Partida Rol por web

Hogwarts: Génesis

Parte 1. La Profecía

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18/01/2016, 11:41
-Director

—Los días pasaron para los niños. Y, aunque la situación era complicada, se trató por todos los medios que no se preocuparan en demasía por lo que ocurría fuera. Los Fundadores nos encargamos de ello. Unos más que otros, he de decir.

Hizo una pausa, y bebió un poco de agua. Carraspeó de nuevo, y miró hacia aquellos que miraban hacia su dirección, devolviendo la mirada con altivez, juzgando. Bueno, al fin y al cabo era su trabajo.

—El día siguiente a su llegada, Marshmallow recibió una carta de aquella mujer con la que vivía. No de ella, claro. Ella estaba, bueno… La niña fue lo bastante inteligente como para saberlo, pero aceptó la carta. “Marshmallow, me encontraron. Saben quién soy. No podré volver a tenerte conmigo. He huido”. Intenté que la carta sonara menos dolorosa de lo que en realidad habría sido, pero no me enorgullezco de ello. La verdad consigue mucho más que una mentira piadosa, y pasó mucho tiempo hasta que la niña la supo de mí. Pero, durante un tiempo, le estuve enviando cartas, haciéndome pasar por aquella bruja. La niña no tenía a nadie más que a ella.

Se miró los dedos, como si recordara aún como cogían la pluma para escribir aquellas palabras sobre el pergamino.

—La niña cuyo padre era profesor insistió en saber algo de él. Poco descubrió. Estaba de viaje. Lo cual era cierto. Y ya sabéis por qué— añadió poniendo los ojos en blanco—. Tenía una misión sólo para él, porque según Myrddin, sólo podía hacerla él. Sí, por supuesto— bufó por la nariz—. Quedó bien claro que no pudo— hizo una pausa, y continuó—. No quería comer. Y Remmy se quejaba y se quejaba, pidiendo ayuda para que la niña comiera. Al final, comió. La obstinación de una niña de once años no iba a ganar a cuatro magos experimentados. Más quisiera…— se regodeó un momento en aquel hecho, y miró con sorna al tribunal—. Comió, vomitó, y volvió a comer. Su cuerpo tardó en acostumbrarse a comer de nuevo. La chica venía de buena familia, y dejar de alimentarse no era a lo que estaba habituada.

Se tomó su tiempo en seguir hablando. Se pasó la lengua por los labios, volvió a beber un poco más de agua, y escudriñó con su oído para escuchar lo que susurraban los magos y brujas, pero no oyó nada.

—Los Ollivander se acostumbraron rápido. La niña era curiosa, pero manejable, y el muchacho tenía a sus dos ardillas. La grande, cuando llegó al día siguiente, fue llevada al Bosque acompañada por Geert, porque no era posible que estuviera en el interior del castillo, pero, al menos, podía alimentarla y verla siempre que quisiera.

Sacudió la cabeza, y comenzó a mover la pierna, haciendo un ruido constante con el tacón del zapato.

—El niño mendigo, Niall, ya estaba acostumbrado al castillo. De hecho, entre él y Remmy fueron quienes se lo enseñaron al resto de los críos— hizo un gesto vago con la mano—. Pudieron pasear por todo el castillo, visitar sus futuras aulas, el Gran Comedor, las Mazmorras, las Salas de Castigo, los jardines y terrenos, la casa del guardián, de Eustace y Aibhilín. Así también conocieron a sus hijas, Emmeline y Philippa— se preguntó cuáles eran las últimas palabras que les había dicho. Ambas tenían talento—. Pronto, el castillo se les volvió tan familiar como su hogar.

Volvió a hacer una pausa, sintiéndose cada vez más confortable en aquel lugar, casi como si pudiera hacer suya la sala.

—La abuela de Molly se puso en contacto con ella usando los Polvos Flu. Aquella vieja endemoniada siempre tuvo talento. El segundo día de su llegada, Mordag alentó a su nieta a salir del Colegio, aludiendo, aparte de que no aprendería nada, que era mejor que volviera a su lado, pues tenían, ella y su madre, muchas cosas que contarle. La cabeza de Mordag flotaba por entre las llamas, lamiéndole el rostro, y su tono de voz se podía oír en toda la sala. Era autoritaria, y algo mandona. Siempre quise que hubiera sido una de mis alumnas. Apostaría lo que fuera por que sería mi favorita.

Se permitió soñar durante un momento, y miró de nuevo al tribunal con semblante serio.

—El día de la selección llegó una semana después de su llegada— narró—. Los demás alumnos también habían llegado, haciendo que el castillo cobrara vida, y traían noticias del mundo mágico aquellos que pudieran saberlas: una revolución, casi convirtiéndose en guerra entre los duendes y los magos. Los niños repetían sólo las palabras de sus padres, pero nos pudimos dar cuenta de que el odio y el miedo guiaban los pasos de los magos. Y aquello sí que nos asustaba.

»La noche del uno de septiembre fue fría, anticipando un otoño duro con un invierno aún peor, pero en el interior del Gran Comedor, sólo podía sentirse el calor de las múltiples chimeneas ardiendo, el olor de la comida que subía desde las cocinas, y los nervios de los niños que esperaban afuera, en el Vestíbulo, a la expectativa de dónde pasarían la siguiente noche de sus vidas.

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18/01/2016, 11:42
P-Fara Brunt

—Alumnos de primero— dijo una dulce voz con una sonrisa—. Conmigo, por favor.

La profesora Fara Brunt miró a todos los presentes, y ensanchó la sonrisa. Entendía su nerviosismo, pues ella misma lo había pasado cuando estuvo ahí, esperando a entrar al Gran Comedor, y que el Sombrero la colocara en una de las Casas. Al final, se decidió por Ravenclaw, y disfrutó de las clases y de su Fundadora. Tanto le gustó que terminó quedándose para impartir clases, aunque pocos de aquellos alumnos de primero llegarían a ser alumnos suyos.

—Venid, por favor— abrió las dos puertas que los separaban del Gran Comedor, y entraron tras la profesora.

Todas las velas encendidas, y los fuegos de las chimeneas hacían de la sala un lugar acogedor y lleno de calor reconfortante. Fuera, por las ventanas emplomadas, los niños podían ver cómo el viento arrastraba las primeras hojas de otoño, y, a través del techo encantada por el que se podía ver el cielo al descubierto, las luces del sol dejaban ya paso a las estrellas y la luna.

Las cuatro mesas de cada Casa estaban dispuestas con grandes platos, fuentes y copas… Vacíos. Los alumnos de cursos más altos aguardaban la ceremonia, y miraban, curiosos, a los alumnos nuevos que entraban.

Con un gesto de la mano, Fara indicó a los niños que se detuvieran, justo al borde de un par de escalones para subir a la tarima donde estaba la mesa de los Fundadores y profesores. Había un asiento vacío. Un profesor faltaba.

—Cuando lea vuestro nombre, subiréis aquí, os sentaréis, y os pondré el Sombrero en la cabeza— dijo, sonriente—. ¿De acuerdo?

Desenrolló un pergamino que le dio la Fundadora Helga, compartieron unas cuantas palabras en susurros, y Fara se dirigió hacia la multitud.

—Burguel, Mary— dijo Fara, y una muchacha de pelo castaño, tímida, aunque con mirada audaz, subió, y se sentó sobre el taburete.

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18/01/2016, 11:42
Sombrero Seleccionador

El Sombrero estaba sobre un taburete de madera, algo deslustrado por el tiempo, pero sin ningún remiendo. Cuando lo posaron sobre la cabeza de Mary, se contrajo sobre sí mismo, y comenzó a mover una boca hecha con pliegues de tela. Las palabras que decía sólo las podía escuchar la niña. Salvo la última.

—¡GRYFFINDOR!

Una de las mesas rompió en ovaciones, así como su respectivo Fundador, y Mary se levantó de un salto, aliviada y feliz a la vez. Recibida por sus nuevos compañeros, tomó asiento, y esperó a que el resto fuera también repartido entre las mesas.

La voz de Fara se levantó por encima de los aplausos:

—Císter, Bernard.

Un muchacho gordo, con mirada asustadiza, pelo revuelto, y casi temblando entero, se subió al taburete, temiendo romperlo, y el Sombrero le habló en susurros, haciéndole mutar el rostro de un rojo brillante a un carmesí puro. El niño gordo asintió varias veces a lo que le decía el Sombrero,  y éste, finalmente, gritó:

—¡HUFFLEPUFF!

Otra mesa rompió en gritos, aplaudiendo, y recibiendo con palmadas en la espalda a su nuevo integrante. 

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18/01/2016, 11:43
P-Fara Brunt

Los nombres pasaron, y los muchachos que más tiempo llevaban en el castillo fueron quedando relegados a último lugar. Las miradas de extrañeza se cruzaron entre aquellos que no entendían por qué, siendo el orden alfabético, no habían sido llamados antes que otros que ya estaban colocados en las mesas.

Hasta que quedaron ellos.

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22/01/2016, 18:47
Geert Ollivander "Olli"

  La noche pasó en una vorágine de imágenes tortuosas, pero por suerte solo necesitó abrir los ojos para que toda vivencia onírica quedase olvidada, pues por la mañana siguiente, el joven Ollivander estaba lleno de energía y esperanza, toda la oscuridad del día anterior parecía algo atenuada y relegada ante la emoción de las novedades. Aún era muy joven y, él y sus compañeros, empezaban una nueva vida. Además, con los rayos del sol bañando la tierra y a todas las creaciones de Dios, las cosas solían verse distintas, pues cuando lo pensó con templanza y perspectiva, se dio cuenta (o quiso creer) que quizás la situación no era tan desesperada. Nadie les había venido a contar o traer luto por la muerte de sus padres, hermanos y abuela. Así que, hasta donde sabían, sus familiares estaban vivos y sanos. Esa era la magia de carecer de una certeza en el sentido opuesto.

  No obstante, tenía una promesa dada e incumplida, quería saber hasta donde había fallado a esa confianza impuesta, por lo que para esa misma mañana tenía planes, porque, a fin de cuentas, no es que no se preocupase de aquellos que atrás habían dejado. Pretendía buscar noticias del destino padecido por el callejón Diagon y en especial los de su misma sangre, por lo que mientras desayunaba feliz, aunque un poco hundido en sus cavilaciones, se cuestionó si sería capaz de preguntar y a quién. Sus cejas se juntaron concienzudamente sobre la nariz. Por descontado, no se atrevería a molestar con sus dudas a los elfos, pues tenía muy bien grabado aquellas instrucciones de no interferir en los preparativos, y tampoco creía que ellos supieran mucho de aquellos hechos, así que más bien, pensó, que lo mejor sería sonsacar la información a algún fundador, o en caso de haberlo, algún profesor. Rumió aquella opción como una vaca lo haría largamente con un bocado de hierba fresca. No osaría acercarse con sus inquietudes al señor Slytherin, porqué algo de su mirada lo intimidaba profundamente, por no decir que lo aterraba, ni tampoco Gryffindor sería su objetivo cuya mirada concentrada y puesta en alguna elevada ocupación casi le decía que sería su intervención de lo más inoportuna, ni tampoco sería mucho más capaz de dirigir sus pesquisas a Rowena Ravenclaw por alguna tímida razón. Determinó finalmente que sus opciones eran más pocas aunque no pobres, pues más bien, si con alguien podía conseguir reunir valor para realizar un acercamiento, sería con la señora (o señorita) Hufflepuff, quién parecía tener un carácter más risueño y afable. Así que, muy convencido, eso decidió. Se le antojaba una mujer muy abierta y simpática, quizás había sido la única en hablarles con dulzura en ese momento de debilidad en qué tan pequeños e insignificantes se habían sentido. ¿Y quién sabía? Podía ser que incluso hubiese mucha suerte, y le permitiese convencerla para que trajese mágicamente al menos Sirius con ellos. Aquellos pensamientos le calentaron el corazón y alegraron sus facciones.

  Pero la inmensa mayoría de veces la realidad se despliega por donde no la hemos planeado.

  Con cierta timidez había comentado su idea a sus compañeros, y afortunadamente hubo incluso quienes se apuntaron, Glinda ni lo dudó un segundo, pero fue Molly quién rápidamente dirigió la “misión” que consistía en una exploración del lugar, conseguir respuestas y encontrar (y recuperar) sus botas. Marshmallow se encogió reservada y costó convencerla, pero, poco a poco, las dos anteriores consiguieron que fuese con ellos. Niall por su lado, y con un porte muy serio, aceptó guiarlos por las salas principales que conocía a sobremanera, pero también adelantó que no iría de forma alguna a la aventura ni se adentraría a ciertos lugares “porque a él, eso ya le parecían chiquilladas”. Pero Glinda, la prima pelirroja y alocada de Geert, siempre quería ir a la aventura, así que más de una vez tiró de su brazo para arrastrarlo sin escuchar mucho sus objeciones y privaciones, ante esto Olli se alegró por dejar de ser, un poco, su títere habitual. Mas no, Della quiso mantener cierta distancia y prefirió tomar su propio camino y juicio sin llegar por ello a ser descortés.

  Pronto, el plan se convirtió gradualmente en un juego que se prestaba fácilmente a la imaginación.

  Avanzaron por los pasillos con la cabeza en alto, casi flotando dentro de un sueño, observando como aquellas paredes grises se vestían de color. Estandartes, tapices y banderas iban desplegándose por doquier, las mesas rebosaban de platos y comidas, las hogueras estaban todas encendidas, y decenas de brazos de elfos se encontraban enzarzados en sus trabajos coordinados con la misma eficacia que hormigas en su hormiguero. Pasillo tras pasillo o lo largo de unas interminables escalinatas, el chico rubio los ilustraba con lo que había aprendido y sabía, cada anécdota de cada sala, cada improvisto que les esperaba al girar la esquina, hasta que, deslumbrado el joven Ollivander, le dijo:

  —Caaaaaray, es como si llevases aquí mil años, te conoces cada pulgada de estas paredes.- Era alguna clase de inexperto y poco elaborado pero sincero cumplido, mezclado con alta dosis de admiración, pero que el otro chico no correspondió, observándolo con la frente fruncida, plausiblemente debido a una reserva de sentimientos o posiblemente por no ser de bien encajar cumplidos. Fuese como fuese, aquello hizo que Geert se avergonzara de su descaro y de la licencia que se había tomado al hablar sin medirse antes, e intentó no repetirlo más.

  El mediodía ya era cercano y el santo grial que eran esas botas, no habían aparecido por ninguna sala o habitación, por pequeña o grande que ésta fuera, aunque quedaba la mayor parte por descubrir. Al llegar al patio, Geert declaró que necesitaba bellotas para Albus, su extraña ardilla que siempre iba con él, preguntándose donde podría encontrarlas, Niall habló de Eustace, el guardián, y alguien corrió saliendo a su búsqueda, otros aceleraron su paso, pero él quedó inmediatamente atrás, pues como era sabido y se exponía a la vista; era un niño tullido, que llevaba su abultado brazo en cabestrillo y por ello se negaba rotundamente a hacer cualquier clase de esfuerzo físico.

  En ese momento, cerca de él, y saliendo a su encuentro, apareció, desde las sombras de aquellos arcos del jardín, un animal indescriptible por su rareza y tamaño, y terrible en cierta fabulosa forma. Tenía de estatura algo más que la de un perro grande, su pelo era oscuro y lustroso, y su cola tenía casi el doble de longitud que su cuerpo y se levantaba formando un gran arco. Su nariz respingona, sus dientes sobresalientes por debajo el morro y sus orejas peludas lo delataban como roedor que habita en los árboles del bosque. Era otra ardilla, pero una ardilla como jamás se había visto.

  A Olli se le iluminó la cara al reconocerla: ¡Era Sirius!

  Aquello, ya por sí solo, constituía una alegría desmedida, pero además ocultaba un mensaje, alguien de su familia debía de estar lo suficiente bien para habérselo podido mandar. Esa idea terminó por apagar inquietudes. Montó a lomos de Sirius y fue tras la estela de los otros niños mago incapaz de separarse de él hasta que los directores del centro lo obligaron.

  Más tarde, quizás era por la tarde, mientras los niños estaban reunidos en su provisional habitación, llegó una carta para Marshmallow. La niña la miró extrañada, ella como casi todos, era analfabeta. Tan solo Molly entendía el arte de las letras, quizás por esta razón entre otras de las que hemos contado, Geert empezó a verla como una líder de entre aquél improvisado grupo. Glinda era la energía que los movía, Marshmallow la prudencia, Niall el conocimiento pero ella, ella era la que tenía todas las ideas y la única que sabía, o manifestaba saber leer un arte que a ojos de Olli solo estaba destinado a algunos mayores de especial talento y erudición, pero nunca a los niños como ellos. Y para asombro de él, a la vez que ¡estaba dispuesta a enseñar! Aquellos días, alejado de los libros, de sus añoradas varitas, de sus padres, de su abuela y especialmente de su tío Rewel, Molly sería la única fuente de conocimientos y Geert de ser aceptado seguiría esos conocimientos con interés, pues no sabía leer, y mucho menos escribir. Ni siquiera un poquito de latín, salvo por el que pudiese aprender de imitar lo que escuchaba semana tras semana en los oficios de su iglesia, no necesariamente por creencia, los Ollivander vivían en medio de una gran ciudad y no acudir a dichas misas hubiese sido una estupidez que hubiese atraído más de una mirada no deseada. Curiosamente, por lo contrario de lo anticipado, el joven de las ardillas sabía varias palabras, y la imagen que en letra asociada las representaban. Y eso era porque él lo había querido así, las había aprendido a base de husmear en los antiguos cuadernos de la tienda de su tío, pero también a base de preguntar, esforzarse y como resultado de una memoria notable. Aunque nadie había aprovechado esas aptitudes para dedicar su tiempo a enseñarlo.

  —Sé, por ejemplo…- dijo garabateando con el dedo índice en el polvo- …que esto significa “grifo”.- Explicó con una sonrisa tímida pero triunfante, a la espera de la confirmación de su compañera Blackcap.

  Seguidamente, de la misma forma contó:

  —Y esto quiere decir “lavanda”, esto “cola”, y esto “raíz”.- Se quedó pensativo para ver qué era capaz de recordar, pero como fuese que lo miraban se sentía expuesto y su memoria pronto quedó cerrada. —Y un puñado o así de palabras más. Pero ahora no las recuerdo sin verlas. Pero luego no sé más. Nada más.- Torció la boca algo avergonzado por estar delante de aquella niña prodigiosa que, como los adultos de su familia, parecía saberlas todas. —Mi abuela decía que “a cada tiempo, su cosa”. Y que esto de leer lo aprendería en la escuela.- Creyó oportuno justificar. Y es que sus padres y su tío apenas disponían de mucho tiempo, ocupados como estaban con sus negocios. A todo, ello descubrió un  segundo como Niall ojeaba por encima de sus espaldas distraídamente. Por ello se giró y le destinó una sonrisa afable y cómplice, pero el chico rubio pronto devolvió sus ojos a algún detalle del rincón opuesto del aposento.

  —¡Qué difícil es saber lo que piensa!- reflexionó Ollivander algo contrariado. Y es que casi le intimidaba tanto como los mismos fundadores.

  Aquello, hizo que percibiera como en el pasillo, Della no muy lejos de ellos estaba ensimismada mirando tristemente por la ventana, él habría querido acercarse y ayudarla, pero ni se atrevió ni supo como, así que intentó volver sobre las clases de lectura que al parecer dicha carta no traía novedades de muy halagüeñas.

  Y así, el tiempo pasó en el mágico y siempre sorprendente castillo. Mientras, Geert comía con moderación de aquello que les sirvieron y abastecieron en la mesa, y durmió en aquella cama tan profundamente como si fuera la suya. Al final, pasada aquella intensa semana, hasta se había acostumbrado a aquel uniforme, lo sentía como propio, con cierta estima, y esperaba poder quedarse con él, obviando, sin pretenderlo, la advertencia de la fundadora cuya águila gobernaba en su escudo, y es que, en unos pocos días, ése iba a cambiar por otro que no sería negro, sino que reluciría con viveza los colores predeterminados y asociados a una de las casas y a sus principios.

  Aquellos días que posteriormente él recordaría con nostalgia y cariño, aquél grupo de niños juntados por la inesperada necesidad, y a quienes no tardaron en sumarse Emmeline y Phillipa, las hijas del guardián. Progresivamente, fueron conociéndose unos a otros, algunos, eso sí, contaron más de ellos mismos que lo que escucharon del resto, quienes optaron por servirse de las murallas del orgullo o la timidez. Y Olli, a quiénes todos ellos consideraba de alguna manera como: sus amigos, (pues poco costaba hacer tales consideraciones cuando las circunstancias obligaban a estrechar lazos y se disponía de escasos a los que considerar tal), llegó a contarles varias cosas relevantes sobre su familia y sobre sus sueños de alcanzar ser, en un futuro, un gran mago, y el mejor fabricante de varitas. Él, como su bisabuelo antes de su abuelo y como generaciones enteras remontándose hacia muy atrás en el tiempo, había nacido y crecido en el mismo corazón de Londres. Por lo que solo sabía y entendía el inglés, y cuya cultura no se prolongaba mucho más allá de sus murallas. De sus labios, quienes preguntaron y escucharon en aquellos intercambios de experiencias, también supieron que sus padres, Salomon y Janelle, eran tallistas y ebanistas. Por lo que, por legado ancestral, tenían una tienda anexada al domicilio familiar en el barrio de los gremios, que les servía de tapadera en el mundo muggle. Esa era la forma en qué los Ollivander sobrevivieron tras décadas y algunos siglos de prejuicios contra magos en la capital de Inglaterra ya que en ella también vendían varitas para magos desde el 382a.C. como rezaba el cártel de la tienda y como solían enorgullecerse de ello. Pero como la experiencia les enseño el día que fueron “raptados” por Myrddin, sólo su tío era quién dirigía el negocio de las varitas, el padre de Glinda. Por lo demás, también pudieron enterarse que él, tenía tres hermanos: Cronos, Aquiles y Ática, además de su prima que con ellos convivía en esa habitación que Remmy, el elfo doméstico, les había decorado con exquisito gusto.

  Pero no solo hablaron ni destinaron todas las horas de esas siete jornadas en conocerse entre ellos y a saber de los suyos, o ir tras el “juego” de las botas. También supieron buscarse muchas distracciones y les ocurrieron muchas sorpresas que no todas quedan registradas en ésta historia, pues no todas son de gran interés pero que sí hicieron más cercanas aquellas personas, hasta que llegó el día para el que se habían organizado tantos preparativos.

Notas de juego

Me ha costado más de escribir que las largas doce páginas de introducción del personaje que le hice para Moon para que tuviese mi concepto al empezar la aventura. xDDDDDDD Aunque no tanto como un relato corto que escribí para Aquiles, aunque casi.:P Y algunas cosas han quedado al tintero, pero que tampoco era nada que no pudiese aportarse en futuras ocasiones.

Al tener que resumir unas horas, o días, que no se han roleado, me he tomado algunas “libertades”, he intentado tomar parte de lo que se escribió y se puso en común en la escena de las tres escobas. Esto solo es el punto de vista de mi personaje, vosotros tendréis las vuestras y que lo amplíaran más y que me encantará de leerlas si las escribís, pero no sé si habré conseguido ser justo con los vuestros personajes, pnjs y hechos, y espero que no ofenda a nadie pues no está escritas con esa intención. No obstante, pido que si alguno no le gusta, no le cuadra con su concepción de la escena y/o personaje o sencillamente se siente incómodo con algo, sea la máster o compañer@s jugadores/as el o l@s afectad@s, lo diga sin reservas o inquietud alguna, pues prefiero saberlo y poder editarlo/arreglarlo en consecuencia, que no a que uno se lo calle y le moleste por dentro.^______^ Cuando pueda, escribiré un segundo post roleando ya la siguiente escena con los alumnos recién llegados y el sombrero seleccionador.

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23/01/2016, 21:13
Geert Ollivander "Olli"

  El uno de septiembre del año 1322 de Nuestra Señora, se grabaría a fuego en la memoria de Geert Ollivander.

  Era un día de cambios.

  La mañana se levantó gélida, ni siquiera el abrigo de las pieles o las mantas de su cama fue suficiente para calentarlo del aire de la habitación que por la noche se había enfriado sin aviso alguno. Al abrir los ojos se sentía como quién ha dormido sobre el hielo, sin duda era un pensamiento algo exagerado, pero su nariz roja y el cuello hinchado tenían una opinión de los hechos que no distaban de mucho de esa impresión.

  Salió de su catre perezoso, con muy pocas ganas de afrontar una nueva jornada, y más apático estuvo aun mientras sacaba los pies para ponerse el calzado. El brazo izquierdo le dolía, y notaba una presión en la cabeza. Pero no solo físicamente padecía aquella extraña letargia. Los ánimos también estaban densos, y al salir al jardín principal tras un desayuno que poco apetecía, todo el suelo lo encontraron blanco, tierra y hierba recubiertos por igual por la escarcha. Glinda sonrió como si aquello fuese un hechizo más del castillo, pero su primo se hubiese vuelto atrás a cada aliento que escapaba de sus pulmones por la boca, cuyos labios se iban secando y cortando, y se dibujaba en el aire. Si aquello era otoño, ni se atrevía a soñar con recibir el invierno.

  Nadie les avisado hasta que fue tarde y obvio. Ese era el día que en peregrinación uno tras otro entrarían el resto de estudiantes al colegio. Cuando asomaron los primeros se preguntó como habrían llegado hasta allí. ¿Les habrían arrastrado a través de cartas como les pasó a ellos? ¿O por el contrario sería la magia de Myrddin quién yendo y viniendo los traía? Sin importar mucho la auténtica respuesta, poco a poco fueron cruzando por el arco de la entrada aquellos rostros risueños y cuyos ojos encendidos y esperanzados brillaban en ellos como estrellas en un cielo nocturno despejado. Muchos estaban visiblemente ansiosos por los reencuentros y sedientos por compartirse anécdotas o noticias. Los observaba acercarse y cruzar el claustro desde un rincón en la sombra, bajo los arcos, con la cabeza apoyada sobre los puños y los codos sobre el frío banco de piedra, y a cada niño que veía pasar por primera vez, Olli rezaba para que fuese el último. Odiaba las multitudes. Como aquellos niños habían sido testigos, podía ser abierto con tiempo, y bajo circunstancias específicas, hacia un grupo reducido de personas, pero se sentía intimidado y muy pequeño frente a una aglomeración. Como un pececito en un estanque de tiburones. Por ello, estaba triste, aquello rompería la dinámica del grupo que tanto había aprendido a apreciar, casi podía sentir lo que pasaría, cada uno tiraría por su lado, él quedaría solo de nuevo y sin amigos, y con el tiempo lo mirarían como si nunca lo hubiesen conocido. Muy cierto que en ese instante en el que danzaban por su cabeza esos pensamientos tan desalentadores, algunos de ellos estaban a su lado ensimismados y comentando el espectáculo, pero Olli se sentía solo. Y recogiéndolo de su hombro con la mano, acarició a Albus, su diminuta ardilla voladora en un ademán de buscar consuelo.

  Fue entonces, mientras Glinda reía franca, clara y desinhibidamente, cuando con zancadas exageradamente largas y estudiadas, y con la insolencia pintada en la cara, pasó Cronos. Quién, hermano de uno y primo de la otra, avanzó muy cerca de ellos con prepotencia pintada, ignorándolos a voluntad y sin saludar.

  Al menos alguien de su familia sí había sobrevivido completamente ileso al ataque de los duendes al callejón. Llegó a esa observación con pensamientos encontrados, muchas ideas pasaron por su cabeza hasta que por fin agobiado, se levantó y se fue. Geert odiaría siempre esa mañana del uno de septiembre del año 1322.

~

  Los minutos pasaron. Pronto estaba en un rincón de un Hall frente a una escalinata. La profesora Fara Brunt, a quién desconocía por completo y veía por primera vez, los aguardaba desde la altura. A Geert se le antojó como una diosa observando a los mortales desde su panteón, irradiaba seguridad en sí misma y les infundía confianza, sus maneras elegantes y sus facciones serenas eran dignas de admiración, pero él era un niño demasiado asustado y cohibido para deleitarse con su belleza, y demasiado absorto para sentir la orden cuando los invitó pasar, mas no, solo hubo que seguir la marea para traspasar las puertas y encontrarse en el Gran Comedor.

  Miró a un lado y otro tratando de captar todos los detalles, cada mesa bajo los colores de un fundador y cada plato que yacía en ella con el escudo de la casa grabado en él. Adquirió consciencia de todos aquellos preparativos, y los admiró, pero la magia de la sala ya no era un hechizo tan hipnotizador ni para él, ni para la mayoría de sus amigos que habían tenido margen para visitar repetidas veces la sala de la mano de Remmy y Niall.

  Como ovejas, fueron conducidos donde recibieron sus instrucciones y desfilaron, según los llamaban, hasta ubicarse en aquella silla, que muy poco a su gusto, era el centro de toda atención. El joven Ollivander se planteó como actuar cuando llegase su turno, casi de seguro pediría para sus adentros ingresar en una casa predeterminada, primero porque de ninguna manera quería ir a Slytherin. Se giró a un lado con esa idea en la cabeza, y pudo ver aquél rostro oblicuo y altivo, aquella sonrisa pérfida y su mirada desagradable, Cronos estaba sentado en la mesa de la casa de la serpiente y si por casualidad sus miradas se encontraron no hizo ademán alguno, como si no existiera, o como si fuese tan insignificante como un insecto en la pared. El segundo motivo que lo movía a alzar la cabeza hacia un estandarte concreto era porque tenía intereses particulares para así desearlo, quizás eran razones infantiles, pero eran razones después de todo. Así que, se planteó, al igual que haría el famosísimo Harry Potter muchos siglos después de él, rezarle al sombrero seleccionador un nombre que lo ligaba a un destino de su interés como si de una letanía se tratase.

 Pero los turnos pasaron, uno a uno aquellos alumnos encontraron su lugar, pero no ellos, quienes habían sido los primeros en estar entre esas paredes, no los llamaron y seguían de pie, en mitad de la sala cada vez más expuestos de lo que había estado ninguno sentado bajo el sombrero seleccionador. Muy pronto, se encontró preguntándose el porqué. Hasta alcanzó a plantearse si habían descubierto que carecía de magia alguna y por lo tanto lo obligarían a abandonar la escuela.

  Della, Marshmallow, Molly seguían junto a él. Y su inquietud mutó. Vale que un Ollivander, siguiendo un estricto orden alfabético fuese algo de hacerse esperar, pero… ¿una Blackcap, una Bowen o una Gleann? ¿No habían sido llamadas? Pronto había pasado también la N, y no mucho después la “O”, y tanto Niall como él, seguían allí.

  Como volviendo de un país muy lejano donde cada segundo duraba un siglo, repentinamente fue consciente que su prima Glinda, del mismo apellido, estaba ya sentada con la casa a la que la habían ubicado. Ni siquiera se había percatado. Lo inundó una pena desconocida por ello, pues cuando todo su mundo había temblado amenazando precipitarse al vacío, ella siguió allí, a su lado, su constante, incluso se había terminado por acostumbrarse a tenerla siempre a su lado, agobiándolo y le había gustado, como una ancla que impedía que fuese a la deriva, pero en ese momento, ella también lo había abandonado.

  Sólo ellos. Ellos cinco permanecían en pie, y, nuevamente, sin comprender nada.

  ¿Por qué?

  Y el peso de muchas miradas se atenazaron alrededor de su cuello. 

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31/01/2016, 16:05
Molly Blackcap

Molly permanecía en pie en el centro de la sala junto al resto de sus compañeros, observando ceñuda el desarrollo de la ceremonia. Aunque no lo aprobaba, llevaba los finos ropajes que Rowena había encantado para ella con la extraña dignidad de ese tipo de gente, que lleve lo que lleve encima, siempre le queda ridículamente bien. Incluso con sus pesadas botas de minero, que desde luego no eran el calzado más apropiado para… bueno, para nada que no fuera un atuendo de minero.

Los demás niños se lo habían tomado como un juego, pero ella había buscado sus botas por todos los rincones del castillo con muchísimo empeño. La gente no solía prestar atención a ese tipo de detalles, pero el calzado era importante. La abuela siempre decía que le mantenían a una anclada al suelo como era debido y eso, coincidía Molly, era importante. Sobretodo cuando se era propenso a que le pasaran cosas extrañas, como cuando se le ocurrió dar un paseo descalza por el prado de los McKenzie a finales de invierno y lo llenó todo de flores o cuando aquel estúpido gato que había liberado de una trampa conejera la siguió a todas partes durante una semana. Sí, las botas eran importantes, formaban parte de lo que era y era esencial recordar siempre quien era uno. Si no, podrías acabar siendo cualquier cosa.

Así, los niños habían pasado horas buscando sin éxito. Miraron en cada sala que Niall sugirió, preguntaron a los escurridizos elfos, que les respondieron aterrados como pudieron y Molly incluso pensó en drenar el lago, solo por si acaso. En su experiencia arrojar una caña al agua siempre daba como resultado una bota vieja, así que bien podría ser una forma de recuperar un calzado decente. Era un poco como en ese cuento de Yqueunrayomeparta McDoughal en el que una señora sale de un lago desnuda y le entrega una espada mojada a un niño para que pueda ser el Rey de Inglaterra. Molly no aprobaba la desnudez ni vivir bajo el agua, no parecía bueno para la artritis y además la espada seguramente estaría toda oxidada. No es que ella tuviera artritis, pero seguro que cuando fuera vieja tendría. Era una de esas cosas que le ocurren a la gente cuando se hace mayor. Como los callos o las verrugas. Esperaba tener verrugas cuando fuera vieja, si iba a ser una bruja lo sería como Dios manda. Eso era apropiado. Lo que no era apropiado era una bruja con zapatos ¡Zapatos!. En parte ese también era uno de los motivos por los que desconfiaba de los fundadores, quienes les ordenaban hacer y no hacer cosas todo el rato. Demasiado bien vestidos, casi como si trabajaran para el gobierno. Y si algo sabía Molly, era que su abuela no aprobaba el gobierno a menos que estuviera muy, muy lejos y muy, muy ocupado haciendo cosas que no tuvieran que ver con su montaña. Como guerreando en Francia o más lejos, por lo menos. Además ¿Qué se habían creído? Ahí, en su tarima, por encima de los demás como si fueran el Obispo, en el pueblo del valle del Dee no les gustaban mucho los obispos. Así pues, al contrario que el resto de niños, Molly no tenía ninguna preferencia por ninguna de las cuatro casas. Los cuatro fundadores le parecían igual de arrogantes.

Pero bueno, volviendo a lo importante. Molly necesitaba sus botas, pero no podía encontrarlas. No hasta que una noche, de pura frustración, exclamó en voz alta que las quería de vuelta. Por la mañana, aparecieron misteriosamente a los pies la cama, con un aspecto sospechosamente cotidiano, como si siempre hubieran estado allí, como diciendo “a mi no me mires, es que no has buscado bien”. La muchacha entrecerró los ojos, suspicaz y emitió un “hmmm” desconfiado. Pero sus botas eran sus botas. No había muchas cosas más mundanas y menos mágicas que eso. Eran grandes, pesadas y seguras. En el momento en que introdujo sus piececitos dentro de esas catedrales de cuero y clavos, le pareció estar un poco más cerca de su hogar. A través de la gruesa suela, podía sentir la seguridad de sus montañas. Eran feas, viejas y testarudas, como el propio Ben MacDuhi y, si bien Molly no era ni fea ni vieja, si que era testaruda de sobras. No volvió a quitárselas ni para dormir.

El mensaje de su abuela tampoco le ayudó a mejorar la opinión que se había estado formando del colegio y menos a sentir sus muros más acogedores. No obstante, durante todos esos días se había esforzado por ser útil enseñando a leer a sus compañeros como hacía el viejo buhonero del pueblo, que hacía las veces de maestro a cambio de un huevo o un trozo de queso. Pese a todo, lo cierto era que aprovechaba la mínima ocasión para acabar sus tareas (la mayoría autoimpuestas) y explorar los terrenos y la linde del bosque, donde se sentía mucho más cómoda.

El día de Molly empezaba siempre muy temprano y con las primeras luces del alba, su cama ya solía estar hecha de forma impecable. A veces sospechaba que los elfos la deshacían y la volvían a hacer en una especie de extraña compulsión, inquietante y antinatural. Molly tenía la vaga idea de que los elfos no siempre habían sido así, que de algún modo, alguien había retorcido su interior y por eso sufrían (tal vez el tipo de “alguien” que solía sentarse encima de tarimas…) Por si fuera poco, se empeñaban en tratarla como si fuera de la realeza, la llamaban Señora, o Lady Molly ¡Lady Molly! Y hacían vistosas reverencias cuando pasaba por su lado. Ella se sentía incomodísima así que optaba por escabullirse a la cabaña del Guardián, con quien, como Olli, había hecho buenas migas después de demostrar el talento que tenía para arreglárselas con las cabras.

Fuera como fuese, junto a sus compañeros y con sus botas firmemente plantadas en el suelo, Molly volvió a escudriñar la mesa de los fundadores con la determinación de una montaña, ignorando los cuchicheos que comenzaban a levantarse a su alrededor. Habían sido los primeros en llegar, pero por algún motivo Fara Brunt había decidido dejar a los cinco para el final. ¿Porqué?. Las palabras de Mordag se repetían en su conciencia de forma insidiosa una y otra vez. Molly arrugó la nariz suspicaz, acababa de tener una idea. Si ese Sombrero era tan sabio como decían, tal vez pudiera preguntarle a él por el camino de vuelta a casa...

Notas de juego

Por mi está bien el resumen de estos días Olli ^^

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01/02/2016, 20:59
Niall

Los días habían pasado rápidos después de todo. En el Castillo siempre había algo que hacer... aún no teniendo nada que hacer siempre era interesante visitar un lugar concreto, deambular por los pasillos o corretear como los niños que eran por los terrenos exteriores. Los días habrían de volverse fríos y hostiles pero aún a pesar de ello, aquellos muchachos, pudieron pasar más de un momento distendido antes de que todo comenzase. La expectación era inmensa y no pocas veces hablaban entre sí de cuánto esperaban aprender. Parecía casi un sueño... dedicarse solo a eso. Aprender. Sin servir a otros, sin tareas en los establos o los campos... solo para con uno mismo. Únicamente llenando un saco que hasta la fecha, nadie se había ocupado en sopesar; el de su potencial.

Niall estaba exultante y la noche de la Ceremonia de Selección así lo mostraba. Para ser un muchacho seco y, en no pocas ocasiones, taciturno, se mostraba nervioso y especialmente activo. Casi como si el baile de San Vito le hubiera infectado de su proverbial movimiento. La energía que experimentaba el muchacho surcando toda su anatomía era realmente electrizante y, por supuesto, imposible de disimular. 

Habían llegado jóvenes de todas las edades desde los cuatro rincones de, lo que al irlandés le supuso, el mundo. ¿Habría alguien de algún lugar que él conociese? ¿Quizá cerca del Castillo de Clough? Era emocionante.

La Ceremonia dio comienzo y, por supuesto, Niall, no sólo desconocía el funcionamiento de la misma sino que cualquier intento de hacerle entender el concepto "orden alfabético" habría sido inútil, pero conforme avanzaba y veía que ni él ni sus compañeros más y más iba sospechando que algo extraño sucedía. Algo malo, sin duda. ¿Por qué los dejaban de lado? Había muchos niños que habían llegado al Castillo apenas ese mismo día y ya habían pasado por las manos de ese Sombrero roñoso y, sin embargo, ellos que llevaban allí casi una semana, aún nada. ¿Habían hecho algo malo? ¿Acaso no habían cumplido con las expectativas de los Fundadores? ¡Qué demonios! Si ni siquiera les habían hecho una sólo pregunta o les habían puesto a ningún tipo de prueba. Niall exigía una respuesta... una aclaración. Pero los nombres se iban sucediendo y el suyo no aparecía. Poco a poco, nombre a nombre, su indignación crecía y crecía. Hasta que llegó el último.

De algún modo se hizo un silencio en el que todo el mundo tuvo presente que todo lo que había que hacer estaba hecho. Y, ¿entonces?

Niall apretó los dientes y entrecerró los ojos. La irá le estallaba en el pecho. Casi podía notar como el calor se agolpaba en sus mejillas. Si le hubiesen preguntado habría asegurado que sería incapaz de hablar en aquel foro... y, sin embargo, lo hizo.

- Y nosotros, ¿qué? - dijo con descaro mirando directamente hacia el estrado presidido por los profesores. Su mano tembló y a punto estuvo de echar mano de la varita que reposaba en el bolsillo interior de aquella especie de capa que le cubría. Como si con ella pudiera infundir el respeto que sabía que merecía. Como si la propia varita así se lo sugiriese.

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03/02/2016, 10:08
Marshmallow Bowen

Los días se devenían sin el ritmo adecuado, trotando a veces, deslizándose otras, deteniéndose por completo en algunos momentos en que la realidad era simplemente demasiado imposible como para que su pequeño cerebro la procesara correctamente.

Marshmallow aún era una niña acobardada y pasaría tiempo hasta que dejara de serlo. Sus inseguridades crecían en un entorno desconocido en que los misterios se entretejían con los hilos de lo cotidiano, la magia formaba un nuevo prisma y todo lo que alguna vez le habían enseñado como algo razonable pasaba a formar parte del gran cajón de simplezas.

Nada tenía sentido. Y, al parecer, era así. Las velas flotaban, los cuadros parecían murmurar a su paso y los elfos domésticos eran criaturas fantásticas que existían en su mismo plano, en su mismo mundo. A la mañana siguiente, junto al desayuno, se había llevado consigo el recuerdo del tacto de la oreja de Remmy, incapaz de contener el impulso con el mero recuerdo de lo que debería ser la educación. La curiosidad afloraba incluso por encima de sus temores.

Tanto era así que al final, y muy a su pesar, de había embarcado tras la insistencia, sobre todo por parte de Ollivander, en los largos paseos por el castillo guiados por un reticente Niall y en la curiosa búsqueda de las botas de Molly. La verdad era que no tenía claro por qué la niña creía que sus botas estarían ahí, parecía estar convencida de que aguardaban por ella en alguno de los rincones del colegio, pero por más que buscaban no aparecían por ningún lado y ella se guardaba mucho de mostrar sus reticencias.

Además, estaba el hecho de que al encontrarse mirando aquella carta con cara de frustración, Molly se había ofrecido a enseñarle a escribir y alguien con tales conocimientos, una erudita a su edad, debía saber cosas que escapaban de su entendimiento, como por ejemplo, el paradero de sus botas. El hecho de que una mañana aparecieran al pie de su cama tras pedirle al aire que así fuera. Grande debía ser su poder si podía controlar con la simple fuerza de sus palabras, las botas, lo mismo que parecía hacer Rowena.

Respecto al contenido de su carta le dejó un sabor amargo. Tardó un día entero casi en lograr leer esas pocas palabras que sonaban extrañas. No sonaban a Mamá Pig, faltaban más "niña" y comentarios despectivos, era demasiado comedida. Pero aunque así fuera, aunque estuviera escrito del puño y letra de Mamá Pig, ¿qué pasaría ahora con la tienda? ¿Y con ella? Su futuro seguía siendo tan incierto que llenaba de pesadillas sus noches y encogía de angustia su corazón.

Por suerte las novedades resultaban tan mareantes que le impedían pasarse las horas en zozobra. En su alma todo se mezclaba, la angustia, la curiosidad, la emoción, el recelo, todo formaba una abanico de emociones que la mantenía activa de día y la dejaba agotada por la noche.

Así estaba aquel día en que en teoría tenían que seleccionarlos, algo que aún parecía ser parte de un mundo onírico. Se lo habían explicado pero le parecía un concepto tan extraño que no llegaba a hacerse a la idea de lo que implicaba. Así que ahí estaba, escuchando cómo llamaban a personas sin saber cuándo llegaría su turno.

- ¿Estamos los últimos de la lista? - preguntó por lo bajo a Molly, esperando a que ella poseyera una respuesta.

Sólo quedaban ellos cuatro. Pero habían llegado juntos así que en parte tenía sentido, ¿no? Como fuera, tantas miradas clavadas en ellos la estaba poniendo nerviosa, muy nerviosa a decir verdad. ¿Cuándo terminaría aquella tortura?
 

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12/02/2016, 18:25
P-Fara Brunt

La mirada de Fara los traspasó, sin dejar de sonreír aun con aquellas palabras de Niall resonando en el Gran Comedor, y miró, finalmente, a Molly.

—Blackcap, Molly.

Con un gesto de la mano le indicó el camino hacia el Sombrero. Lo cogió, y dejó que Molly se sentara en el taburete.

Una vez estuviera la muchacha con las piernas colgando, posó el Sombrero en su cabeza, y dejó que hiciera la Selección. 

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12/02/2016, 18:26
Sombrero Seleccionador

—Veamos…— dijo el Sombrero con una voz grave, pero clara, y, al mismo tiempo, sin saber muy bien cómo, cálida—. ¡Oh!— dijo, sorprendido—. Esto hacía mucho que no lo veía, niña. Algo dentro, en tu interior, algo… que va más allá…— no terminó la frase, pero casi parecía que sonreía de satisfacción—. Sí, debes ir donde ella… Es necesario.

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12/02/2016, 18:26
P-Fara Brunt

El Sombrero habló en voz tan baja que sólo Molly podía escucharla. Ni siquiera la profesora Fara que estaba a su lado podía oír lo que aquella prenda de vestir tenía que decirle a la niña. Sólo el grito que dio después resonó en todo el Gran Comedor.

—¡RAVENCLAW!

Una de las Mesas comenzó a aplaudir, orgullosos, y felices. Le dieron la bienvenida a su nueva hermana, y quisieron todos los cercanos a ella darle la mano por su buena suerte.

La profesora Fara carraspeó su garganta, miró con ojos felinos a todo el alumnado, y miró si lista.

—Bowen, Marshmallow— exclamó, mirando a las dos niñas que quedaban aún por ser seleccionadas, y, finalmente, su mirada se clavó en ella. En la muchacha menuda y flaca.

Al igual que hiciera con Molly, cogió del pico del Sombrero para dejar libre el taburete, y esperó a que Marshmallow tomara asiento. Después, le colocó la prenda, y esperó.

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12/02/2016, 18:27
Sombrero Seleccionador

El Sombrero se sorbió una nariz que no tenía, pero el ruido fue el mismo en la cabeza d Marshmallow.

—Veamos…— dijo, comenzando su hilo de pensamiento, haciendo que la niña girara también la cabeza—. Una muchacha que ha vivido mucho para la poca edad que tiene, y más aún que vivirás. Estoy seguro. Tienes mucha fuerza en tu interior, capaz de derribar montañas, secar lagos y ahuyentar fantasmas…— no se podía decir si aquello eran predicciones de verdad o simple charlatanería, pero el Sombrero parecía muy seguro de ello—. Sé exactamente dónde ponerte.

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12/02/2016, 18:27
P-Fara Brunt

Fara esperó con una sonrisa en los labios mientras el Sombrero movía una raja que le hacía la forma de sonrisa, y se movía para que Marshmallow escuchara lo que tuviera la prenda que decirle.

Durante unos segundos, el Sombrero casi parecía inquieto, perro satisfecho por estar sobre la cabeza de Marshmallow. Después, resonó la siguiente palabra en las cuatro paredes:

—¡GRYFFINDOR!

Una de las mesas estalló en vítores, mucho más salvajes que los de la Mesa de Ravenclaw, y aplaudieron, silbaron, y dieron golpes a la madera deslustrada con fiereza. Incluso el Fundador, Godric, se levantó, e hizo una reverencia ante Marshmallow. Sólo le faltó darle un tierno beso en la mano. Quizá, lo pensó, pero para cuando fuera más mayor.

Marshmallow encontró su hogar entre los hermanos dorados y escarlatas, y Fara volvió a pedir silencio con la mirada. Esta vez no tuvo que mirar la lista, sino que echó un vistazo hacia los que quedaban, y dijo con una voz suave:

—Gleann, Adelaide.

Repitió la misma operación que antes: cogió el Sombrero por su pico, dejó que Della tomara asiento sobre el taburete, y le colocó la prenda sobre la cabeza. Y esperó.

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12/02/2016, 18:27
Sombrero Seleccionador

—Oh…— dijo el Sombrero, sorprendido—. No esperaba encontrarme a ninguno más por aquí. Qué curioso…— meditó durante unos instantes, y comenzó a moverse un poco, haciendo que la cabeza de Della también se moviera al mismo tiempo—. A ver, a ver… Tienes talento, oh, sí, y también muchas ganas de demostrar lo que vales. Eres una bruja con casta, vienes de una familia de grandes magos, y por tus venas corre sangre pura…— el Sombrero siguió cavilando—. Perseverante, y constante. Creo que ya sé dónde ponerte…

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12/02/2016, 18:28
P-Fara Brunt

El Sombrero casi se caía de la cabeza de Della mientras hablaba con ella, pero consiguió conservar su puesto. Al final, abrió la rasgadura que tenía por boca, y gritó:

—¡HUFFLEPUFF!

Una de las mesas aplaudió, y gritó, feliz. Helga también, casi bailando en su asiento, al lado de un Slytherin que parecía aburrido, y una Ravenclaw que estaba sonriente.

Della se sumó a sus nuevos hermanos entre vítores y aplausos, y fue abrazada por Glinda, la prima de Olli que había sido seleccionada momentos antes. Se sentían tremendamente orgullosos de tener a una bruja más entre ellos.

Cuando el Comedor guardó silencio, Fara miró el pergamino, y dijo con voz clara:

—Ollivander, Geert.

Miró al muchacho, y cogió el Sombrero, dejándolo sobre su cabeza en cuanto tomara asiento sobre el taburete. Después, dejó que fuera el remiendo quien tomara la palabra.

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12/02/2016, 18:28
Sombrero Seleccionador

—Uno más— exclamó el Sombrero, haciendo que Olli girara su cabeza—. Pero, tú no eres como él… Eres diferente… Y tampoco eres como tu prima— añadió, pues hacía escasos momentos que su prima había sido seleccionada para Huffleluff—. Tienes algo en tu interior que te hace ir a su Casa… Ella te guiará.

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12/02/2016, 18:29
P-Fara Brunt

El Sombrero se sorprendió al ver un nuevo Ollivander bajo él, pero sólo Olli supo exactamente qué le parecía aquello. Después de unos segundos haciendo girar la cabeza del muchacho, y de susurrarle cosas en el oído, terminó por abrir un raja como boca, y gritó:

—¡RAVENCLAW!

La Mesa plateada y azul volvió a estallar en gritos, aunque nunca tan escandalosos como los de los Gryffindor, y aplaudieron a su nuevo integrante. Acogieron a Olli entre palabras de ánimo, y se enorgullecieron de tener a un Ollivander entre sus filas, pues ya Slytherin tenían a uno, y Hufflepuff tenía a otro.

Fara pidió silencio de nuevo, y miró al último que quedaba. Niall. Sin apellido. El sencillo Niall, quien esperaba como un árbol solitario en mitad de un valle enorme la tormenta.

—Niall— pronunció Fara, y con un gesto de la mano le indicó el camino hacia el taburete.

Dejó que tomara asiento, y le puso el Sombrero en la cabeza.

El grito que pegó el Sombrero se escuchó en todo el Comedor. Pero lo que dijo a continuación, sólo Niall lo escuchó.

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12/02/2016, 18:29
Sombrero Seleccionador

—Tú…— dijo el Sombrero, casi sin creer lo que tenía bajo él—. No podía ser cierto, y, sin embargo, aquí estás…—hizo una pausa, y obligó a girar la cabeza a Niall—. Tengo muy claro lo que hacer contigo, pues es así como debe ser, pero he de advertirte— dijo casi dramáticamente—. No pierdas el camino, Niall. Síguelo. Camina cuando haya luz, y deja a las sombras en su oscuridad. Te tentarán. Lo sé. Pero, no te harán bien. Ni a ti. Ni a los demás— volvió a hacer una pausa—. Has de ir con él.

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12/02/2016, 18:29
Sombrero Seleccionador

El Sombrero se movió un par de veces, haciendo girar la cabeza de Niall mientras movía su costura, hablándole. Después de un rato, la raja gritó:

—¡SLYTHERIN!

Y la última Mesa, que había permanecido en absoluto silencio, se iluminó cuando gritaron, aunque no con mucho entusiasmo, pues sabían lo que significaba un muchacho sin apellido, pero, aun con todo, lo aceptaron estrechándole la mano, dándole suaves golpes en la espalda, y hablando con él, mientras los compañeros comenzaban a presentarse. Uno de los primeros fue el hermano mayor de Olli, Cronos.