Partida Rol por web

A la mañana siguiente, que ha amanecido con un sol radiante, partís con las máximas precauciones. A Orejas la lleváis al final del grupo, un poco apartada, para que no haga mucho ruido. Pasado el mediodía, Rilwen, que iba algo adelantada, levanta la mano en señal de que algo ha visto. Se vuelve y os hace una seña para que avancéis. Más adelante podéis ver, al norte del camino, unos grandes abedules gemelos que están casi rodeados por un pinar. Parece que la dirección que os dio Gandalf coincide con este punto. Cerca, entre el pinar o más allá, se escucha ruido de agua; parece un riachuelo. El Gran Camino continúa serpenteando entre subidas y bajadas hacia el este. Rilwen extiende el mapa que el mago os dio y todos le echáis un vistazo, viendo que efectivamente parece ser el sitio. La semielfa ha tenido buen ojo.

Cuando llegaron hasta el lugar donde aparecían los elementos de los que les había hablado el mago, Rilwen supo que habían llegado y que incluso lo habían hecho antes de tiempo.-Ese riachuelo sigue la curva del Gran Camino, y en aquel recodo hay unos abedules gemelos, que tienen que ser de los que nos habló. Porque a unos cien pasos esta aquél grupo de pinos. Así que si entramos entre esos pinos y nos dirigimos hacia el noreste alcanzaríamos la gran peña, en la que Nat y Gil ponían una tela roja sobre la roca y esperaban la llegada de un bandido. Eso quiere decir que hemos de tener los ojos bien abiertos, ya que por algún lugar tienen que tener un puesto de guardia, para vigilar el camino y también la peña. Propongo que con cuidado vayamos hasta la peña, y una vez visto el lugar, pensemos en como poder seguir a los bandidos hasta su guarida. No sabemos cuantos serán, y pueden ser muchos, así que mejor que les pillemos a ellos por sorpresa.- Por desgracia era mucho más lo que no sabían que lo que conocían de su peligrosa misión, y el hecho de que los ladrones pudieran verles desde su puesto de guardia, la tenía muy intranquila.-El mayor problema es que no sabemos cuando irán los bandidos hasta la peña, o si lo harán si no se pone una tela roja. Tal vez podamos esperar un par de días y sino vienen. Tal vez tengamos que poner una tela roja, si es que alguien la tiene, y capturar a los bandidos cuando vengan a la peña. Y luego les haríamos que nos llevasen hasta su guarida.- Y espero los comentarios de sus amigos, ya que se iban a jugar la piel, en lo que seguro que sería otra emocionante y peligrosa aventura.

-Pero abrir bien los ojos, ya que si encontramos el puesto de guardia de los ladrones, podríamos capturarlos y ahorrar un buen tiempo. Además de quitarnos de encima la constante amenaza que supone el no saber donde estarán escondidos, y si nos verán ellos antes a nosotros.-Esa podía ser la clave, encontrar el puesto de guardia, desde el que al menos vigilaban el Gran Camino y la peña. Podía ser un árbol, una colina, tendría que estar atenta a lo que había en la zona.

Tatharina estaba tensa. Se sentía observada como si el propio bosque tuviera los ojos fijos en ella. Un paso en falso y tendrían una horda de matones pisándoles los talones, y sería por su culpa. Por ese motivo intentaba seguir a Rilwen de forma casi obsesiva, si ella no había tocado una roca, la beórnida tampoco lo haría. Ante la sugerencia de Rilwen rebuscó en su mochila por compromiso, bien sabía ella que el rojo nunca fue su color favorito. - No tengo una tela de ese color, pero tal vez podríamos teñir una blanca. Se desató el saquito del cinturón y lo sujetó en alto, juguetona. - Algunas de mis hierbas tienen un color rojizo, quizás no será el bermellón más intenso pero nos permitiría continuar con el plan.

La joven barda nunca había sido un águila en la espesura, pero estaba dispuesta a prestar sus ojos a la causa. Intentó adivinar desde que ángulo serían los bandidos capaces de ver la cima de la peña. Una vez considerado esto, se fijó en la espesura por si encontraba señales de vida humana.

Aferrado a su nuevo cayado y escuchando atentamente a sus compañeras Gallind avanzó detrás de la hilera. Tampoco estaba entre sus deseos delatarse a si mismo y a los demás. - Lástima que no tenga, yo mismo nada blanco entre mis cosas. Sino con gusto os prestaría. - Hizo una mueca de disgusto, o pesar, al no poder cooperar con el plan de Tatharina. Sin embargo siguió avanzando cauteloso y vigilante. Seguía de cerca al grupo y más aún las indicaciones de la buena de Rilwen. - Buena idea, yo también ayudaré a observar los alrededores. En una de esas, tenemos suerte y damos con su puesto de guardia. 

-Vayamos con cuidado, hasta aquel grupo de pinos, y busquemos en su interior la roca de la que nos hablaron, que debería hallarse hacia el noroeste. Eso, sin dejar de buscar ese escondite que los ladrones han de tener en algún lugar elevado.-Dijo a sus amigos,  se dirigió con cuidado hacia los pinos, en busca de la roca. Miraba además de a las alturas, el suelo, pues seguro que habría algún sendero transitado por los ladrones y sus colaboradores.

El enano carraspeó. No dejaba de ser un herrero, pero todo enano era un soldado.

- Esperas, esperad. Solicitó. - Si ponemos la tela, y no tenemos nada que decirles como tal, seremos víctimas de unos bandidos, y nos lo mereceríamos. Además ... levantó el índice izquierdo, mientras con la otra mano se mesaba la barba. - ... si en una peña, marca una señal, es porque desde algún lado tiene un puesto de vigilancia, y como tal, cuando estemos a su vista, lo más normal es que se organizaran para asaltarnos, como buenos bandidos que serán. Aún con la mano izquierda en la misma posición, indicó: - Habría que, a distancia prudencial, explorar la zona de manera discreta, o sea ... sin ser descubiertos... Se sentía realmente mal, porque estaba, de esta manera, solicitando que los hobbits asumieran unos riesgos que no le hacían ninguna gracia. Y si no eran ellos, daba igual. No deseaba que les descubrieran. - ... y así localizar el puesto desde donde vigilan.

Bajó la mano, y tomó las armas, como si fuera a luchar ya mismo. - Pero si hacemos que uno de nosotros sea ... "capturado" sin que tenga algo importante o convincente que decirles... aunque los demás le sigamos ... estaríamos condenando al pobre desgraciado a una muerta más que probable. Además ... nadie nos confirme que no sean un par los que vigilan. Esta idea última le gustaba menos aún. - Propongo que hagamos por localizar desde donde vigilan, ver cuantos son, y si acaso, decidid lo que hacer. Si era uno, era fácil hacer que se dejara capturar uno, para hacer de guía hasta su guarida, y el resto seguirles. Si eran dos ... aunque uno se quedase, podríamos asaltar el puesto de observación, y luego seguirles ... pero a más ... la cosa se complicaba. Incluso, siempre quedaba la posibilidad de rastrar las huellas hasta la guarida y actuar ... pero, aún así, eso de meter a alguien en "la boca del lobo" le hacía constreñir las entrañas.

El hobbit, que había estado todo el viaje meditabundo y apático, pareció salir de su ensimismamiento. Miró a los amigos y sonrió. Después de ojear el mapa y mirar a su alrededor, confirmó con un cabeceo de que efectivamente, éste era el lugar que indicó Gandalf. Su instinto de Buscador nunca fallaba. Cuando Rilwen y Tatharina hablaron, prestó mucha atención a lo dicho.

-"Rilwen, tienes razón en que hay que ser sigilosos. Seguramente estén ahora mismo espiándonos entre los árboles." Dije mirando alrededor.

De repente, me pareció que el bosque cobraba vida y miles de pares de ojos nos observaban.

-"Yo tengo algo rojo, mi chaleco favorito, el que llevo puesto. Podría dejároslo para ponerlo en la peña que decís, pero no quiero quedarme sin él." Dije en alto.

Seguí mirando alrededor, nervioso, y escuchando a los demás.

"Creo, Rilwen, que te has confundido. La peña, según Gandalf y el mapa, está internándose en ese bosque de pinos de ahí y yendo hacia el NORESTE. Hacia arriba y luego a la derecha." Le comenté a la semiefa.

Lo comentado por Gláin me pareció muy buena idea.

-"Sí, creo que lo mejor, como decís, es adentrarnos en el bosque y encontrar ese peñasco. Pero antes de poner nada rojo sobre él y delatar que estamos aquí, como bien dice Gláin, debiéramos investigar los alrededores para hacernos una idea del terreno que tenemos alrededor. Ellos lo conocen seguramente al dedillo y sabrán moverse como ardillas por él, pero nosotros no. Más tarde, pensemos en un plan. Aún nos quedan horas de día, así que aprovechemos la luz. Y sí, creo que mi hermanita y yo somos los más indicados para hacer esa prospección del terreno." Dije animándome.

Toda aventura tenía su riesgo, pero también su beneficio. Miré a mi hermanita y la sonreí. De repente, una sombra surcó mi rostro. Algo había pensado que me había preocupado.

-"Por cierto, ¿qué hacemos con Orejas? ¿Le dejamos aquí atado o lo llevamos con nosotros?" Dije pensativo.

Si al animal le daba por rebuznar al encontrarse solo, tendríamos un gran problema. Si no lo teníamos ya, claro. ¿Nos estarían ya observando?

Asentí a todo lo que decían, ya que todos tenían razón. Al final, nos tocaría a mi hermanito y a mi deslizarnos por las sombras e investigar los alrededores. Ante lo último dicho por Tolman, me quedé pensativa.

-"Adentrémonos un trecho en los pinos y lo dejamos atado al lado de ese riachuelo que se oye. Teniendo agua fresca y algo de comida, no tiene por qué ponerse nervioso. ¿Verdad Orejas?" Le pregunté al animal.

-"Hiaaa, hiaaa, hiaaa, hiaaa."

Después de debatir qué hacer y de mirar bien alrededor, decidís ir a buscar el peñasco que dice Gandalf. Allí, según Nat y Gil, hay que poner una prenda roja y esperar a que aparezcan los bandidos. Éstos solían bendarles los ojos a los dos rufianes y los llevaban a su guarida. Ahora vosotros estáis recorriendo el mismo bosquecillo de pinos que recorrían ellos. El nerviosismo empieza a hacer acto de presencia en alguno de vosotros, que no dejáis de mirar a todos los lados.

Os habéis salido del Gran Camino al lado de los abedules y os habéis internado en el pinar, en fila de a uno, que es lo que permite este tupido bosquecillo. Los pinos crecen altos y fuertes, pegándose mucho entre unos y otros. Atrás del todo Tatharina y Lily llevan a Orejas, al cuál vais a dejar al lado del arroyo que se escucha cerca. La opresión del pinar os pone los nervios de punta. El sol no entra lo suficiente y hay muchas sombras por todos los lados. Después de andar unos cinco minutos en dirección norte, guiados por la montaraz, encontráis el arroyo o parte de él. Atáis a Orejas y seguís la marcha en dirección noreste, con mucho sigilo, aunque hay alguno que con la armadura de metal no pasa muy desapercibido.

Al cabo de diez minutos más, llegáis al borde del pinar y podéis observar un gran peñasco a un lado, justo en el borde del bosquecillo. Ese parece ser el sitio descrito, dado que no veis otro peñasco similar, de grandes proporciones. Os vais acercando a la gran peña, siempre dentro de la cobertura que os dan los árboles, y una vez allí, os agazapáis y escrutáis los alrededores. No hay señal de los bandidos.

Frente a vosotros se extiende un prado, la hierba del cual se eleva hasta la rodilla de un hombre. También veis que está tapizado con bastantes flores: altas espinas azules, ruedas de color naranja y racimos amarillos. Un halcón traza círculos plácidamente en el cielo sin nubes. A unos centenares de pasos del peñasco se encuentra un risco bajo. Entre el peñasco y el acantilado, la hierba del prado está dividida por pequeños arbustos. Por encima del acantilado, el terreno continúa elevándose lentamente hasta el bosque de Ylef, un sombrío bosque que está al norte, más lejos. En lo alto del risco hay árboles y arbustos desperdigados. Al oeste, el risco se aleja en una línea ininterrumpida todo lo que alcanza la vista. Al este, el acantilado limita con un grupo de colinas. La cima de la colina más cercana está a unos trescientos pasos al noreste del lugar de encuentro; otras yacen más allá. Las colinas parecen frías y desagradables. Un grupo de pájaros vuela hacia la cima de la colina más cercana.

Vuestros magníficos sentidos perciben algunos detalles más, que quizás a vuestros compañeros les han pasado desapercibidos:

Unos ruidos indican la presencia de pequeños animales en la hierba cercana.

Veis media docena de árboles que crecen solitarios en el prado. La mayor parte de ellos son demasiado pequeños para que escalarlos sea seguro, pero uno es lo suficientemente grande para que un hombre pueda esconderse en él. Divisáis un halcón que descansa en su nido, junto a la rama más alta, y parece que no ha sido molestado recientemente. Al poco rato, el halcón que daba vueltas por el cielo se reúne con su pareja en el nido.

Una bandada de mirlos se eleva ruidosa en los campos de encima del risco y vuela hacia el sureste. La bandada gira para posarse en la cima de la colina más cercana, pero de repente, como si los hubiesen asustado, los pájaros echan a volar de nuevo. Unas rocas grandes en la cima de la colina tapan la visión y es imposible ver lo que ha asustado a los pájaros.

Vuestros magníficos sentidos perciben algunos detalles más, que quizás a vuestros compañeros les han pasado desapercibidos:

Unos ruidos indican la presencia de pequeños animales en la hierba cercana.

Al norte, en lo alto del risco, hay árboles y arbustos desperdigados, pero como éste no se eleva sobre el Gran Camino del Este, no parece lógico que el puesto de vigilancia de los bandidos esté allí.

Veis media docena de árboles que crecen solitarios en el prado. La mayor parte de ellos son demasiado pequeños para que escalarlos sea seguro, pero uno es lo suficientemente grande para que un hombre pueda esconderse en él. Divisáis un halcón que descansa en su nido, junto a la rama más alta, y parece que no ha sido molestado recientemente. Al poco rato, el halcón que daba vueltas por el cielo se reúne con su pareja en el nido.

Una bandada de mirlos se eleva ruidosa en los campos de encima del risco y vuela hacia el sureste. La bandada gira para posarse en la cima de la colina más cercana, pero de repente, como si los hubiesen asustado, los pájaros echan a volar de nuevo. Algo has divisado, un resplandor, como si el sol se hubiese reflejado en algo metálico en la cima de la colina. Al resplandor le sigue un movimiento y aparece la silueta de un hombre. Vuelve a desaparecer inmediatamente, lanzándose tras una de las grandes rocas que hay en la cima de la colina.

Pues si ustedes dos piensan ir. - Dice mirando a los hermanos Pulgaverde. - Yo podría hechizar con mi nuevo poder a quién o quienes vengan por ustedes. Claro, siempre que vean en ello algo de utilidad. - Dijo Gallind tratando de aportar alguna de sus capacidades a las acciones a tomar. Desde luego no veía claro como proceder y no tenía muchas soluciones al percance, pero aportaba todo cuanto podía. Era obvio que quería ayudar. - Si les interesa mi plan podría hacer que el o los que viniesen caigan en un sueño profundo. Luego sería necesario interrogarles y hacerles cooperar. Quizás fuesen muy leales y no quieran hablar, y al final del día estemos en las mismas. Pero como sea, es mejor eso que nada. - Luego hizo una pausa para que los demás tuvieran tiempo de meditar su comentario. - Algo me dice que si esos bandidos están cerca, debe ser sobre el acantilado ese. Y probablemente su guarida esté más al norte. ¿Qué opinan?

- GRRRUMMMMMMFFF

Un gruñido resuena sobre la espesa barba. Los comentarios del elfo quedaban en agua de borrajas. Ya no servían de nada, y seguir discutiendo no tenía sentido. Sentencia:  - Nos han descubierto. Se gira para darle la espalda, ya que, la idea era ser discretos. - Justo detrás de mi he visto un hombre, gracias a que algo de metal ha reflejado y he visto el destello. Gruñe otra vez. - GRRRUMMMMMMFFF. Y protesta: - Creo que he visto ya ese tipo de manufactura.

- Si veis la gran roca.... se ha ocultado detrás. He visto solo uno, pero no descarto el que hubiera más. Si se le pudiera neutralizar, igual podríamos forzarle a que nos condujera a su guarida ... y si no, habrá que seguir las huellas y señas dejadas en el terreno.

-¡Tranquilo Glain! Es posible que nos hayan detectado, pero no lo sabemos, a nadie hemos visto ni oído. Así que lo mejor es continuar actuando con cautela, para no llamar la atención, y tratar de estar ocultos tras los árboles. Para subir ese acantilado y subir hasta esas colinas, desde las que se pueden observar bien los alrededores, tiene que haber un camino o incluso un árbol adecuado para ello. Busquemos pistas y tratemos de hacerlo de la manera más sigilosa posible.-Y aprovechando los árboles, trata de encontrar alguna pista de huellas que le indique cual pueda ser el escondite de los ladrones.

¿Dónde Gláin, dime? - Dijo alarmado Gallind. - No podemos dejar que se vaya si nos ha visto. - Se puso a observar con preocupación en las direcciones que indicaba el enano. - Rilwen, y si no es así y nos han visto. No deberíamos quedarnos aquí sin hacer nada, esperando. Debemos actuar. - Tomó con ambas manos su bastón y comenzó a avanzar aún agazapado. - Vamos, hay que atrapar a ese sujeto cuanto antes. 

-Gallind yo no he visto nada, no hagamos ruidos innecesarios. Abramos bien los ojos y búsquenos algún detalle que pueda indicar dónde tienen el puesto de guardia.-Podía ser que alguien estuviera por allí, pero le parecía muy extraño que tan solo el enano le habría visto, teniendo mucho peor vista que otros miembros del grupo.

- Ni los elfos ni los hombres escuchan. Por eso les va como les va. No se escuchan ni a si mismos.

Si darse la vuelta, contestó los elfos: - Yo si lo he visto. Tras esa roca grande que está tras de mi. Se lo había dicho antes, y lo repitió. - ¿Será que son incrédulos?. Como se imaginaba que empezarían a mirar hacia allá les protestó: - Sed discretos leñe. Que van a notar que estáis mirando y que sabemos que nos han visto. - ¿Ruidos? Está de broma esta chica, seguro. ¿Si nos han visto, lo de los ruidos para que vale?. - Me quedo aquí, con orejas, para hacer ruido, montar el campamento y empezar ... y así, si alguien va para allá, a escondidas, yo seré el señuelo. Y tranquilo maese elfo. No sabes a que venimos. Solo que somos unos viajeros que se han dispuesto a acampar aquí. Incluso puede que por la noche intenten asaltarnos, y nos hagan la mayor parte del trabajo. Pensaba para si; - Además, como los elfos y yo, vemos bastante mejor que los Terceros Nacidos, a oscuras ostentaremos cierta ventaja. - Solo hemos de preparar una contraemboscada. Esto último lo contó, como si fuera un secreto, y que nadie más debiera averiguarlo.

En ningún lugar, maese enano. Hay que actuar. - Señaló rápidamente en dos direcciones a modo de indicación y fugaz se dispuso a partir. - Vaya por aquél lado, yo iré por este otro, no podemos dejar que se nos escape. Con suerte es una ardilla con mala suerte, o alguien ajeno a todo esto. - Hizo una seña de silencio y comenzó a avanzar a través de la espesura en una de las dos direcciones.