Partida Rol por web

En esos momentos Tristán consiguió largarse de allí, corriendo hacia abajo por la cuesta empedrada, a lo cual no pudo sino resbalarse, tropezar, y acabar rodando cuesta abajo. Dios quiso que no fuera aquello muy hostigoso (ni la rampa muy larga), y enseguida, delante de sus ojos (una vez en pie), vio aquella tremenda figura que desde las alturas había conseguido discernir en silueta:

Delante de ella, con su ballesta en la mano y como clavando un virote, estaba Felip, haciendo de tripas corazón y encarándose a la enorme silueta, un ente demoledor. Te fijaste también que, a un lado, yacía Severo, con la cabeza horadada y sus sesos salíendoseles como por la sien. Sin duda que aquel ente le había propinado un "bandazo" digno de cuento ancestral... Por último viste a Roldán correr a un lateral, como huyendo o persiguiendo algo (no sabías porqué), y enseguida se perdió en la oscuridad de la noche. Fernando yacía como inconsciente en el suelo (o quizá muerto) en otro lateral, junto a un madero en forma de cruz...

Mientras Felip quedaba como anonadado (no sólo por ver lo que delante de sí tenía, sino por tu aparente huida cual hombre asustado), saliste de allí y rodeaste un pequeño zarzal muy enmarañado y unas rocas altas. Todo ello hacía un caminito, una vereda más o menos definida, por la cual sin duda se habían perdido las extrañas voces. La senda conducía a a una pared lateral de la ermita.

Nada más entrar, conteplástes algo no nuevo para tus ojos: las ruinas. Aquella nave tenía un techo bastante caído en su interior, con sus cúpulas bien horadadas; el suelo estaba lleno de escombros sobre algunas baldosas aún ruinosas. Al entrar, en un lado donde aún había dos muros pegados sobre sí y en alto, había un montón de tierra esparcido por el suelo, y huellas de como haber caminado en círculos rodeando el montón... En el extremo contrario, ya por la zona de lo que una vez fue presbiterio, oíste un ruido de ese fondo. Te giraste y no era sino un judío, agonizante, que convulsionaba con sus pies refrotándose en lo alto: y es que andábase sujeto del cuello por una soga antes izada y atada a un saliente (que hacía de punto de apoyo). Te diste cuenta que aquel no era sino el judío que vísteis hablando con Samuel Leví esa misma mañana...

-¡¡SEVERO!! -grité, nada más llegar, al ver a mi compañero fallecido en el suelo- ¡Felip! ¿Qué cojones ha pasado? ¿Dónde está Roldán? ¡¿Qué demonios es este engendro?! -la mano de la daga me temblaba, y aparté la mirada del cadáver de Severo.

Sabía yo que toparíame con más mal nacidos judíos. Aqueste al menos ya tenía el su merecido, o al menos eso parecía.

Acerquéme a él muy despacito, cuchillo en mano et con intención de darle finiquito...

Mientras que Felip apuntaba al tremendo ente y no lograba acertar, éste respondía con dos severos zarpazos, con el puño cerrado, y pensaste que de golpear al joven alguacil lo haría como pasta garbanzos, esa que comen los árabes... Mientras tanto, tu, un poco alejado de la escena de batalla, escuchaste claramente un alarido dentro de la derruida ermita, mas habría que entrar alli para saber exactmente qué era.

¡¡¡Aaaaaahhhhhhhh!!! -oístes-.

¡¡¡Aaaaaahhhhhhhh!!! -un alarido llegó por un lateral (mientras caminabas hacia el judío que convulsionaba), saliendo como de la nada, como venido de la sombra y de entre las tenues luces que las antorchas otorgaban allí dentro-. Era Daniel Leví, el padre de Marí, que portaba un cuchillo, cuya intención era clavártelo... Nada viste, y no pudiste esquivar su embiste, ni siquiera reaccionar...

...

...

El filo te lo clavó en el abdomen, y sentiste una tremenda punzada:

Daño: 6 (-1 por Pelliza de Piel): 5 puntos de daño

Claro que, nada más clavárte aquel cuchillo de tan sucia forma, el judío Leví se trastabillo hacía delante, ya que sus ropas hebreas se le engancharon bajo la sandalia, y dio de bruces en el suelo, emitiendo un pequeño alarido. El cuchillo, que había entrado y salido en tu estómago, salió disparado dos varas en la caída...

-¡Felip, aguanta! ¡Intenta moverte rápido y que no te alcance, o non lo contarás! ¡Voy a ver qué está ocurriendo ahí dentro!

Con premura rodeé la ermita, esperando encontrar en el interior a Roldán o a María. Me aseguré antes de que Fernando seguía en el sitio con una rápida mirada y tracé mentalmente un plan de escape, intentando buscar una ruta que, en caso de encontrar problemas en la ermita, me permitiera recogerle y salir pitando de allí, lo más lejos posible de aquel ente de piedra.

Quedó Felip allí, frente a aquella mole pétrea, y viste una pequeña vereda al otro lado de la escena donde la contienda se producía (por el extremo contrario de donde habías llegado allí). En breves rodeaste un pequeño zarzal muy enmarañado y unas rocas altas. Todo ello hacía un caminito, una vereda más o menos definida, por la cual sin duda se habían perdido las extrañas voces. La senda conducía a a una pared lateral de la ermita.

Nada más entrar, conteplástes algo no nuevo para tus ojos: las ruinas. Aquella nave tenía un techo bastante caído en su interior, con sus cúpulas bien horadadas; el suelo estaba lleno de escombros sobre algunas baldosas aún ruinosas. Al entrar, en un lado donde aún había dos muros pegados sobre sí y en alto, había un montón de tierra esparcido por el suelo, y huellas de como haber caminado en círculos rodeando el montón... En el extremo contrario, un judío, agonizante estaba ahoracado en una soga apoyada en un saliente de roca. Y justo en medio de la sala estaba Roldán, malherido (tenía una gran mancha de sangre en su abdomen, que se filtraba a través de su pelliza de piel), y a su lado, caído en el suelo, estaba Daniel Leví. Parecía que Roldán tenía a su merced al maldito judío...

Tristán llegó por el mismo lugar que entró Roldán, y vio la escenita: el montón de tierra a un lado, el judío ahoracado y convulsionante en el otro y a su compañero de aventuras y amigo Roldán, el "Aragonés", que tenía al judío Danel a su merced... En breves cruzásteis miradas...

No sabía el malogrado Severo si hallásabe vivo o muerto, mas lo curioso es que veía su propio cuerpo inerte tumbado en el suelo, con un aspecto terrible. Severo se veía así mismo detrás de Felip, pero ni éste ni aquella inmensa mole pétrea podían verle o sentirle; y al mismo tiempo Severo ya no lo temía. Su alma parecía estar como en paz. Sin embargo, no podía abandonar la escena donde murió, y tan sólo le quedó tener que ver, forzosamente el destino que depararía al cuarto de los alguaciles, a Felip.

Sin embargo, viendo que los virotes poco podían hacer con su contricante, Felip se giró un poco y corrió hasta el cuerpo sin vida de Severo, no sin antes un manotazo del ente que golpeó en el suelo y lo hundió, estampando su enorme palma en él, y acto seguido éste cogió el hacha del fallecido. Ahora tenía un arma más contundente.

En breves el alguacil rearmado se lanzó con una carga del hacha (acción extendida) tremenda.

Daño: (7+3) (*1.5 de carga) (no se tiene en cuenta ni localización ni protecciones) : 15 puntos de daño en pierna izquierda

El ente rugió tremendamente, puesto que Felip le había pasado su hacha, atravesándole la pierna y segándosela del cuerpo empedrado, un poco más abajo de lo que debía ser la cadera... La pierna cayó, y mientras lo hacía, todas las piedras que la componían se fueron convirtiendo en polvo, hasta dejar un pequeño montón en el suelo... ¡Y entonces el ente se desequilibró! ¡Cayendo al suelo! El impacto contra el suelo también retumbó, y se levantó cierta polvareda. Aquel ser parecía ahora como gatear, peleando con la idea de la falta de uno de sus puntos de apoyo...

(en breves seguimos).