Partida Rol por web

Un extraño despertar. En lugar de encontrarte en tu anterior cuerpo, como Martin Crowden, te despiertas en un cuerpo más viejo, con achaques y dolores que, supones, deben ser normales a la edad del Reverendo.

Sí. Eres el reverendo Leonard Clement. No es quizá el mejor de los cuerpos, pero es un cuerpo vivo, y eso es una ventaja muy grande respecto a tu anterior encarnación, que es pasto de la podredumbre y los gusanos.

La memoria del reverendo no es mala, y recuerda perfectamente lo sucedido el día anterior, día que te perdiste por aquello de estar muerto.

La habitación también te resulta extraña, y algo llama tu atención principalmente: sobre una repisa, un cuadro de medio metro de lado descansa con intención de ser bien visible. El cuadro no contiene ningún dibujo o paisaje, contiene el texto de una canción infantil popular.

No apareció en todo el día de ayer. Correcto.

Puedes decir que permaneció en silencio o que se quedó en su habitación rezando o lo que te parezca. Ahora es tu personaje, para lo bueno y para lo malo ;)

Agotado por las tensiones del día, cuando llegas a la habitación y cierras la puerta a tus espaldas, una imagen ronda tu mente, la del joven Everet Schuls y la descocada sirvienta, Yvette Mercier, el joven le hacía gestos y le decía algo en voz baja, contra toda norma de etiqueta y moral. Sucedió justo cuando Everet bajó de la silla tras su desafortunado discurso del dado.

Llaman a la puerta de la habitación del reverendo y es Wesley Barrow quien se identifica al otro lado.

El reverendo abre la puerta, con la correspondiente suspicacia por si alguien los ve y comprobando que Wesley venga solo. Lo hace pasar y cierra la puerta tras él.

La habitación del reverendo es de colores suaves y relajantes, de dimensiones similares a la de Wesley.

- Hola, señor Barrow. Veo que captó mi señal. Verá..., necesito hablarle. Usted dispone de cierta información extra y yo también. Pero preferiría que no lo supieran los demás. La razón por la que deseo hablar con usted tiene que ver con su capacidad para hablar con los muertos. Aún nadie lo sabe, pero yo también tengo algunos datos de ese mundo etéreo y me interesaría saber si los muertos saben algo que yo no sepa sobre la señorita Eleanor Morstan.

Al entrar en el cuarto Wesley hace el gesto de la cruz. - Buenas noches, padre. - Lo escuchó con atención, quizás inconscientemente obnubilado por el aura que le transmite la gente de Dios. - Lo lamento, señor Clement, pero esa mujer no ha sido tema de conversación hasta ahora. El Doctor la acusa entre otros de asesina, simplemente porque la primera noche la escuchó hablando con otro en la biblioteca. No me parece razón de peso suficiente. Si soy sincero con usted, lo que abajo se habla con conjeturas que no creo con suficiente peso como para transmitir. Podría tomarse muy a la tremenda. Lo entiende, ¿verdad? De todos modos, indagaré.

Sorprendido mira a Leonard Clemente. - ¿Qué clase de contacto tiene con ese mundo, señor? 

- Muchas gracias por su repuesta, señor Barrow, se lo agradezco de verdad. Mire, en cuanto a mi relación con los muertos, solo le puedo decir que conozco ese misterioso lugar donde se encuentran, y a raíz de ello podría decir que he perdido mi fe y puedo deducir algunas cosas que están ocurriendo aquí. Por ejemplo, sé que esta noche es muy probable que esté habiendo varias reuniones. Una junto al piano, y puede que haya un encuentro secreto entre Yvette y Everet, los cuales no me dan ninguna confianza. Use esa información como usted crea -el reverendo hizo una breve pausa antes de continuar-. Además, tengo que hacerle una pregunta. Yo confío plenamente en usted aun a riesgo de equivocarme. La pregunta que le quiero hacer es, ¿confía usted plenamente en mí?

Lo mira sorprendido. - No me esperaba eso. La verdad, creo que mi don causa más apatía que simpatía, y saber eso, señor, me ayuda mucho en estos momentos. - Asiente, cruzado de brazos. - Confío en usted, pero completamente solo en mi hermanastra, como podrá entender... Los límites los marca la situación y el pasado, señor Clement. Si le digo la verdad, Everett me parece simplemente un muchacho descarriado, pero inofensivo. Por otro lado, Yvette Mercier... Sé que no es correcto insultar a una dama, pero esta me produce una gran incomodidad. El modo en que se expresa, su prepotencia, el intentar hacer que otros hombres queden como necios... Ese es el motivo por el que desconfío de ella cada noche.

La comprensión es un matiz notable en sus ojos. - El otro lado no es fácil, señor... Le creo completamente, y en su sensación, también. En el piano estuve yo mismo con la viuda Sally Miles, a la que quiero creer dentro de mi círculo de confianza. Estoy evaluándola.

- Tengo que discernir en cuanto a su impresión de Everett. Creo que es un chico listo, mucho más de lo que aparenta. De hecho, lo suficientemente listo como para tener un discurso por el que parecer poco menos que idiota. Pero no creo que lo sea, no lo creo en absoluto. Ahora bien, el tema de si se fía usted de mí o no, viene por lo siguiente. Tengo que confesarle algo y espero que no se asuste. Sabemos que el pobre Benoni Fausto Predatore fue asesinado y le pegaron varios tiros. Deposito toda mi confianza en usted para decirle que yo mismo porto un arma, y está cargada -el reverendo hace un gesto para abrirse su chaqueta, que deja al descubierto su pistola-. Eso sí, llevo una sola bala. La misma bala que llegó a la isla con mi revólver. Es decir, no he utilizado mi arma, ni pienso utilizarla ni mostrarla, a menos que mi vida corra peligro, y solo la utilizaría para defenderme. Espero que no se asuste, sinceramente. Le aseguro que no he usado mi arma ni tengo ninguna intención de hacerlo. Pero, si alguien descubre que porto este revólver, necesito que usted me defienda, porque espero que crea en mi inocencia. Le ruego que me mantenga el secreto. Mi único argumento convincente para que me crea es que, si yo fuera un asesino en esta casa, no tendría ninguna necesidad de contarle esto. Pero hay demasiados enredos y no querría aparecer como un asesino a los ojos de los demás. Necesito que alguien sepa también que no he matado a nadie.

Anota sus sospechas sobre Everett en su cabeza y la mueve asintiendo cuando este termina. - Sus sospechas no caen en saco roto, señor. - Contempla el arma con sorpresa, pero se lo toma con calma y no pìensa cosas precipitadas. - Entiendo. Usted tiene un arma, y sería una jugada peligrosa con el resto revelarlo. Juro ante Dios no revelar a nadie la presencia de este revólver en la mansión. - Dice poniendo una mano en el pecho, pero aún mirando con gravedad el arma de fuego. 

- Además, si solo trajo una bala, es muy sencillo demostrar ante mi que no la usó. Siempre y cuando la bala esté dentro de este, y no aparezca nadie tiroteado, no pudo haber sido usted. De toda manera, este será su secreto de confesión. - Comenta de broma. Su mirada se ensombre antes de seguir hablando. - Sus contactos con el más allá... ¿Tiene constancia de un alma incompleta? ¿Un alma en pena?

- Gracias por guardarme el secreto y confiar en mí. En cuanto al alma en pena..., sí, tengo constancia de ello. ¿Por qué me lo pregunta?

- Por si podría arrojar luz sobre ello. No entiendo a esa presencia, aunque puede estar relacionada con el suceso extraño del señor Crowden. ¿Es usted también consciente de las conversaciones que tenemos los difuntos y yo? 

- Bueno, a decir verdad, era consciente de ello. Ahora tengo menos información de ese lugar. Y creo que ese alma en pena no tiene apenas relevancia con estos sucesos, yo no me preocuparía mucho por ella.

La noche se alarga y la prudencia y buenas costumbres, a parte del cansancio, hace que la reunión toque a su fin.

Os despedís cortesmente y esperáis que mañana sea un día propicio, pero por esta noche es suficiente y Wesley se retira a su cuarto, dejando al reverendo en la soledad de su propia habitación.

Llaman a la puerta. Se trata de Wesley. Leonard lo deja pasar a la habitación para poder hablar con tranquilidad.

- Hola de nuevo, señor Barrow. Gracias por aceptar de nuevo esta noche mi invitación para charlar. Tengo que decirle que me tiene un poco desconcertado. Al parecer, no entendí bien su seña de hace un rato. Pensaba que me decía que Everet no era un asesino, por eso me decanté por la versión de incriminar a la señorita Bennet. ¿Tiene alguna información extra sobre el difunto señor Schuls?

- Buenas noches. - Saluda al antiguo cura y frunce el ceño ante la duda de este. - Pretendía mostrarle que Everett no es un negrito. - Le cuenta quitándole hierro al asunto. - Hice ese gesto a más gente, como a mi hermana. Creo que hemos dado con un asesino, debido a que no se ha roto figura por él, ni hubo poema. - Puede notarse un brillo de triunfo en los ojos de Barrow.

Cuando le pregunta por más noticias sobre Everett toma aire antes de hablar. - Donde veo a los muertos ha pasado algo... Extraño. Todos han entrado en una especie de letargo, salvo yo y el recientemente fallecido. En cuanto pueda, pienso hablar con él. ¿Usted ha hecho alguna deducción? ¿Qué opina de Yvette?

- Yvette me desconcierta, la verdad, la veo demasiado suelta en esta casa y me extraña, pero los argumentos de Everet tampoco me acababan de convencer. Por cierto, en cuanto a ese letargo en el mundo de los muertos..., ¿están todos sin hablar? ¿Están flotando en la laguna? ¿Cuántos son los que están así?