Partida Rol por web

Tras el día agotador, lleno de emociones y misterios, cuando llegas a la habitación y cierras la puerta a tus espaldas, una imagen ronda tu mente, la de la señora Jacqueline Dupont y la sirvienta Eleanor Morstan cuchicheando tras hacerse las encontradizas, contra toda norma de etiqueta y moral.

Tras pasado un tiempo prudencial, en que todos los huéspedes parecían haber vuelto a sus respectivas habitaciones, una llamada suave hace a Wesley acudir a la puerta de su habitación. Al abrir por una rendija observa a su visitante.

Penny pasa al interior de la habitación y Wesley vuelve a cerrar la puerta, echando un vistazo fugaz para asegurarse que nadie la ha visto venir.

Claramente nervioso hace pasar a Penny a su cuarto. La observa de arriba a abajo un instante, asegurándose de que se la ve bien y tratando de analizar su estado. Ellos tenían una regla muy clara: no hablar del pasado. No iba a ser él quien le dijese que dejaran la pantomima de los hermanos, ni tampoco emitir un juicio sobre la supuesta muerte de su madre que el grosero anfitrión misterioso anunció. Pensando sus palabras más de lo que nunca lo había hecho durante su relación niega con la cabeza, dudoso y cansado a la par que algo afectado por los whiskeys que tomó antes de volver a las habitaciones. 

- No te ha seguido nadie, ¿no? - Pregunta cerrando la puerta. La mira con gravedad y toma aire antes de pronunciarse. - Mira, por mi parte, no he oído nada. Tú para mi eres Penny, y no tenemos pasado, ¿de acuerdo? - Propone con tono conciliador pero sin acercarse, pues la norma del pasado parecía muy seria para ella, y ahora solo quiere comprobar como están las cosas entre ellos. - Tenemos que irnos de este lugar. Lo odio. - Señala a la puerta. - Tampoco esta gente. - Dice en bajo.

Penny había perdido gran parte de su jovialidad cuando entró por la puerta de la habitación de Wesley. Sus ojos no tenían el brillo habitual y sus mejillas sonrojadas revelaban que todavía le afectaba el whiskey que se había tomado de dos tragos antes de salir del salón. 

Negó con la cabeza a la pregunta de Wesley. - Creo que no. Eso espero. - Respondió antes de quedárselo mirando en silencio durante largos segundos. 

Escucharlo decir que nada había cambiado entre ellos hizo que los ojos empezasen a picarle y tomó aire despacio, mirando hacia arriba y parpadeando rápidamente. - Oh, Wesley. - Susurró antes de acercarse a él y abrazarlo directamente, escondiendo el rostro en su pecho. 

Se tomó varios segundos, respirando su aroma, familiar y agradable, rodeándola. Cuando se separó para mirarlo a los ojos, parecía más repuesta. - El pasado no importa. Sólo el presente. - Dijo, tal y como había dicho muchas veces antes. - Ya no soy esa persona y ese no es mi nombre. Somos Penny y Wesley y nada más que eso. No necesitamos más. No sé qué haría sin ti, Wesley.

Suspiró y apretó los puños antes de seguir hablando. - Este lugar es horrible y toda esa gente... ¡Hay un violador de niñas entre nosotros! Y algunos han matado a cientos de personas. ¿Por qué nos han juntado con ellos? ¿Para qué? ¿Tendrá algo que ver con Gregory? ¡Esto es de locos! Tenemos que marcharnos de aquí en cuanto podamos. Mañana, cuando llegue el bote.

Ver que su amante pensaba como él y estaba segura de sus sentimientos, consciente de lo importante y lo no importante, hizo que sonriese con tristeza. Nadie podría sonreir con felicidad en una situación así. Asiente a cada una de sus últimas palabras.

- Si ese se te acerca, si tan solo te mira... - Dice tomando aire, pensando en actos brutales. - Mañana vamos a salir y a robar un bote. Talaré un árbol y haré uno si es necesario. - Continúa , seguro de sus palabras. Mira a Penny midiendo sus futuras palabras. - Todos cargamos con alguna muerte a nuestras espaldas... Es demasiado retorcido para ser cosa de la Scotland Yard incluso, y somos de lugares demasiado lejanos. No tengo santa idea, Penny... Pero saldremos de esta. - Asegura a su amante criminal y la abraza con fuerza, llevando su rostro a su pecho y estrechándola.

Mientras la sostiene entre sus brazos le habla en susurros. - ¿Crees que conspirarán unos contra otros? Antes el patán ese al que le íbamos a hacer nuestra jugada me hizo señas para que fuese a su cuarto, y vi a esa Jacqueline Dupont cuchichear con la sirviente, la tal Eleanor. 

Penny sonrió ante la determinación de Wesley y rodeó su cintura con los brazos cuando la abrazó de nuevo, depositando su mejilla en el hombro del joven. 

- Estoy segura de que lo harán. - Musitó, rozando con los labios la curva del cuello de Wesley. - Sea quien sea el que haya montado todo esto está claro que quiere amenazarnos. No sé si para chantajearnos o para qué, pero eso del gramófono ha sido una muestra de poder. Estoy segura de que muchos de ellos querrán defenderse de esa amenaza y buscarán aliados para ello. 

Suspiró y guardó silencio unos instantes. Después empezó a deslizar la mano por la espalda del hombre en una caricia lenta y suave. Cerró los ojos y se permitió disfrutar solamente de la presencia de él a su lado, sosteniéndola, siendo su apoyo. Sus labios se movieron y recorrieron su cuello hasta llegar al punto donde su oreja se unía a él. Allí, depositó un beso cálido antes de hablar en un susurro.

- Creo que deberías ir después a la habitación de ese tipo, Wes. A ver qué quiere contarte. Quizá quiera buscar nuestro apoyo. No te preocupes por mí, iré a mi habitación y me encerraré en ella. 

Aunque por estar rodeándolo no lo pueda ver, Wesley asiente, cuidándose de perturbar sus labios. Desde luego parecía que su pantomima de hermanos sedujo a ese Sir Gustave, y prueba de ello es que quiera reunirse con Wes y no con Penny, como haría un pistolero. - Tienes razón. Ese tipo de amistades pueden sernos de utilidad... - Vuelve a asentir y la separa con delicadez de él sin perderla de vista. - Y tú lo que has dicho, encerrada. Ninguno de esos es suficientemente hombre para mi, pero si te cogiesen desprevenida... Grita y te encontraré. 

Ser su caballero protector es algo que a Wesley le encanta, mas el que estén en un verdadero peligro, no. Piensa unos instantes en sus siguientes palabras. - Han revelado nuestros anteriores nombres, por lo que si han caído en la cuenta, sabrán que no somos hermanos. Si nos preguntan, podemos alegar que somos hermanastros y que cuando murieron yo me hice cargo de ti. No cambia casi nada nuestra historia, y con tu piquito de oro seguro que se lo tragan. ¿Vale, penique? - Pregunta a su amante acariciando sus sonrosadas mejillas con el dorso de su mano. Los ojos de Wesley recorren el rostro de Penny, a la que encuentra excepcionalmente guapa, aunque a lo mejor es la presión de la situación. Está en nuestra sangre de forajidos... 

Escuchar a Wesley hacer planes mientras sus ojos recorrían su rostro provocó que una sonrisa de medio lado brotase en los labios de Penny instantáneamente. 

- Hermanastros. Me parece bien. Y si preguntan, fue a tu madre a quien maté. Por maltratarte en el cobertizo. Y por eso tuvimos que huir y cambiar nuestros nombres. - Propuso, mientras su sonrisa se volvía un poco pícara al escuchar su apodo. 

- Vamos a salir de esto, Wes. Como hacemos siempre. - Declaró con optimismo y clavando su mirada azul y límpida en la del hombre. Inclinó levemente la mejilla para alargar la caricia de los dedos de Wesley sobre ella y después asintió, sin llegar a separar sus ojos de los suyos. 

- Pero no tienes que ir en este mismo instante al cuarto de ese hombre... Podrías tardar un rato. - Comentó con voz suave mientras se ponía de puntillas para acercar sus labios a los del hombre hasta dejarlos a un par de milímetros de los suyos. - ¿Verdad? - Preguntó en un susurro, tentadora y juguetona. 

Los ojos de Wesley muestran sorpresa por las sonrisas pícaras de Penny. Lo de esta chica es increíble, incluso en esta situación... Todo sea dicho, en toda su vida nunca había conocido a persona tan fogosa como ella. Mantener un rostro serio, pese a todo, es imposible en estos momentos. Acerca finalmente sus labios a los suyos, primero acariciándolos con ellos hacia un lado, y luego deslizándose sobre ellos hacia el otro lado con menos delicadeza, más apasionadamente. La rodea con sus brazos y aprieta contra ella, guiándose de su espalda para alcanzar su trasero, siempre oculto tras esos vestidos amplios y caros, pero él conocía la perfecta forma tras estos y no dudó en agarrar con firmeza, elevándola hasta casi su altura.

Aparta con dificultad sus labios de los suyos y la clava sus ojos en los suyos, expresando con claridad su deseo. - Ese flojo puede esperar. Sí. - La lleva en volandas hasta su cama y la hace descender con delicadeza. Luego desciende hasta ella y la mira divertido con una sonrisa cargadas de intenciones, pero es malo y se queda quieto, mirándola.

Penny contuvo el aliento cuando los labios de Wesley se posaron finalmente sobre los suyos y la mano que acariciaba su espalda se afianzó, apretándolo contra sí. Cuando sintió sus manos agarrándola vació sus pulmones en un suspiro corto y deslizó sus dientes alrededor del labio inferior de su amante, sujetándolo con ellos y obligando a Wesley a tirar un poco para poder separarse de ella. 

Sus ojos azules eran de lo más elocuentes cuando la alzó para llevarla hacia la cama. Entrecerrados y con un brillo entre divertido y pícaro hacían juego con la media sonrisa llena de promesas que bailaba en sus labios. 

En cuanto su espalda tocó el colchón y vio cómo Wesley se quedaba mirándola, soltó una risita suave y enarcó una ceja con un gesto desafiante. 

- ¿Sabes, Wesley? Este vestido está lleno de botones. Toooda la espalda. - Dijo, con voz grave y sugerente. - No sé si seré capaz de desabrochármelo yo sola. - Añadió con un falso suspiro desolado, dejando que sus dedos se deslizasen por su cuello con suavidad hasta llegar a la clavícula. Allí empezó a jugar enredando sus dedos con la cadenita de la lágrima de lapislázuli que llevaba colgada.

- ¿Crees que podrías ayudarme... hermanito? -Terminó, bromeando y frunciendo los labios.

La falsa inocencia de Penny derrumba poco a poco el muro que es la forzada paciencia de Wesley. El juego de los hermanitos, el morbo del peligro, esa mansión... Al final todo resulta ser como una especie de juego para él, y sus preocupaciones pasan a un segundo o tercer plano, siendo lo realmente importante ella. 

Desabrochó sus botones con decisión y la sacó de su vestido como si fuese un regalo jodidamente bien envuelto. La hizo suya entre sus brazos, ambos algo afectados por el alcohol y las emociones de la noche, fundiéndose en una película de sudor con ese olor tan característico a sexo. La besó como nunca lo había hecho, pues nunca había sentido que estuviese en un peligro real a su lado. En ningún momento del encuentro la soltó por asegurarse de que estuviese bien arropada, y no escatimó en caricias y firmes embestidas. 

Acabar resultó algo triste: ella se tendría que ir a su cuarto y él a ver al caballero inglés, cosa que tampoco le hacía ilusión. Solo quiere quedarse con ella y cuidarla de esa mansión de locos, para llegar a mañana juntos y huir de una vez por todas.

Agotado por las tensiones del día, cuando llegas a la habitación y cierras la puerta a tus espaldas, una imagen ronda tu mente, la de Sir Gustave Cavanough y tu "hermana", Penny Barrow, haciéndose gestos mutuamente.

Penny llama a la puerta de la habitación. Habíais quedado en veros, así que Wesley la estaba esperando.

Penny llamó a la puerta de Wesley poco después de que el mayordomo cayese víctima de un infarto. Entró y dejó que fuese él quien cerrase la puerta mientras ella se lanzaba a sus brazos. 

- Oh, Wesley, no sabes lo que te he echado de menos todo el día. - Dijo en un susurro mientras se ponía de puntillas para besarlo firme y apasionadamente durante varios segundos. Después continuó murmurando contra su rostro.

- Este sitio es terrible. Siento no haberte contado lo de la señora Bennett, pero no estaba segura de si te parecería bien. 

Suspiró y se separó un poco del joven para mirarlo a los ojos, con los suyos teñidos de preocupación.

- ¿Y tú cómo estás? ¿Qué es eso que dijiste esta mañana sobre los muertos?

Wesley abre la puerta a Penny, y se le nota paranoico y desconfiado, pues mira numerosas veces afuera y se asegura de dejar la puerta bien cerrada. Mira a su amante, preocupado, y la recoge en sus brazos. - Dios santo, Penny... Esto es un infierno, y aquí seguimos... Tienes que tener más cuidado aún. No sabemos de qué serán capaces. - Le espeta preocupado, pero relaja su expresión y acaricia el dorso de su mano. - La distancia a mi me está matando también, pero tenemos que ser fuertes... - La anima, importándole más como esté ella que él mismo.

Suspira antes de responder al tema de los muertos. - Es completamente cierto. - Empieza diciendo, mirándola a los ojos de manera perforante, como si viese más allá. - Ahora mismo están hablando, les escucho, puedo hablarles a la vez que a ti... A ti no te mentiría, y no gastaría una broma tan macabra. Lo sabes. - Dice y la lleva de la mano a su cama, haciendo que se siente a su lado. - Escucha, uno de los difuntos, el señor Crowden... Bueno, ayer fui a ver a Sir Gustave, y este me dijo que Crowden lo amenazó mientras me esperaba. Ahora Crowden está muerto, y dice que es mentira que amenazase al galés. - Levanta las cejas sorprendido. - No sé qué tiene que perder un muerto para no decir la verdad, además parece que no le caigo bien, no como a la puta rubia y a la albóndiga. Esos dos son estúpidos incluso en esa situación, te juro por Dios que me sacan de quicio... - La mira a los ojos, preocupado. - Amor, ¿cómo te fue con Sir Gustave? Me pidió mi beneplácito para... Bueno, ya sabes. - Ladea la cabeza, no tan divertido como cuando no corrían un peligro semejante, pero parece recordar el juego con añoranza. 

Extiende su brazo y la rodea por los hombros, acercándola a él y ofreciéndole su pecho como apoyo. - Es muy peligroso, Penny... Si queremos timar a ese pringado tenemos que ir con cuidado. Aún no le dije nada, ni que sí, ni que no. Pensar que te puedes estar acercando a un asesino o que vas a darte a un tipo que mañana puede amanecer muerto... No me gusta, mucha mierda para un premio no seguro. ¿Me entiendes? Creo que lo mejor es que lo mareemos un tiempo, y si salimos todos de esta, no con los pies por delante, podremos estafarle bien, pero bien... - Ofrece a su amante, dejando suaves caricias sobre su mejilla, siempre suave y dulce. - ¿Qué piensas? Tenemos que estar de acuerdo en todo lo que hagamos.

Penny escrutó en los ojos de Wesley, evidentemente preocupada por él y sin amilanarse por la profundidad de la mirada del hombre. 

- Lo sé. - Musitó, dejando que la llevase hacia la cama y sentándose a su lado.

Allí escuchó cada palabra con atención, sin soltar la mano de su amante y acariciando su dorso con la punta de sus dedos. Cuando él terminó de contarle lo que le pasaba en ese lugar de su mente donde al parecer escuchaba las voces de los muertos, Penny suspiró y cerró los ojos un instante, haciendo un esfuerzo hercúleo por abrir su mente lo suficiente como para admitir que algo así fuese posible. Habían pasado muchas horas desde que Wesley había dicho aquello por primera vez y no se le ocurría ninguna droga que pudiera hacer efecto durante tanto rato. Además, había visto al joven comer lo mismo que había comido ella misma. Tenía que elegir. O Wesley había perdido la cabeza, o realmente los muertos habían elegido hablarle. Y entre esas dos opciones, eligió deliberadamente creer en la segunda, pues la primera le partiría el corazón.

- No me vi anoche con el señor Cavanough. - Respondió, abriendo los ojos de nuevo y posándolos sobre los de él. - Pero me ha citado para esta noche en el embarcadero. 

Guardó silencio un par de segundos, apoyando la mejilla en el pecho de Wesley y disfrutando de sus suaves caricias. Valoraba mentalmente la propuesta de Wesley y finalmente asintió. 

- Voy a ir. - Dijo ladeando un poco la cabeza para poder mirar a Wesley a los ojos. Estaba seria, apartado durante un rato el aire de diversión que solía brillar en su mirada. - Pero te aseguro que tendré mucho cuidado. En cuanto lo vea le dejaré caer que sabes dónde estoy y con quién. Así no se atreverá a hacerme nada malo. Tienes razón, no es momento de juegos y no podemos fiarnos de nadie, pero... Si consigo sonsacarlo, averiguar si él sabe algo de todo esto... Tal vez podamos utilizarlo. 

Estiró la mano para acariciar la mejilla de su amante. 

- ¿Te parece bien? Tenemos que estar de acuerdo. - Terminó, repitiendo involuntariamente las palabras que él había dicho un poco antes.

La confesión de Penny sobre su cita con Sir Gustave no le pilla por sorpresa. - Lo sé, hermanita. No se me escapa una. - Dice tratando de sonar divertido, con la broma de los hermanos, pero aún le invade la preocupación por... Todo. Se quedó receptivo, atento y tenso cuando Penny se muestra dispuesta a quedar con Sir Gustave. El modo en que lo dice, cauto y dispuesta a tomar toda precaución le hace saber que no es parte del juego, si no una estrategia por sobrevivir. Por estar juntos. 

- ¿Quién mejor para camelar a un encendido como ese que tú? - Pregunta a su compañera de cama continuando con sus juegos de caricias. - Eres la persona más inteligente que conozco. No se atreverá a hacerte nada malo, ni de broma. Sabe que estoy aquí, y que revolvería el cielo y el infierno si te pasase algo. - Suena sentencioso al decirlo, sintiéndose capaz de ello. Las caricias en esa cama eran un lujo para él, teniendo en cuenta que la noche es oscura y peligrosa con nos asesinos sueltos. Casi le hacen olvidarse de los riesgos que tiene estar ahí. - No se me van de la cabeza la rubia puta y el italiano, el gordo, diciendo al otro lado que eres una asesina. Una asesina. - Niega con la cabeza y suspira. - Odio no poder hacerles daño por ello. - Dice cortante y conteniendo la rabia por ello.

- Cuando por desgracia te vayas, creo que voy a dar una vuelta... A ver qué veo. Estas muertes y esta presión, no sé... Quiero sobrevivir a toda costa, pero me siento tentado a bailar con el peligro, involucrarme en encontrar la verdad, y... - Su mano, por primera vez desde que está con Penny esta noche, recorre su espalda con los dedos imitando unos pasos marcados y lentos hasta llegar a su cadera. En ese punto la agarra con fuerza y trata de abarcar todo lo su mano da de sí. Frota sus carnes con fuerza a la vez que su respiración se hace más profunda. - Me parecía imposible, pero cada vez me seduces más. - Confiesa clavando sus ojos en los dos cielos que son los suyos, pensando en todo lo que su mente se centra en este momento.