Partida Rol por web

LOS MUERTOS NO SUEÑAN:

INVIERNO, AÑO 4711 RA.

TERCER DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 6 DE ABADIO.

MEDIODÍA.

En aquel combate Buscador no había sufrido tanto a manos de sus enemigos como lo había hecho Enterrador, pero aun con todo también había recibido golpes, golpes que se sumaban a las heridas del día anterior que aun no habían terminado de curar del todo y que a aquel ritmo no curarían nunca además de aumentar en gravedad y número. Por ello cuando Réquiem mencionó que bajo esos harapos amarillos los sectarios escondían una armadura, no pudo evitar pensar en convertirse en uno de los afortunados en llevar una. Daba igual lo rudimentaria que fuera, cualquier protección esperándoles lo que les esperaba, era poca.

- A mí la verdad que tampoco me vendría mal una de esas armaduras. Y descansar- dio la razón al forense-, aunque sea un poco. Poner en orden las ideas y ver cómo continuamos. Porque me da la impresión de que con esta sucesión de combates estamos perdiendo bastante más de lo que estamos ganando...- Se acababa de dar cuenta de que el garrote que había dado a Enterrador era apenas la pata de una mesa.- Y como sigamos así vamos a terminar luchando con las manos desnudas, aunque con la diferencia de que no somos tan hábiles en ello como Tormento- añadió con una sonrisa.- Por cierto, Tormento, ¿sigues teniendo ese hacha que me ofreciste antes de... antes de que desapareciera en la niebla? Quizá Enterrador pueda sacarle provecho, porque yo tan solo tengo para ofrecerle el cuchillo de cocina que me dejó Kendra o una de vuestras dagas de plata.

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MEDIODÍA.

Nigromante se quedó atónito. Esa era la palabra adecuada. En un instante había notado como la furia subía por su garganta y había pensado que debía ser un efecto de la adrenalina del combate. Luego, la perfección y naturalidad del movimiento de Tormento, la manera en que había eliminado a su adversario de una forma tan... ¿cómo decirlo? ¿brutal? ¿expeditiva? ¿elegante?... había sofocado la ira en su corazón dejándolo frío como el hielo. Pero en todo caso no había mucho tiempo para perder en tales disquisiciones. El monje parecía abatido tras el combate y el nigromante le observó. No, aun cuando estaba herido, las heridas no eran graves, y no era preciso gastar, aún, las preciosas redomas curativas.

- Anciano Sabio, ¿cómo vamos de curaciones? Yo estoy perfectamente pero, el resto, ¿como estáis?- a poco que sus compañeros respondieran Nigromante asintió a la pregunta que, a su vez, realizó Anselmo- Por supuesto- dijo mientras lanzaba su truco de detectar magia que le condujo hasta la habitación donde se encontraban los archivos. Durante varios asaltos estuvo mirando pero, finalmente, negó- Hay varios objetos mágicos, menores, pero mágicos sin duda. Desgraciadamente con tanta basura no logro localizarlos bien. En todo caso, en mi opinión, debemos obtenerlos, y tratar de obtener también datos de nuestro ingreso.

Tras estas palabras, el mago vuelve a comprobar, nuevamente, las pertenencias y cuerpos de los cultitas, y lo que sus compañeros habían obtenido de las habitaciones. Pensaba que, de ser mágicos, hubiera debido detectarlos ya. Pero nunca se sabía, y mejor era prevenir.

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MEDIODÍA.

La lucha había sido encarnizada y caótica. Las emanaciones de la niebla que envolvía el sanatorio debía penetrar su muro y trastornar las capacidades de quienes lo habitaban. No encontraba otra explicación a lo desatinado de la forma en que sus compañeros se desenvolvían en el combate y se preguntaba el modo en que le estaría afectando a él mismo.

Para colmo, a pesar de la poca amenaza que suponían los cultistas, sus compañeros se habían ensañado a base de bien y ya no quedaba nadie para responder preguntas. De poco valía mostrar lo contrariado que se encontraba ante tanta muerte inútil, así que tras constatar que los cultistas estaban más allá de su capacidad de sanación, se dirigió con una sonrisa paternal hacia Enterrador y vertió sobre él los dones de su Diosa. - Has luchado bien, Enterrador, mereces una muestra de la gratitud y el poder de Farasma. -

Desgraciadamente su conexión con la Dama de las Tumbas era débil en aquel lugar y apenas pudo devolver un poco de vitalidad al maltrecho cuerpo de Enterrador. Algo frustrado ante la tibieza de su canalización, Anciano se dirigió a los documentos que estaba examinando el cultista y comenzó a estudiarlos a fondo. Eran iformes de ingreso, ¿qué o a quién estarían buscando los cultistas exactamente?

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MEDIODÍA.

Llamándose como se había llamado nada más despertar, era inevitable que hiciera honor al nombre que una mente vacía de recuerdos e impresiones le había dado. Por ello cuando Tormento propuso buscar, Buscador se ofreció a ayudarle.

- Yo te ayudo, Tormento.

Necesitaba descansar, no había duda, aunque no tanto como Enterrador. Pero había formas y formas de descansar, y entre las que él prefería no estaba quedarse cruzado de brazos nadando en una memoria que había desaparecido, más cuando el descanso requerido era físico y no mental. Le gustaba mantener la mente ocupada con lo que fuera, al menos mientras las heridas no se lo impidiera, y una tarea rutinaria como buscar entre papeles no le iba a requerir demasiado esfuerzo. Es más, podía evitar que pensara en otras cosas.

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MEDIODÍA

Nigromante asintió a las palabras de ambos y volvió a usar su truco concentrándose.

- Lo cierto es que es extraño. El conjuro debería bastar para localizar los objetos mágicos, por mucha basura que hubiera, pero tal vez todo el aura mística y planar que nos rodea interfiera un tanto en la detección. Soy capaz de saber que están y de localizarlos, pero no con la exactitud que debiera. De todas formas, concentrándome, puedo serviros de ayuda diciendo por donde puede o no estar. Dejadme ver...

Y tras esto fue indicando a ambos para tratar de obtener los objetos que había percibido, fueran los que fueran.

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MEDIODÍA

Réquiem informó y entregó las armaduras acolchadas que había ofrecido, guardándose en su posesión todo lo que había encontrado en los cadáveres de los dos cultistas que habían matado en la habitación del sucio almacén.

El dramaturgo se juntó con el grupo en la zona del archivo, se fijó en el cansancio de Enterrador y se ofreció para ayudar a seguir buscando cosas de utilidad en aquella sala. Alexei registraba los diferentes muebles, estanterías y cajones.

- Deberíamos de tomar un descanso pero sin llegar a dormirnos, si cerramos los ojos no sabremos a ciencia cierta si los volveremos a abrir… - las palabras del poeta eran tenues y denotaban preocupación. El pequeño de la familia Mykephoros logró encontrar dos viales de aceite argénteo y uno de alinear armas con la ayuda de Anciano Sabio y Nigromante.

<< Tenemos que equiparnos bien y seguir avanzando con cuidado. Si tenemos suerte podemos investigar y despejar un par más de habitaciones para volver al refugio y tener un descanso más seguro >>

Alexei estaba pensativo, volvía acariciarse la perilla un claro gesto que lo delataba en su mundo solitario. Decidió salir al pasillo y mirar a derecha e izquierda para asegurarse que no había nadie más merodeando por aquel insólito y tétrico lugar. Sus ojos se fijaron en la oscura puerta del fondo, en la que sus compañeros advirtieron del hedor inhumano que provenía de allí.

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MEDIODÍA

Tras dar con los objetos mágicos cuya presencia había intuído Nigromante, se dedicaron a descansar y examinar los archivos.

Anciano Sabio ejecutó unos actos litúrgicos en honor a Farasma y milagrosamente rellenó de agua que tendió a sus compañeros. - Tomad, bebed y agradeced su generosidad a la Dama de las Tumbas.

Habían pasado varias horas cuando Buscador de la Verdad se detuvo en uno de los informes y dijo en voz alta un nombre: Sebastián Moro. - Nombre que a Anciano Sabio no le decía nada y sin embargo Buscador de la Verdad le estaba mirando. Anciano Sabio se encogió de hombros y el detective siguió leyendo el informe.- Padre Confesor - Anda, pensó Anciano Sabio, otro sacerdote, como yo. - del Templo de Farasma, anteriormente destinado en Colina Carroña. - Espera, Sebastián Moro debo ser yo. - Se aproximó a Buscador de la Verdad y continuó leyendo sintiendo consternación tanto por lo que allí ponía como por el hecho de no recordarlo en absoluto. -Renuncia, caído en desgracia, Lowls, amnésico, estado de fuga, vestido con ropas sucias y harapientas.

Anciano Sabio, que sin duda se llamaba Sebastián Moro, tomó su informe y se sentó en un rincón donde lo releyó varias veces intentando asimilarlo, sintiéndose desvalido. 

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MEDIODÍA

Se quedó sentado, descansando. Las numerosas heridas de su cuerpo le dolían a rabiar. Anciano Sabio había tratado de paliar el dolor en la medida de lo posible, mas numerosos cortes y contusiones seguían siendo evidentes en su cuerpo, dejándolo en un estado muy precario. Permaneció así un rato, tratando de no dormirse, mientras sus compañeros ojeaban el lugar en busca de objetos de importancia. Finalmente dieron con unos documentos que trataban sobre su ingreso en el sanatorio.

- Todos amnésicos y con harapos. Y sin embargo con varios enseres personales de importancia, según veo. Qué extraño - indicó haciendo ver al resto lo ilógico de traerlos medio desnudos pero con armas y objetos importantes de cada uno de ellos.

Agradeció a Tormento que le cediera la daga mágica, en sustitución de su vieja maza que tan fielmente le había servido.

- No sé vosotros, pero yo no esto para muchos trotes - comentó -. Preferiría retirarme y recibir ayuda de Winter - admitió honestamente y haciendo extensible al resto la sugerencia -. Pero decidamos entre todos. Si preferís continuar... no creo que sea de demasiada ayuda en combate - terminó por aclarar.

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MEDIANOCHE.

Sobre una de las mesas ahora descansaba el trabajo de las últimas horas del detective de Ustalav. Buscador se alejó de ella para observar con orgullo desde la distancia la pila de papeles que acababa de dejar. Sonreía y no podía ni lo quería evitar. Aquella era su aguja en el pajar, y la acababa de encontrar. Un éxito que probaba que las respuestas se podían encontrar, que cuando había resultados no podía haber frustración por el tiempo y el esfuerzo empleados porque tan solo añadían valor al hallazgo.

- Sobre la mesa he dejado algo que quizá os pueda interesar, caballeros.

Lo dijo alegre a pesar de sus heridas, tironeándose del bigote para peinarlo hacia los lados.

- Los informes de nuestro ingreso. Registros sobre nosotros. ¡Vamos, vamos, echadles un ojo! Pero por favor, no los desordenéis. Dejadlos tal y como están ahora sobre la mesa. Me ha costado demasiado encontrarlos y ordenarlos. Las numeraría- dijo recordando que llevaba material de escritura-, pero prefiero no alterarlos de ningún modo. Solo por si acaso... Son pruebas al fin y al cabo.

No obstante a pesar del tiempo que habían empleado descansando de uno u otro modo, persistía la cuestión de si debían seguir avanzando o dar por terminado el día. Buscador creía que podía seguir adelante, aunque dada la crudeza de los últimos enfrentamientos no estaba muy seguro de por cuánto tiempo. El problema era Enterrador. Sin tener conocimientos médicos los únicos verdaderamente conscientes de la gravedad de su estado eran él mismo y Anciano Sabio, y quizá también Nigromante.

- Lo que tú creas, Enterrador. No es cuestión de preferir o no continuar, en mi opinión, es de si podemos o no hacerlo. Si tú consideras que no puedes, no creo que debamos continuar. No sabemos lo que nos espera más adelante ni cuánto nos queda para nuestro objetivo, pero si este está tras esta misma puerta- señaló la puerta en la que se había estado apoyando el forense-, lo mejor será hacerlo todos juntos y en la mejor de las condiciones posibles.

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MEDIANOCHE.

Tras ser rescatado de entre la montaña de libros que cayeron sobre él, un Tormento ligeramente azorado se dedicó a revisar aquello que los otros pudieran haber dejado sin investigar. No dio con nada positivo. Quizá, lo único verdaderamente valioso se hallara tras la puerta abierta por Buscador y cuyo umbral aún no habían cruzado. Ante las voces de sus compañeros, se volvió hacia ellos.

-Buscador, en la seguridad de nuestro campamento, leeré esos documentos. Enterrador, sé cómo te sientes pues he pasado por ello y es probable que pueda volver a ocurrir. Carece de sentido enfrentarse a algo sin estar en plenitud. Ya al completo, tenemos problemas. No es cuestión de esgrimir nuestras debilidades y hacer de ellas nuestra bandera. Retrocedamos pues y regresemos mañana sanados y descansados. Y Buscador, propondría cerrar nuevamente la puerta que abriste. Lo que en ella haya, vivo o muerto, animado o inanimado, atento a nuestros pasos o no, mejor que se guarde dentro y que no tenga opciones de huir entre las sombras para acechar en nuestro sueños -dijo Tormento-. Es mi parecer, al menos.

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INVIERNO, AÑO 4711 RA.

AL FILO DEL CUARTO DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 7 DE ABADIO.

MEDIANOCHE.

Alexei se había guardado las dos porras, una armadura acolchada y dos conjuntos de harapos amarillos. Una vez listo, se encaminó a la zona del archivo entrando en el interior para ver lo que hacían sus compañeros.

- Gratitud – le dijo a Anciano Sabio, agradeciendo de verdad el gesto que había tenido el buen anciano en ofrecerles agua. Bebió un par de tragos de agua, sin abusar y escuchó las palabras de Anselmo Paddock. El dramaturgo caído en desgracia se acercó a uno de los escritorios para ver los archivos que había encontrado Buscador de la Verdad.

<< Todo lo que me habían contado. Miembro de una familia noble, el anillo, una vida complicada y llena de lujos innecesarios que parecen ser los causantes de mi deterioro físico… >>

Réquiem no encontró nada nuevo sobre su pasado o la persona que era, desvió su atención hacia los otros archivos pero prefirió no leer ninguno para no violar la intimidad de los aventureros del asilo.

Escuchó lo que decía Tormento de Tinieblas y afirmó apoyando su decisión. – Me parece bien lo que dice Tormento, sería mejor dejar la puerta cerrada con llave e ir a descansar en el refugio. En todo caso, si él quiere continuar podría ayudar a Enterrador a recuperarse, no será mucho, pero cualquier ayuda sería bien recibida. -  

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AL FILO DEL CUARTO DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 7 DE ABADIO.

MEDIANOCHE.

Anselmo escuchaba distraido la conversación de sus compañeros respecto al continuar o volver. Se sintió agradecido de que, dada su precaria situación, los presentes emitieran una intención más favorable a retornar al refugio. Entonces sintió cómo una mano le tocaba el hombro y una voz conocida realizaba una plegaria. Sintió una sensación agradable en su cuerpo conforme diversas heridas aun abiertas se iban cerrando.

- Gracias Anciano, o debería decir Padre Moro - agradeció el enterrador. Sintió algunas fuerzas retornar a su cuerpo y fue capaz de ponerse de pie sin demasiados esfuerzos -. Me encuentro mucho mejor - reafirmó mientras miraba su cuerpo y encontraba diversas contusiones, momentos antes abiertas, cicatrizadas.

- Hace unos instantes abogué por retirarnos - se dirigió al resto, admitiendo lo que él mismo había manifestado -. No obstante la ayuda de Pharasma me vuelve a poner de pie. Por un tiempo al menos. Creo poder continuar - afirmó con convicción -. Por otro lado sé que no podemos volver indefinidamente al Refugio. Se agotan los víveres al igual que el tiempo para encontrar la salida de este lugar, que es a través de Zandalus y el Andrajoso - reconoció -. Por tanto, a no ser que alguno estemos críticos, y ahora mismo no lo estamos, abogaría por avanzar un poco más. Abogaría por abrir esa puerta - dijo señalando la puerta que él usara para apoyarse con anterioridad.

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MEDIANOCHE.

-¿Estás seguro? -dijo evaluando con la mirada el estado de Enterrador-. Es cierto que el tiempo corre en nuestra contra pero más lo hacen las heridas. Si aun así, te resistes a regresar, afrontemos pues la última puerta y que se cumpla la voluntad de Pharasma, quien, a través de las manos de Anciano Sabio, ha tenido a bien devolverte la salud. Ocupemos nuestros lugares, encomendémonos a Pharasma y luchemos por nuestra libertad.

Dicho aquello, avanzó hacia la puerta que aún les quedaba por atravesar.

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MEDIANOCHE.

Se podría decir que la última sanación de Anciano Sabio obró el milagro, pues no solo curó a Enterrador, también alteró el ánimo del grupo que pasó de la idea derrotista de la retirada a continuar con su exploración.

Buscador, que ya estaba sacando el manojo de llaves para cerrar la puerta que había dejado sin investigar, vio como sus compañeros se situaban a su alrededor atentos a cualquier sonido de amenaza que pudiera haber en el interior. Había llegado el momento de regresar a la peligrosa rutina, a ese trabajo que era una obligación y la única opción que tenían para escapar de la prisión.

- Sigamos pues- dijo plenamente convencido mirando a su alrededor. El ánimo que veía en sus compañeros era el mejor que se podía esperar.- Por nuestra libertad- repitió las palabras de Tormento.- ¿Todos listos?

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MEDIANOCHE.

Tras localizar y guardar los escasos objetos mágicos, Nigromante dio un sorbo de agua, agradeciendo a Anciano Sabio su pequeño milagro, y hecho esto, se acerca hasta los documentos localizados. Por espacio de un minuto, el mago no dice nada, pero finalmente sonríe, con tristeza.

- Pensé que al conocer mi nombre algo cambiaría, pero no. Sebastián Moro- dice mirando al sacerdote de Pharasma- entiendo vuestra desazón, pues yo también la siento. Y sin embargo... pienso que es una victoria. Nos habían robado el nombre que llevamos, y sea como sea, lo hemos recuperado. Me he llamado Dyonisius Shaytan. Por favor, llamadme con ese nombre. Y ahora... coincido. El tiempo va en nuestra contra, y si los heridos aceptan seguir, también yo lo haré. He guardado algunas pociones para curar y si alguno cae, trataré de curar con esas redomas sus heridas más graves. Como ha dicho Gabriel, por nuestra libertad.

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MEDIANOCHE.

- "Y algo me dice que Dyonisius Shaytan tampoco es tu nombre. No sé por qué, es algo que me da en el pico. Estoy tan amnésico como tú, pero tengo la sensación de que una vez serví a un hombre con ese nombre, y que no eras tú." -

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MEDIANOCHE.

Sebastián Moro levantó la cabeza para mirar a Nigromante y asintió. - Sí. Tú lo has dicho Dyonisius, es una victoria.

A pesar de que el abatimiento había hecho presa inicialmente en el sacerdote, se repuso prontamente ante el comentario del mago y por el hecho de que Enterrador se había recuperado rápidamente de las terribles heridas sufridas gracias a la intervención de Pharasma. Todos tenían mejor ánimo y estaban dispuestos a seguir. La pequeña crisis de fe quedó atrás y mientras sus jóvenes acompañantes se apelotonaban dentro del pequeño registro, Sebastián Moro volvió al pasillo a examinar con más calma la puerta del fondo, aquella que estaba dotada de un aura mágica y amenazadora. 

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MEDIANOCHE.

Réquiem escuchó las palabras de Enterrador – Bien – dijo aliviado al ver que el hombre había conseguido recuperarse gracias a las habilidades de Sebastían Moro, que era el verdadero nombre de Anciano Sabio.

- Me alegra ver que estas mejor Anselmo Paddock y puedes dar guerra otro asalto más – la sonrisa del dramaturgo era sincera, se alegraba de ver a Enterrador reactivado de nuevo.

- Estoy de acuerdo con las palabras de Enterrador, los recursos que disponemos en el refugio son limitados, si podemos continuar es mejor ir avanzando alguna sala más – allí daba apoyo a las palabras que había dicho Anselmo Paddock.

Alexei Mykephoros miró a sus compañeros, se fijó como Buscador de la Verdad, Enterrador y Tormento de Tinieblas se acercaban a la puerta para inspeccionarla e intentar escuchar algún ruido, pero no se escuchaba nada en absoluto. Luego miró a Nigromante, llamado Dyonisius Shaytan.

Sujetó la empuñadora de su espada ropera con la mano derecha y la sacó de la vaina mientras miraba como poco a poco interactuaban con la puerta. Iluminaron el interior pero el pequeño de la familia Mykephoros poco podía ver desde su distancia por lo que se esperó a que entraran para seguir avanzando desde la retaguardia del grupo, vigilando las espaldas de todos.

- Por nuestra libertad – dijo con un tono de voz seguro y firme.