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In Hoc Signo Vinces

El regalo de Centla

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17/03/2008, 16:11
Gonzalo de Sandoval

Era su tercera víctima, un indio que dió su alma a Dios, o al diablo, pasado de parte a parte por un espadazo. Recompuso su ánimo, quebrado por el combate, contemplando con admiración el desorden entre los indios. Cortés cargó, seguido por Alvarado, y los tambores tocaron la marcha.

Con muchas asaduras, salió del cuadro siete pasos, alzando la hoja ensangrentada de su espada.

-¡Soldados, calad lanzas! -voceó- ¡Conmigo, marchad!

- Tiradas (1)

Notas de juego

Los soldados que le véis, sois conscientes de sus órdenes, y os admira su valor, animandoos a marchar disciplinadamente.

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17/03/2008, 16:19
Fernán-Nuñez "El Cartagenero"

Me apenaba que la batalla hubiese terminado tan pronto, estaba entrando en un estado de trance y ya había dado muerte a seis de esos desgraciados, no fue muy dificil, ya que sus formas y sus armas eran más toscas que las de un moro de berbería, así que me dediqué a repartir hostias de aquí allá partiéndoles con mi montate como el que rompe una rama con las manos, y uno de ellos ya debería ser de noble cuna pues le di la noble muerte de la decapitación.

Fue cuando mejor me lo estaba pasando cuando comenzaron a huir como las liebres que hay en los descampados de mi tierra.

No obstante, le conté a mi compañero Manuel Rodríguez lo que había visto:

"Manuel, te digo que entre esos caballeros estaba Santiago y que me aspen si lo que te digo es falso"

- Tiradas (1)
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17/03/2008, 16:20
Manuel Rodriguez

Con la huida de lso indios su corazon se hincho con aires de grandeza mientras cargaba sobre un idio con la lanza esperando atravesarlo de lado a lado

!Santiago! !Que estos perros caen como moscas! jajaja morid perros herejes!!

El asestamiento contra el indio iva a ser bien fuerta con toda su furia y rabia mientras que con la otra mano sostenia el escudo clavo la lanza hasta lo mas honfo de su rival mientras uno de los suyos venia a ayudarle solte un momento la lanza desenbainado la espada de acero toledano y le corte la cabeza sin miramientos otro que itentaba huir envainando la espada desclave la lanza del que yacia muerto se la lance con tanto tabia que lo traspaso de lado a lado

Rie mirando hacia Fernan -Voto a dios que yo tambien lo eh visto,quien si no para que estos perros salvajes corran como alma que lleva el diablo jaja

Dicho esto se volvio de nuevo hacia los indios desenbainando la toledana y corriendo hacia ellos

- Tiradas (1)
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17/03/2008, 16:42
Juan Miguel de Quart

Las flechas volaban letales desde nuestra formación. Los indios caían a montones y ya empezaban a retirarse. Sus filas rompían caóticamente por doquier y eran empujados hacia su muerte.
Lo malo de todo ello es que había que afinar la puntería más de lo habitual, pero eso no era ningún problema para alguien con mis habilidades: ya fuera en el pecho o en la cabeza, ninguno escapaba de mis flechas y además, como buen cristiano que era, no los hacía sufrir, una muerte rápida e indolora les proporcionaba.
-Señor, gracias por esta puntería. Mataré a esos herejes en tu nombre.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Cuando la batalla termine me gustaría registrar el campo de batalla por si hubiera algún objeto que mereciera la pena tenre de recuerdo: algo de oro, un arma interesante para mí, alguna armadura mejor que la mía para estos climas, algún adorno que pudiera lucir orgullosamente en señal de haberlos derrotado,... cosas así.\^^/.

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17/03/2008, 16:47
Bernal Díaz del Castillo

El herido duerme unas horas, y al despertar, parece más lúcido que antes, y repara en la presencia de Francisca, a la cual mira con curiosidad.

-Sois la esposa del alférez -dijo, tosiendo- No se como os llamáis, pero debo daros las gracias por vuestras curas.

Afuera se monta una buena escandalera, y ambos miran hacia la puerta de la choza. Un soldado se asoma y da la noticia.

-¡Los indios huyen, y los traen hacia aquí! ¡A las armas, hay que matarlos a todos!

Cuando se va, mira luego a la dama, haciendo ademán de levantarse. Sin embargo, se nota aún demasiado mareado para ello.

-Llamad al muchacho, y que traiga las armas. Será mejor que estemos preparados, por si acaso.

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18/03/2008, 01:01
Francisca Díaz de la Vega

Terminaba de auscultar al rodelero cuando éste despertó. Notó la curiosidad en sus ojos y sonrió cuando él le dijo tan seguro de sí que ella era la esposa del alférez.

-El alférez no es mi esposo, es mi hermano -le corrigió-. Me presenté a usted cuando llegué a atenderlo, pero la fiebre que sufría era demasiado alta para que lo recuerde. Mi nombre es Francisca Díaz de la Vega y creo que gracias a usted podré decir que oficialmente soy el galeno de esta expedición.

El alboroto de afuera asusta a Francisca y se asusta más cuando escucha al soldado que se asoma. El rodelero intenta incorporarse pero no puede, todavía está débil.

-Llamad al muchacho, y que traiga las armas. Será mejor que estemos preparados, por si acaso -le ordena él.

Francisca asiente y va por Garcilaso. Coge el bastón, sosteniéndose firme de el y camina todo lo rápido que puede. La pierna le molesta, pero hace caso omiso del dolor y apura el paso.

-¿El monaguillo, Garcilaso, dónde está? -pregunta a un soldado con el que se cruza y éste le señala el lugar.

Encuentra al muchacho y rápidamente le explica lo que está ocurriendo.

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18/03/2008, 13:21
Garcilaso Martín

La visita al "amigo" indio tendría que esperar. Garcilaso inmediatamente coje las armas en la armeria y corre hacia donde se encuentra Bernal, acompañado de Francisca. Lo importante era mantenerlos a salvo a los dos.

- Escóndase, mi señora. Y no tema, si fuese menester la protegeré con mi vida. - Dice Garcilaso volviendo a sentir la sangre guerrera que heredó de su padre y de su abuelo.

Garcilaso se queda en la puerta de la cabaña, en primer lugar y atento a los que se acerquen, para que cualquier indio que quiera entrar deba probar primero el filo de la espada del toledano.

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18/03/2008, 15:41
Francisca Díaz de la Vega

-¿Esconderme? -pensó- ¿Y dónde se supone que me esconda?

Miró el material con el que estaba hecha la choza. Ramas y algunos troncos parados para darle sustento.

-¿Qué protección puede dar ésto? -volvió a pensar.

Miró luego a Garcilaso y Bernal, no dudaba de la bravura de ambos, pero se trataba de un zagal y un hombre que hasta hace poco medio deliraba por la fiebre y que no tenía del todo recuperadas sus fuerzas.

-Si al menos Fernando estuviera aquí -se dijo.

Se llevó la mano al pecho y pidió a Dios en silencio que nada malo pasara, ni a ellos ni a ella.

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18/03/2008, 21:44
Carlos Cabal

Marcha presto el sargento Cabal a cubrir las espaldas del capitán Sandoval. Valiente hombre este, pero no hay hombre que por valiente que sea esté exento de mirar por su vida. Son estos lances muy inciertos y no es muestra de hidalgo sensato el batirse solo dejando a un lado a los compañeros, pues manos fieras deseosas de alcanzar presa vistosa no escasean precisamente por estos lares. A lo cual hay que añadir que los oficiales han de marchar siempre al frente, dando ejemplo de gallardía y lealtad, pues así han de ser inspirados los buenos hombres que son llamados a luchar.

-Capitán, sargento Cabal presente para iniciar la marcha.-

Nada más abandonar el cuadro se suceden los primeros envites, los mayas son muchos y aún con miedo en el cuerpo no dudan en acercarse a aquellos que mandan para tomarlos cual trofeos. Evidentemente “se van a comer una mierda del tamaño el ala del sombrero un picaor” pues siendo un cordobés el que apoya no queda demasiado margen para dejar que se tosa. Es así como el primer indio con redaños suficientes para acercarse a los mandos recibe el primer desmoche, igual que hay que ganarse el respeto de los propios debe ganarse el respeto de los eventuales.

-¡Avancen señores! ¡Hay que empujar a este rebaño hasta las puertas de Tabasco-

Durante la marcha del cuadro, algún indígena más tiene a bien acercarse a saludar. Eso son ganas de no volver a casa, pero uno debe ser voluntarioso a la hora de atenderlos. No ven que los que se le vienen encima son hombres curtidos que gustan más de aviar herejes que de rezar plegarias, parece que necesitarán tiempo para aprender de las buenas maneras. En fin, hasta tres infames más se interpusieron entre la punta de la toledana y la cazoleta, esto es, hasta tres pinchos mayas fueron despachados durante la marcha de Cabal.

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18/03/2008, 21:53
Martín Mínguez de Villadiego

Ahí estaba yo, tan satisfecho de haber mandado al infierno a un alma impía que no reparé en que salí del maizal antes de tiempo. Allí topé con un grupo de indios que me miraban con perplejidad... Al fondo veía nuestro cuadro de infantería que avanzaba con paso decidido entre nubes de pólvora y sonidos de cañonazos y arcabuces... Sonreí maléficamente. Al infierno con Loa... Es el momento de matar enemigos

Piqué espuelas a Satanás y me lancé, lanza en ristre, contra el primer impío indígena... Su carne cedió blandamente mientras lo atravesaba y su gesto entre asombrado y aterrado me resultó muy divertido... Tiré de la lanza mientras con mi mano izquierda tiraba de las riendas hacia el mismo lado, con objeto de que Satanás girase bruscamente... Justo a tiempo. Con un rápido giro de brazo apunté al segundo indígena, que ya se abalanzaba contra mí, cargué mi brazo y proyecté de nuevo la letal punta hacia adelante, viendo como entraba limpiamente por debajo de su clavícula derecha. El oscuro ser emplumado soltó su arma y saltó hacia atrás... Craso error. No solté mi lanza, por lo que cayó hacia atrás... Al darme cuenta de que sus compañeros se abalanzaban hacia mí por la grupa de mi fiel caballo, tiré de nuevo hacia atrás de mi lanza y piqué espuelas... El sonido de los huesos del personajillo emplumado bajo los cascos de Satanás me sonó a música celestial. Otro inmundo ser al infierno...

Apreté los dientes cuando, aferrando fuerte la rienda y dando un tirón brusco hacia mi derecha al tiempo Que clavaba la espuela de ese mismo lado, Satanás hizo un quiebro para encararse con los tres indios que venían por detrás. Apresté la lanza y me lancé hacia ellos de nuevo... Atravesé al primero de ellos por el vientre... En ese justo momento tiré fuertemente de las riendas de Satanás hacia la izquierda, haciendo que girase hacia ese mismo lado bruscamente... La inercia de ese movimiento me permitió despenachar mi querida lanza que, merced a un giro de antebrazo, golpeó con la contera la cara del indígena más cercano, que cayó al suelo gimiendo...Ya sois míos, malditos... Morid como los bastardos sin alma que sois...

Hinqué ambas espuelas nuevamente para que mi fiel jamelgo se encabritase. Tiré de las riendas para que se girase sobre sus dos patas, encarando de nuevo a los dos paganos que restaban... Dejé de tirar de las riendas para que Satanás cayera con sus patas delanteras sobre el pecho del indígena que cayó anteriormente... El notar el blando pisar de mi caballo sobre esos mórbidos montones de carne cuasi animal era reconfortante. Paré a mi noble bruto midiendo la trayectoria del último que se dirigía hacia mí... Lo miré... No cabía duda, era valiente, pero un valor inútil. Volví a cargar mi brazo y, cuando estuvo lo suficientemente cerca, proyecté de nuevo mi lanza hacia adelante, notando el familiar tacto dela carne atravesada. Volví a mirar al maldito indio... Me observaba fijamente, con gesto incrédulo. Desclavé mi lanza, viendo como quedaba de pie, mirándome con los inconfundibles ojos vidriados y desencajados que preceden a la llegada de la muerte...

En ese momento apareció Loa y los demás al borde del maizal. Golpeé al indígena muerto, que increíblemente se mantenía en pie aún, con el asta de la lanza para que cayera de una buena vez. Me dirigí a Guillén de Loa, acercándome al trote sostenido.

-"Señor... Es el momento de cargar y acabar con ellos".

- Tiradas (1)

Notas de juego

Indios escabechables... 5...¡Qué bien!:D

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18/03/2008, 22:32
Diego de Ordaz

Empujó con el cuerpo al indio para que cayera de una maldita vez, tras cercenarle un brazo con un golpe de montante. Los hombres marchaban a buen paso, mientras el enemigo huía a otro mucho mayor. Sin embargo, no habían tocado a degüello, y nadie rompió filas.

Cortés y los jinetes seguían alanceando indios como quien descubre una divertida entretención. Eso le hizo sonreir, y giró el rostro, mirando a los soldados.

-Ea, señores -les dijo- Empujémoslos hasta las mismas puertas del infierno.

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18/03/2008, 22:35
Director

Empujados por la infantería en su lento marchar y asustados por la caballería, que repartía la muerte y el desconcierto, los mayas retrocedieron en una desordenada huída.

Ante ellos, los muros de adobe y cal de Tabasco, tras los cuales se disparó metralla con no menos de 10 cañones, sembrando entre ellos una grandísima mortandad. Los soldados que allí estaban, tuvieron poco trabajo en la defensa del Real, pues el resto de indios huyó o se rindió, entregándose a aquellos extraños y temibles hombres barbados y cubiertos de acero.

La batalla de Centla había terminado, y miles de cadáveres se pudrirían en aquel lugar, bajo un asfixiante sol tropical.

Al término del día, los hombres charlaron en corros, y hubo reencuentros, entre ellos el de Francisca con su hermano, que estaba sano, entero y victorioso. No hizo falta que Bernal y Garcilaso hicieran uso de sus armas. Los muertos del enemigo más cercanos al real, por razones de pura higiene, fueron enterrados en una fosa común y espolvoreados con cal, con ayuda de los brazos de los 350 indios taínos y caribes que ejercían de esclavos y porteadores.

Dió la noche, y los hombres y mujeres comieron y bebieron con alegría, conscientes de su gran triunfo. Al amanecer, una silenciosa comitiva maya, encabezada por el cacique Tabascoob, ataviado con un impresionante penacho, bezote y adornos de lapislázuli y otra pedrería, pidió a don Hernando permiso para entrar al Real en son de paz. Tras ser desarmados, se les permitió entrar, y se presentaron ante la tienda del extremeño.

Altivo aún en la derrota, el rey maya ofreció presentes a los castellanos para firmar con ellos la paz y amistad, reconociendo su error por haber atacado a Grijalva el año anterior, y a los de Cortés ese mismo año. Ofreció a éste un cuenco con parte de su sangre, extraída con espinas de magüey, plumas de quetzal, jade, pedrería y algo de oro y plata, insuficiente para la codicia de los castellanos.

Sin embargo, entre los regalos había algo más que pavos, perrillos y plumas. Quince mujeres cabizbajas estaban sentadas entre los presentes. Formaban parte del regalo.

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18/03/2008, 22:48
Hernán Cortés

El adelantado había acogido con una sonrisa al cacique, aunque su aspecto era verdaderamente infernal. Sus presentes fueron los acostumbrados en los indios, y el oro fue rápidamente tasado y evaluado por Olmedilla, ya experto en distinguir toda suerte de impurezas en esos preciados metales.

-Decidle al cacique que quedamos muy pagados con su amistad y que esperamos que en adelante no estemos sino en paz, y podamos comerciar y tratar en cordialidad como hermanos -le dijo al padre Aguilar.

Esperó la traducción.

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18/03/2008, 22:51
Jerónimo de Aguilar

Transmitió fielmente lo dicho, palabra por palabra, en maya chontal. Conocía la fama de aquel cacique, y en cierta medida lo detestaba. Él era el causante de que hubiera tenido que convivir con los salvajes durante un año, y aprender su lengua para poder sobrevivir.

-El cacique dice que agradece vuestra benevolencia. También dice que el emperador, hace poco, envió una comitiva a sus tierras para hablar con él, y con los prisioneros que aún tenía. Esto os lo puedo certificar, pues yo estaba allí.

Cortés parecía contrariado, y preguntó de qué emperador se trataba.

-Dice que él sirve a un gran señor llamado Moctezuma, que vive en una ciudad llamada... Tenostitlán, o algo así, muchas millas al norte, y que es un gran y muy poderoso señor.

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18/03/2008, 22:56
Hernán Cortés

Reveladora información. Sin duda, la embajada que Grijalva recibió en San Juan de Ulúa era de ese mismo gran señor. Habría que investigar sobre ello. Se giró un momento a mirar a sus capitanes. Hoy todos lucían orgullosos, hasta los partidarios de Velázquez. Las órdenes estaban cumplidas, y quizá deseaban regresar a casa. Pero él tenía otros planes, y pronto se los haría saber.

-Agradecedle al cacique sus regalos, y decidle que nosotros somos súbditos de un gran señor llamado don Carlos, que ahora es también su rey.

Aguilar transmitió el mensaje, y tras mucha prosapia, la comitiva abandonó el campamento. Varios cadáveres seguían tirados en la campiña, y sin duda habían producido el efecto deseado: miedo y sumisión.

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18/03/2008, 23:00
Doña Marina

Aquellos eran los teules.

Alzó el rostro, mirándoles con más curiosidad que prudencia. Ellos habían vencido a los zafios mayas, sus captores. Unos decían que eran dioses, otros decían que tan sólo hombres. Ella creía lo segundo, pero conocía el poder que podía tener lo primero. Aquel al que llamaban Gonzalo Norte, un nacon en el reino de Tayasal, se había casado con la hija del [I]halach uinic, y había tenido hijos como el resto de los mortales.

Sin embargo, aquellos hombres le fascinaban. Sobretodo, cuando les vió arrodillarse frente a la imagen de una mujer con un niño en brazos, y rezar en un idioma diferente al que ellos mismos utilizaban. No parecían tan fieros, sino gente extraña e interesante.

Se cruzó con sus ojos azules, y le miró. Podía ver el deseo, y el interés, en aquella mirada peligrosa e inteligente. Era la clase de hombre que necesitaba para vengarse de aquellos, su gente, que la había vendido a los mayas como quien vende un pavo para ser comido por la noche. Había tenido que fingir su propia muerte, para no terminar sacrificada en los altares de Moctezuma, y la esclavitud fue el precio que debió pagar.

Quizá, pensó, este sea un nuevo comienzo.

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18/03/2008, 23:07
Hernán Cortés

Mujeres.

Las regalaban como si fueran cosas. Eso explicaba el papel que para ellos tenían, lo que quizá les asemejaba a los moros. Allí no había mucha belleza, sino rasgos cobrizos y distintos. Tan solo dos de ellas destacaban sobre la atonía de las demás, y una de ellas le miraba.

Aquellos ojos era inteligentes, seguros de si, penetrantes. Evitó mirarla mucho rato, pues el corazón se le aceleró, desbocado.

-Olmedilla -dijo- Proceda a tasar los regalos, y deshágase de esas piedras. Cámbielas por alimentos, que nos serán de mayor utilidad.

Echó a andar en dirección al padre Olmedo, que le miraba.

-Bautícelas, padre. No quiero que los nuestros cometan pecado al ayuntarse con una infiel.

Se giró a mirarla una vez más. Sin duda, era el mejor de los regalos de Centla.

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18/03/2008, 23:11
Padre Olmedo

Y en un momento, le trajeron agua para bendecir, y abrió su misal. Aguilar tradujo al chontal, y les dió unas nociones básicas sobre qué debían hacer durante el bautismo, y como debían contestar.

Aplicó el santoral y la imaginación, así que abundaron Marías y Juanas, dado lo intraducible de sus nombres. Sin embargo, una de ellas decía llamarse Malintzin, y le pareció apropiado bautizarla como marina.

Convertidas formalmente a la verdadera religión, dejó que los capitanes decidieran sobre ellas.

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18/03/2008, 23:13
Hernán Cortés

El reparto era siempre lo peor. Un encaje de bolillos, donde había que procurar labrarse sólidos favores, sobretodo con los enemigos. Poco oro había para repartirse, así que dió a cada capitán una de las indias como manceba, y dejó la elección de ella para el final.

Seguía mirándole, y él no le apartaba la vista.

-Doña Marina será entregada... -vaciló un instante, soterrando sus propios deseos bajo la conveniencia- Al capitán Alonso de Portocarrero.

No por mucho tiempo, decían sus ojos. Intuía que aquella mujer era algo más que unos ojos bonitos. Su mirada, al cabo, se cruzó con la de Alvarado.

-Pedro, manda llamar a Alaminos, y que prepare las naves. Nos vamos a San Juan de Ulúa.

- Tiradas (1)