Partida Rol por web

Al escuchar toda la retahíla de datos provenientes de la camarera el reverendo parpadeó un par de veces, confuso.

- ¿Cómo sabes que los forajidos fueron a por ella? - Preguntó, antes de dejar que siguiera hablando. Asintió a lo que ella dijo sobre el tipo de bala, preguntándose si que fueran doradas era algún tipo de broma o algo más.

- Quién ha ido a por Red trataré de averiguarlo pronto. Pero sí, después de una cosa que hizo Prescott anoche estoy seguro de que era culpable.

La camarera miró al reverendo poniendo ligeramente los ojos en blanco. Hombres, hay que decírselo todo con palabras porque no saben leer entre líneas.

Padre... Desde el primer momento he intentado dejarte ver que tengo... bueno, ciertas habilidades e intereses que... no son muy éticas hoy en día - carraspeó, visiblemente incómoda - Pero bueno, digamos que siempre me han atraído ciertas artes... no convencionales. Pero creo que he demostrado que jamás las usaría en contra de Bala Dorada ni sus ciudadanos. A no ser que estos sean asesinos, claro está.

Susie cambió de tema rápidamente. A fin de cuentas, las suyas habían sigo perseguidas durante mucho tiempo, por personas de la Iglesia como la que tenía delante. Aún así, ella confiaba en el reverendo. Esperaba que la comprendiera y no la delatara. Si la agente de Pinkerton lo sabía y había sido comprensiva, no veía por qué su amigo de toda la vida no podría serlo.

¿Qué fue lo que hizo Prescott que delató a Red? ¿Y por qué no se ha delatado también a él mismo cuando su... amante... murió? Susie preguntó con curiosidad. El reverendo siempre tenía respuestas.

Adam Strong puso atención a las palabras de su amiga, sin entender absolutamente nada de lo que ella estaba diciendo. Su rostro fue reflejando esa incomprensión hasta que finalmente se acercó para tomar sus manos.

- Susie. - Le dijo, intentando tranquilizarla. - No tengo ni idea de qué estás hablando, pero todos vamos a tener que hacer cosas estos días que normalmente no haríamos. Explícate, por favor. - Le pidió, haciendo un gesto para indicar que lo de Prescott se lo explicaría acto seguido. Era algo que quizá se hacía largo.

- Claro que tendré tacto, hijo. - Aseguró el reverendo al ver que se acercaba la noche. - Pero la gente lo tiene que saber. - Incidió antes de hacer una pausa y ponerse en pie. - Mañana hablamos. Descansa, Francis.

Con la mirada perdida en el horizonte, escuchó las excusas del reverendo, y le parecieron sensatas. No tenía por qué darle explicaciones a él, sino a su propia conciencia, pero las aceptó igualmente. También se sintió un poco honrado, y disculpado, por haberlo espiado durante la noche.

—Reverendo, he de contarle algo— pestañeó varias veces antes de proseguir, costándole ordenar sus pensamientos—. Uno de los que han caído esta noche. Uno de ellos…— tragó saliva con dificultad, y continuó—. Uno de ellos, Red— especificó—, me contó cosas. Nos reuníamos con cierta intimidad, ¿sabe? No espero que lo apruebe, sólo que me escuche. Nuestra relación era algo especial, y estábamos cómodos el uno con el otro.

Volvió a hacer una pausa, algo aturullado. No sabía cómo decirlo.

—La cuestión es que por él supe que el tal Riley es mala gente, que no podemos fiarnos de él— dijo el exmilitar, escupiendo con odio—. Durante el día de hoy no dejaré que haya votaciones. No lo permitiré— miró al reverendo, y sonrió de manera lobuna—. Tenga preparado el ataúd y la elegía, Strong. Le voy a meter plomo por entre sus cejas a ese cerdo asesino.  

Francis   se pone de rodillas y se santigua ante el párroco,Padre igual muero pero mis ultimas ppalabras serán para iluminar al pueblo, hablare d Dios visto que los espíritus asustan a la gente, digamelo a mi que cuando voy de blanco la gente se asusta y eso que llevo un gorro muy gracioso de punta, Padre, que sepa que la india no le guarda rencor, no se siga torturando

Susie le cogió de la mano sin ningún reparo, en un gesto de familiaridad y confianza. Sin soltársela, suspiró.

Cuando mi padre murió, yo era apenas una niña. Unos bandidos atacaron nuestra granja y nos robaron todo lo que teníamos, hiriendo en la pierna a mi padre. Intenté hacerle un torniquete y salvarlo, pero murió de todas formas - el tono de la camarera era neutro, como si hubiese superado ya eso hacía mucho tiempo atrás - Desde entonces, me obsesioné con la muerte y la vida. Me preguntaba si habría formas de esquivarlas, de controlarlas. Comencé a viajar y conocí a mucha gente interesante. Chamanes de las tribus indias, brujos esclavos de piel negra como el azabache. 

Susie hizo una pausa y sonrió de lado.

Las artes oscuras es a lo que me dedico en mi tiempo libre. Soy lo que llamaríais una bruja, aunque yo prefiero llamarme a mí misma "médico especial". Fabrico pociones y venenos en la cocina del Saloon, investigo lo que hay más allá. Así fue cómo me salvé a mí misma. Estaba herida de muerte, pero tenía a mano lo que yo llamo "el licor de la resurrección". Ya te lo dije hace tiempo. Mis bebidas levantan a un muerto - bromeó.

El Sheriff Roca se arrastró a la caseta, desquiciado aunque mudo. Sus ojos empezaban a acunarse por unas ojeras fruto de varias noches cuya mayor parte pasaba en vela y el resto en un estado de mal dormir.

Golpeó su sombrero con el dedo índice, catapultado por el pulgar, haciendo que este volara de su cabeza, lo justo como para mal encajarse y resbalar por detrás de su cuello.

Avanzó tambaleante, ejerciendo una presión desigual en sus piernas, pero sin perder la rigidez de su espalda, perturbado por sus propios demonios pero desafiante con ellos. Cargando en su mano izquierda la escopeta que había usado para acabar con el, todavía por venir, sufirimiento de Jessy.

Buscó la silla dónde había descansado por última vez mientras dejaba que Bala Dorada se perdiera en las manos de un siervo de Dios.

- Tienes mala aspecto chaval. Muy mal aspecto. - repitió para sí y soltó una risa emocionalmente adolorida.

Adam Strong permaneció atento a las palabras de su amiga. Atento e intrigado por lo que ella tenía que contar. Escuchó, en silencio, cada una de sus frases, y su rostro reveló comprensión, mas no rencor o juicio.

- Vaya, Susie, eso es... - Empezó, sin saber muy bien qué decir. - No sabía que eso fuera posible. - Dijo, antes de liberar un resoplido. - Caray.

- Por mi parte no te preocupes: no voy a juzgarte. - Continuó. - Sin embargo si de verdad sigues obsesionada con todo eso, bueno... Creo que es algo que tendrías que dejar de lado. Es lógico que recurras a ello en casos como este, pero no me gusta imaginarte experimentando como si la vida o la muerte fueran un juego.

- Ahora comprendo lo de tu herida, es verdad. - Reconoció. - Aunque creía que había sido sólo cuestión médica. - Afirmó antes de hacer una pausa. - En cualquier caso, lo importante es que estás bien.

- Dime, ¿tienes más de ese licor? Y lo que valorabas hacer esta noche... ¿También es así? Con ese tipo de... -Dijo el reverendo, sin querer pronunciar una palabra que se resistía a salir de sus labios. - ¿Magia?

Adam Strong prestó especial atención a las palabras del Coronel: por su tono era evidente que lo que venía era importante. Y al ver que hablaba sobre Red su postura cambió, echándose un poco hacia adelante para escucharle mejor. ¿Qué tenía que decir el Coronel sobre aquel hombre?

- Entiendo. - Dijo, reservándose como el exmilitar le había pedido cualquier tipo de juicio. - ¿Era uno de ellos, verdad? ¿Sabe quiénes le acompañaban? - Preguntó, aunque acto seguido el hombre siguió hablando.

- Sospechaba lo de Riley. - Asintió. - De hecho, él iba a llevarse mi voto. - Dijo antes de quedarse en silencio. - No quería aprobar ni desaprobar la actitud del tullido. Comprendía lo que iba a hacer, pero aún su mente le dejaba bien claro que eso no estaba bien. - ¿Quién más había, Coronel? - Insistió después.

Adam Strong no se sentía de humor para hablar con mucha gente, pero mucho menos con el Sheriff. De modo que cuando le vio entrar le dedicó una mirada furibunda. Sin embargo no le echó de allí. Después de todo, si aquel hombre de verdad tenía ese cargo, esa era su caseta más que la del propio reverendo.

- Pues anda que usted. - Le respondió, molesto, en un arranque casi infantil. Era eso o dispararle allí mismo.

Susie se apresuró a negar con la cabeza.

No, no. Mi obsesión acabó hace mucho tiempo ya. Con los años se ha transformado en un mero hobby y mera curiosidad; pero jamás lo he usado realmente hasta ahora. Me he dedicado más a la rama medicinal, creando remedios caseros para los eccemas, para el dolor de barriga... Ya sabes, cosas más "convencionales", le dedicó una amable sonrisa. Le agradaba que el reverendo fuese tan abierto de mente.

Tengo un frasco con un líquido muy especial. Pensaba usarlo con Red esta noche, pero ya ves lo que ha sucedido... Unas gotas de eso y un forajido menos. Pero ahora no sé con quién usarlo.

Sentía la boca seca, y no sabía si decir más. Sabía que sus palabras podían ayudar al reverendo a poder esclarecer el asunto, pero aquella información la había obtenido gracias a Red. Temía romper su recuerdo si hablaba de más.

—¿Quiénes había?— repitió el coronel, torciendo el gesto—. Sí, claro, Red lo sería, aunque nunca llegué a saberlo del todo, pero no había más posibilidades de fuente de información si no era porque hacía grupo con los demás— suspiró. Red era, en el fondo, buena gente, o, al menos, eso quería creer—. Red, Riley, Prescott, y Giesie eran los autores de las muertes— aseguró el exmilitar—. Me lo dijo él. Cómo lo sabía, lo ignoro. Pero, eso me confió, y, tal cual se lo digo— alzó la mirada, y suspiró. Se acababa de dar cuenta de que lo estaba echando de menos. 

El Sheriff sonrió de medio lado, entre la amargura de la humillación y el orgullo de haber desatado el carácter de un cura.

- Un pobre malnacido ha creído oportuno romperme la nariz. - aclaró sarcástico haciendo una pausa para presionar a lado y lado del tabique desviado y colocarlo en su sitio - ¿Cual es su excusa, reverendo?

Volvió a reír y se removió en el asiento sin dejar de reír entre una mueca de dolor, buscando una postura que no le presionara las costillas; asentado de nuevo sus bigotes volvieron a bailotear, pero esta vez el sheriff no mascaba, rumiaba sin más.

- Este pueblo es lo suficientemente grande para los dos, señor Strong. - siguió llenando la caseta con su voz - Pero pronto habré acabado mi trabajo; - escupió a un lado un trozo de diente envuelto en saliva y sangre - y solo quedará usted. - levantó amabas cejas - Me alegra ver que Dios no castra.

Buscó de nuevo una posición cómoda en el sillón, pasó una pierna por encima del reposabrazos y recostó la espalda entre el reposabrazos opuesto y el respaldo. La mano que no se aferraba a la escopeta para búfalos se hundió en el interior de su chaqueta y se movió dentro de ella mientras el Sheriff contemplaba el techó como si apartar la vista ayudara a sus dedos a palpar mejor, finalmente sacó una pitillera metálica, y de ella el tabaco de mascar, arrancó un pellizo de la plasta y se lo echó en la boca.

- La ira está bien, aceptable. - se acarició con sumo cuidado de la nariz que aun mostraban sobre la piel los rastros coagulados de la sangre que había brotado por acción del reverendo - Pero la falta de temple es un error fatal. Le hace sudar, temblar, perjudica la dirección de un disparo...

>> Es usted un bastardo malnacido. - cambió por completo su argumentación, deslizó su mano de la empuñadura al cañón de la escopeta y tensó el antebrazo de la mano que la sostenía, tendiéndosela al cura- Con esto puede reventar una cabeza humana sin apenas apuntar. - dijo sin poder evitar que una sonrisa macabra se dibujase en su rostro macilento.

Adam Strong asintió con la cabeza, aún asimilando lo que su amiga le había dicho. Una cosa era pensar que sabía algo de medicina y otra muy distinta que lo mezclase con magia. Luego escuchó lo otro que ella tenía que decir, y comprendió que se refería a lo que ya le había contado antes, el día anterior, pero ahora siendo de verdad sincera con respecto a los orígenes del brebaje.

- No sé qué decirte, Susie. - Respondió. - Si por mí fuera, te diría que se lo dieses al Sheriff, porque no estoy seguro de que queden forajidos. El Coronel me siguió anoche, descubriendo lo que yo hacía, así que no creo que sea uno de ellos. Eso no le descarta como aliado de los muy malnacidos, pero al menos sus manos no están manchadas de sangre por los dos últimos días. - Explicó antes de hacer una pausa. - Además, antes tendremos que hablar sobre a quién votamos. Si dejamos a Wyatt seguir con lo que está haciendo hasta el final, es posible que el Sheriff lo mate a él, y no estoy dispuesto a permitir eso.

- Dime, ¿qué sabemos de Thorton realmente, además de que está como una cabra?

Adam Strong asintió despacio, tratando de hacer consciente al Coronel de que sabía lo difícil que tenía que ser para él traicionar los secretos de Hardigan. O quizá no lo era en realidad, eso era difícil de saber, pero para el reverendo en su situación sí sería algo peliagudo.

- Pues tenemos un problema de cara a estas votaciones. - Dijo entonces antes de torcer el gesto. - Los culpables que usted conoce están todos muertos, y prácticamente toda la gente que está aún en pie sé seguro que son inocentes.

- Dígame, Coronel, ¿sabe qué hará usted?

El reverendo dibujó una media sonrisa al escuchar la respuesta del hombre. A pesar de que seguía sintiendo ganas de acabar con la vida de aquel desgraciado la adrenalina ahora se había disipado, dejando lugar a una especie de calma tranquila. Podía matarlo de una manera fría y sosegada, tal y como se merecía. O esperar a que todo terminase.

- A mí un pobre malnacido me ha nombrado Sheriff. - Respondió, devolviéndole la broma ácida. Luego se acercó a una de las sillas, la que solía ocupar cuando Maybelle aún estaba por allí, y formó de nuevo esa media sonrisa. - El trabajo de un buen Sheriff no acaba nunca. - Le recordó con cierta satisfacción.

Después de eso se quedó escuchando la extraña argumentación del hombre, sin saber si realmente tenía algún sentido, si estaba loco, borracho, o varias de ellas. Se sintió un poco sorprendido al ver que le tendía su arma, pero no desaprovechó la oportunidad; la tomó y comenzó a evaluarla. Su peso primero, su munición después.

- Espero que el fin de su trabajo no incluya a Cody. - Dijo, recordándole su amenaza anterior. - Dígame, hoy no he visto a su compañera por ningún sitio. ¿Es que le ha dejado tirado? ¿Se ha cansado de Bala Dorada?

Entonces el coronel realmente tenía unas habilidades parecidas a las de Rosalind... Capaz de sonsacar los secretos, Susie asintió mientras iba contando mentalmente. Wyatt también es inocente, no me mentiría al respecto. Además, se que nos ha estado protegiendo a los dos. Y Maybelle... a saber dónde estará, pero si te salvó, eso prueba su inocencia. Nos quedan Joey y Ella, de los que realmente no sé nada. Son gente que lleva mucho tiempo pululando por el Saloon, pero hablan poco de ellos mismos. El croupier parece estar un poco mal de la cabeza... Ya sabes, como ido a veces. Y se llama a sí mismo de dos formas diferentes.

La camarera reflexionó sobre la idea de dársela al Sheriff. ¿Crees que ese loco puede ser uno de ellos?

- ¡¿Cody?! ¿Quién diablos es Cody? - tosió al sentir sus costillas arañar sus pulmones, liberando restos de saliva rojiza que salió despedida de su boca como si su propio ser se asqueara de sí mismo.

Volvió a removerse en el asiento y arrugó la nariz manifestando su incomprensión de esa silla incapaz de encajar en sus posaderas – Así que le van más las morenas ¿eh? – sonrió para sí mismo divertido en su conclusión, visualizando a ambas desaparecidas en cueros esperando resolver esa misma cuestión sobre sus gustos.

- No se preocupe que volverá.- dijo apoyando su mano en el brazo de la silla poniéndose de pie a duras penas. – Y si no lo hace, le sugiero desempolvar su alza cuellos; ¡verá cuantos devotos saldrán de debajo las piedras!

- Procuré seguir vivo, padre. – se despidió con un ademán desanimado.

El coronel hizo un gruñido ante las palabras del reverendo. Ciertamente, no sabía cómo se había complicado tanto la cosa de repente. Arrugó la nariz, y miró el horizonte, buscando una respuesta.

Lo que él haría aún no lo tenía claro, principalmente, porque su vida corría peligro si fallaba, pero tampoco podía ser una persona que se acobardara, y dejar que una noche más se cerniera sobre el pueblo, y esperar al cadáver, como quien espera el periódico matinal.

Se llevó una mano a la frente, y se la frotó, como si estuviera ordenando sus ideas. Se mordió los labios con cierto nerviosismo, y se retrepó en su silla, suspirando.

—Me he dado cuenta de que el sheriff no actuó por mi petición*— confesó el coronel—. Alguien más sospechaba de Riley, y fueron a por él. Bueno, el sheriff se encargó de cumplir el encargo.

Tragó saliva con su garganta seca, y miró al reverendo a contraluz.

—Ahora, sí que puedo evitar que haya votaciones— murmuró el exmilitar—. No os ensuciéis. Yo me encargo. Iré a por el crupier paranoico. Iré a por Thorton.