Partida Rol por web

Totalmente centrado en mi tarea, cuando Vesania Oakenshaf me preguntó no pude evitar dar un pequeño respingo de sorpresa dado que no la escuché llegar.

-Por los dioses, querida... Vaya un susto me habéis dado ¡Ja, ja! Si, no os preocupes. Todo va correctamente por aquí. Con mi Vitel ayudándome, no hay guiso que se me queme.- Dije sonriente y, aprovechando un momento, echando un ojo al pan por si Vitel no se daba cuenta de cuan cocido estaba el pan. Aun le quedaban varios minutos. Me volví a Vesania, dejando el cuchillo encima de la tabla y limpiándome las manos en el trapo que colgaba de mi cinturón.-Gracias por preguntar, mi señora. ¿En qué puedo ayudaros si está en mi mano?-

- Con algo ligero para engañar a mi estómago será suficiente, gracias.- Contesto a Viterrand. Observó que Flavia llegaba a las cocinas para, junto con Vitel, ayudar al cocinero, así que todo parecía estar en orden. Se sentó en una mesa lo más apartada posible de Olegg el Perrero, esperando que le sirvieran algo para comer. - ¿Los Señores ya han comido?- Preguntó Vesania más por dar conversación que por controlar las funciones del cocinero.

-Acabo de llevarles la comida, nadie vino a buscarla y el Señor ya estaba hambriento. Afortunadamente fue comprensivo y eso que no parecía que tuviera un buen día hoy. Dijo al escuchar la pregunta de Vesania mientras se acercaba a su esposo y su hijo. ¿Que tal se ha portado nuestro pequeño horneador? ¿Ya habéis sacado el pan de pasas del horno?

La respuesta de Flavia, la cocinera, le hizo apretar los brazos contra la madera de la mesa, la cual crujió ligeramente. ¿Qué nadie había ido a buscar la comida? Si había estado esperando a que alguien la fuera a buscar, ¿en qué estado habría llegado al Señor?

- Tienes suerte de que el Señor sea comprensivo, Flavia.- Le dijo mientras se levantaba de la mesa y con un tono gélido que a las sirvientas solía erizarles el pelo de la nuca por las consecuencias que podría acarrear. Quizá no fuera culpa de la cocinera pero, si le parecía un esfuerzo tener que llevar la comida al Señor del castillo o no le parecía parte de su trabajo, es que estaba muy equivocada.

No todos somos tan indulgentes con la ineptitud ajena.

- Hacer esperar al Señor no es una opción.- Sentenció Vesania. No veía la complicación en el asunto.- Si no hay nadie para servir la comida a Ser Hadder se la llevarás tú misma, faltaría más, como has hecho. Que nuestro Señor padezca hambre por esperar a que alguien le lleve su comida no es muy inteligente, ¿no? Por muy atareada que estuvieras aquí, hay prioridades.- ¡Era tan evidente! No había nadie más importante en el castillo.- La próxima vez que hagáis esperar a Ser Hadder por su comida...más bien no habrá próxima vez.- La mujer permanecía erguida como si fuera una marioneta sostenido por un hilo que saliera de su apretado moño. Se podía apreciar la tensión en la línea fina que formaban sus labios apretados.-Ahora bien, con respecto a las necesidades de personal debéis hablar conmigo o con Probis. ¿Es eso lo que insinuáis con vuestras palabras?¿Me estáis diciendo que entre tú, tu marido y vuestro servicial hijo ayudándoos, no sois capaces de llevar las cocinas para que Ser Hadder tenga su plato de comida caliente A SU HORA?- Vesania fue elevando el tono hasta que prácticamente acabó chillándole a la cocinera. Señaló a la mujer con la vara de roble, afortunadamente aún oculta bajo su funda protectora. El corazón le latía con fuerza pero consiguió dulcificar su tono no sin algo de esfuerzo.-¿Cuánto personal consideráis que os hace falta?- Ahora miraba tanto al maestro cocinero como a su mujer.

PRIMERA MADRE, PRIMERA LUNA, AÑO 140 D.A.

AVANZADA LA TARDE.

- Bresa, la esposa de Russ el Matatoros, entra en las Cocinas.

-¡Hola a todos! ¿Como fue la mañana? Saludó Bresa sonriente al entrar a la cocina. Viterrand, Flavia. ¿Hay algo que pueda llevar para comer? Rush acaba de terminar sus tareas de la mañana y está hambriento, he dejado a las niñas preparando la mesa para todos.

Esperó la respuesta de los cocineros, seguramente habían estado toda la mañana preparando la comida para todo el castillo.

El golpe del cuchillo de cocina estampándose en la tabla resquebrajándola se escuchó por toda la cocina. Aquella mujer había hablado de más.

-¿Disculpad?- Dije girándome con los ojos llenos de furia.- El señor no ha esperado en ningún momento dado que, en cuanto la comida estaba lista se ha servido directamente. Abrid bien los oídos que os voy a explicar los procedimientos en MI cocina: Preparo la comida y, si no está quien debe llevarla, mi esposa o yo mismo la llevamos DIRECTAMENTE sin esperar a que nadie venga. Así que, la comida llega en su momento y caliente. ¡No oséis presentar queja de mi forma de trabajar cuando ni siquiera estáis aquí para comprobar vuestros insultos a mi profesión! Si el señor tenía hambre cuando ha llegado la comida, ¡es señal de que quiere comer! ¿Acaso vos no tenéis hambre cuando vais a comer? ¿Vuestras tripas no rugen como las tripas de los demás hombres y mujeres del castillo a quienes doy alimento cuando vienen a mis cocinas? Me parece que si. Así que, si algún día debo presentar una queja, será por vuestra impertinencia hacia mi y, aun peor, hacia mi esposa e hijo.  No nos hace falta más personal así que sentaos, comed lo que mi mujer os sirva y luego largaos por donde habéis venido. Son mis cocinas y aquí no se come insultando ni ofendiendo a quienes te dan de comer.-

Pensando con proseguir el pequeño estallido de cólera, me vi interrumpido cuando Bresa irrumpió en la cocina con una ignorante y feliz sonrisa. En buen momento has llegado, chiquilla...

-Eh... No, Bresa. Ya no hace falta, retírate y se puntual para servir la cena. Flavia, sírvele algo ligero a la señora.- Aun cargado de irá, intenté olvidarme del asunto y de lo que pensara decir para contestarme aquella mujer que, sin lugar a dudas, había tenido algún problema por tan rudo y ofensivo carácter. Me dirigí al horno para comprobar el pan y le pedí a Vitel que me trajera la pala para sacar el pan que estaba ya tostado.

El Ama de Llaves no se inmutó ni lo más mínimo ante la insolencia del cocinero. No, Vesania Oakenshaf simplemente clavó su fría mirada en el cocinero dejando vislumbrar una media sonrisa en su rostro impertérrito. La sola idea de que Viterrand presentara una queja ante Probis le hacía mucha gracia.

- ¡Qué insolencia! Será tu cocina, Viterrand, pero es mi castillo, así que sujeta tu lengua si no quieres que...- Vesania sopesó las palabras que iba a decir. Más o menos ambos habían expuesto lo mismo, ahora bien, su impertinencia no se la iba a perdonar.- Veo que te sabes el procedimiento.- Asintió la mujer llevando los ojos al cielo como si fuera un suplicio escuchar algo así. ¿Qué le iba a contar a ella de sus funciones?. Cambió el tono a uno mucho más dulce, demasiado exagerado en la agria mujer.- ¿Quizá sólo haya sido un malentendido?- De nuevo volvió a ser la gélida mujer de siempre.- Entonces controla a tu mujer para que no sea tan ligera con las afirmaciones que suelta por esa boca. Si no sabes hacerlo, yo estaré encantada de ayudarte. A mi no me tiembla la mano, te lo aseguro.- Dijo mientras pasaba suavemente sus largos dedos a lo largo de la vara de roble con la que azotaba a las sirvientas. Flavia había dado a entender que alguien no había ido a buscar la comida y Vesania quería saber qué opinaba el cocinero.- Ahora bien, no me iré de aquí sin zanjar este asunto, pues para eso nuestro Señor ha confiado en mí, no sería profesional por mi parte. Te repito la pregunta Maese cocinero. ¿Tienes alguna queja con respeto al personal del que dispones en la cocina?- Hizo una pequeña pausa.-¿No? Si fuese así me lo comunicarás a mí o a Probis. ¿Queda suficientemente claro? Siguiente tema. ¿Quién, según tú y tu mujer, debería haber llevado la comida al Señor y no lo hizo?- La mirada de Vesania refulgía como el fuego y se posó, cual mariposa, sobre la recién llegada, Bresa. Le daba una única oportunidad para que pidiera perdón y aceptara que su mujer había errado. Quería hacerlo ceder, que le pidiera perdón por su osadía. Si acusaba a alguien lo mandaría azotar sin miramientos. ¡Oh! Si fuera una mujer disfrutaría ella misma de ese placer. Lo haría cerca de las cocinas para que pudieran oír los gritos del desdichado o desdichada. Así se lo pensarían dos veces antes de desafiar a la Última de los Oakenshaf.

-Ja... Jajajajaja ¡Oh, mi querida señora! ¡Cuantísimo lo lamento!- Solté de golpe abriendo los brazos. Me acerqué a la mesa y me coloqué a su lado, con una amplia sonrisa.- Tenéis toda la razón, ha sido un total malentendido. Veréis, la recién llegada Bresa, algo olvidadiza, olvidó que yo hoy le había dicho que mi mujer llevaría la comida dado que ella está ocupada con otros quehaceres y, como suele ocurrir cuando se tiene muchas tareas como vos bien sabréis, le dije que no se preocupara. Mi mujer, la cual no estaba presente en el momento en el que yo mismo le decía a Bresia que hoy no viniera, ha creído que la chica había olvidado su tarea. Así pues, nadie ha incumplido su quehacer ni ha mentido. ¿Verdad, queridas?- Miré a mis dos ayudantes, Flavia y Bresia, quienes entenderían mis palabras totalmente.

-Señora mía, debo deciros una cosa... Nos conocemos de hace muchos, muchísimos años... Jamás ha habido quejas sobre mi trabajo y aun menos del suyo... Así pues, ¿y si os sentáis, tomáis una refrescante jarra de agua acompañada de aquello que deseéis tomar y nos olvidamos de este feo, desgraciado y brusco asunto?-

Se notaba a la legua que la mujer quería buscar un culpable, era algo claro. No iba a darle ese gusto y si hacía falta que le lamiera un poco la mano, se la lamería... Pero sabría igualmente que no conseguirá todo cuanto quiere y menos de mi. No tenía ninguna prueba de lo contrario, sólo su palabra.

-Y algo más... Este no es vuestro castillo. Es el castillo del Señor Tully, deberíais tener cuidado con esas palabras con tantos oídos en las paredes. Al igual que, a error mío y llevado por la furia, estas no son mis cocinas sino las cocinas del Señor Tully. Mejor dicho, ambos deberíamos tener cuidado con nuestras palabras. ¿No opináis igual, mi señora?-

- Tomaré queso y algo de fruta, rápido por favor.- Dijo Vesania sin escuchar demasiado la perorata del cocinero y volviendo a sentarse en la mesa. Le parecían palabras vacías, y no tenía todo el día.¡Ojalá ella tuviera que ocuparse sólo de aquellas cuatro paredes! Además le parecían palabras vacías y ella necesitaba hechos. Por otra parte, el cocinero era parte del séquito de confianza de Ser Hadder. No iba a importunar al Señor por una tontería semejante, sobre todo ahora que estaba solucionada. - Ninguna queja, Viterrand.- Confirmó la mujer.- Pero comprenderás que no por ello podemos relajarnos. - Vesania jamás se relajaba, siempre en tensión y acechante.- Por mi parte queda solucionado.- Se cuidó mucho de no decir que olvidado. Arrugó el ceño cuando el cocinero volvió a meterse en aguas pantanosas.- Sólo era una forma de hablar. Creo que nuestra fidelidad a los Tully está más que probada. - Por supuesto que consideraba que era SU castillo. Lo recorría incansable desde el amanecer al ocaso. Lo conocía como la palma de su mano y lo consideraba su hogar. Supervisaba todas las tareas hasta que el más pequeño detalle quedaba atado y bien atado. No era precisamente modesta como para considerar que todo fuera igual sin estar ella. Dio por terminada la conversación con el cocinero.

Ya iba a estar de mal humor todo lo que quedaba del día. ¿Quién pagaría las consecuencias?.

- Por cierto Bresa, siéntate un minuto aquí conmigo. Quiero hablarte.

Flavia se alegró que el malentendido entre Vesania y Viterrand se hubiera arreglado, no quería que aquello acabara en una discusión, al fin y al cabo todos estaban en el mismo bando y su cometido era servir a su Señor.

-Me alegra que todo quede solucionado, de todas formas Vesania no estaría mal que hablaras con Probis y entre ambos decidierais quien debe llevarle la comida al Señor, a nosotros no nos importa hacerlo, pero esperábamos que lo hicieran los sirvientes ya que son los que trabajan más directamente con ellos y los que conocen mejor sus horarios y sus gustos. Si decidís que seamos nosotros tan solo decidnos los horarios y lo tendremos todo listo a su tiempo.

Sonrió a Bresa cuando entró y le hizo un gesto de tranquilidad cuando vio que la mujer no entendía nada de lo que pasaba allí.

-No te preocupes Bresa, yo te prepararé la comida, mientras tanto puedes hablar con Vesania tranquilamente.

Dejó a Bresa para que hablara tranquilamente con la ama de llaves y se puso junto a Viterrand.

-Querido, Bresa no viene a por la comida de Ser Hadder y su familia, viene a llevarse la comida de su propia familia, seguramente para Rush y sus hijos. Le susurró intentando aclarar la confusión que se había producido. ¿Que podemos darles? La comida siempre era abundante en el castillo, la gente allí no pasaba hambre o privaciones, al menos de momento, así que dejó que fuera su marido el que eligiera que se llevaba Bresa.

Bresa se quedó confusa durante un instante y se dispuso a ofrecer una explicación de su presencia allí, pero ante la intervención de Flavia no fue necesario.

-Gracias. Le dijo a la cocinera. Esperaré aquí junto a Vesania mientras lo preparáis.

Dejó a Flavia trabajar y se sentó junto al ama de llaves intentado molestar lo menos posible.

-Hola Vesania, que quieres decirme. ¿Necesitas algo?

PRIMERA MADRE, PRIMERA LUNA, AÑO 140 D.A.

MUY AVANZADA LA TARDE.

- Los jinetes libres Edder y Tarmall llegan a las Cocinas.

Cuando el Perrero entró en las cocinas, pareció que prácticamente nadie reparaba en su presencia. Todos los moradores del lugar continuaron con su febril ajetreo cotidiano, inmersos por completo en las sencillas actividades que tenían entre manos, y ninguno le dirigió la palabra al recién llegado. De hecho, ni siquiera se dignaron a mirar en su dirección.

Aquello era bastante extraño para OLEGG, que estaba demasiado acostumbrado a ser recibido de inmediato con miradas de estupefacción y desagrado allí donde iba. E incluso, que muchos directamente huyeran de su vista nomás atisbar su grotesca impronta. Por supuesto, no era que tales reacciones no estuvieran justificadas. De hecho, lo estaban. Y ampliamente. Pues el sombrío personaje se encargaba diligentemente de ello...

Dada su imponente y hosca figura, los harapos mugrientos con los que siempre vestía y, por sobre todas las cosas, los desagradables hedores que emanaban de su desarrapada persona, lo normal era que la gente torciera el rostro con inocultable repulsión en cuando pasaba por su lado. Y, como si fuera poco, a todo ello OLEGG le sumaba una particular dosis de auténtica hostilidad, que parecía supurar como bilis infecta de cada uno de sus poros.

Sin embargo, quizás por lo especiado del ambiente, con los sazonados aromas de las carnes secas que colgaban de los rincones, el humeante crepitar de las llamas y el apetitoso burbujeo que brotaba de los rebosantes calderos, lo cierto era que, por primera vez en mucho tiempo, la presencia del Perrero pasó completamente desapercibida durante un buen rato.

Y ello le permitió a OLEGG ser testigo de un mundo al que solo se le permitía atisbar desde la distancia. Un mundo del que jamás formaría parte, no importaba lo duro que trabajase o lo mucho que sacrificara por ello…

Así, observó con amargo resentimiento como el joven PENDRIK saboreaba con despreocupada naturalidad un manjar que nunca había merecido, y cuyo sabor el despreciado Perrero ya casi había olvidado. Y vio con ojos lascivos como la bella mujer del cocinero llevaba sumisamente la comida a la misma mesa de los Señores, evitando con ello que tan dignas personalidades desperdiciaran su tiempo llegándose hasta aquel indigno tugurio…

Por fortuna, la oportuna llegada de LADY VESANIA sirvió para mitigar un poco el ardiente rencor que comenzaba a adueñarse del Perrero, pues su actitud fría y humillante pronto le hizo recordar el alto precio que deben pagar aquellos pobres diablos que pretendían arrimarse a ese mundo prohibido sin contar con la fuerza para soportarlo…

De modo que OLEGG decidió aguardar todavía algún tiempo antes de intervenir, mientras se regocijaba vilmente y en secreto con las venenosas diatribas que se dedicaban entre sí la dama de llaves y el cocinero.

Finalmente, y solo cuando se hizo notoriamente evidente que las serviles zalamerías iban a quitarle toda la diversión al asunto, el tono grave y sombrío del Perrero se hizo sentir en las cocinas…

- Viterrand… - bramó con un susurro que parecía provenir de las mismas entrañas de la tierra. – Vengo por las sobras de anoche. Dime si tienes algo para mis bestias…

Famélico entro Tarmall en las cocinas y, dando una mirada, se acercó a una mesa sobre la que había pan y queso. Rebanó con un cuchillo ambos e hincó el diente con avidez.

¡Edder!, si gustas... Dijo señalando las viandas con el índice a su compañero que iba unos pasos por detrás... Es que estaba ya desfallecido...

Los sirvientes...

Aquella mujer, Flavia, iba a conseguir sacarla de sus casillas de nuevo. ¿Qué se creía que era ella sino una criada como las demás? Vesania era consciente de que montar otro espectáculo en la cada vez más concurrida cocina no sería lo que Probis desearía. Así que respiró hondo, y manteniendo su posición sentada junto a Bresa, respondió a la cocinera.

- Hasta que no se te indique lo contrario se la llevarás tú misma. Habla con Malcom Ríos, el Respostero, él te podrá informar de lo que precises.- La mujer se quedó reflexionando por unos instantes. Tanya y Sysa estaban siempre ocupadas, de ello se encargaba ella misma. Tenían que vigilar de cerca a la bruja de la comadrona. Luego estaba Soraya la Gata. Imposible, tenía planes para ella también de lo cual hablaría ahora con Bresa. Aisa, la mujer del herrero podría ayudar en las cocinas, pero la inspiración llegó a Vesania de pronto, sin avisar. - Si necesitas ayuda para llevar la comida puedes valerte de Sarah, a partir de ahora tendrá más tiempo libre.- La forma en que el Ama de llaves soltó aquella última frase no auguraba nada nuevo para la costurera.- Pero no olvides comentarlo todo con Malcom.- Dio por zanjado el asunto y se dispuso a hablar con Bresa bajando el tono de voz. Cada vez había más gente en la cocina. Quería darse prisa y salir de allí cuanto antes.

- Verás Bresa. -Comenzó a hablar el Ama de Llaves de manera discreta.- Quiero que supervises el trabajo de Soraya. El Septón Eulocis muestra un gran interés por ella y asegura que es una buena costurera. Hasta ahora trabaja en las porquerizas pero quiero que compagine las dos cosas y te ayude con la costura cuando lo precises.- Vesania miró a los ojos de Bresa directamente. Jamás había creído que la puta del Septón supiera ni hacer un remiendo, pero necesitaba que otra persona se lo confirmase y fuese testigo de ello.- Sé que puedo confiar en ti. Mantenme informada de su trabajo. Quiero saber si es realmente buena o si debo dejar que siga en las porquerizas.