Partida Rol por web

Parecía que Haudrey se había equivocado. Algo que, para su desgracia, era más habitual de lo que le gustaría admitir. Sentía los rugidos esporádicos de su estómago, pero aquella conversación parecía muy importante... Y, además, el maestre ya le había visto. No tenía sentido intentar irse ahora. Mientras las palabras del hombre fluían, hizo un gesto al bastardo del Señor para que se aproximara a ellos. Al grupo compuesto por su padre, el Septón y el maestre. Un grupo importante, quizás los más importantes del castillo, ya que eran representantes del poder terrenal, el conocimiento, y el poder divino. 

Con buen paso, pero procurando mostrar humildad, el chico se acercó a los tres hombres, a la espera de saber qué se requería de él.

"Probablemente, una reprimenda por entrar sin permiso..."

- Din el Forestal y el Maestro Tobías llegan a la Gran Sala de la Casa Señorial.

- Cerca de la puerta está el joven Haudrey Ríos. Parece que todavía no han servido la comida.

- Al fondo del todo, en la planta de la Torre del Homenaje, está la Sala de Ceremonias con la silla feudal donde se sienta Ser Hadder Tully, a su lado están el Maestre Ammon y el Septón Eulocis.

- El joven Pendrik Tully llega a la Gran Sala, procedente de las Cocinas y la zona para el servicio.

Manteniendo al Maestre en su rango de visión en todo momento, Din avanzó hacia la Sala de Ceremonias pero se abstuvo de entrar. Se despidió de Tobías pues suponía que el hombre debía entrar a hablar con Ser Hadder, y el Forestal esperó fuera de la Sala a que acabaran de atender todos los asuntos pertinentes.

Después de todo él sólo tenía que hablar con el Maestre. Sus ojos se desviaron un momento hacia la entrada, preguntándose qué habría retenido a Caster de seguirle como había estado haciendo hasta hacía unos minutos.

Tobías saludó a los presentes amablemente mientras se acercaba a su señor. Se detuvo a unos metros prudenciales, los suficientes para que notara su presencia pero no fuera molestado por ella y se inclinó respetuosamente esperando a que Ser Hadder le dirigiera la palabra.

Ser Hadder escucha las palabras del Maestre con agrado. Y profiere una sonora carcajada

-¡Por los Siete que dais buen nombre a la ciudadela, Maestre! Por un lado, os diré que no me preocupa en absoluto mostrar con nitidez absoluta cuáles son nuestras intenciones... si estas son defendernos de las invasiones de los hombres del hierro. No me preocupa en absoluto mostrarle a esos bandidos que estamos aquí, somos fuertes y somos capaces de defendernos. Es más, lo prefiero. En ese sentido, una alianza fuerte con los Mallister me parece fundamental, especialmente porque puede ayudarnos a legitimarnos como casa, y porque tal vez alguno de mis nietos pueda llegar a aunar en sus venas la sangre Tully y la Mallister.

-Sin embargo, me parece extremadamente interesante la idea que proponéis. Acercarnos a los vasallos de nuestros enemigos... gran idea. Quiero que me informéis de qué casas podrían sernos de interés, tanto para meras alianzas, como para posibles enlaces con mis hijos. Sí... tal vez otro torneo fuera buena idea, aunque acabamos de tener uno hace poco. Esperemos a ver cómo vamos de recursos y, si es posible, puede que organicemos uno, con intenciones mucho más estratégicas.

-¡Buenos días, Haudrey! - Exclama de pronto Ser Hadder, al ver a su hijo. - ¿Qué, hambre? Yo me comería un dragón entero. Espero que comamos pronto. -Contempla a su hijo con ojos orgullosos y sonríe.- Hoy es un gran día para ti, hijo mío. A partir de hoy, serás el escudero de Ser Trycian, y comenzará tu entrenamiento como caballero mucho más en serio.

En ese momento ve a Pendrik entrar en la sala.

-¡Y tú, Pendrik, serás el escudero de Ser Otter! Os estoy dando a los dos una gran resposabilidad, y espero que la cumpláis como corresponde a vuestra posición.

Su mirada se ensombrece un poco, de repente, al ver a Tobías el Albañil entrar por la puerta.

-Ah, Tobías... ¿existe algún motivo para que os presentéis cuando el sol está alto en el cielo, en lugar de a primera hora de la mañana, cuando os cité?

Una sonrisa apareció en el rostro de Haudrey ante el recibimiento. Parecía que su aparición había sido más bien oportuna, y que no se iba a llevar ninguna reprimenda por ello.

-Sí, padre... Precisamente venía a comprobar si ya estaba lista la comida...

Sin embargo, las últimas palabras que Ser Hadder le dedicó hicieron que su sonrisa se ampliara aún más.

-¿En serio? Gracias, padre, es un gran honor para mí. Prometo esforzarme mucho para no decepcionaros, ni tampoco a Ser Trycian.

Él, escudero... Y quizás, en un futuro, caballero. ¿Quién lo diría? Parecía que el día había mejorado bastante desde que había tenido que servir de recadero. Aunque aquella noticia tenía una contrapartida negativa, tendría menos tiempo libre, y quizás sus labores ayudando al maestre se verían perjudicadas por ello. Pero bueno, siempre podía intentarlo de todos modos, aunque desconocía como sería la labor de escudero. 

Tobías miró hacia el suelo avergonzado al hablar.

-Disculpadme mi Señor. Creo que el vino de la celebración de anoche me afectó demasiado y cuando me desperté no recordaba la reunión, si no llega a avisarme Probis se me habría pasado por completo.

Su comportamiento había estado fuera de lugar y era bochornoso, ahora lo menos que podía hacer era admitir la verdad y dejar al Señor del Castillo decidir lo que quisiera hacer con él.

- Flavia la Cocinera llega a la Gran Sala desde las Cocinas, trayendo la comida para el señor feudal.

- Jeremyed llega a la Gran Sala desde el Patio de Armas.

- El Ama de Llaves Vesania Oakenshaf pasa a las Cocinas desde el Patio.

Miró enrededor como pidiendo permiso con la mirada a cualquiera que se cruzase con él. No estaba de ningún modo acostumbrado a pisar por la casa Señorial, y le producía un enorme respeto por cuanto significaba.

Después de veinte años en el castillo todavía le asombraba el poder que emanaba de aquellas rocas viejas y dormidas. Esas historias que susurraban a su mente. Asedios y batallas, nobles y asesinatos, los tejemanejes del poder que no llegaba ni por asomo a comprender el herrero, él sabía de la nobleza del metal al ser golpeado, aguantando golpe tras golpe sin rechistar. También conocía las raices de esa omnipotencia , sus consecuencias, las ramas que brotaban de esos troncos de poder cuasi ilimitado, derechos de pernada, derecho de vida o muerte sobre los siervos de la tierra... jamás reunió valor para hablar de ello mas allá de en su círculo cercano, pero odiaba con todo su alma ese vasto poder otorgado simplemente por nacimiento. ¿Por qué no se valora el corazón, la sabiduría, o bien el valor por encima de la simple semilla, las más veces impura y debilitada por casorios entre familiares?

En verdad era que nada malo podía hablar del actual Señor de Aguasclaras, ningún desmán de gravedad había cometido en su ya dilatado gobierno, pero tampoco conocía los entresijos de los Nobles, él lo que sí sabía es que cuanto más lejos de ellos menos problemas.

Dejó a un lado de la entrada su apechusque de armas con cuidado de no montar jaleo y se encaminó a la torre del homenaje, ese sitio en el que se rendía pleitesía arrodillándose ante el Señor del castillo, y al pensar en ello, en su cabeza comenzaron nuevamente los susurros de injusticia...

-Si este castillo va a irse al traste cada vez que celebremos algo, tal vez la solución sea que dejemos de celebrar nada. -Respondió Ser Hadder, furibundo.- Está bien, pase por esta vez. Pero si vuelves a hacerme esperar, Tobías, recuerda despedirte de tu familia cuando vengas a verme... porque pasarás una semana en el calabozo. 

Luego relajó el gesto y continuó:

-Tu hijo tiene ahora mismo doce años, si no me equivoco. Demasiado mayor para estar ocioso; hay que contribuir. Hoy mismo he destinado a los hijos de Russ y Din a servir bajo las órdenes de sus padres. Te doy la opción de elegir; tu hijo puede servir como aprendiz tuyo, puedes ponerle a aprender otro oficio -siempre y cuando un artesano le acepte-, o hacer que ingrese en la guardia del castillo como nuevo recluta. Es tu decisión. Pero espero que mañana empiece en su nuevo puesto. ¿Comprendido?

Flavia entró con la comida y miró a su alrededor. No parecía haber ningún criado del castillo por allí que se encargara de aquello así que decidió llevarlo ella misma a la mesa intentando pasar desapercibida. Parecía que Ser Hadder no tenía un buen día y no quería molestarlo más. Cuando terminó dudó entre marcharse o decir algo, al fin y al cabo la comida ya estaba servida y la verían, pero tampoco quería que la comieran fría y tuvieran una mala opinión del buen hacer de su marido así que se acercó unos pasos e intentó alzar la voz lo suficiente para que la escucharan, aunque esperó a no interrumpir a su Señor, su intento acabó casi en un susurro inaudible.

-Mi Señor, la comida está en la mesa, esperamos que disfrute de ella. Si no me necesita para nada me retiro.

Tobías escuchó a Ser Hadder cada vez más avergonzado de su comportamiento y prometiéndose a si mismo que nunca más volvería a pasar y a pesar de todo su Señor estaba siendo magnánimo con su familia, si pudiera compensarle de alguna manera lo haría, pero tan solo era un simple maestro albañil y poco podía hacer.

-Muchas gracias Ser Hadder, su generosidad con mi familia no tiene límites y le estaremos eternamente agradecidos. Señor, nos honrará servirle y si hay algún puesto en el que Tomwell sea más necesario aceptaremos encantados su decisión. Si no es así me gustaría hablarlo con mi esposa y mi hijo antes de decidir.

Tobías se quedó esperando la respuesta de su Señor, tras lo que había hecho al menos debía ofrecerle la oportunidad de elegir el destino de Tomwell si así lo requería. Ser Hadder siempre había sido un señor justo y estaba seguro que decidiría con sabiduría.

-Sí, sí, Tobías. -Responde Ser Hadder.- Háblalo con ellos. Toma una decisión. Cierto es que eres el único albañil que tenemos, y que un aprendiz no vendría anda mal... pero necesitamos personas en muchos otros puestos por lo que, sea cual sea tu elección, me parecerá bien. De cualquier modo, espero que mañana empiece en su nuevo oficio, sea el que sea. Puedes retirarte, Tobías.

De pronto, Ser Hadder fija su mirada en un nuevo recién llegado y pinta en su rostro una inconmensurable alegría.

-¡Gracias a los siete, Flavia! -Exclama Ser Hadder al ver a la cocinera y, especialmente, al oler la comida.- ¡Me estaba muriendo de hambre! Espero que ya que es tan tarde, al menos los platos sean tan deliciosos como de costumbre.

-No se preocupe Señor, mañana empezará en su nuevo oficio se lo aseguro. Muchas gracias por todo mi Señor.

Tobías hizo una reverencia y se retiró tal y como su Señor le había ordenado.

Como se imaginaba el señor del castillo estaba ya impaciente por la falta de comida y aunque seguramente eso le habría abierto el apetito y la comida le sabría mejor tampoco quería que el retraso cayera sobre su marido o sobre ella.

-Lo siento mi Señor. Dijo bajando la cabeza. Ningún sirviente vino a buscar la comida hoy y Viterrand insistió en que se la trajera yo misma, si lo hubiéramos sabido se la hubiéramos acercado antes. Espero que no se le hayan quitado las ganas de comer, le aseguro que hemos puesto todo nuestro empeño en hacer una comida deliciosa, era una pena que se enfriara en la cocina.

Flavia se quedó en el sitio pues el Señor no le había dado permiso para retirarse aún.

- El Herrero del Castillo, Jeremyed, atraviesa la Gran Sala desde las puertas de entrada a la Casa Señorial, hasta el fondo, la base de la Torre del Homenaje, también llamada Sala de Ceremonias, donde está la silla feudal de Ser Hadder Tully.

- El Señor Feudal se encuentra rodeado del Maestre, el Septón, y tiene cerca a dos de sus hijos, a la Cocinera y al Maestro Albañil, que ya se retira.

Se frotó nervioso las manos que cruzaba a sus espaldas. La frente humedecida por la transpiración producida por los  nervios delataba de manera demasiado obvia y meridiana que Jeremyed estaba fuera de lugar.

Intento en su mente parecer invisible, volatilizarse, pasar desapercibido... Yo sólo quería hablar con el Maestre arriba, allá donde los cuervos, y mírate Jerem, ¡mírate!, fantoche, buey, ¿quién eres para pedir nada? la has liado Jerem, la has liado y buena...

Tragó saliva, en lo que a él le pareció ruido de cascada y permaneció junto al arco de la entrada, esperando que quizá con suerte fuera Din, Flavia o el mismo Señor Maestre el que se percatase de su presencia, o bien saliera de la sala. Apretó los dientes y posó su mente en su pequeño.

-Está bien, Flavia. Está bien. -Dice Ser Hadder, tranquilizador.- El resto de mi familia tampoco parece tener hambre, por lo que yo y mis hijos mayores daremos buena cuenta de la comida, que sin duda será fantástica, como de costumbre. -Mientras dice esto, mira a los chicos  y sonríe.- ¡Un escudero debe alimentarse bien y entrenar duro, si pretende llegar a ser caballero! -Luego vuelve a dirigir su atención a la cocinera.- Puedes retirarte, Flavia.

Ser Hadder se levanta, cuan alto es, y comienza a dirigirse hacia la mesa, donde se encuentra la comida. Al hacerlo, se da cuenta de que Jeremyed, el herrero, se encuentra a la entrada de la sala, sin atreverse a entrar, sin duda por no haber sido invitado o presentado.

-¿Jeremyed? -Pregunta extrañado, aunque con displicencia.- ¿Querías algo?

Din no se movió de su posición fuera de la sala pero sus ojos recorrieron cada esquina del lugar y finalmente se plantaron en la puerta de entrada de la casa Señorial. Se preguntaba qué estaría reteniendo a Caster, pues iba andando tras él en el patio.

Luego devolvió su mirada hacia el maestre Amon pues era él con quién debía hablar. Sin prisa esperó a que el maestre acabara de atender los asuntos de Ser Hadder y se dirigiera a sus aposentos privados.