Partida Rol por web

- "¿Los caballos?" - El Alfarero mira sorprendido a la pequeña Arianna Tully.

- "Mira, ahí los tienes." - Señala a los pocos hombres de armas vigilantes que van montados, además del caballero Ser Trycian.

- "Bueno, al menos algunos. El resto estarán en las cuadras del castillo remoloneando." -

- "Ahora mismo." - Dice con una leve inclinación de cabeza.

Se va a la mesa que han montado los peones y corta una gruesa rebanada de pan y queso para su tío. Después mezcla agua y vino en una jarra y lo lleva todo de vuelta hasta donde está el Septón Eulocis.

- El jinete libre Caster "Caracortada" se dirige hacia el Norte, al Castillo. Entra por las puertas abiertas de la fortaleza, atiende a su caballo en los establos y después aguarda frente al rastrillo de entrada.

PIK:

- Ninguna amenaza a la vista, llegas a la conclusión de que los bandidos también están celebrando su propia fiesta en sus guaridas y campamentos ocultos en ruinas y bosques.

- No te preocupes. - Probis se dirige al ama de llaves mientras hace un gesto con la mano como si quitara importancia al asunto y sonríe. - Esta chica lo que quiere es jugar, no hablar con vejestorios como yo.

Parece querer decir algo más pero entonces advierte el gesto de ser Hadder.

- Disculpa Vesania, ser Hadder desea hablar conmigo.

Al ir a marcharse da un par de pasos y vuelve a darse la vuelta un instante.

- Acuérdate de buscarme después, ¿de acuerdo? Debo consultar algo contigo. - dice a modo de despedida. Después, echa a andar hacia el señor del castillo. Al llegar junto a él hace una leve inclinación de cabeza.

- ¿Desea algo, mi señor?

- El banquete transcurre sin más sobresaltos.

- Hay mucha abundancia de comida, sobretodo carne, pan, queso y vino.

- La carne asada de caza está rellena y bien especiada, muy sabrosa, un éxito de los cocineros Viterrand y Flavia.

- "Este ganso está delicioso." -

Después de que Din fuese a reunirse con sus hombres, Llum aprovechó para acercarse a las mesas donde la comida se acumulaba. Poco a poco fue consiguiendo, colándose entre la gente, llegar hasta el borde mismo de una de ellas.

Mientras masticaba con la boca abierta un enorme trozo de queso, pudo ver como alguien dejaba cerca de donde él se encontraba varias jarras llenas de vino. Echando un vistazo a su alrededor para evitar que nadie le estuviese prestando atención, Llum cogió una de las jarras de vino y echó a correr en busca de un lugar tranquilo. Al darse la vuelta, tropezó con otro niño aunque, milagrosamente, consiguió evitar que el vino se derramase...

Haudrey se quedó en su sitio comiendo, aunque algo decaído. Conforme el tiempo pasaba, iba tomando más conciencia de su condición, y de lo que despertaba en muchos y muchas, apartándole de la familia a la que él quería. Algunas veces de manera sutil, otras de forma bastante más literal. En este caso, la separación fue clara, como un tajo de carnicero sobre una pieza de carne. Estaban los hijos de Ser Hadder, y estaba él.

Por muy listo y maduro que fuera para su edad, seguía teniendo sólo diez años, y aquello dolía. Y, seguramente, todo iría a peor conforme fuera creciendo. 

Cuando el banquete estaba tocando a su fin, busqué a Padre. Era hombre de buen estómago, pero tras aquel incidente en la ceremonia, se me quitó todo el hambre, de modo que apenas comí, del mismo modo que apenas aparté mi mano de la empuñadura de mi espada. Ver a Padre "atacado", tumbado en el suelo por aquel desgraciado, y encontrarme tan lejos, fue todo un golpe para mi moral. No era su Guardia, eso lo tenía bien claro, pero quería demostrarle mi valía, mi lealtad, mi coraje, y no pude hacerlo en aquella ocasión.

-¿Alguna novedad, Padre? -dije, dando el primer y último sorbo de vino del día a una jarra que había allí cerca. Poco me importaba de quién fuese- ¿Habéis dilucidado ya qué castigo impondremos a los incompetentes que arruinaron la ceremonia?

Din abrió levemente su capa para que tanto Dregg como Pik pudieran ver la botella de vino que había guardado. - Buen trabajo. - repitió. - Cuando la fiesta acabe ya lo celebraremos juntos. - dijo con una sonrisa.

- ¿No pensaríais que iba a dejaros sin fiesta mientras el resto del Castillo festejaba? - añadió sonriente. - Ahora es nuestro turno de hacer guardia, pero cuando todo vuelva a la normalidad os mereceréis un breve descanso. -

Palmeó las espaldas de ambos hombres y luego se separó de ellos para vigilar él también. Tal y como hacían cuando exploraban juntos el bosque. Ya tendrían tiempo para calentarse con vino más tarde.

Din se alejó lo suficiente de sus hombres, sólo eran tres pero se desplegaron en abanico hasta cubrir el mayor área posible. No pensaba dejar que nadie, bandido o no, interrumpiera las celebraciones.

Bueno, parece que las aguas han vuelto a su cauce, todo está bien tranquilo, pensaba mientras paseaba su vista sobre la gente mientras vigilaba también el entorno. Apoyó su trasero sobre una verja... 

Una siestita ahora me iría de perlas... Aunque con el hambre que tengo...

En esas que recordó la mirada que le hizo Ser Otter y retomó su compostura erguida.

No deseaba que se acabase su guardia, ya que después vendrían las reprimendas.

Aunque sólo he llegado un poco tarde... no es para tanto, se disculpaba a sí mismo con antelación.

Baltrigar soltó una breve carcajada ante el comentario de Ser Hadder y mostró una amplia sonrisa mientras le pasaba a su mujer la copa de vino que le había pedido y un pedazo del jabalí pinchado en su cuchillo.

- Eso Ser Hadder no seré yo quien lo decida. - miró a Clarissa y luego a Ser Hadder. - Quedará en manos de la propia Madre. - añadió. La verdad es que ni Clarissa ni él habían planeado tener tantos hijos, pero habían sido bendecidos por la Madre cinco veces, y aquellos críos eran la ilusión de su vida. Traían felicidad y gozo a las vidas de ambos, y recordaban a Baltrigar otros tiempos. Tiempos tristes. De cuando él era un niño como ellos.

En su día se había prometido que sus hijos nunca pasarían por lo mismo que él pasó, se prometió jamás engendrar un bastardo, y lo había cumplido. Había intentado también que el resto de sus hijos fueran reconocidos como nobles, pero lo máximo que había logrado era que su primogénito fuera considerado como tal. En cualquier caso no cesaría de luchar por sus derechos.

Probis apareció de repente interrumpiendo las cavilaciones de Baltrigar, Ser Hadder le había convocado y el Caballero saludó al recién llegado. - Hola Probis. -

Agarró otra de las copas y se vertió un poco de vino, dejando espacio a Ser Hadder y el mayordomo. Si el Señor del Castillo quería algo quizá necesitaran privacidad.

- Gracias sobrino. - respondió el Septón con otra amable sonrisa al joven Eremiel.

Con delicadeza agarró el pedazo de queso y dio un pequeño mordisco, deleitándose con el sabor. Era de los pocos placeres de la vida que aún podía disfrutar. Con la mano libre sujetó la jarra que el acólito le había acercado y di un pequeño sorbo. Así, poco a poco, disfrutó tanto de la comida como de la bebida.

No quería beber demasiado rápido, pues aunque el vino estaba rebajado con agua, seguro que le causaría un buen dolor de cabeza, aunque fuera leve. Y ya no tenía edad para pasar penurias.

- Ve a por algo para ti también. - indicó. - Los Siete no desean que te mueras de inanición por servirles y echar una mano a este anciano. - sonrió. Su joven sobrino estaba ahí parado junto a él, atento al menor de sus deseos, y no reparaba ni en sus propias necesidades.

Sí, estaba seguro de que Eremiel sería un buen Septón algún día. Pero aún le quedaba mucho camino por recorrer.

Después de todo no ha sido para tanto... pienso tras oír la reprimenda de mi padre por haberme alejado de ellos durante la ceremonia.

- Ahora es el momento de la fiesta. Ahora es cuando puedes corretear por ahí y jugar con otros niños. No antes - me dice.

- Sí papá... - asiento al tiempo que echo a correr en dirección a las mesas de comida.

Cuando estoy próximo a llegar a una de ellas, siento un golpe en un costado que me derriba. Desde el suelo, puedo ver como otro niño se aleja de las mesas corriedo a toda prisa intentando que no se le derrame el contenido de la jarra que lleva en sus manos.

Me levanto sacudiendo el polvo de mis pantalones y salgo corriendo detrás del otro niño. Poco a poco nos vamos alejando del resto de los habitantes del castillo hasta que nos detenemos. Cuando él ve que le he seguido, se sobresalta y a punto está de derramar la jarra que ha tratado con tanto cuidado hasta ahora.

- No te asustes - le digo - no quiero quitarte esa jarra...

Ser Hadder se inclinó sobre el viejo Probis y le susurra unas palabras al oído.

-Hay mucho que hacer. Necesito dar varias audiencias. Hoy no, pues el castillo entero estará embriagado dentro de poco, pero mañana al alba nos pondremos al trabajo. -Decía Ser Hadder de forma meditada y decidida.- Para empezar, convoca a Ser Otter, a primera hora. Después, quiero reunirme con Russ el Matatoros, Tobías el Maestro Albañil, y Din el Forestal. Luego tomaremos algo para desayunar y, a continuación me reuniré con Ser Otter, el Septón, Maestre Ammon y tú mismo. Todo ello en la sala de ceremonias. Avisa a Malcom Ríos para que la prepare. Eso es todo, Probis.

La ceremonia estaba finalizando, pero no para Otter. El castellano estaba enfadado: si no fuera por el incidente de sus hombres toda la celebración hubiera sido perfecta. Al fin y al cabo, la comida y el vino eran buenos y abundantes y a todas luces la gente se estaba divirtiendo.

Suspiró con resignación. A él le quedaba aún un trabajo que hacer. Vio como su hijo se acercaba.

Todo bien, hijo, ¿como está madre?- en todo el día no había tenido el gusto de estar con ella, ni un instante- algo he pensado, pero esperaré a que acaben los festejos para reunirme con mis hombres- responde. A decir verdad, el castigo iba a ir no solo a los dos culpables del incidente. Algunos también recibirían su lección de hoy- espero que lo estés pasando bien. Al final, todo ha salido a pedir de boca.

Con la jarra de vino que acabo de coger de una de las mesas consigo alejarme lo suficiente del grupo de gente sin ningún incidente digno de mencionar salvo un tropezón con un niño que casi me hace caer al suelo. De ahí mi sorpresa cuando tras detenerme en mi carrera, veo que el niño con el que he tropezado me ha seguido después de levantarse.

No te asustes...  no quiero quitarte esa jarra... me dice cuando me doy la vuelta y me enfrento a él cara a cara. Le miro de arriba y abajo como examinándole y no puedo evitar responder burlonamente

- Jajaja... no creo que pudieses hacerlo aunque quisieras... pero no tengo ganas de pelearme contigo. Mi nombre es Llum, y soy hijo de Din el Forestal. En la jarra hay vino suficiente para los dos... ¡Compartámoslo!

Tras la ceremonia Ser Madrigal se había quitado la pesada armadura para estar más cómodo. Había visitado a su caballo que guardaba el mozo de cuadras, Woode, creía saber que se llamaba así. Cuando todos comían felices con su familia, y los padres jugueteaban con sus chiquillos, Madrigal sentía todo el peso de la soledad sobre sus hombros. O eso, o es que Totto cada vez estaba más gordo, lo cual ya no era posible.

Si padre estuviera aquí todo sería mucho más fácil...y divertido.

Observó a Arianna Tully a la cual parecían gustarle los caballos. Se acercó a ella con su montura de batalla de las riendas, un majestuoso y robusto ejemplar, llamado Medianoche, cuyo lustroso pelaje negro brillaba con los rayos del sol.

- ¿Te gustan los caballos?- Le dijo con una candorosa sonrisa.- Este es Medianoche, aunque le gusta mas que le llamen Shabdiz, ¿sabes?- El segundo nombre parecía más dos chasquidos hechos por los labios y la lengua contra el paladar. Madrigal tenía sus propias teorías sobre la doma y trato de los caballos, y pensaba que respondían mejor a ciertos sonidos más guturales.- Es un caballo de guerra un poco más tosco que Greq - Sonaba igual de raro que el otro.- mi palafrén, menos fuerte pero mucho más hábil. Ahora está en los establos, pero cuando quieras puedo enseñártelo y, si os deja vuestra madre, podría hasta enseñaros a montar a ti y a tus hermanos.- Sería una buena oportunidad para confraternizar con la familia de su Señor.

A Vesania le irritaba las desgana que mostraba a veces Lidya, la hija mayor de los Señores Tully. A los ojos del ama de llaves le faltaba toda la gracia que le sobraba a su hermana pequeña, Arianna. Resignada, observó como Probis era requerido por Ser Hadder. Un hombre de la valía del mayordomo no era habitual y era normal que lo requirieran para todo tipo de asuntos.

- Buscaremos a tu madre.- Dijo sin dejar lugar a ninguna réplica por parte de la niña, a la que aún aferraba con su mano. Ahora que la ceremonia había acabado se oían las risas y correteos de los niños. Sin embargo, para los niños Tully, no sería adecuado dejar que les vieran por ahí, jugando y revolcándose por el suelo como si fueran cualquiera. No, debían hacer gala de su elevada posición, ya jugarían de puertas para adentro del castillo. Al menos así pensaba Vesania.

- No arrastres el vestido, cariño.- Le dijo a Lidya con un ligero tono de exasperación. Se lo había dicho mil veces. La valía de una verdadera señorita podía medirse si, a pesar de estar a la intemperie en un suelo polvoriento, llegaba a sus habitaciones con la única necesidad de golpear un poco el vestido para que estuviera de nuevo a punto para utilizarse. Tener sirvientes no significaba abusar de sus servicios, también se lo había repetido infinidad de veces.

Buscó a Lady Olenna con la mirada y se acercó a ella presentándole a su hija. Vesania tenía cosas que hacer y esperaba poder librarse de aquella carga que le quitaba tiempo de controlar lo que hacían las sirvientas.

- ¿Necesita algo más mi Señora?- Había comprobado con la mirada que la mesa estaba ya dispuesta para el banquete, presidiéndolo por supuesto Ser Hadder Tully y su familia. Lo único que le había agradado de la ceremonia era la distinción que se había hecho con los hijos de Ser Hadder. En eso Vesania apoyaba sin fisuras a Lady Olenna. 

Cada uno en su sitio, como debería ser siempre. Haudry, el bastardo, tiene que ocupar un segundo plano.