Partida Rol por web

Había entrado en la típica casa de la ciudad de altos muros, tan poco convenientes para los de su clase. Pero ya había subido unos cuantos y aquella vista no la iba a desmoronar. Lo que tenía claro era que el atuendo del hombre era para pasar inadvertido, y eso era una buena señal para ella.

Al poco de andar por los alrededores para evaluar los posibles accesos una voz femenina llegó a sus oídos en forma de canto. Provenía del interior de aquella casa, y sin duda era de una mujer joven. Si bien era una buena coincidencia o veía lo que le convenía. Por eso negó con la cabeza enérgicamente para despejarse; debía asegurarse primero.

Algo más animada buscó algún hueco para ojear en el interior, con la esperaza de localizar a ambos hermanos y así confirmar el parecido. El trabajo era por localizarlos, ni más ni menos, pero no quería correr riesgos ante personas que eran buscadas por gente del Viejo Mundo.

 Consigues encontrar una pequeña rendija en una pared y al otro lado ves a una muchacha de pelo algo rubio, demasiado rubio que podria ser plata sentada en un banco cantando, pero se calla al oir como llega el hombre

Este la coge del brazo con fuerza y la tira contra el suelo, despues la da una bofetada y la levanta arrastrandola a casa mientras escuchas que dice

No querras despertar al dragon

Apretó los labios al ver la acción del hombre sobre la joven. Siempre que veía cosas así le enervaba la sangre, por eso se había impuesto hacerse fuerte a marchas forzadas. Nunca había matado, pero tampoco estaba del todo segura sobre alguna que otra reyerta donde la violencia no era una justificación sino una necesidad.

- Será cabrón… -susurró entre dientes- Ya te daría unas buenas hostias.

Se mordió el labio inferior reprimiendo su irritación, pero se obligó a respirar hondo para continuar con su tarea. Sintiéndolo mucho por la muchacha tenía que avisar a sus clientes informando del más que posible hallazgo de sus objetivos.

Antes de regresar a la posada tomó buena nota del lugar. Al menos cobraría unas monedas para tirar una semana, o dos si la presionaba un poco.

 Caminas de nuevo a la posada por las calles cuando te topas de frente con parte de la guardia de la ciudad que esta alli esperando no sabes a que....pero uno te ha reconocido y esta a punto de dar la alarma a sus compañeros eso significa que esta noche y un par de dias mas dormirias en un lugar poco comodo, humedo y con comida que no darias ni a las ratas...bueno ni las ratas lo comen cuando estan alli por lo que te han dicho

Estaba claro que no iba a tener una vida fácil, pues por alguna razón que desconocía las cosas no lo eran para la joven Izzy. De una vida cómoda y con futuro a una de pura supervivencia, tal vez no entre férreos bárbaros pero las calles de la ciudad eran como poco despiadadas. De momento estaba a punto de caer de bruces a una celda cuando al doblar una esquina se topó con unos guardia, y uno de ellos parecía haberla reconocido.

- ¡Cachis de suerte! –masculló más con rabia contenida que en voz alta.

Como alma que lleva el viento dio media vuelta sin pensarlo y echó a correr a la par que buscaba alternativas. Necesitaba despistarlos, ya fuera por medio de la rapidez o un escondite apropiado. Si era necesario no dudaría en encaramarse a cualquier cosa que la llevara a las alturas.

¿Podía su día empeorar? Esperaba que no, o por lo menos que sus huesos no acabaran varios días en una cárcel.

 Notas como una mano tira de ti al llegar a un callejon un poco lejos de donde estabas y te pone la mano en los labios mientras se lleva un dedo a los suyos.

No tenía intención de prestar mayor resistencia que la de poner pies por tierra, pero cuando sintió que alguien tiraba de ella instintivamente se llevo la mano a la empuñadura de su daga. No llevarla en aquellas calles era prácticamente un suicidio, a menos que tuvieras una buena escolta. O tal vez no había conocido una vida donde se pudiera pasear sin preocupaciones por las calles.

- Pero que… -dejó a medias al ver que no pretendía ningún mal sobre ella, de momento… Estaba claro que era una mujer al sentir su cuerpo, y se le pasó que pudiera ser su extraña cliente. Por eso dio unos segundos a su salvadora antes de sacar el filo de su arma y pedir mejores explicaciones, pues estaba claro que la estaban siguiendo.

- Deja ver tu rostro, para agradecértelo –añadió con rapidez y cierta picardía.

 Me paro y me giro para encararla mientras mi mano se cierra y pongo un dedo en su nariz

Aún le quedaba mucho camino por delante para que su semblante fuera inescrutable en situaciones como esas, por eso no pudo evitar arquear una ceja ante el primer comentario.

- No sé si darte las gracias o ponerme a maullar –respondió casi divertida, aunque se apreciaba un cierto malestar. Hacía ya un tiempo que los comentarios acerca de su edad o fragilidad no le caían bien, pero tampoco es que se fuera a pelear con su “salvadora”.

No añadió nada más, ni cuando se descubrió la cara o se alejó. Sin embargo, al verla marchar con aquel paso coqueto y como los hombres se giraban para observarlas supo que era la clase de persona que no le gustaba. Puede que no fuera una mala persona, de hecho la había ayudado, pero no le caían en gracia aquellas mujeres que usaban su cuerpo como una forma de sacar ventaja, fuera cual fuera…

Minutos después ya se había internado por otro callejón para salir a la vía principal y así mezclarse con el gentío y lograr llegar a la posada. Debía darse prisa para comunicar el resultado de su trabajo, así como para engordar sus ganancias.

 Cuando llegas a la posada o mas bien a la boca de la calle que lleva a ella, ves como la guardia de la ciudad esta alli, registrandola asi como las casas cercanas. Estan sacando a todos lo que hay dentro, reconoces a algunos de los compañeros de gremio que ya estan encadenados.  Tambien reconoces al jefe de la guardia de la ciudad que esta muy enfadado con una enorme herida en la cara como si le hubiera atacado un animal enfurecido.

No, estaba claro que aquel no era un buen día para la joven buscavidas. Al llegar a las cercanías de la posada donde se alojaba su cliente, o clientes, la vio custodiada por guardias. Sacaban a los huéspedes del interior y en la calle algunos conocidos de profesión estaban encadenados. No era una buena situación, y estar cerca no iba a ser agradable para su bienestar.

Una mejor ojeado descubrió al jefe de la guardia, un viejo conocido por los de su gremio, con una seria herida en el rostro. Estaba muy enfadado, fácil de reconocer por su actitud aunque se encontraba a cierta distancia. Ahora el problema estaba en saber si sus clientes habían pasado desapercibidos de la ira del guardia o por el contrario… ¿qué hacer? Bueno, tenía la información pero sin clientes no servía de mucho. Además, no tenía ganas de que sus huesos fueran a parar a una celda.

- Qué le vamos a hacer… -se dijo a sí misma en voz baja mientras daba media vuelta hacia una zona más tranquila, esperando que todo se calmara para regresar. No podía volver a la casa donde se hospedaban sus objetivos porque los guardias la habían seguido por ahí, y muchos menos acercarse demasiado a la posada.

-Oiga –llamó discretamente la atención de un transeúnte que estuviera antes que ella en las inmediaciones- ¿Qué ha sucedido? Menuda se ha montado, ¿eh?

 El transeunte una mujer que viene del mercado con una cesta llena de viandas te mira y dice.

¿Sería demasiada coincidencia que el muerto y la viuda fueran sus clientes? Si ese era el caso tendría que acudir a una santera para quitarse el mal agüero del día.

- Claro que sí, sólo hay que ver con que aires de señoritos nos tratan. Poco más y creen que somos sus lacayos –soltó con una mueca de disgusto.

Con un gesto de cabeza agradeció a la mujer la información. ¿Se arriesgaría? A buena distancia de la posada mantuvo su mirada fija en ella, en las personas de su alrededor. Mordiéndose los labios luchaba entre el impulso de acudir a buscar información o largarse de inmediato. Con un suspiro selló su decisión en busca de un puesto de flores, donde por unas monedas que pensaba recuperar más tarde, compró un ramo de flores.

Con paso resuelto, tras sacudir sus ropas, arreglarse algo y cubrir su cabello con un pañuelo fue a la posada; pero antes se aseguró que no había ninguno de sus anteriores perseguidores.

- Buen día señor –se dirigió a uno de los guardias con amplia sonrisa adornada con el colorido de las flores- Un amable caballero, que se hospeda en ésta posada, me pidió que trajera un ramo de flores para su señora –pestañeó un par de veces- Ahm… veo que no voy a poder entrar –terminó con ojos entristecidos.

Ya estaba dado el paso, así que lo único que podía hacer era adaptarse a las posibles reacciones.

 Te mira un segundo y observa como vas, las flores, tu aspecto. 

Tenía dos posibilidades: la primera consistía en acercarse a la rubia, y aunque parecía de mal gusto entregarle las flores. Eso le podría dar la posibilidad de enterarse qué ocurría, pero le pareció complicarse demasiado. Así que optó por la otra opción.

- Pues no es ella, no… -sonrió al guardia- Y menos mal, que hubiera sido muy raro entregarle las flores de parte de un difunto –con la misma cruzó dos dedos y se golpeó suavemente la sien varias veces. Esa era una forma común de quitarse el mal agüero- Pues estará en esa otra posada, espero…

Con un encogimiento de hombros dio por terminada la conversación con el guardia para encaminarse a donde creía que estaban sus clientes. Por lo menos era agradable saber que uno de ellos no era el fenecido, situación que complicaría su paga. Con paso resuelto se dirigió a la posada, evaluó el lugar desde fuera y entró sonriente con el ramo de flores.

 Una leve sonrisa en tu rostro mientras te alejas de alli y vas pregutnando en algunas posadas cercanas donde podria estar hospedada. 

El tiempo pasó entre posada y posada, hasta llegar a la correcta. Divisó a la mujer junto a la chimenea, leyendo un pergamino tranquilamente. Al acercarse a ella, aún con el ramo de flores, no pareció inmutarse; cogió una flor y se la ofreció.

- Una bonita Rosa del Desierto para una hermosa dama… -enseñó los dientes en una sonrisa picarona, algo burlona. Sin esperar una invitación se sentó frente a ella, aspiró el aroma del ramo y su cara mostró ensoñación.

- Tengo lo que busca –dejó el ramo sobre la mesa, a un lado, y apoyó el codo en la mesa para que su barbilla descansara en su mano en una actitud amistosa, juvenil- Es curioso, no hablamos de una cantidad concreta de plata.

Los ojos de la joven la miraban sin mostrar demasiado, simplemente como si quisiera observarla, conocerla…

 Sonrio enrollando el pergamino en la flor y la miro a los ojos

Siempre se puede conseguir un poco de entendimiento entre las dos partes.  Tal vez si me dices tu precio pueda ayudarte a conseguirlo o puede  que con lo que haya  en la bolsa con otra igual sea suficiente. Aunque tambien puede servirte un poco de ayuda en la busqueda de algo en el otro lado del oceano.

No entendía muy bien la insistencia de la mujer con que fuera al Viejo Mundo. No sabía si dejar claro de una vez que no o, simplemente, hacer caso omiso. Optó por lo último y puso cara pensativa pero evidentemente fingida.

- Que decisión más complicada -suspiró aún con la barbilla apoyada en la palma de la mano- Si viera el contenido me haría una idea de si otra bolsa sería bastante. He tenido que correr para evitar "visitar" la cárcel porque la guardia esta emperreta en limpiar las calles de maleantes. Y digo yo... Tengo pinta de mala gente? -sonrió para enmarcar un rostro de angelito mas que practicado.

 Comprendo lo que es eso, ami me suele pasar a veces y eso que soy una mujer respetable. Sonrio para mi mientras saco otra bolsa que parece pesar bastante. 

Si tienes problemas, hay una anciana en la zona sur, que regenta una panaderia que parece caerse a trozos y que te ayudara a desaparecer un tiempo si es posible, solo enseñala una de esas monedas que te doy