Partida Rol por web

Ante vosotros se abría una escena, que para nada esperabais encontrar. Un paisaje romántico, rodeado de árboles, que aunque secos, se abrazaban entre una niebla densa, creando un ambiente de acogida, recogiendo entre sus troncos un trozo de pared, donde pendía un olvidado espejo, que aunque viejo, aún relucía vuestro semblante una vez más.

En medio de aquel lugar, una mesa dispuesta, para veintidós comensales, y coronando aquellas mesas un cenador que cubierto de gasas os daba la bienvenida con su anfitrión, pues tras aquellas telas, aunque con gesto triste, se encontraba un rostro encargado de aquel lugar. Un rostro para algunos, conocido, para otros, un rostro más.

Es el momento de aceptar la muerte dejar, que todo siga su curso, y que vuestra historia siga aquí donde reposan las almas, esperando vuestro momento en una cena hasta la eternidad.

Bienvenido seas Zagam, mi voz será tu contacto con el otro lado, soy el nexo que te sigue uniendo a la vida.

Espero que todo este a tu gusto... Yo soy Kaldreade. El Siervo que os dara cavida en esta zona antes de la muerte. Seré tu compañia y confesor, todo lo que quieras, pidemelo, aquí estoy...

Llego a ese lugar, recordando cómo me señalaron y humillaron sin entender el por qué... Miro al chico que está allí conmigo, confundido. -  Hola... ¿Dónde estamos? Lo último que recuerdo es... Vale, así que esto es como una especie de infierno donde liberarme de mis pecados, imagino, ¿no?

Camino, habiéndome consciente de mi situación. Me siento al lado de un árbol, apoyando la espalda contra él. Agacho la cabeza y me tapo el rostro con las manos. Llevaba muchos años sin llorar, desde que era un crío, pero la situación era demasiado dura como para evitar que se me deslizaran un par de lágrimas. - tenía que haber hecho caso a mis empleados... Tenía que haber ignorado las palabras del viejo que me hablaron de este lugar y seguir con mis actuaciones, tan tranquilo. Ahora estoy muerto y no he logrado averiguar nada sobre mi padre. ¡Joder! No sé qué les pasa a esas niñas y tampoco sé que diablos buscan los que las ayudan, pero no es justo... Yo no he hecho nada malo...

Miro al chico, con lástima en el rostro. - Ojalá pudiera contarte algo certero sobre él, pero la verdad es que no sé mucho. Abandonó a mi madre, humana, cuando supo que estaba embarazada de mí y ella murió al darme a luz. Me crié en un orfanato, lo cual no fue fácil, aunque bien joven descubrí que tenía habilidades para crear ilusiones y que eso fascinaba a mucha gente, especialmente a los humanos. Cuando fui mayor de edad y no pude seguir en el orfanato, me dediqué a hacer espectáculos, sacándole el dinero a los humanos ilusos que tratan de entender cómo soy capaz de hacer lo que hago. Allí fue donde un viejo loco me trató de agredir tras una de mis actuaciones, diciendo que esas ilusiones las había visto en otro demonio, Belial,  que seguro que yo portaba su misma sangre. Después me deseó que sufriera el mismo destino que aquellos que perecieron en el templo de Baal, pero yo no sabía a qué se refería. No sabía se este lugar estaba relacionado con mi padre o no, ni siquiera sé si ese tal Belial es mi auténtico padre, o si ese demonio había estado aquí antes, pero era la única vez en mi vida que había escuchado algo que podía ser una pista sobre mi pasado. Me obsesione... Mis empleados me dijeron que eran delirios de un viejo, y, ¿sabes? Ahora que estoy aquí, creo que tenían razón...

Agacho mi cabeza, poniéndola sobre mis rodillas, y me cubro el rostro con los brazos cruzados.

De espaldas a vosotros esa figura os espera como adecentando el lugar...

Bienvenido seas Nil, mi voz será tu contacto con el otro lado, soy el nexo que te sigue uniendo a la vida.

Espero que todo este a tu gusto... Yo soy Kaldreade. El Siervo que os dara cavida en esta zona antes de la muerte. Seré tu compañia y confesor, todo lo que quieras, pidemelo, aquí estoy...

Bienvenida Marce... Ese nombre... Se gira... y tan solo puede decir ¿Eres tú?

Marceline no sabía como había llegado a ese lugar. Recordaba que esas niñas demoníacas los habían vuelto a mandar a dormir, y entonces estaba allí. Sabía que había algo más, pero su mente le negaba más recuerdos. Vio que no estaba sola, que también estaba allí Nil, y no entendía donde habían ido a parar. Entonces vio que también estaba Zagam, y entonces lo comprendió todo.

Estaba tan triste que no prestó atención a quien más hubiera allí, quien estaba hablando con Nil. Alguien llamado Kaldreade... ¡Un momento! Los ojos de Marceline se abrieron como platos, y miró a esa figura, quien también parecía reconocerla al verla a ella. - Her... ¡Hermano! - dijo Marceline con los ojos llorosos mientras se lanzaba hacia Kaldreade y lo abrazaba con todas sus fuerzas. Y así se quedó, llorando abrazada sin querer volver a separarse de su hermano mayor.

Mientras ambos hermanos apenas habían llegado a rozarse, un efímero viento, borró la presencia de ella en el lugar... Al menos se habían encontrado... Pero tan sólo por un segundo, nada más.

Ahora ella volvía a la vida, dejando atrás aquel espacio...

Y antes de que Nil pudiese hablar al respecto de Kaldreade, y todo lo que confrontaba aquel lugar... Su alma tambien era devuelta al reino de los vivos, quedando tan solo.

Kaldreade y Zagam otra vez...

Miro al joven que llevaba allí desde el principio. - Vaya... ¿Es tu hermana? Lamento mucho que haya llegado a aquí entonces... ¿Qué ha pasado con ella y con Nil? ¿A dónde han ido?

Bienvenido seas Gabriel, mi voz será tu contacto con el otro lado, soy el nexo que te sigue uniendo a la vida.

Espero que todo este a tu gusto... Yo soy Kaldreade. El Siervo que os dara cavida en esta zona antes de la muerte. Seré tu compañia y confesor, todo lo que quieras, pidemelo, aquí estoy...

Me siento en una de aquellas sillas, guardando silencio mientras aquel extraño anfitrión hablaba. Me sentía bien en este extraño lugar, había escapado de las arenas del tiempo en las que había estado hundido durante toda mi vida, en este sitio no existía el tiempo tal como yo lo había conocido, y aquello resultaba liberador.

-Encantado de conocerte, Kaldreade. 

Aquella mesa en mitad del bosque me recordaba a Alicia en el País de las Maravillas, donde el sombrerero loco repartía el té y siempre encontraban algún motivo para celebrar. -¿Hoy es mi no cumpleaños?-Sonreí, lo cierto es que ni siquiera sabía la fecha en la que había nacido.

-Dime una cosa, ¿que ocurrirá exactamente si aquellos que desean proteger el sello fracasan? 

Después miro a mi alrededor, percatándome en que otra de aquellas estaba ocupada por el hombre que habíamos matado el primero día, permanecía en silencio, del mismo modo que lo estuvo en vida, siendo aquello lo que lo condenó a la muerte.

-¿Puedes escucharme, Zagam?

Consumiéndose en su propia melancolía... Reflexiono durante unos instantes sobre aquellas palabras, debía ser un destino muy triste acabar así tu existencia. 

-Nunca he sido señor del tiempo, Kaldreade, más bien he sido esclavo del mismo. Mi poder... podía traer de vuelta a aquellos que morían, dar la vuelta a su reloj, concederles algo más de tiempo. Traje de vuelta a Marceline... ¿la conociste?...

Parece que al volver de la muerte se hacen más fuertes, o al menos eso ocurrió con Nil y Marceline.

Miro fugazmente a Zagam, que continuaba sin intervenir.

-¿Sabes cual era su poder?... No me gustaría saber que contribuí a acabar con un inocente.

Me encojo de hombros, y después permanezco unos segundos mirando a nuestro anfitrión, su presencia me transmitía una gran sensación de calma.

-¿Lamentaría alguien mi muerte?... -Pensé en voz alta. Si hubieran sabido cual era mi poder... Ahora les será más difícil proteger el sello, se apresuraron en condenarme, pero quizá las cosas tenían que ser así. 

Levanto mi rostro ante las palabras de Gabriel sobre mi "poder" y le sonrío, aún con los ojos llorosos, de forma irónica. - Entonces, lamento decirte que tendrás que cargar con la muerte de un inocente hasta la eternidad... No soy uno de ellos y, sobre mi poder, sólo diré que siempre se me ha dado bien hacer fantasías que parecen reales. No voy a darte ni a ti ni a él detalles sobre lo que hago, ya que me consta que mi muerte le ha servido a alguien para aprender mi mejor truco. 

Suspiro y me pongo de pie. - Empiezo a asumir que estaré aquí para siempre. Un par de personas entraron y se volvieron a ir. No me sorprendería que contigo pasara lo mismo. ¿Sabes lo qué me da más rabia? Hay personas en ese lugar que saben que no merezco estar aquí, y estoy seguro de que no dicen nada. Están usando mis trucos para jugar contra todos vosotros... Ellos piensan que yo no lo sé, pero yo soy el único capaz de controlar mis ilusiones.

-¿No quieres compartir esa información? ¿Te da igual que el sello sea destruido? 

Me quedo mirando a Zagam con suspicacia, aunque en cierto modo entendía su frustración, yo había intentado ayudar a esa gente y su forma de agradecérmelo fue que ocho de ellos se unieron para acabar conmigo. Ahora tendrán que arreglárselas sin mi poder. 

-No creo que nadie vaya a resucitarme a mi, Zagam. Creo que no tenía la simpatía de ninguno de ellos. Si volviera simplemente volverían a matarme.

Me encojo de hombros, y me relajo en aquella silla, me encontraba cómodo allí, charlando con Zagam y aquel extraño anfitrión.

-¿Sabes? Hubo un tiempo en que me ganaba la vida como ilusionista. Los teatros se llenaban para ver mi espectáculo, detenía las balas, desaparecía tras una cortina... Los aplausos de la gente me hacían sentir vivo. Pero el mayor truco era hacerles creer que todo era un truco. ¿Resulta irónico, verdad?

Sonrío a Zagam con amabilidad, seguro que su espectáculo habría sido mucho mejor que el mio.