Partida Rol por web

In Hoc Signo Vinces

El águila sobre el nopal

Cargando editor
29/04/2009, 23:26
Director

Despacio, peldaño a peldaño, los españoles bajaron la larguísima escalera. Desde lo alto de la pirámide, los sacerdotes miraban con los puños crispados y lágrimas a los ojos como se llevaban a su emperador, capturado de aquella forma tan vil y rastrera. Pero seguía siendo su emperador, y no podían alzarse en armas si no era ese su deseo.

Moctezuma bajó la escalera, orgulloso como el soberano que era, escoltado por aquellos extraños hombres cargados de acero. En la explanada, la gente se congregó para verle, y los guerreros del cercano cuerpo de guardia se acercaron, dispuestos a hacerse matar por su emperador si este les ordenaba algo. Hubiera bastado una palabra, un gesto, una mirada, y aquellos hombres se hubieran abalanzado sobre los españoles hasta hacerles pedazos.

Pero Moctezuma no hizo nada, ni ordenó nada. De hecho, ni siquiera miraba a su pueblo. Parecía abatido, como si su fachada de tirano inquisitivo se hubiera roto como el cristal golpeado por un martillo. Ahora los españoles, y todos en general, sabían que valoraba su integridad física por encima de cualquier otra cosa. Era un cobarde, aunque se vistiera con ricas pieles, mantos, joyas y plumas.

Los mexica contemplaron a su emperador, y como era conducido hasta la puerta del palacio de su padre, el difunto tlatoani Axayacatl. Allí, dijo unas palabras a su consejero, que se había acercado a interesarse por él.

-Voy por mi propia voluntad. No temáis, pronto transladaré mi corte a este palacio.

Cortés escuchó la traducción, y mantuvo el semblante serio. Una vez dentro del patio de armas, la escolta fue relevada por los soldados de guardia. Cortés dió orden de que aposentaran al emperador en las mejores habitaciones de palacio, y le prometió ir a hablar con él enseguida. Antes, miró al sargento Cabal.

-Ponga al amotinado bajo custodia. Luego pasaré a verle.

El resto de españoles era libre de hacer lo que quisiera.

Cargando editor
30/04/2009, 00:02
Director

Eloxochitl miró a su esposo. Repuestos de la impresión inicial, se dieron cuenta de lo inapropiado que era fusilar a preguntas a su sobrina en el portal de su casa, y la invitaron a pasar. Dispusieron un cuarto para ella, donde pudo asearse y cambiarse tras tan largo viaje, así como descansar un poco.

Pasado ese tiempo, y ya anocheciendo, un criado de confianza de su tía le indicó que la cena había sido dispuesta. Sentados a la mesa, estaban sus tíos y un joven vestido con ricos ropajes. Era bien parecido, de cuerpo bien formado y mirada altiva y algo orgullosa. Después de mucho mirarle, le reconoció como su primo Mixtli.

Su tía le puso al corriente de todas las novedades habidas y por haber. Así supo que la familia estaba algo de capa caída, desde que el emperador les alejara de la corte. Su primo había finalizado el calmécac hacía ya muchos años, y después de ir a la guerra contra Tlaxcala, donde había capturado a un campeón jaguar, fue nombrado campeón águila. Sin embargo, todas aquellas noticias sobre chismorreos aristocráticos, se veían ensombrecidas por la gran novedad y preocupación: la presencia de los teules. Su tía la miró.

-Entonces, mi querida sobrina. ¿Donde has estado todo este tiempo? ¿Quien ha cuidado de ti?

Cargando editor
30/04/2009, 17:57
Juan Miguel de Quart

 "Paseando a todo un emperador, arrestado, por mitad de la ciudad. Por momentos como este merece la pena vivir...quizás hubiera que hacerlo con Cortés en alguna ocasión,..."

 Cuando llegamos al palacio Cortés dispuso de él y:

 -Ponga al amotinado bajo custodia. Luego pasaré a verle.

 "¿Perdón?, ¿amotinado yo?,¿acaso dio la orden de no tocar al emperador?...voto a, qué problemática mi situación...tiene suerte de estar rodeado de guardias más o menos leales porque si no se iba a comer sus palabras."

 Me dispuse a ser llevado a donde dispusiera el sargento Cabal sin ninguna clase de resistencia, pues ya habría otros momentos mejores para ser valiente y buscar la gloria. De todas maneras, había algunas que quería hacer todavía:

 -¿Podría venir después Fray Santiago de Herrera a confesarme?. Hace mucho que no lo hago y hoy es un buen día.

 

Notas de juego

  Bueno, ya sabes que al principio todas las relaciones son difícles y hay estos encontronazos. Una vez calentito el emperador me da igual tener que escoltarle, le he dejado una buena marca para un tiempo.

 Y repito: no le he intentado matar, sólo "darle un toque de atención" sobre esa conducta de arrancar corazones de personas.

Cargando editor
30/04/2009, 19:20
Fray Santiago de Herrera

Entre al palacio sin mediar palabra, y de inmediato me dirigí a presencia de los otros frailes, buscando ponerlos sobre aviso de lo que había sucedido y pedirles consejo.

Espero que estén aquí...esto que ha ocurrido es muy grave, y toda la misión puede fallar en el último instante por el descontrol de estos hombres. Debo hablar con ellos, porque en estos momentos necesitamos una voz de prudencia y consejo inspirados por el Señor....Señor, por favor, permite que esta misión llegue a buen término, para Tu gloria y la gloria de la Santa Madre Iglesia y la del Rey...

Recorro el palacio rápidamente, preguntanto a los españoles que encuentre en el camino si saben dónde están los padres Olmedo y Salvatierra.

Notas de juego

Pues eso, deambulo por el palacio buscando a mis compañeros frailes

Cargando editor
03/05/2009, 05:21
Alfonso Castellar de Muñejar

Ahora Don Alfonso si sentía que aquellos españoles estaban haciendo lo correcto. Aquellos indígenas, salvajes y sanguinarios, cuyos sacerdotes no eran sino vulgares carniceros, jamás podían llegar a la altura suficiente como para poder aceptar un tratado. 

Por ahora, tenían al emperador, bajo su merced, al menos, relativamente. Fuera de su refugio, del real, había una población entera que podría matarles. No obstante, parecía que eran los españoles los que tenían ahora el toro cogido por los cuernos. "Por el momento, todo marcha bien. Veremos si Don Hernando puede mantenerse a la altura.

Otro asunto pendiente era el botín. La injusta partición del tesoro hayado era, a todas luces, injusta. Y ahora el noble volvía a recordarlo. "Poco a poco, despacio. Eso llegará. No hay necesidad de apresurase." El señor de Muñejar había tenido ya cuantiosas oportunidades de demostrar que conseguía lo que quería, por encima de quien fuese. Y ese botín era parte de su deseo. 

No obstante, por ahora convenía dejar todo aquello a un lado, al menos por unos momentos. Estaban vivos, el vil monarca indio estaba bajo su real, y el botín bien custodiado. Don Alfonso ahora gustaba relajarse. Darse un baño, quizás. Tras asegurarse de que ya todo estaba resuelto con respecto a su persona, el noble se alejó del patio, buscando los baños del lugar. Un rato de paz en aguas calientes. 

Cargando editor
04/05/2009, 21:59
Carlos Cabal

El día había llegado a su fin, o al menos esa sensación daba a estos hombres armados. Ya a salvo en el Real cada cual hacía sus reflexiones sobre lo ocurrido. Algunos andaban orgullos, otros intranquilos. La repercusión de apresar a un soberano en su propia ciudad, por muy indígena que este fuera, era bastante incierta. Pero estos pensamientos nada tenían que ver con la marcha que un sargento y un ballestero realizaban por los pasillos del palacio.

El soldado tuvo a bien hacer una petición a su superior, la cual fue contestada de forma llana y calmada -Podría.- Y así continuaron ambos adentrándose ambos en la estructura de piedra sin otra escolta hasta llegar a los aposentos de los sirvientes.

Aprovechó el sargento la marcha para dar aviso en el cuerpo de guardia sobre donde se podría encontrar al recluso. Se decantó por una habitación alejada, poco principal, para mantenerlo apartado de sus otros compañeros. Un sitio intimo cerca de los esclavos aztecas, un lugar en donde no le buscaran ojos curiosos. Una vez en la humilde estancia le instó a tomar asiento y a esperar bajo la luz de una antorcha.

He visto soldados en la batalla caer sobre el suelo ya húmedo por tanta sangre. Caídos, y sin poder levantarse, comenzaban a pensar por qué y por quién perdían la vida, pocos lograban encontrar respuesta a tiempo. Por eso ahora al estar frente a un hombre que tiene a bien pedir confesión, una pregunta se formula en mi mente.

-Si me permitís la pregunta, señor de Quart, ¿qué os llevó a vuesa merced a venir aquí?-

Curiosa la duda que plantea Carlos. No queda claro si se refiere a los motivos que le traen a esta expedición o si se refiere a las razones que vio para arremeter contra el monarca pagano. De cualquier modo, el rostro del oficial parece sobrio y calmado, el tono serio y respetuoso, la mirada definitivamente fría como un invierno.

Notas de juego

Quizá no andes con ánimo de conversar con el sargento, pero a este poco más le queda por hacer. Cumplir las ordenes y no permitir que escapes. Contra ti no tiene nada personal, eres un buen soldado.

Cargando editor
05/05/2009, 18:07
Mercè Quiralte Veguer

Al escuchar los murmullos de los jóvenes, a Mercè le resultó obvio de que se había equivocado. No importó el hecho de que el anciano los acallara, y les invitara a pasar a otra estancia: Mercè podía notar cómo la desconfianza y la ofensa que había en los ojos de todos aquellos le indicaba su error. No huyó de las miradas duras de sus interlocutores ni agachar la cabeza, pues consideró que no soportar aquel castigo con entereza era aún más ofensivo que obedecerles y rogar como un niño pequeño que le disculparan. Se desplazó en total silencio con el grupo mientras el anciano daba indicaciones a la mujer que iba con ellos, le preguntaba si podía hacer algo por el muchacho herido, y los miraba con mucha más atención que la que en principio habían podido atraer. ¿Qué estaba buscando aquel hombre en ellos? ¿Estaba intentando ver si ganaban su confianza?

Llena de preguntas y azotada por las dudas, Mercè permaneció mirando fijamente al muchacho mientras la mujer lo asistía. Involuntariamente, sonrió al ver que se podía hacer algo por él, sin llegar al punto de tener que cortarle el brazo. Se le iluminaron los ojos, y con esa misma expresión de satisfacción intensa, se permitió mirar al anciano y a su séquito, a la expectativa de que ellos también compartieran la alegría por aquella demostración de arte.

Cargando editor
06/05/2009, 10:08
D. Felipe Gonzalo de Adeva y Lozoya

Felipe anduvo por aquella estancias algo nervioso. Había dispuesto a dos de los soldados en la entrada y el resto iban con el resto de la comitiva, pero no se sentía tranquilo. No le gustaba estar entre esa gente que le miraban con desaprobación. Le hacían sentir como un extraño que mancillaba aquel lugar con su sola presencia. Que era claramente lo que era.

En ese sentido no nos diferenciamos en demasía, nuestro sentir sería el mismo si ellos acudieran a alguna de nuestras ciudades. Pensó de repente.

Asistío maravillado a los cuidados que impuso la señora a aquel salvaje, agradeciendo a Dios por haberla llevado a aquel rincón del mundo.

Si hay problemas, será de gran ayuda.

Cargando editor
06/05/2009, 19:16
Diego Raminrez

Adelantanodme hasta la altura a la que se encuentra Mercé comento en un susurro Señorita, no os debeis preocupar por lo que digan esos pretenciosos estudiantes nativos....vos teneis el permiso y eso, es suficiente, si las cosas se ponen feas el anfitrion intercederá como esta haciendo hasta ahora y por lo que veo, al menos uno de ellos, debera gratitud a vuestras mercedes, pues la dama es muy versada en las artes medicas...eso, a todo soldado, le tranquiliza.

Cargando editor
10/05/2009, 16:23
Juan Miguel de Quart

 El cuarto no estaba mal, seria mas comodo que si estuviera en una carcel de verdad.

 -Estoy aqui porque ser un buen soldado es lo mejor que se hacer. Si se me diera bien la madera seria carpintero como San Jose, pero no es el caso.

Cargando editor
10/05/2009, 18:29
Director

Los profesores allí presentes asintieron con aprobación tras la demostración de saber hacer de la mujer. Al más anciano le quedó claro de que, si no eran dioses, si pertenecían a una cultura diferente a la suya, con una medicina más avanzada y donde las mujeres no eran tenidas solo como amas de casas y objetos del deseo del hombre.

Hicieron un gesto para que les acompañaran, y allí los pasos del grupo divergieron. Los Quiralte y el padre Salvatierra fueron conducidos ante un maestro escriba, que había terminado de dar a sus alumnos una clase de caligrafía. Ese hombre les saludó en su idioma, y rogó que le mostraran algún escrito en su lengua. En la mano, tenía la página de uno de aquellos códices, y parecía dispuesto a desentrañar el misterio de aquellos símbolos, si antes se le aclaraba el misterio del alfabeto latino.

En el patio de armas, un campeón cuachic estaba enseñando a dos de sus alumnos rudimentos del combate sin armas. Uno de los profesores que iba con el grupo les indicó algo en su lengua, algo que debían traducir*.

Notas de juego

*Tirada de quien sepa idioma náhualt.

Cargando editor
10/05/2009, 18:35
Director

El señor de Munéjar encontró lo que buscaba. Se trataba de un patio con una casita anexa de la que emanaba vapor. Aquello era muy parecido a los baños moros, donde el asunto consistía en sudar con aquellos vapores, para favorecer la expulsión de las excrecencias de la piel, frotándolas luego con algún tipo de esponja o raspador.

Una mujer salió del baño en ese momento, ya vestida pero roja cual tomate. Se trataba de la misteriosa doña Marina, que se lo quedó mirando.

Cargando editor
10/05/2009, 18:38
Doña Marina

Malinalli había terminado con sus abluciones. Por mucho que dijeran los castellanos, a Cortés le agradaba que ella fuera limpia. A decir verdad, los caxtiltecas eran unos verdaderos cerdos. Apenas se lavaban, más que por partes y en seco, y preferiblemente si se acercaba para ellos una fecha o ceremonia de especial importancia. Se podía distinguir a aquellos que no respetaban ni aquel precepto higiénico, dado el intenso hedor que despedían. No era de extrañar que los embajadores mexicas quemaran incienso en presencia de los españoles.

Entonces, vió a uno de esos hombres allí de pie. Un capitán, al parecer. Procuró mostrarse serena, pues con aquellos hombres nunca se sabía cual podían ser sus intenciones. Sin embargo, como favorita de Cortés podía intuir que tenía privilegios. Si algún español intentaba forzarle, suponía que Cortés le castigaría duramente.

-¿Puedo ayudaros en algo? -dijo en español.

Cargando editor
10/05/2009, 18:42
Hernán Cortés

Transcurrida apenas una hora, Cortés apareció en aquel improvisado calabozo. Los hombres que montaban guardia en la puerta le abrieron el paso, y pudo ver como en el interior estaban conversando el sargento Cabal y el ballestero Quart.

Miró un momento a ambos hombres. Uno era un exaltado momentáneo, y otro era un ordenancista y potencial traidor. Lo tenía claro desde que en Tlaxcala le dió por cuestionar las órdenes, y por demostrar excesiva añoranza con España. Aquel hombre sentía el deber de llevar renombre a su familia, de servir al rey como buen súbdito. Aquello era interesante, pero en aquel momento necesitaba cerca a hombres que no pensaran en España, sino en el mejor modo de salir vivos y triunfantes de aquel enredo, usando para ello cualquier medio a su alcance (lícito o no).

Cortés se cruzó de brazos, mirándoles. Intentó parecer todo lo severo que pudo. En realidad, estaba bastante molesto con la humorada del ballestero, y no le faltaban ganas ni motivos para ajusticiarle.

-Habéis sido harto imprudente, soldado -le dijo- Sabéis que vuestra pena tiene solo una salida: el cadahalso. Por el amor de Dios, ¿Fuísteis consciente de ello en el momento en que decidísteis poner en manos de la Fortuna el destino de esta expedición?

Cargando editor
10/05/2009, 18:59
Alfonso Castellar de Muñejar
Sólo para el director

Don Alfonso caminaba, intentado prestar atención al camino, pero sin poder dejar de pensar en sus asuntos, gran parte de ellos ahora relacionados con su injusta parte del botín, o la situación actual. Trataba de no pensar, pero aquellas dudas no paraban de asaltarle una y otra vez. No obstante, y pese a dar algunas vueltas algo estúpidas, encontró al fin los baños. Además, el agua estaba caliente, y había vapor, lo cual era de agradecer. Medio absorto por sus pensamientos, casi choca con Doña Marina que salía del baño. 

El señor de Muñéjar no pudo reprender una mueca de desagrado, pero que, al darse cuenta de quién era, no tardó en sustituir por una galante, amable sonrisa. Aquella india era, sin duda, muy importante para Cortés, y tocarle un pelo o tratarla como, al menos en opinión del noble, merecía, sin duda podría llevar a un muy desagradable malentendido con el hidalgo extremeño, y capitán general de la expedición. 

-No, no es necesario. Ya he encontrado lo que buscaba. Gracias de todos modos.- Dijo Don Alfonso, con una ligera reverencia, haciendo gala de sus mejores maneras, aprendidas durante muchos años en la corte y entre la nobleza. -No debo deciros que, si vos precisáis de mis servicios, no tenéis más que pedirlo, Doña Marina, y os complaceré encantado.- Tras lo que, de forma muy caballerosa, más protocolaria que otra cosa, le cogió la mano y se la besó.

Aquello le repugnaba. El hecho de tener que mostrar el más mínimo respeto a una india, tratarla como una dama en vez de como una esclava, le dolió como cuchillas ardiendo clavándose en su corazón. Pero mostrarle respetos a Doña Marina era mostrale respetos a Don Hernando, y debía hacerlo. Por poco que le gustara, era muy necesario. Al menos, lo era por ahora. 

Se apartó un poco, sin acabar de levantar la cabeza, dejándo pasar a la india, antes de avanzar, como todo buen caballero debiera hacer. 

Cargando editor
11/05/2009, 04:49
Mercè Quiralte Veguer

De la sorpresa de que uno de aquellos hombres le hablara, Mercè no volteó al escuchar su susurro. Sin embargo, el gesto de Diego Ramírez no pasó para nada desapercibido y, cuando comenzó de nuevo el movimiento, ella volteó para enfrentar al soldado. Se atrevió a mirarlo a los ojos, y sonrió con agradecimiento, haciendo un gesto de asentimiento notorio. Le miró mientras los pasos divergían, y siguió a su padre en el camino que él y el padre Salvatierra habían emprendido hacia otro lugar.

La clase la sorprendió intensamente. Los ojos de Mercè recorrieron a los alumnos con curiosidad y admiración, entendiendo cuál era el entorno y qué estaban haciendo. Centró su mirada luego en el maestro, el cual tenía en sus manos páginas de aquellos símbolos que parecían haber desvelado aquella noche al padre Salvatierra. A pesar de continuar a un lado de su padre, en signo de respetuosa distancia, Mercè terminó inclinándose hacia el escriba para observar lo que traía. Al escuchar su petición, inmediatamente, se dio vuelta hacia su padre y Salvatierra.

- ¿Traéis por casualidad una Biblia con vos, en este momento? ¿O uno de vuestros balances, padre? - pero casi no esperó que le respondieran; volteó hacia el escriba, al que intentó dedicar lo que ella consideraba que debía ser un saludo respetuoso, sonrió y dijo con claridad en su lengua - Si deseáis que escriba para vos lo que vuestra merced requiera, con mucho gusto me pongo a vuestra disposición... Puedo mostraros el alfabeto por entero, mientras lo hago.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Creo haber entendido que en lo último Mercè no tiene que ver. Sin embargo, te dejo la tirada correspondiente igual, porque suelo entender al revés las cosas. Ah, lo he tirado desglosado... Mal por mí.

Cargando editor
13/05/2009, 03:01
Ameyal Tonatzin
Sólo para el director

-Estuve cerca del mar, tía...

En realidad no sabía ni lo que estaba diciendo pero permaneció impávida y tratando de contar lo más que pudiera.

-Padre tuvo a bien dejarme con un criado de confianza y con una familia que fungió como la mía mientras no tuve una pero no podía volver pronto pues no sabíamos quiénes habían hecho daño a padre y por ende querrían hacermelo a mí.

Sonrió con tranquilidad, demostrando serenidad pero echó un ojo a su primo, otro a su tío y finalmente miró a aquel fiel sirviente, quizás el más honesto de los que conocía.

-Quizás parta pronto, sólo necesitaré algunos días para descansar. Tengo cosas que atender en el zocálo.

Cargando editor
14/05/2009, 04:59
Fray Santiago de Herrera

Tras dar varias vueltas por el lugar e interrogar a todos aquellos a quienes me encuentro, no logro encontrar a ninguno de los otros sacerdotes. Deben haber salido, lo mismo que todos nosotros. Ya hablaré con ellos. De momento, y ya que estoy en esto, voy a buscar a Cortés y le preguntaré sobre lo que piensa hacer con el amotinado. Le prometí que intercedería por el, y ojalá que al menos logre salvar su cabeza.

Busco a Cortés por el edificio, interrogando a cuanto militar encuentro por el camino. Una vez lo encuentre, le pregunto:

Don Hernando, me permitiría unas palabras en privado?

Cargando editor
18/05/2009, 10:43
D. Felipe Gonzalo de Adeva y Lozoya

Felipe se queda con el resto del grupo en el patio de armas observando como prácticaba aquella gente sus artes de combate, intentando aprender algo que le fuera útil.

Poco después acerca uno de los profesores y dice algo en su lengua que Felipe no entiende. Se gira hacia los demás.

¿Alguno conoce su idioma?.- pregunta a los presentes.

Notas de juego

Espero haber entendido bien la escena. He marcado a los que considero que nos quedamos en el patio de armas, decidme si falta o sobra alguno.

Cargando editor
18/05/2009, 23:40
Padre Salvatierra

El padre Salvatierra echó mano a su Biblia, y durante largo rato se produjo una prometedora comunicación. Mercé tradujo, y el padre pudo elaborar un improvisado alfabeto de los ideogramas y símbolos mexicas, aunque no pudo llegar a terminarlo.