Partida Rol por web

Después de almorzar me dirigí al muelle a reunirme con Hellen era hora de iniciar sus lecciones de transformaciones.

"Me pregunto que animal elegirá, espero que sea algo con alas así podremos volar juntos o si no algo pequeño que pueda transportar entre mis garras, para así poder llevarla conmigo." - pienso mientras espero la llegada de Hellen

"El embarcadaero está muy silencioso pero creo que es mejor así, pues nadie nos verá practicar y no me meteré en líos por no haberme registrado a tiempo." - pienso mientras hecho un vistazo rápido al lago.

Apenas comí cuatro tonterías antes de dirigirme al muelle pendiente de que nadie me siguiera. A decir verdad, dudaba sobre los motivos que habían llegado al mago a elegir un lugar tan visible, pues salvo que pretendiera hacer pasar nuestro encuentro por una simple práctica de hechizos, que en el peor de los casos fuera tomada por un encuentro amoroso, podíamos ser fácilmente descubiertos. Es por ello que a pesar de verlo allí pendiente de mi llegada, avanzaba despacio y pendiente de cualquiera que pudiera seguirnos.

- Buenas tardes Artemis. 

Le saludé sonriente al llegar a su altura y echando mano a la varita, demostrando estar preparada para aprender a convertirme en un animago. A decir verdad, estaba convencida de que era capaz, más tras el rotundo éxito de la última clase.

- Tu dirás, ¿pero no hubiera sido mejo quedar en un lugar más oculto?

Pregunto mostrando ciertas dudas sobre el muelle.

¿Qué más oculto que un liugar que sólo se usa una vez al año? Jejeje. - respondo con una sonrisa.

Bueno Hellen empecemos. Lo primero que debes hacer es escoger la forma de un animal, uno que realmente te represente y con el cual tengas mucho en común, para ello debes dejar de lado todo lo que te rodea y poner tu mente en en blanco.

El animal correcto vendrá a tí no lo dudes, sólo debes dejarte llevar. Piensa en un sentimiento y deja que este te inunde y luego simplemente líberalo.

Una vez que hayas encontrado tu animal, debes entregarte a él y dejar que el tome el control, sólo así iniciara el cambio.

Esa es la parte fácil, la difícil es regresar a la forma humana, pues para ello deberás reguperar el control de tu cuerpo, al principio te costará un poco pero luego será muy simple.

Para recuperar el control de tu cuerpo tienes que reunir toda tu fuerza de voluntad y dominar la del animal por completo, si fallas no podrás volver a tu forma humana hasta que consigas recuperar el control de tu cuerpo.

Ahora deja de lado tu varita y siéntate a mi lado, empecemos.
 

Escuchaba las instrucciones con atención, pero encontrar el animal que me representara resultaba complicado en verdad complicado. Y es que cualquiera podría haber soñado con convertirse en un gato, un páraro, un león o incluso una gigantesca ballena, aunque encontrar el animal que mejor me identificaba... francamente, no era lo mismo y mucho menos fácil.

- No quiero imaginarme ni cómo será la difícil...

Comenté dando a entender que era consciente de lo difícil que resultaba ya sólo el primer paso por más bonito que me lo pusiera. No obstante, seguí sus instrucciones y guardé la varita, sentándome sobre el muelle y dejando colgar mis pies sobre la superficie del agua intentando poner la mente en blanco para encontrar mi "lado animal".

Pronto me ví abrumada por la cantidad de animales que me venían a la cabeza. Serpientes y demás reptiles que pronto descarte al considerarlos más una influencia de mi casa que de mi auténtica naturaleza, peces y demás criaturas marinas les sucedieron y con celeridad fueron igualmente descartados, quizás porque los propios magos y humanos raramente les otorgaban sentimientos con los que identifcarse, lo cual empezaba a pensar que era el fondo del asunto. Invertebrados, moluscos, bichos varios, todos fueron desechados conforme buscaba el sentimiento que más me representaba e invadía conforme descartaba los más superficiables.

Pero había infinidad, tantos como especies, seguramente por eso esa tan dificil convertirse en un animago, por lo que costaba encontrar el animal que más representaba a uno mismo, pues suponía averiguar el sentimiento predominante en el arma de uno mismo.

¿Y cuál era el mío?

Me pregunté mientras iba eliminando cosas de mi cabeza en busca de ese sentimiento. Estaba segura que ahora mismo el predominante era la emoción que me provocaba el convertirme en animaga, pero en cuanto buceaba un poco más podía encontrar la admiración que sentía por Artemis y cuanto busqué un poco más pude encontrar el miedo, tanto por fracasar como por ser incapaz de encontrar gente con la que compartir mis sentimientos, pero en lo más profundo de todo, estaba lo mismo que residía en la inmensa mayoría de los corazones de los miembros de mi casa. La ambición.

Una vez lo averigüe y tal y como lo había predicho Artemis, mi animal apareció. Al principio pequeño y lejano, que avanzaba hacia mí en silencio, pendiente de mi misma y a la vez terriblemente consciente de todo su alrededor, una figura negra y felina que pronto comenzó a crecer alimentándose del sentimiento que predominaba en mi alma. Quise llenar mi mente con algún otro pensamiento, alvergar otro sentimiento que no fuera la terrible ambición que llenaba mi alma, pero el gato continuaba acercándose y creciendo dejando en evidencia que no era ningún minino, sino otra especie mucho más grande y peligrosa.

La pantera se adueñó de mi mente e hizo su guarida mientras mi cuerpo se convulsionaba repentinamente, transformándose, adaptándose. Tuve que reunir toda la fuerza de voluntad que pude para evitar caer al lago conforme mis manos se convertían en garras, de mi piel brotaba un pelaje negro y mi boca se desencajaba para dejar paso a los colmillos del animal en el que me estaba transformando a pasos agigantados.

- ¡Artggg!

El grito de súplica fue incapaz de brotar, sustituido por completo por un quejumbroso rugido que mi boca ya no era capaz de pronunciar, pues me había acabado en un jóven ejemplar de una pantera negra que miraba al niño tumbada sobre las maderas del muelle y la respiración acelerada. Al menos no parecía capaz de incluirlo en la merienda, pues mis ojos aún mantenían esa expresión de súplica.

La transformación es lenta al principio, pero una vez que la mente de Hellen se aclara, todo fluye con naturalidad.

Al cabo de unos minutos allí estaba Hellen convertido en una pequeña pantera, con su hermoso pelaje azabache brillando a la luz del sol. 

Sin embargo, una vez que la transformación se completo, algo no resultó del todo bien, pues el poderoso espíritu de la pantera intento dominar por completo a Hellen, quién tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad para doblegar a la poderosa bestia.

Es así, que tras una feroz lucha de voluntades que dejó a Hellen agotada, ésta pudo al fin imponerse a la pantera y volver a asumir su forma humana. 

Jadeaba acurrucada intentando recobrar el aliento. Era consciente que había estado tentada de merendarme a Artemis, aunque al final había conseguido contenerme y encarcelar a la pantera en mi interior, de lo contrario más de un alumno habría estado en peligro.

- No... - comencé sin resuello - no esperaba... que fuera tan difícil.

Confesé a Artemis antes de intentar incorporarme, sin éxito, y quedando sentada en consecuencia.

- ¿Es siempre así?

Pregunté con dudas sobre si en verdad sería capaz de mantener el control en caso de volver a asumir la forma animal, o si la pantera residiría por siempre en mi interior luchando por escapar.

Al ver a Hellen tan cansada me acerco y la abrazo.

Sólo la primera vez, luego es algo natural a menos que permanezcas demasiado en tu forma animal, en cuyo caso te puedes ver en líos, trata de no abusar ni exagerar, el límite de tiempo es de una hora durante la primera semana. Luego se extiende a seis horas y después del primer mes ya no tendrás ningún problema. - respondo mientras ayudo a Hellen a ponerse de pié.

Por cierto, si la pantera se te presenta en sueños, recíbela como si se tratara de tu mejor amiga, pues ten por seguro que sin importar  lo amenazante que pueda verse, ella nunca te hará daño. Ahora vamos que llegaremos tarde a clase.

¡Qué bien olía! Eso era en lo único en lo que podía pensar en estos momentos. Estaba demasiado cansada para disfrutar el hecho de que Artemis me estuviera abrazando y, sin embargo, no quería recuperar mis fuerzas en lo más mínimo y así poder quedarme con él el máximo tiempo posible. Lástima que sus intenciones no fueran más allá del simple abrazo para ayudarme a incorporarme, por lo que dejé escapar un quejumbroso suspiro conforme nos levantábamos.

- De acuerdo. ¿En verdad no podemos saltarnos adivinación por hoy? - pregunté antes de caer en la cuenta que no querría pasarme el verano también incando codos - Olvídalo, no he dicho nada.

Añadí en última instancia sonriente y poniendo toda mi voluntad en ir a la clase. Esperaba que al menos fuera lo suficientemente interesante para no dormirme, porque la cama me llamaba con fuerzas.

- A todo esto, creo que ya entendí el por qué el Ministerio espera que todos los animagos estén registrados. Imagínate que alguien pierde el control durante la transformación y termina adoptando una especie peligrosa - como había sido mi caso, dado que casi acababa perdiendo la pelea de voluntades con el animal - Es lógico suponer que querrían a alguien pendiente de los primeros pasos, además está el hecho de que las intenciones del animago no fueran honestas, es lógico que nos tengan catalogados del mismo modo que al resto, pero con la complicación que les supones el hecho de que disponemos una forma adicional. - le expongo mis ideas mientras caminamos de regreso al castillo antes de exponer mi conclusión - Creo que no deberías enseñar a nadie más cómo convertirse en uno y también deberíamos registrarnos.

En el fondo era un proceso en verdad peligroso, capaz de convertirse en un suicidio si la persona en cuestión no era capaz de controlar su lado animal.

No lo sé, registrarnos no va mucho conmigo, además a mi padre le daría un patatus si se entera que le he ocultado esto tanto tiempo. ¿Sabes algo Hellen? Nunca le enseñaría esto a nadie que no fuera especial para mí y tu lo eres. - respondo un poco nervioso mientras la abrazo y la ayudo a caminar hacia el castillo.

Aunque la idea de saltarme la clase me tienta un poco, al final la descarto pues ya había perdido bastantes clases por el ataque del último mes.

Inmediatamente me pongo más colorada que un tomate y el tono de mi voz se vuelve dubitativo.

- Pero, pero, pero... ¿pero y esa Daphne?

Pregunto al final realmente azorada. Debía tener en cuenta que había sido ella quién le había cuidado, con quién compartía casa, ¡con quién incluso se había sentado a nuestro regreso a Hogwarts!

Al escuchar el comentario de Hellen me sorprendo de sobremanera. 

A Daphne a penas si la conozco, ¿Acaso estuve con ella frente al espejo? ¿Acaso le dije a ella que la piedra filosofal aún existe? ¿Acaso le dije a ella o Allison o incluso a Janelle que mi bisabuelo usó la piedra para curarme? No sólo te lo dije a tí.

Tú eres la única que conoce casi todos mis secretos. Excepto uno, el libro que siempre cargo, el de Baltazar Blake, no lo encontré por casualidad. Creo que me lo legó Godric Gryffindor, lo encontré justo bajo mi almohada con una nota que decía. ¡Úsalo bien mi elegido! Godric.

¿Aún crees que Daphne significa más que tú para mí? - pregunto con los colores en el rostro.

- Pero, pero...

Continuaba repitiendo buscando alguna forma de salir del lío en el que me acababa de meter.

- ¿Pero no era la enfermera que te había buscado tu abuelo?

Una sutil forma de decir que era una novia que intentaban encasquetarle y que bien podría tener éxito en su labor, en cualquier caso al final daba rienda suelta a mis temores, o más bien a mis celos. Y es que con el resto de las chicas no tenía esos problemas, seguramente por conocerlas algo más que a esa Daphne, o por el detalle de que estaban en igualdad de condiciones conmigo al pertenecer a casas diferentes de la de Artemis.

- Creí que... bueno, creo que mi cabeza me ha jugado una mala pasada.

Al escuchar las palabras de Hellen abró los ojos como platos.

Si no te conociera bien, diría que estás celosa. - digo con una sonrisa mientras la miro a los ojos.

Daphne no es la única enfermera que me puso mi bisabuelo, también le encomendo esa labor a Allison en su momento. Además Daphne salvo mi vida mientras los demás se ocupaban de Kat, es por eso que mi bisabuelo le encargo que me cuidara.

Esa noche un diablillo me mordió el cuello y casi muero desangrado, ella detuvo la hemorragia y salvo mi vida, por lo cual le estoy muy agradecido, eso es todo. - añado mientras la abrazo de nuevo, esta vez con más calidez que antes.

Visto de ese modo, en verdad estaba exagerando. Era lógico que le estuviera agradecido, del mismo modo que yo me sentía culpable por no haber estado allí. Quizás por fue eso lo que me llevo a hacer la terrible estupidez que supuso darle un beso. Demasiado corto e impulsivo, pero eso no cambiaba el hecho de lo que había hecho.

- Te debía un regalo ¿no?

Pregunté rápida tras ello mientras notaba como estaba a punto de llevarme la mano a la boca para cercionarme que no fuera algún tipo de sueño o ilusión, aunque no era necesario porque lo tenía demasiado cerca como para estar segura de no estar en ningún mundo onírico.

El beso de Hellen me toma por sorpresa...

Yo... - balbuceo mientras empiezo a mirarla con cara de bobo. - Hellen me gustas mucho y quiero saber si ¿Esto significa para tí lo mismo que para mi? - pregunto nervioso mientras le acaricio la mejilla y me acerco un poco más a su rostro.

No respondo de primeras pues no dejaba de ser una pregunta muy difícil y no precisamente por las opciones que tenía de respuesta. Si o no, ¡tan simple y tan complicado al mismo tiempo!

- Yo...

¿Y que opinarían Allison y Katherin? ¿O incluso la tal Daphne? ¿Cómo se lo tomarían el resto de mi casa? ¿¡O todo el colegio!? Podría ir incluso más lejos conociendo la afición del sombrero por colocar a gente de la misma familia en las mismas casas salvo contadas excepciones.

- Esto...

¡Por favor! ¡Qué complicado! La verdad es que si, me gustaba, ¿pero tanto como "mucho"? Ahí estaba el verdadero asunto.

- Aún no lo se - respondo dubitativa - Es muy pronto. Es verdad que me gustas mucho más que cualquier otro chico del colegio, pero no se...

Casi más era un capricho ¿no? ¡Maldición! Eso me pasaba por ser tan impulsiva.

Está bien, no tienes porque contestarme ahora, será mejor que vayamos a clase antes que la profesora Sinistra nos castigue por llegar tarde. - sentencié mientras me alejaba un poco de Hellen y la ayudaba a llegar hasta el castillo.

Nos vemos en clase, tengo algo que hacer antes de subir al onservatorio. - digo mientras me despido con la mano y me dirijo hacia mi dormitorio.

¡Estúpida, estúpida, estúpida!

No, si me lo merecía por estupida, no podía dar semejantes pasos sin estar segura y ahora seguro que había acabado alejando a Artemis de mí. ¡Incluso literalmente en este momento!

Aún así, me forcé a sonreir mientras me despedía yo también de el para ir a por los libros a la mazmorra antes de subir la torre. Seguro que más de uno se preguntaría qué demonios me pasaba al verme corriendo de un lado a otro diciendo una y otra vez.

- ¡Estúpida, estúpida, estúpida!

Conforme desciendes te cruzas con algunos alumnos de cursos superiores que fueron al lugar buscando algo de privacidad 

No tardas mucho en llegar a muelle, una vez allí te encuentras sola en medio de los embarcaderos. Caminas con calma hasta el borde del muelle, cuando súbitamente un frío sobrenatural te envuelve.

Mientras intentas protegerte del frío, una figura espectral aparece ante ti, parece ser un hombre como de unos cuarenta y tantos años, rostro aguileño.

Aquel espectro lleva una túnica negra muy similar a la del viejo almacen.