Partida Rol por web

Tu mirada se adentra entre las ruinas de Oldland intentando encontrar aquello que tanto anhelabas, o que quizás te obligaste a creer una vez más para no detener tu camino sin más. Pero de nuevo no había rastro de ella, ni un velo de perfume, ni rastro de vida... tan solo tierra herida y ruinas como cobijo, nada más.

Aprietas los dientes, deseando gritar. Nunca habías reclamado nada, ni habías ofendido o calumniado a los demás... Eras un ejemplo como hombre, pero sin embargo el destino quiso que fueras la mella de su dolor. Arrebatándote la sonrisa de la pequeña Priya, y las caricias en tu búsqueda de tu gran amor.

Aquella ciudad demostraba que no valía de nada el ejemplo o el don, pues a la larga las batallas desgastan y siempre solo gana quien expulsa su dolor.

Es momento de chillar, de desplegar tu odio, y de revertir aquellos buenos actos en contra del dios del destino. Decidió jugar con tu sino, pero ya es hora de hermanarse con los Asuras y demostrarle que también sabes reclamar venganza y proclamar traición.

Es el tiempo de invocar a esos pequeños demonios que desvelan los secretos y proclaman el dolor...

Y mientras se alzaba la luna, emergía la magia de la noche, y con ella aquellos Asuras que te podrían dar la sabiduría necesaria para descargar tu dolor... Era el momento de quitar aquel velo falso de sonrisas y dejar que los demonios te ayudaran a pagar aquel odio que crecía sin cesar.

Desde que Haathee y él habían llegado a Oldland, ambos se sentían diferentes. La búsqueda estaba siendo larga y frustrante, Nimay ya no era el hombre que era y algo había empezado a anidar en su interior. El dolor se arremolinaba en su estómago, viejo y nuevo al mismo tiempo, en una herida que nunca dejaría de sangrar. Y poco a poco se había ido transformando en un profundo rencor, en una necesidad de venganza. 

Contemplaba a Theora y la parte del hombre que había sido que aún quedaba en su pecho se enternecía. Veía en ella un reflejo de lo que había perdido. Su Priya, su amada. Pero esa niña no era la suya y todo su interior lo clamaba a gritos. No lo era y nunca lo sería. La desesperación lo invadió al verse encerrado en aquel lugar por barreras invisibles, cazado, atrapado. Como una de las presas de los furtivos. Haathe sintió el instinto de desgarrar con sus colmillos a cualquiera que se acercase a intentar arrebatárselos y ese instinto reverberaba también en el pecho de Nimay.

«Cazar antes de ser cazado.», «Es necesario defenderse.». No eran suyas esas palabras, pero expresaban bien su sentir. Una sonrisa cargada de malicia ladeó sus labios mientras su mirada se afilaba, centelleante. Quería sembrar el caos, llenar el mundo de dolor. Nunca iba a encontrar a Priya, pero sí podía hacer que la tierra entera lamentase su pérdida. Podía abrir esas puertas malditas mil veces.

Sentía el susurro de los espíritus. Espíritus que no conocía, que no eran hijos de Brahma, pero que querían contarle sus secretos. Y se abrió a ellos, entregando su alma a esa condenación sin titubeos, abrazando la oscuridad que quería llenarlo por entero. 

Sabía que había llegado el momento y sabía que no estaba solo. Había otros que también querían lo mismo que él, aliados. Sus ojos y los de Haathee se movían al unísono, analizando palabras, vigilando actitudes, registrando pequeños detalles. Puede que ninguno de los dos fuese muy listo, pero tenían buena memoria. 

No le había pasado por alto la forma en que esa pelirroja, Deidre, seguía culpando a los chavales de la Guardia. Tal vez para retrasar el momento en que buscasen un responsable entre ellos. Tampoco se había perdido los intentos de la mujer melknhar, Katalina, por encontrar quien la protegiese al mismo tiempo que intentaba exculpar a Daeron y averiguar si alguien podía devolver la vida a los caídos. Esa idea le parecía absurda, pero decía mucho de la mujer que quisiera sacar el asunto a la luz. Finalmente, tampoco se le había escapado el cambio de actitud de Alastor, aunque eso podría ser muy bueno, o muy malo. ¿Sería acaso alguno de los tres un aliado? Le parecía raro que de ser así se hubieran relacionado tanto entre ellos. Tal vez tampoco se conocían, como él no sabía quiénes eran. En cuanto al resto... Pequeños detalles habían llamado su atención, más insignificantes por el momento.

Los dos pares de ojos que se movían como uno solo terminaron por volver sobre sus pasos hasta fijarse en la melknhar. Katalina Brandr. En ella pondrían sus esperanzas aquella noche. 

—Katalina Brandr... —susurró con determinación a esos espíritus que le murmuraban al oído—. Contadnos sus secretos.

Un pequeño baile de risas llegaba con el viento a los oídos de Nimay, como el juego de un niño que alegra ante la oportunidad de hacer aquello que rompe las normas. Aquello que llena el corazón de adrenalina y te hace sentir vivo... 

El viento soplo como moviendo aquella sombra, en busca de información, y en cuestión de segundos, la sombras volvía a Nimay con aquellos secretos entre recuerdos de lo que fue al llegar a Oldland.

Aquel ente sin forma empezó a desvelar como una historia lo que había sido de de Katalina al llegar...

Tu sombra se desdibuja sobre la tierra marchita de Oldland, mientras tus pies avanzan a tan solo unas segundos del suelo. Si pudieras apoyarlos sin sentir el dolor de tus huesos al estremecerse lo harías... pero un simple roce significa una vertiente nueva de dolor.

Aprietas tus manos mientras miras aquellas ruinas rotas, que al igual que tú, exhiben sus heridas si poder poner marcha atrás.

Aquella ciudad muestra en su piel cada una de las cicatrices que narran una historia con dolor, y nadie mejor que tú significa que es eso... pues tras ser apaleada, desvencijada, y golpeada casi a diario tu cuerpo ya no tiene más aguante que el de sobrellevar su peso, pues los huesos acostumbrados a romperse ya no soldaran jamás.

Malditos aquellos que obligan al resto a seguir su son, y malditos aquellos que marcaron un camino por obligación. 

Puede que tu sino fuera llegar a Oldland para encontrar algo más, pero ahora que tus ojos sen encuentran con esas ruinas gemelas a ti, es fácil saber porque la ciudad destruida te esperaba a ti. Nadie como un alma rota al igual que la ciudad es digno de propagar su sombra y decidir hacia donde caminar.

Otrora los fantasmas del pasado, rogaron por ti... pero lo hicieron tarde, pues nunca estuvieron para evitar los golpes ni el dolor. Es el momento de avanzar... las heridas aún recubren tu cuerpo, pero es momento de ajuste al resto que se cree que sin haber probado el dolor, puede llegar a liderar la ciudad.

Aquel Asura sonreía ante la esencia de alguien que como ellos sabía del sabor del dolor y de su propagación... pero no fueron sus únicas palabras, había más....

Mientras pasaban las horas en aquel lugar, no podíais en algún bosquejo, en algún momento robado, mirar al otro buscando entre su mirada aquello que sin saber acababa de pasar.

Debíais ser disimulados, pero sobretodo, debíais encontrar aquello que os arrastraba a la mirada del otro sin condición.

Tan distintos en vuestro origen, tan distintos en vuestras vidas, pero afines en al dolor. Un dolor que os hacía sentir vacíos mientras buscabais respuestas en la mirada del otro sin poderlo evitar una vez.

Y fue entonces, que sin saber como ni cuando, llegasteis a aquel lugar, un lugar en vuestra mente donde estabais solos los dos, como una zona oculta donde poder hablaros fuera de otras miradas. Empezasteis a andar sobre aquella sala de encarando vuestros pasos, mientras os perseguíais en un circulo continuo a la vez, que enfrentabais vuestras miradas.

El demonio se perdía con otra batida de viento, mientras guardabas todo aquello en tu interior. 

Y de nuevo, mientras se alzaba la luna, emergía la magia de la noche, y con ella aquellos Asuras que te podrían dar la sabiduría necesaria para descargar tu dolor... Era el momento de quitar aquel velo falso de sonrisas y dejar que los demonios te ayudaran a pagar aquel odio que crecía sin cesar.

Nimay contempló cómo la mujer se desvanecía entre sus brazos, dejando sólo aire tras ella y sin llegar a poder responder a su última pregunta. Haathee mientras tanto emitió un barrito que era más fastidiado que triste.

No se detuvo a llorar la pérdida de alguien a quien sólo había conocido dos días atrás y que tenía el corazón tan turbio de amor como para que su causa se hubiera recrudecido. En lugar de eso, sintió los susurros de los espíritus que cada vez le eran más cercanos y audibles y sonrió de medio lado.

Sus ojos se detuvieron en Deidre. Creía que la pelirroja estaba de su lado y deseaba comprobarlo, ganar un aliado más, uno cuyo nombre no conocía. Pero no era el momento aún, ella tendría que esperar un día más.

Mucho estaba en entredicho, Alastor y Daeron serían seguramente los siguientes objetivos del atardecer, pero con que sólo uno de ellos consiguiese disimular sería suficiente. Todas sus esperanzas estaban sobre la mujer del búho.

—Aisha... Blanca Noche... —susurró a los Asura con seguridad en la mirada—. Traednos sus secretos...

Un pequeño baile de risas llegaba con el viento a los oídos de Nimay, como el juego de un niño que se alegra ante la oportunidad de hacer aquello que rompe las normas. Aquello que llena el corazón de adrenalina y te hace sentir vivo... 

El viento soplo como moviendo aquella sombra, en busca de información, y en cuestión de segundos, la sombras volvía a Nimay con aquellos secretos entre recuerdos de lo que fue al llegar a Oldland.

Aquel ente sin forma empezó a desvelar como una historia lo que había sido de de Aisha al llegar...

Las arenas de Oldland manchan tus pasos así como tus recuerdos hierven en tu mirada. Tus ojos sutiles miran a tu alrededor, aquella tierra triste que un día fue viva y que ahora hoy solo es un resto olvidado de una vieja maldición. Un trasto viejo que la historia dejó a un lado con rencor.

Bajo aquella máscara suave y dulce aprietas los dientes con fuerza, sintiendo aquella herida como propia, pues pese a estar toda la vida recibiendo lecciones, y aprendiendo de los demás, hay una materia que desde pequeña te fue enseñada, y que nunca nadie podrá superarte en esa lección.

La lección del rencor que nace en una pequeña que sin culpa es dejada de lado, como aquella misma ciudad... apartada como algo a estorbar. Un viejo mueble que con tan sólo seis años, ya aprendió que era tan insignificante como para ser abandonada sin más.

Si el dolor en tu alma aún hiciera mella estarías dispuesta a llorar por esa comparación, pero ya tu alma no siente... está hecha a las heridas y a la mirada de la soledad. El frío a veces embarga tu pecho, como el único sentimiento que es capaz de notar.

El rencor es una lección difícil de aprender, pero inolvidable cuando llega al final.

Todo el mundo lucha por cambiar aquella maldita estrofa de la historia que dio destino a Oldland, intentando cambiar su condición, sin entenderla, sin esperar ni siquiera a oír su elección. Todo suena tan conocido como tu propia historia, intentando cambiar ese sentimiento de abandono sin entenderlo, sin más palabras que las que produce un plato caliente u otra lección.

Puede que Tía Emily esperase que aprendieras en Oldland tu última lección... lo que ella no sabe es que esta vez serás tu la maestra, el rencor la materia... y la sangre de todos la venganza que necesitáis Oldland y tú.

Aquel Asura sonreía ante la esencia de alguien que como ellos sabía del sabor del dolor y de su propagación... 

El demonio se perdía con otra batida de viento, mientras guardabas todo aquello en tu interior. 

Y de nuevo, mientras se alzaba la luna, emergía la magia de la noche, y con ella aquellos Asuras que te podrían dar la sabiduría necesaria para descargar tu dolor... Era el momento de quitar aquel velo falso de sonrisas y dejar que los demonios te ayudaran a pagar aquel odio que crecía sin cesar.

Nimay y Haathee cada vez veían más complicada su tarea. Los aliados para esa causa eran torpes y evidentes, sus intenciones se percibían desde lejos y daba igual que él los localizase si les daban caza justo después. Él tendría que estar proporcionándoles información para que pudieran actuar en las sombras y, en lugar de eso, sólo los veía caer uno tras otro. Tres días habían perdido y con cada uno de ellos él se veía obligado a perder también la noche. 

Katalina había resultado una decepción, tan evidente como volátil y con su corazón entregado a ese anciano que ahora había regresado sin ella... ¿Dónde estaría ahora la lealtad del viejo? ¿Seguiría conectado con Theora? Los puños de Nimay se apretaban con fuerza mientras los ojos de Haathee recorrían el lugar. 

Aisha parecía estar disimulando, pero había sido desconfiada y ni siquiera sabía si había llegado a transmitir su mensaje. Desconfiada y tonta pues matar a la niña había sido estúpido. Ya sabían lo que ella sabía hacer, ya sabían que desataría el caos. Tendrían que haber matado a la chica del palo o buscar a quien traía a la gente de vuelta. Nimay estaba convencido de que Aisha había querido ir a por Theora solamente para probar su lealtad y eso le había costado la muerte. 

Alastor y Daeron... ¿Qué decir de ellos? Tan evidentes en su actuar que desde que habían pisado las ruinas su actitud había cambiado de forma radical. Y Daeron al final ni siquiera había tenido un plan maestro para justificar su suicidio. 

Nimay estaba harto de tanta incompetencia que al final les costaría la vida a todos. La maldita puerta seguiría cerrada y él no podría extender su dolor y su rencor por la tierra.

Los dos pares de ojos oscuros dudaron entre el árabe y la chica del lobo. Ella había cambiado. Él también. Y no había participado en el linchamiento contra Daeron. ¿Por qué? Sólo tenía la palabra de Aisha para poner sus esperanzas en el árabe, pero ese movimiento al atardecer podría llegar a costarle caro. Finalmente se fijó en él, esperando que Aisha hubiera estado en lo cierto y que al menos esta vez el enlace entre ambos durase más de un día.

—Dyehuty... —susurró cuando las voces de los Asuras acariciaron sus oídos—. Contadnos sus secretos... 

Un pequeño baile de risas llegaba con el viento a los oídos de Nimay, como el juego de un niño que se alegra ante la oportunidad de hacer aquello que rompe las normas. Aquello que llena el corazón de adrenalina y te hace sentir vivo... 

El viento soplo como moviendo aquella sombra, en busca de información, y en cuestión de segundos, la sombras volvía a Nimay con aquellos secretos entre recuerdos de lo que fue al llegar a Oldland.

Aquel ente sin forma empezó a desvelar como una historia lo que había sido de de Dyehuty al llegar...

Pisas con decisión la arena que recubre las ruinas de Oldland, dejando que esa misma arena sea parte de tu paso, como lo fue un pasado el desierto ya olvidado.

Tus pasos son seguros pero tu mirada, busca algo con lo que continuar. Muchas batallas han sucedido en tu vida, con victorias y derrotar que poder contar. Pero esta es diferente, pues sientes el aplomo que produce Oldland en tu respirar. Puede que sea la maldición de esta ciudad ya muerta o puede que sea que con los años y las batallas necesitas un nuevo empuje que te recuerde aquel vestigio que queda en ti, de lo que un día fuiste... de aquel guardían.

Metes la mano entre tus ropajes y encuentras en ellos aquella antigua pluma, que un día escribió los versos de la sabiduría de tu ya muerto amor, mientras que luego fue el recipiente de tu propia sangre, en tu primer gran error.

Aprietas con fuerza el puño sobre la pluma, llegando incluso a sangrar... deseando otro destino, otro nuevo caminar. Sientes como el lado de tu cimitarra te golpea a cada paso, animándote a encontrar de nuevo el oasis que os deje respirar.

Recuerdas que cuando aquella antigua pluma se bañó con tu propia sangre, todo parecía volver a caminar, pero ahora ya tu sangre no reacciona, parece que tu destino se ha empezado a olvidar. Será momento de encontrar nueva tinta para escribir nuevos destinos a caminar, sangre como tinta, y vidas que ocupar... Antaño fuiste un guardian... en el mañana el futuro sabrá.

 Aquel Asura sonreía ante la esencia de aquel extraño guardían... pero no fueron sus únicas palabras, había más....

Arenas del Desierto

Piensas en aquellas arenas, y en aquellos espejismos que a veces lacraban las vidas de los que se internaban en él, sobretodo aquellos que no vivían como parte de él. Sonreíste mientras pensaste en aquellos espejismos, y en como la perpetua calor del desierto, puede haceros ver cosas que no son... cambiando el resultado de todo, todo por una ilusión. Puede que fuera algo útil para usar en la batalla... algo con lo que contar.

Aquel murmullo parecía seguir como si no esperara acabar...

Centras tu mirada sobre el papiro mientras escribes las primeras líneas de aquella continuación, a la vez que tu mente se sumerje en aquella historia al ritmo de un eco que parece despertar un destello olvidado en tí.

Un sonido cadente y rítmico como el de la sangre al caer... Una melodía que siempre acaba con la misma nota, mientras pequeñas gotas estallan en el suelo de un color carmesí.

Aquella vieja ciudad maldita había vivido mil y una historias, la mayoría enmascaradas en la palabra de la lealtad... Meras estupideces de aquellos que no quieren reconocer de verdad, mientras que sabes perfectamente que aquel mismo sentimiento te hizo perder a tu ama y señora, despertando el inicio de esta historia, otorgándote parte de tu identidad. 

Malditos cobardes... nunca reconocerán que la sangre es la dueña de la historia, y aquella que demuestra quien es el vencedor en su arma, mientras el cuerpo del vencido queda tendido como otro recipiente roto a explotar.

Por suerte, has llegado a Oldland justo a tiempo, es hora de demostrar que la sangre vertida no es una maldición sino una cuna de poder, que hará renacer a nueva ciudad.

Otros pueden ver ambición y codicia en esa defensa... pero pronto callaran, cuando la justicia de tus manos calle sus gargantas. Es hora de mantener la posición y fiscalizar la sangre y su don... 

Puede que este caso requiera de matanzas... pero nadie dijo que el trabajo no pueda ser algo placentero... una vez fuiste un guarda, ahora esa historia merece una continuación...

 

Parecía que había mucho que contar... y antes de terminar dijo el último secreto...

Diferentes en origen, en legado y en forma de ser... Y sin saber cómo, Oldland os designaba ese nuevo espacio, para debatir y entrar en consenso con el contrario.

Puede que esta tierra maldita se encuentre a punto de morir y necesite de vuestra ayuda para resurgir... o puede que todo estuviese tan perdido que en un arrebato de locura, vuestras almas llegaran allí.

Vuestras miradas se adentran en aquella zona... como un pacto obligado a jurar. Un pacto de no violencia... el resto vuestras voces lo dirán...