Partida Rol por web

El Perro asintió corroborando la teoría de su señor. Mirando a los tres que se habían dirigido a él (Olenna, Stannis y Jon), habló para todos.

- Así es. Mi señor es inteligente. Los misterios de los dioses (ya sean nuevos, antiguos, o del color que sean) para mí son inexplicables, así como los dones que otorgan. Supongo que será posible que una persona "herede" un don de otra, pero desde luego no ha sido mi caso. Mis sueños siempre han estado ahí -dijo respondiendo a las dudas de los demás-, confusos, poco claros, e inentendibles. Casi productos del exceso de un mal vino antes de ser un poder extraordinario. Así lo llevo pensando yo hasta hace poco. Pero desde que somos invitados en la Fortaleza Roja -lo de invitados era un decir, pues el Perro a veces se consideraba más atrapado que invitado-, desde la primera noche que pasamos aquí tras la muerte del rey Gregory -y Sandor sonrió levemente al nombrar al difunto gobernante. ¡Qué lejos quedaba ya el asunto que los había traído a todos a Desembarco del Rey! Cuando la muerte reclamaba atención, podía hacer que hasta el hombre más ambicioso se olvidase de un trono vacío-, mis sueños han cobrado sentido. Y más que sentido, un objetivo: la búsqueda del traidor que está acabando con los miembros de las casas más importantes de los Siete Reinos.

Sandor Clegane se pasó detrás de la oreja un mechón de pelo que le caía por la cara, la mitad de la cara que aún no era incómoda de ver. 

- Cersei no me cedió sus reveladores sueños. Ambos teníamos la capacidad de "ver" la maldad de las personas en ellos, desde que el mundo es mundo, pero sobre todo desde que la Fortaleza Roja parece nuestro único mundo. En respuesta al bastardo -dijo a Jon Nieve en concreto-: No. En cada noche solo he soñado con la inocencia de una única persona de esta sala. De haber podido soñar con varios en cada noche, el asesino ya tendría su cabeza, cortada por mi el filo de mi espada, empalada en una pica. -Volviendo a mirar a todos los que se encontraban en la sala del trono, finalizó-. Como dije: tres noches, tres sueños, tres inocentes -"De momento...", pensó el Perro-. Así es como ha sido y como debía ser.

El verano avanzaba y Martin había salido a pasar el día fuera con todos sus amigos. Habían ido a la piscina y se había tirado en bomba, empapándolos a todos. Después habían comido en una barbacoa y habían pasado la tarde jugando al munchkin y al Bang! hasta que empezó a atardecer. ¡Incluso ganó varias partidas!

El escritor empezaba a pensar que iba a ser un día sencillamente perfecto, sin desgracias que lo hicieran enfurecerse. Una sonrisa afable se dibujaba en su cara y su caminar era alegre y apacible. Estaba cansado después de tantas emociones y metió la llave en la cerradura con un suspiro. Sabía que al traspasar el umbral le esperaba un montón de folios en blanco con los que debía trabajar un rato antes de poder irse a dormir. 

Con paso relajado puso el primer pie en su casa. Su mente estaba pensando en la limonada que se iba a tomar mientras escribía un rato antes de cenar. Y tan distraído iba que ni se dio cuenta de que al cerrar la puerta todavía tenía la mano en el marco.

El grito que salió de sus labios cuando sintió el dolor en el dedo más pequeño de la mano derecha hizo temblar las paredes de la casa, y todo el buen humor que había sentido se evaporó de golpe mientras su ceño se fruncía y daba un portazo tras de sí, apretando la mano contra su pecho en un gesto que trataba de aliviar su dolor.

¡Maldito dedo inútil! - Pensaba mientras caminaba con paso decidido hacia su estudio, olvidada ya la idea de la feliz limonada. - ¡Maldito dedo! ¡No sirve para nada! ¡Me tiene harto! ¡Pues fuera el dedo!

Sin dudar más, tomó la pluma y se puso a escribir.

Tras un día cargado de discusiones, la luz del sol se iba volviendo cada vez más dorada. Las sombras se alargaban en el suelo y la noche amenazaba con caer. Las miradas de los presentes se afilaban mientras intercambiaban acusaciones y explicaciones sin parar. 

Y poco a poco los ojos se fueron posando principalmente en dos personas. Dos de los que habían permanecido más silenciosos y que habían llamado la atención por ello. Algunos empezaron a caminar hacia Aemon Targaryen, pero finalmente alguien señaló abiertamente a Petyr Baelish y muchos empezaron a acercarse a él con intenciones claramente agresivas. Nadie supo quién había sido el primero en señalar hacia él, pero todos estaban seguros de haber sentido a alguien hacerlo.

El llamado Meñique empezó a caminar de espaldas, moviendo las manos delante de él, como intentando mantener a los demás apartados con ese gesto. Pero no le sirvió de nada y en tan sólo unos minutos su cuerpo desmadejado y roto cayó al suelo sin hacer apenas ruido. Sus dedos se estiraron en una última súplica que sólo sirvió para que sus meñiques rodasen, hasta quedar junto a él.

Al llegar la noche la molestia de Jon no podía ser mayor. Como era posible que otros no pudieran ver lo que estaba pasando? Que les pasa? Es que acaso no notan el juego de los asesinos? Si Sandor no es un asesino, por que aún sigue con vida? Por que, si la razón de esta ultima sentencia fue el silencio, a que vienen los votos a meñique y no al maestre Aemon? cuando por lo menos el primero intento pronunciarse y queda demostrado que era inocente. cuestiona con cierta decepción al resto de los presente.

Sandor Clegane vio esa nueva noche como un aliento fresco en su perra vida. Casi había asumido que sería linchado injustamente, pero en el último momento las votaciones cambiaron y los Siete ("Las personas de la sala del trono", se corrigió mentalmente. A veces pensaba que poco tenían que ver los Siete allí) le habían permitido vivir un día más. Los que seguían pensando que era el asesino mostraron su disconformidad.

- ¿"Quedar demostrado que es inocente"? Bastardo, el comportamiento errático de Meñique era sospechoso desde que entramos en los límites de Desembargo del Rey. Iba y venía del salón del trono con sus meretrices como si las muertes que aquí acontecían no fuesen con él. El Petyr Baelish que presumía siempre de tener la última (y afilada) palabra aquí se había quedado más mudo que Hodor -y el Perro inclinó la cabeza ante el enorme norteño. No olvidaba su anterior gesto de intentar protegerlo de la muchedumbre acusadora, y desde entonces le tenía mucha más estima. A continuación, siguió respondiendo a Nieve-. ¡Incluso yo mismo dejé de lanzar indirectas sobre su silencio y le pregunté abiertamente por su culpabilidad! ¡Solo me faltó sacudirle por los hombros y aún así, cara con cara, me ignoró! Y de repente, cuando vio la sombra de la muerte sobre su meñique -dijo con un fácil símil con su sobrenombre-, le entraron las ganas de hablar. De hablar incoherencias, por supuesto. Ni demostró su inocencia ni hizo el mínimo esfuerzo por hacerlo. ¿No es lógico que sospecháramos de él? Aunque nos equivocáramos de nuevo.

"No sabes nada, Jon Nieve", el Perro se aguantó esta última frase, y en su lugar se acercó a por una copa de vino. Esa noche le haría falta.

Había llegado el día señalado por Martin con una calavera en el calendario, el día más temido del anciano, aunque paradójicamente, también fue en su momento el día más feliz de su tercer tiempo: había llegado el cumpleaños de su nietecita.

Como cada cumpleaños Martin adecuaba su jardín para una treintena de niños, todos estridentes, enanos, enérgicos e incansables. Una treintena de niños que eran abandonados en ese jardín por sus madres sin miramiento alguno, simplemente los dejaban corretear con la orden de “pórtate bien, haz caso al señor Martin, te recogeré a las siete”; y a él le dedicaban una sonrisa con el mensaje oculto de “que te sea leve, quien dice las siete, dice siete y media”.

Martin lo sabía, y aun así cedía a anfitrionar ese evento todos los años desde hacía ya cinco.

Los críos llegaron, la fiesta empezó, los juegos empezaban y se olvidaban y finalmente todas las miradas se posaron sobre el abuelo.

En ese preciso instante Martin tragó saliva y sus comisuras de los labios se estiraron con sinceridad. Los pequeños se agruparon a su alrededor y algunos lo escalaron liderados por la pequeña homenajeada que al llegar a la altura de los ojos de su abuelo los vendó y al grito de ¡La gallinita ciega! se dispersaron como si nunca hubiesen estado en ese jardín.

Martin se quedó a oscuras, con una clara idea de cuál era su cometido, ser ciego, ser ciego y perseguir a los invitados con la lentitud de un perezoso.

• ¡Marco? – gritó mezclando dos juegos que a él le parecían exactamente iguales - ¿Marco? – volvió a preguntar sin obtener respuesta ni una ni otra vez.

Y así si siguió su día, llamando a un tal Marco, con los ojos vendados, dando pasos diminutos y alimentando una futura joroba.

• Polo – respondió horas después una voz divertida, que estalló en una afilada risa que llevaba unos minutos aguantándose. Una voz que fue acompañada de una mano que le retiró la venda y lo miró con ternura familiar – Los niños ya están comiendo pastel.

Martin, incrédulo, miró a lado y lado, hacia detrás y hacia delante de nuevo, efectivamente lo habían dejado solo, ciego, encorvado y solo.

Se recolocó la comuna, atravesó el jardín para apropiarse de un trozo de pastel y desapreció dentro de casa.

Este mundo ya no está hecho para viejos. – refunfuñó llevando sus dedos a su pluma mortífera.

Aemon había estado callado demasiado tiempo, se había acostumbrado a que sus orejas fuesen sus ojos, y a gastar las pocas palabras que le quedaban cunado realmente fuesen requeridas. Su silencio, desconocido por los presentes, había conseguido inquietar a aquellos cuyos ojos aún no se habían atrofiado.

De pronto, el viejo se levantó, y empezó a andar sin rumbo y sin patrón, sin palabras ni gestos descifrables, anduvo por la sala golpeándose con todo obstáculo que se le ponía por delante sin inmutarse por ello y finalmente pronunció unas últimas palabras.

- A ti te me encomiendo.

Después cayó fulminado al suelo a los pies del trono de hierro y su cuerpo empezó a laminarse, como si toda su carne fuesen hojas de un libro antiguo, láminas que fueron separadas y dispersadas por una corriente de aire gélido, y en su lugar solo quedó una mancha de sangre negra.

Jon volvió la mirada hacia el Perro cuando este empezó a hablarle, no podía ser más notoria la desgana de escucharle, pues sin importar que tan claro estaba para él que era uno de los culpables, siempre sacaba elocuentes y descaradas excusas que eran respaldadas por su señor. Es curioso... En principio pensé que tanta dedicación para defender tus argumentos y tu vida con ello, se debía a que lord Tyrion era mas que tu simple amo, pero luego de que ha salido a la luz las habilidades de Meñique, me parece demasiado exagerado tanto esfuerzo y devoción en creer tus patrañas, pero bueno, demoste una ultima oportunidad dice mirando desafiantemente a Sandor, con media sonrisa en el rostro, lo que dejaba claro que aquello era una burla.

Después de un pequeño silencio, en un esfuerzo por no reírse de sus propios pensamientos, Nieve continuó con la arremetida Puedes soñar conmigo esta noche, si te atreves quizás te lleves una agradable sorpresa, aunque seriamos nosotros los soprendidos, si aun contaces con vida para relatar lo que veas. habla esta vez sin poder evitar una ligera risa. Aunque bueno, los asesinos podrian visitarme en la noche para tratar de evitarte las molestias, pero si al amanecer nadie muriese, ya se sabría porque han fallado, pero sin duda a veces solo es cuestión de hacer una buena apuesta. dice sonriendo para sí mismo.

El ruido sordo que provocó la caída del cuerpo de Meñique erizó los pelos de la nuca al enano. Con una mueca, cerrando durante un segundo los ojos de manera fuerte, los volvió a abrir para darse cuenta de que no había caído un traidor. Aunque, siendo sincero consigo mismo, aquello no le importaba. Siendo sincero consigoo mismo, una sombra le volvió a curzar la mirada, y una sonrisa oscura se asentó en sus labios, de forma siniestra.

La caída de Meñique le confirmaba a Tyrion una de sus mayores sospechas. Y si bien no era de tal importancia como atrapar finalmente un traidor, para él era de suma trascendencia. La lealtad que exigió Meñique a uno de los que estaban en la Sala del Trono había sido tan desproporcionada que desencadenó una serie de trágicos infortunios que acabaron con aquel por el que Tyrion, quizá, hubiera llamado rey.

Suspiró, no de alivio, sino de frustración. Aún no habían encontrado a los traidores y, aunque el Gnomo empezaba a pensar que no los había, no podía dormir bien por las noches. Se estaba convirtiendo en el peor momento del día. Y cuando se deslizó, como si fuera un tobogán, para alcanzar el suelo con sus maltrechas piernas, fue cuando ocurrió.

Tyrion alcanzó a ver al Maestre Aemon mientras caía y se sumía en las sombras. Entreabrió la boca como si fuera a decir algo, pero, después, la cerró, temiendo parecer un pez fuera del agua. Miró sus pies, y, después, alzó la vista para clavar sus ojos dispares en Sandor.

-Eso sí que no me lo esperaba- reconoció Tyrion, sin evitar un deje de asombro-. Mala noche hoy, Perro. Te pediría que te quedaras ante mi puerta, guardándola para evitar intrusiones indebidas a altas horas de la madrugada, pero me temo que no tengo un cojín lo suficientemente grande para que quepas en él y puedas dormir- añadió, sonriendo-. Duerme bien- deseó, y, como si hubiera envejecido treinta años de nuevo, se retiró de la Sala del Trono, mirando el cadáver de Meñique y el del Cuervo, negando con la cabeza.

Todo parecía perdido. Meñique era uno de ellos, inocente. Los traidores estaban manipulando al resto. Pero todo cambió cuando el viejo cuervo estiró la pata. Si Stannis fuera de los que sonriera, lo habría hecho en esta ocasión. Su instinto había acertado... y aunque no fuese su muerte gracias a su voto, al menos se sentía bien por haber estado en lo correcto a la hora de votar.

Y como la noche anterior, con el mismo miedo a no volver a ver la luz diurna, puso en voz alta sus pensamientos, de forma algo más convincente que sus últimas teorías, envalentonado por haber acertado con uno de los traidores.

-Como hemos visto, Aemon era un traidor, y a punto ha estado de morir por votaciones- aunque no sabía del todo como vino ese desempate que acabó con la vida del miembro de su misma casa- pero ha encontrado la muerte a manos de la pereza. Creo que todos los que le votaron son inocentes- aunque no lo hubiera dicho, también había descartado a Loras por otras circunstancias basadas en las insinuaciones varias a la protección que le otorgaba a su familia- y la duda está en los que no votaron. Por otro lado creo que Olena, Hodor y Lyanna son inocentes por demostrar un poder que nadie más ha dicho que fuera suyo. Nos deja entonces como sospechosos al candidato a ostentar el mismo poder que Cersei, a su amigo Tyrion y a Nieve. las cosas se ponen crudas para el que dice ver nuestros corazones... pero si aún dudáis de su culpabilidad siempre nos queda- ese último "nos" lo dijo con algo de duda, pues podría morir esta noche- votar mañana a Tyrion.

Hizo una pausa dramática tras soltar el nombre antes de continuar.

-Si él es un traidor, el enano también lo es, pues ha apoyado a pies juntillas las palabras del perro, y no lo hubiera hecho si éste fuera su peor enemigo. Además, el Perro y Nieve son demasiado contrarios para ser aliados, y si hay al menos dos traidores más con vida, las posibilidades de que el enano sea uno de ellos es inmensa, pues el cerco de sospechosos se ha estrechado estos días de forma considerable.

Al contrario de lo que pudiera parecer por su ceguera, el viejo maestre de la Guardia de la Noche había resultado ser el asesino. Por suerte para ellos, cayó fulminado antes de que su ejecutora mano pudiera cometer otro trágico asesinato esa misma noche.

Sin embargo, Stannis Baratheon ya había empezado a hacer otra ronda de acusaciones. "¡Pero si el asesino acaba de dejar este mundo!"*, pensó el Perro, sorprendido por ello pero molesto porque Aemon hubiese muerto así y no bajo su espada, vengando así a los muertos que había producido.

- ¿Qué os hace pensar que el viejo no actuaba solo, Lord Stannis? ¿Por qué seguir buscando culpables cuando el asesino ha aparecido? -el Perro miró extrañado al venado. Para ser tan tonto como decía ser, Stannis había cogido gusto a lo de acusarle- Creí que mi inocencia había quedado demostrada para vos cuando decidisteis no votarme como traidor. Y aún así, seguís señalándome. A mí, que os he desvelado más luz en la criba de los inocentes que todas las personas en esta sala. Y a mi pobre señor, quien ha sido el único que creyó en mi poder desde el principio, junto con Ser Loras -recalcó el Perro, acordándose de cuando el Tyrell fue de los primeros en creerle-. Pero claro, el enano no es un guapo caballero que huele a las flores de los Tyrell, sino que es de mi misma casa -no se molestó en aclarar que ser refería a la alianza de casas Lannister-Clegane-, y que es lógico que me apoye. ¿Para qué vamos a hacer este tipo de conjeturas, no es así Lord Stannis? ¿para qué vamos a acordarnos de gente como Ser Loras o el bastardo de Invernalia, sospechosos como los demás, pudiendo linchar a un Gnomo que acostumbra a sentarse en el Trono de Hierro y cuyos mordaces comentarios os molestan? Mucho más cómodo, eso es.

- Empiezo a pensar que basáis vuestras votaciones en las personas que no son de vuestro agrado -y en esta ocasión no se dirigió solo a Stannis Baratheon, sino a todos los que allí se encontraban-. Y así no se buscan a los asesinos. Pero me habéis dado una idea: no quiero ninguna sombra de la tración a mi alrededor, y menos en la casa de la que ya casi formo parte. Esta noche pensaré en Tyrion Lannister antes de acostarme. Si sueño con su culpabilidad, yo mismo me encargaré de él -finalizó el Perro, por primera vez desafiante ante su señor.

Sabía que el Perro y el enano lucharían por no parecer culpables, y que se defenderían entre sí. Así que no se sorprendió cuando Clegane lo hizo.

-No te voté hoy porque quería estar seguro antes de hacerlo y que muriera un traidor, pero en todo momento dije que no descartaba la idea de que mintiérais, Clegane. Esa demostración de tu poder, como ya he dicho antes, podría ser el legado de una tonta Cersei que habló más de la cuenta antes de que su propia casa la matase. Pero aún os doy una oportunidad para el día de mañana, Clegane, mas a vuestro enano no se la voy a dar... las posibilidades de que él sea un traidor son numerosas, más de que lo sea Loras, que ha votado a un traidor el día de hoy, con unas votaciones demasiado reñidas como para haberse arriesgado a reducir el número estando tan cerca de quedarse a la par al de número de inocentes pudiendo matarnos hasta de día con colaboración. Pero si queréis, podemos hablar de probabilidades y números.

El valor de haber acertado una vez volvió a darle fuerzas.

-Creo que el hecho de que Hodor sea un mentiroso, Lyana tenga un cuervo bien amaestrado,  Olenna sea dura de roer a la hora de morir y que yo soy tonto ha quedado más que demostrado pues nadie nos ha contradicho este hecho. Y por otro lado, tanto Loras como Nieve han insinuado poder protegerse, uno a su familia, el otro a él mismo. Lo que nos dejaría a Robert como el que copia los poderes del resto y al enano y tú como traidores, Clegane. Y más viendo el hecho que hasta ahora nadie ha tenido un don en común con nadie más que tú, que casualmente estaba en vuestra misma casa y podría haber con suerte a dos personas antes de que la asesinaran. Si he dudado de vos es porque dudaba de que Cersei tuviera una lengua tan larga y rápida... pero es la explicación más lógica que veo.

No obstante, Stannis siempre pensaba en todas las posibilidades.

-Obviamente, puede que Nieve o loras mientan y uno de ellos sean los traidores. Ahora es cuando vienen los números... si solo queda un traidor podría ser tanto Nieve como Loras, o incluso Robert y que el enano tenga un don que no se ha atrevido aún a confesar- le miró, como si le invitase a hacerlo- pero si al menos quedan dos traidores, pongamos Loras y Nieve, no cuadraría demasiado lo de las habilidades que ahora ya sabemos que todos tenemos alguna. ¿Queréis decir que el enano tiene dos habilidades, y de las más jugosas, para él solo? No me cuadra, así que lo dicho... si aún hay un mínimo de dos traidores el enano es casi con seguridad culpable, porque otra posibilidad implicaría que hay habilidades que echaríamos en falta. Y no os preocupéis, Clegane, si solo había un traidor mañana todo habrá acabado y mis palabras serán algo de lo que reírnos. Cosa que dudo, pues Aemon era tan vago que seguro que dejaba que otros mataran por él.

De todas formas, para refutar su teoría, o parte de ella, miró a su hermano, a Loras y a Nieve.

-No tiene mucho sentido negarlo a estas alturas, y más cuando algunos de vosotros lo ha insinuado... ¿he acertado con vosotros?

Un escalofrío recorrió las orejas del enano cuando ya estaba en el corredor, rumbo a sus aposentos temporales. Su nombre le hizo girar sobre sus talones para dar media vuelta y regresar a la Sala del Trono.
Tenía que haberme quedado allí. Uno se marcha y no tardan en hablar a sus espaldas, pensó, tenso, mientras trataba de andar lo más aprisa que podía con sus cortas piernas.

-Sabed, Lord Stannis, que aquellos que hablan a mis espaldas, mi culo los contempla- dijo, mirando al venado con los ojos empequeñecidos, brillantes, ansiosos.

Caminó, paso tras paso, haciendo resonar sus botas contra el suelo, hasta situarse cerca de Stannis. Alzó la cabeza, torciéndose algo el cuello, y arqueó las cejas.

-Ya me parecía a mí que se tardaba en mirar al enano como traidor- dijo, encogiéndose de hombros.

Aquel momento no le cogía de sorpresa. Se preguntaba por qué no lo habían hecho antes. Fuera traidor o no, un Gnomo nunca reinaría los Siete Reinos, por lo que su presencia allí estaba de más. Su marcha debía de ser inminente. Y ya estaba haciendo Stannis el equipaje por él.

-Mi nombre como traidor es miel para los demás. Lo reconozco. No me preocupé por la muerte de mi hermana. Tampoco por la de la pequeña loba. Así como la de Meñique fue una agradable brisa de aire fresco- dijo, sin poder evitar sonreír una fracción de segundo-. Pero, Lord Stannis no paráis de acusar y de decir nombres con la esperanza de que se cumpla vuestro pronóstico. Me recordáis a una vidente ciega, incapaz de predecir nada, pero que se inventa los hechos para contentar a su cliente. Habéis señalado con ese dedo admonitorio vuestro desde mi pequeña persona hasta vuestra Dama Roja- indicó, negando con la cabeza-. Arya tampoco se libró de vuestras acusaciones, así como tampoco Hodor. El Caballero de las Flores, como dice mi fiel perro, fue también señalado por vos.

Hizo una pausa. Volvía a sentir la garganta seca y daría toda Roca Casterly por una jarra de vino bien dulce. Sin embargo, se quedó helado y con la mirada perdida cuando Sandor le habló de ese modo.

Se giró lentamente para mirarlo, y su mirada se encendió.

-Como gustéis, Perro- dijo, inclinando la cabeza levemente, como si hiciera una reverencia-. Soñad conmigo todo lo que queráis. Pero, está claro que si a mí se me acusa de manera tan libre de traidor, sólo diré una cosa más: Stannis habéis dado la excusa perfecta a los traidores para que se me linche mañana si vos aparecéis muerto dentro de unas horas- suspiró, y clavó su mirada en Stannis-. No sé cómo os devolveré tal favor.

Iba a darse media vuelta, pero recordó algo, y sonrió.

-Claro, hay que fiarse de que lo que dicen los demás es cierto. Bien, yo digo que no tengo ningún don en concreto. Que no se me ha presentado la oportuniidad de tomar lo que el corazón de los linchados guarda. Soy pequeño, pero mis ambiciones son grandes, Lord Stannis. Quiero algo poderoso, algo importante. Y, por ddesgracia, no se dado nada que me atraiga- dijo el enaano, encogiéndose de hombros-. Perro, sueña- exigió-. Sueña y aporta luz ante esto. Yo ya no soy el que te necesita, sino Lord Stannis. Perder a la Sacerdotisa de Fuego ha hecho que se suma en la oscuridad.

Jon no pasó por alto la muerte de su maestre, se acerco a donde ya solo quedaba aquella mancha negra, los resto de quien antes era un viejo enceguecido, pero para él muy sabio. Puso su mano sobre aquella mancha preguntándose que había llevado al anciano a corromperse de esa manera y fue cuando recordó que ya, desde las primeras horas en la fortaleza, el maestre hablaba de que se le diera una oportunidad a los guardia de la noche para aspirar al trono, todo apuntaba a que la ambición había oscurecido su alma o tal vez simplemente había sido el miedo de irse de este mundo sin tener nada, pues siempre podría ser mucho a lo que se renuncia una vez que se pronuncian aquellas palabras en las que juras proteger el muro.

Nieve podía alcanzar a comprender las razones del venerable guardia, sin embargo no podía aceptar el proceder al que le había llevado su ambición. Ahora la pregunta era, cuantos mas habían de ellos entre nosotros? su tío era el único que podía responder aquella pregunta, pero nunca dijo nada, Jon había sentido que había perdido cualquier respaldo, de los que vinieron como sus camaradas, desde muy temprano, pero ahora se sentía con la suficiente fuerza y respaldo para acabar con quienes habían intentado dañarlos. Sandor! Piensas pasar por alto mi solicitud? Si en verdad puedes ver en el interior de nosotros, sueña conmigo, no tiene caso que intentes taparle el rabo a tu señor como él lo ha hecho contigo, cualquier cosa que digas sobre lord Tyrion no podrá ser tenida en cuenta, pues los dos son aves del mismo nido en realidad quería decir ratas del mismo nido, pero quería ser un poco mas diplomático esta vez.

Esta vez dirigiéndose a Stannis, Jon continua con su diálogo Son interesante sus cálculos señor Stannis, pero sigue sin haber nada seguro, yo no le confirmaré nada, por lo menos no esta noche, prefiero que lo hagan los asesinos, pues incluso con mi muerte ya se aclararía mucho, pero, tal vez si sobrevivo, no le venga bien a muchos. dice desviando la mirada nuevamente hacia el Perro. Pero bueno, ahora que lord Tyrion dice no tener ningún don, me gustaría saber sobre las habilidades de su hermano, se me hace extraña tanta desconfianza en familia. esta vez su mirada se queda fija en el primero de la casa de los Baratheon.

Hodor se mantenía apartado contando con los dedos de manos y pies. Veinte eran cuando todo empezó. Había muerto un solo traidor, sabían que gran parte de los muertos había tenido algún don especial, salvo Jaime Lannister, el único sin dones conocidos. Tenían también bastante claro que él mismo, Lady Olenna, Lady Lyanna y Lord Stannis tenían sendos dones. Y parecía, aunque con menos claridad, que lo mismo ocurría con el Perro. Jon Nieve, Sir Loras y Sir Robert no querían aclarar su condición, pero estaba claro que entre ellos habría algunos que actuaban protegiendo por las noches al resto, y por tanto preferirían callar para poder seguir su labor. Y Lord Tyrion afirmaba no tener ningún poder. Eso es lo que más le extrañaba, porque no salían las cuentas. O se tenía un don, o se era un traidor. Se volvió hacia el enano y lo señaló.

-Hodor!

Se sintió desnudo. Lo que podía llegar a guardar bajo una celosa llave en su pequeño corazón acababa de ser desvelado, y se sentía como si le hubieran despojado de todas sus ropas.

Miró a los presentes, y se avergonzó de no ser un gran caballero como su hermano Jaime, o una hermosa dama como su hermana Cersei. Por el contrario, al Gnomo le había tocado llegar al mundo siendo un potencial bufón para los Siete Reinos. Quisieron los dioses que naciera en una familia cuyo principal sustento era el oro. Al menos, si hubiera sido un bufón, habría sido el mejor vestido.

Sin embargo, allí, en mitad de la Sala del Trono, notando cómo ojos escrutadores lo miraban, un rubor asomó a sus mejillas.

-No soy como los grandes señores ni como las grandes doncellas- dijo Tyrion, como si pudiera defender su postura-. Nací enano, y moriré enano. Ninguno sabe lo que es eso- hizo una pausa para recobrar el aliento. Cada palabra que decía era como si se quitara una prenda más-. He estado esperando el mejor momento para llenar el vacío que hay en mi corazón con los dones que decís poseer. Sólo la muerte de otros a manos de otros hombres me otorgará tal destino- se lamentó.

Agachó la cabeza, y miró sus pies cuando sintió al gigante de Invernalia. Negó con la cabeza. No pudo sentirse menos que un niño a su lado.

-No, no lo entiendes- dijo,Tyrion, con la mirada ardiente-. Mi hermano Jaime no tenía nada en su interior. Sólo mi hermana Cersei recibió un don de los Siete. Mi señor padre se enorgulleció tanto que el pecho se le hinchaba como a un pavo real- recordarlo hizo que a Tyrion se le pusiera un tono de amargura en la voz-. Mi hermano Jaine tenía su espada, lo que suplía la carencia del regalo de un dios. Pero, yo... Cuando mi padre vio que yo no era nada ni podía llegar a serlo pues jamás acabaría con nadie... Con mis propias manos- enseño sus nudosas extremidades a todos, para que las vieran-. Pude ver la decepción en sus ojos. Y una sonrisa burlona en su rostro.

Miró a su alrededor, tratando de recobrar fuerzas.

-Pero, ahora... Ahora que estos últimos días caemos como fruta madura al sol, día tras día...- Sus ojos volvieron a brillar-. Mi corazón espera al indicado. No seré como la niña envenadora. Yo espero el momento propicio.

Tras la caída de Meñique, se lamentó de su muerte. Al igual que otros, había creído que el silencio de este era algo que no casaba con su personalidad, y que por ello mismo tenía todas las de ser un traidor. Estaba muy equivocada, y aunque errar es humano, ya no tenían muchas más oportunidades para hacerlo.

La muerte del Maestre fue sin duda un alivio, tras comprobar que se trataba de uno de los traidores. Si no se hubiese despistado, seguramente hubiese logrado acabar con todos nosotros. Maestre y traidor. Menuda combinación. Seguramente hasta tuviese preparado el fuego valyrio. 

- No os olvidéis de Lord Robert. No ha hecho gran cosa, a parte de intentar seducir a la joven Stark, quiero decir. -Miró al Baratheon.- No me malinterpretéis, bastante mérito tiene que intentéis cortejar con alguien delante de vuestra propia mujer, sabiendo como era esta. -Volvió a mirar al resto.- Pero poco más ha dicho, a parte de llorar a sus muertos, como es lógico... Y dicho esto, opino lo mismo que Lord Stannis. -Miró a Tyrion esta vez.- Las cosas no pintan bien ni para ti ni para tu chucho. Y bien sabéis que, al menos por mi parte, no es porque seáis un enano... -Negó con la cabeza.- Sandeces. Como si eso fuera lo peor que le pasó a la casa Lannister.

Jon miró al enano (y era la primera vez que veía en él aquella característica como un verdadero defecto, pero no de su cuerpo sino de su alma) dejando ver en su rostro que estaba decepcionado, en verdad esperaba mucho mas de él. Entonces dices que tu eres aquel con la habilidad de tomar de los difuntos sus dones. Eso deja a tu leal vasallo sin ninguna posibilidad de poder haber tomado el don de tu hermana y de ti no se podrían quitar las sospechas por apoyarle tan ciegamente dedica estas ultimas palabras a lord Tyrion mirando fugazmente a la mancha negra que había dejado el maestre.

Esta vez dirigiéndose al resto de los presentes, el guardia de la noche sigue con su discurso Sería una lastima que nuestras acusaciones se vieran divididas el día de mañana, por lo que yo también he de tener a lord Tyrion como la persona que debe ser sentenciada... Pues no es cierto que el tenga aquel don que osa usurpar, lo que digo, tal vez pueda ser corroborado por mas de uno en esta sala dice mirando hacia los Baratheon.

El Gnomo suspiró ante la incompetencia del joven nieve. Se llevó las manos a la cara y se frotó los ojos, cansado. Quería irse a dormir, tratar de conciliar el sueño y poder imaginar que estaba lejos de allí, con una jarra del mejor vino en una mano, y una de las mujeres más hermosas de Lys en la otra.

Pero, cuando despertara sabía que debía enfrentarse a un día más de diálogos cruzados, acusaciones infundadas y sueños rotos. Deseaba más que nada dar a entender a todos aquellos que estuvieran dispuestos a escuchar a un enano que, por desgracia para ellos, no era el hombre que buscaban.

—Lord Nieve, me temo que vuestro entendimiento ha sido dejado en el Muro— murmuró el Gnomo, volviendo a suspirar—. Ha quedado bien claro que Sandor no tomó el don de mi hermana cuando murió. Principalmente, porque, como bien recordamos, yo especialmente, he de decirlo, Cersei murió a manos de los traidores, no bajo nuestras acusaciones. El Perro, si es que hubiera podido de haber tenido mi don, tomaría el don del corazón de uno de los que nosotros enviamos a la muerte— trató de aclarar—. Realmente, no sé qué hacéis aquí cuando estas intrigas palaciegas son demasiado para vos.

Carraspeó la garganta, sintiéndosela seca, y miró a todos con sus ojos dispares.

—Mi don es inútil ahora mismo— se lamentó Tyrion—. Sin embargo, me congratularía llevar a mi corazón un don útil— miró al joven bastardo, y se pasó la lengua por los labios, como si fuera un suculento trozo de carne, jugoso y apetitoso—. Nieve, vos decís que podéis protegeros a vos mismo y a aquel que os plazca…— dejó la frase morir, como evaluando esa posibilidad—. Sería un egoísta si dijera que es vuestro don el que más me atrae de todos… Siempre y cuando sea cierto que lo tenéis porque no tenemos más que vuestra palabra. Y, como podéis entender, aquí no nos fiamos sólo de las palabras vacías— una mueca se dibujó en el rostro del enano—. Estaría encantado de revelaros en tal tamaña tarea— sonrió de forma abierta y añadió—. Siempre que los traidores os dejen con vida para que nosotros mismos podamos llevárnosla.

Rió de manera siniestra y negó con la cabeza.

—Disculpadme, son aires de grandeza. Reconozco que me inquieta lo que alberga vuestro corazón, Lord Nieve, eso es todo— se encogió de hombros, como quitándole importancia. 

Robert celebraba la muerte del viejo al fin algo había servido tanta insistencia con aquel Targaryen, ahora ya no quedaba ninguno. El gordo Baratheon se sentía satisfecho y bebía en pos de su propia victoria, a pesar de que Meñique había muerto por el mal hacer de al menos cuatro de los presentes, un traidor había caído al fin.

-En mi familia no hay duda alguna entre nosotros. Al igual que mi hermano los Baratheon no vamos mostrando nuestras cartas, os recuerdo que mi hermano solo confeso una vez que Perro hablo de su "habilidad" y yo haré lo mismo que él y otros.-Contesto al bastardo de su hermano Stark.-Es mas, yo dudo que todos aquellas habilidades* que hayan sido nombradas o descubiertas por terceros realmente sean ciertas.-Miro a Hodor y Olenna y fue a la vieja a quien contesto.

-Si yo unicamente he echo eso, entonces tu vieja, solo has sido sarcástica, hiriente y has admitido que lo que dijo perro sobre ti es verdad, cosa que todavía no hemos rebatido, pero que si dudamos de la veracidad de las palabras del cara quemada.-Contesto lo mejor que pudo, durante su minuto de sobriedad dentro de su infatigable borrachera.

Y volvió a llenar su jarra por enésima vez.

A la espera de que su hermano o Loras contestaran a su pregunta el enano dijo tener el don de apropiarse de lo que dejaban los muertos. Stannis no supo si creerle o no, su instinto lo mismo acertaba que fallaba. No obstante, sí puntualizó alguna de las palabras socarronas del pequeño Tyrion.

-Tus palabras serán tomadas en cuenta por todos tanto si muero yo como si no, supongo, aunque si Sandor hace lo que dice yo tendría más miedo de él, a Melisandre la mataron por su poder sin importarles lo muy sospechosa que pareciera para muchos. Pero creo que no tiene sentido decir que no se puede matar con unas manos deformes. Que sepamos, el viejo Targarien apenas movió un músculo y era tan malo como el que más. Nada impide que vos seáis el listo, el perro el ejecutor y el viejo cuervo el...- la verdad es que no se le ocurría ninguna utilidad que pudiera tener Aemon hacia los traidores- el guapo. Y no soñéis tanto con el don del joven cuervo Nieve, es posible que mi don os fuera también útil para mañana tal y como están las cosas. Tampoco acepto la excusa de que sospecho de vos por vuestra condición física, yo mismo os defendí el primer día cuando os acusaron tan alegremente sin importar qué actitud tenías o el tamaño de tus pantalones.

Sin embargo, como el resto de días, Stannis demostró no precipitarse, tener en cuenta todas las posibilidades. Podía equivocarse con su dedo señalador, pero no quería fallar a la hora de votar, a la hora de decidirse.

-Sir Loras, Robert- hubiera añadido el nombre de Nieve, pero éste ya había dejado claro que no diría nada más- es el momento de que habléis y pongáis las cartas sobre la mesa. Quedan poco poderes por demostrar su verdadero poseedor y sin duda los traidores, si queda más de uno, sabrán quienes sois al conocerse entre ellos. Si hay un momento para confesar, es éste, ¿tenéis algún don especial? ¿cual?

Si alguno coincidía con el don de los que otros decían poseer, al menos la cosa estaría clara entre dos candidatos al día siguiente. Si decían no tener ninguno, la cosa no cuadraría. por unas cosas o por otras al menos el número de sospechosos era cada vez menor. Con la muerte de Aemon al menos se habían podido llevar un respiro, aunque aún estaba por determinarse cuantos traidores quedarían.

Cuando su hermano habló, su rostro se torció un poco.

-Robert, si vuestra habilidad coincide con alguna de las mencionadas, dilo claro, así sabríamos al menos entre qué dos personas dudar, y tú lo tendrías claro si no mientes. Dado el riesgo en el que estamos de pasar a mejor vida... es ahora o nunca, los traidores saben quienes hemos dicho la verdad o no, pues solo los traidores mienten y por tanto ya tienen la mayoría de nuestros poderes localizados. Hablar solo sirve ahora para que los inocentes conozcamos la verdad y actuemos en consecuencia. Callar solo sirve para ponérselo fácil a los traidores, si no tienes nada que ocultar, claro.

Miro a Robert, divertida.

- ¡Y aún me diréis que he hecho poco! -Soltó tras una carcajada.- Si confiáis en la habilidad de vuestro hermano, que la descubrió el Perro y Lord Stannis confirmó que realmente había acertado, ¿por qué no confiar en la mia también? -Le miró, inquisitiva.- De todas formas, lo tenéis fácil. Matadme y lo veréis, incluso puede que lo comprobéis en vuestras propias carnes...