Partida Rol por web

Madison capital del estado de Wisconsin, 09:00 AM.

Todos esperáis nerviosos un autobús que os saque de la ciudad, cuanto más hacía el norte mejor, simplemente queréis desaparecer durante un tiempo. Algunos de vosotros incluso soñáis en rehacer vuestra vida, en otro lugar, lejos de los problemas...

En la parada os encontráis apenas media docena de personas. Sin tiempo ni ganas para cruzar palabra, los que esteis atentos echáis un vistazo rápido al resto de los que aguardan. A simple vista sois un grupo de hombres y mujeres, y un chaval que apenas llegará a los 12 años.    

Sobre las 09:15 aparece vuestro transporte. Un autobús de una línea nacional, conocida por sus ajustados precios. El vehículo no es nada del otro mundo, parece tener ya sus años. Entregáis vuestro billete al conductor que lo revisa con desgana. Sólo se detiene a echar un vistazo al chavalín, para finalmente dejarle subir sin poner pegas.

Una vez dentro os dais cuenta que igual que la parte de fuera, la de dentro no es gran cosa. Lo notáis especialmente al sentaros en los poco mullidos asientos, que para más irritación, no se pueden reclinar. Tampoco es que esperarais grandes lujos por ese precio, pero eran muchas horas de viaje y se os iba a quedar el "culo carpeta". Una vez estáis todos sentados el conductor no tarda en arrancar.  

Inmersos en vuestros pensamientos, viajáis a bordo de un autobús que cruza toda la parte norte del medio oeste. Pasan las primeras horas de la mañana cuando os dais cuenta de que ya habéis salido de la interestatal. Comenzáis a atravesar las numerosas comunidades rurales que salpican la región, densamente cubierta por bosques.

Sobre la 13:30 el hambre empieza a apretar. El conductor entonces decide hacer una breve parada para repostar. La mayoría de vosotros, que habéis traído comida para el viaje comenzáis a desenvolver el emparedado o a abrir el tupper con ensalada, cada cual a lo suyo. El conductor avisa para que vayáis al baño y comáis algo...     

Apoyada en la marquesina de la parada del autobús y con los cascos del mp3 puestos la chica de pelo blanco mira de vez en cuando sobresaltada hacia atrás, como si esperara que en algún momento alguien se le echara encima. Parece cansada pero aliviada, como si alguna dura travesía estuviera llegando a su fin o salvándola de algo malo.

Cuando llega el autobús saca su billete del bolsillo y espera a que el resto de pasajeros vaya subiendo, solo seguida del adolescente al que el conductor retiene, probablemente extrañado de que viaje solo. Gira la cabeza una última vez antes de subir al transporte y se fija en que algún pájaro se ha cagado en el hombro derecho...¿de verdad?..susurra para sí misma. Mientras saca un pañuelo de papel del bolsillo para limpiarse busca un asiento libre hacia el final y en el que no vaya a tener que hablar con nadie.

Sentada con la cabeza apoyada en el cristal y los cascos puestos pasa todo el trayecto con la mirada perdida en el paisaje pero sin reaccionar, como si no se fijara en lo que ve y estuviera perdida en sus ensoñaciones. Con un gesto repentino se lleva la mano derecha al brazo izquierdo, cualquiera diría que le ha picado un bicho pero ella siente el dolor fantasma de las agujas.

Cuando paran para repostar despierta de su ensimismamiento y baja camino del baño, sin acercarse a nadie, sin intentar establecer contacto con nadie. Vuelve en silencio y se acerca al vallado que rodea la gasolinera; rebusca en su mochila un sandwinch de máquina y una botella de agua mineral y empieza a comer de pie....ahora es consciente de la incomodidad de los asientos del autobús pero poco puede hacer, le queda mucho trayecto y poco dinero.

Siete, ocho, nueve, diez y... diez. Diez putos dólares. - Genial. - Contaba las monedas que le quedaban tras comprar el ticket, sentado en un pequeño muro al lado de la marquesina, con una notable desgana.

Apenas llevaba unos minutos esperando al autobus, pero Kenneth no se había fijado en nadie, su mente solo estaba en subirse a ese autobús y llegar lo más lejos posible.

Hace un tiempo su vida estaba llena de sueños e ilusiones, siempre había querido estudiar medicina y lo estaba consiguiendo, pero no recuerda muy bien en qué punto exacto, ese camino hacía la vida perfecta, se truncó. 

Tras un rato de divagaciones mientras jugueteaba con el ticket entre sus dedos, el traqueteo del autobús y algunos pasos cercanos consiguen que el aspirante a médico levante su mirada del suelo, tome aire y coja fuerzas para levantarse.

Allá vamos...

Una vez dentro de aquel destartalado autobús, echó un vistazo a algunos pasajeros, sin mucho interés. Se sentó en uno de los últimos asientos, sin llegar a los del fondo, ya que le recordaban a su época de instituto, donde se sentaban "los mejores estudiantes".

Aprovechó el largo trayecto para intentar dormir un rato, aunque aquellos corroídos asientos no invitaban al sueño. 

En la primera parada, no puede evitar fijarse en una joven de cabello casi platino. Parece tímida. Kenneth siguió sus pasos y, tal como hizo ella, también bajó, necesitaba estirar las piernas un poco. Tras una fugaz visita a los servicios y echar un vistazo a las máquinas de comida, decidió no gastar dinero, simplemente observó un poco el lugar.

En el camino de vuelta hacia el autobús, vuelve a ver a la joven, esta vez apoyada en una valla mientras comía.

En un primer momento, Kenneth pensaba volver a su incómodo asiento y esperar que el viaje pasara rápido, pero no le pareció mala idea quedarse fuera un rato, ese aire fresco le estaba sentando genial. Acercándose a la valla, se apoyó a unos cinco metros de donde estaba la joven, haciéndole un pequeño gesto de saludo cuando cruzaron miradas.

Sin hacer ningún gesto y en silencio, sacó de su mochila un par de manzanas envueltas en unas servilletas y empezó a comer, mirando lo que hacían el resto de los pasajeros y sin perder de vista a aquella curiosa chica.

Parecía que, durante la mañana, mientras mas avanzaba aquel autobús, mas se alejaban sus problemas. El joven se sentía mejor que cuando se despertó y parecía ver algo de luz al final del túnel, aunque quizás solo fuera una ilusión momentánea.

La espera se había hecho eterna, no obstante aquella mañana Christie se había levantado minutos antes de que sonara la alarma del teléfono móvil, momentos antes del amanecer como casi siempre; era una rutina, SU rutina: una rutina de la que le había costado desprenderse desde que sirviera para el ejército. La noche hubiera podido ser peor, al menos esta vez no le despertaron las pesadillas.

Pocos viajeros aguardaban a su lado, cada uno concentrado en sus propias cosas o al menos eso parecía. Ninguno de ellos le despertaba mayor interés, si bien el chaval más joven le hace recordar con dolor aquello que dejaba atrás. Esperó su turno para acceder al autobús y subió las escaleras asiéndose a la baranda para facilitarle el ascenso a su maltrecha pierna. Acto seguido entregó el billete al conductor cuya cara del todo corriente quería sonarle de algo; le solía pasar a menudo.

Una ligera bolsa de mano es su único equipaje: ya llevaba demasiado lastre en sus pensamientos. Tomó asiento de ventanilla y dejó la bolsa a su lado, ocupando el otro asiento como quien coloca un cartel luminoso de "No molestar". Sólo necesitaba que ese trasto arrancara y que la carretera le abstrajera de la realidad, no podía permitirse pensar en el pasado porque las dudas podrían hacerle bajar del vehículo para tratar de recuperar una vida que ya no tenía, que ya no era la suya.

El ruido del motor y la vibración de las ruedas sobre el aslfato le acompañaron durante todo el camino hasta que, sin darse cuenta, había pasado el mediodía y el conductor decidió parar en una estación de servicio. Era un buen momento para tomar un poco el aire; tanto tiempo sentada hacía que la pierna le doliera horrores por lo que antes de levantarse se dedicó a masajearla discretamente, tratando de no llamar mucho la atención del resto de viajeros.

Sin soltar su bolsa bajó con la intención de dar con alguna máquina expendedora de sándwiches o, en su defecto, con una de refrescos.

La mente inquieta de Ros se había pasado la etapa matinal del viaje cavilando. Con cierto disimulo pero no había podido evitar fijarse en los pocos viajeros que la acompañaban. ¿Irán también a Ebernburg? ¿Cómo serían sus vidas? Siempre se preguntaba eso cuando estaba con gente desconocida sin hablar. Quién más curiosidad despertaba en ella era el muchacho. ¿Qué gente deja a su hijo hacer un viaje así solo? No había visto a nadie acompañar al chaval en la salida del bus. ¿Le esperará alguien en la llegada? Espero que sí.

Durante el trayecto mantuvo la cámara de video en su mano. Apagada para no gastar batería, pero lista por si sucedía algo extraño. Nunca se sabe cuándo va a ocurrir un fenómeno paranormal y no se perdonaría perder la ocasión de grabarlo. Además el paisaje invitaba a ello. Árboles, árboles, algún riachuelo, y más y más árboles. Estos paisajes la evocaban las historias sobre el Sasquatch, brujas y otros seres que deseaba con toda su alma encontrar alguna vez.

Su mirada se dirigió a la carretera que se acercaba al paso del destartalado autobús. Las referencias que había recibido de ese perdido pueblo eran bastante vagas pero no había que perder ocasión de verificar si lo que se decía en los foros sobre ese pueblo era cierto. Por lo que tenía entendido todavía no había llamado la atención de ningún “pro” de la parapsicología así que se trataba de un territorio virgen.

Cerca de una gasolinera el vehículo comenzó a bajar la velocidad y cuando se detuvo el chofer les sugirió que comiesen algo. Ros aprovechó para ir al baño y probar el sándwich de mermelada de fresa y manteca de cacahuete. Quizás no era lo más sano del mundo pero con un sándwich así tenía energía para muchas horas. Había vivido varios meses a base de eso y pizza en su época de estudiante.

Se fijó en el niño y se preocupó de no verle comer nada. Se acercó a él y le ofreció parte de su almuerzo:

Hola, ¿quieres medio? – dijo con una sonrisa.

El camino hasta el autobús estuvo repleto de miradas a su espalda esperando encontrarse a cualquiera de los chicos del jefe saltado sobre él y rebanándole el gaznate. Nada de eso ocurrió. Llegó a la parada y se encontró con un pequeño grupo de personas a las que saludó con un gesto de la cabeza sin perderles de vista las manos. Cuando pasó un rato y vio que nadie intentaba matarle se relajó.

Montó en aquella cafetera y mostró su billete al conductor -¿Que hay de nuevo jefe?- preguntó sin recibir respuesta y siguió su camino. Se sentó cerca de la chica y de su compañera de viaje, la bolsa, aunque lo suficientemente lejos como para que no intentase nada raro. Sus ojos le avisaban de que había visto cosas horribles.

Sacó una baraja nueva del bolsillo, de las que usaban en Las Vegas y empezó a barajarla distraídamente. Sacó el as de picas y comenzó a hacerlo girar entre sus dedos indice y pulgar mientras pensaba en la suerte que había tenido al salvar el culo en el último momento, tras la última carrera el jefe estaba realmente enfadado.

-¿Quien podía imaginar que "Ganador" no ganaría la carrera?- pensaba mientras el naipe giraba y giraba en su mano.

Hicieron una parada técnica que aprovechó para bajar del autobús, mear detrás de la gasolinera y volver para comerse unas tiras de carne seca que había guardado. Le encantaba aquella porquería. Cuando se la acabó se metió un palillo en la boca y esperó en su asiento con los pies en alto que el vehículo retomase la marcha.

Bobby bullía internamente fruto de la emoción, era una reacción natural en él cada vez que hacía algo. Con la emoción venía la adrenalina y el resto era una reacción explosiva... Carreras, competiciones y títulos, y no necesariamente en aquel orden. En aquel momento no esperaba que las cosas fuesen diferente.

¡Coño se estaba fugando y mandando todo a tomar por culo! Las broncas, los exámenes, los marrones... 

Sus planes estaban trazados mentalmente y los estaba repasando mientras permanecía de pie moviéndose con cierta inquietud de un lado a otro. Sacó el móvil de su bolsillo y le echó un ojo: sin novedad. Nadie le echaría de menos todavía, demasiado pronto, para cuando se diesen cuenta, ya estaría a tomar por el culo. Fue el autobús el que atrajo su mirada provocando que volviese a guardarse el móvil en el bolsillo.

-Era... una mierda, lo peor. Sabía que era el más barato de los billetes, pero no se esperaba que fuese algo como lo peor del barrio. Sin embargo aquello no importaba, le llevaría a su destino y a partir de ahí empezaría el resto de su vida. ¡Quién sabe! Puede que incluso a partir de ahí iría todo de puta madre y en algún entrenamiento un ojeador le ficharía. No sería la primera vez que captan a alguien del circuito streetstyle. -Aquellos pensamientos le relajaron cuando entró en el autobús. -La verdad es que al conductor le había llevado un rato dejarle entrar, afortunadamente no le dio importancia y no puso pegas- Seguía a alguien pero la verdad es que no se fijó demasiado salvo que era otro tío. Miró en derredor y en cuanto vio un par de asientos vacíos los tomó. No había demasiada gente y confiaba en que eso le permitiría tener su propio espacio vital, el ideal para echarse una cabezada. Afortunadamente así fue, de no haber sido así se habría incorporado y habría buscado otro sitio. Pintaba a viaje largo y un sueño era la mejor forma de acortarlo así que se caló la capucha y se recostó contra el cristal. Vibraba un huevo sin embargo confiaba en que la capucha de la sudadera fuese suficiente para amortiguar las vibraciones. No fue así, parecía que de un momento a otro iba a estallar.

Las horas pasaron, no estaba seguro de si habían sido horas o minutos pero en aquella tartana todo se antojaba eterno, así que en cuanto el conductor paró a un lado de la carretera se tomó aquello como una señal. Se incorporó raudo y fue derecho a los baños. 

Al bajar del autobús, cada uno de vosotros aprovecha para cubrir sus necesidades fisiológicas, ya sea ir al servicio y/o llenar el estómago. 

La zona en la que se encuentra este enclave parece ser de los pocos lugares que no están rodeados de denso bosque. A lo lejos parece haber algunas plantaciones, que por la temporada del año parecen estar sin sembrar. Un fresco viento del norte, mueve los amodorrados cúmulos. Calculáis que os encontráis a menos de 300 millas de la frontera con Canadá.

Si os fijáis el conductor, mientras se toma todo el tiempo del mundo para comer, se queda charlando un largo rato con el trabajador de la gasolinera. El descanso es de agradecer y algunos hasta dais un paseo para estirar las piernas y respirar aire fresco, lejos del bullicio de la ciudad.

Con el sonido de una campanilla se acaba vuestro tiempo de esparcimiento. Se trata de una pequeña campana dorada que cuelga del dintel de la puerta de la tienda. El conductor sale mientras oye como se despide del operario. - ¡Hasta luego Freddy! Dile a tu mujer que me ha encantado la tarta de manzana.  oís por primera vez al chofer.

- !Bernie, acu-cuérdate que me-me debes una cena! ¡los Tejones ga-ganaron 30 a 17! se oye tartamudear desde el fondo de la tienda a una silueta que apenas se aprecia tras los sucios cristales.

El conductor haciéndose el loco, se pone su gorra y apaga contra el suelo un pitillo que lleva a medias. Hecha un vistazo para asegurarse que ninguno de vosotros anda demasiado lejos para luego gritar - ¡Todos al autobús, arrancamos en menos de 5 minutos!  El hombre empieza a trastear en su guantera buscando algo...

Mientras, los más rezagados, vais regresando a vuestros asientos. El autobús está prácticamente vacío, nadie se ha subido o bajado por ahora durante el trayecto que lleváis. Parece que todos os dirigís hacia el norte. Hay tantos asientos libres que si queréis no tenéis ni que cruzar palabra entre vosotros, simplemente poniéndoos uno en cada punta, si os diera la gana.

Un sándwich de atún y una cola light fue lo mejor que pudo encontrar Christie, pero menos era nada. Comió como ausente, como si estuviera sola, al menos hasta que el conductor mandó a todos volver al autobús para reanudar el viaje.  Apuró el último trago de refresco y lanzó la lata a un contenedor cercano.

La pierna había dejado de molestarle pero aún así se quejó cuando tuvo que volver a superar las escaleras del vehículo. Enfiló el pasillo y buscó de forma automática el mismo asiento que ya había ocupado durante la primera parte de la ruta que cada vez más la alejaba de su pasado. Una parte de ella deseaba no volver a tener que ver aquella gasolinera perdida de la mano de Dios nunca más.

Para cuando salió del baño se sintió totalmente aliviado y relajado. Aquel estado se le contagió hasta las comisuras de sus labios tornándolos en una sonrisa de orgullo. Una sonrisa tonta que tal vez manifestaba el éxito de sus planes o simplemente haber conseguido aliviar su vejiga.

No tardó en cruzarse con una señora que reconoció del autobús. Ésta parecía ser un poco extraña, como una de las frikis de la clase y le ofreció un trozo del Sandwich que se estaba tomando. Bobby respondió con una mueca a aquel ofrecimiento más no tardó en considerar sus posibilidades pues no sabía cuándo y cómo tendría que empezar a apañárselas por sí mismo.

-Ehmmm... Gracias. Si no te importa. -Contestó dando cuenta del primer bocado con ansia. En cuanto comprobó que podía seguir le dio cuatro bocados más con el que logró terminar su porción.

Para cuando terminó descubrió que no tenía nada en común con aquella persona y empezó a sentirse muy nervioso... Tras dedicar unas miradas en derredor se despidió escuetamente como si recordase algo que hacer y se volvió a su sitio en el autobús.

Cuando el conductor les llamo para retomar el viaje Ros se apresuró a limpiarse las migas del sándwich y volver a su asiento. Subió al vehículo por la entrada delantera y recorrió todo el pasillo hasta llegar a anteúltima fila, que estaba un poco más elevada que el resto y le permitía una mejor panorámica del paisaje.

Esta vez sí se decidió a grabar unos minutos del viaje para que quedara constancia de toda la investigación. Encendió la cámara cuando el autobús se puse en marcha y grabó durante unos minutos los cientos de árboles que pasaban frente al objetivo.

- A la limusina de nuevo - dijo sonriendo a la chica de la valla, intentando ser amable.

De camino al autobús, se acercó a una papelera cercana y se deshizo de los restos de las manzanas. Aprovechó de paso para hacer limpieza de su mochila, tirando multitud de papeles viejos y cosas que ya no le servían.

Insconcientemente, era una manera de borrar el pasado y empezar de cero, casi como un ritual. No era supersticioso, pero aquella acción le hacía sentir bien y conseguía que algunas piezas de su particular puzzle empezaran a encajar.

Siguiendo al resto de pasajeros, se subió al autobús y fue directo a su asiento, justo detrás de un chico que estaba devorando un sandwich.

¿Que hará este chaval viajando solo? Se preguntaba de forma recurrente.

Una vez sentado, esperó a que aquel viejo trasto arrancara. Ya no iba a intentar dormir, prefería mirar a sus compañeros de viaje, eran mas interesantes que los árboles y no tenía nada mejor que hacer.

Uno de los pasajeros, un hombre con una camiseta amarilla, hace un intento de acercamiento mientras come junto a la valla. Al principio no habla, se conforma con mirarla como esperando que ella dé el primer paso pero cuando el conductor les llama para continuar el viaje es él quien dice la primera frase. La chica sonríe levemente y asiente, dirigiéndose al autobús pero casi todos han subido antes y la zona trasera trasera está abarrotada así que intentando mantenerse asilada toma el asiento tras el conductor.

Recostado en su asiento vio como uno a uno todos los pasajeros volvían a sus asientos. Cerró los ojos dispuesto a echar una cabezada cuando un sonido celestial llegó a sus oidos

- !Bernie, acu-cuérdate que me-me debes una cena! ¡los Tejones ga-ganaron 30 a 17!

Abrió los ojos y se dirigió al asiento que quedaba junto a la puerta de entrada junto al conductor. Se acomodó el palillo que llevaba en la boca y sonrió al chófer.

-A si que los Tejones, ¿eh?. No debería apostar en contra de los Badgers, están haciendo su mejor temporada desde el 99. ¿Qué tal van las apuestas por aquí? Tal vez le interesaría un socio, ya sabe, alguien... de confianza que conociese los movimientos de los equipos- dijo al hombre cuando tomó el volante para proseguir su ruta.

14:45 de la tarde en algún lugar al norte del estado de Wisconsin

Tras la llamada del conductor, regresáis todos al interior del autobús. Uno a uno vais subiendo y volvéis a vuestros incómodos asientos, todos salvo uno. Uno de los pasajeros, un hombre adulto, fornido y de tez negra se encarama al asiento del conductor mientras este arranca.

Este no parece tener muchas ganas de conversación. Le mira de arriba a abajo y arranca el motor. Pisa suavemente el acelerador mientras dice - No soy muy bueno apostando, siempre acabo perdiendo. Por suerte aquí está usted, que seguro que sabe mucho más que yo. dice con un leve tono irónico.

Tras ese pequeño desmán carraspea y vuelve a lo suyo que es conducir. Quien sabe, quizá le haya sentado mal que alguien desconocido le restriegue su falta de acierto en las apuestas. El pasajero, algo sorprendido por la agría actitud, da un par de pasos atrás para sentarse en un asiento de la parte delantera. Probablemente pensando que no vale la pena volver a dirigirle la palabra a aquel estúpido.

Pasadas un par de horas sobre las 17:00, hacéis otra parada. En esta ocasión sólo el conductor baja para subir de nuevo a los pocos minutos y reanudar el camino. Durante el trayecto tanto antes como después el autobús se para momentáneamente en diferentes paradas rurales, pero no hay nadie que se suba o se baje...

Este puto asiento... me está destrozando las costillas.

Por más que intentaba encontrar la postura en aquel autobús, no había manera, ni si quiera cogiéndose los dos asientos a la vez como hacía aquel chaval que tenía delante.

Ya eran muchas horas allí dentro y solo una parada. Nadie hablaba, nadie decía nada, tampoco él. Si le hubieran dado un centavo por cada árbol que había visto en ese día, nunca mas tendría que subirse a un autobús.

La chica sigue mirando el paisaje durante el trayecto e ignora los intentos del hombre de color por congraciarse con el conductor. En la segunda parada se quita los auriculares y los guarda en la mochila, observa extrañada cómo el conductor realiza paradas donde no sube ni baja nadie y se mantiene atenta a sus movimientos cuando sube y baja del autobús.

Christie se removía intranquila sobre aquel infernal asiento mientras masajeaba su pierna, pero no era sólo aquella incomodidad la que le producía ese estado, la que despertaba en su cabeza aquella extraña sensación de que algo no iba del todo como debía; tanta parada innecesaria y ¿para qué? Para nada: una pérdida de tiempo que comenzaba a crisparle.

Ya no sólo era que el conductor era un maleducado, sino que empezaba a resultarle sospechoso de algo que ni siquiera imaginaba qué.

-Tranquilo jefe, solo quería ayudar- dijo Terry levantando las manos.

-Menudo gilipollas- pensó mientras volvía su atención a la carretera. Estaba claro que aquel tipo no era de los habladores.

Le vio subir y bajar varias veces, suponía que iría a mear o algo así, porque en ninguna de las paradas subió o bajo nadie. Miraba de reojo a la chica del pelo blanco, tenía algo inquietante, aunque no le resultaba peligroso, era una especie de alarma sorda.

-Un listo. O un pesado... -Sentenció para sus adentros al comprobar cómo uno de los pasajeros parecía intentar congraciarse con el conductor para conseguir algo. A saber, como no fuese un asiento mejor en otro autobús... El cristal vibraba repiqueteando una y otra vez, había probado a amortiguar aquella incesante vibración que no paraba de taladrarle la cabeza con todo tipo de prendas y complementos hasta que optó por rendirse a la evidencia. Nada podrían hacer y tocaba aceptar su sino con resignación mientras observaba una y otra vez al conductor de aquel vehículo subiendo y bajando sin parar. ¿Estaría fichando en cada parada por algún tipo de requisito de la empresa?

-Joder, esto es la hostia. Como sigamos así no llegamos en la puta vida. -Acabó por protestar en voz alta poniendo voz a un pensamiento que los escasos pasajeros que había en aquel lugar parecían compartir.