Partida Rol por web

El tráfico a esta hora es bastante denso y se escuchan unos sonidos de claxon en el exterior cuando un vehículo se para frente a la tienda. El taxista hace oídos sordos a las quejas de los demás conductores, pero sus dos clientes se precipitan en pagar y salir, lo cual le viene bien al conductor, pues se queda con la vuelta a modo de propina.

Raymond y Mara sólo tienen que cruzar la acera para llegar hasta la puerta de la tienda de Darren. Por lo que pueden ver, no hay ningún cliente, y sólo está el dueño de la tienda junto con el joven Adrian. Al entrar, los recién llegados sienten un ligero cosquilleo en la espalda, signo inequívoco de que se han estado desplegando energías mágicas en este lugar no hace mucho tiempo.

Grend le da una palmadita en el hombro a modo tranquilizador.

No se preocupe señorita Wright. Ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo como decía el Mariscal de Campo von Moltke. Lo hecho, hecho está. Y me alegro de poder ayudar.
Ahora vayamos a ayudar al señor Rey. Veamos en qué lios se ha metido sin nosotros.

En esta ocasión la sonrisa era genuina y reconfortante.

No obstante, nada más entrar en la tienda de Darren la mirada del mago se tornó seria. La magia casi podía olerse en el aire. El hecho de que el joven Adrian estuviese en la tienda era algo bueno, Darren había pedido ayuda, pero era mejor saber cuanto antes qué había sucedido.

Señor Rey, señor Lash. Bien, ya estamos aquí. Pongannos al corriente, ¿qué ha sucedido?

Al acercarse a la puerta, Darren mantenía la mirada sobre algunos papeles en el mostrador con la típica cara de aburrimiento de quien manejarse con facturas y albaranes es su pan del día a día. Cuando escucha la voz del señor Grend, levanta la mirada de golpe de lo que estaba haciendo, mirándolos momentáneamente a ambos para después lanzar un vistazo a hurtadillas a su empleado.

Dejando los papeles a un lado en un montón, cambia el peso de cadera y ensaya una de sus sonrisas profesionales, de esas que no llegan a los ojos.

- Mara, Señor Grend... No les esperaba hasta mañana. - Cada uno para diferentes motivos - ¿Hay acaso algo en lo que pueda ayudarles? - Había hecho una promesa hacía unos minutos. No estaba en sus planes incumplirla.

El viaje en coche no ayudo a calmar la inquietud que la carcomía por dentro y aunque las palabra de Grend pudieron servir de bálsamo tranquilizador, en el momento que cruzaron el umbral de Rey's Antiques, erizándose tanto el bello como la piel de la espalda, sus niveles de ansiedad subieron como la espuma. Y Darren entonces coronándose con sus palabras. La chica exhalo por la nariz, seria e inexpresiva, sin mirar a Darren a los ojos, o más bien ignorándolo, pasó junto a él y se dirigió a la trastienda.

-tranquilo, tendrás tus pancakes – confirmo de pasada sin denterse – necesito una bebida espirituosa, prescripción médica – dijo guiñando un ojo a Adrián en su camino

La aparente sordera selectiva del anticuario la había molestado, claro que estaba lo suficiente ofuscada con el asunto del señor sidhe como para ignorar la irritación que le producía el asunto, era hora de dejar sus pataletas a un lado y asaltar el mueble bar de Darren. Este se camuflaba en un viejo buró colonial de persiana, donde tenía una selección de bebidas y licores de buena calidad con los que agasajaba a buenos clientes o para celebrar una buena transacción. No es que lo usara a menudo, pero casi todas las botellas estaban empezadas con excepción de un par. Mara abrió la persiana, asegurándose que el sonido se reconociera desde la tienda y tras tamborilear con las yemas de los dedos recorriendo los cristales – whisky, ron, ginebra, vodka...- escogió un brandy añejo aún por estrenar con pinta de caro y tras descorchar este, ser sirvió dos dedos en una copa que se tomo de un trago. Sin pestañear siquiera. Dejando que el ardor del alcohol descendiendo por su garganta se llevara parte del amargor que ese día le estaba dejando. Sirviéndose otra copa y reapareciendo con esta en la mano, a penas dos minutos después.

-mucho mejor...- declaró con una mueca en los labios que no alcanzo ni la sombra de una media sonrisa – bien ¿ya se han puesto al día?...¿no?...aún no saben si nuestro aparente amigo en comúnes el mismo señor sidhe de mirada felina que se colo en la biblioteca...tch tch tch - chasqueo la lengua dejando salir el escozor por la falta de interés de Darren, afianzando en su mente la idea que tal vez sería mejor buscar la compañía de Jack* y no la suya como había pensado - estaría bien confirmar si el señor sidhe que te ha visitado esta tarde es el mismo que sabía de ante mano que sería yo quien le espiaría en la biblioteca – fue soltando la información con acidez – si es el mismo señor sidhe, tan poderoso, que tenía preparado un puto ritual que le avisaría de mi intrusión. Logrando afectarme horas después de su visita. Y lanzándome por los aires valiéndose entre otras cosas de mi propia sangre. Y que si no llega a ser por la rapidez del señor Grend, habría vuelto a hacerlo - se sentía mejor. Absurdo, sí pero se sentía mejor al haberlo soltado. Aunque sentía cierta lástima por el señor Grend teniendo que soportar su leve histería provocada por la tensión que llevaba acumulando desde el segundo encuentro con el sidhe y lo que entonces descubrieron

¿De veras Mara estaba soltando todo aquello así, sin miramientos? Y frente a su empleado, el cual no tenía nada de sobrenatural. Y si lo tenía, jamás había compartido ese "algo" con los demás. 

¿Qué sabían de él? ¿Y cómo era que se daba tales confianzas?

Antes de que el mago pudiese aportar nada más, el dueño de la tienda - y de ese Brandy que tan alegremente se adjudicaba - decide intervenir.

- Interesante historia ficticia ¿Estás pensando en escribir una novela? pero por muy interesante que suene no te va a eximir de pagarme por esa copa.

Su tono de cortesía comercial no había cambiado ni un ápice. - Tendría que haberme ido de la tienda al saber que venían para acá...

Grend se quedó un tanto extrañado por la pregunta de Darren, el mago creía que sabía que venían, de hecho una de las razones era para ver si estaba bien. Aunque la respuesta de Mara fue más...directa. Claro que después de lo que había pasado no podía culparla.

Se apretó el puente de la nariz tratando de evitar el dolor de cabeza que se estaba empezando a crear, y que sabía que empeoraría antes de que acabase el día. Así que se acercó a una silla y se quitó la chaqueta y el sombrero colocandolos con cuidado en la misma.

La señorita Wright me dijo que te había pasado algo mientras nosotros estabamos en la biblioteca. No profundizó en los detalles pero parecía que tú cliente de esta mañana había intentado algo.

Miró a Adrian, ya que la respuesta dada por Darren a Mara seguramente iba por él. Pero con lo que estaban tratando no era momento de sutilezas.

En este establecimiento no hay nadie mundano, así que podemos hablar sin rodeos. La cosa es muy grave.

Eso último lo dijo con la mirada puesta exclusivamente en Adrian, aunque luego volvió a Darren con cara preocupada.

Ese shide que quiere tú libro es quien ha irrumpido en la biblioteca. Buscaba ese mismo libro o algo parecido. Y todo hace creer que al no encontrarlo allí vino después aquí. El caso es que es una persona muy poderosa. Con enfasis y mayusculas en el "muy". Ha podido afectar a Mara horas después de haber estado allí, y luego a mí aún más tarde. La habilidad y capacidad de hacer eso escapa a todo lo que conozco, de hecho no creo que haya en todo el consejo más que tres o cuatro personas que puedan acceder a ese tipo de poder. Así que como verás estoy preocupado. Y lo de Mara es aún peor, ya que tiene sangre de ella.

Puso los brazos en jarra.

Así que ya puedes salir de detrás de tú mostrador, servite un trago, pedirle perdón a la joven y agradecerle que haya venido con presteza a ayudarte. Y luego me cuentas todo lo que ha pasado en esta nueva visita.

Eh...

Fueron sus primeras y locuaces palabras cuando entraron con ese énfasis.

Eejeh...

Fueron las siguientes, con la explicación de Mara.

Eeeee¿eh?...

Fueron las pronunciadas tras la intervención del madurito interesante que siempre estaba en el Rey.

Hasta el pelirrojo notaba que la tensión que había en el ambiente podría alimentar una central eléctrica. Él, en lo particular, se sentía bastante fuera de lugar, pese a los intentos de Mara por incluirle en la conversación y el comentario sobre las bebidas. Asintió, en aquel momento él mismo necesitaba un trago: se le estaba secando la garganta con la información.

Por lo poco que me he enterado tenéis problemas con un tipo chungo, rollo mafia, que quiere un libro de Darren, uno de esos realmente jodidos. ¡Pues vendedlo y fin de los problemas!

Igualmente... parece que es algo privado entre vosotros, así que quizá debería ir a casa para asegurarme que todo está bien. Y si necesitáis ayuda en eso de... ¿shide? Tengo un amigo que se ha ido hace un par de minutos, es un milagro que no os hayáis cruzado. ¿Queréis que vaya por él? Suele tener el móvil apagado pero podría ayudaros.

Esperó que le indicasen algo, algún motivo para... irse. Aquello se estaba volviendo extraño.

Descuenta la copa de mi sueldo de hoy, jefe.

Trató de calmar los ánimos.

Tras la seria advertencia a Mara fue una verdadera sorpresa ver a Grend hablando tan alegremente ante un maldito desconocido. Y más después de su advertencia. Estaba visto que faltar al respeto y a los secretos estaba infravalorado por sus dos "Invitados". 

No respondió de inmediato. Tan solo les dirige una mirada helada profundamente decepcionada. 

- Lamento la impresión que mis clientes hayan podido darte, Adrián. Si. Lo mejor será que te vayas. Hoy me apañaré solo. 

Esa última palabra resuena de una manera diferente. 

- No hará falta que llames a nadie. Ya he mandado aviso a uno de mis contactos. Si está cerca, no tardará en llegar. Y las copas las paga quien las rompe.

Sin más que decirle, se despide de su empleado aunque no lo ha mirado en ningún momento. - Algunas promesas es más difícil mantenerlas que otras.

La incredulidad de la psíquica no traspaso su adusto semblante ante las palabras de Darren. Dejó caer los parpados pesadamente, apartando la mirada de él, mientras apretaba los labios. Cuando fue a abrir la boca de nuevo el señor Grend intervino y calló. Pasando así a un momentáneo segundo plano en el cuál se replanteo varias cosas, al tiempo que se abrazaba los costados apoyándose en una pared cercana, no sabiendo muy bien que hacer con la dichosa copa de Brandy.

Conocía de sobra el hermetismo de Darren con el mundo sobrenatural y aún así no había podido contenerse ¿por que no había podido contenerse? Bueno. Fácil. Porque sus defensas estaban en estado de alerta, si las bajaba se derrumbaría y si se derrumbaba daría paso a esa vulnerabilidad que siempre estaba acechante en su interior, dispuesta a hacerse con el control en un momento de debilidad. Lo detestaba.

Lanzó una mirada piadosa sobre Adrian, disculpándose sin palabras por haberlo arrastrado a esa situacion inverosímil hasta para ella. Seguidamente fue a dedicar esa mirada arrepentida a Darren, consciente de la molestia que le había causado, entonces su irritación se recrudeció de golpe. Si tan mortal pensaba que era Adrián ¿por que había utilizado magia estando él en la tienda? Y si de un casual había sido Adrián ¿que más necesitaba? Su compañero de piso, amigo y confidente ocasional, sobre todo con margaritas presentes, estaba en su derecho de no revelar su condición fuera cual fuese. No se presionaban entre ellos para revelar lo que no estaban preparados para hacer.

-tranquilo...no me esperéis despiertos ¿de acuerdo? - se despidió de Adrian ignorando la impertinente pulla de Darren

Raymond enarcó una ceja ante lo que pasaba en la tienda. No estaba seguro de si era Darren el que hablaba o el otro. Pero sinceramente le daba igual.

Los hogares antiguos tienen poder. Un poder protector a los que viven en su interior y lo cosideran su Hogar. De ahí que cuando algún mano, u otro ser con poderes sobrenaturales, pierdan parte del mismo al entrar. Por eso tienes que ser alguien muy poderoso para hacer algo en las casas de la gente. Pero eso no suele ser igual en los sitios en los que se puede entrar habitualmente, vease tiendas o similares. De ahí que Grend no perdiera casi poder al entrar en Rey's, aunque la tienda tenía sus propias protecciones claro.

IMPETUS TEMPESTATIS

Cuando el señor Grend alzó su mano en un gesto casual para invocar un conjuro que había lanzado miles de veces, algo se opuso a su magia. Un poder tan fuerte como cualquier Umbral que hubiera intentado atravesar, tanto como las propias protecciones que defienden el Rey's Antiques de intentos de ataques mágicos.

El efecto que pretendía conseguir se vió ligeramente alterado, pues tuvo que concentrarse para no perder el control del conjuro y enfocar su voluntad en la magia. Una gota de sudor le empezó a chorrear por la frente, pero al final su voluntad se impuso al bloqueo mágico que envolvía el lugar y un pequeño remolino de aire apareció en su mano.

No obstante nada de eso impidió que el mago levantara la mano y creara un pequeño remolimo. Nada demasiado poderoso obviamente, tan solo llamativo y poco duradero. Cuando desapareció bajó la mano.

¿He capatado vuestra atención? Perfecto. Ahora vamos a poner todas las cartas sobre la mesa y quitarnos las mascaras.

Darren, tú empleado no es lo que parece. Es bastante más. Muy posiblemente la ayuda que estás esperando.

Adrian. ¿Te quitas las gafas de Superman* o lo hago yo?

Se acercó a Mara y le puso una mano en el hombro.

Tranquila. No pasa nada, todos los hombres nos portamos como idiotas en algún momento que otro de nuestras vidas.

El pelirrojo se despidió con un gesto de la mano, parecía que podría marcharse tranquilamente de la zona de tensión.

Pero... no. Llamas y amenazas procedentes del maldito hechicero. Adrian se giró como un resorte, hasta que se percató de cómo Mara se ponía en entre el mago y él, consiguiendo que se calmase un poco. Sólo un poco.

Disculpe -se notaba la carga de rabia contenida-, no sabía que me encontraba ante un héroe o un príncipe y que debo pleitesía y obediencia. Como bien sabrá alguien de tu edad: la juventud se va a la mierda, así que perdona que no me arrodille -escupió las palabras de mala gana, pese a que seguía tratando de no ir más allá-. Sólo para actualizarte un poco: Todos nos comportamos como idiotas en algún momento, no sólo los hombres y los niños.

Su tono se había tornado un poco más jovial, hasta se permitió guiñarle un ojo. Entonces sus ojos buscaron a Darren.

Me temo que presento mi dimisión. Está claro que no puedo tener un trabajo tranquilo como quería. Es una pena,  me caías bien y no era demasiado pesado. Espero que algún día te pases a desayunar por casa.

Chao.

Se giró dispuesto a marcharse sin mirar atrás. No estaba para soportar más amenazas, ni para obligar a Darren a elegir entre un aparente amigo y un empleado. Aunque tras dar dos pasos se detuvo un momento.

Romeo y Julieta murieron por falta de comunicación. A veces el amor no es suficiente.

Definitivamente, por Mara, había decidido ignorar la amenaza y tomarla como una rabieta infantil.

Si nada se lo impedía, como una bola de fuego, saldría. Además, tenía que mantener la boca cerrada o estallaría.

La tensión se puede cortar con un cuchillo cuando suena una musiquilla alrededor de Mara. El tono de móvil que tiene asignado a los mensajes de voz de Jade, que tanto ella como Adrian pueden reconocer fácilmente.

Una cosa era la libertad con la que hablaban en casa y otra muy distinta mezclar a Adrian en una amenaza como esa. Claro que se pregunto, por un breve instante, que diferencia habría entre involucrarlo en ese momento, en ese lugar, a cuando regresara a casa poniéndolo a él y a Jade en peligro porque el shide tenia su sangre. Ese pensamiento hizo emerger la imagen de aquella mirada felina conectando con la suya, y una repentina revoltura la hizo dejar el vaso de brandy a un lado asqueada. Abrazándose los costados, ocultando sus manos temblorosas.

Veía marchar a Adrian, seguramente para bien; pues el pelirrojo tenia razón todo aquello no iba con él y ella había pecado de confiada hablando de más delante suyo. Entonces todo se precipito.

Fue algo sutil, como un crepitar que procedía de las antigüedades de la tienda o de sus mismos cimientos y el mismo cosquilleo que había sentido al cruzar el umbral de Rey's Antiques volvía a recorrerla. Sus ojos buscaron de inmediato a Darren, luego la voz de barítono de Grend y lo que sucedió a continuación captaron por completo su atención.

«¿pero-que...?» Confusa su mirada se poso uno por uno en sus acompañantes, acabando sobre Adrian. Entonces la mano de Grend en su hombro.

-y que lo diga – escupió apartándose como un resorte para posicionarse entre él y Adrian, dejando claro cual era su posición en el asunto con una mirada decidida y fiera – aunque evitara mirar a Grend a los ojos-.

Fuera lo que fuese que tuviera en mente no iba a pasar con ella allí. Aquellas no eran maneras, nadie debía forzar a otros a revelar lo que no quiera, ella lo sabía bien y además le importaba bien poco lo que insinuara que fuera Adrian. Él era simplemente Adrian, su amigo.

A su espalda Adrian tomo la palabra, sabía defenderse solo pero no por eso ella iba a apartase hasta que viera que todo se calmaba. Sentía la rabia e impotencia en las palabras de su amigo como propias. La tensión del ambiente, la fuerza de las emociones la estaba abrumando, el corazón latiendo a mil por hora, su palpitar en la base de la garganta y en los oídos, al tiempo que distribuia la adrenalina acumulada por todo su cuerpo. Necesitaba que todo aquello se detuviera.

-Adri...- se le atraganto lo demás al seguirlo con la mirada ¿debía detenerlo?

Mantener los secretos era todo un arte, del que Adrian y Darren eran expertos, ella una estúpida engreída que se había dejado llevar por su miedo, aunque bien infundado por las palabras de Grend, solo que su conducta había estado a punto de revelar el mayor secreto de un buen amigo, y lo que era peor, le había hecho daño. Y ni las palabras finales de Adrian, que le arrebataron un leve sonrojo, lograron borrar el sentimiento de culpabilidad y arrepentimiento por lo que habían desencadenado sus palabras precipitadas.

Se giro de nuevo hacia Grend, enfurecida consigo misma y con él, casi a punto de mirarlo a los ojos pero sin llegar a hacerlo. A ese punto había llegado que las emociones la habían desbordado y los instintos de protección de la mujer habían tomado el control. Las señales estaban ahí, sutiles pero inconfundibles, iba a hacer pagar a Grend por haber vulnerado la privacidad de Adrian, iba a hacerle ver el daño que había hecho. O era hacer pagar a otro por lo que ella había provocado.

* La repentina cercanía de Darren a su espalda logro sacarla de ese trance, impidiendo que cometiera un error que le costaría caro. Cerró los ojos con fuerza, apartando así al mago de su visión, Todo su cuerpo temblaba en brazos de Darren.

El varón rodeaba la cintura de Mara con una mano y con la otra su muñeca, atrayéndola hacia él para obligarla a retroceder un paso. Si la escena se hubiese alargado, verlos así tan cerca y con Darren inclinado para apoyar un poco la cabeza en la de ella podría tomarse de una forma totalmente diferente, pero lo cierto era que los ojos de Darren saltaban chispas de pura rabia dirigidos a la nuez del mago, como si una parte de él quisiera estrangularlo para acallarlo. 

Quizás había sido una suerte que su intuición lo predijera a tiempo de lo que Mara había estado a punto de hacer. Hasta ese punto era íntima su relación

- Adrian es mi protegido - Empieza casi escupiendo hacia Raymond, aunque una parte de él casi deseaba que quien no se perdiese ni una sola palabra fuese el propio Adrian - Su Voluntad es la mía. Sus secretos son los míos. En tanto él no desee compartirlos, desvelarlos es faltarle a él y a mi el respeto. Contenga su lengua o encontrará más consecuencias de las que imagina, señor Grend. - Algo en su tono dejaba claro que el título estaba siendo puesto en duda.

Lanza una mirada en dirección a su empleado. Si a pesar de aquello Adrian decidía irse no podía impedírselo. Con él siempre habían bastando pocas palabras, y confiaba en que decidiera lo que decidiera, más tarde podrían tener una oportunidad para hablar con él, en persona o por teléfono. Darren solo era un hombre, y como tal... 

Lenta, muy lentamente afloja la presa sobre Mara. Había frenado su impulso, pero no estaba allí para detenerla ni impedir algo que verdaderamente quisiera hacer. Intenta girarla para que lo mire y busca sus ojos. Ella era la única con la suficiente confianza como para poder mirarla de aquella manera, pero hacerlo a aquella distancia sumaba dificultad a su templanza. - Ella es tan... -Traga saliva preguntándose qué debería decirle, pero sus labios fueron más rápidos que su razón. 

- Mi Voluntad te pertenece. Solucionaremos lo de la sangre, pero antes... necesito que cerremos la tienda, y solo entonces, me cuentes lo que sabes ¿de acuerdo?

* Por su parte Mara se deja manipular por él, lo mira a los ojos y asiente en silencio a lo que le dice.

En algún momento el teléfono de Mara había sonado, pero no le presta ni la más mínima atención.

Estaba a punto de marcharse, escuchó cómo Mara decía a medias su nombre y cómo su ex-jefe hablaba en su favor. No pudo evitar sonreír, sin que le vieran, por un segundo, sentirse respaldado era una sensación agradable. No obstante las palabras del mago acerca del peligro de Mara le mostraron una cosa: el mago estaba asustado. Por ello decidió hacer caso omiso al chantaje para hacerle sentir como una mierda, definitivamente pertenecían a mundos y épocas muy diferentes.

Supongo que los jóvenes somos unos putos egoístas.

Dijo, de espaldas y sin girar. En realidad era mejor así: trabajarían mejor entre los tres, se conocían de más tiempo y avanzarían más que con el hada dando vueltas y parecían saber cosas que él ignoraba. En su estado actual sabía que solo molestaría.

Cumple con tu palabra.

Masculló, aunque se notaba cargado de mal humor en aquellas cuatro palabras.

Salió del lugar con la idea de no regresar, al menos hasta calmarse.

Sostuvo la mirada de Darren un largo rato, frente a frente, en esa corta distancia hasta que sintió que una deliciosa calidez le invadía el pecho. Desinflándose, apoyo la frente sobre el hombro de él, aspirando lentamente el aroma característico que siempre lo acompañaba, dejando que ese pequeño gesto de confianza llamara a la calma.

Haciendo un suave ademán tomó la mano de él, entrelazando solo los dedos con los suyos apretándolos apenas y le acarició el dorso de la mano con el pulgar.

-lo siento – dijo de manera audible solo para él; aunque le debiera algo más esas disculpas lo abarcaban todo por el momento

Cuando su respiración volvió a se normal, hasta pausada y pensativa que se diría, decidió que era el momento de separarse con suavidad y mirar a su amigo a los ojos de nuevo dándole una sonrisa de lado, lista para enfrentar la situación. Por un instante fue consciente de su mano reposando en el pecho de Darren y la forma de su colgante bajo esta, tragó grueso tratando de no pensar en todo lo que se decían con una simple mirada, y ocultándole todo lo que no se atrevía a decir.

Un exasperado suspiró abandono sus labios ocultando una risa queda ante las palabras del mago. Volviéndose para verlo, escuchó como la puerta de la tienda se cerraba tras Adrian.

-Señor Grend, con todo respeto...agradecería que no me use como moneda de cambio – declaró con seriedad y notablemente más calmada, aunque visiblemente molesta – no quiero ver a Adrian implicado en esto solo porque piense que las habilidades que crea que posee puedan ser de ayuda, es decisión suya no nuestra...ahora – hizo un pausa mirando a ambos – por favor calmemos los ánimos y veamos como atajar este asunto, juntos ¿de acuerdo?

Adrian se aleja de la tienda. Ante lo que ha interpretado como un ataque del señor Grend, opta por una retirada táctica. No es muy amigo de los enfrentamientos y no consideraba que fuera un buen momento o lugar para ellos. Se paró un momento al darse cuenta de que no había cobrado por el tiempo de "trabajo" con Darren. Bueno, al menos tenía los veinte dólares de Jade y podía sacar algo de tiempo para gastarlos.