Partida Rol por web

In Hoc Signo Vinces

El águila sobre el nopal

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22/07/2009, 03:15
Director

El combate arreciaba.

Lozoya se había trabado a estocadas con el mismo indio, al que consiguió darle muerte al pasarle de parte a parte la pierna. Luego, paró el ataque de otro azteca furibundo. Mientras, sus compañeros se defendían con saña, protegiendo a mujeres y civiles. Ramínrez paró un golpe de macana con la rodela, pasando el vientre a un indio que se retorció de dolor.

Entonces, llegaron gritos de españoles y tiros de arcabuz, que dieron con algunos de ellos en tierra. El capitán Castellar acudía en su auxilio al mando de unas decenas de camaradas, incluídos algunos jinetes, que provocaron el pánico en algunos de los indios. Otros, sin embargo, soldados más aguerridos, siguieron haciéndoles frente, dispuestos a pelear.

- Tiradas (8)

Notas de juego

-Muñejar puede decidir intentar acercarse al grupo de Lozoya, superando una tirada de defensa (parada, desviar o esquiva) o bien trabarse en combate con un indio teniendo la iniciativa.
-Ramínrez puede atacar primero al indio con el que estaba trabado. Realizará un ataque y una defensa, o bien un ataque completo y confiar en la parada extra de su rodela.
-El resto está de vacaciones, y no parece que estemos muy por la labor de respetar los turnos. Lo siento :S

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22/07/2009, 14:00
Juan Miguel de Quart
Sólo para el director

 Se había montado una buena, pero íbamos ganando "por ahora...qué problemático. Aunque a mí me han encomendado una misión tengo que hacer una visita a Moctenosequé a ver qué me cuenta."

 Intento buscarlo y a ver si con un poco de suerte puedo hablar con él. Me ando con cuidado de que no me pillen por ahí y me recluten a la fuerza para pegarle puñetazos a los indios porque sin armas poco puedo hacer.

- Tiradas (1)

Notas de juego

 No estoy de vacaciones, pero no había movimiento por mi zona y no me voy a dejar ensartar gratuitamente sin armas ni nada.

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22/07/2009, 19:02
Diego Raminrez
Sólo para el director

Ramirez continua con la lucha abierta que tiene con el indio furibundo que le acosa, hace gala de su habilidad y continua con su espada.

- Tiradas (4)

Notas de juego

perdon por no haber puesto sin desglosar es la falta de costumbre

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23/07/2009, 21:24
Manuel Tejedor

Eran todo civiles, pero eran muchos...¿Saldrían de esta? Por el momento no podían mantener mejor la formación que en un improvisado testudo ante el acoso indiano.

Había disparado certeramente al indio señalado, pero encajó bien el tiro.

-¡La puta que lo parió!

Atrás el arcabuz, afuera la espada y arriba la rodela, ya terminada de embrazar. Se preparó para recibir la embestida de otro salvaje armado con uno de esos garrotes empedrados. Contuvo el aliento dispuesto a no morir ni romper la formación.

Interpuso su rodela para protegerse del garrote "indio" vil y lo consiguió. Ahora era su "turno" y no lo pensaba dejar escapar y aferró con fuerza su sólida tizona.

- Tiradas (1)

Notas de juego

He tenido éxito con la parada, ahora a la espera de realizar el ataque. No sea que el indio me eche mal de ojo o algo.

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23/07/2009, 22:13
Ameyal Tonatzin
Sólo para el director

No estaba segura de querer ir con su primo, no estaba segura de nada pero quizás era lo mejor. Después de todo era su gente pero... Mucho tiempo había pasado desde que ya no lo fuera y no, no estaba segura.

-No sé si puedo hacer eso, aunque quizás ellos lo merecen, yo no fui educada para ser una traicionera y eso no tiene que ver con el color de nuestra piel. ¿Puedes entenderme o no?

Lo miró a los ojos, los suyos estaban brillosos y perdidos en los de él. No, no quería el poder si se le daba de aquella manera, no quería.

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28/07/2009, 20:19
Francisca Díaz de la Vega

-¡Por los clavos de Jesucristo! -exclamaba Francisca para sí mientras veía, atónita y asustada lo que sucedía a su alrededor.

-Mercé quedaos agachada, no os levantéis -dijo a la joven Quiralte.

Los hombres las protegían, tanto a ellas como al los demás civiles que con el grupo estaban. Francisca miraba de un lado a otro, no pretendía salir de la protección que les brindaban los soldados porque, pese a los acontecimientos, sabía que más seguros que con ellos no podrían estar, pero sí buscaba la cercanía de un muro, uno al cual acercarse y que les permitiera tener la espalda cubierta para que tanto ellos, como los soldados, tuvieran un flanco menos que proteger.

-Dios bendito, protégenos... -volvió a rogar la mujer.

Notas de juego

Vamos rellenando xDD

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31/07/2009, 16:55
Alfonso Castellar de Muñejar
Sólo para el director

Notas de juego

Vale, pues ordenare a los jinetes que carguen contra el grupo más grande y cercano de indios para que los aplasten, y al grupo de hombres a pie que abran paso. Pero Don Alfonso no perderá la oportunidad de rajar tripas salvajes, asi que me enzarzo con el indio. ¿Que tiro? 

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24/08/2009, 17:10
Director

La carga del capitán Múñejar figuró en la crónica de Bernal Díaz del Castillo con estas palabras:

"Y venidos sobre los nosotros los indios con gran fiereza, parecía que no habría fuerza humana capaz de contenellos. Los rodeleros peleamos a la desesperada, mientras los arcabuceros disparaban a boca de jarra, fuimos retrocediento y protegiendo a los que no iban armados. En el peor momento de la batalla, apareció el capitán Muñéjar con veinte españoles y varios de a caballo, dando tajos y estocadas por doquier. Tal fuerza la fuerza de la acometido que ficimos muchos muertos a los indios, y estos resolvieron con abandonar la plaza, dejando gran destrozo de muertos y feridos".

Los españoles vitorearon aquella pequeña victoria, pero comprendieron lo apurado de su situación. Fue necesario que el emperador regresara a su palacio unos días, y que luego acudiera de nuevo al Real español, diciendo que lo hacía por su propia voluntad.

El emperador acogió con agrado su dorado cautiverio. Recibía de los españoles los honores y prevendas de un rey europeo, respeto e incluso amistad. Tal vez el monarca comenzara a experimentar el llamado "síndrome de Estocolmo". Sea como fuere, pronto Cortés comenzó a jugar sus cartas, pues con el emperador en sus manos tenía, de facto, el control del imperio. Hizo llamar al cacique Qualpopoca y sus hijos y, tras averiguar que habían obrado por mandato de Moctezuma, les hizo quemar públicamente en la explanada de los templos, frente al palacio.

Para reforzar su posición en la ciudada, el extremeño hizo construir pequeños bergantines (un tipo de galera de exploración de pequeñas dimensiones). El carpintero Martín López se puso a ello, cotando roble de Texcoco y cedro de Tacuba. Se aprovechó todo el hierro de cadenas y aparejos rescatado de los barcos barrenados en Veracruz y se botaron las naves. El propio emperador paseó a bordo de una de ellas, rodeado por docenas de canoas donde iban sus cortesanos. Al principio, las pequeñas embarcaciones iban a la par que la nave, pero cuando los marineros desplegaron las velas, el bergantín salió disparado como una flecha, dejando atras a los atónitos nobles mexica.

Manejando la información que le proporcionaban los libros de cuentas del imperio, donde se registraban los impuestos que pagaban las distintas provincias, descubrió que en las de Zacatula, Coatzacoalcos y Panuco, el oro abundaba. Mandó varias expediciones con salvoconducto imperial y todas volvieron sin problemas, con algo de oro y valiosos datos. El período de calma se aprovechó para fundir el oro y repartirlo entre la soldadesca. Cortés se reservó tres quintos, uno para el rey (como era ley), otro para él y otro para repartirlo entre jinetes, arcabuceros, ballesteros y capitanes. Los soldados no quedaron nada satisfechos con la parte proporcional que les tocaba de aquel inmenso tesoro.

Sea como fuere, otra humillación para el pueblo azteca estaba a punto de perpetrarse. Pronto el propio Cortés, como dijimos era su deseo, subió al gran templo de Huitzilopochtli-Tlaloc con varios soldados y palancas de hierro. Con su ayuda comenzaron a destrozar los ídolos de las divinidades, ya que eran tan pesados que no los podían despeñar. Aterrados por el sacrilegio, consentido por Moctezuma a duras penas, los sacerdotes mexicas (llamados papas por los españoles), resolvieron en envolver las efigies con mantos de algodón y, con la ayuda de sacerdotes, fieles y esclavos, las bajaron con suma delicadeza por las escaleras del templo. Como el extremeño había predicho, las paredes de sendas capillas del templo fueron blanqueadas y se instaló en ellas un retrato de la Virgen y otro de Saan Cristóbal. Además, se plantó una gran cruz en la explanada superior del templo. Algunos sacerdotes mexicas, tras cortarse las cabelleras, quedaron al cuidado de las imagenes para encenderles velas y ponerles flores. Se prohibieron también los sacrificios humanos, aunque esta prohibición es poco creible dada la gran cantidad de templos que había en la ciudad.

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24/08/2009, 17:16
Director

A primeros de marzo hubo un cambio radical en la actitud de Moctezuma hacia sus captores. Dejó a un lado su apatía habitual y se enfrentó a Cortés. Los castellanos debían morir por habler secuestrado y poar el sacrilegio cometido contra sus dioses. Como se había encariñado acon ellos les dejaría marchar vivos con tal de que no volvieran. Incluso se podrían llevar el oro. Poco efecto tuvieron esas palabras en el extremeño, que le contestó con evasivas y continuó con sus asuntos. La razón de ese envalentonamiento del tlatoani podría estar que el 14 de febrero habí terminado el fatífico año "1-Caña", malo para los reyes y dedicado al conflictivo Quetzacóatl, y había comenzado el año "1-Cuchillo de pedernal", mucho más benigno para los aztecas, pues estaba dedicado a su dios tribal, el feroz Huitzilopochtli. Ese cambio de fecha habría alviado muchos de los pesares que atenazaban el corazón del emperador. Pero, para su desgracia, los castellanos no sabían nada de calendarios indios, y Moctezuma siguió preso en sus lujosos aposentos.

Un problema mucho más grave preocupó a Cortés en los días siguientes. Correos enviados por Sandoval desde Veracruz le informaron de la llegada a la costa de una nueva expedición de españoles, con barcos, caballos y pertrechos. Era la fuerza que mandaba desde Cuba el iracundo gobernador Diego Velázquez, lista para imponer la ley de Castilla. Su comandante, Pánfilo Narvaez, tenía la orden de combatir a Cortés y los suyos "a ropa abierta", como si fuesen moros, y llevan al de Medellín de vuelta a Cuba bien cargado de grilletes. O, en su defecto, colgarlo del primer árbol con que se topase.

Se trataba de una tropa considerable, muy superior a la del comandante extremeño. Contaba con once naos y siete bergantines, que transportaban a más de novecientos hombres, con más de sesenta caballos y numerosos cañones. Iban con Narváez muchos hidalgos castellanos afincados en Cuba, que tenían una notable experiencia en viajes y exploraciones.

Como era habitual en él, la reacción de Cortés fue audaz. Volvía a apostar fuerte. En primer lugar, encargó a los indios chinantecas que realizaran trescientas picas con puntas de cobre, indispensables para hacer frente a la superior caballería de Narváez. El soldado Tovilla se encargó de instruir a sus compañeros en el uso de tal arma. A principios de mayo abandonó Tenochtitlán con ochenta soldados para ir a Cholula, adonde confluirían las fuerzas de Velázquez de León y Rangel. Dejó en la capital una guarnición al mando de Alvarado. Quizá la elección no fue la más correcta. Para quedarse en el avispero de la capital era necesario alguien con más "mano izquierda" que el agresivo capitán de Badajoz.

El enviado del gobernador de Cuba había asentado su campamento a en la ciudad de Cempoallan. A falta de edificios fortificados, se había hecho fuerte en el templo. Un grupo de soldados armadoas con partesanas guardaba en todo momento la persona del comandante. Esas medidas parecían innecesarias a muchos de los capitanes que iban con él, pues pensaban que las fuerzas de "Cortesillo" eran muy débiles para que intentase atacarles.

Pero el extremeño no perdía el tiempo. Antes de emprender cualquier accióna militar, gastó buenas sumas en sobornar a cuantos hombres de Narváez pudo. El oro de los aztecas llenó su campamento con espías (entre ellos el sargento Cabal y el ballestero Quart) y lo vació con desertores. Incluso pagó mil pesos al artillero Rodrigo Martínez para que, cuando llegara la lucha, sellara con cera el oído de sus cañones y silenciara la artillería. No es extraño que tantos hombres se pasaran al bando del de Medellín. Narváez era mucho más apocado, muy controlado desde Cuba. Era un alguacil, no un conquistador. Por el contrario, el enérgico Cortés les ofrecía un imperio. Los que querían ver maravillas y hacer fortuna tuvieron claro cuál era su bando.

Sabiendo que las tropas de Cortés andaban por los alrededores, Narváez tomó precauciones especiales. Ocupó una de las principales pirámides del templo para usarla como torre de vigía, puesto de mando y plataforma de tiro para sus arcabuceros y ballesteros. En otro teocalli -que había sido transformado en capilla- se hizo fuerte Velázquez "el Mozo". En una tercera pirámide estaba el capitán Jerónimo de Salvatierra con sus hombres. Los dieciocho tiros gruesos de artillería fueron colocados en torno a la gran plaza del recinto ceremonial, pues al disparar rasantes al suelo eran mucho más efectivos que si los hubiese dispuestos sobre las aterrazas de los adoratorios e hiciesen fuego desde arriba, además de los problemas que traería subirlos a tal altura por las empinadas escaleras. Junto a ellos, en la explanada, se colocaron veinte jinetes, listos para actuar a la primera señal, mientras otros cuarenta permanecieron en el camino por donde esperaban a sus rivales. El "apellido" o santo y seña era "Santa María, Santa María". Cuando el señor de Cempoallán, que había conocido a Cortés, advirtió a Narváez de las posibles artimañas de "Malinche", los capitanes contestaron airados: "pues ¡como señor! ¿Por tal tiene a Cortés, que se ha de atrever con tres gatos que tiene a venir a este real; por el dicho de este indio gordo?"

Cortés organizó sus fuerzas. En ningún momento pensó en dar a los de Narváez la ventaja de una batalla en campo abierto, sino que buscaría el ataque por sorpresa. Dividió sus fuerzas en cinco compañías perfectamente coordinadas. Sesenta hombres marcharían con Diego Pizarro con el fin de hacerse con la artillería. Para repeler el previsible contraataque de la caballería enemiga se armaron con picas. Otros ochenta soldados seguirían a Sandoval, alguacil mayor de Nueva-España, con la misión de prender -o matar- a Pánfilao de Narváez. Sesenta más quedaban bajo el mando de Velázquez de León, para capturar o eliminar a su pariente Velázquez "el Mozo", con el que mantenía una disputa personal. Un grupo de cien hombres haría lo mismo con Jerónimo de Salvatierra, bajo las órdenes de Diego de Ordaz. Una última partida de veinte soldados, al mando del comandante, quedó como reserva. Antes de atacar oyeron misa y hubo confesión general. Su "apellido" fue "Espíritu Santo, Espíritu Santo".

La noche del 28 al 29 de mayo de 1520 llovía sobre Cempoallán. Eso convenía a Cortés, pues, mientras más agua cayese, menos efectiva sería la pólvora del enemigo. A la suya no podía afectarle, puesto que no tenía ninguna. Marcharon con siglio, sin más luz que las de las luciérnagas que revoloteaban enter los árboles. No habían hecho más que acercarse al real, cuando los escuchas y centinelas dieron la voz de alarma. La gente de Cortés no perdió el tiempo en maldiciones. Sonaron pífanos y tambores y se ordenó el ataque.

Los sesenta hombres de Diego Pizarro cargaron sobre la artillería con sus picas por delante, al grito de "¡Viva el rey, Espíritu Santo!". Entre la sorpresa y la cera que taponaba los oídos de muchas piezas, a los artilleros sólo les dio tiempo para disparar cuatro cañones, sin apuntarlos debidamente, pues los tiros salieron altos, menos uno, que mató a tres soldados. Pronto los tomaron y los retuvieron, calando las picas para defenderse del posible ataque de los jinetes que rondaban por la plaza. Los que sabían manejar las piezas, como Mesa, Usagre o "el Siciliano", no tardaron en darles la vuelta y hacer fuego contra la cima de las pirámides. Los demás capitanes de Cortés se unieron a la lucha, enzarzándose en dura regriega con la gente de a pie y a caballo de Narváez, aguantando la lluvia de plomo y virotes que les caía desde las plataformas de los templos.

Sandoval y los suyos, atentos a su misión, se abrieron paso hasta la escalera del teocalli principal y comenzaron el ascenso, peleando por cada escalón. Los defensores eran tenaces, pero las picas de los atacantes les daban clara ventaja, pues por su longitud podían hostigar a sus rivales sin exponerse a los golpes de sus lanzas y partesanas. Unos y otros debían aguantar no sólo los peligros propios de la lucha -que serían muchos, siendo gente de tantos arrestos y bien armada- sino que tenían que estar muy atentos a como ponían los pies en los escalones mojados por la lluvia. Cualquier mal paso los llevaría rebotando escaleras abajo, sin parar, hasta quebrarse los huesos con el pavimento de la plaza. Tal era la forma de las gradas de las pirámides indias, hechas para que los cuerpos de las víctimas cayesen sin engancharse.

Pánfilo Narváez y los suyos lucharon con bravura. Se mantuvo a pie firme sobre las escaleras y la plataforma del teocalli, dando golpes a diestro y siniestro con su monante de a dos manos, que en tan estrecho lugar debía ser un arma formidable. Pedro Gutiérrez, piquero del grupo de Sandoval, le hirió gravemente en el ojo, pero no por ello se rindió. La pelea siguió en las oscuras cámaras interiores del templo. Hizo falta que otro de los atacantes, especialmente alto, prendiera fuego al techo del adoratorio. Sólo entonces se entregó Narváez, atosigado por el calor y el humo, con un ojo menos y las botas quemadas.

Los gritos de triunfo sonaron por todo el recinto. "Victoria, victoria por los del Espíritu Santo!". Se pregonó un llamamiento de Cortés emplazando a la gente de su rival para que acudieran a someterse bajo la bandera de Su Majestad, y de él en su real nombre, so pena de muerte. Todos, menos lo de Velázquez el mozo, se sumaron a las huestes de Cortés. A estos últimos hubo que convencerles a golpe de cañón y matarles al jefe para que se pasaran de bando. Las bajas habían sido escasas, dos "cortesianos" y quince "velasquistas". El de Medellín regresaba ahora a Tenochtitlán como vencedor. Había salido con 250 soldados de Cholula, y ahora regresaba con más de mil, más caballos, arcabuces, ballestas, artillería y especialistas como médicos, carpinteros, herreros y escribanos. Por estos últimos supo que ya no era correcto dirigirse al rey Carlos como "Vuestra Alteza", sino como "Vuestra Cesárea Majestad", pues el joven Austria era a emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, cosa que atestiguaba la nueva heráldica de los pendones y estandartes capturados al subalterno del gobernador.