Partida Rol por web

In Hoc Signo Vinces

La tierra de los riscos

Cargando editor
05/04/2008, 02:26
Director

La gran travesía, 1519

Cargando editor
05/04/2008, 02:28
Director

Cortés dejó en Veracruz una guarnición de 150 hombres, al mando de Juan Escalante. Entre ellos se contaban los más viejos, los enfermos y los marineros. También se quedaron allí la amyor parte de las mujeres castellanas que iban en la expedición. El resto emprendió el camino.

El grueso de la tropa lo componían 300 soldados españoles, formados en compañías de cincuenta que capitaneaban Alvarado, Olid, Ordaz, Ávila y el joven Sandoval. Llevaba la bandera el alférez Fernando de la Vega. Contaban con cuarenta ballestas, veinte arcabuces y unos quince caballos. Las cantidades habían aumentado desde la salida de Cuba, al llegar más hombres y pertrechos en algunas naves retrasadas. Las cureñas de los falconetes y culebrinas fueron preparadas para la marcha por el carpintero Diego Hernández. Sus ruedas tuvieron el honor de ser las primeras en rodar por el continente americano. Evidentemente, esos carros se movían por tracción humana, pues los caballos eran demasiado valiosos para agotarlos en tal menester. Para eso sobraban brazos de indios.

A los ciento cincuenta indígenas cubanos y naborias (sirvientes indias) que marchaban con la expedición había que sumar ochoacientos guerreros totonacas de Cempoallan, a las órdenes del cacique Mamexi. Por cada dos soldados, los totonacas pusieron al servicio de los españoles un tamane o porteador con su petlakalli, la caja de mimbre y madera donde cargaban más de treinta kilos. Varios pochtecas mexicas, medio comerciantes, medio embajadores, acompañaban al grupo y vigilaban cada movimiento, Dificilmente se habría dado un paso sin que Moctezuma se enterase.

El ocho de agosto emprendieron la marcha. Desde Veracruz a Tenochtitlán ahay una distancia de cuatrocientos kilómetros a vuelo de pájaro. Las distintas poblaciones del camino no dudaron en suministrar a los castellanos tortitas y harina de maíz, tal y como hacían con los ejércitos aztecas en marcha. No había fortificaciones que les cerraran el paso.

Los caminos no eran máas que senderos sinuosos, hechos para el paso de hombres a pie en fila india. Como era verano, llovía casi todas las tardes, empeorando la marcha el lodo y los ríos crecidos. Los castellanos hicieron trabajar duro a los indios, apartando piedras y cortando raíces, sudando bajo las cuerdas que tiraban de los cañones de bronce. Corredores de campo y batidores a caballo hacían de avanzada. Para marcar el camino de aquella interminable comitiva iban guías totonacas, que nunca estaban de acuerdo con los embajadores mexicas sobre la ruta a seguir. Todos se quedaban admirados cuando Cortés consultaba su brújula, donde pensaban que leía el futuro.

Primero atravesaron las húmedas y calurosas atierras del país de los totonacas, entre maizales y densos bosques, donde las hachas y las palancas tuvieron que trabajar de firme para abrir paso a los cañones. Al llegar a Jalapa el terreno y el clima cambiaron. Había que subir hasta los mil ochocientos metros de altitud, cruzando una región templada.

Cargando editor
05/04/2008, 02:35
Hernán Cortés

El capitán general iba delante, montando en su famosa "mula", su yegua torda. Le acompañaban Alvarado y algunos jinetes. Por detrás, los pochtecas méxicas caminando a su ritmo. Se les notaba hechos al camino. Cortés escrutó el horizonte, y tras consultar su brújula se giró a Alvarado, que también miraba con recelo a los nevados picos de las montañas.

-Habrá que conseguir mantas para los hombres. No quiero que se hielen en los puertos, como casi ocurrió en Jalapa.

La columna de soldados e indios porteadores era impresionante. Una larguísima fila humana que se movía paso a paso por el paisaje. Alvarado transmitió la órden.

Cargando editor
05/04/2008, 02:38
Gonzalo de Sandoval

El capitán refrenó su montura a la altura del sargento. Desde la improvisada "boda" entre Alvarado y doña Iztiar (como fue rebautizada), se había librado de un gran peso. Volvía, de nuevo, a ser un simple y sufrido sargento de infantería. Hasta él llegó el olor a cuero, metal y sudor del capitán.

-Sargento, tome a un grupo de hombres cuando acampemos, y diríjase a una población cercana. Trate de hacer acopio de mantas y abrigos. Nos serán necesarios.

Cargando editor
05/04/2008, 02:43
Director

Las mujeres marchaban casi al final de la columna, entre los españoles y el grueso de los guerreros totonacas. Doña Francisca, montada en su jumento, se sentía cansada. Hacía semanas que marchaban sin descanso por aquellas tierras, y había tenido que atender muchos pies doloridos y con ampollas desde los pasos de Jalapa.

A su lado iba, animosa, Ameyal, contenta por aproximarse cada día más al lugar donde nació. Regresaba, aunque acompañada por aquellos extraños hombres, de aún más extrañas intenciones. Poco más alante, sobre unas parihuelas y como si de una reina se tratase, Itzi Quetzallitzin se abanicaba debido al calor, mientras fornidos porteadores la transportaban. Era una de las ventajas de ser pareja de quien era. Pero, en contrapartida, doña Marina caminaba como todos, infatigable.

Los cañones iban detrás, transportados por los indios, que tiraban de ellos con saña. Con ellos iba Armando Manzanero, procurando que las piezas no se atascaran en el camino, y que el ritmo del avance fuera regular.

Notas de juego

Podéis narrar vuestros pensamientos o lo que os apetezca.

Cargando editor
05/04/2008, 12:39
Juan Miguel de Quart


Ufff...este Cortés no sé si es un loco, un genio, a peor aún: ambos. Soy hombre tranquilo y esta travesía Dios sabe adónde y a saber cuales peligros,...Bueno, si d. Pedro de Alvarado tiene una confianza ciega en él,...tendré que darle el beneficio de la duda.

Los apisajes se sucedían sin alegría: cuando no hacía un calor asfixiante, llovía a cántaros o tocaba subie a unas alturas más cercanas al cielo que a la tierra...me preocupo porque mi ballesta funcione como la seda por si se diera el caso: la engraso, la limpio, le canto por las noches,...
La tropa está disciplinada, pero espero que cuando lleguemos a donde sea haya csas de valor, porque si no aquí rodadá alguna que otra cabeza.
Me acerqué al sargento y le comneté:
-Señor, el soldado de Quart se ofrece voluntario.

Cargando editor
05/04/2008, 15:52
Fernán-Nuñez "El Cartagenero"

La marcha por el Nuevo Mundo me dejaba boquiabierto, no sabía que clase de seres nos podían esperar en las heladas montañas, me imaginaba al Nuevo Mundo como un lugar alejado de la mano de Dios y creía este lleno de monstruos, como los que hay dibujados en las cartas de navegación.

Si encuentro un gigante lo mataré con mi montate y me haré dueño de sus tierras y sus riquezas

Veía al bueno de Quart ofreciéndose voluntario para ir a una poblacion a por mantas, pensé que se podría encontrar a uno de esos gigantes y hacer lo que yo tenía en mente, no podía dejar que amasase tanta fortuna. La marcha me había enajenado el cerebro.

"¿Pretendes ir solo, Quart?, no puedo permitirlo, si le place le acompañaré en tal ardúa tarea."

Cargando editor
05/04/2008, 21:10
Juan Miguel de Quart

-A mí no me importa, de todas maneras será el sargento quien decida los que irán.

Muy aburridas tenían que estar las cosas para que algo tan simple como una visita a una aldea levantase tanta espectación en unos hombres como nosotros.

Cargando editor
05/04/2008, 22:42
Diego Sánchez Mendoza

Calor y humedad, eso abundaba en este Nuevo Mundo. Diego marchaba con la columna de Cortés camino a Tenochtitlán aunque aún no había podido digerir los hechos pasados. En apenas dos días había pasado de estar de parte del gobernador de Cuba, a formar parte de una expedición para conquistar México.

Este Cortés coseguirá que nos mnaten a todos, pensaba, aunque he de admitir que buen orador si que es, su discurso, ha sido casí perfecto, un inicio en voz pausada para ganarse la atención del respetable, con un paulatino aumento del tono prometiendo riquezas y parabienes, y al final un golpe de efecto con la quema de las naves. Si hasta yo he comenzado a gritar que estaba con él.

Mientras pensaba esto, escuchaba como se estaba organizando una partida para ir a buscar mantas en las aldeas cercanas y como algunos hombres se presentaban voluntarios.

Estos honrados soldados, siempre pensando en saquear, pues no seré yo el que se presnte voluntario...

Cargando editor
06/04/2008, 01:07
Rouger Carandell

Al oir como sus compañeros se presentaban voluntarios para ir a por mantas, Rouger, decidió presentarse voluntario también. Comprobó que el arcabuz estaba bien protegid contra la lluvia y se acercó al grupo
-Señor yo también me presento voluntario
Era lo menos monotono que hacer en el tedio del viaje

Cargando editor
06/04/2008, 15:28
Martín Mínguez de Villadiego

No me gusta nada ésto... Cortés, o es un visionario, o un loco. No obstante sigue siendo mi superior, y no dejo de ser un soldado... Maldita sea mi estampa... No me gustaba nada el plan de atacar esa cuidad extraña... ¿Tenostlán?¿Tinostotlán?¿Tanitostlán? Sea como fuere, Cortés parecía muy seguro de la victoria y del buen resultado de la misión, y no parecía asustado de la superioridad humana de los indígenas. Mal asunto el subestimar al enemigo, muy malo.

- "O ha tenido una revelación, o va a ser necesario que tenga una suerte de cojón de pato"

Mascullé al oído de mi fiel Satanas al tiempo que miraba al sargento Loa. No tardaría en haber batalla... Y no estaba muy seguro de su resultado, nada seguro. Levanté la voz dirigiéndome a mi superior:

- "Sargento...¿Que pensáis vos de todo ésto? Porque... No lo veo nada claro. Habremos de andarnos con cuidado...¿No creéis?"

Apreté los dedos en torno a mi lanza hasta que se me blanquearon los nudillos y me aseguré de que mi espada saliese con facilidad de su vaina. No me gustaba nada, pero nada.

Agucé mis sentidos, no me haría gracia caer en una emboscada con tanto cuasisimio como nos rodeaba. Una pequeña columna en un territorio hostil...¡Menuda idea!

Cargando editor
06/04/2008, 15:52
Guillén de Loa

El sargento se ladeó en el caballo, sonriendo de medio lado. Las inquietudes del jinete eran las mismas que él había tenido.

-No temáis, don Martín. Creo que lo que quiere Cortés es tantear a los indios, y os apuesto lo que sea a que ya conoce muy bien su forma de pensar... Tiene ayuda. De todos modos, estamos "invitados" por ese emperador para ir a su capital como embajadores. Precisamente por ser una pequeña expedición, ese rey puede pensar que efectivamente somos una embajada que viene de allende de los mares. Entretanto... mejor andar alerta.

Cargando editor
06/04/2008, 15:59
Martín Mínguez de Villadiego

Asentí ante las palabras de mi sargento, aunque mi cabeza me decía cosas muy diferentes... Muy ingenuos van a tener que resultar esos indios para tragarse que un pequeño ejercito de hombres armados hasta los dientes es el séquito de escolta de un embajador... Y es seguro que alguna noticia de nuestras andanzas previas le ha debido llegar...¿Que somos embajadores pacíficos?¡Y un cuerno!

-"Bien sabe, señor, que podéis contar conmigo. Y que haré lo posible por estar a la altura, pues soy fiel soldado del Imperio. Pero... Dios nos asista".

Permanecí atento a mi entorno... Tras toda esa vegetación podía acechar el peligro.

Cargando editor
06/04/2008, 16:08
Director

El jinete escruta el horizonte, el busca de señales hostiles. No hay nada en el camino que le induzca a temer una emboscada, salvo bosque de zona templada y llanuras floridas.

- Tiradas (1)
Cargando editor
06/04/2008, 17:26
Francisca Díaz de la Vega

A Dios gracias todo parecía estar resultando bien, el peligro para su hermano, en teoría, había pasado. El temor que sintió cuando le supo apresado quedó atrás y ahora él, tras jurar lealtad a Cortés, marchaba portando la bandera.

¿Se había convertido Fernando en un traidor? No, lo que él hizo fue optar entre la vida y la muerte, y eligió vivir. ¿Por cuánto más? La respuesta a eso era tan incierta como incierto es el destino. Esperaba Francisca que fuera por mucho, sin embargo, imposible era no preguntarse: ¿Cuánto serían capaces de soportar un puñado de hombres en una tierra que no es la propia, enfrentándose a un clima agreste y a peligros desconocidos?

Francisca se sentía cansada, las jornadas eran duras y extensas, el tiempo que se destinaba para el descanso debía ocuparlo examinando pies y evitando que las heridas de algunos se transformaran en llagas, pero no era sólo eso, los días de lluvias interminable, el frío, etc., habían mellado también la salud de algunos, incluso la de ella. El quehacer era mucho, demasiado sentía a veces y, por lo mismo, no era extraño verla dormitar sobre la montura de su jumento.

Abrió los ojos, otra vez el cansancio le había podido más y se le habían cerrado, sabe Dios por cuánto. En contraste, Ameyal tenía los suyos bien abiertos y no veíase en ella muestra alguna de cansancio.

-¿Te molestaría contarme algo de tu tierra? -preguntó mirándola.

Cargando editor
07/04/2008, 03:58
Ameyal Tonatzin

Habían marchado ya, primero en el calor y luego bajo el frío, en condiciones que si bien no les eran a los indios extrañas, si a los españoles pero Ameyal se sentía animosa, quizás era una buena idea volver a su tierra o quizás sólo sería para peor pero lo cierto era que a ella la mantenía animosa. La mujer con la que viajaba parecía tener sus propias preocupaciones y quizás no era para menos, a lo largo de todo el camino había atendido a muchos enfermos, sobre todo de los pies.

-No, señora. No es ninguna molestia...-dije y la miré a los ojos, me inspiraba confianza.-Mi pueblo es justamente ese al que vamos, es un pueblo opulento, rico en más de un sentido, con una prosperidad que sorprende a propios y extraños pero que es algo natural en nosotros, somos comerciantes, pochtecas por naturaleza y nos hemos hecho de nuestras riquezas de ese modo...

Continué hablándole de todo un poco y también de lo viles que podían llegar a ser los indios con tal de obtener algo que no era de ellos, pero no hablé de lo ocurrido a mí y a mi padre pues la primera vez que se lo había contado a un pálido, lo había tomado como cualquier cosa; no le había importado, a ella tampoco le importaría.

Cargando editor
07/04/2008, 22:58
Garcilaso Martín

Garcilaso caminaba con porte erguida, como un soldado, con el sol brillando en su rostro y sabiendo que nunca nada iba a ser lo mismo, que estaba en algo importante.

Nunca había hablado con Cortés, pero habia conseguido que Garcilaso le contemplase como un figura heroica que les llevaria a la victoria o a una muerte gloriosa. Y ambas cosas desembocaban en la leyenda. Las veces que se habia dirigido a las tropas hablaba de gloria, de riqueza, de aventura... Todo aquello que la sangre de Garcilaso ansiaba con todas sus fuerzas.

En cualquier momento de descanso, Garcilaso buscó al indio que había capturado. Mediante señas, le indica que se llama Garcilaso, y le trae algo decente para comer (si hace falta lo prueba antes para que no desconfie). Aquel indio tiene su misma edad, y aunque no es suficiente como para rechazar todo lo que Cortés promete, le da algo de reparo por ver como esta terminando aquel salvaje.

Garcilaso sabe que aun puede salvar el alma de aquel indio, si consigue hacerle ver que solo hay un Dios Verdadero, acepta un nombre cristiano y acepta la cruz. Al fin y al cabo es un guerrero, y si consigue atraerle a su causa, mejor es un guerrero que un porteador.

Cargando editor
08/04/2008, 13:17
Carlos Cabal

El calor nunca fue problema para un cordobés natural del torero barrio de Santa María. Por su tierra natal el lorenzo acostumbraba de pega desde buena hora de la mañana. Y es que lo hacía con tanta fuerza y sequedad que uno podía llegar a sentirse cómodo al topar con nuevos calores más húmedos y llevaderos. Parecía, no obstante, que no todos los soldados y oficiales sentían tal afinidad. El sudor y el olor a patria cristiandad eran signo presente de incordio entre la tropa que marchaba.

Como ordene, mi capitán. –dice el sargento tras recibir las nuevas directivas de Sandoval-

Dicho esto, ve como varios hombres se aproximan dando a entender su disposición. Buenos soldados sin duda. Mas cada compañía posee sus oficiales y mal estaría el tirar de tropa ajena ignorando la propia. Por ello y no por desconsideración tuvo a bien el sargento plantarles las siguientes palabras.

Señores. -dice Cabal con tono sobrio- La expedición está distribuida en escuadras. Procuren ustedes estar cerca de sus propios oficiales. Para con ellos es con quien tienen que ser voluntariosos.

El joven Cabal muestra una sonrisa socarrona al ver la predisposición de los soldados para con él. Incluso ballesteros y arcabuceros que tan solo han servido en puntuales circunstancias bajo su mando tienen a bien ofrecerse prestos como voluntarios. El gusto de los hombres por el buen mando empieza a ser una constante. Ciertamente, todos queremos ser bien mandados cuando llegan las horas duras.

¡Cabo Moscoso!

Poco después de alzar la voz, llega de entre los soldados uno de los cabos de escuadra asignados a la compañía de Cabal. Napolitano de nacimiento y poseedor de buena moral. Oficial comedido y prudente que ronda la treintena. Ha demostrado durante la expedición ser adecuado a la hora de mediar con extranjeros. Pues temple y mesura son constantes en él que le llevan a buen puerto.

Al acampar, coja a sus hombres y haga traer cuantas mantas y abrigos pueda desde las poblaciones cercana. Llevarán una traductora consigo. Tenga dispuestos a los hombres.

Tras ver marchar al italiano para mediar con los soldados, la mirada de Cabal empieza a escudriñar entre los hombres. Anda buscando a alguien en concreto y parece encontrarlo al reparar en la presencia del joven Garcilaso. Una vez lo ha encontrado con la mirada le dirige palabras directas en tono medianamente elevado.

Señor Martín, venga a mi vera. –las palabras del oficial resuenan para el muchacho con la misma dignidad que lo harían para con un soldado veterano- Vaya usted donde las mujeres y prevenga a doña Ameyal. Dígale que el sargento Cabal la requiere para labores de traducción una vez hayamos acampado. Vaya entonces.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Tirada de Liderazgo: Para mejor cumplimiento de las ordenes dadas a voluntarios, cabo y mochileros.

Tirada de Diplomacia: Para que los soldados voluntarios se tomen a bien las palabras del sargento Cabal.

Cargando editor
08/04/2008, 14:04
Francisca Díaz de la Vega

La escuchó, atenta. Sorprendía un poco a Francisca lo que Ameyal contaba, después de todo ese lugar ni era tierra de nadie ni estaba habitado por salvajes como tanto había oído decir, muy por el contrario. Sus costumbres eran diferentes a las suyas, es cierto, realizaban sacrificios humanos, aquello le parecía en cierto modo aberrante y creían en muchos Dioses, no en uno, como ella, pero había algo en lo que definitivamente una cultura de otra no se diferenciaba: la vileza de los hombres.

-La maldad no distingue idiomas ni cleros simplemente porque es algo intrínseco de los hombres
-sonrió-, pero así como los hay viles también hay los que no, seguramente habrás de conocer y conocerás a más de uno.

Cargando editor
09/04/2008, 15:35
Carlos Cabal

Notas de juego

Martín, me refería a Garcilaso.

Al pequeño. Al chaval. Al mochilero.

A ti no te he llamado, tú eres jinete.

Disculpa si no lo dejé claro.