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HLdCn: El Legado de Caín III - La Cosecha del Odio

Una Fecha a Recordar

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30/10/2014, 11:34
Director

De nuevo 31 de Diciembre y ella no estaba allí. Miles y miles de años habían pasado desde que su vida se esfumó, pero aún recordabas el olor de su sonrisa mientras os observaba jugar.

La ida de una madre tan temprana siempre deja huella, sobre todo cuando te aferras a la idea de ser como ella… un humano más.  Una decisión que te hizo diferente a tus hermanos y poderoso en cierto aspecto y débil en otros. Una parte de un conjunto que se rompió hace muchos años ya.

Como cada año desde que empezó tu falsa muerte algo te llevaba a Oldland en cada cumpleaños de Joseline. Y mientras el resto celebraba una fiesta pagana y disfrutaban con burlas sobre la muerte y la falsedad, tu aprovechabas una nueva imagen o una nueva identidad para volver a la que fue tu casa, para honrar de alguna manera su nacimiento… aunque ya no estuviera allí.

La puerta se abría con tu mano y los goznes gritaban mientras el trémulo sol del ocaso entraba en el hogar.

Aquella sala te recibía con aquel aroma a herrumbre y cerrado, donde aún se conservaban aquella mesa de madera, y varias sillas alrededor. Unos viejos sillones frente a un fuego apagado y un viejo aparador.

El polvo y las telarañas llenaban la estancia, pero pese a eso para ti, era el único sitio al que después de tanto años podías señalar como tu hogar, aquel que conoció al primer Melknhar, aquel que fue niño, y sonreía. Aquel que dio paso a esta sombra raída del ayer, donde los recuerdos eran heridas que entretejer.

Tus oídos juegan contigo, y escuchas las voces de tus hermanos que te reclaman atención para jugar.

Cansado te sientas en uno de los viejos sillones, y con un gesto de tu mano, ahora que no había nadie atraes una llama, que al momento deja en nada las telarañas de la chimenea y comienza a arder sobre ascuas y leña carcomida.

El fuego crepita ante tus ojos, pero solo escuchas aquel sonido que el pasado encierra para aquella ocasión. La llama del fuego no es otra que la de una vela, y tras ella Mamá sonríe y piensa en algún nuevo deseo, mientras la observas con fascinación.

¿Cómo alguien tan vulnerable tiene tanto poder?... Capaz de vencer las diferencias y de dar vida  y esperanza con solo un gesto o una sonrisa. Es algo que toda madre es capaz de hacer y que sus hijos rememoraran siempre cuando ya no está.

A tu lado en esa imagen esta Eve. Aquella hermana que nunca se dio a conocer, y que pese a buscarla con tu mirada, siempre evito el contacto con su forma regia y su altivez. Ojala el tiempo diera espacio a alguna otra oportunidad.

Erais diferentes, como el ocaso y el amanecer, ella altiva y fría, despegada de todo lo que le rodeaba excepto de su manada de bestias y su aura bestial. Pero pese a todo fue en un día tu hermana, una de los mellizos y el supuesto nexo entre Grovehn y tú, aunque nunca estuvo entre ambos, sino un paso atrás.

Niegas con la cabeza, y los recuerdos se arremolinan y ahora centras tu mirada en Grovehn, aquel pequeño que siempre te buscó, y jugó contigo. La ideal relación de un hermano con su mayor.

Aquel  chico que siempre te buscaba intentado jugar, y que el tiempo estilizó su figura y poco a poco te alejo cada vez más.

Todo fue tras la muerte de ella, que poco a poco te quedaste como el diferente, como aquel que nunca tuvo que ser. Pues bastaron los años, para que ambos mellizos se unieran y te dejaran a un lado… ya no necesitaban del hermano mayor.

Una ruptura que se marcaría en tu alma como una grieta más.

Tras aquella ruptura habían pasado muchos años y siglos, y bajo la maldición de la inmortalidad, como un alma errante buscabais la forma de terminar vuestro paso de una vez.

Tanta gente clamando por parecerse más a vosotros, y vosotros clamando por caer como el resto sin más.

Tras esa misma separación empezaste a ir en esta fecha a Oldland, como esperando que en la noche de los muertos, ella volviera aunque solo fuera un momento, y poder sentir aquel sentimiento de estar en familia una vez más.

Año tras año te ocultabas bajo un nuevo rostro, ocultando tu imagen y aceptando con buen grado el mito de que hacía enios que te dejaste caer. Todos te mitificaban con la cúspide del Ankh, aquel que reinaba con su mente y sobriedad. Pero en verdad tu mente estaba rota por tanto anhelo, por tanta soledad.

Ojala hubiera existido más tiempo en aquella casa junto a ella, y ahora pudiera tener respuesta a más de una ecuación que se presentaba sin un porqué.

Enjugaste tu mirada con tus manos, intentando borrar un recuerdo que te hacía daño una vez más. A tus espaldas el sonido de la campana de la torre de Oldland marcaba ya las once, tan solo una hora que celebrar, entonces una sombra reinó la sala apenas iluminada por el fuego de la chimenea.

Alzaste la mirada frente a la chimenea sin moverte, mientras tu mente reconocía a aquel que te miraba desde fuera sin más. Grovehn había vuelto a casa y te observaba sin más… pero no estaba solo, dentro de la casa, bajo el quicio de las escaleras que llevaban al piso superior, se apostillaba Eve.

No hacía darte la vuelta para reconocerla, pues intuías con los ojos cerrados su fría sonrisa en su rostro.

El último tañido de la campana sonó… De nuevo juntos aunque separados, estaban los tres legados.

Tan solo quedaba una hora de aquel triste cumpleaños, y mucho que hablar.

Es hora de reencontrarse y recordar…

 

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30/10/2014, 11:37
Director

Puede que para otros fuera una noche más, o quizás la noche en la que aquella fiesta de los muertos daba su inicio y señal. Pero para ti era mucho más que eso… era el cumpleaños de ella.

Aquella sonrisa que siempre se guardará en tu mente, capaz de domar la bestia que te inundaba sin pensar. Aquella grácil mano que peinaba tus cabellos mientras sonría pese haberla hecho llorar. Miles de definiciones podrían retorcer el aroma del recuerdo y el papel para nombrarla una vez más… Joseline, para algunos, pero para ti siempre sería Mamá…

Aunque tuvieras aquel aspecto de cervatillo desvalido tu olfato seguía siendo el de aquellos animales sedientes de sangre y de hiel. Aquel sentido que año tras año, con un nuevo semblante martilleabas con aquellas sabanas guardadas bajo el falso fondo de un comodín, sobre el que ella se miraba a la vez que te peinaba o te abrazaba antes de mandarte a dormir.

Puede que si alguien supiera que la bestia aún sentía añoranza por el recuerdo pensaría que eras más débil de lo que tu figura y recuerdo dejaba ver en los demás.

A unos cuantos metros la campana de la torre de Oldland marcaba que eran más de las diez, era la hora de marcharse antes de que la noche se cerrara en aquel lugar.

Como siguiendo una liturgia ya aprendida, doblaste la sabana, acariciando tu rostro sobre ellas en el último doblez. Te agachaste para meterlas en aquel falso fondo y la volviste a tapar un año más.

Apoyaste tus manos sobre el comodín y miraste aquel espejo en el que no te reflejabas, pues ahora solo veías a una pequeña niña con semblante rudo y ojos perlados en un color entre verde y azul, junto a su mellizo, que con una gran carcajada se escapaba de un hermano mayor.

Un recuerdo que seguía haciéndote daño y que una vez más te hizo gritar, y arañar la madera que asías con tus manos, y golpear la pared.

¿Por qué su ida cambio tanto vuestras vidas?... ¿Por qué nada era igual?.

La sed de sangre aparecía en tu boca de nuevo, mientras la amarga sensación del despecho crecía una vez más. La bestia volvía a estar despierta, e incluso con aquel semblante de inocencia, la muerte pudo temer tu reflejo.

Una furia que no era más que el resultado de la pérdida de un hermano al que nunca escuchaste, y no  te dio tiempo a añorar, aunque sí a envidiar por todas aquellas risas que vistes junto a Grovehn, mientras tu esperabas que tu mellizo te buscase para jugar.

El tiempo os fue cambiando, hasta que hubo un momento en el que las diferencias con Melknhar os hicieron dejarlo de lado, como la historia había hecho con vuestra felicidad.

Hubo unos años donde los mellizos os refugiasteis como solo uno, pero aquel tiempo ya pasó. Pues ese mismo lapso os enseñó que lo que es igual siempre termina por diferenciarse sin más.

Tras aquella ruptura habían pasado muchos años y siglos, y bajo la maldición de la inmortalidad, como un alma errante buscabais la forma de terminar vuestro paso de una vez.

Tanta gente clamando por parecerse más a vosotros, y vosotros clamando por caer como el resto sin más.

Tras esa misma separación empezaste a ir en esta fecha a Oldland, como esperando que en la noche de los muertos, ella volviera aunque solo fuera un momento, y te llevara al otro lado. No tenías ganas de seguir con esa carga.

Ser la empuñadura del Ankh pesaba demasiado, pues de alguna manera la ida de Melknhar caía sobre ti, como algo de lo que tú sola te hacías responsable sin más. A la vez que te sentías sin equilibrio apoyada en aquel fuste afilado que puede que el tiempo o ella misma alejo de sí.

Tus formas regías te hicieron reina de un mundo de lujuria, mando y dirección. Un mundo que poco a poco sería regente junto con la soledad. Un error que ya era imposible de evitar.

Pues la costumbre se hizo norma, y lo que un día hería a esta pequeña bestia era tan solo un ambiente de normalidad, en el que a veces… como en aquel extraño sentimiento ante la sonada de aquella campana frente al espejo, la hacían crecer en su rabia y su crueldad.

Te dispusiste a bajar las escaleras que escondían aquel dormitorio que siempre pertenecerá a Mamá, cuando el calor del fuego te hicieron bajar con paso lento hasta ver desde el quicio de la puerta de las escaleras, a un hombre mirando el fuego sin mirar, sobre el que descansaba una sombra, alguien asomado a la ventana….

La sonrisa irónica y fría, que siempre te caracterizó, te inundó. Pues sabías quien era cada uno de ellos, aún reconocías el olor de cada uno de ellos. Un extraño día para el reencuentro, una fecha familiar.

De nuevo juntos aunque separados, estaban los tres legados… después la campana volvió a sonar.

Tan solo quedaba una hora de aquel triste cumpleaños, y mucho que hablar.

Es hora de volver a coger aquella silla junto a la puerta y recordar…

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30/10/2014, 11:43
Director

La campana de la torre de Oldland marcaba las diez, y tus pasos golpeaban las piedras que encontrabas en el camino, mientras como cada año, la recordaba en aquel día que fue su cumpleaños, y que ahora solo era una fecha más.

La  partida de una madre siempre es dura, pero aún más para el benjamín de una casa, que necesita siempre un beso más.

Todo aquel tiempo de sonrisas y juegos bajo la atenta mirada de Joseline, hace muchos años que se perdió, pero a pesar del tiempo no has dejado de olvidarla ni un segundo aquella mano cuando te acariciaba o que te instaba a volver a jugar.

Aquel niño risueño había acabado su función, pues el tiempo y las heridas ahora te hicieron un hombre fuerte e incapaz de volver atrás. De aquel niño solo quedaban los recuerdos que año tras año de tu desaparición te hacían volver a Oldland en el cumpleaños de Mamá, para regalarte un poco de aquella historia que ya pasó y no volverá.

Cada año con un nuevo rostro, con una nueva identidad, pero por dentro seguías siendo el mismo. Intentando ser tú, intentado defenderte de tantos recuerdos que te agreden y te recuerdan que siempre fuiste el peor.

Frente a ti, la vieja puerta de la casa de piedra y madera que fue vuestro hogar te da la bienvenida a pocas horas de terminar aquella fecha que te hace daño una vez más.

Una falsa imagen nubla tu mente y observas aquello que un día fue. Aquella escena en la que Mamá os miraba sin parar de sonreír desde el interior mientras que en el jardín los tres os empeñabais en alargar las horas de juego sin cesar.

Aquella sonrisa ya estaba marchita y te llenaba de rabia y te hacía apretar tu puño hasta hacerte sangrar.

De nuevo otro recuerdo, que te recordaba que ella no estaba y no volvería jamás. Tu tiempo a su lado había sido verdaderamente efímero y tu lo gastaste en juegos de niños y no en abrazarla y aprender como los demás.

Tú no fuiste como Melknhar, el cuál basó su tiempo en aprender de ella, sus maneras serenas, y su inteligencia. Algo que en ti no caló. Puede que fuese eso lo que te animaba a cada segundo a seguirlo y buscar su juego, puede que fuese por eso que fuiste siempre un niño buscando el consejo de tu hermano mayor.

No había una foto en la que ambos no salierais unidos por un abrazo, o por un gesto de complicidad, dos hermanos que nadie diría que se separarían al final.

Tampoco fuiste como Eve, la cual aunque fría adquirió las formas regias y la belleza que tu madre poseía como mujer.  Era tu melliza, pero además aquella fuerza de voluntad que siempre necesitaste y que fue tu guía hasta que un día te faltó.

Sobre aquel patio ahora raído por el sol, y la sequedad vuestros juegos rieron mil una vez, tu carreras junto al débil de Melknhar, mientras Eve os observaba fría y callada desde las piedras del sendero, una estampa rota como en mil pedazos que ahora eran mil heridas que no paraban de sangrar.

Fue ese mismo dolor el que te hizo crecer y tomar el sello con el que todos te conocían. Un aspecto forjado entre heridas y sin querer. Pues aquel niño desprotegido fue perdiendo el arropo de su hermano mayor hasta hacerlos casi desconocidos.

Esa pérdida te hizo anexionarte a tu hermana, buscando aquella guía que nunca supiste tomar. Puede que fueras el guerrero, aquel que todos temían a la hora de combatir, pero solo la forma de defenderte de nuevos recuerdos que te pudiera herir, y tus armas no era más que el escudo que te protegía, la muralla del castillo a combatir.

Hubo unos años donde los mellizos os refugiasteis como solo uno, pero aquel tiempo ya pasó. Pues ese mismo lapso os enseñó que lo que es igual siempre termina por diferenciarse sin más.

Tras aquella ruptura habían pasado muchos años y siglos, y bajo la maldición de la inmortalidad, como un alma errante buscabais la forma de terminar vuestro paso de una vez.

Tanta gente clamando por parecerse más a vosotros, y vosotros clamando por caer como el resto sin más.

Tras esa misma separación empezaste a ir en esta fecha a Oldland, como esperando que en la noche de los muertos, ella volviera aunque solo fuera un momento, y todas aquellas heridas y tiempo volviese atrás.

Por todos conocido como el fuste afilado del Ankh, pero más que una defensa era un filo que te hería cada vez más. Siempre necesitaste de aquella empuñadura que os mantuviera firme, o de aquella cúspide que ideaba y pensaba oteando sobre los demás.

Una parte de un todo que se había acostumbrado a vivir ahora así. Una parte rota que ahora formaba una sola pieza, de un puzle de recuerdos y lejanía nada más.

La campana de Oldland marcaba ahora la once, tan solo una hora de aquel cumpleaños… un año más. Ahora tus ojos veían desde la ventana una llama en el interior, pero ahora no era un recuerdo, sino una llama real.

Te acercaste a la ventana y miraste el interior… aquel salón que guardó tantos momentos y que ahora danzaba con las figuras del fuego al crepitar. Un fuego tapado por una figura sentada, que aún sin verle la cara, por su porte y forma de moverse sabías que era Melknhar.

Pero no estaba solo, pues justo frente a ti, bajo el quicio de las escaleras que daban al piso superior, una forma femenina miraba desde la oscuridad, como una bestia al acecho, como siempre haría Eve.

El último tañido de la campana sonó… De nuevo juntos aunque separados, estaban los tres legados.

Tan solo quedaba una hora de aquel triste cumpleaños, y mucho que hablar.

Es hora de entrar como antaño y recordar…

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30/10/2014, 12:04
Dam

Una vez más, las puertas de lo que una vez llamé hogar, me reciben. Un año más, un año más sin ella... Dicen que para los seres inmortales el tiempo es algo banal y rápido, que un año es un segundo; no lo veo así. Cuando has perdido algo o alguien que de verdad te importaba o merecía la pena... y junto a ella, todo lo demás por lo que habrías dado la vida, el tiempo se torna algo lento e incluso doloroso, aunque inexorable. 

La piedra reproduce el eco de mis pasos y mi inseparable bastón. Con paso lento y los ojos cerrados, me acerco a la chimenea, aquel rincón donde me dedicaba a leer junto a mi madre, o a leerle cuentos e historias a los mellizos. Una sonrisa de ternura aparece en mis labios secos, hacía mucho que no lo hacía y casi duele. Suspiro mientras dejo mi cuerpo caer sobre uno de los sillones, jugueteo con las llamas, ni siquiera su calor es comparable a las caricias de mi madre. No llegan a brillar ni la mitad que su sonrisa. Cuánto la echaba de menos. 

Y así un año más...-murmuré, como si estuviese hablando con la llama que bailaba entre mis dedos. Solo quedaba una hora para que llegase el momento de rememorar a Josephine, mi madre. Aunque ella no desaparecía de mi cabeza ni un solo instante. 

Pronto, escuché que había otras presencias en la sala. Dos, exactamente, dos que conocía perfectamente... A una mejor que a la otra. Si dijese que no me alegraba de verlos, mentiría... pero también mentiría si dijera que he olvidado como me apartaron. Hace años que murió nuestra madre, y con ella, el lazo que me unía a mi hermanos pequeños. Al menos el lazo que me unía a Grovehn.

No me hacía falta girarme para reconocerlos, Grovehn, fuerte y atlético, con rasgos duros y marcados... en una postura que demostraba todo su poder y fuerza, (y no me refiero solamente a lo físico), de carácter duro... pero con uno de los corazones más puros que jamás haya conocido. Y Eve, con esa sonrisa altiva y fría que tanto la caracterizaba, mirando la estancia con esa insolencia tan propia de ella; me recordaba a mi madre, sus rasgos eran parecidos a los suyos... Y sin embargo, eran el día y la noche. 

Con un suave quejido, me levanté del sofá y me di la vuelta para mirarlos. Una media sonrisa apareció en mi rostro, aunque algo tímida por no saber cómo dirigirme a ellos. Las cosas habían cambiado tanto... 

- Bienvenidos a Oldland de nuevo, hermanos-saludé apoyándome en mi bastón-. Me alegra veros aquí... -no mentía-. Hace mucho tiempo desde nuestro último encuentro, acercaos al fuego, hay mucho de lo que hablar. 

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30/10/2014, 22:40
Gabrielle

Había llegado hacía unas cuantas horas y me había refugiado en el dormitorio de ella. Los recuerdos allí eran mucho más reales, como si el paso del tiempo los hubiera dejado en un estado de congelación. No sé cuánto tiempo estuve perdida en aquellos recuerdos. Algunos me hacían sonreír, como cuando era pequeña y ella todavía se encontraba con nosotros. Pero otros eran tristes, recuerdos que había enterrado hacía mucho tiempo y ahora estaban allí, intentando penetrar en lo más profundo de mi ser y buscando dañarme una vez más. Cerré los ojos y me abracé a mi misma, en mi mente volvía la canción que ella tarareaba mientras me cepillaba el cabello. Aquellos eran los recuerdos que más odiaba. Eran los que me hacían sentir débil y vulnerable y no podía permitir que me dominaran. De repente el lejano reloj de la torre de Odland marcó las horas y abrí los ojos.

Se hacía tarde. Tenía que reemprender mi camino y llegar a las puertas de la catedral. 

Me levanté y miré hacia la puerta. Me había parecido escuchar algo. La abrí y me asomé con cuidado, atenta a cualquier sonido que pudiera venir de la planta de abajo. Escuché unos pasos, acompañados del suave martilleo de un bastón. Olfateé al aire y entonces sentí su presencia. También había venido, no podía ser, tantos años separados y ahora... 

Salí del dormitorio y empecé a bajar los escalones. También podía sentir la presencia de Grovehn y eso aceleró mi corazón. 

Terminé de bajar las escaleras y clavé mi mirada en la de Melknhar mientras una sonrisa altiva se reflejaba en mis oscuros ojos.

- Vaya, no esperaba verte aquí - . Volví mis ojos negros, de cervatillo, hacia Grovehn y asentí suavemente con la cabeza. - Hacía mucho tiempo que no nos veíamos. También me alegro de veros - . 

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31/10/2014, 00:27
Trevor

Sus pasos resonaban por el terreno yermo mientras se dirigía al lugar que fue su cuna y su niñez. Años, lustros y siglos habían pasado raudos, y sin embargo, la tristeza y la rabia seguían siendo las mismas. La ausencia de Josephine, como siempre, era casi palpable, además de dolorosa. 

Aún no sabía por qué seguía acudiendo a Odland cada año. Una pequeña fracción de la escasa esperanza que aún guardaba en su corazón moría cada vez que comprobaba que, tal y como auguraba su razón, su madre no iba a volver de entre los que ya se habían ido para siempre. Sin embargo, parecía ser que mientras conservase recuerdos de la mujer que lo trajo a la vida, se sentiría obligado a acudir una vez tras otra, aunque estuviese casi seguro de que aquello sería en vano.

Cuando llegó al salón en el que tantas veces había visto a Josephine leer frente a la lumbre, sintió escalofríos, a pesar de que el fuego estuviese encendido. Durante un instante, ni siquiera se percató de que sus hermanos se encontraban ahí, pero la inconfundible voz de Melknhar lo sacó de su ensimismamiento. Verlo sentado en aquel mismo sillón en el que tantas veces había ideado a su madre lo llenó momentáneamente de rabia, marcando sus duras facciones y haciendo fulgurar sus ojos. Pero sus palabras eran las de Josephine. Sin duda él hablaba como ella, y al fin y al cabo era su hermano. Débil, pero su hermano, y aquello era suficiente para que pudiera tolerarlo e incluso se preguntase cómo le había ido durante todos aquellos años. 

Entonces se percató de la presencia de Eve. Tan sólo su visión era como un bálsamo para la soledad que solía carcomerlo continuamente, y aunque su rostro se mantuviese impetérrimo, el fulgor en su mirada delataba que realmente se alegraba de verla. 

Rindiéndose ante su aspecto salvaje y femenino, se acercó a ella, y acercó la mano a su mejilla, para acariciarla con las yemas de los dedos, permitiéndose sentir la calidez de su piel, mucho más reconfortante que la del fuego. Una media sonrisa apareció en sus labios antes de que se retirase para tomar asiento junto al fuego.

Sí, así un año más- suspiró- No sé por qué seguimos ansiando lo imposible, pero como cada una de las veces en las que me acuerdo de esta fecha, me he resignado a venir. 

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07/11/2014, 16:40
Gabrielle

Durante unos segundos, Gabrielle retuvo la mano de Trevor contra su mejilla. Le miró a los ojos y una suave sonrisa se perfiló en sus labios. Habían estado tanto tiempo separados, sin saber nada el uno del otro, que casi había olvidado el calor que sentía cuando ambos estaban juntos.

También se acercó a la chimenea y se sentó en el suelo, muy cerca del fuego. Le encantaba hacerse un ovillo, siempre había preferido sentarse allí a estar en un sillón. Disfrutaba sintiendo el suelo duro bajo su cuerpo y el calor del fuego acariciando su piel. 

Miró a sus hermanos y arqueó ambas cejas. 

- ¿Y bien? ¿qué ha sido de vosotros? Hacía mucho que no nos juntábamos los tres - . Sus labios formaron una mueca. Los recuerdos de cuando estaban juntos no eran muy agradables. Recordaba todo el tiempo que había odiado a Melknhar, en el que sentía que él la separaba de Grovehn y le había costado mucho perdonarle por ello. Pero ahora, tras tantos años separados, aquel odio estaba olvidado, había dado paso a un extraño cosquilleo que no llegaba a identificar. Y aunque se alegraba de volver a estar junto a ellos, la ausencia de Josephine se hacía más palpable y dolorosa.