Partida Rol por web

DIN:

- No localizas a tu hijo Dhur.

Soraya obedece al Septón Eulocis, pero se siente avergonzada. Ella es madre, el pequeño Jack es su hijo, por lo que obligarla a cumplir la función de la Doncella es básicamente un sacrilegio.

LADY OLENNA:

- Resulta bastante ofensivo que el Septón elija a Clarissa, la hija de un mercader de Bastión de las Tormentas, para representar a la Madre, además llamándola "Lady", en lugar de escogerte a ti.

     Al fin la ceremonia comenzaba.

     Caster no tenía ni idea de qué podía haber ocurrido. Unos minutos atrás alcanzó a ver a un caballero en el suelo, y estaba seguro de que se iba a dar la alarma. Se preparó bien, soltó las cinchas de su estrella de la mañana y se introdujo algo de carne curtida en la boca para tener bien segura la mordida cuando llegara el combate. Pero esa alarma no llegó. 

     En el siguiente vistazo vio a Ser Otter de nuevo en pie encarándose (junto al "Resucitado de Dorne"), a Armase y Caratorcida. ¿Qué clase de broma...? Pero lo peor llegó después: sintiendo un escalofrío vio a Clavopié entre la gente de la celebración, en apariencia tranquilizándolos. ¿Por qué no estaba en su puesto? Y luego estaba Tarmall; ese vago redomado no sólo había llegado tarde, como siempre, sino que en lugar de aparecer a caballo para ocupar su lugar en el perímetro estaba... ¿estaba paseando entre los nobles? No. Al parecer se dedicaba a hablar con la familia del Matatoros. Hablar.

     –Hoy vamos a pasar la noche haciendo guardia al pairo –murmuró–. Y con la espalda caliente.

     Volvió de grupas para seguir con la guardia, a sabiendas de que iban a recibir disciplina. Y que se habían ganado esa disciplina hasta la última gota de la sangre que iban a perder.

Bethan volvió al perímetro, tal y como le ordenó Ser Otter. Milagrosamente, logró aguantarse la risa hasta que estuvo lo suficientemente lejos.

Jijiji... Una red en un bote. Ay, que bueno. Jejejeje... Ya me parecía a mí raro que cuando Armase disparó no se oyesen los quejidos de sus blancos. Menudas risas. A río revuelto, gran gracia de pescadores. Ngggjijiji...

Recobró la compostura para solo esbozar una sonrisa socarrona durante la ceremonia de la Fé de los Siete. Era su fé también, después de todo. Pero no podía dejar de pensar que los dioses tenían un gran sentido del humor. Por ser víctima de esa broma, bien merecía la pena pagar los castigos que hiciesen falta.

El tono de voz del septón delataba que no estaba muy conforme con todo lo ocurrido, parecía que después de todo no había tal amenaza y seguro que aquellos jinetes tenían que dar muchas explicaciones después de la ceremonia.

Todo el mundo parecía calmarse de nuevo, las miradas se centraban otra vez en el altar al tiempo que los cuchicheos se iban apagando.  Aunque Brosten no conseguia centrarse en las palabras del septón al que escuchaba de fondo, en su cabeza pensaba como habría llegado aquel bote hasta aqui, ya que su dueño se encontraba muy lejos.

Aquella idea no dejaba a Brosten tranquilo quien parecía atento a todo menos a las palabras del viejo...

Vaya par de idiotas. Serán memos...

Como el resto de plebe, la comadrona se había asustado y mantenido en tensión con la posible amenaza. Hasta se había agarrado, temblorosa, de las manos de Tanya y Sysa. Después de eso todavía se cabreó más cuando ese chocho de Eulocis la llamó a la tarima. Nana avanzó renqueante apoyándose en su cayado. A cada crujido de sus oxidadas rodillas, farfullaba por lo bajo.

Grrrr... Es que lo sabía. Es que estaba visto que me iba a tocar a mí ser la vieja. Habrase visto... Menudo pitorreo. ¡Pero si solo tengo diez lustros de nada! Bueno, diez lustros y pico. Aún así sigo siendo una jovencita.

Ese era el verdadero motivo por el cual Nana protestaba. Que esos blasfemos le restregasen su religión por delante de las narices podía sobrellevarlo, pero lo que más podía convertirla en una cascarrabias eran aquellas insinuaciones maliciosas del Septón sobre su avanzada edad.

Ahí, metiendo el dedo en la llaga. ¡La próxima vez que le pongan a Eulocis un vestido y que haga él de vieja!

Se paró frente al falso ídolo que representaba a la Vieja. Era como verse a un espejo. Se había desquitado en todos los minutos previos a este momento, lo había echado todo fuera. Ahora simplemente podía callarse, respetuosa, durante el resto de la ceremonia sin que aquel resquemor en su interior le hiciese lanzar el bastón a la cabeza de ese anciano bastardo.

Dhur extrañado había visto la escena, pero él también había algo. Echó una última ojeada al agua entrecerrando los ojos para que la luz del alba no molestase con sus reflejos, pues dudaba de sí mismo.

Luego rápidamente corrió a donde estaba, pues la ceremonia parecía que estaba empezando a su padre no le gustaría que faltase a la misma. Se preguntó porqué aquél hombre, Armase, se había caído. No le dio mayor importancia, pues al parecer aquello no era demasiado interesante. Luego fue a donde estaba su padre, que miraba malhumorado, se lamentó por haber tardado tanto como para que se diese cuenta.

Haudrey se había sobresaltado con el espectáculo ofrecido por los guardias, pero una rápida mirada a Ser Hadder le bastó para comprobar que este mantenía la calma. Si padre no se había puesto en movimiento, es que no había nada que temer. A juzgar por lo repentino en el cese de hostilidades, efectivamente, no había ningún enemigo. Éso era fácil de deducir, tal como le había enseñado el maestre Ammon. Simplemente una sombra, algún movimiento de un ave o algo de ese estilo habrían sobresaltado a Armase. Éso debía ser. 

La ceremonia por fin comenzaba, aunque parece que lo hacía a destiempo, algo que según muchos traía mala suerte. Por suerte, Haudrey no creía en tontas supersticiones. Seguía la Fe en su justa medida, pero no estaba dispuesto a pensar que, por no decir unas palabras antes de despuntar el sol, todos quedarían malditos. Aquello chocaba con las enseñanzas y la lógica que intentaban inculcarles con su educación. 

También se dedicó a observar, como el maestre tanto insistía. Había que prestar atención a los detalles, saber todo lo posible para actuar en consecuencia. Y había cosas que no requerían ni siquiera mirar para verlas. Que Nana fuera elegida en vez de el ama de llaves para representar un papel, había sentado muy mal a la segunda mujer... Como correspondía a la hostilidad que profesaba hacia la comadrona. La elección de Soraya como Doncella también le sorprendió, ya que la mujer era madre. Y, por tanto, no podría ser doncella, ¿no?

DHUR:

- No ves nada que te llame especialmente la atención.

No presté mucha atención a como se desarrollaba la ceremonia, con solo ver a mi hermano Haudrey supe que no había peligro. Busco con la mirada a Malcom, hasta que mi padre es anunciado para subir. Al ver la cara que puso el ama Vesania tuve que taparme la boca para no reírme. Ver la cara de la vieja nana solo lo hace más gracioso, parece que lo va a maldecir allí mismo.

Cuando por fin alzo los ojos casi se me va el aire. Está casi frente a mí. ¡El guerrero es él, es él!

Sigo escuchando la protesta del ama Vesania, y ahora quiero subir también. Por un momento estoy a punto de preguntarle a mi madre.

- ¿Puedo yo ser la doncella? - pregunto a mi madre dentro de mi imaginación  - ¡soy más grande que Arianna! ¿puedo?

No lo hago. Guardo silencio, sin alertar a mi señora madre, disfrutando de este momento. Por primera vez quiero dejar una vela a la doncella en agradecimiento. Ahora puedo verlo, sin que ella haga nada. Ser Madrigal me sonríe, y yo sonrío.

Y ya no puedo dejar de sonreír.

Viendo que no había llegado tarde a la celebración, al haberse retrasado esta misma y que el incidente que estaba aconteciendo a su llegada había llegado a su fin, Randyl toma una posición desde donde pueda ver lo que pasa en el escenario. Se va fijando en como suben uno a uno todos los nombrados y siente algo de pena por la vieja Nana que subía con ciertas dolencias óseas.

Se mantuvo callado y respetuoso todo el tiempo que duró la celebración, temeroso de traer a si mismo la mala suerte tanto por haberles faltado el respeto a los Siete por llegar tarde, como por el tardío comienzo de esta misma.

- "Tranquila, esposa mía, no pasa nada. Estos son los nervios normales del festival del Verano. En cuanto acabe la ceremonia comenzaremos a asar la caza, ya hemos rellenado y especiado todas las piezas. Verás qué bien queda todo." -

- "Je, je, je. Mira a Nana haciendo de Vieja... ¡Tiene un cabreo encima!" -

- ¡Hola cariño!

- Si a hola ¿quién eres?

-  Plumby soy tu mujer y este muchacho al que enseñas en el castillo es tu hijo

- Estoy esperando a mis padres

- Plumby tus padres han muerto cariño recuerda tienes que salir de este dolor

- ¡Dolor sí dolor!, ¿por qué? 

- ¿Por qué que? 

- ¿Por qué me ocultaste a mi hijo?

- Tu padre Plumby así lo quiso, él estaba mal se estaba muriendo y no quería que tú perdieses tu trabajo con las buenas nuevas.

- Vosotros siempre habéis creído que ésto era lo mejor para mí pero no es así, mírame no me acuerdo de las cosas, sólo sé hacer flechas y ni me acuerdo cómo las aprendí.

- Saldrás de esto plumby sólo estás confuso no has sabido hacerle frente a la pérdida, este año estarás mejor pronto tu hijo te ayudará en todo y entonces podrás descansar.

- Sí descansar , vamos a comer....

Din giró la cabeza y siguió observando los alrededores. Cerca, la familia de uno de los caballeros, Ser Baltrigar, estaba también intranquila buscando a uno de sus hijos.

No le hizo falta sumar dos y dos para deducir lo ocurrido. Aquellos dos chavales estaban haciendo de las suyas. Jugando, gastando una broma o una trastada. No le gustaría estar en la piel del hijo del noble, Baltrigar tenía un aspecto temible y a pesar de parecer una buena persona, si te daba una voz, con todo lo grande que era... a muchos hombres les echaría para atrás. Din imaginó que a un niño más aún.

- Dhur va a estar castigado una semana. - murmuró a Lumila. - Y ni se te ocurra levantarle el castigo. -

Luego añadió para tranquilizar a su mujer. - Estará por ahí, jugando. Quizá con el hijo de Ser Baltrigar que también ha desaparecido. - indicó mirando con la cabeza en dirección a los Tormenta.

- Esperemos a que acabe la ceremonia y luego le buscaré. - acabó gruñendo en bajo. Pensó por un momento en su reputación. El Cazahombres le llamaban algunos. Y no era capaz de controlar a su propio hijo. En fin. Al menos él no era un noble que tuviera que preocuparse por las apariencias o lo que dijera la gente. Hacía su trabajo y punto.

Miró de nuevo al púlpito y al Septón, esperando que la ceremonia acabara cuanto antes.

Baltrigar intercambió una mirada con el Forestal cuando se percató de que éste también buscaba a su hijo. Menuda coincidencia. ¿O no? 

Cosas de críos. El Caballero apartó cualquier pensamiento de su mente. Era un noble y debía comportarse como tal, así que agarró la mano de dos de sus pequeños, Brocelyn y Carlysle, mientras Clarissa acunaba a Charlton y dejaban espacio entre ambos para Beldyr, de momento el más responsable de todos los hijos del matrimonio.

Ya habría tiempo de dar unas lecciones a Brandon cuando acabara todo. No había sido un buen modo de comportarse para el hijo de un Caballero. Definitivamente no. Hablaría con Din cuando todo acabara. Aquel hombre era mejor que Baltrigar para encontrar a la gente, y seguro que daba con ambos niños en poco tiempo.

Ser Baltrigar puso el gesto más serio que pudo y permaneció atento a la ceremonia.

Gracias por el ofrecimiento- responde a Ser Trycian- pero prefiero que mis hombres estén aquí, solo por si acaso. Aunque ambos hombres recibirán su castigo- de eso no se libraban- en cualquier caso, su espada puede venirme bien para patrullar- un refuerzo siempre viene bien- sino os importa os quedaréis en el puesto de Armase, y este obedecerá sus órdenes. ¿Entendido soldado?- le dijo, esperando que no cometiera mas errores.  

No pasa nada hijo- responde tanto a su hijo como al cuarta espada- un malentendido que ya está solucionado- mira a Orsey- Vuelve con madre y tu hermano, y diles que todo va bien- y justo cuando dice eso, comienza (¡al fin!) la ceremonia. Pero los problemas de Otter no habían terminado. Clavopié se encontraba entre la gente de la celebración, intentando tranquilizarles, pero había abandonado su puesto. Y Tarmall, ¿que hacía paseándose con los nobles? Fue al encuentro de ambos hombres para darles la orden inmediata que volvieran a sus puestos mientras pensaba en que clase de castigo daría a toda la tropa. 

     El Maestre ocupó su lugar y mantuvo su mirada fija sobre el escenario, reaccionando cuando debía para recitar las palabras cuando el ritual lo requería.

     Su atención, afortunadamente, vagaba lejos de allí. Afortunadamente porque, pese a la distracción de minutos antes (cuando aquel Armase y su compañero el "Caratorcida" habían hecho un poco el tonto para solaz de la concurrencia), lo bien cierto es que hacía tiempo que no se aburría tanto.

Darién intentó mantenerse mirando al las tierras delante suyo, dando la espalda al resto de asistentes a la ceremonia. Se había armado un barullo pero sabía que no debía de actuar salvo que hicieran un llamamiento de alerta, los soldados habían sido muy exigentes en ese tema. Siempre insinuaban que la disciplina era la clave para poder vencer en cualquier enfrentamiento. Parecía que no consideraban a los jinetes libres muy disciplinados y después de lo acontecido no los podía reprochar nada. Mantuvo su posición intentando no saber nada de aquellos que parecían habían metido la pata basándose en las frases de la gente que estaba cerca suyo.