Partida Rol por web

En mi habitación me preparo para si Penny decide acudir a la cita. Ordeno el lugar si es que ha quedado desordenado de la inspección y me hago con una botella de vino y varias copas (hasta 6) por si alguien más viniera.

En otro momento acudo a mi cita con Arbuthnot en las áreas comunes.

Alguien llama a la puerta de la habitación de Sir Gustave Cavanough y se trata de Penny Barrow. Cuando Gustave la invita a pasar, Penny puede ver la lujosa habitación, similar a alguna otra de la casa, pero definitivamente más amplia que la de Penny.

La habitación está pulcramente ordenada y Gustave espera a Penny con una botella de vino por abrir y un juego de media docena de copas sobre la mesa.

Gustave, aun vestido con el esmoquin blanco de la noche anterior recibe a Penny con una sonrisa.

En vista de la habitación se nota que ha estado ordenando sus cosas después de la inspección.

Adelante, querida. - al recibirla acude a la chimenea de su habitación y la enciende para que no se enfríe mucho la estancia. - Con la tempestad de estos días, mejor si enciendo la chimenea. En cualquier caso, si te molesta la vuelvo a apagar. No sé si esperamos a alguien más, en esta casa nunca se sabe, por si acaso me he provisto de una botella y varias copas. Pero, por favor, toma asiento.

¿Quieres una copa? Después de todo, estamos de enhorabuena. Tanto si Mercier es culpable como inocente ha asegurado que ambos somos no negritos, luego no tenemos nada que temer de los asesinos. Simplemente tenemos que defendernos de las votaciones y acabe como esto acabe, nosotros saldremos de aquí con vida.

Penny no podía evitar tener un brillo entre divertido y travieso en la mirada cuando caminó los metros que separaban su habitación de la del señor Cavanough para llamar a su puerta con los nudillos. Era perfectamente consciente de que en otras circunstancias no se habría metido tan rápido en el cuarto de un caballero, pero después de la interrupción que habían sufrido la noche anterior, ciertamente parecía ser la mejor opción.

Cuando la puerta se abrió, la joven dedicó una sonrisa a Gustave mientras entraba y dejaba que él cerrase la puerta. Sus ojos recorrieron la habitación, terminando sobre las copas de la mesa, que contempló con curiosidad.

- Oh, no me molesta la chimenea en absoluto, Gustave. - Dijo, girándose para mirarlo. - ¿Has invitado a alguien más? - Preguntó curiosa mientras tomaba asiento en el sillón que había junto a la mesa. 

- Claro. - Respondió a la oferta de la copa y después se encogió levemente de hombros. - Haces que parezca tan sencillo... Espero que no terminen volviéndose en nuestra contra precisamente por no tener una de esas estatuas asignada. 

Suspiró entonces y una sonrisa dulce se instaló en sus labios. 

- El paseo de anoche fue muy agradable, pero lamenté que no pudiéramos vernos a solas aunque fuesen apenas unos minutos. 

Precisamente en eso estaba pensando cuando hoy la invité a venir aquí, en que aquí raro sería que alguien se atreviese a unirse a nosotros. Sin embargo, cualquier cosa se puede esperar de esta casa de los horrores. De ahí las seis copas. Bueno, por eso y porque entiendo que el hecho de que un caballero invite por la noche a su habitación a una señorita puede ser interpretado negativamente, y pensé que quizás usted pudiese presentarse acompañada de su hermano o la señora Bennet para garantizar mis buenas intenciones. - me pongo rojo como un tomate al decir esto y me apresuro a añadir - Aunque mis intenciones son buenas. Excelentes. ¡Inmejorables! Quiero decir.. - su voz se apaga y se recompone con un carraspeo.

El caso es que no he invitado a nadie más, pero tampoco acostumbro a invitar a damas a mi habitación por las noches

Retomando la conversación y para salir del berenjenal en el que me estaba metiendo, añado:

Es que demostrar nuestra inocencia es muy sencillo. Yo puedo demostrar públicamente mi inocencia, aunque eso haría que dejara de poder protegerte, pero dado que no eres negrito, quizás sea mejor así. Por otro lado, te dije hace unos días que tengo las capacidades propias y las de Crowden por algún tipo de perdón divino inexplicable. Es cierto que la otra capacidad no es demsotrable tan claramente, pero si tu no tuvieras forma de demostrar tu inocencia, te atribuiremos a ti la habilidad que era de Crowden, porque ya la he podido utilizar, aunque requerirá cierta preparacion... ¡No! ¡mejor aún! ¡te atribuiremos a ti la mía y a mi la de Crowden!... - otra vez me habia desviado del tema. Me recompongo nuevamente y con una sonrisa pregunto - Querida mía, me estoy adelantando, ¿tú posees alguna habilidad propia demostrable y útil en esta situación (porque habilidades es obvio que pposees a millares, pero quizás no demostrables y útiles en esta situación) a la que agarrarnos para demostrar tu inocencia?

Partes de tu habitación para este paseo pero, ¿qué camino tomas? ¿Por el pasillo de la planta superior? ¿o a través de la Biblioteca?

A través de la biblioteca

Penny no pudo evitar que una risita divertida brotase de su garganta al ver al señor Cavanough turbarse y enredarse con sus propias palabras. 

- Oh, Gustave. Creo que si quisieras hacerme daño ya me lo habrías hecho la otra noche en el embarcadero. Y a estas alturas de mi vida me creo capaz de lidiar con cualesquiera sean las intenciones de un caballero hacia mí. Aunque no dudo de la excelencia de las tuyas. - Matizó, guiñándole un ojo.

- En cuanto a todo este asunto de las capacidades... Me temo que no. Mis capacidades no sirven para demostrar mi inocencia. Y supongo que el hecho de no tener una de esas estatuas asignada no es precisamente de ayuda. Tampoco la obsesión de la doncella descocada hacia mi persona. - Suspiró quedamente. 

- Cuando vine tenía la esperanza de poder encontrar a alguien que me guiase un poco en la alta sociedad, como una mentora o algo así, ¿sabe? Así que al ver a la señora Bennett y darme cuenta de que era amiga de mi difunta madre, se lo pedí a ella y me aceptó como pupila. No he podido charlar largo y tendido todavía con ella pues cada noche parece que surge un nuevo inconveniente, pero a pesar de eso le he cogido cierto aprecio. Digamos que no me gustaría que nada le sucediese. - Hizo una pequeña mueca y su mirada se volvió más seria durante un instante. - Si ella falleciese, supongo que lo mejor sería que le diese a usted la llave de mi habitación y me encerrase en ella por las noches, pues probablemente querría vengarme de quienes la dañaron. 

Dejó un par de segundos de silencio y con un leve ademán de la mano trató de quitarle importancia a ese asunto y recuperó la sonrisa. 

- Así que espero que no le pase nada. Pero por favor, explíquese mejor. Recuerdo que me habló de que había adquirido algo del señor Crowden cuando usted se encargó de él, pero no llegó a decirme de qué se trataba. Sólo me habló de su maletín de médico.

De acuerdo, más tarde me gustaría que bajasemos al salón porque estoy pensando en lanzar uno de mis órdagos para ver como reaccionan los asesinos. Ya te daré más detalles. Ahora lo importante es buscar la forma de que la gente confíe en ti en caso de que te acusen

Ahora mismo la atención está desviada hacia mi, pero no me asusta porque creo que nadie discutirá más mi inocencia encuanto desvele mi habilidad. No es algo que obstaculice severamente a los asesinos, pero si indiscutible.

En cuanto a la habilidad que herede de Crowden... no es algo tan definitivo, pero las sospechas sobre ti son muy vagas, siempre que no crezca la desconfianza podrá servirnos. Debe servirnos. Crowden era un buen juez, salomónico. Era el mejor deshaciendo dilemas. Por lo visto tenía la capacidad de resolver con elegancia empates en las votaciones cuando la elección no era clara. Su habilidad salvó después de la primera noche a Mercier y señaló Dyle. Aunque tu sentimiento hacia ella no es bueno, creo que podrías atribuirte este acto, quizás diciendo que Dyle te pareció culpable y cambiaste tu juicio. Nadie podrá negarlo. Solo yo y tu hermano si llega a hablar con Crowden de ello. No es algo tan notorio, pero si te sirve para sembrar una duda razonable entre los inocentes que te quieran acusar, creo que tendremos garantizada la huida de aquí.

Ahora hablemos del órdago. Creo en la inocencia de Mercier y Cavendish, lo he estado pensando y creo que podemos confiar en ellas, pero esta noche voy a poner en entredicho todo esto. La clave es fijarnos en las reacciones de la gente*. Cavendish ha visto a los asesinos. Si alguien apoya mi teoría es sospechoso. Si nadie la apoya no perderemos nada. Bueno, quizás consigamos que esta noche no la maten a ella si piensan que se la pueden quitar de encima en una votación, pero no creo que funcione tan bien la estrategia...

La idea es que yo me exponga. Los asesinos no me eliminaran porque no soy negrito, y a los inocentes pretendo convencerles mañana de que simplemente soy un estúpido pero inocente. Creo que en esta casa soy el más indicado para buscar la reacción de los asesinos.

Eso sí, después de la reunión y del órdago intentaré hablar con Cavendish para contarle la verdad. El porqué del ataque. No sé si me escuchará, pero por si mañana escuchas alguna acusación extraña, quería que supieras mis planes al completo. Aunque ya sabes que yo te soy fiel a cualquier precio. Sea lo que sea y pase lo que pase.

Penny escuchó atentamente todas las ideas y planes de Gustave, mojando brevemente sus labios con el vino de la copa y dando pequeños sorbos. Finalmente negó con ligereza.

- Nadie se creería que deshice un empate en contra de Yvette tras haber fijado mi mirada en ella ese día y para hacerlo también al día siguiente. - Suspiró quedamente. - Me temo que no se sostendría, querido. Si hubiera sido al revés y hubiera muerto ella en lugar del mayordomo, sí, pero siendo así, es demasiado inverosímil. En todo caso algo así podría usarse como demostración si un empate volviera a repetirse. 

Tras sus ojos azules que se posaban en el hombre podía percibirse cómo su mente trabajaba, analizando la estrategia que el señor Cavanough pensaba usar en el salón. 

- No me gusta que te expongas tanto, pero bien es cierto que creo que al hacerlo estás librándote de sospechas, así que adelante, veamos si sale algo interesante de eso. Aunque como dices, deberías explicar tu estrategia a la señorita Cavendish o podría sospechar demasiado de ti. 

Volvió a beber un pequeño sorbo antes de cambiar a otro tema mientras hacía un pequeño gesto con la mano sobre el sillón, invitando al hombre a tomar asiento junto a ella. 

- Por otro lado... No creo que la mezcla de estatuillas haya sido gratuita. Pienso que estábamos acercándonos con alguna de nuestras teorías al respecto y que han querido ponérnoslo más difícil al mezclarlas. ¿A ti qué te parece? Así no podremos predecir las siguientes víctimas y por lo tanto tampoco podremos hacer nada para protegerlas.

Afirmo con la cabeza a la aseveración de las estatuillas.

Creo exactamente lo mismo. Tampoco me extraña, algo así buscaba. He dado tantas teorías que alguna tenía que cuadrar y si eso sirve para ponerles nerviosos y que cometan errores mejor. Debemos analizr las estatuillas, el primer día me había parecido quue no solo había dos grupos, sino que eran sutilmente diferentes las estatuillas, de modo que igual aun podemos continuar investigando esta línea*

Hago una pausa.

En cuanto a tu habilidad, es cierto que será difícil de creer, pero menos es nada y si sirve para establecer una corriente de defensa deberías utilizarlo aunque no haya oportunidad de desempatar de nuevo. Sino, quizas debieramos atrobuirte a ti mi otra habilidad, aunque me temo que tanto bombo le he dado que ahora solo sirviera para aumentar las dudas si te la atribuimos a ti.

Suspiro y me acerco a ella para cogerla de ls manos.

No permitiré que ahora que te he conocido nada me aparte de ti

Una sonrisa entre dulce y traviesa brotó en los labios de Penny cuando Gustave tomó sus manos y movió un poco sus dedos, rodeando las de él.

- También podría decir la verdad, aunque no pueda demostrarlo. En realidad ya lo expliqué el primer día cuando Yvette empezó a arremeter contra mí. Aunque no estoy segura de que nadie llegase a escucharme o comprender mis palabras. Sin embargo, tú has prometido una demostración y tienes que poder darla pues me temo que mañana te la exigirán. Ya veremos cómo solucionar lo mío después. - Añadió con un tono cargado de optimismo. 

Se acercó entonces despacio, con sus ojos azules clavados en los de Gustave, hasta llegar a su mejilla donde sus labios depositaron un beso. 

- Pero es muy dulce que te preocupes tanto por mí. - Dijo en un susurro, antes de buscar su mirada de nuevo y ampliar su sonrisa. - No podrán separarnos.

Le devuelvo el beso en la mejilla, muy cerca de su boca mientras le digo con dulzura.

No podrán. Si debo mentir, mentiré, pero no permitiré que nos separen. Ya dijiste el primer día que tu relación con Bennet es total, si aun con eso te atacan nos queda mentir con una mentira menor para conseguir que crean en una verdad mayor, porque a partir de mañana ya no podré protegerte más que con mi verbo.

- Como sea, saldremos adelante. - Respondió Penny con un brillo travieso mientras sentía cosquillear en su mejilla ese lugar donde el señor Cavanough había posado sus labios. 

Buscó entonces su mirada, clavando sus ojos azules en los más oscuros de él y sonrió, tentadora. No tenía intención de pasar allí toda la noche, ni mucho menos. Por mucho que las circunstancias apremiasen todo necesitaba su tempo. Pero sus labios ligeramente entreabiertos parecían indicar que sí aceptarían ser besados, si el caballero lo deseaba. 

Lo razonable para el tiempo y la hora que una señorita respetable podía pasar en la habitación de un hombre, había excedido. De hecho, había excedido desde el primer minuto, pero en esta casa el tiempo se dilata.

Finalemente, Penny se despide de Gustave y vuelve a su cuarto.

Llegas a la habitación de Sir Gustave Cavanough y abres la puerta de su habitación sin esfuerzo.

Al entrar puedes comprobar que su habitación es amplia y lujosa, como muchas de las de aquella mansión. Gustave duerme plácidamente en su cama. Se conoce que las tensiones del día lo han abatido por completo, pues su respiración es profunda y acompasada.

Te acercas a su cama con el reluciente cuchillo en la mano y sonríes con una malicia y placer que no habrías conocido nunca en el cuerpo de Eleanor ni, aunque no seas plenamente consciente aún, en el cuerpo de Jacqueline si por este no hubiera pasado antes el malvado Frederick Von Baach, dejando su indeleble huella.