Partida Rol por web

[HLdCN] 2x Diez Negritos

El embarcadero

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11/02/2015, 22:58
Owen Cray

La llegada de aquel hombre de mediana edad iluminó los ojos de Owen y se sintió alividado. Aquello daba fin a una situación bastante violenta.
Perdona Everet, dijo nada más apareció aquel hombre, he de trabajar. Lo dijo de la manera menos brusca posible, pero aún así se sintió mal de dejar con la palabra en la boca a el único que se había acercado a hablar con él.
Soy yo señor Alfred. Owen Cray, a su disposición y a la de los presentes se ofreció tras despedirse de Everet lo mejor que pudo ¿quiere que vaya llevando las maletas?

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11/02/2015, 23:27
'Director

Así, por fin el servicio había hecho acto de presencia. Quizá la comitiva se había adelantado a sus previsiones. Sea como fuere, el mayordomo hizo las presentaciones preliminares. 

El servicio lo componía él, una camarera y una doncella, además del señor Cray que había llegado junto con el resto de pasajeros de la canoa.

En seguida el señor Cray comenzó a llevar las maletas al interior de la casa, bajo las indicaciones del mayordomo, el señor Dyle.

Acto seguido, se ofreció un refrigerio que tomar en la misma terraza, mientras el servicio acomodaba los equipajes en las habitaciones pre-asignadas por los anfitriones... que no habían hecho acto de presencia aún.

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12/02/2015, 00:28
Martin Crowden

En cuanto llegó a la isla y puso el pie en tierra, Martin miró a los presentes e hizo un saludo general con un leve gesto de la cabeza a aquellos que creyó que le miraban como al extraño que era, mientras les dedicó una tímida sonrisa. Se fijó en lo heterogéneo del grupo. Unos completos desconocidos. Sintió algo de vergüenza en aquel grupo tan numeroso donde ya se habían empezado a relacionar unos y otras.

Observó la escena con el nerviosismo de quien comienza algo nuevo, aunque dicho nerviosismo se vio reducido cuando se presentó el servicio. Sin saber por qué, se sorprendió dando un suspiro de alivio entonces, y decidió fijarse bien en los presentes con más tranquilidad.

Notas de juego

Perdón por la tardanza, ya estoy aquí yo también.

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12/02/2015, 04:07
Sally Miles

Sally Miles era una viuda aún joven, y pesar de no tener orígenes en la gran sociedad, la abalaba la cariñosa familia de su marido, que la trataban como una hija. No paraban de hacerle ver que era importante para ellos, invitándole a las fiestas a las que ellos mismos eran invitados. Ella no era amante de tales eventos, pero iba para complacerles. Sus suegros la habían tratado bien toda su vida desde que le dieron un empleo y la acogieron como hija al casarse con Lester. La situación no cambió ni tras la penosa muerte de su hijo tras la cual se apiadaron de ella a pesar de no tener descendencia.

Así que allí estaba ella, con más gente, por su propio bien y para contentar a la familia que le había acogido como su hija. - Un nuevo cambio de aires te vendrá bien, querida. - Le dijeron, y ella no pudo rechazar su oferta pues le debía mucho a esa familia y tenían razón en que no podía compadecerse toda su vida.

Pero una cosa es que fuera a aquella isla con desconocidos a los que acabaría conociendo, y otra que fuera el alma de la fiesta. Sally siempre había sido tímida, y aunque intentaba ser amable, le costaba romper el hielo. Afortunadamente, una vez cogía algo de confianza se convertía en una mujer fácil de tratar y amistosa.

Así que pasó el viaje en barco sin que la joven hablara más que lo justo, saludando cuando alguien se dirigía a ella. No obstante, sabía que ella, por viuda y joven que fuera, habría gente mucho más interesante que ella. Solo habló con más dedicación cuando dejaron la barcaza. Además de la timidez, Sally prefería la tranquilidad de saber que sobre sus pies había tierra firme. - Disculpen si hasta el momento no me he presentado. - Dijo cuando el servicio se ocupó de las maletas y de indicarles el alojamiento. - Me llamo Sally Miles, y como deduciréis por mi acento, provengo de América.

Miró entre los presentes para ver si encontraba algún compatriota. Aunque sinceramente, a veces se sentía más a gusto de la compañía de gente proveniente de Gran Bretaña, ya que solían ser más corteses y educados. Al menos, en general.

 

 

Notas de juego

A pesar de la foto de mi personaje, va vestida con un traje más elegante para la ocasión, como podría ser éste.

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12/02/2015, 07:29
Sir Gustave Cavanough

Casi simultáneamente ocurrieron dos cosas, hasta el punto de que casi podría pensarse que una fuera causa y la otra efecto.

Una joven ilusionada reconoció a la mujer con la que estaba hablando y en un cuchicheo que, no obstante, no pasó desapercibido, le hizo un piropo a la "inglesa".

Cita:

¿Esa no es una actriz famosa? Sí, creo que sí que es ella... Vimos sus películas hace tiempo, ¿recuerdas? - Su mirada analizaba a la señorita Jacqueline Dupont de arriba a abajo, desde los pies, hasta la petaca que ofrecía a un caballero. - ¡Pero qué desmejorada está! ¡Cómo engaña el celuloide!

Ante este comentario, y a pesar de que la señorita Dupont seguía siendo físicamente hermosa, teniendo en cuenta lo poco atractivo de su aparente problema con la bebida, Gustave tuvo que hacer un gran esfuerzo para evitar que la risa se le escapase.

La segunda cosa que ocurrió fue que la mujer se molestó y, a pesar de que Gustave trató de continuar la conversación no dejando traslucir la mala impresión que ella le había dado, ella debió ser muy intuitiva o pagar el disgusto por el comentario de una mujer aún joven e igualmente hermosa con Gustave.

Ante esta situación, Gustave ya no pudo reprimir más la risa y, a medida que la señorita Dupont se alejaba, comenzó a dejar escapar una carcajada.

¡Y tanto que desmejorada! - pensó para él - Hermosa, sí, ¡pero maleducada como una americana, con comportamientos mas propios de un hombre e inestable como una francesa!

No compartió con nadie el motivo de su carcajada. Parecería que se reía del ataque a su hombría, pero eso no era algo que preocupase en demasía a Sir Gustave.

Terminada la conversación con una dama y dado que estaban en el exterior, Gustave se puso el sombrero de nuevo y no se acercó a nadie, sino que observó.

Vio a un hombre resolutivo que le inspiraba cierta desconfianza. Aparentaba ser un hombre rico, impaciente y elitista. El hombre pidió a un mozo de las maletas que fuese a buscar al servicio. A Gustave le pareció una sabia petición, pero él la habría acompañado de algún penique para el muchacho. En cualquier caso, era de reconocer que no se le había ocurrido a él.

También vio a una pareja de mujeres y cómo un hombre buscaba interrumpirlas, lo que tampoco le provocó la mejor de las impresiones del hombre.

Vio a la joven pareja: ella hermosa, el protector y alabó mentalmente como el hombre dejaba libre a su hermosa mujer demostrando su confianza. Ese era la clase de amor que él podía utilizar en una de sus obras. Joven, puro, seguro de si mismo y triunfal. La pareja le despertó simpatía.

Vio a un padre mareado que, como buen párroco, se presentaba a todos los presentes, y a un anciano doctor ilusionado por tener algo que hacer. Más personas que despertaban su simpatía.

Por último, vio a dos hombres con aspecto de haber tenido peor suerte, y su yo interior, el que había crecido en una familia no adinerada de Gales, le pidió que se uniera al grupo. Finalmente, cuando Gustave decidió acercarse a ellos demostrándoles que, al menos para él, la clase social no era una barrera insalvable, apareció el servicio y la pareja se disolvió, puesto que uno de los hombres, el que a Gustave se le antojaba el más interesante, resultó ser el nuevo refuerzo para el servicio. Así pues Gustave no se movió.

Comenzaron a servir un refrigerio y Gustave avanzó hasta una de las mesas del mismo. Esperaba la oportunidad de hablar con el señor Cray cuando este regresase de ocuparse de las maletas, o establecer conversación con cualquier otro que se acercase.

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12/02/2015, 08:34
Jacqueline Dupont

Aún sin saber que hacer, se presenta el servicio. Parece que ya no hay vuelta de hoja, me digo mientras una delicada señorita británica se lleva mi maleta. De fondo, junto con el murmullo del mar oigo las voces de quienes van conversando a mi alrededor. 

De repente, entre todo el ruido suena un acento familiar. ¿Una yankee por aquí?, me pregunto. Srta... ¿Miles, ha dicho usted? dije con cortesía protocolaria. ¿No tendría usted un cigarrillo? Tanto estirado me está poniendo enferma, le susurro con una mirada de complicidad. Mi nombre es Jacqueline Dupont, aunque tal vez me conozca por el apellido de mi difunto esposo, Jacqueline Caan, me presento a la espera de mi dosis de nicotina.

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12/02/2015, 10:39
Benoni Fausto Predatore

El “muchacho” que con pobres formas había enviado en busca de “rescate”, llegó bajando la pendiente (a un trote arrítmico) tras el servicio, que finalmente aparecía para recibirlos.

Podía ser que efectivamente él los hubiese avisado, aunque dada la presteza con la que habían aparecido y el escaso tiempo transcurrido desde que lo despachó, era más probable que se los hubiese encontrado por el camino.

Fuera como fuera, el señor Predatore no le dio importancia alguna, pues servía a sus intereses.

Escuchó a Alfred, el Mayordomo, ofreciéndolos una bienvenida y presentándose a la vez que al resto de los miembros del servicio.

Cuando su discurso hubo concluido, y con un ademán nada disfrazado de molesta contrariedad por el hecho de que no los recibiera el mismo anfitrión, mandó al mismo joven cargar con su equipaje. Pues si bien no era sordo del todo y había oído a la perfección que había personal para hacerse cargo de ellas, no iba a esperar a que el suyo fuese el último en llevarse a buen recaudo ni permitiría dejarlo ahí atrás en el embarcadero más de lo estrictamente necesario. Fausto no estaba acostumbrado a ser tratado como uno más. Sir Gustave n había errado en su juicio. Aunque la mayoría que ostentaban ricas vestimentas, seguramente podrían alcanzar decir otro tanto.

Seguidamente, intentando no sentir ofensa ante aquella descortesía, se conformó (algo a disgusto) a seguir al mayordomo, junto al rebaño, hasta la mansión.

~

El edificio moderno que descansaba a la falda de la isla, era tres veces mayor que no se adivinaba desde la costa. En el umbral, con sus maletas ya a cubierto, se puso ese cigarro inquieto de nuevo a los labios, a tiempo de sacar de algún bolsillo un fajo voluminoso de billetes sujetos por una pinza de oro, del cual separó despreocupadamente tres qué entregó generosamente al chico. Bastante más que algún penique.

El joven al ver la suma con el que pagaron su servicio no consiguió reprimir su desbordada alegría, algo que él no correspondió al caluroso agradecimiento más que con una sonrisa mal forjada y despidiéndolo con un sencillo gesto de pulgar que apuntaba al pequeño puerto, al exterior, indicando que se fuera o desapareciera de su vista.

Tres pasos enérgicos lo situaron al vestíbulo donde no escatimó en dar un buen vistazo, y otro que regaló a las habitaciones más inmediatas, hasta que al fin, decidió salir a tomar el aire.

Sí, era verdad que fue el primero en impacientarse cuando habían estaba abandonados a la intemperie, expuestos a los caprichos del aire libre, pero una cosa era que se encontrarse ahí por una obligación dictada de una dejadez, y otra muy distinta porque se antojara a su voluntad. Además la mansión, con aquellos enormes ventanales de cristal, le recordó a primera impresión: un horno.

Poco más de una hora, u hora y media, de su llegada a la isla. Estaba el señor Benoni Fausto Predatore acomodado a un ancho y fresco sillón de cáñamo, fumando y contemplando solitariamente el paisaje y por extensión involuntaria el océano. Observando el cuadro y olvidándose, por el momento, el refrigerio que encontraría tiempo de tomar.

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12/02/2015, 11:34
Sir Gustave Cavanough

Gustave observó al muchacho hablar con el ricachon de cara marcada y después salir corriendo con un par de billetes.

Se sorprendió. O bien el hombre era asquerosamente rico y no daba importancia al dinero o bien desmedidamente generoso. En cualquier caso, no tenía sentido de la proporción, pero eso no era un defecto que Gustave pudiera reprocharle a nadie.

No parece que haya errado mi juicio sobre su condición, pero si sobre su persona. Quien rápido juzga, rápido hierra - pensó jugando mentalmente con las palabras.

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12/02/2015, 11:45
Sir Gustave Cavanough

Descubriendo cerca suyo al joven al que antes había dado fuego*, se propuso retomar una conversación que antes se había visto interrumpida con la llegada del servicio.

Disculpeme señor, antes no he tenido tiempo de presentarme debidamente. Mi nombre es Gustave Cavanough - le digo tendiendole la mano a Wesley

Notas de juego

*Perdona Wesley, no me había dado ni cuenta hasta ahora

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12/02/2015, 12:01
Dr. Dumont Champlain

Tras la llegada del servicio y disponer de su maleta el doctor Champlain toma asiento con expresión agradecida para tomar el refrigerio ofrecido tras secarse el sudor de la frente

-esta humedad me sienta fatal la verdad. Me rompi la rodilla en la gran guerra y en días como este duele como el diablo- comenta siempre de buen humor a quien quiera sentarse con el

-un jerez, y un vaso de agua- pide a la camarera cuando esta pasa cerca

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12/02/2015, 12:14
Sally Miles

La señorita Milles, o viuda de Flint, como solían también llamarle, ya que en América el apellido del marido se portaba muchas veces aunque éste estuviera muerto, observó a la joven entusiasta que le pedía tabaco y cuyo acento le recordaba a su propia patria. Sally era más habituada a leer libros que a ver películas, así que no reconoció a la actriz que estaba delante suyo.

Tampoco le sonó demasiado el apellido del que decía fue su marido. Pero si hay una cualidad de Sally que destaca sobre las demás, es que intentaba ser siempre cortés.  -  Es posible que haya oído ese apellido antes, sí.  -  Decía a la vez que le tendía un cigarrillo a Dupont. Ella misma no fumaba mucho, pero los médicos lo recomendaban y ella tenía siempre algunos a mano.  -  A mí también se me conoce a veces por el apellido de mi difunto esposo, miembro de la familia Flint, una familia de aristócratas ingleses que vinieron a nuestro país hace años.  -  Realmente tampoco esperaba que ella conociera ese apellido, aunque fueran famosos en ciertos círculos.

No podía creer que se encontrara a alguien con una situación parecida a la suya, americana y viuda. Era cierto que las dos jóvenes viudas en realidad tenían una personalidad distinta, pero aún así Sally siguió junto a ella, pues no le había caído mal.

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12/02/2015, 12:37
Eleanor Morstan

Observé a los desconocidos con interés, en silencio mientras el señor Dyle nos presentaba. Eran gente de las más diversas procedencias. Alguno quizás acostumbrado a tener servicio doméstico en casa, otros sólo habiendo soñado con ello.

Incliné mi cabeza cuando el mayordomo pronunció mi nombre, haciendo ver que yo era Eleanor Morstan, y mantuve mi siencio mientras los demás seguían presentándose. Por lo que pude entender, entre ellos no se conocían tampoco, cosa de lo más misteriosa.

-Señoras y caballeros, un placer conocerles a todos -comenté-.. Si tienen la bondad de seguirnos, iremos hacia la mansión, donde podrán estar más cómodamente hablando de sus asuntos.

Me giré hacia la mansión, con ánimo de que nos siguiesen. Mientras caminaba, hablé con nuestra nueva ayuda, el señor Cray:

-Mucho gusto en conocerle, señor Cray. Hay muchos asuntos que atender, y nos vendrá bien su ayuda.

 

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12/02/2015, 13:34
Frederick Von Baach

Se presetó la servidumbre, aquellos quienes nos guiarian hasta los aposentos de la casa. Von Baach bajó los pies de la mesa que se encontraba frente a la silla donde estaba ubicado, se puso de pie y apagó el cigarrillo que ya casi llegaba al filtro.

Camina entre la multitud, con su bolso en la mano y la otra en su bolsillo.

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12/02/2015, 14:25
Martin Crowden

Martin siguió con su sonrisa tímida, andando con el grupo en la dirección marcada por el servicio. Decidió acercarse a Sally Myles para intentar entablar una conversación. Le pareció una persona de expresión honesta, y veía ciertas miradas de superioridad en algunos de los presentas cuando apareció el servicio. A fin de cuentas, esta escapada era un paréntesis de nuevas vivencias, así que qué mejor que hablar con alguien que le produjera buena impresión.

- Hola, señorita. Espero que sepa disculpar mi atrevimiento. Mi nombre es Martin. Creo que le he oído nombrar a los Flint. Es un apellido muy conocido entre las gentes de alto nivel social. Pese a que no pertenezco a ella, sí debo reconocer que esa familia tiene mucho prestigio. La verdad, no puedo ocultar mi sorpresa al parecerme usted una persona bastante sencilla para haber sido uno de sus miembros. Bueno..., o quizá lo siga siendo, no sé su grado de relación con ellos ni, por otra parte, creo que sea de mi incumbencia.

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12/02/2015, 15:00
Penny Barrow

Penny había estado contemplando el mar desde el borde de aquella terraza, sin que pareciese molestarle en absoluto estar a solas y con una sonrisa ilusionada prendida de los labios. Pero cuando percibió movimiento tras ella se giró a tiempo para ver aparecer a los miembros del servicio que los atenderían en aquella reunión. 

Se acercó para escuchar las palabras que decían mientras se colocaba un poco los cabellos y miró con curiosidad al que dijo ser el mayordomo. Abrió la boca para preguntarle sobre los anfitriones, pero se detuvo cuando el hombre se refirió a los equipajes. Pensando en que no tenía ni idea de dónde había dejado su maleta, olvidó la pregunta que iba a hacer y se giró, buscando a Wesley con la mirada. Seguramente él tendría el equipaje de los dos, o tal vez siguiera en el barco. En cuanto descubrió su paradero, fumando junto a un hombre muy bien parecido, se encaminó hacia ellos. 

- Wesley, ¿tienes tú nuestras maletas? - Preguntó nada más llegar allí, con sus ojos azules muy abiertos. Entonces se giró hacia su acompañante y le dedicó una sonrisa radiante.

- Disculpe mi interrupción. Debo haberle parecido una maleducada. Me llamo Penny Barrow, soy la hermana de este bribón. - Rió suavemente y ofreció su mano con gentileza hacia el caballero.

- Se han ofrecido a llevar nuestros equipajes a la casa pero... No tengo ni idea de dónde están los nuestros. Espero que no se los haya llevado el barco de vuelta a tierra. - Sin embargo, no parecía mencionar esa posibilidad con horror como podría resultar lógico, sino como si le pareciese una emocionante y nueva aventura.

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12/02/2015, 15:28
Wesley Barrow

Aprieta con firmeza la mano de Gustave y sonríe con el tabaco entre los labios. - Un placer, señor Cavanough. Me llamo Wesley. Wesley Barrow. - Dispuesto a continuar a hablar, siente cómo Penny se acerca y se gira hacia ella, dejándola hablar primero y con una risa calmada a continuación. - Espero, de todo corazón, que nos las haya cogido alguien. Y si no... - Levanta la mano y se despide del barco. Mira a Sir Gustave de nuevo y la presenta, pese a que esta se haya adelantado. - Mi hermana Penny, señor Cavanough. Uno, como hermano, nunca puede imprimir la misma rectitud y educación que un padre. - Explica con calma, tragando una gran cantidad de humo y mirando hacia el suelo con melancolía. Apura el resto del pitillo y lo lanza al suelo, sin pisar lo que pueda continuar prendido.

- Hermanita, ¿por qué no nos adelantamos hacia la mansión? Tendremos tiempo de sobra para preocuparnos por los ropajes. - Se ajusta uno de los guantes y tiende la mano a Sir Gustave. - Sir, gracias por el fuego. Estoy seguro de que podremos volver a reunirnos los tres. - Le dedica una sonrisa prometedora y ofrece el brazo a Penny. - Vamos, penique. 

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12/02/2015, 15:58
Yvette Mercier

Desde detrás del señor Dyle me limito a esperar que termine de dar la bienvenida y con las presentaciones.

-Mesdammes, messieurs. A su servicio- Me limito a decir cuando el señor Dyle me presenta.   

 Finalizadas las formalidades, cumpliendo con las instrucciones dadas por los señores Owen, vuelvo al bar dispuesta a servir el aperitivo.

Al cabo de un momento vuelvo a salir cargada con una bandeja de martinis, con sus correspondientes aceitunas pinchadas en un palillo. Despacio voy deslizándome entre la multitud con la bandeja en la mano, ofreciendo las bebidas a los presentes pero procurando no molestar a quienes están conversando. La discreción y saber cuándo estás estorbando es una cualidad en una criada.

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12/02/2015, 18:54
Sir Gustave Cavanough

Estrecho con firmeza la mano del joven y veo acercarse a la enérgica mujer que había supuesto era su esposa.

Cuando tiende su mano se la beso como marca la costumbre y recibo encantado su sonrisa.

No, por favor, no debe usted disculparse. No ha cometido falta alguna. Es más, su naturalidad despreocupada es un soplo de aire fresco y joven en la, a veces, aletargada rigidez con la que pretenden encorsetarnos... Todo lo contrario, ¡en lugar de pedir disculpas le debería yo estar dando las gracias!

Respondo intentando evitar que la pareja de hermanos se pueda llegar a preocupar por algo tan inofensivo.

Si sirve de ayuda, yo también me despreocupé de mi maleta, pero me pareció ver a un muchacho que se encargaba de trasladarlas hasta entregárselas al servicio. Espero que al llegar a mis aposentos esté allí, de lo contrario me temo que tendré que privarme de su compañía antes de lo previsto para aprovisionarme en el pueblo y plantear una reareclamación al servicio de canoas. Sería todo un inconveniente... Aunque por suerte creo que no viajaba con nada de valor excepto ropa

La conversación no da para más, ya que el hombre se despide. Eran una grata compañía, pero me resigno con facilidad. Habrá nuevas ocasiones y aun queda mucha gente de interesante apariencia.

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12/02/2015, 22:52
'Director

La mansión parecía nacer de la terraza como de un inicio humilde, pues la salida que daba a ella tenía visos de no ser la entrada principal del edificio, sino una secundaria, aunque provista de un encanto especial.

Algunos de los visitantes más osados, aprovechando la puerta abierta, no dudaron a echar un ojo dentro de la casa, a pesar que el refrigerio había sido servido eficientemente en la terraza.

Así, aquella casa de fachada blanca e inmaculada, enmarcada por sendas columnas blancas, ofrecía un acceso lateral por aquella puerta de madera blanca y cristales transparentes. Tras ella se abría una tranquila primera estancia.

Tras ella, la casa crecía en dimensión, como una catedral tras atravesar el primer pórtico. El pasillo se ensanchaba en un corredor amplio y flanqueado por gruesas columnas de mármol. La fastuosidad y el lujo inundaban al visitante que contemplaba por primera vez el imponente pasillo. Al fondo se distinguía una estancia en la que podía verse un piano de cola. En el centro del pasillo, dos banderas, una inglesa y la otra norteamericana.

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12/02/2015, 23:08
Prudence Bennett

Al fin apareció el servicio de aquella isla, pero seguía sin aparecer la anfitriona algo realmente extraño, para ese tipo de eventos a lo que estaba acostumbrada la señora, aunque igualmente raro le pareció que solo fueran cuatro personas para veinte invitados, sin duda Miss Oliver, confiaba mucho en la eficiencia de su servicio.

-Chico, por favor.-Se atrevió a acercarse ha aquel muchacho que se había presentado como Owen. Un muchacho a los ojos de ella, pero un adulto con cara de cuero sin duda.-Seria tan amable de llevar mis maletas a dentro y si llamara...-En ese momento lo recordó, ese chico u hombre, sabia tan poco de la isla como ella misma o el resto de los recién llegados.-Solo mis maletas, gracias.-Corrigió educada, queriendo respetarlo por feo trabajo que tuviera, ella aun recordaba de donde procedía.

***

Poco después y tras el tour de rigor se hizo a un lado buscando a quien preguntar y su mirada reparo en la doncella y su acentuado escote, algo que la hizo buscar a la otra muchacha que habían presentado como Eleanor Morstan
-Chiquilla por favor.-De igual manera quiso llamar su atención.-¿Donde esta la señora de la casa? ¿Porque no ha salido a recibirnos?-Pregunto mas preocupada que molesta.