Partida Rol por web

EL REFUGIO DE SOÑADORES:

ESTACIÓN DESCONOCIDA (POSIBLEMENTE INVIERNO), AÑO DESCONOCIDO.

DÍA DESCONOCIDO, MES DESCONOCIDO.

HORA SIGUIENTE AL DESPERTAR, PASILLO.

Enterrador, portando su fanal, y Nigromante, haciendo caso omiso de sus propias recomendaciones, cuando no órdenes, habían avanzado distanciándose de Buscador de la Verdad y del propio Tormento. Anciano Sabio y Réquiem, con la abulía que les correspondía, permanecían en silencio e inmóviles en la retaguardia, quizá víctimas del temor, quizá indecisos, quizá expectantes, observando si quienes les precedían serían atacados por nuevos enemigos.

Fuera, la tormenta repicaba constante y el golpeteo húmedo y metálico de la lluvia, acompañaba sus movimientos o la ausencia de ellos. Desde su posición, Tormento fue testigo de las maniobras de Buscador. Bajo sus manos, el cerrojo cedió con facilidad y por la puerta entreabierta quedaban a la vista calderas de hierro y, como gruesas venas, las tuberías que cruzaban las paredes como un sucio sistema sanguíneo. Negritud y viejas manchas de óxido, oscuras como sangre reseca, adornaban la estancia. Un movimiento, un haz de luz, puso a Tormento en alerta. Sus pupilas se dilataron y la mirada registró los oscuros huecos entre las calderas, sorprendiendo criaturas de mediano tamaño, cubiertas de púas y huesos igualmente agudos. Sus bocas, un manojo de impíos tentáculos, sus ojos, haces de luz que rompían la oscuridad. Sigilosamente se acercó a Buscador y poniendo una mano en el pomo de la puerta la cerró ante sus narices.

-No, ahí no. Hay extrañas criaturas, peligrosas -susurró tras cerrar la puerta-. No es lo que buscamos. Avancemos juntos. En sigilo y actuemos unidos.

ESTACIÓN DESCONOCIDA, AÑO DESCONOCIDO.

DÍA DESCONOCIDO, MES DESCONOCIDO.

HORA SIGUIENTE AL DESPERTAR, CERCA DEL CORREDOR Y BARRICADA.

Nigromante dio un largo suspiro y se frotó un instante las sienes. No iba a ser fácil, no.

- Por partes. Sí, es cierto, no soy la cabeza de esos pollos, ni quiero serlo. El orden que he elegido no se basa en un turbio deseo, sino en motivos que, considero, razonables. Tanto Anciano Sabio como yo mismo usamos artes mágicas o divinas que requieren un lugar relativamente seguro para poder ser utilizadas. A falta de ese lugar, nuestra utilidad se reduce mayormente. He entendido que era conveniente que los dos primeros en ese orden fueran los que más han demostrado su capacidad para combatir cuerpo a cuerpo, y esos dos motivos han derivado en el orden de marcha propuesto. Pero como dije: propongo, que no dispongo. En cuanto a si Buscador desea ir primero, para poder explorar, tampoco me opongo. No pretendo ser líder, pero creo que necesitamos uno. Y si no un líder, sí unas normas. Estamos en territorio hostil y preferiría que todos saliéramos vivos de este asunto. Veamos... ¿quizás entonces este orden: Buscador, Enterrador, Anciano Sabio, Nigromante, Tormento de Tinieblas, Requiem?- hace una pausa y entonces continúa- En cuanto a ir a por el cuerpo de la sala de calderas tampoco me parece completamente mal... pero no conviene olvidar que habría que bajar, volver a sufrir la peste de ese lugar terrible, y volver a subir por la pendiente. Quizás podríamos dejarlo para el final. Si resultara no ser necesario, mejor. 

ESTACIÓN DESCONOCIDA, AÑO DESCONOCIDO.

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Buscador se tironeó de los bigotes mientras escuchaba con paciencia cuanto tenía que decir Enterrador. No obstante cuando terminó no se molestó en intervenir. El detective, aunque no lo recordara, tenía ya la suficiente edad como para preferir no entrar en debates sobre lo que uno decía y lo que otros habían querido entender. Eran discusiones estériles que a ningún lado llevaban salvo a caldear los ánimos, algo que no le interesaba a ninguno.

Un largo suspiro precedió al instante en el que sacó el juego de ganzúas buscando en su tacto una reafirmación de quién era, y mientras Enterrador y Nigromante se alejaban del resto hacia las puertas que apenas se alcanzaban a ver a su derecha, Buscador se aproximó a la más cercana, a la que permanecía cerrada a su izquierda.

- "Estamos de acuerdo en estar en desacuerdo..."

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Dejó descansar la espada en el suelo y posó su mano sobre la puerta antes de hacerla descender hasta el lugar en el que se encontraba la cerradura. Sabía que no era la primera vez que iba a hacer aquello, que incontables veces había repetido aquel ritual que en aquel instante daba comienzo, pero aun sabiendo que lo sabía no recordaba de forma consciente cómo hacerlo. Y por ello intentando forzar una memoria que no respondía cerró los ojos...

- "Nada..."

Pero entonces, respondiendo al instinto y no al recuerdo sus dedos se movieron con extraordinaria agilidad reaccionando con precisión a cada chasquido de la cerradura, a cada oposición que encontraba las ganzúas. Al rato, sin prácticamente esfuerzo, la cerradura estaba completamente abierta y Buscador sonreía satisfecho sabiendo que aun no sabiendo quién era, era más él mismo de lo que había sido hacía un momento.

La puerta abierta dejó a la vista una sala de calderas y una luz.

- " Una luz extraña... "

Poco más pudo ver cuando Tormento cerró la puerta. Pero lejos de matar su interés con sus crípticas palabras, el extraño monje avivó la curiosidad de un detective que ahora más que nunca quería volver a abrir la puerta para saber qué era lo que se encontraba al otro lado.

- ¿Por? ¿Qué era?- Pensó un segundo y medio resignado añadió:- De acuerdo, supongo. ¿Pero qué había?

No descartaba volver allí más adelante para saberlo, para verlo él mismo.

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-Puedo abrir y cerrar tras de ti dejando que lo compruebes -susurró-. Criaturas espinosas con haces de luz en sus ojos, algo más grandes que ratas -concluyó rápidamente.

Aquel era un callejón sin salida. Lo que buscaban no se hallaba allí, tras aquella puerta. Habían peligros a los que era mejor no enfrentarse. Su objetivo era abandonar aquel sanatorio y apara ello tenían un objetivo muy concreto. Tormento no perdería más tiempo, ni sufriría más heridas de las imprescindibles.

-Avancemos.

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Repentinamente, y antes que se realizara orden de marcha o similar alguno, antes incluso que se terminara la conversación que estaban intentando tener, alguien (Nigromante en ese momento no estaba mirando y no pudo saber quien) abrió una de las puertas, y dos enormes ciempiés quedaron a la vista.

Era evidente que iban a atacarles, así que el mago conjuró uno de sus rayos de frío que causó heridas en la sabandija, para luego retroceder. Conocía perfectamente la debilidad de su cuerpo y sus nulas habilidades de combate, con lo que tal actuación le pareción sencillamente obligada. Vio como Enterrador acababa con otra de las sabandijas con un buen golpe de su hacha... pero desgraciadamente la que el propio mago había herido se las arregló para darle un vicioso bocado a su vez.

- Más heridos- musitó casi para sí con mortal preocupación- Y por lo que parece carecemos de toda posibilidad de sanar. Y tenemos que matar al menos a dos de esos cambiaformas.

No pintaba bien la cosa, no. Más bien todo lo contrario. Viendo como Requiem parecía no darse cuenta de lo que pasaba le hizo gestos para que se acercara y actuara. Necesitaban estar todos juntos o todos podían morir.

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Reaccionó con rapidez, aplastando a la primera criatura con su maza. El sonido inconfundible del crujir y romper huesos, o lo que fuera, y vísceras resultó el testimonio de que una de las repugnantes criaturas no volvería a ser una amenaza.

Lamentablemente su compañera buscó venganza. Escuchó los sonidos de palabras arcanas, un restallar metálico y un juramento, a su espalda. Observó como un rayo azulado impactaba contra el segundo insecto gigante, pero no lo inhabilitaba. De tal modo que atacó mordiendo un brazo a Enterrador.

Sintió sus afilados colmillos atravesar su carne y la acidez de algo que se introducía en su sangre. Sin dudarlo volvió a alzar el brazo del arma y lo descargó sobre el bicho. De nuevo se repitió el sonido desagradable que anunciaba que el segundo ciempiés tampoco volvería a ser una amenaza para nadie.

El hombre observó la fea herida sangrante a la par que sintió como le costaba moverse.

- Maldición... - dijo entre dientes. No sabía que demonios le había metido aquel bicho pero sentía torpe y entumecido.

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Habían buscado huir y cuanto habían hallado ante sí fue un muro de virotes que les conminó a introducirse en el pútrido útero en el que habían despertado. Los cuerpos de tres enemigos serían el salvaconducto de su partida y para ello, no tuvieron otra opción que la de retroceder en medio de la lluvia, demasiado caliente para augurar nada bueno, y deshicieron el camino antes recorrido. 

Sin la cohesión necesaria, habían iniciado una exploración por terreno desconocido, donde en vez de su objetivo, Tormento sabía hallarían otras criaturas infectas, apostadas en las sombras y en cualquier recoveco, dispuestas a mermar sus escasas fuerzas.

Buscador de la Verdad fue el primero en casi caer presa de su propia habilidad y escasa perspicacia Tras la puerta que había forzado, criaturas mayores que ratas, armadas de púas y excrecencias de hueso igualmente agudas, aguardaban a cualquier incauto penetrara en su terreno. Había logrado eludir aquel peligro cerrando la puerta ante las narices del inquieto investigador. Pero no hubo tiempo para conversar en exceso. La falta de prevención de sus compañeros los había llevado a una nueva emboscada. El enemigo yacía ahora en el suelo, dos monstruosas criaturas generadas por una mente enferma, en medio de un charco de fluidos víscosos y sangre.

-Ten -dijo tendiendo su hachuela a Buscador de la Verdad-. Tu arma ya no te es de utilidad. Quizá esta pueda servirte. Yo no la necesito.

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Los intentos de poner orden de Nigromante, tras ser expulsados de una posible salida por hombres considerable, y razonablemente, asustados, habían chocado con la desconfianza o el silencio. Sin un orden claro, era evidente que esta misión podía devenir en imposible. Sin embargo, Nigromante era consciente que ni sus modales, ni su profesión, ni su túnica negra, fomentaban la confianza. Casi le dieron ganas de suspirar cuando los actos de sus compañeros les condujeron a un combate que, aunque habían logrado vencer (Nigromante pensaba que su pequeño truco de magia había podido ayudar, pero sin duda había sido el hacha de Enterrador quien cumplió con despejar ese nuevo peligro), habían producido heridas en Enterrador que, ahora, se quejaba del dolor.

Necesitaban un modo de curar tales heridas y pronto.

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- Perdonad, Anciano Sabio- dijo diriguiéndose al sacerdote de Pharasma- Antes habéis indicado que sois sacerdote de la diosa que mantiene a los muertos en su debido descanso eterno, y me pregunto... ¿disponéis de poderes que curen a nuestros compañeros? - alza entonces la mirada y observa al silencioso Requiem- ¿Y vos Requiem? Aunque como ya dije nada recuerdo de mi vida previo hay conocimientos que parecen haberse mantenido, sobre todo los genéricos, y creo estar seguro que tanto cierto tipo de sacerdotes, como cierto tipo de artistas, tienen esas capacidades. Con las graves heridas de Enterrador y de Tormento de Tinieblas, necesitamos curarnos antes de seguir esta exploración... o moriremos. Creo que ya que hemos acabado con estas dos sabandijas, deberíamos entrar en la sala, cerrar la puerta, y ponernos de acuerdo en lo que hacer. No quiero ser líder... pero creo que debemos ponernos de acuerdo al menos en como movernos por estos lares, y en nuestros próximos movimientos. Estamos actuando de forma caótica y desordenada. Y si seguimos así, moriremos.

Dicho esto, si alguien muestra conformidad con sus palabras, entra en la sala donde estaban las sabandijas, y si todos le siguen, cierra la puerta detrás de sí para poder alcanzar un acuerdo de como proceder.

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-Estoy de acuerdo en hablar pero prefiero no encerrarme en una habitación angosta y sin poder observar este pasillo -dijo Tormento-. Diré que actuamos sin orden alguno. Y no es bueno -dijo mirando a Nigromante con quien coincidía en aquel aspecto-. Metros atrás, he cerrado una puerta abierta por Buscador de la Verdad y plagada de pequeños engendros que nada bueno podían traer, como no lo han hecho esos gusanos gigantes. He comprobado que tanto él como yo, somos sigilosos -dijo en referencia al capaz descerrajador-. Además, él parece poseer la habilidad de abrir cerraduras. Propongo que avancemos en vanguardia, sigilosamente, abramos cautamente las puertas y comprobemos su contenido antes de avanzar o incluso entrar. Si hemos de luchar, agrupémonos. Varios de vosotros poseéis magia y contáis con la ventaja de la distancia. En mi caso, son mis puños los que pueden llegar a ser útiles. ¿Estáis de acuerdo?

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Agazapado en las sombras Buscador se acercó lentamente a su enemigo. Debía ser muy cauteloso pues de ello dependía la vida de su compañero. En una mano sostenía su espada; la otra quedaba libre para ayudarse a mantener el equilibrio. Paso a paso se acercó valiéndose de las sombras pero sin perder el ritmo pues él era el único que podía ayudar y evitar el mordisco. El resto del grupo aun estaba demasiado atrás y tardaría unos segundos en llegar. Segundos de los que dependía una vida.

No le vio ni oyó llegar atenta como estaba al abrazo con el que inmovilizaba a su amigo. Era la situación perfecta y Buscador la aprovechó. Estimó los pasos que le restaban y en una cuenta atrás recorrió la distancia con ágiles y silenciosas zancadas listo para situarse allí donde aquel monstruo parecía más vulnerable.

- "Tres... Dos... Uno..."

La momia se giró demasiado tarde y para cuando lo hizo ya tenía la espada clavada en su espalda. Manoteó liberando de la presa a su amigo mientras buscaba acabar con aquel que la había herido, pero Buscador fue más rápido. Se apartó con un salto hacia un lado mientras el monstruo dejaba escapar un gruñido de su boca sin lengua. Volvió a intentarlo de nuevo y falló. Lo intentó una tercera vez, pero para entonces ya había llegado la caballería y la cosa acabó rápido gracias a la pirotecnia propia de la hechicería.

Tras envainar la espada se acercó a su amigo que permanecía hecho un ovillo en el suelo. Con una sonrisa le tendió la mano para ayudarle a que se levantara.

- La próxima vez ten más cuidado. No siempre voy a estar tan cerca para salvarte, prof..."

Pero no hubo nombre. Nada siguió a aquello más que el silencio. Buscador intentó forzarse, centrarse de nuevo, pero nada. Solo le quedaba el presente, un presente en el que empuñaba una espada rota en mil pedazos esparcidos por todo el suelo. Era la misma espada de su recuerdo, aquella que había servido para salvar la vida de un amigo, la que le había ayudado a sentirse a sí mismo dándole la seguridad de que había existido antes de haber despertado atado en aquel sótano. Ahora esa espada no existía pero con su destrucción se había liberado un recuerdo. Un regalo de despedida...

- Gracias- respondió al obsequio del monje aun un poco confuso.- Creo que he recordado algo. Nada útil, lamentablemente, no todavía al menos. Pero... No se... A lo mejor te conviene a ti empuñar tu hacha por si también se rompe y "libera" un recuerdo. No querría ser yo el que lo recuerde y acabar aun más confuso de lo que ya estoy.- Sonrió.- Lo siento.- Se llevó la mano a los ojos.- Ahora mismo me sumo a la interesante discusión que mantenéis. Antes necesito un momento para ordenar mis ideas.

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Nigromante escuchó con atención las palabras de Tormento de Tinieblas y no tardó demasiado en dar su aquiescencia.

- Me parece bien. Entonces Buscador y Tormento algo adelantados, pero a la vista del resto, para poder desplazarse en silencio. Os acercaréis al resto si hay problemas. Luego, en cabeza del grueso del grupo, podría ir Enterrador, si le parece bien,  seguido de yo mismo y de Anciano Sabio, y que Requiem cierre el grupo.

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Anciano Sabio, quien había permanecido en silencio desde hacía largo rato, lo rompió justo cuando Nigromante le preguntó por sus poderes curativos. - Así es, dispongo de ellos, pero me temo que mis poderes se encuentran agotados, hijo. Al igual que yo. - Caminó con lentitud hacia una pared y se apoyó en ella, descendiendo lentamente hasta quedarse sentado en el suelo. - Una noche de descanso y rezar a Pharasma es todo lo que necesito para recuperarlos.

- Si no os importa, me quedaré aquí sentado hasta que reanudemos la marcha. Mis piernas ya no son lo que eran y mi cuerpo está empezando a pagar por los esfuerzos que llevo realizados desde que nos encontramos en aquella ciudad. - Mientras hablaba, comenzó a frotarse las piernas, dándolas un suave masaje con la esperanza de poder caminar mejor más adelante. Luego miró a quienes parecía que iban a encabezar la expedición aprovechando sus dotes de sigilo.

- Hijos, si encontráis algo que le sirva a este viejo anciano como bastón, haced el favor de traérmelo. - Les dijo a Tormento de Tinieblas y Buscador de la Verdad. ¡Qué Pharasma os guíe y proteja en vuestro camino! ¡Marchad con sus bendiciones y las mías! Añadió después y apoyó su cabeza contra la pared mirando hacia el techo.

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Enterrador, apretando la mandíbula por el dolor que le provocara la bestia, se miraba la herida. Por un instante soñó que tal vez alguien le asistiría, de alguna manera. Comenzó a comprender que pensar así era cosa de ilusos. Sentado en el suelo se encogió de hombros y asintió sin decir palabra a la proposición de Nigromante. Posteriormente se dedicó a tratarse a sí mismo.

Mordió su brazo, donde la herida, succionó la sangre que pudo y escupió. Repitió la maniobra varias veces hasta que se dio por satisfecho. Después buscó entre las abundantes telas y trapos caídos la tira menos sucia. Acto seguido se vendó la sangrante herida, anudándola.

Para entonces Buscador y Tormento ya se adelantaban, fundiéndose entre las sombras.

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Al observar el gesto de Enterrador, Nigromante siente cierta vergüenza.

- Disculpadme... pero aunque tengo rudimentarios conocimientos en medicina, y pude ayudar a Tormento, cada vez estoy más convencido que son conocimientos muy rudimentarios. Y no quiero causar más mal que bien cuando tratamos con venenos- el mago parecía realmente compungido- ¿No sería quizás mejor descansar un poco para que alguna de las contusiones de Tormento sanara y para que Anciano Sabio pudiera rezar por milagros de caráster curativo, y tal vez para que Requiem pudiera concentrarse en lo mismo?

En todo caso, si el grupo seguía, él seguiría en la posición que había indicado.

EL REFUGIO DE SOÑADORES:

ESTACIÓN DESCONOCIDA (POSIBLEMENTE INVIERNO), AÑO DESCONOCIDO.

DÍA DESCONOCIDO, MES DESCONOCIDO.

PROBABLEMENTE A MEDIODÍA. PASILLO Y PUERTAS ADYACENTES.

Tormento se había adelantado a Buscador de la Verdad en su avance. Súbitamente se detuvo e hizo un gesto a este para que se aproximara y se detuviera a su lado. Casi de seguido hizo un gesto más amplio, dirigido ya a los demás pidiendo silencio y precaución. Con una mano, señaló al espacio que hacia el noreste se abría para, a continuación, y con la misma mano, abriéndola y cerrándola, indicar que alguien estaba en aquella dirección hablando. Luego, se inclinó hacia Buscador de la Verdad.

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PROBABLEMENTE A MEDIODÍA. PASILLO Y PUERTAS ADYACENTES.

-Una voz, al noreste. De hombre. Tiene un tono histérico y maníaco que no me gusta nada. Habla acerca de un análisis comparativo en la degradación de la carne humana con respecto a la carne doppleganger. No percibo si está solo o acompañado. En todo caso, afirmaría que es peligroso -susurró a su oído.

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PROBABLEMENTE A MEDIODÍA. PASILLO Y PUERTAS ADYACENTES.

En un momento determinado, Nigromante niega con la cabeza tras mirar a su cuervo, y desenvaina su daga tendiéndola a Buscador.

- Compañero... he creido notar que no te manejas bien con esa hacha. Esta daga es más sencilla, y aunque es un arma menos aparente, tiene cierto conjuro para mejorar el daño que puede causar y la facilidad de su manejo. No es gran cosa, evidentemente, y como es una de las pocas cosas que retengo de antes de esta desmemoria atroz, quiero conservarla. Pero creo que mientras no encontramos un arma que sea más afín, ésta puede serte útil. Si así lo quieres, claro.

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PROBABLEMENTE A MEDIODÍA. PASILLO Y PUERTAS ADYACENTES.

Anciano Sabio miró entonces al grupo, viendo como se adelantaban Tormento de Tinieblas y Enterrador, quienes desaparecieron de la vista del viejo cuando se ocultaron en las sombras. Miró al resto y sintió como su estómago gruñía de hambre.

- Quizás no deberían alejarse demasiado. Dijo refiriéndose a los exploradores. No estamos en buenas condiciones, mi poder está acabado por hoy, tenemos heridos y el hambre acecha. Deberíamos montar un campamento en una de las salas, donde estemos protegidos y podamos recuperarnos. Eso incluye recuperar mis poderes.

Sus tripas volvieron a sonar y se puso la mano sobre su vientre. - Tienen que haber ratas por algún lado. Esas están siempre presentes... dijo mirando en todas direcciones. - Tienen poca carne, pero al menos nos mantendrían con fuerzas. A malas, un gusano de esos gigantes bien tostadito...

Anciano Sabio se incorporó, ayudado por la pared. - Bueno hijos, mientras decidimos, deberíamos caminar un poco. Nuestra avanzadilla se está alejando demasiado. Señaló hacia donde se habían movido Tormento y Enterrador con la intención de continuar la marcha si así lo hacía el resto.