Partida Rol por web

Owen escuchó a Yvette, otros asuntos habían ido surgiendo posponiendo el asunto de Penny. Owen había desconfiado de ella también, de la misma manera que había desconfiado de otros que habían amanecido convertido en víctimas, o al menos en aparentes víctimas. Penny había estado involucrada en practicamente todas las conversaciones privadas de los primeros días; también había surgido como sospechosa de practicamente todos los asistentes a la primera reunión pública. No eres la única en sospechar de ella. Afirmó. La confirmación de Yvette le era más que suficiente para ratificar la pasada sospecha, les dijo que el doctor era un negrito, y lo era. También dijo que Sir Gustave y Bennett no eran estatuillas y ambos habían muerto...sin que se rompiera ninguna de ellas. Y además...la sensación de que sir Gustave había confiado en la persona, en la mujer, equivocada, cada vez le resultaba más evidente.
Que aumente la lista de gente confiable es una buena noticia dijo Owen ante lo segundo, mirando también a la señorita Cavendish, como incluyéndola. No sabía si Yvette la había "inspeccionado", pero el hecho de que la salvara hacía dos noches de ser asesinada para él era una prueba más que suficiente.

Penny cogió el frasco del maletín con dedos temblorosos y tomó aire muy lentamente antes de girarse para mirar a Yvette tan sólo un instante, fulminándola con la mirada. 

- Y también decías que Gustave era un asesino y era el único en esta isla que podía salvar alguna vida. - Dijo, enarcando ambas cejas. - Creo que tu credibilidad ha quedado bastante menguada con eso. No sé qué te pasa conmigo o si me inculpas ahora para librar a esa actriz del tres al cuarto, pero no te recomiendo que me toques las narices precisamente hoy, fulana. - Espetó antes de darse la vuelta, ignorándola por completo, y acercarse al cuerpo de Gustave.

Acarició su mejilla con la punta de los dedos y dudó un instante. 

- Tengo que hacerlo, lo sabes. - Susurró, antes de inclinarse para posar sus labios sobre los del hombre suavemente. Sus dedos se detuvieron sobre la camisa ensangrentada y se crisparon cuando la aferró al besar su rostro frío. - Sabes que tengo que hacerlo con ella. Sé que me dirías que lo hiciese.

Se separó lentamente del cadáver, con los ojos empañados por las lágrimas y negó suavemente varias veces antes de salir rápidamente hacia el pasillo, en dirección a la habitación de Prudence. Allí se acercó a la mujer y tan sólo dudó un instante antes de vaciar el contenido del frasco entre sus labios. 

- Por favor, funciona... Por favor, por favor. - Murmuró entre dientes mientras no apartaba la mirada del rostro de Prudence, deseando que no fuese demasiado tarde.

Owen siguió los pasos de aquella mujer pero no sus razonamientos. Ya había visto muchas cosas como para no tratar como una posibilidad lo que la mujer planteaba: Si él puede salvar vidas...si además le quieres...¿Porque se lo das de beber a ella?
Un nudo se le hizo en el estómago al mismo tiempo que una idea -casi una imagen- le venía a la cabeza, no podía confirmarla ni cuadrarla con la realidad de lo que se habían encontrado por la mañana, pero coincidía completamente con la anterior idea que habían tenido casi todos de que Sean parecía inocente y Bennet sospechosa. Owen creía estar seguro de estar viendo como Un asesino intentaba traer de entre la muerte a otro asesino. No tenía ni pies ni cabeza, al mismo tiempo que podía estar equivocado y lo último que necesitaba era crear más confusión: así que ni tan solo lo dijo en voz alta, pero no pudo evitar cerrar los puños con fuerza, como si aquello le ayudase a ver con más claridad la situación.

Mientras esperaba con impaciencia por si funcionaba escuchó a su espalda la voz de Owen y le respondió sin llegar a mirarlo.

- Sólo una vida. No vidas. No podía salvar más de una. - Corrigió, con los ojos fijos en Prudence. - Y expliqué el primer día por qué ella. Pero al parecer nadie me escuchó. Tal vez tenga que enseñar las tetas como hacen otras para que se me preste atención. A esa mentirosa le está funcionando de maravilla. Empiezo a creer que Everet tenía razón con ella y será demasiado tarde cuando nos demos cuenta.

Sin más, apartó también su atención del señor Cray. Ya había demostrado día tras día que era valiente, pero no demasiado listo. Cerró los oídos al resto y tomó aire despacio, concentrándose en el rostro de Prudence.

-¡Detenedla! Va a devolver a la vida a otro de los asesinos.-Digo en cuanto veo a Penny actuar. En la medida que sea posible trataré de impedir que le heche nada en la boca a Prudence.

-Tsk. Ladra cuanto quieras arpía. Que te tengo calada desde el primer día. No vas a resucitar a tu compañera asesina. Por encima de mi cadáver.- Añado agarrándola del pelo y apartándola de Prudence- Puta.

Si te agarras a lo que lo que Everet dijo es cierto...    Everet también dijo que Prudence era una de los asesinos.-Añado con una sonrisa- Estúpida, te delatas tu sola.

Cuando Yvette actua Owen reacciona, se arrodillará al lado de Benett para ladearle la cabeza y que expulse el líquido. Aún espero una respuesta, recuerde que usted ha estado en muchas más reuniones que yo. Cada vez más enfadado al tiempo que cada vez está más seguro de qué está ocurriendo allí.
Si eso funciona de verdad...creo que deberíamos haber debatido con quien usarlo entre todos, pero supongo que la mayoría es vuestro problema sigue girando la cabeza de Benett para que salga todo el líquido cuando recuerda algo que le acaba de confirmar todas sus sospechas
O hacer caso de lo que dijo el propio sir Gustave, ayer cuando dije que estaba seguro de que esta noche matarían a Yvette él dijo, delante de todos, que no se preocupara, que eso no sucedería. No entendí sus palabras pero en estos momentos, con este brebaje sí. Él ya tenía claro en quien usarla y desde luego no era con Benett

El reverendo se mostró muy molesto por el comentario anterior de Owen. ¿Acaso quería señalarle a él?

- Señor Cray, lamento mucho sus palabras. Quizá haya gente aquí que meditamos más que hablamos, que nos fijamos en las palabras y las actitudes de los demás antes de lanzar un juicio. ¿Quiere buscar razones para señalar a alguien? ¿Quiere que hablemos de usted? Mire..., tengo cierta desconfianza en usted, no lo voy a negar, como no lo he negado en ningún momento. Precisamente, ha pesado mucho en las opiniones de la gente el desequilibrio mental de Everet. Y usted, y es solo mi opinión, parece que también tiene ciertos momentos en los que le abandona transitoriamente la cordura. Aún así, no me parece el más sospechoso.

El reverendo miró a Owen fijamente.

- Mire, no busque en mí a un enemigo, pues no lo soy. Desconfío de usted como lo hago de más gente. Y no se preocupe por mi conversación con Wesley, pues estamos intentando desentrañar por qué han vuelto las almas de los difuntos, cosa ya que es un secreto a voces. En mi opinión, hay más peligro entre las almas que van y vienen que entre los que estamos aquí. Aunque, desde luego, sin ayuda terrenal no pueden hacernos nada. Y devolver la vida a los muertos no me parece algo muy fiable, a menos que eso nos proporcione información sobre los asesinos.

La aparición del maletín y que ni siquiera se le permitiera inspeccionarlo, asombró y cabreó a Margaret en ese orden. Sin embargo, al menos una muerte parecía cobrar sentido a los ojos de la mujer.

-Al menos creo que podemos saber quién mató a Crowden... -dijo por lo bajo, antes de darse cuenta de lo que pretendía hacer la Barrow.

-No! no lo permitan! -su advertencia llegó tarde, aunque Owen fue lo bastante veloz como para voltear el cadáver de la Bennett acto seguido. Había mantenido sus dudas a rayas, pero aquello lo conformaba. La Barrow no era trigo limpio y trataba de revivir a alguien que claramente era una asesina.

-Aten a esa mujer, no permitan que vuelva a hacer lo que se le antoje. Es una de las que nos ha estado dando caza, estoy casi segura. Varios de nosotros teníamos profundas sospechas acerca de la culpabilidad de Bennett y el señor Arbuthnoth pensaba investigarla esta noche. Que apareciera muerto en su habitación no hace más que reforzar aquello. Si esta mujer -dijo señalando a Penny- intenta salvarla, es porque son cómplices. Además de que lo que ha señalado Owen es cierto. Si hubiera amado a Cavanaugh lo hubiera salvado a él, ya que no hubieran quedado dudas de que no se trataba de uno de los cazadores de negritos y aunque cabezotas, se esforzaba por hallar a los verdaderos culpables.

-Por otra parte... señor Barrow, sería bueno que le preguntara a Arbuthnoth por qué hizo lo que hizo y al doctor y la doncella Morstan qué quisieron decir con la aparición de anoche... usted tiene las herramientas, según su palabra, pero no las usa... ¿o acaso el amor por su hermanastra lo ciegan tanto como ha cegado al sir?

-Señor Clement, su defendido debería saber por qué las almas van y vienen. Él mismo ha declarado que puede comunicarse con ellas, ¿por qué no se lo pregunta directamente entonces?

Erasmo estuvo escuchando las conversaciones que se daban, y asintió ante la confesión de que Dupont no era digna de desconfianza. Sin embargo, se la quedó mirando un poco más, pues no estaba del todo seguro que fuera así.

Tras el encuentro de aquel maletín, miró con desconfianza, esta vez sí, a Penny. Cuando vio que la pócima no se la iba a dar al caballero, sino a la mujer que había visto más de una vez actuar de manera sospechosa, se puso nervioso.

No lo haga dijo a la vez que Yvette. Prudence es malvada. Me encargué de que se enamorara de otra persona para que tuviera el doble de oportunidades de caer terminó confesando. Si la revive, usted se convierte en cómplice de esta sangría, señorita, la advirtió.

Miró a los demás, esperando su aprobación.

Ni se le ocurra hacerlo, Penny. 

Penny se apresuró a verter el contenido del frasco en la boca del cadáver de Prudence Bennet, en cuanto se disculpó antes el de Cavanough por lo que iba a hacer. Pero, justo en el momento que iba a hacerlo, Yvette se echó encima de Penny y se inició un forcejeo. 

Owen pretendió mover la cabeza del cadáver de Prudence, para que el misterioso líquido no fuera ingerido por el cadáver, mediante alguna ignota mecánica que escapaba a toda lógica médica.

Los demás gritaban, se revolvían. La confusión se adueñó de los presentes mientras cada cual arrimaba el ascua a su sardina.

En algún momento, el frasco se resbaló de las manos de Penny, el líquido no acertó en la boca de Prudence y el tarro de vidrio se hizo añicos contra el suelo, perdiéndose su contenido por entre las fisuras del caro enlosado.

Si alguna vez aquel extraño brebaje había tenido la increíble particularidad de devolver el aliento vital a alguien, nunca jamás será comprobado.

Aún confuso responde a Cavendish, sin estar seguro de qué pretende preguntar esta. - Lo señalé porque lo encontré culpable. ¿Qué tiene que ver con que esté muerto? De verdad, creo que no la estoy entendiendo. Tengo la cabeza llena, literalmente, de voces... - Hace una pequeña pausa y se dirige a las preguntas sobre los difuntos. - Dicen que aprovecharon una especie de portal, y que solo pudieron observarnos. 

Ver como la situación se desmadra con respecto a Penny incita a Wesley a ponerse más agresivo, buscando el espacio entre su hermanastra y el resto. - Dejadla en paz. - Advierte cuando las acusaciones empiezan a ser numerosas y continuadas y Penny ya pierde los modos con la presión. - De verdad, ¿qué tenéis para inculparla? ¿Por qué por la reunión del primer día la crucificáis? - Pregunta incrédulo justo antes de que la situación se vuelve una locura con el forcejeo. No duda en encararse a Cray y a Yvette por liberar a Penny de sus zarpas. De ellos no había tenido motivo para confiar, tampoco. 

No logra que el contenido del frasco se salve, pero no le importa. Cansado y nervioso busca el rostro de su hermana y lo sujeta con las manos, mirándola a los ojos. - No les escuches, porque se equivocan... - Lleva su rostro hacia su pecho y la abraza con fuerza. - Se han ido, Penny... No podías hacer nada ya...

Jacqueline se hallaba tan en shock como sus compañeros de infortunio. Tantos crímenes, tantos muertos..

-No sé qué puedo decir ante esto -respondió, horrorizada por la escena, a quienes habían requerido su intervención-. No soy de muchas palabras, ustedes lo saben ya. Hay varios asesinos, eso siempre estuvo claro. Pero parecen distintos, unos muy meticulosos y otros muy brutos, muy.. salvajes -cerró los ojos al recordar el cadáver de sir Cavanough-. Y no devemos olvidar que puede que los anfitriones no estén lejos.

Penny alzó el codo para golpear con él la nariz de Yvette y no dejó de forcejear hasta que el contenido del frasco se derramó en el suelo. Entonces se detuvo, apartando de un fuerte empujón a la doncella y se arrodilló junto a los cristales rotos de la última esperanza que le quedaba. Su mirada se ensombreció y apretó los dientes mientras se ponía en pie. Cuando Wesley llegó hasta ella y tomó sus mejillas ella negó lentamente. 

- Se lo expliqué el primer día, Wes. No lo expliqué en ninguna reunión nocturna, lo expliqué en el comedor, delante de todos. Les expliqué lo que me pasaría si Prudence moría. ¡Pero no quisieron escucharme! 

Sus ojos furibundos recorrieron a todos los presentes. 

- Supongo que ahora me caerá un piano encima, o casualmente me encontraré una tarántula en mi silla cuando intente sentarme. Pero antes de que caiga en una de esas trampas que llenan esta maldita casa les voy a decir unas cuantas cosas.

Miró al párroco.

- Él no es quien dice ser. Es el señor Crowden, poseyendo el cuerpo del sacerdote Clement. Y también tiene un revólver como el señor Arbuthnot. ¡Sí! ¡Los muertos están metiéndose en cuerpos de los vivos y usándolos para sabe Dios qué! Dudo que él sea el único. - Con tono tenso continuó hablando.

- La señora Miles podía averiguar quién tenía asignada o no una de esas estatuas, pero lo hacía poco a poco, no podía saberlas todas como parece asegurar Yvette. La doncella les está tomando el pelo a todos. Lleva haciéndolo desde el primer día. Ayer acusó a Gustave, decía que estaba convencida de que era un asesino. Tenía la total seguridad, decía... Igual que hace conmigo ahora. Pero Gustave era inocente. ¿Aún así van a seguir creyéndola? Pues adelante, se están condenando ustedes mismos. La boca de Yvette es un pozo de inmundicia y no sólo por su lenguaje obsceno. 

Miró entonces al señor Cray. 

- Gustave guardaba ese brebaje para mí. No para Yvette. Y él habría querido que salvase a Prudence, se lo garantizo. No pretenda conocerlo mejor de lo que yo lo hacía, porque se equivoca de cabo a rabo. ¿No quiere irse a dibujar unos mapas a algún rincón? - Miró a los demás. - Porque resulta que este hombre tiene los verdaderos planos de la casa. ¿Buscan a los anfitriones? Creo que el señor Cray tiene más motivos para defender a la doncella de lo que quiere hacernos creer. ¿Quién iba a tener esos planos sino el dueño de la casa? ¿Y quién iba a saber desde el primer día a quién correspondían todas las estatuas sino la dueña?

Finalmente sus ojos azules buscaron los de Wes y alzó una mano para acariciar suavemente su rostro. Su tono también se suavizó entonces.

- Ten cuidado, Wes. Estoy segura de que a mí me va a pasar algo extrañamente conveniente hoy, pero quiero que tú salgas de aquí. A mí ya me da igual lo que hagan. Ya me han condenado al no permitirme salvar a Prudence. Al menos supongo que podré verte al otro lado. 

Le dedicó una sonrisa trémula y empezó a caminar hacia la puerta, con la intención de volver a su cuarto, derrotada. Estaba segura de que moriría ese día y al menos quería poner sus pensamientos en orden. 

Owen aguantó la mirada al reverendo No busco enemigos, solo asesinos. A Owen no le parecía que la meditación interior fuese demasiado útil para averiguar nada, pero dejó aquel tema para más adelante.

Esta acorralada, ¿acaso...se ha quedado sola? Ese fué el pensamiento de Owen ante las palabras de la señorita Barrow. Se había delatado completamente con el intento desesperado de intentar volver a la vida a una de sus cómplices...la idea que que quizás estaba ya sola, que era la última de los asesinos, se iba formando en la cabeza de Cray a medida que la mujer empezaba a lanzar dardos a la desesperada. Sí, por supuesto que su hermano iba a salir de allí, si las sospechas de Owen era reales la pesadilla podía estar cerca de acabar, pero no quería ser optimista aún, aquella casa les había deparado sorpresas realmente horribles.
Varios de los presentes asistieron a una reunión pública y saben todo cuanto hay que saber de mí. De todas maneras, puedo decir que es una habilidad nacida de la experiencia, una mucho más mundana y sencilla que otras que han salido a la luz aquí.

Wesley trata de mantener el tipo ante el desquite de Penny, fundado por la perspectiva de ir a morir. Eso era más de lo que Wesley podía soportar, en ese y en cualquier otro momento. Le tiembra el labio involuntariamente por los nervios y el miedo de perder a la persona que más le importaba en este mundo. - No, no... Penny, seguro que no va a ser así. - Trata de tranquilizarla en vano. No puede, nada puede. 

A medida que va revelando información Wesley no crea distancia entre ellos. Mantiene esta distancia, preparado para seguirla a donde quiera que vaya. Mira al párroco y agacha la cabeza. Piensa en la difunta Sally Miles y niega sin ánimos. Hasta piensa en el bocazas de Sir Gustave, que pese a sus cosas, era un buen hombre. Pero sin duda, lo más importante para él, siempre sería ella, que ahora estaba desconsolada. Cuando ella vuelve a dirigirser a él, este vuelve a negar, prohibiéndose aceptar su teoría. - Me voy a ir de aquí, pero lo haré contigo. - Responde con la mejilla en su mano, clavando sus ojos en los de ella. - No vas a ir ahí. Te pienso sacar de aquí. - Va apresurado entonces a ella, siguiéndola a su habitación. - Como te rindas ahora, tras todo lo que hemos pasado... No te lo pienso perdonar. - Dice enfadado, asustado por la posibilidad de perderla. - Nosotros no somos de esos. - Se hace con las manos de Penny y las aprieta con fuerza, mirándola a los ojos, con la sensación de que todo podría terminar en cualquier momento.

Me toco la nariz para comprobar que estoy sangrando, en el forcejeo con Penny me ha golpeado bien, pero el dolor no impide que suspire aliviada al comprobar que su plan ha fracasado.  

¿Ten cuidado Wes?-Digo en tono de burla imitando la voz de Penny con ironía y cinismo- Será falsa la zorra.

-Fuma-opio, tu hermana es uno de los asesinos.- Le digo sin ambajes - Yo no te caigo bien y créeme, mejor no te cuento lo que opino de ti, pero espero que tengas dos dedos de cerebro más que el Sire. ¡Vaya un imbécil! Si de verdad podía resucitar a quien quisiera y se lo contó a la asesina es que era aún más tonto de lo que pensaba.

 –Estúpido sire- Pienso con amarga ironía- Ayer cuando te provoqué dijiste que no querías que los asesinos descubrieran tu poder. Tsk. Te advertí sobre Penny. Lo dije desde el primer día y tu vas y le cuentas tu secreto? ¡Serás idiota! Cincuenta cuchilladas son pocas.

Wesley- Insisto hablándole con tranquilidad para tratar de hacerle razonar aún a sabiendas de que es otra causa perdida- Tu hermana intentó matarme. Tu hermana engatusó a al panoli de Gustave, tu hermana ha asesinado a Gustave sin pestañear y llegado el momento tu hermana te asesinará sin derramar ni una lágrima–Finalizo mostrándole mi nariz sangrante- ¿Te parece normal que una damisela, cómo finge ser, sepa pelear mejor que un matón barriobajero? ¿Alguna otra vez la habías visto romperle la nariz a alguien de un codazo?

Dos opciones hay y no sé cual es peor, que Wesley sea otro asesino o un cómplice y por ello protege a su hermana o que sea inocente y de verdad el muy imbécil no se ha dado cuenta de que su hermana es la asesina – Pienso, meneado la cabeza y dejándolo por imposible para encararme con Penny.

-¿Y donde aprendiste a romper narices, mademoiselle?- Le pregunto con ironía-  ¿En el club de lectura? ¿O en la asociación de mujeres moralistas? Tsk. Flaco favor te haces, al ni siquiera intentar desmentir las acusaciones y soltando dentelladas contra todo lo que se mueve como un lobo acorralado.

Contempló todo aquello ensimismado, pues no podía creerse lo que veía. Realmente, iba a traer a la vida a alguien que había sido señalado por varios como asesina. ¿En qué estaba pensando aquella mujer? ¿Tan desesperada estaba por acabar con todos ellos?

Miró los sucesos siguientes, y abrió mucho los ojos ante aquella revelación: los muertos dentro de los cuerpos de los vivos. A su alrededor, paseó la mirada, y se preguntó si sería cierto. Y si lo era...

¿Cómo lo sabe? preguntó Erasmo, extrañado. Supongo que su hermano se lo habrá contado porque en el mundo de los muertos se habrá mencionado, pero, si es así, ¿por qué no nos lo ha dicho antes, Barrow? y miró hacia el hermano de Penny.

Aquellos dos sabían demasiado, y que Wesley siguiera insistiendo en la inocencia de su hermana cuando la mayoría sospechaban de ella, no era muy sensato. O era un amor incondicional... poco propio de un hermano, ciertamente.

Siento decir, aunque no era así, que yo votaré por usted, Penny. 

Las revelaciones que iban sucediéndose amenazaban con hacer estallar la cabeza de Margaret. Nuevamente la idea de que la paranoia se hubiera apoderado de ellos y estuvieran matándose entre sí para evitar morir a su vez atravesó sus pensamientos, pero enseguida la desechó. Si continuaba por esos derroteros, ofuscaría su capacidad de pensar y con ello, la única manera de sobrevivir y salir de la isla. Uno a uno, fue ordenando los supuestos que se agolpaban en torno a su razón y los expuso para que otros pudieran ayudarla a razonar.

-Por favor, mantengamos la frialdad. Yo tampoco me fío de la señorita Barrow y tengo mis dudas sobre su hermano, pero debemos considerar todas las posibilidades antes de señalar a alguien más. Recuerden que inevitablemente cada persona que marcamos durante el día muere en extrañas circunstancias y como bien señaló el señor Cray, dos tercios de los que estamos aquí estamos marcados con una de esas estatuillas por lo que la posibilidad de condenar a un inocente es muy alta.

-Quisiera pedirle al señor Gaylord que se explayara un poco más acerca de eso que mencionó sobre el enamoramiento de la señora Bennett. Si usted ha logrado de alguna manera que ella se "atara" a uno de nosotros para que su amor la volviera menos letal o capaz de seguir a su amado al otro mundo si este fallecía, debería decirnos quién era esa otra persona pues ello puede ayudarnos a esclarecer lo que ha ocurrido la noche pasada.

-Por otra parte, si lo que Penny dice acerca del reverendo es cierto, en esta casa hay al menos dos pistolas. Por lo que sabemos, durante nuestra estancia han ocurrido tres disparos. El primero la noche que mataron a Predatore, aunque esa bala no fue la que acabó con su vida, y los otros dos la noche pasada. De la inspección que hizo Owen del arma de Arbuthnot -su voz tembló un poco. Aún le resultaba increíble que Sean pudiera ser un cazador de negritos- se vio que tan sólo había efectuado dos de los disparos por lo que lo que dice la señorita Barrow no hay que tomarlo a la ligera. Es más, dado que Sean no sospechaba de Sally, me parece más probable que haya sido el reverendo (poseído o no, eso está por verse) quien hubiera matado a la señora Miles.

-En tercer lugar me gustaría señalar que lo que dice el señor Cray acerca de su inocencia es certero. La primera noche luego de los asesinatos, él, el señor Arbuthnot, la señorita Cavendish y yo fuimos los únicos en presentarnos en la reunión que habíamos pactado públicamente en el salón durante el día. Allí el señor Cray nos reveló que conocía la existencia de las puertas secretas pues su experiencia como albañil le había permitido detectar discontinuidades en los muros. Esa peculiaridad lo llevó a recorrer la casa y detectar el resto de los pasadizos, algo que no tuvo reparo en darlo a conocer. Como a la mañana siguiente todos encontramos una copia del poema colgado en nuestros cuartos, la existencia de los pasadizos salió a la luz, así como también el hecho de que no valía de nada tomar recaudos trabando esas entradas (cosa que yo hice cuando tuve la información) pues los asesinos se colaron de igual manera en ellas sin que lo notáramos.

-Cuarto y último, por el momento, me gustaría señor Barrow que me hiciera un favor. Pregúntele al señor Arbuthnot si fue él quien mató a Sally y si lo hizo, por qué. Dígale que soy yo quien lo pregunta, él confiaba en mí y esa confianza era recíproca por lo que necesito esa respuesta no solo para entender lo que pasa, si no para poder resolver la duda que me asalta en estos momentos.

El reverendo abre los ojos como platos al oír el discurso de Penny:

- Señorita Barrow. No sé si debo agradecerle que diga que soy Crowden. Porque, para quien no lo tenga claro, debo decirle que sí, que lo soy. Que me mataron envenenándome la primera noche, y no sé quién lo hizo, aunque tengo verdadera ansia en averiguarlo. Pero las almas podemos volver a esta extraña casa. Y sí, yo lo he hecho ocupando el cuerpo del reverendo. Y lo he hecho porque intento averiguar quién está detrás de este macabro juego y poder descansar en verdadera paz. Y le digo que le agradezco que me desenmascare porque, si bien no he querido revelar el secreto por no ganarme la desconfianza de los demás, me sirvo de la lógica para creer que, si lo que ha dicho de mí es cierto, es muy probable que todo lo demás sea cierto también.

Mueve la cabeza con cierto desdén.

- Aunque no voy a negar que un par de cosas más me siguen inquietando. Por un lado, usted y su actitud me crean desconfianza, no lo puedo evitar. Y por otro lado, me causa sorpresa que sepa usted que soy Crowden y que llevo una pistola. Porque sí, la llevo. En concreto, la pistola que trajo a esta isla el reverendo, con la única bala que trajo para defenderse, que aún sigue en su sitio, y que sigo llevando sin usar por si su alma original vuelve a su cuerpo, ya que no me veo dueño de decidir sobre su vida, por mucho que ahora sea dueño de su parte corpórea -el reverendo, o más bien, Crowden, cambió su gesto-. La verdad es que ambas cosas solo se las he contado a alguien en quien confiaba..., y espero poder seguir confiando. Además, tiene usted razón, muchas almas han vuelto a la casa, y estoy convencido de que van a seguir matando bajo la batuta de alguien.

Ante la pregunta de aquella mujer elegante, Erasmo asintió, y trató de resumirlo de manera clara.

Verá, Margaret, comenzó, señalé a Prudence Bennett para que se enamorara de Sean con el fin de que, si caía él o si caía ella, nos libraríamos de dos asesinos de una vez, pues tenía firmes sospechas de que tanto ella como él eran amantes de la desgracia. Querían nuestro fin. Más de una vez los vi haciéndose gestos algo extraños, y de manera disimulada para que no se les viera, pero, desafortunadamente para ellos, mi capacidad visual es elevada, por lo que no se me escapó sus signos inequívocos: formaban un grupo mortal.