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Capítulo uno: La carretera

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16/11/2013, 10:08
Director

Capítulo uno: La carretera

La noche es oscura como boca de lobo. La serpenteante carretera de montaña discurre a través de un mar de negrura, iluminado tan solo por los faros del coche. Hace más de dos horas que dejasteis atrás todo rastro de civilización, y casi no podéis recordar la última vez que os encontrasteis con otro vehículo. La radio dejó de coger emisoras hace tiempo, y lo único que se oye al intentar encenderla es estática. El GPS consigue orientaros a duras penas, pues aunque reconoce la dirección a la que vais, de cuando en cuando os ubica en un campo sin indicaciones, y os habríais perdido si no fuera porque no hay otro camino posible.

La carretera prosigue indefinidamente ante vosotros, y lo único que veis aparte de la eterna línea blanca de la vía, que refleja las luces de vuestro coche, es la ocasional sombra apenas advertida de algún árbol que marca los límites del frondoso bosque que os rodea. Y con todo, a pesar de la aparente monotonía del viaje, a pesar de la calma y de la ausencia de distracciones, no dejáis de tener la ominosa sensación de estar huyendo. Escapando de vuestras vidas, de vuestro pasado, como si por muy lejos que fueseis este os persiguiera sin descanso, una bestia hambrienta que os pisa los talones, siguiendo el olor de vuestra desesperación, de vuestra angustia. Esta sensación no os ha abandonado desde que os alejasteis de todo lo que conocéis. Es más, la habéis tenido todo este tiempo desde aquel momento, pero ahora, aislados de la distracción sofocante de la ciudad, lo notáis con una fuerza casi palpable. Casi podéis oír los pasos del depredador imaginario que os pisa los talones, como un ritmo frenético que golpea vuestras mentes.

Giráis una curva más. ¿Cuánto faltará para llegar? Cuando os reunisteis en aquella cafetería después de vuestros quehaceres diarios, dispuestos a pasar un relajante fin de semana en la montaña, no os esperábais que el viaje fuese a ser así. Incluso parecéis haber perdido el ánimo para hacer comentarios ocasionales que rompan el silencio que os atenaza.

Estáis deseando llegar.

Notas de juego

De acuerdo, id escribiendo cómo está pasando el viaje cada uno de vosotros, si alguno decide decir alguna cosa, si os ha sucedido algo destacable a lo largo del día de hoy, etcétera. Este fin de semana yo estaré fuera y sin conexión, así que os lo podéis tomar con relativa calma. Incluso podéis aprovechar para hacer un poco de vida social entre vosotros y molestaros en conoceros un poco. Ya me diréis... Por cierto, por si no ha quedado muy claro, representa que hoy es viernes por la noche.

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16/11/2013, 11:22
Bill Törnqvist

No recuerdo cuándo fue la última vez que miré el reloj, pero ha pasado una eternidad desde entonces. Llevo todo el viaje escuchando a Corroded a través de los auriculares del móvil, aislado de mis compañeros de viaje. No puedo evitar sonreir cuando empieza a sonar All the Voices.

"Todas las voces en mi cabeza,

me convencen de que tengo razón.

Todas las voces en mi cabeza,

nunca puedo hacerlas callar.

Nunca me abandonarán, y yo nunca las abandonaré.

Todas las voces en mi cabeza".

"Deberías probar el Seroquel", pienso para mis adentros mientras sigo con la cabeza el pesado ritmo que marcan la batería y el bajo.

Vuelvo a buscar "mansión Coppercreek" en Google, pero no hallo más información que la que ya encontré en casa. Al parecer, la mansión fue construida por un tal James Hillsworth en 1856 cerca de una abundante mina de cobre. Originalmente se llamaba "mansión Hillsworth", pero empezó a conocerse como "mansión Coppercreek" cuando las actividades de explotación minera provocaron que un arroyo cercano quedase contaminado con el cobre residual. La propiedad vio otras dos generaciones de Hillsworth antes de que el último miembro de la familia falleciera sin herederos, hecho que ocasionó que el Estado se quedase con ella en 1971. El resto de la historia es lo que más o menos sabe todo el mundo: la mansión estuvo cerrada durante muchos años sin que se le diera ningún uso hasta que apareció la doctora Jocelyn Beckett con su magnífico proyecto de reinserción social. Curiosamente, no había más gente interesada en la propiedad, así que no hizo falta celebrar ningún concurso. El proyecto de la doctora se aprobó y ahora la mansión es una especie de retiro para pirados.

Cuando le conté a Eija a dónde iba, ella me dijo que se alegraba mucho de ver que yo hacía cosas y me deseó que me lo pasase bien. Es una buena hermana, y como tal, intentó disimular su miedo, miedo que sin embargo pude ver en sus ojos. En el fondo, sigue asustándola que vaya solo (es decir, sin ella) a ninguna parte, o que pueda olvidarme de tomar mis pastillas, o que pueda volver a hacer alguna... tontería. Claro, ella es tan perfecta, el ojito derecho de papá y mamá.

Vuelvo al presente cuando pierdo mi última vida en el Candy Crush. Chasqueo la lengua y me meto el móvil en el bolsillo de la sudadera, mirando a Pierce, que va al volante, a través del espejo retrovisor. Parece nervioso —qué novedad—, y su frente está perlada por pequeñas gotitas de sudor. Observo que cada pocos segundos va lanzando miradas furtivas a través del retrovisor para mirar a sus acompañantes. Cuando sus ojos se encuentran con los míos, no hago ningún esfuerzo por apartar la mirada. En vez de eso, lanzo un profundo y hastiado suspiro.

—¿Cuánto queda para llegar?

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16/11/2013, 13:44
Kimberly Richmond

Al montarnos en el coche, decidí que el asiento de copiloto era lo mío. Sin demasiado roce con el resto y encima lugar anti-mareos; soy muy mala viajera en coche, de esas que cada dos por tres piden que paren en la cuneta para vomitar. Desde pequeña, qué le vamos a hacer.

Así que la mayor parte del viaje me la paso con los pies apoyados sobre el salpicadero agrietado del coche. Observo las botas, negras, altas hasta la mitad de las espinillas, con los cordones desgastados y en general con aspecto de haber vivido épocas mejores. Cada uno de ellos se va entreteniendo con lo que pueden: móvil, libros, música… pero echo de menos algo de charla. ¿Cómo puede ser que llevemos tanto viaje recorrido y aún hayamos apenas hablado? Por mi parte, me entretengo observando a través de la ventanilla para divisar el monótono paisaje: sombras y más sombras solemnes se yerguen a lado y lado de la carretera, marcando con recelo los límites por los que nos podemos mover libremente.

Tras toquetear la radio otra vez sin demasiado éxito, saco otro chicle de mi aprovisionamiento anti-mareo. Pierce está conduciendo y me parece más o menos normal que no charle, estando concentrado conduciendo, pero el resto… ¡Ah, al fin! Me giro en mi asiento para mirar a los que están atrás puesto que Bill ha sido el rompe-silencios esta vez.

- No creo que estemos perdidos, ya llegaremos… -digo mientras masco a la vez el chicle que llevo en la boca sin demasiado afán por ocultarlo. Le ofrezco el paquete de chicles a Bill y luego al resto de los que están con él, Eli y Luke- ¿Queréis?

Desde que hemos tomado esta carretera me he estado preguntando cuánto tardaríamos también, y de hecho no ha habido ningún cruce ni salida desde entonces. ¿Carretera única para llegar a la Mansión de los Pirados? Esto me suena a alta seguridad, más que nada por experiencia. Empiezo a pensar que no será una experiencia en plan casa de campo tanto como encarcelamiento de fin de semana.

- Si llegamos bien entrada la noche, ¿nos abrirán? –pregunto en general, aunque sigo girada hacia los que están en el asiento de atrás, abrazada al respaldo de mi asiento. Para ello me he quitado antes el cinturón de seguridad.

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16/11/2013, 16:53
Bill Törnqvist

Empujo a Luke para coger un par de chicles del paquete que extiende Kim. Ni siquiera intento disculparme. Después digo con un guiño:

—¿Te preocupa que no nos abran... o que lo hagan?

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16/11/2013, 17:32
Kimberly Richmond

Ladeo la cabeza ligeramente mientras sigo sosteniendo el paquete de chicles para los que aún no han dicho nada. Miro a Bill como si la respuesta fuese obvia y tras unos instantes mascando el chicle como si no hubiera mañana, añado:

- No creo demasiado en las “técnicas revolucionarias” en el ámbito de la cura de los pirados. Me suena a como cuando te regalan un caramelo amargo. Todo se basa en un placebo, si no te lo crees no te curas. Así que… -asiento lentamente leyendo desinteresadamente el paquete de chicles, dándole vueltas mientras lo hago sin dejar de conversar- supongo que preferiría que no nos abriesen y todos para casita.

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17/11/2013, 12:09
Eli Farrow

El viaje no era cómodo, bueno, cualquier viaje donde fuese alguien mas que ella le resultaba incomodo a Elisabeth... Pero tenía que conformarse.

En cuanto se monto en el coche y dejo atrás los últimos edificios de la ciudad sintió tranquilidad, todo un fin de semana alejada de casa, ojala pudiera hacer eso mas veces... Todos los fines de semana... Ojala.

La niña deja escapar un suspiro y se relaja. Desde que salieron de la ciudad estaba agazapada en el asiento trasera pegada a la ventanilla derecha, detrás de Kim. En su regazo llevaba su mochila de viaje y estaba abrazada a ella mientras su cabeza reposaba encima, con la mirada ausente tras el cristal. Estaba completamente ajena al lugar donde se encontraba mientras sus ojos recorrían el paisaje. La noche le relajaba, le gustaba la oscuridad, sentirse sola... Tranquila.

Cuando la otra chica les tendió el paquete de chicles Eli pensó en rechazarlo amablemente, como siempre. Pero tenía que darle una oportunidad a esa gente, después de todo eran como ella.

-Muchas gracias. Dice ella mientras toma el chicle con sus manos delicadas, el pulso le temblaba un poco. Como siempre. Le dedico a Kim una sonrisa mientras le agradecía, una sonrisa inocente.

Quito el papel del envoltorio y se lo guardo en el bolsillo izquierdo junto a sus llaves y la cartera mientras se metía el chicle en la boca y lo masticaba despacio.

Escucho atentamente la conversación entre Kim y Bill. No le gustaba interferir cuando otros hablaban, pero también estaban hablando con ella... ¿No?.

-Yo prefiero que nos abran... No estará mal pasar un par de días lejos de casa. Fue lo único que su fina voz dejo escuchar, en un tono bajo, casi un susurro. Como si hablase para ella. Elisabeth se quedo mirando el paquete de chicles mientras Kim le daba vueltas.

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18/11/2013, 17:03
Luke LaPonte

Cuando Kim ofrece el paquete de chicles, lo rechazo obstinado. Aun pasarán unos minutos hasta que olvide que ella se adelantó para ocupar el asiento del copiloto, dejándome sin más lugar que el asiento de atrás. Durante el recorrido por carretera, intento evitar los recuerdos que se agolpan en mi mente, usando para ello el libro que me ocupa estos días, pero me resulta imposible: para empezar, los recuerdos son demasiado vívidos; y por si fuera poco, en mi caso lectura y coche son sinónimos de vómito repentino. Con todas mis fuerzas traté de leer, pero en menos de 15 minutos ya tenía la familiar sensación de acidez en el estómago y mucha saliva en la boca, por lo que decidí cerrar el tomo y los ojos, guardando la esperanza de que la molesta sensación pasara de largo.

- Deben abrirnos, ¿por qué si no nos iba a decir el doctor Moore que esto podría ayudarnos? Yo creo que dejar a la gente al raso en una noche como esta no es ninguna ayuda... Muy al contrario, apuesto a que más de uno de nosotros... De repente un poco de gas sube por mi esófago, ante lo cual callo repentinamente para reprimir el molesto sonido.

- Perdón, la verdad es que la parte de atrás me marea ligeramente. Como decía, de pasar la noche al aire libre, más de uno amanecería, como mínimo, resfriado. Bueno, resfriado y con bastante menos dinero... No sé cuánto combustible habremos quemado por estas curvas infernales...

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18/11/2013, 20:23
Kimberly Richmond

Sonrío de manera sibilina cuando me percato del gesto de Luke, sin dejar de mascar el chicle. Aún así, mantengo el paquete de chicles entre mis manos, jugueteando con él mientras charlo con ellos. Tal y como lo hago bien parece el típico gesto anti-estrés típico de un fumador que está intentando dejar de fumar, controlando esa voz poderosa que tira y tira de nosotros con una fuerza superior, llevándonos por el camino que queremos evitar sin demasiado entusiasmo. Qué le vamos a hacer, la fuerza de voluntad no es lo mío. Conozco demasiado bien esa voz. Me resulta demasiado familiar.

Por una parte Eli tiene razón. Al fin y al cabo si me he apuntado a esta chaladura ha sido por el incentivo de desaparecer de casa al menos un par de días. Sin que desconfíen. Sin persecuciones alocadas. Sin detectives privados... ¿eso ha llegado a suceder? Todo es posible viniendo de madre. En esta ocasión me ha soltado bastante pasta para "gastos". Si ella supiera...

Por otra parte, a Luke le preocupa más que nos resfriemos. En el remoto caso de que no nos dejaran entrar, que lo dudo, yo por lo menos no salgo del coche ni aunque me den un millón de pavos. Seguramente al llegar nos digan dónde tenemos que dormir y al día siguiente nos darán "la charla". Es el sistema de "curar a los pirados". Aunque quizás siendo esta loquera una visionaria, con proyecto propio y todo eso, nos ponga al día ya mismo.

Ruedo mi mirada lentamente entre Luke y Eli, pues de momento me llaman mucho la atención. Están tan fuera de lugar como yo en el último ballet en el que mi madre quiso que la acompañara para "aparecer" de nuevo en sociedad. Se percató del error demasiado tarde. Me pregunto...¿cómo pueden ser tan inocentes y haber conseguido llegar hasta aquí? No todo lo que reluce es oro y puede que pronto sepamos de qué están hechos.

- Lo único bueno de todo esto, de momento, es el estar un fin de semana fuera -asiento mirando a Eli, en una mirada cargada de curiosidad, aunque ésta sigue alternando entre ellos dos. Bill parece el más normal de todos de momento- Pero no estaríamos hablando de dormir al raso de haber salido antes de la ciudad. ¿Por qué hemos quedado tan tarde? -lanzo la pregunta al aire, aunque les miro alternativamente, como quién emprende una caza de brujas.

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19/11/2013, 09:10
Luke LaPonte

El gesto desafiante de Kimberly me produce una gran turbación. No estoy hecho para soportar esa clase de miradas. De hecho soy capaz de soportar pocas miradas; ahora no sé si se apropió del asiento intencionada o inintencionadamente. Peor para el caso es lo mismo; total, tampoco vamos a hacer un mundo de esto, sobre todo si tenemos que pasar juntos todo un fin de semana. Será mejor que tratemos de llevarnos bien; al fin y al cabo, todos tenemos un motivo para estar así, y con frecuencia los de apariencia más dura son los más vulnerables, y lo único que tienen para protegerse de todo lo demás es esa fachada aparentemente inquebrantable.

- Yo la verdad es que hubiera salido bien de mañana... La carretera por la noche no me gusta, y menos si vamos por zonas que no conocemos.

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19/11/2013, 18:22
Pierce Logan

Soy la peor de las compañías; no puedo evitarlo. Ir con un cadáver putrefacto de copiloto es más entretenido (infinitesimalmente, diría yo) que tenerme de conductor.

En fin, cada uno es como es.

Estoy pendiente de la carretera, la cual se contorsiona más que una serpiente constrictora, enroscándose para estrangularnos. Ya es de noche y, si no fuera por los faros autoled del coche, haría horas que hubiéramos volcado. Y, por si fuera poco, el GPS tampoco ayuda demasiado. Me temo que hay zonas del país que aún están sin colonizar y que estamos descubriendo según nos vamos internando en las tinieblas.

En resumen: no hablo mucho, por no decir nada. Claro que mi compañía tampoco es excelsa.

Bill es el primero en romper el silencio en dos hora, con el clásico “falta mucho”. Si pretendía hacerme saltar, ha fallado, aunque no me parece mal tipo… del todo. Puedo escuchar retazos sueltos de la música que atrona en sus oídos desde los cascos de su teléfono y, en las furtivas miradas que le dedico a todos por el retrovisor, le veo inmerso en algún profundo pensamiento o jugando a algo en el móvil.

Kim se ha adueñado del asiento del copiloto y, a tenor de lo expresado en la consulta y de los chicles antimareo que no cesa de mascar y de ofrecer amablemente al resto de viajeros, es algo que viene de lejos. Se ha encogido en el asiento, con los pies sobre el salpicadero, absorta en el paisaje exterior, y ahora en su mundo interior.

Eli, la chica de cristal, suspiró de alivio cuando salimos de la ciudad. Se relajó. Aunque sigue temblando de manera casi imperceptible, según me pude percatar cuando tomó un chicle que le ofreció Kim. Además, su casi inaudible comentario de que no estaría mal pasar un par de días fuera de casa me dio qué pensar. Su fachada de cristal está más resquebrajada de lo que aparenta, pero se hace la fuerte para que nadie se lo note.

Luke está inquieto y parece enfermo. Por lo que he deducido, tiene miedo a ir en coche. Se le mudó la cara cuando Kim se adelantó para sentarse de copiloto, pero no dijo nada, y se  puso verde intentando leer su libro al inicio del viaje. De hecho, apenas ha articulado unas pocas palabras y ha tenido que llevarse una mano a la boca para reprimir una arcada. Marearse ligeramente, resfriado,… Casi me recuerda a un gag de alguna película de Woody Allen.

Yo sudo. Como siempre. Bueno, como siempre que no he dormido lo suficiente. Hace un rato el efecto de la bebida energética que tomé antes de salir ha comenzado a disiparse. Tengo muchas cosas en la cabeza, como siempre.

La noche se dio muy bien: como yo quería. Tres detenidos más a mi cuenta. Repaso mentalmente el temario de ascenso a sargento, un aumento de categoría en mi escala profesional, aunque no es un examen tan difícil como lo fue el de detective.

Cuando salí del trabajo, aún sin dormir, me fui a entrenar: media maratón, pesas y unos cuantos asaltos de saco para rematar. Casi cuatro horas y aún seguía sobre excitado.

Por otra parte, me zambullí en internet buscando información sobre la doctora Jocelyn Beckett. Nada de nada más allá de lo estrictamente profesional y de su cura milagrosa de la que, evidentemente, no habla sino por boca de sus pacientes, todos ellos ufanos y felices de haber dejado atrás sus traumas tras adentrarse en el umbral de la cordura. Bueno, veremos adónde nos lleva esto.

Han comenzado a hablar y, más que eso, lo que parecen es un grupo de boy scouts alrededor del fuego contando historias de fantasmas, como al inicio de “La Niebla”, de John Carpenter. Si nos abren, si no nos abren, si dormimos al raso, mejor haber salido de mañana porque no me gustan las carreteras de noche,…

Casi me dan dolor de cabeza.

Kim se muestra exceptiva. Casi socava la moral del grupo, y a Luke y a Eli con la mirada. Más al primero, como si tuviera algo pendiente con él, aunque es la típica chica que parece tener cuentas pendientes con el mundo entero por el simple hecho de haber nacido.

-¿Qué es lo que buscas de la terapia, entonces, Kim? –le digo-. ¿Superar tus problemas, dejar atrás tu casa por un fin de semana, o demostrarle a todos que se equivocan por haber escogido este camino? Porque, a tenor de tus palabras en la consulta, interpreto que eres consciente de que tienes un problema, sabes qué problema es, pero has perdido la fe en casi todo… No en todo, porque, de lo contrario, no estarías aquí.

Se hace un pesado silencio en la cabina.

-Aunque me haya dirigido a Kim, también me refería a vosotros. Si el grupo no va a una, el grupo se disgrega como barro en el agua –amplío.

Como siempre, rebobino y analizo lo dicho. Suena mal; no, suena peor que mál, pero a mi bestia le encanta y me ruge complacida. Casi puedo ver los detellos de rubí de sus ojos reluciendo en el interior de mi caverna más primitiva y primaria.

"Más que un comienzo de conversación por mi parte, parece una invitación agresiva a pelear", pienso.

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19/11/2013, 22:29
Kimberly Richmond

La voz de Pierce empapa el ambiente del coche, con esa voz tan imperativa que hace que quiera alejarme de ese lugar sin importarme nada. Aunque ya he probado que de nada sirve huir; los recuerdos, esas imágenes dentro de mi cabeza jamás desaparecerán. Como reflejo de lo que pasa por mi cabeza o de lo que siento, le miro de soslayo mientras habla. Una mirada cargada de recelo. Finalmente me giro hacia él, tirando el paquete de chicles sobre el salpicadero anticuado del coche y me voy acercando a él mientras voy respondiendo, sin llegar a sobrepasar la mitad de la distancia que nos separa.

- No lo sé, Pierce, quizás es que me sobra la pasta y no tengo amigos, así que como una triste colgada he alquilado un feo coche y me he venido con una panda de desconocidos pirados a la casa de campo de Barbie y sus amigos a tomar cocktails, bañarme en su piscina y a saborear su ensaladilla rusa aderezada con muchas pastillitas de colores para controlar nuestras penas y locuras y así convertirnos en personas útiles para nuestra sociedad –le respondo mordazmente, adoptando un tono de voz burlón- Tiene que estar… de… rechupete -susurro esto último y vuelvo a ocupar mi plaza en el asiento.

Hecho esto, sonrío y empiezo a hacer pompas con el chicle, dirigiendo mi atención hacia el camino que se va abriendo entre la oscuridad por delante nuestro.

Qué plasta. Con lo bien que me lo estaba pasando…

- Y no somos un grupo aunque en el anuncio pusiera “grupo de terapia”. Somos desconocidos metidos en un coche por el motivo que sea. Algunos dirán  que quieren pasar un fin de semana tratándose de lo que sea con una loquera snob. Cada cual se cree lo que quiere.

Si un puñado de médicos pretenciosos no habían conseguido que me abriera en todos estos años dudo mucho que ellos lo vayan a conseguir en unas horas de viaje. Al menos me distraigo hasta que lleguemos.

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20/11/2013, 01:25
Pierce Logan

Tira el paquete de chicles con fuerza sobre el salpicadero.

Empieza mal.

La escucho pacientemente mientras acorta distancias, aunque no del todo, manteniendo la seguridad.

Va a peor.

La fiera ruge y exige su cuota de sangre.

-Me alegra sabeer que te sientes como Barbie y que esto es un descanso de tu idílica y hastiada vida de niña rica empapada en MDMA para aparentar una cierta dureza y un descenso a la vida real para superar tus inseguridades y tu propia desorientación. Cuando termines de llorar tus propias mentiras autocomplacientes, avísame. Y sí somos un grupo, aunque no nos importemos un carajo los unos a los otros. Pero somos un grupo de ratas a punto de entrar en el laberinto de espejos. Síguete mirando, enamorada de tu reflejo como Narciso. Eso no te salvará de ti misma -bajo la voz para que sólo me escuche ella, y añado-: No vuelvas a acercarte tanto a mí, Richmond. No soy tus papis ricos que te consintieron, ni los loqueros que te han pagado hasta ahora y que te han consentido porque es el servicio que te han ofrecido. Soy el peor viaje de ácido que te puedes encontrar.

Miro por el retrovisor al resto. Hay un silencio sepulcral en el coche.

-Supongo que no tendréis ganas de expresaros más allá de la ironía, pero cualquier conato de conversación medianamente racional se agradecerá hasta que lleguemos -les digo.

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20/11/2013, 10:50
Kimberly Richmond

Inevitablemente, suelto una risilla. No dura excesivamente mucho, solo es momentánea. Es suficiente para demostrar lo que me parece la reacción de Pierce. Vuelvo a colocarme el cinturón de seguridad y a colocar mis pies sobre el salpicadero para ir cómoda el resto del viaje pues la diversión acaba de comenzar.

- Los hay que no entienden aún lo que es el sarcasmo -comento a nadie en general, mirando aún hacia la ventanilla pero es obvio que no me he equivocado con el "tipo duro". Mucha pose y poco seso. No me he tenido que esfrozar demasiado para que suelte cabo pues lo ha hecho todo él solito. Seguro que se habrá cargado a su jefe con una grapadora solo porque no le daba vacaciones o algo por el estilo. ¿De verdad se pensaba que le iba a responder en serio? Él sí que debe de haberse metido algo de ácido de ese que dice tener. Sonrío divertida al pensarlo.

A pesar de estar mirando hacia el exterior, está tan oscuro que ya ni se ven las siluetas que defienden las fronteras. Todo se ha fusionado y no se ve nada más allá de mi propio reflejo sobre el cristal.

"Tengo ganas de estar tumbada de verdad en una cama, vaya viajecito. Me siento como un acordeón. Qué incómodo es este traso."

Tras pensar en ello, me pregunto si vamos a tardar cuatro días en encontrar el Campamento de Pirados. Lo encuentro exageradamente lejos.

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20/11/2013, 11:04
Bill Törnqvist

—Permíteme hacerte una pregunta, Pierce —digo casualmente, casi con indiferencia, como si la conversación no fuera conmigo—. ¿De verdad crees estar a la altura de tus propias palabras? Hablas de racionalidad instantes después de llamar drogadicta, consentida y cobarde a una desconocida. Dices que somos un "grupo" e inmediatamente después nos importunas acerca de nuestro estado mental. Todo un alarde de sensatez.

Solo después de hablar me doy cuenta de que me he quitado un auricular y me he incorporado en mi asiento. Hago una mueca y vuelvo a retroceder, y no busco la complicidad ni la aprobación de nadie con la mirada.

Pierce y Kim. Me caen bien. Incluso en esta proverbial lata de sardinas chaladas, se atreven a mostrarse tal como son sin inhibiciones ni complejos. No hay mucha gente así.

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20/11/2013, 12:47
Pierce Logan

Casi me hace estallar en una rotounda y sonora carcajada. Este chalado de mirada absorta me cae definitivamente bien.

-Bien, hagamos una deconstrucción, como dicen ahora la nouvelle haute cuisine: si uno de tus interlocutores te dice que lleva un rosariode psicoterapeutas a sus espaldas pagados por sus padres para aliviar sus conciencias, ¿qué pensarías? De entrada, la psicoterapia no es algo barato, y menos si llevas un largo camino como el que nos ha manifestado aquí la amiga Kim. Y acciones pro bono como esta son muy raras; es la primera de la que tendgo noticias, porque la psiquiatría por los servicios sociales públicos es más bien... deleznable y novecentista, victoriana, y no precisamente de buenos resultados.

Nos miramos un momento por el espejo; Kim lo hace de soslayo. Sigo a lo mío.

-No sé tú, pero yo no bebo cocktails, ni me acuerdo lo que son hasta que alguien poseedor de un cierto refinamiento y sofisticación, pese a que los enmascare bajo una fachada radical y marginal, los menciona, porque es evidente que los ha tomado en alguna ocasión. La alusión de mezclar pastillas y ensaladilla rusa ha resultado de lo más interesante, y suele ser propia de quien, para consumir públicamente, usa esos disfraces ya sea por adicción, ya sea por negación a tomarse una medicación que le hace falta  le puede sarlvar la vida.

Tomo aire mientras lo observo por el retrovisor.

-Evidentemente, somos un grupo, pero los grupos no tienen que estar forzosaente cohesionados. Basta con una simple concurrencia espacial y temporal, como bien sabrás. Por tu habla distinguida y refinada se ve que eres unha persona con estudios y un vasto abanico de conocimientos, por lo que es más probable que aprenda yo de ti que tú de mí, lo cual puede derivar en una conversación llena de matices de lo más interesante... más que el silencio hermético que hemos tenido hasta ahora todos. mCreo mque todo lo he sacado de cuanto habéis hablado, son deducciones particulares.

Sonrío.

-Y creo que el importunar más o menos sobre el estado mental depende de la actitud de cada uno... Y si no tuviéramos todos nuestras taras, no estaríamos afrontando esta situación. Por cierto, Bill - añado-, me agrada que me consideres sensato, aunque sólo sea desde una perspectiva irónica. Yo no me tengo por tal.

Y respiro hondo, procurando estirar la espalda.

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20/11/2013, 13:11
Kimberly Richmond

Sin dejar de mirar hacia la ventanilla escucho como Bill y después Pierce siguen con la conversación extraña sobre yo digo, tú dices, él dice. Es más divertido que ir jugando al "veo, veo", la verdad. Cuando Pierce termina de usar palabras que seguro le ha llevado su tiempo el pensarlas, le respondo con altanería.

- Si alguien me dijera que sus padres no paran de llevarle de consulta en consulta pensaría que quien tiene el problema realmente son sus padres. Si te refieres a mí, solo dije, y en la consulta, que mi madre me pagaba esta consulta y que no era la primera a la que iba. ¿Me ves con cara de meterme en esta mierda voluntariamente? Algunas personas tienen cosas mejores que hacer. Por otra parte, ¿no beber cocktails significa que no sabes o no debes usar esa palabra en una conversación? Vaya puta chorrada… Como lo de la ensaladilla rusa. Estaba haciendo mofa y veo que aún no lo has pillado. Ah, y otra cosa. Usar palabras “califragilísticas” no te da la razón de manera automática. Son de esas cosas que la gente que no tiene ni idea de nada utiliza para parecer que saben lo que se dicen. Aunque eso ya lo sabrás, claro… -sonrío encantadoramente cabrona, insinuando que él lo sabe de primera mano.

Pero aunque no tenga razón, me ha fastidiado la diversión. Qué obsesión con joderme. ¿Se habrá acordado ya? ¿Me habrá reconocido? Espero que no, porque juego con ventaja de momento.

- En serio, veo que tienes problemas para relacionarte con la gente y ahora ya veo tu jodido problema. Te voy a ahorrar millones que no tendrás que gastar en ninguna consulta. ¿Sabes cual es tu problema? ¿Tu puto problema? Que estás acabado. ¿De verdad eres así con la gente que acabas de conocer? ¿Por qué coño no paras de crucificarme? Qué puta obsesión. Estábamos intentando tener un ambiente más o menos amistoso y vienes tú imponiendo tu mierda. Quédatela para ti y métetela en el mismo sitio que tus prejuicios. ¿Acaso he juzgado a alguien yo por sus pintas? Espero que no trabajes de cara al público porque si no, vaya peligro estás hecho... -resoplo, cruzándome de brazos. Menudo aguafiestas está hecho. Y yo que pretendía ser simpática con todos ellos. Pero simpática de verdad, no falsamente. Se ha quedado sin entrar en el club de mis amiguitos.

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20/11/2013, 13:28
Eli Farrow

Una de las cosas que Elisabeth mas temía de ese viaje acababa de empezar, la discusión. Bien sabía que solo podían pasar dos cosas en el trayecto. La primera y que mas deseaba era que todos guardasen silencio, un silencio incomodo seguramente. Pero silencio al fin y al cabo, el silencio le gustaba, se sentía segura en él.

Y la otra opción que no le agradaba demasiado era que uno de ellos abriera la boca y empezasen a hablar, en algún momento las preguntas iban a ir a ella y no quería eso. No aun.

Pero no había sucedido así del todo, por desgracia. En ocasiones no estaba segura de lo que prefería, si escuchar a los que le rodeaban gritarse o que le preguntasen a ella amablemente. Las dos cosas eran malas pero en la primera ella no tenía por que tomar partido.

Cuando Pierce empezó a hablar un escalofrío recorrió a Eli, algo en él le causaba... Respeto. Miedo quizás. Demasiado autoritario, las personas así no le gustaban. Y esa persona en concreto tenía problemas, de no ser así no se encontraría en ese coche. Y eso le causaba aun mas temor.

Cuando la discusión empezó a acalorarse Eli giro su cabeza de vuelta a la ventanilla y dejo que ellos discutieran solos, no quería interponerse. Hizo que su mente se evadiese, como siempre. Al cabo de pocos segundos las voces de Logan y Kim se escuchaban lejanas, como si estuviesen debajo del agua. Era mejor así, ella no quería meterse.

Luego se percato de que era Pierce quien conducía, la chica no prestaba demasiada atención a todo y se despreocupaba rápidamente pero hacer enfadar a quien estaba al volante no le parecía muy sensato. Estaba empezando a ponerse nerviosa. ¿Y si pasaba algo?...

Su mano se agarro al reposabrazo como preparandose para un golpe inevitable, su pierna derecha empezó a temblar hacia arriba y hacia abajo en un tic nervioso que le afloraba cuando estaba preocupada por algo. Como en esta ocasión.

Prefería evadirse y esperar a que se calmase la tormenta, la niña pequeña siempre hacía eso, Elisabeth siempre hacía eso.

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20/11/2013, 14:02
Bill Törnqvist

Tardo unos instantes en darme cuenta de que Pierce me está hablando. Chasqueo la lengua con fastidio al verme obligado a volver a quitarme un auricular y abandonar el dulce aislamiento que me proporciona el hard rock.

Parece que al poli le ha dado un ataque de verborrea en su intento de marcar el territorio. En el momento en que voy a responderle, Kim se me adelanta, ansiosa por no dejarse pisotear delante de su exquisito público. Echo un vistazo a mi alrededor: Eli mira por la ventana a pesar de que no hay nada que ver, y aunque Luke parece estar escuchando el intercambio de halagos, su mirada parece perdida en algún lugar lejano.

Me encojo de hombros, vuelvo a ponerme el auricular y subo al máximo el volumen de la música. Entonces me doy cuenta de que la pobre Eli está asustada. Su mano está crispada alrededor del reposabrazos, y toda ella está en tensión. Le doy unos toquecitos en la espalda para llamar su atención y hago el gesto de pasarle uno de los dos auriculares, esbozando lo más parecido a una sonrisa de lo que soy capaz. Una sonrisa que no llega a mis ojos.

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20/11/2013, 15:25
Director

Pierce, un fogonazo rojo pasa ante tus ojos, pero logras apretar el volante entre tus dedos lo bastante fuerte como para reprimir al animal. Por segunda vez en poco tiempo, sientes esa mezcla de sensaciones que te resulta tan familiar, a medio camino entre la furia y la vergüenza. Te concentras en tus nudillos, que se están poniendo blancos por la falta de riego, y los recuerdas en una situación muy distinta, aunque reciente. Rompiendo huesos. Recuerdas a Ken, tu compañero del dojo. Está debajo de ti, ya inconsciente, aunque tu puño continúa golpeando su cara como un martillo hidráulico. Apenas oyes los gritos de los demás alumnos, y como siempre, furia y vergüenza cuando notas los ojos del sensei Carl sobre ti...

Notas de juego

Retrospectiva del bueno de Pierce. Como de costumbre, no posteéis hasta recibir instrucciones.

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20/11/2013, 18:19
Director

Notas de juego

Muy bien, chicos. Javi, como es comprensible, tú interpretarás a tu personaje, Pierce. Carlitos, tú serás tu tocayo Carl, el sensei del dojo en el que entrena Logan. El propósito de esta escena es sacar a traslucir de una manera patente las tensiones internas de Pierce, debidas en gran medida a los errores de su pasado. Casi sin darse cuenta, se sale de sus casillas y propina una brutal paliza a un compañero de entrenamiento, Ken. Como es de esperar, Carl no se lo toma nada bien y decide tener una tensa charla con su alumno. Durante esta conversación, Pierce siente que no puede más y confiesa sus pecados a su maestro. Bueno, está a punto de confesarlos, porque cortaremos la escena justo cuando Pierce va a desahogarse (porque no podemos airear tan pronto los trapos sucios de Pierce. Eso no sería divertido). Es decir, tomáis los derroteros que queráis, pero la escena tiene que acabar con Pierce a punto de contarle a Carl lo que le atormenta. Yo la acabaré con algo así como: «Todavía recuerdas las palabras que salieron de tu boca a continuación, bla, bla, bla», y volveremos al presente. ¿Ha quedado claro? Pues nada, escribo la introducción al flashback y ya podéis desahogaros. Eso sí, sed breves, porfa, que solo participaréis vosotros dos...