Partida Rol por web

Un par de días antes de la llegada de los invitados a la mansión de la Isla del Negro, llegasteis para preparar la casa. Nadie os recibió directamente, sólo os encontrasteis una nota en la puerta, de parte del señor y la señora Owen, con un par de juegos de llaves de la casa y las instrucciones precisas en un sobre.

Un primer sobre, dirigido al mr. Alfred Dyle, explicaba al mayordomo los entresijos de la distribución de la casa y cómo deberían alojarse los invitados. Otro sobre, dirigido a miss Eleanor Morstran, daba indicaciones de dónde encontrar las ropas de cama y la correcta puesta a punto de lavandería, cocina y demás servicios de su competencia. Un último sobre, dirigido a miss Yvette Mercier, detallaba cómo se distribuía el bar, los servicios de mesa y otros detalles pertinentes para la consecución de las tareas que le correspondían.

No tuvieron mucho tiempo para llevar a cabo todos los cometidos, hasta el punto que, cuando comenzaron a llegar los invitados a la isla, aun estaban ellos tres en la casa ultimando los toques finales.

Las instrucciones al respecto de la recepción de los invitados eran claras. Se les permitiría entra en la casa a todos a la vez, por tanto, habría que esperar que todos hubieran llegado ya a la isla. Mientras tanto, se les podría obsequiar con algún aperitivo, al gusto de cada cual.

Aún seguía yo intrigada por la nota.. Me invitaban a una isla. "Invitaban" quizás no fuese la palabra.. Más bien, me obligaban a venir. La curiosidad también era fuerte, el saber de qué iba todo, si habría más gente, si sólo acudiría yo..

Mi duda se disipó de inmediato, al mirar a mi alrededor y ver que no estaba sola. Tres notas dirigidas a tres personas, y una de ellas era yo.

La leí atentamente, intentando recordar las nuevas nociones que se esperaban de mí. El lugar era aún extraño, pero la costumbre hace que uno se acomode velozmente. Haría de este lugar algo habitable, estaba claro que habría más invitados.

-Mi nombre es Eleanor -dije, a mis todavía desconocidos acompañantes-. ¿También ustedes se van a encargar del servicio? Por lo visto, mis tareas atañen la puesta a punto de las habitaciones de invitados, parece que habrá más gente.. ¿Saben ustedes quién es nuestro anfitrión?

Suspiro para relajarme mientras me encamino hacia la casa cargada con mi escaso equipaje. Siempre me pone nerviosa empezar un nuevo trabajo, ya he conocido a Alfred y a Eleanor en el bote, los tres vamos a trabajar juntos, parecen buena gente.

¿Allô?- Digo golpeando tímidamente con el picaporte antes de percatarme de la nota en la puerta.

¿Eh? vaya, parece que los señores no están.

 -Qué raro- Mascullo agarrando el sobre a mi nombre y leyendo con atención las instrucciones.  

–Servir las comidas, atender el bar y poco más- Pienso releyendo la carta sin acabar de creerme lo sencillas que son mis obligaciones.

Lejos de quejarme pliego la carta y me la guardo en un bolsillo. Habituada a ser explotada, este trabajo me parece un chollo, no pienso dar motivos para que me despidan.        

Asiento a Eleanor dándole algunas respuestas vacuas. Estoy igual que ella pero ahora mismo la curiosidad por ver la mansión y las ganas de instalarme pueden más.  

Si me permiten- Les digo a mis dos acompañantes mientras abro la puerta con una de las llaves y accedo a la mansión dispuesta a empezar a familiarizarme con mis obligaciones cuanto antes.  

A Alfred le había extrañado la extraña nota y lo que se le pedía pero ya había ejercido las labores de mayordomo antes y sabía manejarse en el oficio, la presencia de las otras dos mujeres lo tranquilizo, pocas cosas había más inquietantes para él que quedarse solo en una casa grande, eso lo sabía por sus trabajos anteriores cuando por cualquier circunstancia la única persona al cargo de la casa era el y a veces a las pocas horas su imaginación empezaba a jugarle malas pasadas ayudada por corrientes de aire que cerraban puertas o mininos traviesos que tiraban cosas.

Al ver a las dos mujeres acude a presentarse a ellas

-Buenas noches señoras, soy Alfred Dyle y por lo que a mi respecta y según la nota que me llego me encargare de alojar a los huéspedes en sus respectivas habitaciones, un placer conocerlas.

El día en cuestión estoy limpiando los vasos del bar mientras tarareo la música que suena bajita por el gramófono cuando al acercarme a la ventana veo a los invitados ya llegando a la isla.

-¡Oh!- Exclamo dejando el vaso, el paño y saliendo al pasillo.   

-¡Señor Dyle!¡Señor Dyle!- Voy corriendo y llamándolo habitación por habitación hasta localizar al mayordomo.

-Los invitados están llegando.- Le digo algo nerviosa- ¿Salimos a recibirlos? Aunque debería ser usted quien les dé la bienvenida y les explique la situación. Después les serviré algo mientras esperan.

Cuando todas las habitaciones estuvieron arregladas, me reuní con mis compañeros.

-Por mi parte, todo está listo. Podemos salir a recibirles. Es lo adecuado que hable usted, señor Dyle, pero por mi parte entiendo que cada uno de nosotros tenemos nuestra función, que hemos de llevar a cabo con la máxima diligencia y eficacia. Para lo que necesiten ambos, ya saben dónde encontrarnos*

En el sobre destinado a mr Alfred Dyle, había algo más que unas simples indicaciones de cómo proceder con la casa. También explicaba que, con los invitados, vendrá un hombre de aspecto sencillo, un tal señor Cray. Él no es un huésped, es otro miembro del servicio que ayudará en tareas que requieran algo más de fuerza bruta, como preparar la leña, cuidar del jardín y arreglar los desperfectos que pudieran surgir.

Cuando llegue la primera remesa de huéspedes, quedará de cargo de mr Dyle localizar a mr Cray y asignarle su ubicación en la casa, así como las tareas que deba realizar.

Tras las palabras de Yvette, Alfred se acerca a la ventana a observar:

-Vaya querida estas en lo cierto, sera mejor que vayamos a ayudarles -Alfred suspira ante la vista de los futuros huéspedes- Me gustaría poder haber finalizado del todo mis labores antes de su llegada pero así están las cosas y un buen mayordomo debe priorizar las necesidades de las personas antes que las tareas si sus señores no indican lo contrario,,,,disculpenme por favor estaba divagando.

Acto seguido voy hacia la puerta, la abro e invito a las dos mujeres a seguirme.

Reviso mi atuendo, para comprobar su perfección, alisando las arrugas. Se me había asignado un traje propio del servicio, con vestido negro, delantal y cofia blancos. Me sentía cómoda con él, y eso era bueno al tener que trabajar. 

La unica joya que me permitía yo misma llevar estando de servicio era un pequeño reloj con cadena que guardaba en el bolsillo de mi delantal. Lo consulté con un movimiento veloz, cerciorándome de la hora, y seguí al señor Dyle con resolución.

-Vayamos entonces al embarcadero, y presentémonos. Parece que son muchos los invitados, y espero que no den mucho trabajo. Todo ésto me tiene muy intrigada, pero no conviene hacérselo saber. Conocemos la casa mejor que ellos, hemos preparado las cosas.. Aunque también seamos nuevos en la isla, me atrevo a decir que gozamos de cierta ventaja en casa. Ardo en deseos de saber quién más ha llegado a la isla.

-Tienes razón. - Digo asintiendo a las palabras de Eleanor mientras imitándola me aseguro de que mi uniforme esté impecablemente pulcro antes de seguir al señor Dyle.

-Ya estoy. Cuando quieran.   

Owen, tras presentarse a Alfred delante de todos se puso a trabajar, cuando coincidió con alguna de sus dos compañeras dejando alguna de las maletas se les presentó también.
Owen Cray, para servirlas. Si necesitan ayuda con cualquier cosa haganmelo saber les dijo con voz serena mientras dejaba una pesada maleta y volvía a por más.

-Señor Cray, un placer conocerle, como le comenté antes. En principio, los quehaceres de la casa están ya solventados, pero sin duda necesitaremos de su pericia en otros menesteres. Me alegra contar con usted también para realizar nuestro trabajo-dije, amablemente.

-Bienvenido a la mansión muchacho- Dice Alfred amablemente mientras estrecha  la mano del señor Cray- Espero no le haya molestado la forma de dar con usted entre los invitados, seguramente le habrá parecido algo burdo, pero no se me ocurrió  una forma mejor de hacerlo, esta cabeza mía ya no piensa tan bien como antes. Como personal de la casa te encargaras juntos a nosotros de las tareas que haya que realizar, además compartirás habitación conmigo el motivo de esto es que hay pocas habitaciones para el servicio y supongo que a las dos damas aquí presentes les resultaría incomodo si estuvieras en su misma habitación, espero que no tengas incoveniente con ello- Por su tono de voz se puede deducir que lo dice de forma amable y no autoritaria.

-Enchantè. Yo soy Yvette- Le respondo a Owen con una sonrisa coqueta mientras dejo algunas copas vacías y lleno otras. El hombre es apuesto, desde luego mucho más que cualquiera de los petimetres que hay por ahí fuera y me sorprendo a mí misma mirándo su ancha espalda y su trasero mientras se aleja cargado de maletas.

-Mon dieu -Comento cuando el hombre ya ha salido al exterior -A mí también me gustaría comprobar su…  “pericia en otros menesteres”- Le comento a Eleanor de manera descarada parodiando sus propias palabras. Me río un poco por lo bajo y le quito importancia haciendo un gesto con la mano para que mi compañera no se escandalice demasiado antes de salir de nuevo con la bandeja cargada de copas.

Encantado Asintió ante la presentación de Eleanor, por alguna razón se le antojó una mujer fuerte.
Cuando se detuvo a hablar con Dyle, Owen llevaba una enorme maleta sobre el hombro. Nadie diría que Owen trabajaba rápido, pero el hecho de que apenas se detenía hacía que el trabajo avanzase rápidamente. Más aún porque esa supuesta "lentitud" se traducía en un trabajo bien realizado, sin errores.
Estaré encantado de compartir habitación con usted, señor el jefe del servicio tenía aspecto de ser eficiente y de estar lleno de una sabiduría que, con suerte, estaría dispuesto a compartir -aunque solo fuese mínimamente- con alguien como Owen.
Estoy dejando provisionalmente las maletas en lo que parece la biblioteca de la planta superior, ya que me ha parecido una estancia céntrica desde la que ahorrar caminatas innecesarias, las estoy ordenando en grupos por invitado. Nada más se asignen las habitaciones las iré llevando a sus correspondientes habitaciones. dió un par de pasos más con aquella maleta antes de volver a girarse hacia Alfred Ah! señor Aldred. mientras iba de aquí para allá me ha parecido que un par de hermanos creen haber olvidado sus maletas en la embarcación. ¿Hay alguna manera de cerciorarse?
Tras escuchar la respuesta de Alfred* se dirigió hacia la biblioteca. Un momento después cuando volvía a por más maletas se encontró con la camarera. Cuando esta se le presentó los ojos de Owen se iluminaron, aunque poco se podía saber la razón con el escueto Encantado que le respondió, antes de seguir con su trabajo.
Ivette, ¿acaso ese no es el nombre más bonito del mundo? pensaba para sí, así se llamaba su querida esposa y, cuando naciera su hija -porque iba a ser niña- ese sería también el nombre con que la bautizarían Ivette Craw, no te adelantes y espera a tu padre

En uno de los cajones donde se guarda la vajilla del aperitivo, encontráis un sobre que no habíais visto antes, dirigido al señor Dyle. Cuando éste la abre, encuentra dentro la lista de distribución de los huéspedes en las distintas habitaciones.

Un extraño proceder el de los anfitriones, pero quién sois vosotros para juzgarles.