Partida Rol por web

De repente una luz se enciende en algún lugar, puede que no sea en vuestra mente, o puede que sea no esta dimensión pero en ella comienzan a tenderse lonas sobre vosotros, creando el espacio perfecto para vuestra relación.

Miraís alrededor, y descubrís que todo se ilumina como una pista central, donde una mesa se prepara con los ornamentos de una pitonisa, del techo cuelgan el alambre del equilibrista los trapecios y columpios de los artistas y las tarimas de las bestias que aún estan por llegar.

Sobre esa mesa, se dispone el mazo de cartas de Poron allí tendidas...

Una voz desde algún lugar que no podéis situar os habla y dice casi en un susurro: Que empieze la actuación...

Al principio la cara de Zyllah era confusa, luego ya no fue así, parece que empezaba a comprender, mientras que Eko, miraba unas cartas dispuesta y pensaba duditativo al ver sobre ellas, el Diablo y la Rueda del Destino...

En Zyllah, estaban dispuestas las cartas del Cambio, algo había pasado en ella, pero cuando y como....

Sin pensarselo dos veces, Eko, se alzó y dio a Zyllah un tierno beso, mientras miraba con ella el lugar. Cogió de la mesa la llave de las cadenas de las bestias y dijo: Creo que esto debe ser para tí, te daría un látigo pero no se donde está...

Ambos dos necesitabais el uno del otro, uno con la visión de su mazo de cartas, otro con el poder de defender y atacar a la vez con su dominación... Aquella actuación empezaba a hurdir las entradas de la traición... mientras ambos tomabais asiento en un reconocido lugar...

Debéis marcar el nuevo rumbo, que haga desaparecer la mediocridad y la mentira de sus rostros, dejando paso a la muerte y la dominación.

Una nueva era esta apunto de despertar, mientras vuestra mirada espera un derramamiento de sangre hasta que se otorgue la supremacía o el poder.

Cuando la mente de Eko se abrió al nuevo lugar cerró durante un instante los ojos, haciéndose consciente de lo que esto implicaba. Las cartas lo habían mostrado bien claro. Se giró entonces, al escuchar los pasos de Zyllah, dejando las cartas sobre la mesa. La Rueda del Destino y el Diablo habían ido unidos en el último grupo de cartas, y a pesar de que no comprendía del todo qué era lo que había pasado con la inocente Zyllah que conoció al llegar al mundo de Zagam días atrás, estaba claro que las cosas habían cambiado.

Con paso decidido se acercó a ella sin decir nada, llevando directamente la mano a su nuca y buscando sus labios... Al fin solos. No era el escenario que habría escogido, pero eso era lo de menos.

- Hola, niña. - Le dijo tras tenderle la llave, con una sonrisa traviesa. Luego se apartó un poco de ella para apoyarse en la mesa, sin apartar la mirada de sus ojos. - ¿Te referías a esto cuando decías que no sabías si funcionaría? - Preguntó. Estaba claro que ella le había estado guardando secretos. Lo primero ahora era saber qué cosas eran ciertas, y qué cosas no. Y a pesar de que le habría gustado mantener la seriedad del momento, de detrás de él salió entonces Àine, buscándola a ella con un sonido alegre.

Una vez más, mi mente volvió a desdoblarse, abriéndose a un nuevo lugar que me provocó un intenso escalofrío. Una especie de circo macabro me recibió cuando mi mirada se paseó confusa por todo lo que me rodeaba. Y una suave voz me puso los pelos de la nuca de punta con su susurro. 

Mis ojos se cruzaron con los de Eko y tragué saliva, empezando a entender lo que había sucedido. No había tomado a Megan, sino a Poron... ¿Por qué? Recibí su beso todavía confundida por este nuevo cambio y cogí la llave que me tendió, mirándola con los ojos cargados de dudas. 

Sus palabras me hicieron alzar la cabeza y buscar su mirada de nuevo, con la mía llena de inseguridad. Su actitud, seria y decidida me hacía darme cuenta de la magnitud de lo que acababa de suceder y cogí aire despacio antes de disponerme a responder. Entonces el pajarito salió de detrás de él y por fin mis labios se estiraron en una sonrisa al verlo. Alargué la mano hacia él, ofreciéndosela como soporte, mientras comencé a hablar con voz suave. - Se me pasó por la mente, pero la verdad es que no creí que tú estuvieras pensando en esto. Pensé que querías ligar nuestras almas como hicieron contigo y con Seele. - Tragué saliva, apartando  la mirada del pajarito para buscar sus ojos una vez más. - ¿Por qué? - Pregunté simplemente en un susurro, sabiendo que él entendería a qué me refería.

Ver todas las dudas en la mirada de Zyllah aumentaba la seguridad de Eko. A pesar de no verla ya como una niña, ni mucho menos, en cierta manera se sentía anfitrión de este escabroso lugar, por muy poco que le gustase el aspecto que tenía. Sin embargo, inconscientemente su expresión relajó un poco cuando Àine se subió a su mano. El pájaro la miraba con curiosidad, sin entender tampoco qué había pasado con ella. El animal seguía confiando en ella de una forma natural, como si a estas alturas no conociera otra cosa, y veía en su cambio más una circunstancia del destino que algo malintencionado.

- Ojalá hubiera podido hacer eso. - Respondió Eko con el mismo tono seguro. - En ese caso lo habría hecho hace días. Eso sí nos habría vuelto imparables. - Completó con los ojos aún anclados a los suyos, mientras buscaba las palabras para responder a su pregunta.

- Habías cambiado. - Enunció con un suspiro. - Necesitaba saber cuánto, y si estabas dispuesta a matarme. Si alguno de los traidores, como Liam, te hubiera hecho algo como lo que tú le hiciste a Alexia, probablemente yo no habría sobrevivido a esta noche.

Subí la mano hasta mi rostro, para acariciar la cabeza del pajarito con la nariz, mientras trataba de ordenar mis ideas. Después de tantas promesas para cuando estuviéramos a solas se me hacía raro y ligeramente incómodo sentir a Eko tan distante. 

Con un suspiro tomé asiento, junto a la mesa sobre la que él se había apoyado, y dejé al pajarito en mi regazo, para acariciarlo suavemente con los dedos. - La verdad es que esperaba ser capaz de disimular el cambio. - Dije, con la mirada sobre Àine. - Supongo que no lo he hecho muy bien... Espero que nadie más lo haya notado. - Añadí, escuchando las palabras de Zagam en su ilusión. Al menos parecía que él no se había dado cuenta, y el resto no me conocían lo más mínimo.

- Nadie me ha hecho nada. Esta mañana, cuando me fui para airearme, estuve pensando y dándole vueltas a todo, ¿sabes? Miré a mi alrededor y me di cuenta de que todos son unos farsantes o demasiado débiles. No se merecen la responsabilidad de estar aquí. Ni el derecho a defender el Sello. - Busqué sus ojos brevemente antes de añadir algo más. - Si no fuera por nosotros dos, ya estarían todos muertos. En realidad es lo que se merecen. - Me encogí de hombros, volviendo a mirar al pajarito. - ¿Por qué íbamos a tener que defenderlos o que salvarles la vida? Si ellos ni siquiera son capaces de luchar en serio por ella. Sólo son una panda de usurpadores, como Elizabeth.

Alcé la mirada, estudiando cómo recibía mis palabras, antes de seguir. - Y entonces me di cuenta de algo, como si fuese una revelación o algo así... Mimí alimentó día a día el Sello con su sangre, para mantenerlo fuerte y cerrado. ¿Tú crees que Elizabeth hizo eso, sabiendo que se volvería débil y frágil como ella? - Negué con la cabeza. - Yo no lo creo. Y pienso que por eso el Sello se resquebraja. Necesita alimento. - Mi voz se volvió más firme cuando dije lo siguiente. - Voy a alimentarlo. Con la sangre de todos y cada uno de ellos. Caerán por mi mano y el Sello se hará fuerte gracias a ellos. 

Me encogí de hombros finalmente, clavando mis ojos en los suyos, con expresión seria. - No iba a matarte. Quería que te unieras a mí. Aunque no esperaba que lo hicieras de una forma tan... radical. - Suspiré y sin esperar reacción por su parte, continué hablando. - Supongo que ahora compartes ese objetivo conmigo. ¿Por dónde empezamos? Estuve haciendo mil y un cálculos para tratar de acabar con todos esta noche, pero... Era imposible. Y más si tú no tomabas a Andrew. Estoy tratando de que Alexia dirija a las traidoras hacia Lennish o Zagam. - Una mueca en mis labios cuando nombré al ilusionista. Probablemente era el único al que me dolía traicionar, y sin embargo, sabía que era necesario. - Pero lo que le dije a Gabriel es cierto, por lo que parece Ira quiere ir a por él durante la noche. Había pensado enviar a Yormund hacia Marceline o Lennish. A la gallina le tengo unas ganas que no veas, y teniendo en cuenta lo que puede hacer al morir, supongo que es mejor acabar con ella cuanto antes, para que haya menos posibilidades de que nos toque. O eso o dejarla para el final. Lennish se vuelve más peligrosa cuanto más tiempo pasa. Por ahora nos hace caso, pero eso podría cambiar en cualquier momento. 

Apreté al pajarito suavemente contra mí, sin dejar de acariciarlo con los pulgares. - No sé, Eko, ¿tú cómo lo ves? Tenemos poco tiempo para resolver esta noche.

Miré a mi alrededor de nuevo mientras esperaba la respuesta. El lugar era tétrico y me recordaba a Poron. O Norop. Esperaba que no fuese como el sitio de Zagam y el payaso pudiera espiarnos. - Oye... ¿Poron puede vernos aquí como Zagam en su lugar? - Pregunté en un susurro, antes de que le diera tiempo a responder a lo anterior.

Decantándose por ser paciente y esperar a que terminara, Eko dejó que Zyllah se explicase. Estaba preparado para echarle mil cosas en cara, desde que le hubiera mentido a que hubiese pensado en matarlo, en lugar de contarle lo que pasaba realmente. Sin embargo, las cosas no habían sido como él se esperaba. Al menos, no según su historia. Y ahora no es que tuviera motivos para mentir, ya que estaban más atados que nunca.

Con un suspiro se separó de la mesa, acercándose a ella, relajando por completo su expresión. Las cosas que ella había dicho hacía días que él las pensaba, y ya se las había comentado tiempo atrás. Dejar que otros se marcharan era un peligro para el sello. Las historias volarían. Muchos otros llegarían después, sedientos de poder.

- Ven aquí, anda. - Le pidió, acercándose a ella y arrodillándose a su lado, buscando su abrazo. - Me habías asustado. - Confesó lentamente en su oído, sintiéndose al momento débil. Tanto por haber dejado que lo que ella hiciera con su vida le afectara, como por haberlo admitido en voz alta. Luego buscó sus ojos, mucho más tranquilo, sintiendo cómo las cosas comenzaban a encajar lentamente una vez más.

- No sólo son una panda de usurpadores. - Dijo entonces, mirándola a los ojos. - Es un peligro que cualquiera se vaya de aquí sabiendo las cosas que saben. - Expuso una vez más, comenzando a sentir sobre sus hombros una responsabilidad mayor de la que había tenido hasta entonces. Ya no sólo se trataba de sobrevivir. - Me alegro mucho de que te hayas dado cuenta. - Susurró, antes de colocarle un mechón detrás de la oreja, y acercar sus labios a los de ella.

- No creo que Poron nos escuche, pero no lo puedo asegurar. - Afirmó cuando se hubo separado unos centímetros, mientras una sonrisa traviesa se formaba en sus labios. En un primer momento se había planteado zanjar lo que quiera que tuvieran entre ellos, si realmente ella pretendía matarle. Acabar con ella en venganza. Repudiarla. Pero esto era totalmente diferente. - Cuéntame qué has pensado para esta noche. - Si envías a Yormund hacia un inocente, dile antes a Zagam y Gabriel que no atacará. Que Liam le ha hecho algo, por ejemplo. - Propuso, sabiendo que tendrían que cerrar ese tema cuanto antes para que ella pudiera dar las órdenes oportunas y todos se prepararan.

Al ver el cambio en su expresión mi espalda se relajó, haciéndome consciente en ese momento de lo envarada que había estado por la tensión de sentirme juzgada. Cuando se arrodilló delante de mí solté al pajarito en mi regazo y rodeé su cuello con mis brazos, acercándolo a mi cuerpo y escondiendo durante algunos segundos el rostro en su cuello. Me había sentido completamente sola durante todo el día y saber que Eko estaba conmigo en esto también era mucho más que reconfortante.

No lo solté cuando se separó, dejé mis manos en su cuello y lo miré a los ojos, mientras acariciaba su nuca con los dedos y una sonrisa se empezaba a dibujar en mis labios lentamente. - Estoy esperando a que Alexia me confirme a por quién irán ellas antes de decidir sobre Yormund. Pero como ya te he dicho dudo entre Marceline o Lennish. O quizá Zagam. En todo caso, no nos conviene dirigirlo hacia ningún traidor, ellos me están dando tiempo y a su vez también los matan. Aunque no lo sepan están ayudándome a fortalecer el Sello. Con Alexia infiltrada, no tenemos que temer nada de ellos, y distraen las miradas que podrían caer en nosotros. ¿A por quién te parece que debería enviarlo?

Valoré su idea sobre qué decir en la ilusión de Zagam mientras llevaba una de mis manos a su mejilla, para acariciarla suavemente con el dorso de los dedos. - Había valorado tres opciones sobre eso. La primera, que ya estaba poniendo en práctica, decirles que lo mandaría contra Marceline con la esperanza de que ella se llevase a Ira por delante. Al fin y al cabo, Marceline no le cae bien a Zagam. Y me pareció una excusa creíble para atacarla. - Hice una pausa, con la mirada perdida en la profundidad de sus ojos oscuros y la mano que tenía en su mejilla lo soltó para volver a rodear al pajarito en mi regazo. - La segunda, decirles que lo mandaría contra Liam. Y por la mañana decir que algo había sucedido y Yormund no había podido atacar a Liam y que en su lugar se había visto obligado a atacar a otro. Vendiéndolo como si hubiera sido provocado por algún tipo de poder del tatuaje. - Hice una pausa y tomé aire antes de seguir. - Y la última, decirles que no lo mandaría contra nadie porque no quería dañar a ningún inocente. Pero tu idea también suena bien. ¿Crees que es mejor que las otras?

Mientras esperaba su respuesta, volví a acercarme, para posar mis labios sobre los suyos con dulzura, antes de apoyar de nuevo la mejilla en su hombro. - ¿Sabes qué? Me la suda si Poron nos ve. - Susurré directamente en su oído. - A Zagam lo aprecio y respeto pero me da igual lo que pueda pensar el payaso.

Eko escuchó toda la explicación de Zyllah, mientras la sonrisa se iba afianzando en sus labios. Estos traidores habían sido demasiado evidentes desde el principio. Luchar contra ellos había sido sencillo. Sin embargo jugar contra Gabriel, contra Marceline, Zagam... eso sí era más interesante.

- El problema de enviarlo contra Marceline es Gabriel. - Respondió, analizándolo. - Parece que se llevan bien, y como no ha estado ahí durante todo este tiempo no entendería el por qué de esta medida. No creo que a Zagam le importe, pero podría darnos problemas con él. Salvo que nos de tiempo a explicárselo todo desde el principio, al menos. Creo que Lennish es una buena opción. - Dijo entonces. - Sin ella, tenemos la victoria en las votaciones asegurada. Pero tendrías que preparar ya el terreno para que se crean por completo que Yormund no atacó a nadie. Es mejor que lo sepan antes a vendérselo después, eso seguro. - Concluyó. - Además, eso justificaría cualquier asesinato posterior, si piensan que ahora Yormund es inútil.

Luego, cuando ella se acercó a sus labios, Eko la recibió con dulzura, aún agachado a su lado. Y con sus palabras posteriores toda la piel de sus hombros y su espalda se erizó, mientras la caricia de su susurro penetraba en su oído, haciéndose consciente de lo que estaba diciendo. Se apartó de ella, buscando confirmar por su mirada que realmente hablaba en serio. Y en cuanto vio sus ojos algo en los de Eko cambió, liberando parte de la contención de todos los días pasados. Inmediatamente llevó ambas manos al cuello de ella, sosteniendo su cabeza, y se lanzó con desesperación a por su lengua. Si estaba intentando despertar lo que tenía dentro, desde luego iba por buen camino.

Me sobresaltó lo repentino de su movimiento al apartarse y lanzarse por mi boca. Durante unos instantes todo lo que nos rodeaba desapareció y tan sólo estaban sus labios. Pero un pensamiento fugaz me hizo sujetarme a su muñeca y separarme unos milímetros de él. - Espera... - Dije en un susurro entrecortado, rozando sus labios con los míos. - Tenemos que terminar de decidir, se acaba el tiempo. Alexia acaba de decirme que ellas irán a por Lennish, que Ira prefiere enfrentarse a Gabriel en combate, así que no enviaré a Yormund a por ella. ¿Quién te parece mejor opción? ¿Marceline, Gabriel o Zagam?

Cuando Zyllah le detuvo, agarrando su muñeca y separándose de él, Eko liberó una risa tranquila, sintiéndose totalmente libre de hacerlo, como si nada les apremiara. Por primera vez serían únicamente ellos los que marcaran sus tiempos. No habría llegadas de mensajes que les interrumpieran, y decidir ignorar lo que pasase en cualquiera de las otras realidades era únicamente su decisión.

- Si tanto Liam como Ira siguen vivos mañana, Gabriel o Zagam son las mejores opciones. - Susurró con voz grave, sin soltar su cuello ni sus mejillas. - Si Lennish atacase a Liam antes de que caiga la noche, Marceline. No podemos arriesgarnos a que no quede ninguno de los dos tras las votaciones, y luego ella use su poder contra cualquiera de nosotros. - Luego se quedó callado por si ella no había comprendido lo que decía, rozando sus labios, consciente de que se había explicado rápido y mal.

- Esperaré hasta el último momento entonces para darle las indicaciones. Pero creo que será Marceline. Es la más justificable de cara a Zagam y Gabriel. Y si Lennish de verdad puede matar a alguien quizá lo pueda hacer aunque esté muerta, así que eso no nos cambiaría nada. Además, es la que peor me cae. - Guardé silencio un instante, disfrutando de sentir su respiración acariciando mi rostro, antes de hablar de nuevo. - ¿Crees que podrá hacer lo mismo que hizo mi madre con Yannick? ¿Qué crees que perderíamos si lo hiciera con uno de nosotros? Es lo que más me corta a la hora de decidirme por ella. Quizá lo mejor sea dejarla para el final y esperar que no le dé tiempo a llevarse a nadie con ella antes de que todo termine. - Concluí, dubitativa, mirándolo a los ojos mientras seguía jugando con mis dedos en su nuca.

Eko disfrutaba de la sensación de estar haciendo de nuevo planes juntos. Después de que ella se comportara de manera extraña durante todo el día, y luego tener que desconfiar de cada palabra, volver a sentirse libre de hablar, de analizar todas las posibilidades para tomar la más beneficiosa, era placentero.

- No sé si podrá hacer eso. - Dijo entonces - Pero creo que lo mejor sería no arriesgarnos. De todas formas, no creo que nuestras prioridades cambiaran, siendo sólo algo temporal, ni creo que abandonásemos este lugar, o el mundo de Zagam. Ni tampoco creo que tus lacayos sufrieran. - Reflexionó, pensando en todas las consecuencias que podría haber. - Y seguirían debiéndote la vida. Según las cartas, es por eso que te obedecen. De modo que no creo que perdieras control sobre ellos. - Vaticinó, pasando la mirada continuamente de sus ojos a sus labios, disfrutando de la expectación. - Si me lo hiciera a mí, - Susurró - aprovecharía para reírme de todos los que hemos hecho caer. Y probablemente le explicaría a Andrew que si no hubiera mordido la mano que le había ayudado probablemente ahora estaría vivo.

Entonces, sin soltarla, se acercó de nuevo para dejar un beso lento y cálido en sus labios.

- Creo que debemos atacar a los culpables de día, y a los inocentes de noche. - Le dijo después, mientras llevaba un dedo a la entrada de la boca de ella para presionar despacio el centro de su labio inferior. - Nil ya no podrá vernos. Es la única manera de que nuestros antiguos aliados no nos den una sorpresa desagradable con sus tatuajes. Y quizá - Aventuró después, con una media sonrisa. - Alexia podría decirle a Ira algo para que también nos descarte de su lista de objetivos en caso de morir.

Escuché sus palabras, pero yo no era tan optimista al respecto. No quería perder lo que era, ni lo que había conseguido. Mucho menos para terminar de contestador automático de los muertos como mi madre. Suspiré y arrugué la nariz antes de hablar. - Será Zagam entonces. Con tan poca gente viva y teniendo ya a tres de nosotros en su mundo es un peligro. Ha reconocido que iba a dejarnos aislados para siempre... - Bajé la mirada durante un instante, acariciando al pajarito. - Me duele tener que hacérselo a él, realmente lo aprecio... Pero es demasiado bueno para entender que hacemos lo que hay que hacer. Y que algunas bajas son necesarias. 

Traté de no darle muchas vueltas al tema y suspiré, buscando sus profundos ojos de nuevo. - ¿Qué quieres que le diga Alexia a Ira? Había pensado que podía hablarle de mi cambio para que no me hiciera nada, ¿pensabas en algo así?

- Sólo una cosa. - Añadió a sus palabras. - Le digas lo que le digas a Alexia, hazlo de forma que ella siga creyendo que eres inocente. Como si fuese una estrategia para engañar a Ira. Nunca se sabe lo que puede pasar.

- No estoy seguro de que Zagam sea tan bueno como crees. - Respondió luego Eko, aún con el dedo en sus labios, mientras seguía con los ojos su propio recorrido a través de ellos. - Hasta ahora lo he respetado porque te importa, pero también creo que es un peligro. - Susurró. - De todas formas, si todo va bien quizá pueda tener una oportunidad en el futuro. - Expuso, antes de emitir un largo suspiro.

- Oye... - Le dijo entonces, bajando la mirada a las manos de ella. - Quiero agradecerte que aún me guardes esas cadenas. Soy consciente de que es un sacrificio que estás haciendo por mí, y que no tendrías por qué. - Murmuró, antes de volver a sus ojos. Incluso cuando había decidido tomarse la justicia por su mano había aceptado no levantar a Andrew, o a cualquier traidor conocido, y eso sí era algo a reconocer.

Decidí no decir nada sobre Zagam, era un tema espinoso para mí en estos momentos. La decisión ya estaba tomada y la orden dada. No quería pensar más en ello esta noche. - Esperaré a mañana para hacer eso de Ira. - Dije en voz baja. - Ahora mismo no está el horno para bollos dentro de mi cabeza. Yormund, ya sabes... - Hice un ademán con la mano, quitándole importancia al asunto. - Además, llevo todo el día guiándolos poco a poco hasta cambiar de atacar a traidores a inocentes y creo que no se han dado cuenta del cambio de planteamiento. No quiero darles motivos para sospechar algo esta noche. Prefiero tenerlos engañados todo el tiempo que pueda. 

Suspiré, posando mi mirada en la suya y torcí un poco la boca, haciendo una pequeña mueca antes de hablar de nuevo. - En realidad, si me hubieran cuadrado las cuentas para acabar con esto esta noche, quizá habría levantado a Andrew. - Reconocí, con un tono de disculpa. - Pero como no lo hacían, pensé que lo mejor era seguir guardándotelas.  Si iba a durar un día más, no me convenía tampoco que hubiera demasiados ataques. - Esperé su respuesta, observando su reacción a mis palabras y esperando que no le molestasen demasiado. 

La respuesta de Zyllah tardó unos segundos en calar en la mente de Eko. A lo largo del día, y ya el día anterior, ella había propuesto utilizar esas cadenas. Pero que estuviera dispuesta a hacerlo a pesar de su negativa era algo que no se esperaba. Una mezcla entre frío y decepción amenazó con adueñarse de su pecho, sin entender del todo por qué se sentía tan herido ante la sola idea de que ella levantase a otro, o si tenía derecho a sentirse así.

Claro que lo tenía. Él había subordinado sus decisiones, incluso su propio poder, a ella, perdiendo incluso su capacidad de cambio. Y mientras ella se planteaba traicionar la palabra dada, olvidando las promesas hechas.

- Bueno, no pasa nada. - Susurró, intentando que la desilusión no se trasluciera en su voz. Sólo faltaba que aún por encima ella viera que le afectaba. Al menos finalmente había tomado la decisión adecuada. - Es lo normal, supongo. - Añadió, tratando de convencerse también a sí mismo. Una vez más, sentía que no terminaban de entenderse a través de las palabras. Levantando en su rostro una expresión de despreocupación la miró, formando una media sonrisa, antes de tirar un poco de ella para recuperar la cercanía.

- ¿Algo más que decidir antes de que caiga la noche? - Preguntó con tono grave.

Mientras él guardaba silencio, seguí acariciando su nuca un poco preocupada. No parecía haberle sentado muy bien. Y sin embargo, no se mostró molesto, ni puso el grito en el cielo, ni me exigió nada... Suspiré, sin estar segura de qué habría preferido y negué con la cabeza ante su pregunta. - Las cartas ya están echadas. - Dije, tratando de hacer una broma al respecto de su nueva habilidad y buscando sus ojos con una mirada un poco dubitativa.

Cuando ella respondió Eko liberó el aire de su pecho y se echó hacia adelante, arrodillado como estaba, para buscar su boca con suavidad. Parecía que al fin estaba todo zanjado, y aunque no tenía tan buen cuerpo como un rato antes, no desperdiciaría la ocasión de poder estar con ella sin contenerse por quién estuviera mirando.

Lo que comenzó como un beso suave poco a poco fue adquiriendo más intensidad, mientras imágenes de las ocasiones en que se habían detenido por Zagam venían a su mente. La postura no era muy cómoda para él, pero eso era lo de menos. Una de sus manos se había deslizado un poco más, hasta su nuca, mientras la otra sostenía su mejilla. Era reconfortante encontrar una vez más su lengua, al margen de lo que sucediera en las otras realidades, o de lo cuidadosamente que tuvieran que guardar las apariencias en el mundo del ilusionista.

Mientras tanto, todo su cuerpo pedía a gritos ser acariciado, comenzando por su espalda. Sin llegar a separarse de ella empezó a llevarla hacia sí, con la esperanza de que le acompañase al suelo.