Partida Rol por web

In Hoc Signo Vinces

La tierra de los riscos

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13/05/2008, 23:19
Fernán-Nuñez "El Cartagenero"

Notas de juego

A ver si me despertáis a mi. Y no miréis hacia abajo, por que he soñado con Ameyal......xD

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14/05/2008, 15:54
Director

Recogido el campamento, las tropas españolas y sus aliados, reducidos en número tras el combate del día anterior, se adentraron por los caminos de Tlaxcala en dirección a la capital de esta provincia guerrera y tradicionalmente enemiga de los aztecas.

Poco antes del mediodía, se toparon con una pequeña fuerza situada en un valle por donde discurría un riachuelo bravo. Cortés, que echó mano a la espada, entonó el "Santiago y a ellos", y tras unos cañonazos y una carga de caballería, la fuerza otomí se dispersó, huyendo valle abajo.

Trampa elemental, porque en ese momento, los españoles que estaban en el valle fueron rodeados por una enorme fuerza otomí, que les bloqueaba el paso en todas direcciones. Tocaron las caracolas, y los indios se aprestaban para el combate. Españoles y totonacas estaban atrapados en aquel valle.

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14/05/2008, 16:07
Hernán Cortés

Una maldita trampa... Debía haberlo supuesto, pero no tenían más alternativa. Se giró a Ordaz, que miraba al enemigo, ceñudo. Sin duda, un buen soldado. Los hombres no estaban asustados, sino que observaban al enemigo, como evaluándolo. Las batallas y la larga marcha los habían ido curtiendo. Ellos solo tenían dos opciones: vencer o morir.

-Forme el cuadro, Ordaz -dijo- Cañones preparados para descargar metralla. Que los otomíes nos refuercen y protejan las piezas. Habrá que abrirse paso a cuchilladas.

Los oficiales repitieron la órden. Era un mal terreno, sin duda. Roca viva. Quizá no podrían usar los cañones...

Notas de juego

Ya tenéis vuestras órdenes. QUe cada cual se sitúe donde le toca.

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14/05/2008, 21:45
Rouger Carandell

Preparando su arcabuz se dispuso junto al resto de su escuadra para abrir fuego contra los indios que atacaban, empezó a fijarse en los que llevaban penachos para poder acabar con ellos. Y así hacer que huyeran. Y pensar que la muerte de un solo hombre salvaría la de cientos, gran desgracia pero su oficio era

- Tiradas (1)

Notas de juego

Esta tirada es para avistar al lider de ellos y pegarle un tiro

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14/05/2008, 22:09
Juan Miguel de Quart

-Uffff, qué problemático.
Cortés, Cortés, cómo te has dejado engañar,...esta te la guardo.
Pues nada, como buenos soldados nos dispusimos en formación de combate para aguantar una buena carga de indios con ganas de suicidarse.

Notas de juego

Voy a tirar para ver si le echo un ojo a un jefezuelo con ganas de morir.
También quiero hacer una tirada de táctica por si las moscas, ya se sabe que de repente, por una tontería de la vida se ve envuelto uno en una situación delicada...hay Cortés,Cortés

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14/05/2008, 22:14
Juan Miguel de Quart
- Tiradas (2)

Notas de juego

Bueno, he sacado las dos tiradas, ya me dirás qué pasa querido máster. \^^/.

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16/05/2008, 01:42
Fernán-Nuñez "El Cartagenero"

"Fería mi ánima...¿A cuantos indios más ibamos a tener que despachar?"

Empecé pues a vociferar insultos y tantas palabras soeces como pude y una vez terminé de maldecir a esos hijos de la gran puta procedí a desenvainar mi montate.

"¡Va España!"

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18/05/2008, 00:17
Juan Miguel de Quart

...la calma que precede a la tempestad, vaya problemático. La escuadra española se situo en posición esperando a los indios...y a las órdenes de sus superiores.
Bueno Cortés, d. Pedro, Cabal y demás sargentos, aquí estamos.

Notas de juego

No sé si la gente se está inflando a mensaje ocultos, pero un poco de acción bruta y visceral no hace daño a nadie...bueno, a los indios sí.\^^/.

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18/05/2008, 23:51
Rouger Carandell

Notas de juego

Voto a brios que si

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20/05/2008, 19:21
Ameyal Tonatzin

Notas de juego

Bueno, yo no... Lo que pasa es que ni modo que me ponga a pelear, ya bastante me tienen entre ceja y ceja :P.

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25/05/2008, 10:01
Francisca Díaz de la Vega

Ni medio día había pasado y ya veía que los hombres se encontraban, otra vez, peleando por sus vidas.

-¿Qué hago aquí? -se preguntó por primera vez en mucho tiempo- Debí haberme quedado en la hacienda...

Se recogió y puso a resguardo junto a las otras mujeres, algunos enfermos y heridos que continuaban viaje. Instintivamente unieron sus manos y comenzaron a orar, rogando a Dios poder salir con vida también de ésta.

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30/05/2008, 14:28
Director

Les atacaron por todos lados, bajando por la falda de las colinas con el rugido de una ola. De poco les sirvió a los españoles su caballería en aquel estrecho lugar. Los indios más bravos se lanzaron sobre los jinetes, ansiosos de obtener la gloria de su captura o la de sus caballos. Lucharon con tanto coraje que se hicieron con una yegua, tras herir de muerte al andaluz Pedro de Morón que la montaba. Con gritos de triunfo se la llevaron, para sacrificarla y despedazarla en los altares de sus templos.

Pero los castellanos aguantaron a pie firme y, paso a paso, se abrieron camino por el fondo del valle hasta el llano que había al aotro lado. Allí pudo, apor fin, desplegarse la caballería y usarse ballestas, arcabuces y cañones, apuntando a los indios que llevaban los penachos y estandartes más llamativos. Tras perder a varios de sus comandantes, los otomíes se sintieron derrotados y se retiraron de la batalla.

Los españoles montaron su campamento en un pequeño templo que se alzaba en la cima del monte Tzompachtepetl, al que bautizaron "de la Victoria". Quince de ellos habían muertos y se les enterró en secreto, pues no les convenía que los indígenas tuviesen la certeza de que eran mortales. La noche llegó mientras curaban sus heridas con "unto de indio" (grasa de indios muertos metidos en una marmita con agua burbujeante) y comían unos pocos puñados de frijoles.

Tras varios días, los tlaxcaltecas les enviaron pavos, perros y pan de centli. Era la señal de que habían terminadoa sus deliberaciones sobre la naturaleza de los teules. La Confederación de Tlaxcala les declaraba la guerra abierta. Por el sentido caballeresco de su civilización, mandaban comida al enemigo para que no dijesen que les habían vencido por hambre. Querían que los españoles comieran y estuviesen fuertes para ser dignos de ellos en la batalla del día siguiente. Luego se los comerían, por lo que sus pavos y perrillos eran una rentable inversión: estaban cebando a sus víctimas.

A la mañana siguiente, los castellanos tenían ante ellos un ejército formidable, con varios miles de guerreros, puede que incluso más de diez mil. Eran tantos, e iban en formación tan densa, que Bernal Díaz los comparó con un padro de dos leguas y ancho y otras dos de profunda. Fray Aguilar dijo que había tantos indios que ocultaban el sol. Sonaban los tambores y las caracolas entre los escuadrones de vivos colores, por los que pasaban los oficiales luciendo sus magníficos estandartes en la espalda. Sobre todos ellos destacaba la insignia de la Garza Blanca con las alas abiertas, señal inequívoca de que aquel no era el ejército de los otomíes: eran los propios tlaxcaltecas los que marchaban hacia los extranjeros para no dejar ni uno solo de ellos con vida.

Cayó un granizo de dardos y piedras sobre los castellanos, que en silencio se desplegaron en orden de batalla. Todos habían oíado misa y recibido el sacramento de la confesión.

Los tlaxcaltecas atacaron. Barrieron el valle deasplegándose con la máxima anchura, desbordando a los españoles por los flancos. Bravos como pocos, cargaron tras sus escudos de colores. A su griterío ensordecedor respondía el vibrar de las ballestas y el estampido de los arcabuces. Más recio sonaban los cañones, lanzando sus balas de hierro contra lo más denso de la masa enemiga. Mataron aa muchos, pero era como tirar piedras al mar. Se produjo el choque. Infantería contra infantería, veinte o más contra uno. También los españoles gritaban, invocando a Santiago, a la Virgen y a los demás santos. Tenían disciplina, coraaje y acero de Vizcaya. Profesionales de la guerra y de la muerte, que no solo luchaban por dinero, sino por sus vidas, entre el ruido del metal al romper escudos de madera y armaduras de algodón.

No tardaron en verse rodeados por la multitud de indios. Los paraban con la rodela y les daban estocadas abajas, en las tripas. Aguantaban y manteían su formación, pues si se dispersaban o huían noa viviría ninguno de ellos para contarlo. El tiempo pasaba despacio. Unas tras oltras, las primeras filas de indios iban cayendo, con los mejores combatientes muertos o heridos. Los que se retiraban no lo hacían por temor, sino para dejar su alugar a otros luchadores más descansados, siguendo la táctica habitual entre los indios. Muchos de los que ocupaban los puestos eran hombres jóvenes, ansiosos por capturar algún prisionero. Pero si los rodeleros castellanos no estaban hechos a dejarse matar, menos lo estaban a dejarse capturar vivos. Sobre todo, conociendo el destino que le esperaba a los prisioneros.

Las formaciones de la infantería española comenzaron a flaquear y a separarse, y por sus brechas se colaban docenas de guerreros con las caras pintadas y gritos de victoria. Su forma tradicional de luchar iba minando la resistencia de sus barbudos enemigos. Aprovechando su superioridad numérica, se turnaban para mantener la presión continua y abrumadora. Pero ese sistema no funcionó frente a los españoles. la madera y la obsidiana son poco enfrentadas al hierro. Pero lo que realmente salvó a la gente de Cortés fue su superioridad táctica. Los tlaxcaltecas no solo morían en las primeras líneas, sino que las armas de los castellanos les alcanzaban también la retaguardia. Las balas y los virotes llegaban hasta el fondo de su formación, buscando a los guerreros más empenachados y dejando a la tropa sin oficiales. Peor era cuando sonaban las culebrinas y los paroyectiles se abrían camino entre ellos, cortando brazos y piernas a su paso. Y, por si todo ese horror fuera poco, allí estaba lo que más temían los indios: la caballería.

Aparecía por todas partes, buscando el sitio donde más daño hacían. Los jinetes cargaban una y otra vez, buscando los flancos, atravesando inmunes las formaciones enemigas, de lado a lado, abatiendo estandartes y banderolas y dejando tras ellos un surco, como la estela de un barco. Luego volvían atrás, para reagruparse y volver al ataque, cargando al grito de "¡Santiago y cierra España!".

A los soldados les dolían los brazos, y la garganta les sabía a sangre. Pero a una orden redoblaban su esfuerzo y se reagrupaban, taponando as grietas de sus cuadros. Avanzaban hombro con hombro, empujando a la masa de los indios y ganando un terreno llano cubierto por muertos y heridos. Mucho fue el quebranto que pasaron aquel día, pero no rompieron sus formaciones y se mantuvieron firmes en medio de aquel infierno.

De pronto, los gritos de los indios cambiaron de tono, y la marea remitió. Los tlaxcaltecas se retiraron, dejando a los castellanos agotados, entre toses y jadeos, apoyados en sus armas y pasándose el odre del agua. Los ballesteros agachados, con el virote entre los dientes, cargando su arma con la pata de cabra. Todos mirando hacia el enemigo, en especial los capitanes, que aprovechaban la calma para revisar la tropa y dar órdenes. Seguro que no faltaba el que hiciese un chiste.

Hubo otros ataques antes de acabar la jornadaa, todos con idéntico resultado: muchos cientos de indios muertos a cambio de unas pocas bajas entre los españoles. El afortunado castellano que sólo tuviese una herida podía darse por satisfecho. Al final, los indios abandonaron el campo de batalla, dejando a los españoles exhaustos pero victoriosos, dando gracias al Señor, pues se sorprendían de estar todavía vivos. No es extraño que creyeran que Dios estaba de su parte.

Cortés escribió poco sobre esta batalla, quizás para ocultar lo cerca que habían estado del desastre absoluto. ¿Cuántas como aquella podrían aguantar? El comandante se dio cuenta de lo vulnerables que eran sus escasas tropas frente a la multitud innumerable de sus enemigos. Frío y calculador, decidió dar una respuesta que ocultase esa debilidad. Para ello, ordenó hacer uso de una violencia despiadada.

En los siguientes días, las fuerzas españoles llevaron el terror a todas las poblaciones de los alrededores. Su brutalidad no tuvo límites. Mataron a los que no huían a su pas. Destruyeron cosechas y cegaron canales. Incendiaron todo lo que no pudieron llevarse como botín. Aquel tipo de guerra sorprendió y espantó a los tlaxcaltecas, que en su caballerosidad no veían honor alguno ena tacar campesinos e incendiar aldeas -y tenían razón, pues no lo hay-. Por el contrario, esa forma de combatir era una especialidad de los castellanos, que llevaban siglos haciéndose mutuamente la vida imposible con sus vecinos los moros con "talas" y "entradas".

Los hechos de aquellos días provocaron una gran discusión en el gran consejo de Tlaxcala. Algunos de sus miembros, como Xicoténcatl "el joven" y su rival Chichimecatecle, eran partidarios de combatir a los extranjeros haasta acabar con ellos. Otros caciques más viejos no compartían la opinión de "los halcones" y preferían la paz, encabezados por Xicoténcatl "el Viejo" y Maxixcatzin. Se discutía sobre si los teules eran dioses u hombres. Para tener más informaciáoan se decidió un ataque nocturno para comprobar si los extraños poderes de los extranjeros decaían por la noche, y para espiar el real castellano se mandasen embajadores.

Embajadores o espías, llegaron en mal momento. Cortés mandó que les cortaran la nariz y las orejas y se les torturó hasta que informaron a los españoles sobre el asalto que se preparaba aquella noche. Puestos sobre aviso, aletertados por sus escuchas y centinelas, los castellanos cargaron aprovechando la luz de la luna, con cascabelas colgando de las monturas para crear mayor confusión. Los de Tlaxcala lucharon con coraje, pero fueron dispersados tras haber sido alanceados a un número de ellos.

En los siguientes días hubo más luchas y se quemaron más aldeas. De pronto, Cortés cambió de estrategia. Se ofreció a parlamentar, exiagiendo alimentos y suministros con suma cortesía. La maniobra tuvo éxito. Aquel cambio de actitud era incomprensible para los tlaxcaltecas, como imposible de comprender es el comportamiento de los dioses. Finalmente, la opinión de los caciques más viejos se impuso y se buscó la paz y la alianza con las fuerzas de Cortés, que entraron en Tlaxcala el 18 de septiembre de 1519. La expedición se reaprovisionó de víveres y de mano de obra. También de mujeres, pues trescientas muchacas fueron ofrecidas por sus propios padres, para que criasen una buena camada de guerreros de piel clara. No todos los españoles estaban allí. Cincuenta de ellos habían quedado en el camino.

Conseguir la amistad de Tlaxcala fue el mayor logro político de Hernán Cortés en toda la campaña. Puso a su disposición miles de guerreros aliados y porteadores, además de darle una base segura a mitad de camino entre Tenochtitlán y Veracaruz. Los tlaxcaltecas eran un pueblo de luchadores, tan bravos o más que sus rivales mexicas, que aceptaban sin resentimiendo las desgracias y peligros de la guerra. Terribles como enemigos, eran los mejores amigos que los castellanos podían encontrar en aquella tierra, fieles incluso en los peores momentos. La razón de esa lealtad pudiera estar en que los de Tlaxcala admiraron la mezcla de orgullo, temple, disciplina y brutalidad de los castellanos, unida a su excelente eficacia militar. También había otro motivo más importante incluso: la gente de Cortés iba a Tenochtitlán.

Notas de juego

Vamos a meter el turbo, porque creo que tantas batallas os aburren un poco :P