Partida Rol por web

Los primeros rayos de sol pillan al clerigo vistiendose, hoy cambia de muda, por suerte lo consiguió apalabrar con el tabernero cuando alquiló la habitación, ahora se siente fresco y limpio. Deja las ropas de ayer para que se las limpien junto con una monedas mientras retira una pinta de cerveza y unas gachas de trigo, al ir hacia la mesa ve que Zenda ya se ha levantado y tiene el desayuno delante.

Mira lo que come ella, mira su tazón de gachas, sonrie resignado. Definitivamente ha de conseguir algo de dinero. - ¿Te importa si me siento? - dice haciendo un gesto a la silla enfrente de ella. Parece que le gusta madrugar, a él, si no llega a ser por la recomendación del tabernero no le hubieran visto hasta dentro de un par de horas. Reprime un bostezo.

Quizás a ella también le interese ir al mercado, no estaría mal ir acompañado, parece el tipo de persona que ahuyenta los problemas, inteligente y resuelta.

Al cabo de unos minutos, Zenda se encuentra en la misma mesa en la que estuvo charlando la noche pasada, disfrutando de unas rebanadas de pan de dátiles y nueces frito en miel. La cocina de esta tierra no es muy diferente, y en cuanto ha visto el pan sobre la barra, no ha podido resistir la tentación de pedir que lo prepararan de esa manera. Tal y como lo hacía Shanti, la cocinera mediana de la hacienda. La esclava mediana de la hacienda. Cada bocado va cargado de casi tanta nostalgia y culpa como dulzura.

Por el rabillo del ojo ve entrar al salón al hombre a quien conoció la noche anterior. ¿Cuál era su nombre?, piensa, Marcus, creo. Tras entregar un fardo de ropa al posadero, agarra un tazón de gachas y una jarra de cerveza, y se acerca a la mesa de Zenda, con bastante más confianza que la que mostraba la noche anterior, y le pide permiso para sentarse.

—Por favor —replica Zenda, gesticulando hacia la silla con la palma de la mano abierta—. Me he pasado siete días viajando en solitario, agradezco la compañía. Además —añade, riendo suavemente—, puede que me incluso me dés alguna idea. Mis planes inmediatos eran largarme de Gancho de Bronce y llegar a un lugar más civilizado, pero ahora que lo he hecho, tengo que considerar qué hacer a continuación.

Bajo las escaleras al rato de salir esa fastidiosa luz del sol por la maldita ventana que no dejaría dormir ni al kobold más dormilón del mundo entero, ni siquiera aunque lo ordenara uno de nuestros primos dioses.

Entro en el salón donde la noche anterior jugamos a los cubiletes, con la capucha puesta y bastante cerrada, y con la pequeña mochila a cuestas. Miro a traves de la barra y pido algo para comer, - Que que quiero?? cualquier cosa... sí eso, que cuesta que?!! nonono, eso otro, no aquello, esto es lo más barato que tenéis?? Bien bien bien eso está bien sisisi.- Luego lanzo una taciturna mirada hacia el salón y encuentro en la mesa comiendo a los compañeros de la otra noche. Me acerco en unos cuantos pasos pequeños y débiles casi desposeido del vigor de la noche anterior.

- Buenos días compañeros?? Que tal todo??? Bien espero sisisi, no odiais esta apestosa luz diurna?? Quien lo inventaría??? Seguro que un kobold no!- bajando el tono de voz para no ofender a nadie- Seguro que fueron estos malditos gnomos, les caemos algo mal sabeis?? sisisi- pongo el plato de comida delante mio y me cojo la cabeza con las manos, con los codos incados en la mesa, casi como si el borracho de anoche fuese yo.

- Gracias - dice mientras se sienta - hablé con el posadero, pues voy buscando formas de hacer dinero - como es evidente - dice mientras señala su cuenco de gachas de trigo

- Al parecer los gnomos organizan un mercado que empieza bien temprano. Había pensado pasarme por allí a ver si puedo encontrar algun trabajo, aunque sea poner en practica mis habilidades como curandero. ¿Te apetecería acompañarme? - Nunca está de más llevar una espada a tu lado piensa, evita los problemas o te saca de ellos y si además es gratis...

Antes de que pueda contestar Zenda se oye entrar en el salón a KosjOthDaraxtrix

Zenda lanza una risotada cuando Marcus señala su cuenco de gachas y le explica su situación. Mientras el hombre habla, la diminuta figura de kóbold, KosjothDaraxtrix, Kosh, aparece en el salón, y comienza a discutir consigo mismo sobre el desayuno a tomar.

—Parece que no eres el único que necesita un trabajo —apunta, señalando con la cabeza al kóbold, que acaba de decidirse por lo más barato en el menú—. Por suerte para ti, a un sanador nunca le falta empleo. Y sí, te acompañaré. Con fortuna, nos encontraremos con algo interesante, o incluso lucrativo.

Kosj se acerca a la mesa con lentitud, cabizbajo, los brillantes ojos entrecerrados y el hocico asomando de la capucha que clausura el resto de su testa. Escala una de las silla y se arrodilla, acodado sobre la mesa, con la cabecita colgando encima de su plato. La languidez de su porte, ausente de la vivacidad mostrada durante la noche, contrasta con su verborrea, que no ha cambiado un ápice.

— Lo siento, Kosj, pero los kelishitas amamos el sol. Con respecto a los gnomos, —dice, guiñando un ojo al kóbold—, dudo que los pusieran el sol en el cielo. Demasiado alto. Por otro lado, ¿estás seguro de que puedes comer eso? Creía que los dragones eran carnívoros.

- ¿Que amais el sol!!?? Si os escuchase mi tío abuelo Kronsjotplax...- "estos kelishitas deben estar tan locos como los que colocarón el sol... igual fueron ellos..." pienso abstraido durante un segundo- ¿Que sí puedo comer esto? - digo con una sonrisa- bueno... pues verás, los dragones tienen muchas cosas buenas, y los kobolds... bueno dicen que no tantas, pero una de ellas es que podemos comer casi cualquier cosa- digo con un media sonrisa llena de dientes- si, vale, nosotros no tenemos superpoderesflamigerossuperpotentesmatatodo!! pero... al menos nos podemos comer... esto- digo levantando el cucharón con un puñado de esa sustancia viscosa que ni me he parada a preguntar ni a preguntarme que será.- Sí ya... supongo que es mejor ser un dragón...- me abstraigo unos instantes con mis pensamientos y deducciones a cada cual más ilógica y sonada sobre dragones y kobolds- Ah! y que tal vosotros?? Habeis pasado buena noche??sisisisi, tiene pinta que sí... Teneis pensado hacer algo hoy?? Bueno verás... esque... Vale os lo diré, no tengo muchos asuntos que atender hoy asique si os poneis así os podría acompañar... a donde sea...- digo con las escamas que recubren mis ojos a modo de cejas arqueadas con un tono algo más vivo que hace unos instantes mientras me meto el cucharón que tenía alzado todavía en la boca- Ummm, ñam ñam, esto está muy rico sisisi, no tenía tan mal pinta al fin y al cabo, nononono.

La noche pasó rauda y veloz entre cotilleos con los inusuales visitantes, bueno al menos el más inusual de todos era aquel kobold parlanchín, así que ya en mis aposentos me encontraba en el más profundo de los sueños y casi como programado me levanté antes del amanecer, quizás tantos años de madrugadas en Quadira habían hecho mella en mi reloj biológico.... Al caer en cuenta que estoy en la habitación de la posada, me acomodo perezosamente en la cama e intento conciliar el suño nuevamente.... Al abrir los ojos ya podían verse los intensos rayos del sol y la actividad en el pueblo, me levanté de un enérgico salto mientras Twinky revoloteaba a su vez por la habitación, de mi mochila tomé un pesado tomo antiguo y comencé a revisar sus páginas de a poco.

Después de 1 hora aproximada de estudios matutinos, finalmente bajo las escaleras con el equipo, con ademan saludo a Tholkar y le pido un buen desayuno, entonces observé la mesa en donde estaban los de la noche anterior, con media sonrisa me acerqué mientras levantaba la mano saludando, Twinky, como de costumbre, se encontraba reposando perezosamente en mi cabeza....

-Buenos días!, parece que la noche le sentó bien a todos...- Entonces miré de reojo al kobold con su kapucha y un semblante algo cansado.... - o no?- 

Finalmente tomé asiento en la mesa junto a los demás mientras esperaba que me sirvieran el desayuno.

Se empiezan a juntar para desayunar bien temprano todos los viajeros que habían compartido unas bebidas la noche anterior. Parece un grupo muy heterogéneo como para compartir la mesa, pero los viajes y experiencias personales de cada uno hacen que no haya un sentimiento de xenofobia. Tholkar se mete a la cocina par preparar el desayuno del recién levantado gnomo mientras este toma asiento con los demás.

La charla va y viene, ninguno cree que volverá a ver un grupo así en una misma mesa de nuevo, así que aprovechan para intercambiar palabras. Ninguno tiene idea de lo que estar por empezar.

Un fuerte ruido perturba la tranquilidad de la charla, la puerta de la posada fue abierta violentamente de un patadon. Allí se encuentran los sujetos que la noche anterior habían comido en la posada, pero esta vez con el rostro al descubierto, y son tres, no dos, como la noche anterior.

Todos llevan la cabeza rapada y son de tes clara. Llevan las túnicas más sueltas, lo que deja ver que portan armaduras bajo estas y que están armados. Todos llevan el mismo colgante, algo llamativo. El que parece guiarlos se adelanta, con su espada señala en dirección a uds y dice en un tono autoritario:

-¡¡Uds se vienen con nosotros!!

Los otros dos tienen esposas en las manos listas para apresarlos y unas sonrisas algo morbosas. 

Te levantas temprano a la mañana, mientras te higienizas y preparas, escuchas que los demás van bajando. Cuando estás saliendo de tu habitación, ya todos han bajado, escuchas un portazo y una vos diciendo:

-¡Uds vienen con nosotros!

Mira al kobold y a Zenda a ver si ellos saben a que viene esto. Pero le parecen tan sorprendidos como él. - Mierda, parece que atraigo los problemas como la miel a las moscas - murmura Marcus mientras trata de identificar a quien podrían pertenecer esos tres. - Ese colgante parece raro, quizás alguna secta - trata de recordar si lo ha visto en alguna parte.

Los colgantes tienen el símbolo de Asmodeus. Muchos son los títulos que ostenta esta deidad: El Príncipe de los Diablos, El Príncipe del Infierno, Señor de la Oscuridad, entre otros.

ACA MÁS INFO sobre la deidad que tu personaje sabe.

El ruido de un golpazo al otro lado del salón casi hace que Zenda escupa el bocado de pan que tiene en la boca. En su lugar, se desliza a trompicones garganta abajo, a punto de provocar un atasco. La puerta está abierta de par en par, y tres tipos ataviados con túnicas blancas, luciendo medallones, pálidos cráneos afeitados, desagradables sonrisas, armaduras y espadones, todo a juego, entran en la posada con la delicadeza propia de la ropa interior de esparto.

Uno de los tipos exige que vayan con ellos. Zenda tose para aclararse la garganta. Probablemente se refiere a ella y sus acompañantes, puesto que no hay nadie más en el salón. Los otros dos tipos muestran unos grilletes al grupo y les sonríen. Quienquiera que dijera que mostrar una radiante sonrisa a todo el mundo facilitaba las relaciones sociales probablemente no tenía en mente la de estos hombres. La mirada de Marcus se cruza un momento con la suya, y parece estar tan confundido como ella.

Ahora que por fin ha podido echarles un buen vistazo, Zenda se da cuenta de que dos de ellos deben ser los individuos sospechosos de la noche anterior.

Un estremecimiento sensual le recorre la espalda. Se puede imaginar cómo va a acabar esto, oh sí. Sin darse cuenta, sus dedos acarician el pomo de la cimitarra. Las palabras de Hadisha y Yangombe resuenan en su mente. Respira profundamente. El aire que entra en su gargante parece arder. Usa la cabeza, imbécil, aquí no tienes un mago y varios luchadores experimentados protegiendo tu estúpido culo. Tienes frente a ti a tres tipos armados, más fuertes y seguramente duchos que tú, y no sabes de qué es capaz, o cómo va a reaccionar la gente que tienes a tu lado. Recuerda a Kaede, podía tumbarte con las manos desnudas, y eso no impidió que acabará empalada en la lanza de una hiena. Tienes otras herramientas.

La mano derecha de Zenda se desprende de la cimitarra y se aferra a la mesa como una garra. La izquierda penetra en una de las bolsas que cuelgan del cinturón, bajo la mesa, y aferra una pizca de arena multicolor. Gira la cabeza en dirección a los hombres y trata de mantener la respiración bajo control.

—¿Quién demonios se supone que sois? —pregunta, alzando la voz más de lo que pretendía— ¿y qué asunto tenéis con nosotros que justifique que entréis aquí a amenazarnos en pleno día?

- Aaahh!!- Grito como si me hubiesen asaetado. Al oir el portazo casi como un resorte me meto debajo de la mesa lo más oculto posible, si fuera de otra forma, ya hubiese muerto unas cuantas veces "por los mis primosdioses que no me hayan visto que no me hayan visto, porfavor porfavor...".

Casi como un susurro sibilino aparece una de mis dagas en la mano, de un lugar profundo de la chaqueta. "De donde han salido estos tios"- Cisss- bufo cual serpiente casi de forma instantanea un susurro tenue, mientras mis puas de la espalda se encrespan ante la amenaza...

- Asmodeus - escupo la palabra más que murmurarla al oido de Zenda - asquerosos sirvientes del dios de la tiranía y la esclavitud - ve a Zenda echar mano de la espada y luego retirarla. Kos desaparece de su vista.

Mierda, mierda, mierda. Espero que a la muchacha no le abandone ahora el espiritu de lucha piensa mientras la ve meter la mano en un saquillo. - No, no creo que un soborno sirva. Suelen ser fanáticos - murmura.

Ve las esposas de los dos de atrás. Su mirada se gira hacia el arco que reposa a su lado. Antes muerto que esclavo piensa. Solo quedan dos, el gnomo y él. Quizás la muchacha use esa espada si rechazan las monedas. Tres para tres, donde diablos se ha metido esa lagartija. El sudor empapa su frente mientras los nervios le hacen un nudo en el estomago.

El inesperado y aparatoso ingreso de aquellos hombres a la taberna hicieron que me levantara de la mesa de un salto, a la vez que Twinky se ubicaba detrás mio, escuche atónito lo que decían, mientras un frio sepulcral recorría mi espina al contemplar la posibilidad de ser capturado nuevamente... - Me habrán descubierto??.... no, no puede ser posible!... Pensaba para mis adentros a la vez que tomaba un poco de la mantequilla que tenía Zenda dispuesta para acompañar el pan de su desayuno, entonces aguardé la respuesta de los hombres ante las preguntas de Zenda, con un gesto de complicidad indiqué a los demás mi apoyo ante la actual situación.