Partida Rol por web

Baltrigar soltó un resoplido y se giró para observar todo el bullicio. No entendía muy bien qué estaba ocurriendo, pero varios jinetes libres habían abandonado sus puestos.

Ser Otter y Ser Trycian habían acudido junto a la orilla a investigar, y el primero había sido derribado por uno de los guardias.

La vista de Baltrigar se movió de los caballeros al bote que flotaba en el lago, y de ahí tornó de nuevo a los caballeros. No entendía nada.

Pero su sentido común le impelía a hacer algo. Se situó encarando al bote y se interpuso entre aquel trozo de madera y su esposa e hijos. Si algún peligro provenía de ahí, no permitiría que acechara a su familia.

- Esperad detrás mío. - indicó Ser Baltrigar a Clarissa y los niños. Con cuidado examinó aquella zona, esperando discernir si había realmente un ataque o no.

Lo que parecía ser un día tranquilo de celebración en el castillo se había empezado a complicar y en unos instantes toda la gente que estaba en el patio se encontraba presa de la agitación. Murmullos, gritos... pero desde donde yo me encontraba no podía ver el origen del tumulto.

Al parecer, el responsable era un bote de madera que se acercaba por el lago y padre nos ordenó permanecer resguardados mientras él intentaba averiguar algo más de lo que estaba sucediendo.

Sin embarrgo, tras obedecer inicialmente la orden de padre, mi curiosidad pudo más y soltando la mano de mi hermano Brocelyn, me escabullí entre la gente dirigiéndome en la dirección en la que me parecía que se se acercaba el bote...

Ser Madrigal esperaba tranquilo al comienzo del discurso del Septón pues la conversación con Ser Baltrigar estaba siendo de lo más entretenida. A él no le importaba asistir a estas ceremonias donde siempre había un tedioso y largo discurso. Las doncellas aburridas eran una presa fácil. Espoleadas por el aburrimiento solían estirar el cuello para echar una miradita por encima de las cabezas de la gente. Madrigal hacía lo propio y era entonces cuando dejaba rienda suelta a su enigmática sonrisa de dientes perfectamente alineados y blancos.

Mientras hablaba con Baltrigar y familia, peguntaba disimuladamente por una chica u otra de las que veía por los alrededores. Así, como quien no quiere la cosa, trataba de enterarse de si estaban prometidas, si tenían hijos, amantes, cualquier información era útil.

Sólo el travieso Brandon le distrajo de las doncellas. Al observar que trataba de salir de la protección de sus padres le espetó con tono cariñoso y paternal.

- ¿A dónde te crees que vas pequeño renacuajo?- Trató de sujetarlo por el hombro antes de que pudiera escaquearse del inminente aburrido sermón. Cuando fuer a mayor que hiciera lo que se le antojara pero ahora debía un respeto a sus padres.

El Sol despuntaba por el este y el agua del fresco rocío se empezaba a evaporar, entre las casi invisibles gotas de una pasajera neblina Brosten podía ver un bote que le resultaba familiar, era un bote inconfundible para él pero no tenía sentido que estuviera allí en un día festivo como aquel.  Pero menos sentido tenía lo que sucedía en la lejanía…

Un metálico estruendo se escucho claramente cuando se estrello contra el suelo la poderosa armadura de un caballero, pero si en verdad estaban sufriendo un ataque ¿Por qué no se daba la voz de alarma? ¿Por qué el resto de caballeros permanecían inmóviles?  Quizás se había caído del caballo y aquel otro hombre le ayudaba a levantarse, pero si no le engañaran sus ojos parecía que uno de los jinetes tenía una ballesta en la mano.

Por mucho que lo intentaba Brosten no alcanzaba a ver nada amenazante ya que el acuciante Sol reducía el campo de visión, pero estaba claro que algo sucedía o aquellos jinetes se habían vuelto locos… sucediera lo que sucediera Brosten conocía al dueño de aquel bote y apostaría porque él no lo había traído hasta aquí.

Seguía sin poder quitarse de la cabeza que se tratará de una maniobra de distracción, así que volvió a desviar su mirada del bote hacia los invitados y alrededores en busca de cualquier otra señal de que algo no iba bien.

SER MADRIGAL:

- Conoces por su nombre a todos los habitantes del Castillo.

- Aquí no hay nadie ajeno, nadie de la aldea o de pueblos vecinos.

- "¡Por los Siete que esto es un ataque! ¡Ser Otter ha caído! ¡Le han dado!" -

- "¡No digas majaderías, mujer! Ha sido ese descerebrado de Caratorcida, que le ha tirado al suelo." - El Maestro mira nervioso en dirección a Ser Hadder, quien de momento mantiene la compostura, temeroso de cuál pueda ser su reacción final cuando se harte de todo este despropósito.

- "¡No son majaderías! Mira al mercenario dorniense, no para de disparar con su ballesta. Algo grave está pasando..." -

- "Tranquilos, tranquilo todo el mundo. Por favor, guardad un poco de silencio. Dejad hablar al Septón. Tened un poco de respeto, por los Siete." -

- "Sí, seguro que todo esto no es más que un malentendido... Hay que saludar bien el año, de lo contrario todos tendremos un año entero de mala suerte... ¡Los Siete no lo quieran!" -

Jared asiente sabiamente, en silencio. Entonces oculta una sonrisa con su mano.

- "¿Dónde se ha metido Dhur? ¡No le veo!" -

Probis contempló con cierta preocupación creciente el alboroto que se había producido en la orilla del lago. Se esforzó por vislumbrar algo desde su posición pero fue en vano. Las únicas noticias que tenía era lo que se empezaba a escuchar procedente de los cuchicheos de la gente.

El viejo mayordomo no hizo caso. De haberlo hecho se habría enterado de que había bandidos, que se acercaban guerreros de Pyke o incluso que los mismísimos Targaryen con sus dragones acababan de aparecer en la orilla, tal era el desconcierto y la exageración de la gente.

Seguramente se trataba de una falsa alarma y todo volvería a su cauce en breves momentos. Intentó, en vano, leer el impasible rostro de ser Hadder y su mirada comenzó a pasearse entre los presentes que se encontraban más cerca del estrado. Finalmente, contempló las atenciones de Vesania le brindaba a la joven Arianna y, sonriendo para sí, permaneció siguiendo el juego que el ama de llaves le enseñaba a los pequeños hasta que una voz le sacó de su ensimismamiento.

- Creo que hay algún tipo de altercado en la orilla - le contestó al repostero. - Aunque más parece una falsa alarma. Esperemos que pronto pueda empezar la ceremonia.

Flavia aprieta, preocupada, la mano de su esposo.

Armase veía bien lo que parecía un bote cargado de asesinos, pero... algo impedía que los demás vieran lo que él estaba viendo ¿era el sol? ¿el cansancio? ¿o sencillamente falta de competencia en avistar sujetos hostiles?

Una vez más disparó el virote intentando alcanzar a alguno de los atacantes. 

¡Esta vez sí, parecía que había alcanzado un objetivo! Pronto el bote se acercaría a la orilla, si llegaban todos muertos, quizá podrían continuar con el festejo como si nada hubiera pasado... No obstante, nadie era tan estúpido para organizar un ataque con cuatro gatos miopes armados con arcos y montados en una balsa... 

Venid cabrones... mis virotes son limitados y tengo ganas de probar mi espada. 

Ignorando los mirones de su alrededor, Armase cargó otro virote... Estoy rodeado de incompetentes... en cuanto alguien acabe herido nos tocará correr... 

ARMASE:

- Repentinamente te sientes agotado y sin aliento. El Sol naciente y el viento del Este te ciegan.

- "Papi, papi. ¿Podemos tirarle tomates al Septón?" -

Armase va a disparar otra saeta y de repente deja caer la ballesta al suelo. El jinete cae de rodillas jadeante. Claramente, algo le sucede.

     Al principio se acercó por curiosidad: aquellos ruidos, los caballeros en la orilla gritando órdenes que nadie acataba.

     Después sintió una vaga inquietud. Una quemazón en el esófago, y un temblor en el labio cuando el caballero acabó en el suelo empujado por uno de los guardias. Pero cuando el otro guardia perdió sus fuerzas y cayó de rodillas, el Maestre supo que algo anormal estaba ocurriendo. Tomando con ambas manos las faldas de su túnica salió a toda prisa hacia la orilla. Y ya no era curiosidad, ni inquietud.

     Era la llamada del deber.

Ser Otter, colabore un poco y mantenga la cabeza baja. Debemos encontrar cobertura, y para eso tendremos que gatear sobre la hierba hasta esa roca de allí. Venga, como caracoles. Estoy seguro de que puede hacerlo...

Bethan enmudeció. Armase dejó caer la ballesta. Era evidente que le habían dado.

¡ARMASE! ¡NOOOOOO!

Bethan al fin dejó a Ser Otter en paz para gatear hacia Armase y tirar de él por el cinto para tumbarle. Palpó con prisas su torso buscando la flecha o virote que había herido a su compañero. Un mártir que había arriesgado la vida para prevenir el ataque. Siguió palpando... quizás podría sacar la flecha o virote y taponar la herida. Bethan no dejaría que Armase muriese hoy.