerpos. O los nuestros, pues la lucha no ha sido fácil y las marcas de sus garras y cuchillos adornan nuestros físicos. Llama a tu superior de ser necesario para confirmar nuestras palabras.

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PASILLO HACIA EL SUR, FRENTE A LA BARRICADA.

Enterrador suspiró con cierto alivio, cansado de arrastrar el cadáver de uno de los monstruos, y se adentró en la barricada custodiada por los ballesteros.

- Gracias - agradeció un instante ya que al siguiente enarcó una ceja de extrañeza, dirigiéndose hacia el líder -. ¿Refugio de soñadores? Curioso nombre. Suena poético y a la vez extraño en un lugar tan lúgubre como este - se aventuró a afirmar, sacando el tema a colación a la espera de una posible explicación más allá de lo lírico. Pero no fue lo único que comentó.

- Disculpe, la última vez que nos vimos le pregunté sobre qué lugar era este. No era una broma - aclaró antes de que el hombre le volviera a interrumpir con sarcasmo o incredulidad -. Despertamos en una celda donde... - se giró y señaló uno de los cadáveres de los cambiantes -... ese ser hacía experimentos con personas. Tal vez pudo administrarnos algo que nos hizo perder recuerdos. Ahora estamos desorientados y le agradecería una simple respuesta a una simple pregunta: nuestra ubicación - terminó por pedirle con amabilidad.

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MEDIA MAÑANA.

EN LA CAPILLA.

Bajo las órdenes del Capitán York, los guardias os ayudan a dejar los cadáveres en el jardín y os franquean el paso a través de una habitación lateral, que es una suerte de almacén de material de limpieza y de mantenimiento.

Llegáis a la parte Sur de la empalizada, en lo que el Capitán York ha llamado "El Refugio de Soñadores", y entonces os encontráis cara a cara con una mujer vestida de negro que porta bien visible un símbolo sagrado hecho de plata con el signo de la Espiral. Algo en su porte hace pensar de inmediato que es la líder de este grupo de supervivientes.

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El poeta se mantuvo apartado para dejar ver los cadáveres de los cambiaformas, se quedó en silencio mientras Tormento y el Nigromante hablaban con ellos.  El joven ayudó a llevar los cuerpos inertes de los Dopplegangers al jardín.

Finalmente Réquiem y compañía habían logrado ponerse a salvo detrás de los ballesteros, que habían formado una pequeña barricada en el sinuoso y terrorífico pasillo.

<< El Refugio de Soñadores… que extraño y característico nombre >>

- Gracias – dijo Alexei al capitán cuando lograron entrar en la sala, franqueados por los guardias. El poeta se quedó mirando el interior, curioseando hasta el último rincón con la mirada. El hombre pudo ver que aquella sala era un almacén, buscó suministros o algo que pudiera darle una idea aproximada del número de personas que había allí dentro. No encontró nada claro, Réquiem pudo divisar varios materiales de limpieza y poco más. El poeta prestó atención a las palabras de Enterrador, fue una pregunta clave para poder saber en qué lugar se encontraban y así resolver alguna de sus dudas, debían de recaudar toda la información posible.

Al llegar a la parte Sur de la empalizada Alexei se encontró con una mujer de pelo negro al igual que su vestimenta, lo primero que le llamó la atención fueron aquellos ojos de diferente color, luego el símbolo sagrado con el  signo de la Espiral. Durante unos instantes se quedó mirando absorto el emblema que portaba la desconocida.

- Saludos – dijo Réquiem con una leve inclinación de cabeza, estaba muy cansado y ese estado se veía reflejado en su rostro. – Gracias por acogernos en el refugio de soñadores, mi nombre es Réquiem – se presentó y allí espero paciente a que la mujer se identificara, miró si había más individuos en la sala e intentó contar los soldados que había visto. Tenía muchas preguntas que hacer, pero no quería atosigar a nadie por el momento.   

<< Deseo que este lugar sea mucho más seguro que estar fuera… >> 

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Habían tenido suerte. Los cadáveres se habían considerado prueba suficiente para que se les permitiera el paso, y ahora estaban tras aquella empalizada, en un entorno que quizás, y sólo quizás, podría calificarse como seguro. El tiempo demostraría si aquellas personas eran realmente dignas de confianza y sus aliados, o solo se trataba de una trampa para los incautos que hubieran conseguido superar las anteriores adversidades.

-Gheorghe Mykas, paladín de Iomedae-dijo con tono serio cuando llegó la hora de las presentaciones, con una leve inclinación de cabeza. 

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MEDIA MAÑANA.

EN LA CAPILLA.

Con Anciano Sabio entre sus brazos avanzó por el pasillo de guardias y lo siguió sin mediar mas palabras que las ya ofrecidas antes. Recorrió la distancia hasta el Refugio de Soñadores al Sur de la empalizada y cuando se detuvieron ante la mujer, la miró de arriba abajo, deteniéndose un instante en el símbolo de su pecho. Ella guardaba silencio, intuía que esperando algún tipo de explicación por su parte. No obstante, sentía la leve vibración de la respiración de Anciano Sabio contra su pecho, y para Tormento, aquello era más urgente que cualquier otra necedad mundana.

-Tormento de Tinieblas. Él es Anciano Sabio y está enfermo. Necesita atención médica lo antes posible -dijo. 

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MEDIA MAÑANA.

PASILLO HACIA EL SUR, FRENTE A LA BARRICADA.

Anciano Sabio suspiró tranquilo al ver que aquellos hombres cumplieron con su parte del trato y les dejaron pasar a lo que sin duda sería, una zona más segura. Atrás quedó el miedo a ser atravesado con sus saetas y agradeció a Pharasma que les hubiese protegido durante esta parte tan inquietante del camino.

Pronto una sensación de paz se adueñó del viejo, sus temblores cesaron y la fatiga y el sueño se abrieron paso nuevamente por el cuerpo del hombre. Anciano trataba de mantener los ojos abiertos y observar el lugar por donde eran conducidos, pero estos parecían querer traicionarle y trataban de cerrarse a cada paso que Tormento daba con el marchito cuerpo del viejo en sus brazos.

- Tormento, hijo mío, si aquí estamos seguros, déjame en un rincón. Necesito descansar y tus brazos también. - La voz del viejo sonaba cansada y se notaba que trataba de controlar la respiración a cada palabra que daba, con el fin de no toser. - Soy todo hueso y pellejo, pero llevas bastante tiempo portándome.

El viejo guardó silencio ante la voz de Enterrador, preguntando y solicitando hacer uso del material allí reunido, al igual que las siguientes presentaciones que comenzaron a producirse. No entendiendo bien que ocurría, miró al frente y se encontro a una mujer mirándoles a todos, con un ojo de cada color. Los ojos del viejo se clavaron en el símbolo que colgaba en su cuello y trató de hacer memoria mientras volvía a pelear con el cansancio y el sueño.

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MEDIA MAÑANA.

EN LA CAPILLA.

Había sido suficiente. Y después de todo, por lo que parecía, todos habían sobrevivido a la ordalía. Era para estar orgulloso, y Nigromante no amargó dicho hecho mencionando o recomiéndose con los negros pensamientos que, a pesar de todo, le asaltaban. Sus enormes dudas sobre lo que eran, sobre donde estaban, o sobre cualesquiera otras cuestiones, debían ceder ante la realidad que estaban en un lugar seguro (o más seguro, al menos) y protegidos.

Y cualesquiera otras cuestiones, debían esperar.

- Muchos de nosotros, como consecuencia de la tortura y padecimientos sufridos, tenemos importantes lagunas en nuestra memoria. Por eso sólo tenemos apodos. Como el mío. Nigromante. Un placer conoceros. Como han comentado algunos de mis compañeros... agradeceríamos mucho saber donde estamos, el día en que vivimos... Es difícil vivir con estas terribles lagunas.

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MEDIA MAÑANA.

EN LA CAPILLA.

La mujer os mira a todos, y tras unos segundos de aparente estudio comienza a hablar y se presenta.

- "Mi nombre es Winter Klazcka. Podéis llamarme Winter." - Dice a modo de presentación inicial. En efecto, por el modo en el que habla, y cómo le miran todos, Capitán York incluido, parece la líder de este lugar.

- "Aunque habéis superado la prueba del Capitán York... aún desconfío de vosotros." - Dice abiertamente sin temor ni duda alguna. - "Pero hay mayores problemas de los que preocuparse." -

Vuelve a miraros uno a uno. - "Probablemente no seáis dopplegangers... podéis reposar aquí y recuperaros de vuestras heridas." - Ofrece mientras con sus manos abarca en un gesto aquella especie de santuario.

- "Nos queda poca comida y agua, pero podemos compartirlos." - Añade con tono algo más suave.

Señala una de las paredes, y una manta antes de mirar a Tormento. - "Deposita allí al anciano, enseguida iré con él." - Dice para volver luego su mirada a Enterrador.

- "Parece que tú tienes problemas más inmediatos." - Comenta examinando sus heridas y acercándose hasta el investigador.

- "Déjame hacer." - Pide al hombre. Luego impone sus manos sobre el rostro de Enterrador y entona una breve salmodia. Un brillo surge de sus dedos y recorre el rostro de Enterrador, proporcionándole una sensación refrescante. Nota las manos menos entumecidas.

Pero la mujer no parece haber acabado. Sus manos se desplazan hasta las heridas más visibles de Enterrador, y vuelve a canturrear. Un brillo similar comienza a crecer y las heridas de Enterrador empiezan a sanar a una velocidad vigorosa. 

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MEDIA MAÑANA.

EN LA CAPILLA.

Enterrador se vio, repentinamente, abordado por la mujer llamada Winter, afirmando sobre su mal estado que, por otro lado, era cierto. Sin apenas explicación la mujer depositó sus manos sobre su rostro y comenzó a recitar un salmo. El investigador trató de decir algo en base a la no necesidad de aquello y un descanso reparador, pero sus palabras murieron en su garganta tan pronto sintió el agradable contacto de la clérigo que lograba anular el veneno que aun recorría su cuerpo y cerrar en gran medida las heridas habidas. Cuando la mujer terminó Enterrador miró fijamente los ojos multicolores de la mujer y le dedicó una sonrisa de gratitud.

- Gracias, Winter Klazcka - agradeció repitiendo cuidadosamente el nombre de la mujer para no olvidarlo -. Soy Anselmo Paddock - se presentó por primera vez -. Uno de los pocos afortunados en recordar su auténtico nombre en nuestro grupo. Pero lo que también he recordado es mi capacidad de elaborar pociones sanadoras - continuó mirando esta vez al admonitorio "capitán" York y de nuevo a la mujer -. El poder tener acceso a material de escritura y cierto instrumental podría hacer que, con el debido tiempo, pudiera preparar algo de utilidad para todos - reincidió en la idea antes de volver a retomar una pregunta no contestada que pareciera que los defensores se resistían a responder.

- Señorita Winter, le agradeceríamos si nos pudiera decir donde nos hallamos y qué ha ocurrido para que este lugar se torne en un infierno. Tenemos demasiadas lagunas en nuestra mente - pidió a la mujer ya que parecía que el tal York no estaba para la labor de contestar nada.

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EN LA CAPILLA.

Anselmo Paddock- pensó para sí Nigromante, forzándose en recordar el nombre y apellido del que, hasta hace unos instantes, conocía como Enterrador- Es importante volver a recordar nuestros nombres. Recordar que no somos simples figuras desprovistas de identidad. Recuperar el nombre, y decirlo, es parte de recuperar nuestra identidad. Recuerda: no vuelvas a llamarle enterrador. Se llama Anselmo Paddock- una sonrisa apareció en sus labios, al comprobar como las heridas de Anselmo se cerraban y su estado mejoraba de forma evidente. Buenas noticias, sin duda.

Y mejores aún: el para él recién nominado Anselmo incidía en su misma petición, en la necesidad que su nueva y reticente aliada les diera datos sobre donde se encontraban. Y cuando. 

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EN LA CAPILLA.

Tormento entrecerró los ojos cuando la mujer declaró prioritario tratar a Enterrador, un gesto que pasó inadvertido gracias al vendaje de su rostro. Racionalmente entendía aquella actitud, pero su vinculación para con Anciano Sabio lo volvía impaciente e irritable.

Sin embargo, se abstuvo de cualquier réplica o protesta, consciente de que cualquier actitud irrespetuosa o improcedente podría dar con sus huesos nuevamente en el infierno del que acababan de salir o conducir a un enfrentamiento que no deseaba. Así que obedeció y fue hasta donde se le había dicho y depositó allí a Anciano Sabio. Cuando se incorporó, tuvo ocasión de observar las habilidades sanadoras de la mujer y asintió en silencio.

- Estarás en buenas manos -dijo al viejo en un murmullo- y pronto recuperarás tu salud.

Miró en torno suyo, atento a las respuestas que pudiera dar la mujer, pero sin que ello incidiera en su observación del entorno.