Partida Rol por web

El señor Predatore se encogió de hombros, dedicó una mirada larga con los ojos entrecerrados al presunto señor Barrow y habría dado una larga calada a su cigarro de haberlo tenido. Si indiferente o ahogando sus comentarios, eso sería difícil decir.

La dulce y embelesadora voz de su amada acompañada de aquél tacto de su brazo que aún muerto era capaz de hacerlo estremecer lo sacaron de sus pensamientos que versaban sobre el tema de lo que era o no para él moral. Al fin y al cabo ostensiblemente los estaban juzgando a ellos y no al revés.

Cuando la joven insistió, Fausto dedicó tan solo un último comentario a los presentes: -¿Quién puede decirle que no a una dama ante tal oferta de compañía?- Y sirvió con el despido un escueto: -Signoris…- Que de haber llevado sombrero habría llevado la mano al ala para hacer más patente la despedida.

Las palabras del grotesco alemán intentaron ofender al italiano en su avance hacia la distención. Quizás en vida aquella osadía le habría costado algo de plomo entre sus ideas en el momento menos esperado, o en su defecto una corbata muy ajustadita de cáñamo. Pero Benoni estaba muerto y las palabras no eran cuchillos que pudiesen amenazarlo y menos unas de tan vacías.

Tan solo le dedicó una mirada entre asqueada e indolente. Pues no había tenido hijas, quizás alguna bastarda que no llegó a conocer.

Durante un rato, los amantes pasearon por el lugar, hablando pausadamente, compartiendo sonrisas, risas y recuerdos jamás experimentados conjuntamente, con todo la eternidad por delante, conociéndose, deleitándose con su presencia, y el tacto aún poco osado pero emocionante que entre ellos había. Dos almas que con solo un roce se sacudían como temblorosas y quebradizas hojas a una ventisca de invierno.

Las horas pasaron sin tener percepción de las mismas o de los límites de aquél mágico Edén.

Cuando sintió la llamada, aquella vibración en el agua y que crecía hasta el aire, vio que la mujer se entregaba a la misma quizás con la creencia que Fausto la siguiese, no así, él puso las manos a los bolsillos y contempló su partida sin seguirla. Con una sonrisa indescriptible en los labios a la vez que le destinaba sus mejores deseos. No es que no quisiera ir tras Ágape, mas se negó a entregarse a ese impulso y sumergirse en el lago esperanzado de volver una vez más a contarse entre los vivos.

Era la primera vez que en un acto parcialmente altruista no se entregaba a su naturaleza de superviviente y depredador. ¿Entonces que le movió a negar su instinto?

Había cruzado muchos infiernos, y no en vano. En el fondo de su alma había la certeza o el pensamiento que no merecía esa segunda oportunidad, no sin ganarla.

Cierto es que seguía comportándose como había hecho cuando respiraba, como si no hubiese aprendido la lección, y si bien le costaba reprimir sus sarcasmos y a tirar de esos hilos que habían regido sus acciones, bien era consciente de sus pecados. Le habían ofertado de algo que no poseyó jamás entre mortales. Consciencia. Un  regalo o un castigo. Fuese lo que fuese aun era algo nuevo, en desuso y no que comprendía como encajaba en su alma, así que fue el primero en sorprenderse.

Ensanchó su sonrisa al no verla moverse, sabiendo con alguna clase de convicción que lo había conseguido, y anheló casi tanto como aquellos contados besos que de ella había recibido, que tuviese una vida larga y feliz en aquella segunda oportunidad.

Para sí mismo se forzó a autoconvencerse que había hecho lo correcto. Deseó haber ido con ella, aun a coste de padecer un pellejo menos afortunado como el que poseía pero justificó que no era por lo que lo retenían ahí, aunque no comprendiese nada las razones. ¿Otro castigo? Casi seguro.

Pero… ¿Y si estaban en esa clase de purgatorio por otra razón? ¿Para ayudar de una forma u otra a enmendar las acciones de los que lamentaban sus acciones y salvarlos de sus verdugos?

Benoni Fausto Predatore, quién había sido en secreto capo di capi, un hombre de gran dominio sobre su personalidad y emociones, contempló con una indescriptible expresión como su amada corría a abandonar su existencia para hundirse en aquél agua. Cuando pasados unos minutos o unos eones (difícil era tener cualquier noción de tiempo) vio que aquella Diosa, aquella Ninfa que había devuelto su esencia al lugar de origen no se movía, anduvo hasta la orilla, donde la contempló y la miró. Deleitándose con su serena hermosura, sin atreverse a tocarla, sin permitírselo a nadie. Y se quedó allí. Hipnotizado. Hablando de vez en cuando sin apartar su mirada. –Sé que volveremos a encontrarnos. En otra vida quizás, en otro mundo, en otra dimensión. Energías somos y energía volveremos a ser, nos encontraremos… y bailaremos, amata mia. Para toda la eternidad.

Se abrió la “puerta” y entró por ella el despachado Doctor.

-Jajajaja. Lo están haciendo todo lo mal que se puede hacer ahí arriba veo.- Se mofó el italiano sin apartar la vista de tanta belleza. Incansable. –Mio amico… ¿Tan tontos son ahí arriba para creerlo culpable? Bueno es verlo de nuevo, mi queridísimo amico Champlain.- Si alguien sabía de seguro de su inocencia era justo al que acababan de “ajusticiar”. Poco a poquito iban tras la estela de su sepultura los invitados de aquella mansión.

-¿Nuestro amigo el intangible no está haciendo bien su trabajo, no? O les engaña, o les oculta información o, sencillamente él cumplió pero no quisieron creer mis advertencias. No sabría decir. ¿Ein? Qué sencillo lo vi vivo. Intenté con mi presencia que algo así ocurriese cuando escuché conspirar a esos tres, sabía que nos importunarían en aquella Biblioteca y acudí a la cita para no dejarlo solo, mi buen doctor. Al menos se me debe eso. Le aseguro que el resto de los que se presentaron ahí no lo hicieron vestidos de tan nobles intenciones. Aaaahhh… ¡Qué ciegos están los que aun respiran!

La llegada a este nuevo mundo deja al doctor momentaneamente pasmado, hombre poco religioso no esperaba realmente nada tras la muerte. Sin embargo el saludo de su amigo Fausto le saca de su momentanea sorpresa.

-A mon ami, es tal como dices. Ese insufrible Gales y el cura parlotean estupideces y la mayoría le siguen como corderos. Pero como poco me alegro de verte de nuevo-

-nuestro amigo intangible, el señor Barrow esta realizando una labor pobre como mucho. Aparte de decir ayer que tenía la capacidad de hablar con los difuntos no ha aportado nada mas, ni siquiera al ser preguntado esta mañana si Von Baach se encontraba auí o no-

Mesandose la perilla escucha con atención las noticias de Fausto, es una teoría muy plausible

-así pues. A la biblioteca acudieron la primera noche Penny Barrow, Eleanor Morstan, Jaqueline Dupont, Sean Abuthnot y los ahora difuntos, Martin Crowden tu y yo. 4 asesinos y tres víctimas. Que hoy se han repartido convenientemente entre votarme a mi y a la señorita Mercier que también les ha señalado. Si, creo que tienes razón-

Tras sopesar esto se gira con una vitalidad que hacia años no mostraba y señala acusador a la sombra insustancial

-y es también el motivo para que esta sombra no transmita nuestras palabras. Porque incrimina a su "hemana" Penny Barrow. Espabile señor, o usted también será su víctima-

Se alegró en el alma, a pesar de lo que su presencia significaba, de encontrar su buen amigo ahí. Un rostro querido hacía más llevadero la reciente perpetuada soledad. La muerte no lo había cambiado ni un ápice y eso era bueno. Lo habría recibido con un fuerte abrazo pero se quedó sentado en la orilla tan solo girándose brevemente para dedicarle una mirada y una sonrisa.

-Obviamente, aquí hemos llegado desde buen inicio a la misma conclusión.- El hemos se refería a sí mismo y a la hermosa joven que flotaba como una ilusión digna de un sueño sobre las aguas. -No nos crea tan ingenuos de pensar lo contrario. Siempre hemos sabido que el signori no movería ni un dedo para impedir que sua... "hermana" los mate a todos a su antojo.- Se volvió a encoger entre sus anchos hombros.- Hace usted un intento en vano, doctor. Yo ya lo probé y ella también.- señaló a Ágape que yacía en una crisálida de aire. -Conté con detalle como oí a la perfección como el señor ese Astunoth y la sirvienta esa de ojos saltones se citaban a la Biblioteca, cuando creían que nadie los escuchaba. También vi como luego dedicaron una mirada atenta y significativa esa gabacha, la tal Dupon. Más claro ni el agua. Como bien sabe, cuando llegué por la noche y vi que no solo me lo había figurado, estaba ahí esperando la discutible señorita Barrow alegando haberse citado con un "caballero" (en el sentido más amplio de la palabra) que, para poca sorpresa mía, ni se presentó. ¿Extraño? Bien sabemos ambos que no pues ningún "caballero" habría faltado en una cita con una dama y la habría tenido esperando, y ninguna dama, de verdad, habría mencionado quedar con un caballero tan abiertamente ante unos desconocidos. ¿No es usted de la misma opinión?

Luego, por la noche, no solo me atacaron una sino ¡dos veces! Aaaaaaaahhh, porca miseria. La piel de un italiano es dura pero no immortal.

Sonrió con tristeza al recordar esa noche. La mujer se la veía tan bella y pura...

-Al alemán lo encontrará ahí.- Indicó señalando uno de las almas que flotaban místicamente en el agua.

Segiudamente cayó en la cuenta y comentó sorprendido: -¿Y decís que el cura está enfrascado en una discusión? A ver si no estaremos equivocados y habría cinco asesinos dispuestos a extinguirnos y no cuatro.

Wesley los mira contrariado. - ¿Acaso debo creer su palabra como si fuese oro? - Pregunta furibundo al Doctor y a Fausto. - ¿Se creen que soy estúpido y no estoy investigando? ¿Que no han plantado la semilla de la desconfianza en mi hacia mi hermana? Todos aquí tenemos en nuestro historial algo. Unos una persona, otros más de un centenar. ¿Debo confiar en su palabra solo porque estén muertos? - Se dirige ahora hacia el señor Champlain.

- Mi hermana me ha hablado maravillas de usted, no esperaba que fuese a acusarla de ese modo. Estoy de acuerdo con usted en una cosa: el galés huele mal. - Se encoge de hombros. - Hago todo como buenamente puedo, y creo que ninguno hemos sido infalibles, señor. - Suspira, queriendo pasar a otro tema. - Estoy reunido con Leonard Clement, y este pregunta por Eleanor Morstain... ¿Saben algo sólido de estos?

El doctor niega con la cabeza por la última pregunta de Fausto

-no creo que ni el cura ni el Gales sean los culpables, pero son estúpidos, engreidos y van a causar mas mal que otra cosa. Si estoy ahora aquí es por las traicioneras acusaciones del gales en un momento en que no podía defenderme. Y encima a tenido el valor de acusarme de todo lo que se le ha acusado a el punto por punto tras tanto quejarse de ello.- la expresión del doctor es de puro disgusto, aunque al poco se suaviza de nuevo -puede decirle que mi motivo para votarle estos dos días no era una sospecha ya que no tenía ninguna sospecha clara. Sino la esperanza de cesar de escuchar su parloteo incesante-

Sin embargo cuando finalmente Barrow responde algo de duda aparece en su rostro

-Siento si he resultado demasiado ofensivo señor. Las observaciones de Fausto señalan que Morstan, Arbuthnot y la Dupont se reunieron a propósito ex profeso, por lo que yo vi Dyle intento quedar también con Morstan pero esta le esquivo para acudir a esta otra reunión. Aunque podrían haber otros previamente conocidos como Fausto y yo, es dificil en estas circunstancias que se conozcan previamente tres o mas personas. Creo que la asociación de esos tres es lo suficientemente sospechosa para considerarlos los sospechosos mas probables. Y si usted hubiera hablado de las deducciones de Fausto tal vez yo ahora seguiría vivo-

Mientras habla el doctor camina de un lado a otro inquieto y parece considerar sentarse en unas rocas, pero ya no siente cansancio y permanece en pie

-Reconozco que la sospecha sobre su hermana es circunstancial. Bien podría ser la siguiente víctima ya que pudo ser otra testigo inocente de esa reunión. De todos modos quien me preocupa es la señorita Mercier, Yvette. Es una maleducada, pero creo que es mas importante de lo que parece. Bien podría morir esta noche y los asesinos usar eso para acusar al Gales. No me apetece nada volver a verlo-

Después de escuchar las teorias de unos y otros y ver en la situación en la que se encuentra Alfred comienza a hablar:

-Sinceramente señores ahora mismo me importa poco lo que este pasando allí arriba yo solo sé que estoy aqui y el que mueran los responsables de lo que esta sucediendo o continuen vivos no va a cambiar esta situación, asi que sinceramente lo único que me apetece ahora es relajarme en tan apacible lugar, aunque sí supongo que las apuestas por quien será el siguiente en atravesar el lugar puede amenizar nuestra estancia por estos lares.

Asiente ante el Doctor. - Entiendo que quieran reflejar sus sospechas, circunstanciales o no... Pero esa es una difícil de aceptar, aunque imposible de compartir. Yvette, sin embargo, es una preocupación grande. Se especula ahora, en una reunión, que pueda ser el anfitrión, realmente. - Se encoge de hombros. - No lo creo, sinceramente. Esos dos son inaguantables, pero a la gente le resultará muy sencillo culpar a los dos más bocazas.

Se lleva la mano a la barbilla. - Arbunoth y Morstan... Tendré que echarles un ojo, pues me habían pasado desapercibidos, como la señora Dupont. Si bien eso no les libra de la sospecha, sí que puede hacer que esta se los salte. - Mira a Dyle y enarca una ceja. - Buen hombre, piense que hay otras vidas en juego, y toda deducción es poca. Todos hemos matado, pero eso no nos condena a mil infiernos. Este ajusticiamiento es cuanto menos innecesario. Por favor, no desconecte de nosotros.

Las preguntas del supuestamente falso señor Barlow sacaron una sonrisa en Fausto que sin poder reprimirse se tornó en carcajada.  -¿Cómo si fuese oro?- Repitió. –Créelo usted como le apetezca. No podría importarme menos. Pero haría bien en tomarlas como tal si quiere vivir. Su estupidez se demostrará o no según le vayan las cosas, no según yo lo crea, o lo que deje de pensar. Yo le doy hechos. Usted haga lo que crea conveniente con ellos.

Y podría dejarse eso de “hermana”, es obvio que no lo creemos y además… no sé a quién espera que se lo podamos contar. Según parece usted no comprende eso de que estamos muertos. No es algo transitorio. Jajajaja. Es un traspaso permanente, pero usted lo mira como si pudiésemos pasearnos por allí y aquí a nuestro capriccio. Estamos muertos. “Fiambres” si usted lo prefiere, y sí precisamente por eso debería confiar en lo que le digo, pues no saco niente, nada de ello.

Se estiró y se acomodó pero sin moverse del sitio, aunque era más un tic que una necesidad real. -Cierto, como dice se me hace responsable de más de mil personas. ¿Qué voy a decirle?- Se encogió de hombros. -No los he contado, hay incluso quién asegura que seguramente ascienda los dos mil o más, pero solo le diré una cosa, de hecho se la repetiré: solo fueron negocios. Siempre. Asaaaaaasí que se, repítelo conmigo. No sé qué provecho cree que puedo sacar de esto. ¿Acaso me sirven de algo aquí las monedas?¿Las almas? No me sea ridicolo.

Sus ojos brillaban divertidos y emocionados aunque no los apartaba de aquél cuerpo inerte que parecía suspendido en un halo irreal y divino.

-¿Qué sabemos de Eleanor Morstan?- Hizo ademán de quedarse pensativo aunque no hubiese dejado de hablar de ella constantemente, quizás no por el nombre y es que Benoni era bueno por los nombres pero no cuando no se molestaba ni en lo más mínimo en recordarlos y menos el de personas del servicio. -¿Dónde oí ese nombre?… ¿Es esa criada de ojos saltones y pelo panocha? Usted no escucha mucho ¿verdad?- Dijo con hastío negándose a contar por enésima vez lo que sabía a ciencia cierta. -Le preveo próximamente una carrera muy provechosa en la universidad de los muertos pero de una forma menos pasajera que ahora. Pero sepa que será benvenuto, pues lo aprecio mucho, señor Barrow. La eternidad sería muy aburrida sin su presencia.

Luego escuchó el Doctor y pareció ponerse más serio, o al menos dejó de reírse abiertamente.

-Ciertamente, eso vi yo, amigo mío. Por el día y luego lo corroboré por la noche. Y… aquí me tiene. Silenciado. Pero tampoco olvidemos un pequeño detalle, como dije me atacó más de una persona. Crowden, quién ahí lo tiene también tomándose un baño, dijo algo que no entendí: había en el piano citándose o “tramando algo” comodamen… ¿Cómo era? No lo entendí bien, porqué esa vez me confundí. Dijo usted algo de una reunión de usted con el señor Cavanough, ¿no es así nuestro amado ser incorpóreo?-Preguntó con indiferencia sin importarle mucho la respuesta. –Al fin y al cabo, si esos tres…- señaló refiriéndose a Arbunoth y Morstan y la señora Dupont -le pasaron “desapercibidos” no será porque no se lo haya yo dicho una y otra vez…

En cuanto al señor Dyle, creo que nos deja bien claro con su negada predisposición habla por sí misma. Así que es absurdo la insistencia.

La broma del señor Predatore no le hace ninguna gracia. Lo mira sombrío y niega con la cabeza. - Desde luego usted me sacará algún curso cuando llegue a ella. - Responde con rabia. Levanta una ceja y cruza los brazos. - Uno cuando está en dos lugares a la vez y ve como evolucionan las acusaciones en ambos lados tiende a tener una perspectiva más global. Si digo que pasan desapercibidos, a lo mejor es por su escasa participación en las reuniones diurnas, si bien desconozco su actividad nocturna. Posiblemente salgan a fornicar con la primera putana rubia o el primer porco que encuentran. - Responde con una sonrisa sañosa al capo.

Deja un espacio de segundos, en los que pasa sus manos por el pelo y la cara incorpórea antes de formular una siguiente cuestión. - Se está formulando una sospecha bastante extendida en la mansión, y es que Yvette sea la anfitriona y esté disfrazada. A mi no me convence, pero bueno... Y la siguiente es una teoría sobre los negritos. ¿Alguno de ustedes ha estado en África? ¿Podrían facilitarme sus nacionalidad? 

La mirada despectiva y la negación pasan desapercibida para el señor Predatore quién está de espaldas a los tertulianos, pero no el tono de ironía que el supuesto señor Barrow aplica a su respuesta. -Desde luego, le iría bien.- Afirma condescendiente con tranquilidad no fingida.
-Busca una “visión global” pero lo tiene en las narices. Si callan en las reuniones diurnas, será porque algo esconden y les conviene pasar desapercibidos. Pero si le pasan a usted como tal, desaperecibidos, es solo porque no escucha. Y ya le dicho muchas veces que hacen por las noches. Cada muerte más en esa mansión pesa sobre usted, mi señor. No sobre mí.- Hizo un aspaviento como lavándose las manos. -Yo he hecho y dicho cuanto sabía desde el primer momento en que le he hablado, o mejor dicho en el mismo instante en que respondí su pregunta. Si esos, además se dedican por la noche a fornicar, no podría importarme menos. Bene por ellos. Peor por usted, que no ve y solo discute. E indiferente para mí, que seguiré muerto. – Torció la boca en una sonrisa indolente.

Se rió ante aquellos nuevos planteamientos.

-Anfitrión… estatuillas… se distrae, o nos quiere distraer con menudencias que no vienen a cuento.- Fausto era sin ninguna clase de secreto italiano americano. Y muerto como estaba no podía llegar a entender, menos con informaciones restringidas y veladas como unas figuritas de mal gusto pudiesen tener relevancia alguna. –No, nunca he estado en el continente africano, y como verá… dudo mucho que jamás vaya a estar.- Terminó con ironía.

Sus ojos volvieron a perderse extasiados en la visión de su amada flotando sobre las aguas de la laguna. Bella y con su cabello moviéndose a capricho del azar posiblemente para toda la eternidad. Llenó unos pulmones inexistentes de algo que no podía ser aire, y ensanchó mucho su sonrisa y su interés se diluyó como hastiado de la conversación.

En esta isla no todo es terror y crujir de dientes, también tiene lugares hermosos y apacibles para retirarse a descansar. Y dónde mejor dirigir las almas que a un lugar de ensueño como éste.

La laguna de las sirenas. Donde las almas de los muertos van a morar el descanso eterno y donde se pescan buenas carpas, con el anzuelo adecuado.

Llega aquí tu alma condenada. Te encuentras con las otras almas que ya moran allí, las pertenecientes a Benoni Fausto Predatore, Ágape Stolness, Martin Crowden, Alfred Dyle, Frederick Von Baach y el doctor Dumont Champlain. Además, hay otro espectro sin rostro reconocible, que mora entre ellos.

También hay una presencia adicional entre la bruma que los muertos no distinguen del todo bien. Se diría que es un hombre, pero su consistencia es distinta, como si no estuviera en este mundo. Como si permaneciera en un plano a medio camino de los dos mundos. ¿Quién será?

Las almas personificadas de Ágape Stolnes, Martin Crowden y Frederick Von Baach se encuentran entre las aguas, inertes, como caídas de espaldas en la laguna sin hundirse a más de un palmo de profundidad. El resto de almas parece gozar de actividad etérea.

Amanece en el mundo real. A penas un reflejo en este mundo etéreo.

La perturbación de las aguas que precede la llegada de un alma vuelve a producirse. 

Llega a la Laguna una nueva alma: Eleanor Morstan, con la ya usual expresión de sorpresa y desubicación que presentan todos al llegar aquí.

Hola bella señorita, bienvenida. Veo que usted ha tenido la suerte de conservar todo su ser a pesar de su llegada. Otros no hemos sido tan afortunados. Yo por desgracia solo recuerdo que estoy aquí pagando un crimen que cometí siendo hombre de Dios.

Eleanor se despierta, desorientada, sorprendida y asustada:

-¿Pe..pero qué ha pasado? ¿Dónde estoy? ¿Me han matado? -la realidad se fue abriendo paso en su mente-.. ¿son ustededes las ánimas de los asesinados? ¿Por qué no le reconozco a usted? -no pudo por menos que encomendar su alma a Dios, y hacer un gesto supersticioso. En el fondo, le daba pavor la nueva situación.

Saluda con tacto y un gesto de cabeza a la doncella Morstan. - Lo lamento, pero así es... En este momento la estoy viendo en la mansión. - Detiene sus palabras cosa de segundos, masticando algo difícil de decir. - Ha sido estrangulada mientras dormía. Yvette fue amordazada mientras tanto, y apaleada... - Se acerca a ella con cuidado, como un hombre que teme asustar a un cervatillo. - Sé que no es fácil de responder a esto, pero... ¿Recuerda algo?