Partida Rol por web

- Buenos días, Russ. - Saludó Din con la mano. - ¿Puedo acompañarte? - Preguntó por si molestaba, aunque esperaba que no fuera el caso. 

- Me preguntaba si sabías de qué quiere hablar Ser Hadder. - A lo mejor "el Matatoros" había sido mejor informado por el mayordomo Probis.

- Pues tengo poca idea en verdad.- le respondió Russ

- Puede tratarse de cualquier cosa amigo Din -el gigantón no tenía la menor idea de los motivos por los que Ser Hadder les había convocado pero seguro que era algo importante.

-Vayamos.-

Din asintió. Suponía que Probis no habría comentado nada a ninguno de los asistentes a la reunión. Fuera lo que fuera lo que Ser Hadder quería comentarles debía querer que fuera privado.

Palmeó el hombro de Russ y echó a andar junto a él en dirección a la casa Señorial. Esperarían dentro a que Ser Hadder les llamara.

Por el rabillo del ojo el Forestal echó un vistazo hacia la puerta del patio que daba al exterior. Sus pensamientos volaban hacia el bosque, deseando poder estar a sus anchas sólo en la naturaleza. Envidiaba un poco a Dregg y Pik. Pero suponía que la reunión no le demoraría mucho. Luego rastrearía los pasos de sus compañeros y se uniría a la caza.

- Haudrey se dirige a la Casa Señorial.

- Poco después le siguen Din y Russ.

- ¡Pero chico!- Comenzó a gritar Ser Madrigal al ver que el bastardo se iba.- Hay tiempo para todo. - Se dijo más para sí. ¿Se iban a pasar todo el día rezando en el Septo? Los hijos de un noble debían saber montar y no parecer campesinos sobre una burra.

Qué se le va a a hacer Totto, ¡que cosas!- Pero su cuervo no reposaba en su hombro sino que estaba en manos de un mozo de las cuadras. No le quedó otro remedio que seguir su entrenamiento solo y aburrido. Obligaba a Medianoche a medir sus pasos, haciendo que las enormes patas herradas casi flotaran en el aire. Después le obligaba a encabritarse para elevar su maza de combate y, con la caída, pegar un contundente golpe.

- Así se hace bonito.- Susurraba a la enorme masa de músculos que era Medianoche. El animal bien podría romper el cráneo de sus enemigos con una de sus patas.

El día anterior había sido muy duro, demasiado trabajo para pocos hombres y mucha testosterona de muchos caballeros que habían querido parecer fuertes ante sus mujeres, amantes o futuros amores. Por su parte el muchacho siguió con sus costumbres. Se levantó temprano ante la salida del sol con su lanza y armadura de entrenamiento. Ya en el patio de armas comenzó a sudar bajo el primer sol de la mañana.

Darién seguía haciendo movimientos con su lanza mientras la gente continuaba sus quehaceres a su alrededor. Unos iban a caballo mientras volvían o salían a patrullar el exterior, sirvientas movían comida, sábanas u animales de un sitio a otro y otros hacían como si trabajaran.

PRIMERA MADRE, PRIMERA LUNA, AÑO 140 D.A.

MEDIODIA.

- Ser Trycian ha pasado la mañana entrenando en el Patio de Armas con su espada y un monigote de entrenamiento.

Un guerrero nunca es suficientemente diestro como para considerarse a salvo. Un guerrero nunca es lo suficientemente hábil con sus armas para que no haya enemigos a su altura. Un guerrero nunca es suficientemente bueno como para tener su lugar asegurado. Esas son máximas que yo no olvido y que nunca me han dejado solo en mi vida. La violencia es un camino complicado para seguir y todo buen combatiente sabe que diez perros asesinan a un león, por lo que uno nunca está lo suficientemente entrenado como para poder enfrentar cualquier peligro y salir con vida.

Yo pasé por un momento terrible y logré sobrevivir, en parte por mis capacidades y en parte por la suerte. No creo que los Siete hayan tenido mucho que ver con ello pues el Guerrero me habría dado una muerte digna en vez de hacerme aparecer un año después con una mente en blanco. No recuerdo nada después de la batalla hasta el momento en que aparecí, solo las hojas de aquel árbol extraño en el que se me ubicó.

Mi espada golpea mi blanco para así ayudarme a mejorar mis habilidades mientras mi mente intenta enfocarse en los detalles de mi técnica y mis habilidades, pero mis pensamientos se desvían hacía aquellas ramas afiladas y aquellas hojas de color carmesí. Aquel calado en el tronco con forma de rostro que me miraba y me brindaba paz.

Mis golpes se suceden a gran velocidad mientras intento con el frenesí del combate disipar mis dudas, de forma completamente fútil. No soy capaz de dejar de pensar en aquel árbol y en el milagro de mi supervivencia, así como en la maldición de mi amnesia.

Guardo mi espadón después de varias horas de entrenamiento. Seco un poco el sudor de mi frente y pienso en las personas del castillo, intentando encontrar a quien pueda ayudarme a despejar mis dudas. Me dirijo sin pensarlo demasiado, dejándome guiar por mi instinto, hacía las cocinas del castillo en busca de mi objetivo.

Tras comprobar que los tres aludidos acuden a la reunión con Ser Hadder, Probis hace tiempo esperando fuera para no retrasarse ni un minuto cuando su reunión dé comienzo y a la vez poder vigilar que nadie escuche lo que se diga en el salón.

- Ser Otter sale de la Casa Señorial.

- Ser Trycian entra en la Casa Señorial en dirección a las Cocinas.

A pesar del frescor de la mañana la vara de roble que Vesania portaba en la mano estaba tibia. Parte del candor de las nalgas de algunas sirvientas aún persistía en sus superficie. Caminó por el patio con la cabeza alta, cruzándolo hasta llegar a Probis, que permanecía de pie custodiando las puertas del la casa señorial.

- Buenos días mi buen Probis. - Dijo no muy alto para no molestar a los que permanecían en su interior mientras dejaba la vara apoyada en la pared de piedra. - ¿Habéis desayunado?- La mujer sabía que el sentido de la responsabilidad del mayordomo era tal que antes moriría de hambre que desatender a los señores Tully. El ama de llaves hurgó entre sus ropas para sacar un paquetito envuelto con mimo.- Son unos dulces de nueces y miel que sobraron del banquete.- Aunque estuvieran un poco duros se conservaban bien.

Mientras hablaba con Probis, Vesania no podía evitar dividir parte de su antención a lo que en el interior de la casa Señorial se decía.

VESANIA:

- Lamentablemente, nunca has sido capaz de escuchar lo que se dice en la torre del homenaje desde el Patio de Armas.

- No estás siquiera segura de que tal hazaña auditiva sea posible. Tal vez si gritasen mucho y todas las puertas estuviesen abiertas de par en par...

Tras recibir las órdenes del día tras pasar la mañana practicando con Ser Baltrigar, Darién se despide del caballero. - Ha sido una gran mañana Ser, pero ahora por desgracia he de ir a hacer guardia en la Barbacana principal y sin alimentos que llevarme al gaznate debido al espectáculo que dieron mis compañeros jinetes en el día de ayer. Si me disculpáis no quiero llegar tarde y que nos aumenten el castigo un día más. - Se dirige a la armería donde deja las herramientas de entrenamiento y coge las de verdad propias. Con paso cansado y tras sudar la mañana se adelanta hacia la barbacana.

Abandoné nuestra casa temprano, justo después del desayuno, pues estaba bastante activo aquel día. Me apetecía hacer alguna de las mías, de modo que traté de averiguar que ocurría en el lugar. Estaba harto de que me ignoraran por ser un niño, así que aquella mañana decidí que intentaría seguir a mi padre sin que él me viera, para tratar de encontrarme con algo jugoso e interesante aquella mañana.

Baltrigar asintió despidiéndose de Darién. Era un hombre joven y fuerte, y sabía manejar un arma. Con un poco más de experiencia sería un enemigo temible.

- Claro. Ha sido un entrenamiento excelente. Gracias por aceptar entrenar conmigo. - Ayudó a Darién a devolver las armas de entrenamiento a la armería y luego se limpió el sudor con un paño mientras se lavaba un poco la cara.

Ser Trycian se había marchado ya, pero Ser Madrigal continuaba en el patio montando a su corcel. Los pasos de Baltrigar le encaminaron junto al otro caballero.

- Buen día, Ser Madrigal. - Saludó con la mano. - Cabalgáis un precioso ejemplar. - Comentó observando la musculatura y el pelo del animal.

Debía reconocer que ver cabalgar a Ser Madrigal era todo un espectáculo.

Con paso aún tambaleante, Llum caminaba por el patio mientras veía como los caballeros se entrenaban. Podía ver como Ser Baltrigar disputaba un duelo de entrenamiento con Darién Piel de lobo con espadas romas para evitar heridas graves. Al verlos recordó la última vez que había cogido una de esas espadas de entrenamiento... recordaba como su peso apenas le permitía levantarla...

Habían pasado unos meses desde aquello y Llum deseaba entrenar nuevamente con una de esas espadas... pero hoy no. Sentía dolores generalizados por todo el cuerpo... la cabeza le daba vueltas intermitentemente... y su estómago pujaba por expulsar lo poco que había sido capaz de comer en el desayuno.

Pudo ver como su padre se dirigía a la Casa Señorial. Llum decidió esperarlo a la salida para decirle que se encontraba enfermo, con la esperanza de que su padre pudiera explicarle que le pasaba y supiese algún remedio para ello...

Pendrik cogió una de las espadas de entrenamiento, al igual que un escudo, y empezó a practicar el corte lateral seguido de cubrirse con el escudo. Evidentemente el marcar los movimientos era fácil, así como efectuarlos con rapidez, pero no lo era hacer ambas cosas cargando de fuerza y eficacia los golpes de espada, y de resistencia el escudo. Un escudo no era un objeto simbólico que detenía un golpe de la misma manera que un señor detiene a un villano con solo una orden. Había que imprimir tanta o más fuerza que en el golpe mismo, y hacerlo bien además si no quería acabar con un hombro fuera del sitio.
Así golpeaba con fuerza al caballero de entrenamiento que tenía frente a sí. Este giraba sobre su eje con cada golpe recibido y con este mismo movimiento, al bascular, lanzaba un golpe de maza al propio Pendrik que debía detenerlo con su escudo.
El día iba avanzando y ya le rugía el estómago, pero el día anterior había perdido tantas horas de entrenamiento que no podía dejar de entrenar.

- Buenos días Vesania - saludó el mayordomo con una leve inclinación de cabeza. - Algo he comido al levantarme, supongo que debería bastar.

Probis se quedó mirando mientras el ama de llaves sacaba el pequeño paquete y escuchó la explicación de la mujer.

- Vaya, muchas gracias - agradece mientras toma el pequeño paquete y lo desenvuelve, metiéndose uno de los dulces en la boca, paladeando la sabrosa miel. - No sé qué haría yo sin ti.

De pronto, como si cayera en la cuenta de algo, se pone serio y comienza a excusarse.

- Ahora que caigo, no recuerdo haber visto a Tobías acudir a la reunión con ser Hadder. Vesania - el mayordomo vuelve a cerrar el envoltorio de los pastelillos y lo guarda en uno de sus bolsillos. - No le habréis visto por casualidad, ¿verdad?

Con un suspiro de resignación Probis coge la mano de Vesania entre las suyas a modo de agradecimiento.

- Te agradezco mucho el gesto, Vesania. Me encantaría charlar algo más contigo pero debo comprobar que todos acudan a la llamada del señor. ¿Puedes excusarme? Debo ir a buscarle - explica mientras señala el camino que lleva a los talleres.

Horace, acércate. Tengo que darte una buena noticia- dijo a su hijo nada mas verlo en el patio. Calla durante unos segundos- o mejor aún, te lo diré cuando estemos con la familia, que tengo un asunto que debo tratar.