Partida Rol por web

In Hoc Signo Vinces

El águila sobre el nopal

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28/05/2009, 15:17
Alfonso Castellar de Muñejar
Sólo para el director

La expresión, mezcla de asco y desprecio hacia la india sigue a esta hasta que desaparece por la puerta. Al fin solo, se para unos segundos para observar con cierto detalle aquella construcción. La verdad es que aquella estancia parecía confortable, y bien construida. Observó que habia que accionar los mecanismos, y vió que tendría que hacerlo solo, y aquello le molestó bastante. "Miserable" piensa el señor de Muñejar. "Dejar que un caballero de noble heráldica haga el trabajo con sus propias manos..." Aquello debía ser correjido. Con suerte podría hacer que alguien que hablara en cristiano, y no en aquella extraña lengua inteligible, se encargara de los malditos baños. 

De todos modos, ya que ningún siervo o criado iba a materializarse por arte de magia, Don Alfonso se encargó de hacer funcionar todo aquello, bastante molesto. Una vez listo todo, se quitó poco a poco la coraza y sus ropas, hasta dejarse solo una camisa ligera. Asegurándose de que la espada estaba al alcance y desenvainada, lista para usarse contra cualquier clase de vellaco que tratara de atacarle, el noble se sumergió lentamente entre las aguas, relajándose, dejándose llevar, pero vigilando, en cierta medida, la entrada al recinto. 

Notas de juego

Bah, que insolencia... No solo no aprende castellano si no que además tengo que hacerme el trabajo yo... Me quedo con su cara, para darle de latigazos en la plaza pública XD.

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28/05/2009, 16:07
Juan Miguel de Quart

 Cortés volvio a entrar y nos soltó uno de sus discursos. "Parece que disfruta haciéndose el duro. Me gustaría que vinieras tú a ejecutar la sentencia a ver qué pasaba."

Nos explicó la misión. No nos dio muchos detalles.

"Parece una misión sencilla; ir, observar, evaluar la situación y volver...o quizás no lo sea tanto. La costa está más cerca de Cuba que este lugar. Espero que no sean las naves de ese malnacido o me veré en serios apuros...qué problemático."

"Aunque, ¿por qué el sagento es ese hombre?, no creo que sea porque es mi superior pues la esa penitencia es cosa mía no suya...tampoco porque sea el hombre más idóneo para la misión pues yo soy más discreto y rápido que él y no soy el único con esas caracterísitcas en la expedición, ¿acaso recela de él por aquella escena que se montó tiempo ha?...espero que no sea un lastre."

 Me levanté y me puse firme.

 -Lo he entendido señor. -dije con la voz más clara que pude poner- Ahora que vamos a partir a esta misión tan peligrosa, me gustaría llevarme las bendiciones de la Santa Madre Iglesia para el viaje, ¿podría darme confesión el sacerdote aquí presente?

 

 

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28/05/2009, 21:25
Manuel Tejedor

Manuel, cerrando la formación a la orden de Lozoya miraba a cada uno de los hostiles indígenas esperando que ninguno saltara de repente, debían salir de allá inmediatamente.

¿Que habría pasado? Sin duda algo gordo...estaba atento a cada movimiento ajeno. Contenía las ganas de sacar su espada, la tensión se podía cortar con ella.

Poco a poco, iba llegando hacia la puerta. Aquí el tipo ese contenía a sus alumnos, pero...¿Qué pasaría luego en la calle?

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29/05/2009, 05:12
Fray Santiago de Herrera

Sonrio dulcemente y le respondo a Quart. Hijo mío, estaré dispuesto a absolveros de vuestros pecados...si el capitán general tiene a bien que lo haga de inmediato. En ese caso, solicitaré que nos dejaran a solas por un momento, dado que los pecados se pueden confesar mejor cuando no hay personas ajenas escuchando.

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29/05/2009, 07:00
Mercè Quiralte Veguer

A cada paso que daban los indios cercándolos, Mercè sentía cada vez más la sensación asfixiante de la ignorancia. Como acto reflejo, a aquellos pasos le correspondió su movimiento, acercándose aún más a Juan Quiralte, hasta que dio la impresión que de un momento a otro se metería bajo su brazo. La presencia de tantas armas había pasado de incomodarle a generar en ella una fuerte impresión lo que, sumado a la imposibilidad de entender el cambio de actitud de sus anfitriones, hizo que Mercè montara en pánico. Hubiera accionado en respuesta a ello, como se debía reaccionar instintivamente para lograr la conservación: pero el miedo le impidió siquiera girar hacia su padre y buscar su abrazo protector. Se quedó clavada en el sitio que alcanzó a ocupar, mirando de frente al anciano a quien se había dirigido antes. Deseando con todas sus fuerzas, hasta las más escondidas, que todo eso fuera un malentendido de traducción y que pudiera solucionarse con un cruce de palabras.

Pero las palabras del anciano tiraron toda su inocente ilusión abajo. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, y sus oídos fueron incapaces de creer lo que su mirada podía confirmar sin duda alguna. Si no hubiera sido por el dolor que parecía traslucirse a través de su tono, Mercè hubiera desestimado cualquier posibilidad de que lo que acababa de decir fuera la realidad: quizás un malentendido más, de los tantos, o quizás una falta de cortesía española por no saber de la cultura anfitriona. No podía concebir que nadie de la comitiva quisiera hacer semejante cosa. ¿Por qué lo harían? ¿Por qué ofenderían de esa manera al regente de un pueblo que les había acogido de forma tan cálida, aún y a pesar de todas las reservas que pudieran tener? ¿Y cuál era el punto de causarles ese dolor?

Se dio vuelta a su padre para mirarlo a los ojos, aún desencajada por las palabras del anciano. Quiso confirmar que su eje del mundo también consideraba imposible semejante acontecer, que aquello no condecía para nada con la personalidad de los líderes que venían con ellos. Que Juan Quiralte, justo él, justo con su vida, no participaría de nada que tuviera semejante tipo de objetivos, ni los aprobaría. Sin embargo, mientras contemplaba el rostro de su padre, Mercè sintió cómo un escalofrío le hacía latir todo el cuerpo y que la dejó sin habla. Esos no eran los ojos de quien jamás hubiera considerado, como ella, semejante posibilidad...

- Lo siento - dijo de repente, girándose mientras los guardias españoles los cercaban para defenderlos en el camino hacia la salida. Mercè se resistió a ese avance lo suficiente para poder mirar al anciano a la cara, pues la vergüenza de sentirse parte de semejante ofensa le ardía por dentro - ¡Por Dios, realmente lo siento!

Un brazo tiró de ella, posiblemente el de su padre, obligándola a moverse. Mercè se vio arrastrada hacia la salida, encerrada entre las espaldas y las espadas de los soldados; pero fue incapaz de quitar la mirada del anciano. Se dejó llevar, sin oponer resistencia: pero sus ojos quedaron fijos, horrorizados, observando cómo aquel hombre se iba alejando cada vez más, con su dolor, con su ofensa, en un intento de jamás olvidar su rostro. Pues de algún modo sabía, o creía saber, que no le vería nunca más.

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29/05/2009, 13:44
D. Felipe Gonzalo de Adeva y Lozoya

Alguien tradujo las palabras del anciano, aunque el cabo Lozoya nunca recordaría quien perdido como estaba en sus pensamientos.

La cagaste bien Felipe. Hay que actuar deprisa, a estas alturas toda la ciudad debe saber lo que ha hecho Cortés, si consegues llegar a algún lugar seguro antes de que se organicen, salvarás el pellejo y el de esta gente. Si no, os mataran como perros y cogeran a tus protegidos como reos.

Vamos.- apremía a la comitiva.- nuestra vida depende de lo rápido que nos movamos. Las manos sobre las armas, pero no desenfundéis.

Se gira hacía los soldados que tenía a la derecha, Ramirez y Tejedor, parecían hombres vivos y de recursos. Les dice en voz no muy alta.

Cuando veníamos por aquí, ¿os habéis fijado en algún lugar dónde podamos hacernos fuertes y esperar ayuda en caso de apuro?

Notas de juego

Master, ¿con cuantos soldados cuento en mi escuadra? ¿A qué distancia estamos de nuestro acuartelamiento?

Por cierto, antes estabamos marcando a Ignacio Torrejon.

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29/05/2009, 22:39
Francisca Díaz de la Vega

Sintió verguenza, rabia, incluso se sintió traicionada. ¿Por qué? Por el actuar de los hombres de Cortés y del mismo Cortés. No era de dominio público, pero Francisca no era partidaria de los métodos de ese hombre y a menudo se cuestionaba su real autoridad. No sabía lo que había pasado, ni quién había iniciado el alboroto, pero estaba segura que de haber habido provocación ésta vino de parte de los españoles. Posiblemente se equivocara y la situación se desatara por desconocimiento de las costumbres locales, pero saber que Cortés contaba con Doña Marina y ella bien que pudo advertirle y ponerle al tanto de cómo era que funcionaban las cosas.

No les dejaron otra opción, y de nada sirvió el que ella ayudara a ese joven guerrero, por las culpas de unos terminaban pagando todos. Recargándose un poco más de lo normal en su bastón, ello debido a la molestia de la cadera que no la dejaba, avanzó con toda la rapidez que le fue posible, manteniéndose al interior de esa muralla humana que los hombres encargados de su seguridad intentaban ser. La situación era tensa, en demasía, un puñado de soldados nada podrían hacer frente a tanta gente. Temió por su vida, por la de todos, en especial por la de Javier.

-Dios mío, por favor, protégenos y protégelo
-deseó con fuerza.

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31/05/2009, 00:16
Diego Raminrez

Diego al escuchar la orden de su capitan en esta mision obedeció al instantes, llevando su mano al mango de su espada con presteza y con cierta naturalidad que le quitaba en gran medida la parte amenzadora de la accion para dejarla en una pose mas que un acto de guerra, tras lo que sin media palabra comenzó a apretar el paso siempre en formacion y esperando que los salvajes no se lanzaran de subita forma sobre el y sus compañeros.

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01/06/2009, 03:02
Ameyal Tonatzin
Sólo para el director

Le agradó ver que su primo no era un idiota, sin duda sería un buen esposo para alguna mujer afortunada y aunque sabía que su tío había sido presionado para responder con amabilidad, no se negó. Después de todo, mejor era eso que estar todo el día a merced de su tía.

-Es una buena idea, primo. Iré contigo y muchas gracias, tío. Estoy segura que los dioses premiarán lo espléndido de tu ofrecimiento.

Echó una mirada a su sirviente y sonrió mientras terminaba lo que estaba comiendo.

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01/06/2009, 18:57
Carlos Cabal

El capitán general seguía observando al fraile y al recluso. Mientras tanto a su lado se encontraba Cabal encarándolo, inquisitivo, como preguntándose si sus reticencia sobre la pena impuesta por Cortés respondía a algo más que la piedad solicitada por parte de la Madre Iglesia. Lo fuera o no, ahora Carlos tenía ocasión de tomar un caballo y marchar hacia la costa al encuentro de estos nuevos españoles, de seguro hombres venidos de Cuba. Sin embargo para Don Hernando como para la mayor parte de los españoles la compasión estaba fuera de lugar, así que tan súbito perdón debía valer de medio para dejar resuelto algún asunto que precisase de ajuste. Y es que en circunstancias tan turbulentas como las actuales todos, de un modo u otro, teníamos asuntos que ajustar, encrucijadas que afrontar, dudas y viejos odios que solventar. El sargento quedó esperando en silencio para asentir las orden que le llevara fuera junto con su superior.

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06/06/2009, 23:51
Hernán Cortés

Cortés escuchó al fraile mientras le adulaba, a penas sin prestarle atención. Pronto se acostumbra uno a que le adulen cuando adquiere cierta fama, y luego parece como que eso fuera algo totalmente prescindible. No obstante, su mente ya había comenzado a pensar en problemas inmediatos y más acuciantes relacionados con el emperador Moctezuma.

-Por supuesto que podéis confesaros al fraile, soldado -dijo, reflexivo- Después de todo, somos buenos cristianos.

Salió luego con el sargento, dejando solos al soldado y al franciscano. Cortés hizo ademán de irse, pero su mirada se cruzó con la de Cabal, y supo por su mirada y gesto que quería decirle algo.

-¿Tenéis algo más que añadir, sargento?

Notas de juego

Escribid seleccionando solo a los que habláis.

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06/06/2009, 23:56
Director

La noche pasó plácida después de aquel intento de interrogatorio. Ameyal pudo cenar tranquila, y su tía volvió a divagar, poniéndola al corriente de todos los chismes habidos y por haber desde que ella tuviera que marchar. Su tío bebió de más, así que poco le importó lo que dijera su esposa. A partir de un momento determinado, comenzó a cabecear del sueño y se retiró a dormir, acompañado por su mujer.

Ameyal fue a su habitación y se cambió, pensativa. ¿Cuanto más podría sostener aquella farsa? Omecihualt intentaba calmar su turbación con buenas palabras y promesas. Luego, la dejó tranquila mirando a través de la balconada para aclarar su propias ideas.

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07/06/2009, 00:21
Mixtli Tacapatzin

Se acercó despacio, observándola.

Pensó que hacía mucho tiempo que no la veía, y que ahora apenas conocía a esa persona. Sin embargo, había algo en ella que le intrigaba, un brillo especial en la mirada. Sabía que ella era mucho más de lo que decía, y que estaba intentando ser modesta. ¿Recato, fingimiento? Poco importaba.

Tomó un momento para observarla desde atrás, sin que ella se percatara. Se permitió observar, con cierta turbación, que su pequeña prima había crecido mucho. La primera vez que se conocieron, eran casi unos mocosos, y ella era una chica menuda de pecho plano y bajita, con cara de traviesa. Ahora ambos habían crecido, y estaba en disposición de aseverar que se había convertido en una mujer con todas las letras.

Siguió caminando después, y se colocó a su lado, mirando en la misma dirección que ella.

-Dicen que la noche es peligrosa, que los espíritus recorren las calles, y que el fantasma de la llorona hace su aparición a los borrachos que deambulan solos por el empedrado -dijo.

Parpadeó.

-Sin embargo, a mi siempre me han parecido fascinantes las estrellas. Una vez, un sacerdote me explicó que se agrupan entre ellas, formando figuras extrañas, y que observando su curso pueden conocerse cosas sobre el pasado y el futuro.

Sonrió luego, como si él mismo se hubiera sorprendido diciendo una estupidez.

-Perdona por haberte sorprendido así, pero tenía que disculparme por el comportamiento de mi madre. Ya sabes como es, y no puede mantener la boca cerrada.

Miró alrededor, y vió que aquel sirviente seguía allí en segundo plano, haciendo como que no escuchaba. Sin embargo, su presencia le incomodaba en aquellos momentos.

-Me gustaría hablar contigo... a solas.

La miró a los ojos entonces. Había algo familiar en ellos, algo de su propia sangre. Era difícil precisar el qué, pero así era.

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07/06/2009, 00:29
Director

Gracias a las buenas palabras de Mercé y el respeto que el director del calmécac impone entre los suyos, los españoles salieron bajo cien miradas a la calle, con el alma en un puño y la mano sobre la espada. Sin embargo, lo peor estaba por llegar. La gente de la calle, al verlos salir se les quedaron mirando con demasiada fijeza.

Salieron a la plaza, rumbo al palacio de Axayacatl, no muy lejano (podía verse desde allí). Sin embargo, el ambiente en la explanada estaba algo enrarecido. Numerosos indios miraban en dirección al real español, murmurando entre ellos. Al verles pasar, comenzaron a mirarles mal. Uno de ellos les increpó, y eso animó a sus conciudadanos, que comenzaron a gritarles. Unos soldados mexica miraban la escena algo más lejos, prudentes.

Una marea humana se interponía entre ellos y el Real. Tendrían que sortearla, aunque para ello tuvieran que abrirse paso a empellones.

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07/06/2009, 02:24
Director

Tras un baño relajado, Alfonso comenzó a oir ruido. Era como un gentío, y se escuchaba fuera de palacio. Había terminado de volver a vestirse cuando se cruzó con un soldado que iba a todo correr en dirección a la plaza de armas.

-¡Hay españoles ahí fuera! -dijo mientras corría.

Por como pintaban bastos, no había que ser muy inteligente para adivinar lo que estaba pasando... o lo que iba a pasar.

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07/06/2009, 13:51
Director

Notas de juego

Cita:

Master, ¿con cuantos soldados cuento en mi escuadra? ¿A qué distancia estamos de nuestro acuartelamiento?

Tu escuadra tiene unos 10 soldados, tienes un arcabucero (Tejedor), cinco rodeleros y cuatro lanceros. La distancia, pues ya ves que poco más de dos minutos andando. Está al otro extremo de la plaza mayor.

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07/06/2009, 20:23
Juan Miguel de Quart

 Cortés se retiró y yo me confesé con el joven fraile. No es que tuviera nada en especial que confesar pero mas vale un ergo te absolvum que una muerte sin él.

 Cuando terminé de confesar le dije en voz baja al fraile:

 -¿Cómo lo convencisteis mi buen fraile?,¿creeis que habeis llegado al corazón de Cortés o está actuando por sus propios intereses como siempre?

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08/06/2009, 01:44
Alfonso Castellar de Muñejar
Sólo para el director

Don Alfonso salió del baño, ahora más relajado. El tiempo que había podido estar a solas con sus pensamientos le permitió, en cierto modo, reordenar prioridades e ideas. En su mente, se empezaba a dibujar una idea por encima de las demás. Antes que pensar en botines, o en ganancias, había que tomar aquel imperio, aquella ciudad. Al fin y al cabo, no había venido por el oro, o al menos no era lo más importante. Lo que buscaba era la reputación, la gloria, el renombre necesario para destronar a todos aquellos nobles de lengua viperina, que le estorbaban en Castilla. 

Entonces el ajetreo de fuera lo sacó de su ensimismamiento. De forma casi ritual, aunque poco cuidadosa y apresurada, se vistió de nuevo con sus ropas, se colocó de nuevo la coraza y aseguró su espada en el cinto. 

Al salir, se topó con el soldado. Y por la tensión que se palpaba en el ambiente, aquello no tenía buena pinta. El señor de Muñejar se aseguró de que su coraza estaba bien ajustada y ceñida en lo posible, desenfundó su arma y se dirigió lo más aprisa que le permitieron sus piernas hacia la plaza de armas. Deseaba al fin poder encontrar algúna razón de peso para degollar algunos indios, y bajarles los humos. Su orgullo empezaba a molestar de veras a Don Alfonso.

Notas de juego

Bueno, tu me dirás que veo. He marcado "solo para el director", no se si hay más presentes en la escena.  

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08/06/2009, 07:09
Fray Santiago de Herrera

Tras dar la absolución al soldado, le respondo en voz baja a sus preguntas. Pues la verdad, no podría estar seguro, pero si creo que logré convencerle. Aunque puede que fuera también la otra opcion, ya que el capitan general pudo haber querido aleccionaros y al mismo tiempo, seguir beneficiándose de vuestros grandes servicios. Pero, ¡sed prudente!, puesto que esta vez no podeís dejaros llevar por la indignación. Vuestra reacción fue la más natural, y propia de un cristiano indignado; pero recordad que somos extraños en tierra extraña, y que ellos son muchos más que nosotros, estan mejor armados y mejor alimendados. Y si volvéis a decepcionarle, no se si pueda salvaros de castigos más severos. Habéis sido afortunado, ya que Nuestro Señor le ablandó el corazón. Ahora id, y prepararos bien para el viaje, que no será nada fácil. A menos que deseéis hablar de algo más conmigo, algun consejo o similar que quisiérais pedirme.

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09/06/2009, 15:25
Diego Raminrez

Señor, la situacion es preoucpante avancemos con presteza, hay que poner a los civiles en zona segura, aunque creo que en este lugar ya no hay zonas seguras