Partida Rol por web

Cuando Charlotte tocó mi brazo pude sentir algo parecido a una descarga desde el mismo hasta mi cerebro. Me resultaba muy complicado guardar las formas con esa muchacha. Me resultaba muy complicado no abalanzarme sobre ella y besarla. Y otra vez me había dejado en stand by, tras aquél simple roce. Claro que quería acompañarla, pero mi cuerpo no podía reaccionar. Como si de un petrificus totalus se tratara, ahí me había quedado, probablemente con cara de pasmarote ante Irina, Dean y Diane, hasta que algo hizo “click” y volví en mí. Al instante de recobrar la voluntad con mi cuerpo me giré en la dirección hacia la que la muchacha había partido, desapareciendo de la vista de los dos primeros. No me encontré con la tercera y sí con Charlotte, cosa que agradecí. No quería ver a nadie más, pero por protocolo iba a ir a ver a Ryan, y eso Charlotte lo sabía. —Sí, vale. Supongo que estamos todos algo estresados con lo de la prueba. Antes casi me matan unos cangrejos de fuego y un Lazo del Diablo. Ha sido divertido. Supongo que andarás ajetreada con lo de la prueba, pero quería hablar contigo. Quería tener un momento a solas contigo... Supongo que llevo queriendo estar contigo a solas en todo momento —Me interrumpí. Miré al suelo, caminando a su lado. Estaba roja—. Quiero darle las gracias a Ryan, pero no es mi prioridad —dejé claro. A Ryan lo veía cada día, iba a mi casa, no así Charlotte—. Supongo que es difícil ocultar algo cuando lo tienes tan cerca y tan lejos al mismo tiempo —Sin dejar de mirar al suelo, mi mano izquierda buscó la suya, y cuando la encontró la asió y presionó sin mucha fuerza. No pude evitar volverme a estremecer—. No eres tonta, sabes que me gustas. Hace tiempo que lo sabes, o por lo menos que lo sospechas. Te lo confirmo. Espero que no te moleste, Charlotte —sentencié, habiendo sido finalmente capaz de exponerle lo que sentía por ella.

No podía creerme que Severus nos dejara entrar en la habitación de los chicos. Tras pestañear varias veces seguidas, fingiendo no entender su gesto de abrirnos más la puerta, di un paso al frente, y ensanché la sonrisa de manera burlona, como si estuviera explorando terreno desconocido, que, en el fondo, así era.

Miré a mi alrededor, y enarqué una ceja al ver lo desordenados que estaban los escritorios y las mesas de trabajo. Miré si las camas estaban hechas, y, después, me fijé en el lugar en el que estaba Severus. Bufé por la nariz, sin dejar de sonreír, al ver que Snape lo tenía todo pulcro, incluso más que yo. Me sorprendió gratamente encontrar a un muchacho tan diligente con algo así, y de inmediato me dije que no debería de sorprenderme tanto, pues el mago era tremendamente aplicado.

Sonreí a Zoe cuando cerró la puerta, y me senté a los pies de una de las camas, tratando de demostrar una teoría absurda (que las camas de los chicos eran más cómodas que las de las chicas), y ladeé la cabeza, pensando en lo que Severus tendría que contarnos.

—No soy experta en liarla— dije, haciendo un gesto con la mano, negando con la cabeza—. A mí me gusta pasarlo bien después de haber sido tan buena estudiante. Y no hay tan buenos estudiantes como nosotros— reí, divertida.

Escuché el resto de lo que tenía que decir el muchacho, y fruncí el entrecejo, dubitativa.

—¿Meterlos en líos?— repetí, encogiéndome de hombros—. La verdad es que no necesitan ayuda para eso. Lo hacen muy bien solos— indiqué, buscando a Zoe con la mirada para que lo confirmara.

Me llevé un dedo al mentón, pensativa. No quería gastar una broma absurda y pesada, pero sí que quería bajarles los humos. Me mordí el labio inferior, y miré tanto a Snape como a Zoe.

—¿Y si hacemos que desconfíen los unos de los otros?— pregunté, sonriendo de manera ladina—. Quiero decir, romper su precioso grupo en mil cachitos, demostrando que no hay Casa más unida que la verde esmeralda— dije, frunciendo el ceño, sonriente—. Quitarles algo de valor, sembrar la duda, que desconfíen. “¿Has sido tú, Sirirus, quien ha cogido mi carta de mega amor de...?” Yo qué sé… “¿Miranda?”— inventé, imitando una vocecilla  aguda, como si fuera la de James—. “¿Eres tú, Peter, quien dijo…?” “¿Fuiste tú, James, quien se ha chivado de lo del otro día?”— seguí poniendo voces ridículas, y terminé riendo.

Me rasqué la nariz, mientras seguía desternillándome, y dije:

—En fin, algo así— finalicé—. La cuestión es  que podemos ir a la Sala Común de los leones, colarnos, dejar o quitar algo, y que la manzana de la discordia haga su papel— narré, metafóricamente, algo divertida—. ¿Dudas, sugerencias?— miré a Severus—. Supongo que tú tendrás algo pensado, porque cuando has preguntado lo de meter algo en su habitación, me imagino que es porque tienes alguna cosilla que te ronda la cabeza.

CHarlotte camina a tu lado, con sus movimientos de bailarina, su pelo dorado meciéndose suavemente y una perfectamente dulce sonrisa en los labios. Te escucha sin interrumpir, aunque no aparta la mirada del camino que recorriéis. Te deja que le cojas de la mano y sólo cuánd terminas tu discurso se detiene y se gira para mirarte de frente. Coge tu mano con las dos suyas de manera suave y delicada.

- Aelia, Aelia... Sabes que es halagador, eres una persona inteligente, interesante y llena de virtudes. Cualquiera se lanzaría a tus brazos... Pero mi vida es complicada. Lo sabes, todos lo saben aunque muchos se encabezonan en negarlo y decir que siempre lo he tenido todo hecho. No podrían equivocase más. Y es esa vida tan complicada la que no me permite cosas como esta. - dice mirándo tu mano, entre las suyas, durante un par de segundos antes de soltarla. -  Lo siento en el alma, Aelia, pero esto sólo tendía un posible final, y es malo para ambas. Sin elbargo, siempre puedes contar conmigo para lo que sea. No es lo que tu quieres, pero realmente aprecio tu amistad y no quiero perderla.

Severus te escucha con los brazos cruzados en el pecho, asintiendo de vez en cuándo. Sonríe de lado con tu idea y tus bromas: primera vez que parece reirse de una broma, aunque una sonrisa esté lejos de una carcajada. escuchas a Zoe reirse bajito, de manera tímida, cómo es ella.

Cuándo por fin preguntas qué tenía él en mente, su expresión se vuelve algo más seria.

- No tenía una idea clara, si digo la verdad, aunque los tiros iban en la misma dirección. Aunque también... Bueno, he notado que a veces hacen... excursiones nocturnas. Pensaba enbuscar una manera de saber a dónde van sin tener que seguirles. Se me había ocurrido colarles algo en los bolsillos con un hechizo que me permmitiese rastrearlo, pero se darían cuenta: los rateros son ellos, no yo. Pero si es un regalo de alguien que no sospecharían... Sirius tiene un par de líos, su favorita parece ser una hija de muggles metamorfomaga, una chica que se mete mucho en líos. Su mejor amiga, la otra metamorfomaga, tiene algo con Remus. Las amigas de Lily, sabes quién son. - saca entonces de uno de los cajones una cadena de plata, un brazalete de esos a los que se pueden grabar mensajes - Si uno de los dos creyese que es de una de sus novias, se lo pondían sin dudarlo.

Ha sido una semana de clases...extraña. Lo cierto es que no he podido quitarme a Susana de la cabeza después de ese encuentro en el embarcadero...quizá lo imagino, porque es lo que quiero, pero la manera de mirarme y tocarme...ella quiere que sea solo suyo tanto como lo quiero yo de ella. La presencia de Flavia, aunque no diría que estropeó la sesión ni muchísimo menos -Dios bendiga la flexibilidad, imaginación y entrega de la italiana-, sí que hizo que entre Susana y yo quedasen cosas sin decir. O no dichas del todo.

Ha sido bastante divertido ver como, durante toda la semana, la pelirrosa se mordiía el labio y se sonrojaba, o se removía inquieta cruzando las piernas. Debe revivirlo todo cada vez que me ve. Hasta Yolanda me comentó sobre eso el miercoles por la noche mientras se arreglaba el pelo tras un intenso encuentro -¿Quién puede decirle que no a Yolanda? Además, el sexo co una fiera como la mayor de las Pierce absorve todos los sentidos. Asi pienso menos en Susana-  en el que fue usado como medio para tirar de ella con brusca suavidad.

Pero ahora, tras un día especialmente aburrido tengo cosas que hacer. Cosas que no debo retrasar más, es por eso que estoy a la orilla del lago con mi perro Axel. Él se quedará vigilando mi ropa, pues solo llevaré bañador mientras buceo. En una bolsa llevo los regalos que preparamos*

-Vamos a ello Brad. Deja de imaginarte a Susana y Yolanda en bikini y sin él. Axel, vigila la ropa.

Con la precaución de tener la varita atada a la muñeca por una cuerda, me hago un casco burbuja, y al agua. A buscar a los tritones.

-Bulla caput.

A cada rato hablo en tritón.

-¿Hola? ¿Algún tritón o sirena? Quiero hablar con vosotros, por favor.

Sabía que, tarde o temprano, iba a pasar algo parecido. Mi mano empezó a temblar antes de que Charlotte la soltara (también la otra), y no quería hacerme a la idea de que ese fantástico contacto desapareciera. Sólo el contacto de su mano con la mía me hace sentirme agradecida de estar en Hogwarts, aunque no podía ser suficiente. No era suficiente. Yo no era una persona suficiente para Charlotte, dada la situación. Había estado posponiendo el decirle que me gustaba porque tenía un auténtico pánico a ser rechazada. Y ahora estaba viviendo esa situación. Mi tembloroso cuerpo soltó una lágrima, una sola y triste lágrima que cayó formando un arco sobre mi mejilla derecha. No podía sonreír, como hubiese hecho en cualquier situación. No esta vez. Me superaba.

Ni siquiera podía sollozar de la tristeza y el miedo que sentía. —Hubiera... —empecé, sin mucho éxito. Me quedé callada, pensando de una forma curiosa en que me hubiera enfrentado a miles de abejas antes que a vivir una situación así, y sin embargo así estaba sucediendo—. Yo no... —tragué. Mi labio temblaba, como todo por lo que había luchado. “¡Me da igual que tenga un final malo!” pensaba. Sabía que Charlotte vivía situaciones muy complicadas. Pero valía la pena intentarlo. O eso parecía—. No... —dije. Me sentía asustada, vulnerable, frágil, débil. Entendía sus motivos pero ya no podía creer en mi confianza, había sido destruida con un simple “lo siento”.

Sin decir nada más, temblorosa, salí corriendo de allí tras darme la vuelta. Al llegar a mi sala común, sin haber dado explicaciones de ningún tipo a nadie con el que me cruzaba entré en mi habitación y la tristeza y el miedo se transformaron en ira y rabia, cuando descargué el puño contra uno de los soportes en forma de columna que conectaba la parte baja de la cama con su correspondiente prolongación en la parte alta. Le golpeé fuerte, mucho más fuerte que la última vez que recuerdo que golpeé fuerte. Notando cómo se escapaba el dolor, o parte de él, en dirección a un puño con posiblemente algún dedo roto y las marcas de la madera en la piel despellejada, trepé a la cama y la hice refugio, llorando en silencio, desconsolada.

Resoplé y puse los ojos en blanco. 

- No, idiota. Es decir... vale, Historia de la magia no era mi asignatura favorita-reconozco con un suave movimiento de cabeza-. Pero no era eso a lo que me refería. Quería decir... si alguna vez convivieron en paz. Más bien... si crees que eso es posible. ¿Crees que los muggles y los magos podremos vivir en paz? A mí me gustaría pensar que sí, la verdad. Es una auténtica mierda no poder contarle a tus amigos muggles o al resto de tu familia lo que realmente eres. Todos los años, mi padre dice que vamos a un internado a las afueras del país, ni siquiera mi madrastra sabe lo que realmente somos. Es decir... ni siquiera en mi propia casa puedo ser yo de verdad. No puedo hablar de Hogwarts ni de lo que aprendo, tampoco puedo enseñar mis notas, ni decirle a mi padre que este año ganaré la copa de quidditch porque... bueno, aún no entiende muy bien cómo va el juego, ¡ni siquiera puedo volar en escoba!-digo-. Aunque realmente... alguna que otra noche salgo a volar, de madrugada, cuando es noche cerrada-confieso con una sonrisa pícara. Suspiro y me encojo de hombros-. No sé, es algo que... llevo queriendo desde que supe que era una bruja. ¿Crees que se podría hacer?

El agua está congelada, pues el invierno está aquí aunque oficialmente quede una semana. No se ve ni un alma en los jardines aunque aun quede un rato de luz.

Tras haberte embadurnado te metes en el agua, la cual notas templada gracias al ungüento, y empiezas a bucear. No tardas en llegar a una zona oscura a la que la tenue luz del exterior ya no llega. Si tienes que ir más lejos, necesitarás luz, y al parecer a esta profundidad no hay nada, o nadie, ya que el silencio es sepulcral.

Charlotte te ve alejarte sin moverse del sitio. No puedes ver su expresión, pero es de genuína tristeza. Tampoco llegas a escchas los comentarios o felicitaciones de tus compañeros de casa ya que tu carrera hacia tu cuarto es rápida y sin paradas.

La madera del poste de la cama es dura, vieja pero aun perfecta, con lo que tus nudillos se despellejan y notas un par de huesos ceder ante el golpe. Sin embargo,jurarías que el poste se ha despegado unos milímetros de la cama. Pero eso da igual. Todo da igual ahora que Charlotte te ha rechazado. 

Las voces de la sala común llegan como un eco lejano, un susurro de otro mundo.

Joni se encoge de hombros, mirando a algun lugar perdido en el techo de la habitación.

- Puede. Aunque lo dudo. 

Baja la mirada de nuevo hacia ti.

- Tu amigo Gryffindor, el que no es un liante como el resto, está aun en cama. ¿Quieres ir a verle? Yo iré al comedor a aprovechar que solo nos dan comida basura en estos casos. He de admitir que tengo cierta esclavitud hacia esas cosas.

Cuando ya no hay luz no queda otra que usar el lumos. Aunque eso pueda atraer cosas que no quiera que se acerquen...pero al menos no es mar abierto.

-¡Lumos!

Le doy toda la potencia que puedo para ver la máxima zona posible.

-¿Tritones? ¿Sirenas? ¿No hay nadie?

No podía decir que fuera una genio de las travesuras o de montarla tanto como pudiera llegar a hacer mi hermano, pero algo se me había ocurrido, y me parecía factible. Pensé, también, cómo había llegado a odiar tanto a aquel grupo de leones, y, sin embargo, lo que me parecía raro era que mucha gente les bailara el agua, y tuvieran tanto corro a su alrededor. Siempre juntos, atacando por la espalda, unos gallitos. Chasqué la lengua de pura irritación al pensar en ellos.

¿Ha sonreído?, pensé, divertida, al ver cómo una persona podía cambiar tanto con una media luna en la boca.

Yo también reí, acompañando la risa discreta de Zoe, y miré a Severus cuando comenzó a hablar.

En un principio, llegué a pensar que iba a echar todo por tierra, y que lo que había dicho era una soberana idiotez, cosa que tampoco estaba del todo desencaminado, pues colarse en una Sala Común ajena debía de ser algo un tanto descabellado. Pero, me sorprendió ver que no sólo estaba de acuerdo, sino que él mismo comenzó a aportar detalles a aquel plan.

—¿Excursiones nocturnas?— pregunté, totalmente desconcertada—. ¿Para qué? ¿Y hacia dónde?

Me encogí de hombros, e hice una mueca con mi boca, sin llegar a comprenderlo del todo, aunque lo dejé para más tarde, pues no quería perderme nada de lo que Severus llegara a contarnos.

Lo seguí con la mirada cuando sacó algo de un cajón, e hice una gran “o” con la boca, enarcando una ceja, y sonriendo de manera pícara.

—Vaya, vaya, Snape, lo tenías bastante planeado todo— dije, ensanchando la sonrisa.

Examiné el brazalete, pensando si realmente alguno de aquellos cabezas huecas se lo pondrían.  Chasqué la lengua, dudando un poco, y miré a Severus.

—Entonces, ¿grabamos el nombre de alguna de ellas, y se lo colamos en su Sala Común,  el alguna de sus túnicas, por ejemplo?— pregunté, mirando a ambos, aunque no estaba del todo segura que Zoe quisiera participar en la cruzada—. Bueno, lo primero es entrar en su Sala Común, ¿no?

Hice una pausa, pensando en cómo hacerlo, y fui a lo simple.

—¿Hechizo de invisibilidad, y esperamos a que alguien entre en su Sala para entrar detrás?— propuse, mirándolos. 

A pesar de la luz de tu hechizo, el agua es oscura y densa, con lo que no ves demasiado. Tampoco parece que tus gritos encuentren a nadie, ya que sol unicos sonidos a tu alreadedor son el de peces, corrientes marinas y cosas en las que es mejor no pensar.

De repente varios Gryndilows pasan a tu lado a la carrera. Te aprtas para no ser derribado justo a tiempo y ves en esos pocos isntantes y de reojo lo que crees son collares en sus cuellos. Si eso en efecto un collar, tal y cómo has leído en los libros deben ser mascotas de la gente del agua.

Tras de ti, pero calculas que a muchos metros de distancia, se escucha un grave y retumbante sonido, como una especie de gruñido.

Frunzo los labios, decepcionada por su escueta respuesta cuando yo le había contado una de mis grandes preocupaciones. Bufo y pongo los ojos en blanco. Había sido una tonta y una bocazas, pero él había sido un capullo.

- Sí, será mejor que vaya a ver a Dean-digo, pasando por su lado para abrir la puerta, algo más bruscamente de lo que había querido-. Que te aproveche.

Dicho esto, salgo del despacho de la enfermera y voy hacia la cama de Dean. 

Mia sale del despacho de la enfermera, abriendo la puerta algo brusca. Dean e Irina están sentados en la cama de éste, hablando. joni sale tras mía con el entrecejo fruncido, pero con una expresión de confusión no de enfado y se despide con un gesto de la cabeza de los tres antes de dejaros solos en la enfermería.

- No creo que tengamos que esconderlo. Dejárselo en la almohada o el escritorio sería suficiente, y no nos arriesgamos a que los elfos recojan la túnica para lavarla. Algo me dice que no son demasiado ordenados y es probable que dejen la ropa siempre por el suelo. - dice jocosamente, pues no es necesario ser un detective para imaginarse que su habitación es una leonera, válgase la redundancia. Los elfos lavanvuestra ropa cuandola dejais en el suelo. Si la colgais en algun sitio, no. Es la regla de la lavandería. -  No creo que sospechen si lo encuentran en la habitación, ya que en principio  sólo los Gryffindor pueden entrar ahí... Por eso he pedido tu ayuda, ya que estás tan dispuesa para...liarla. - dice usando tus propias palabras. - Llevo tiempo queriendo devolverles varias... mala pasadas. Pero no me gusta ponerme a su nivel y causar un alboroto público solo para echarme unas risas.  - "Lo que quiero es venganza." parecen decir sus ojos negros.

Se levanta y te entrega la pulsera. Puedes ver que hay grabado ya algo, algo tan vago que serviría para cualquiera "Solo tú y yo".

- Dejo que tú decidas cómo hacerlo. tú eres la experta y la que quiere aventuras. Yo no puedo acercarme ahí: sospecharían al instante de que está ocurriendo algo. En cambio tú eres la nueva, y no te llevas mal con las Gryffindor. Al menos no aún. Eso sí: si por alguna razón te pillán colándote, no hables del plan. Aprovecha que "eres la nueva" - dice usando las comillas - y dices algo cómo que no sabías que era tan grave colarte en la sla común de otros. Tienes buenas notas, no te has metido en líos, no creo que hagan una montaña. Tu padre además es rico además, y el tiempo me ha enseñado que eso arregla muchos problemas aunque todos lo nieguen.

Camino con paso rápido hasta donde están Dean e Irina, tengo una amplia sonrisa en mi rostro, ahora quiero centrarme en ellos. 

- ¿Cómo está mi pareja de leones favorita?-pregunt a modo de saludo, antes de darle un beso en la coronilla a Irina y otro a Dean en la mejilla, me dirijo a él cuando pregunto:-¿Cómo estás? ¿Cómo os ha ido? ¿Tú estas bien?-la segunda pregunta va para los dos y la última para Irina.

-Vale...si los Gryndilows van para allí, asustados, debe ser que hay algo allí atrás...y no suena bien.- Confío en poder salir de cualquier aprieto usando mi varita (para algo me he asegurado todo lo posible de que no se me caerá pase lo que pase) pero si no hay lios, mejor. -Pa'lante, como un Gryffindor si le dicen "no hay huevos".

Sigo nadando, atento, en busca de los tritones y las sirenas.

-Además si son domésticos igual van para casa....