Donde caen las Lanzas celestiales

Estemnet

A pesar de haberos despertado casi a primera hora, cuando salís de las tiendas os dais cuenta que los campamentos de ambos márgenes del Entaguas se han reducido, por lo visto una buena parte de los jinetes se han marchado antes del alba a cumplir con sus patrullas rutinarias. Tras localizar a Maerstan y desayunar junto con él, este os vuelve a recordar la dirección que debéis tomar y una vez con el estómago lleno montáis en vuestros caballos y retomáis el viaje, sabiendo que os llevará un día o un día y medio llegar a vuestro destino.

Cabalgando en dirección este-noreste, ingresáis en las amplias llanuras de Estemnet, una extensa y verde planicie que parece no tener fin ya que de horizonte a horizonte solo se ve hierba y unas ligeras colinas, incluso el río Entaguas ha quedado ahora fuera de vuestra vista. Afortunadamente no solo contáis con el sol como guía, el cual poco a poco comienza a ocultarse tras unas densas nubes, sino que también os topáis de vez en cuando con algunos reducidos grupos de pastores que custodian sus hatos de vacas o sus caballadas y que amablemente os van indicando la dirección correcta y así podéis corregir el rumbo. Al igual que los jinetes del vado, los pastores van a caballo pero estos no llevan cotas y escudos sino que portan un arco para cazar animales pequeños y llevan una espada, un hacha o una lanza, que es suficiente para proteger a sus animales de cualquier lobo que haya escapado de la vigilancia de las patrullas.
Mientras avanzáis, los que sois nacidos en Rohan le explicáis al resto que como algunas familias tienen demasiado ganado para los pastos de sus granjas, estos arrían a sus animales hacia Estemnet para que pasten allí durante las estaciones cálidas. Además, para evitar sobrecargar la pradera y también para que sus rebaños no se mezclen con los de los demás, los pastores procuran mantenerse a un par de millas de distancia entre sí.

Para cuando el sol alcanza el cénit, vuestro camino se cruza con el de un hombre de cabello cano de unos sesenta años que viaja en dirección norte a lomos de un viejo y temperamental castrado, además una muchacha de cabellos rubios más joven que Eothred va sentada detrás de él. Cuando os acercáis lo suficiente, la muchacha os habla.

-¡Salve, desconocidos! -os dice con una voz clara y armoniosa que denota un obvio entusiasmo- Vuestro camino se ha cruzado con el de Léothere Cinco-Dedos, trovador de Meduseld, interprete de canciones olvidadas y custodio de las antiguas tradiciones.

-Bída, que te tengo dicho… -interviene Léothere con frustración y luego de lanzar un suspiro.

-Confía en mí, maestro -le responde la joven para luego volver a dirigirse hacia vosotros- ¿En que estaba? Ah, sí, y yo soy Bída Canciónsuave, aprendiz del maestro Léothere y espero algún día cantar en el Castillo de Oro de Meduseld tal y como él lo hizo en su tiempo.

-¡Bída! -exclama Léothere

-Está bieeen… -replica la muchacha para nuevamente volver a hablaros- ¿Con quienes hemos tenido el honor de cruzarnos?

Todos menos Barald, Galadan y Narieth reconocéis de inmediato el nombre de Léothere Cinco-Dedos. Se trata de un famoso bardo de los tiempos del Rey Fengel que a causa de sus canciones y las verdades y críticas que decía en ellas fue declarado forajido por el monarca y se vio obligado a huir para salvar su pellejo. En teoría, la recompensa por su captura todavía sigue vigente pero conociendo la personalidad del Rey Thengel y sabiendo las diferencias que tuvo con su padre, es muy probable que el captor de Léothere no reciba nada.
Además, teniendo en cuenta que la mayor parte de su vida la ha pasado viajando de un lado a otro para evitar su captura, puede que el viejo bardo sea una buena fuente de información.

No reconozco a los desconocidos, pero sí que este es un retraso en nuestro camino... O tal vez una posible fuente de información. Viajeros en dirección a donde vamos: con toda probabilidad, conozcan a nuestro objetivo. Pero al mismo tiempo, si revelan o adivinan quienes somos o quien nos envía, tal vez pueda llegar a oídos indiscretos.

- Debemos ser cautos.- Digo en voz baja a mis compañeros.- Nuestra llegada debe ser suave y no precedida por palabras fuera de nuestro control. Que no sepan de nuestra misión.

Hago que mi caballo avance un poco, para ponerme frente a Bída y Leothere.

- Saludos. Soy el soldado de la Torre Blanca, asesino de trolls, guardián de Minas Tirith, caballero del sur y amigo de los jinetes. Soy Galadan, hijo de Goldan. ¿Adónde se dirigen los pasos de los trovadores?

Mi mirada se pierde en los ojos de la chica de cabellos dorados con voz armoniosa. El destino me sonreía al hacer que mi camino se cruzara con el de aquella bella chica. Como un tonto no pude disimular lo cautivado que había quedado, hasta que escuché un nombre que me resultó familiar. Leothére... ¿Dónde he escuchado ese nombre? Comencé a cuestionarme. Hasta que finalmente vino a mi la imagen de mi tío comentando sobre un bardo con ese mismo nombre al que le había puesto precio a su captura. Pero pese a ser buscado mi tío dijo que le parecía un hombre valiente por haberse atrevido a decir la verdad. 

La chica siguió hablando y volví a quedar absorto. Bída... vida la que me das al escucharte. No me importaba que fuese más joven que yo, ella tenía algo, algo que no sabía o entendía, pero que me atraía. Parecía gustarle hablar mucho, sobre todo cuando quería dedicarse a hablar, pero no importaba escucharla todos los días. 

Las palabras de mi amigo Galadan me sacaron una vez más de mis pensamientos y encontré en la pregunta de la chica una oportunidad de quedar bien. -Es un gusto conocer a un hombre tan valiente como para decirle la verdad a un Rey y es un gusto conocer a su bella aprendiz. Comencé a decir acompañado de un ligera reverencia. -Mi nombre es Eothred, un joven Rohirrim que ha tenido la suerte de encontrar a estos grandiosos compañeros de aventura. Miré a mis compañeros con una sonrisa y continué. -Juntos vencimos a un troll y hemos ayudado a Rohan siempre que se nos ha solicitado. No profundicé más en lo último, siguiendo la sugerencia de Galadan y hasta poder conocer mejor al bardo. 

.-Eres Léothere?.-dije con asombro al presentarse ese jinete de cabello blanco:-El honor es nuestro Cinco-Dedos. De niño escuchaba las historias de este hombre y he de decir que aún me siguen asombrando.-expliqué a mis compañeros sobre el viejo trobador:-Escuché que tuvisteis desaviniencias con el anterior rey pero nada más lejos que eso.-desconocía los detalles y puede que si no profundizaba en ello nos proporcionara información.

.-Donde están mis modales? Soy Aldor, Rohirrim de la Marca y nos dirigimos hacia el centro del Estemnet. y vosotros?-comento seguidamente tras presentarme.

Por unos momentos la sorpresa me mantuvo en silencio, inmóvil ante un acontecimiento tan inesperado como importante para mí. Frente a mi estaba la leyenda andante de las melodías, quien durante tantos años cosechó la fama como el más grande y mejor juglar de estas tierras aún a costa de ser perseguido por la corona. Leothere Cinco-Dedos.
Mientras algunos de mis compañeros van presentándose, saco mi mandolina, bajo de mi montura, me acerco al viejo bardo y, como si mi instrumento fuera un arma, le hago una reverencia cual soldado a su mariscal.

-Señor Leothere Cinco-Dedos, bardo inmortal, maestro inmediato de todo aquél que recite un verso y fuente inagotable de sabiduría popular- levanto mi cabeza-Mi nombre es Dengal a secas, y mi sueño es lograr ser un bardo tan hábil e ingenioso como usted. Perdone mi atrevimiento pero viendo que parece que coincidimos caminos, ¿nos haría el honor de compartir la marcha? Estoy seguro que sus historias serán más que interesantes, y alguna noticia que podamos ofrecer le será de ayuda.

El tono de mi voz era evidentemente como el de un niño emocionado por conocer a un héroe de guerra. Luego reparo en la acompañante de Leothere y en su presentación.

-Un gusto conocerla, señorita Vida Cancionsuave, también es un honor conocer a una aprendiz del bardo inmortal. Si él la eligió para tal tarea, su habilidad debe ser tan grande que no faltará mucho tiempo para que toque en los salones dorados.

Me mantengo en la retaguardia, algo oculta tras mis compañeros para no llamar la atención. Mientras ellos hablan, aprovecho la luz del mediodía para escrutar el horizonte a nuestro alrededor; me pregunto qué hay hacia el el norte (recordando con añoranza mi Lothlórien) para que dos errantes se dirijan allá.

Luego de escuchar vuestra presentación, es Bída la que habla.

-Eeeee…. eeeee -aunque la joven aprendiz intenta decir algo, por lo visto no encuentra las palabras.

Tras cruzar su mirada con la de Eothred, la muchacha se ruboriza y baja la cabeza para luego ocultarse tras su maestro. Al ver la reacción de su aprendiz, es Léothere quien toma la palabra.

-Es un placer conoceros, y si es cierto que servís a la Marca pues os deseo que vuestra espada nunca se desafile y que vuestro corazón os guíe siempre hacia lo correcto y justo -os dice respetuosamente el bardo- En cuanto a nuestro rumbo, caballero Galadan de Mundburgo*, es simplemente el cual nuestros pasos y el destino deciden que sigamos -le responde Léothere a vuestro compañero gondoriano y acto seguido se gira hacia Aldor- Desavenencias es una manera muy sutil de decirlo, joven guerrero. Fengel se merece respeto por haber sido nuestro rey pero en honor a la verdad he de decir que no era más que un borracho codicioso que consiguió beneficios vendiendo sus favores y alentando la disputa entre sus mariscales, conflicto que sigue dividiendo a los habitantes de la Marca hasta el día de hoy.

Al ver que Dengal desmonta y que lo llena de elogios que por lo visto él no cree merecer, Léothere vuelve a hablar.

-Te agradezco los cumplidos, joven Dengal, pero no merezco tales honores. Además, no soy ningún bardo inmortal, ni que fuera un maldito elfo -dice el trovador aunque luego de percatarse de la presencia de Narieth vuelve a hablar- Sin ofender, mi señora de Laurelindórenan -agrega mirando a vuestra compañera y realizando una breve reverencia, a la vez que demuestra cierta soltura con el idioma de los eldar.

-Eeee… -dice Bída titubeando tras dedicarle otra una fugaz mirada a Eothred aunque rápidamente recupera la compostura y vuelve a hablar con la misma labia que antes- Ya es mediodía e imagino que tanto nuestra montura como las vuestras se merecen un descanso ¿Qué os parece si nos detenemos aquí y almorzamos juntos? Además, podremos intercambiar noticias e historias tal y como propone vuestro compañero Dengal.

Tras unas horas de tranquilo viaje nos alejamos del campamento del Entaguas, es una mañana placida en las inmensas praderas de Rohan, la quietud del entorno hace que me relaje y durante un rato me olvide de las preocupaciones que hay en mi mente hasta que la vocecilla de una joven muchacha me hace salir de mi ensimismamiento.

Nos hemos encontrado con una extraña pareja, pero por lo que parece el anciano es una celebridad en la Marca aunque yo no he oido nunca hablar de él en mis correrias por estas tierras.

Se presentan todos mis compañeros mientras que observo la situación hasta que la joven nos propone hacer un alto en el camino para descansar. -¿Donde están mis modales? Perdonad que no me haya presentado, mi nombre es Barald Viento de Lanza, vengo de las lejanas tierras de los Beornidas y en la Marca he encontrado grandes amigos y numerosas aventuras. Por mi parte estaría encantado de compartir el almuerzo con tan ilustres viajeros, sobretodo si hay alguna buena historia para escuchar. E imitando a Eothred realizo una pequeña reverencia, luego miro de reojo a mis compañeros para ver si estan de acuerdo en gastar un rato de nuestro tiempo con estos desconocidos.

Las miradas que la chica me dedicó hicieron que mi corazón latiera más fuerte, de una forma que no había latido antes. Algo tenía ella, algo especial, solo que por el momento nompodía darme cuenta cuenta. 

Me alegró mucho la sugerencia de Bida de descansar y almorzar, no sólo porque así mi querido Arofot podría recuperar fuerzas, sino también porque eso significaba que podría pasar más tiempo junto a Bida y conocerla mejor. -Me parece una idea estupenda. Me uní a la respuesta de Barald. -No se ustedes compañeros, pero yo ya tengo hambre y que mejor que almorzar con tan agradable compañía. 

Además podríamos hacerle alguna pregunta al bardo, él podría saber algo sobre los mariscales que nos sea de utilidad en la misión. 

Me parece una buena idea parar a descansar en compañía esta noche, y más viendo la reacción de confianza de mi compañero Dengal.

Tras desatar los aparejos y dejar pacer a mi caballo con libertad, me siento en el círculo que se forma alrededor de la fogata y me dirijo al bardo errante:

-Maestro Léothere, mi nombre es Narieth, y allá en mi hogar al norte me llaman Canto de Río en nuestra lengua. Veo que su sabiduría está muy por encima de la de un vulgar vagabundo errante. Habiendo usted conocido al anterior Rey, me gustaría poder escuchar la opinión que le genera su hijo Thengel. No tiene sentido ocultarle que nuestra compañía está al servicio del dirigente de Meduseld, pero no creo que eso coarte su libertad de expresión, maestro.

Durante la cena decido acercarme a Aldor y pedirle permiso para sentarme junto a él. Silencioso, pero amable y cortés como siempre, me hace un hueco junto a él.

-Llevamos varias jornadas cabalgando juntos, pero hay algo que me llama la atención en tí. A mis ojos pareces un Jinete de la Marca, pero a veces me parece como si no pertenecieras a estas tierras y gentes, como si fueras tan extranjero como yo. Disculpa si me entrometo con mis comentarios en algo privado, pero siento en ti un sufrimiento incluso mayor que el que me supone a mí la lejanía de mi tierra. ¿Hay quizás algo en lo que pueda resultarte de ayuda?

Tras charlar amenamente con el trobador legendario comenta de quedarnos a descansar en la pequeña planície en la que nos encontrábamos:-Secundo la moción. No tenemos ninguna prisa en alcanzar nuestro destino y podremos disfrutar de la compañía de tan buen hombre como es Léothere.-dije a mis compañeros. 

Mientras comíamos alegremente, la dama Linduin se acerca y se sienta a mi lado. Me pregunta por mi pasado y en ese momento no se qué responder. Reflexiono durante unos instantes y entonces hablo:-Tenéis razón mi señora, aunque llevo muchos años viviendo en la Marca. Pero mi origen es Dunledino, durante ocho años pasé mis días ne la Marca Occidental. El motivo de mi llegada a las tierras de la Marca es gracias a un señor Wulfinga pero fue gracias a él quien me enseño y pude llegar a la Marca.-explique mientras comíamos y en cuanto terminamos los platos, acabé la conversación un final abierto y una petición:-Te agradecería que esta conversación quedara entre nosotros, mi señora. Algunos rohirrim no les caen bien los dunledinos y puede que respondan mal a mi origen. En otra ocasión os explicaré más cosas sobre mi.-

"Así que les conocen... Aunque sea de oídas". De nada servirá aconsejar prudencia, cuando mis compañeros parecen tan deseosos de juntarse a estos, para mis ojos extranjeros, desconocidos. Así que les acompaño, en silencio, y sin dejar de observar a la mujer y al anciano. "Extraños viajeros se ven en Rohan".

Estando todos de acuerdo en deteneros y almorzar juntos, buscáis un lugar adecuado y luego de desmontar de vuestros caballos, os dividís las tareas. Una vez habéis terminado con todos los preparativos, os reunís en torno a la modesta fogata que os sirvió para cocinar y habláis entre vosotros mientras compartís la comida.

Tras escuchar la pregunta de Narieth, Léothere le responde.

-No puedo decir mucho del Rey Thengel ya que Meduseld está vedado para mí y lo que sé de él es simplemente lo que he escuchado en los caminos -responde el bardo- Aun así, creo que al vivir tantos años en Gondor se ha alejado de nuestras costumbres y tradiciones pero que también esa experiencia le ha convertido en un hombre sabio y magnánimo. Sin lugar a dudas, es mejor monarca que su padre pero temo que carezca de la fuerza y determinación necesaria para dominar a sus Mariscales, cuya enemistad y terquedad es una amenaza para la unidad y el bienestar de la Marca.

Luego de que habéis terminado de comer, Bída comienza a tararear una suave y armoniosa canción a la vez que le lanza unas sutiles miradas a Eothred y esboza una ligera sonrisa. Por otra parte, Léothere, quien había adaptado una postura pensativa, finalmente os habla con un tono que manifiesta seguridad.

-Un pequeño grupo de jinetes de la Marca, un hombre-oso del Norte, un caballero de Mundburgo y la cacería de un troll de las Montañas Blancas que asolaba las granjas del Folde Oeste… puede que sea un paria pero estoy al tanto de las últimas noticias y se que vosotros sois los héroes más recientes de la Marca. Además, también conozco la historia de la elfa de Dwimordene que apareció de la nada y que ahora sirve a la familia real -agrega el viejo bardo mirando a Narieth para luego continuar hablándoos a todos- Según vuestras propias palabras, estáis al servicio de la corona pero como no estáis en el Salón de Oro sino en Estemnet, solo puede significar una cosa: os han enviado en busca de Cenric.

Al escuchar las palabras de su maestro, Bída deja repentinamente de cantar.

-No tengo interés en entrometerme en vuestros asuntos y respetaré vuestro secretismo pero si necesitáis información puedo ayudaros, he pasado un buen tiempo con los lugareños de ambos márgenes del Entaguas y me he enterado de bastantes cosas -comenta Léothere- Por eso, os propongo un honesto intercambio: una pregunta por otra, con la sinceridad siempre por delante. Para que os quedéis tranquilos, os aclaro que no os preguntaré nada inapropiado sino que simplemente quiero saber más cosas sobre la familia real y así hacerme una idea de si es posible regresar a Edoras sin arriesgar mi cuello. Me estoy volviendo viejo y antes de que la muerte me reclame quisiera volver a admirar el gran salón de Meduseld y también brindarle una oportunidad a mi aprendiz, sin que se vea marcada por mi pasado.

Las miradas de Eothred y Bída no me pasan desapercibidas, pero no sé si me fío aún de ella. Por lo pronto, mi amigo sí. Cuando el anciano bardo habla, le escucho, con el ceño fruncido. "Y allá vamos".

- Así que... habéis deducido un propósito en nosotros. Sois sagaz, juglar. En Minas Tir... Mundburgo tenemos un dicho: "avispado como un cantor de corte". Hacéis bueno el refrán. Bien. Haced una pregunta. Veremos que respuesta podemos dar.

Asiento a las palabras de Galadan y abro los ojos, atenta a la pregunta del bardo.

Al oír que aceptáis su propuesta, Léothere esboza una sonrisa y luego de pensar un breve instante, finalmente os habla.

-Como ya habéis dicho que servís al Rey Thengel, mi primera pregunta es sobre él -comienza a decir el bardo- Sin embargo, como los súbditos tienden a exagerar las virtudes de sus señores tanto voluntaria como involuntariamente, os pregunto ¿Qué defectos creéis qué tiene el actual Señor de la Marca? ¿Es irascible o incapaz de aceptar una crítica como su padre Fengel? ¿Es dubitativo o influenciable? ¿Carece de sabiduría o de astucia? Si quiero llevar mi caso ante él, no necesito saber sus cualidades tiene sino como debo hablarle sin arriesgarme a perder la cabeza.

Trato de alejarme un poco de la actitud de admiración frente a Leothere, aunque podría estar horas hablando con él sobre las artes musicales tengo un deber tomado que cumplir. Y la pregunta suya es una prueba difícil, ¿tenía un hijo de campesinos autoridad para hablar sobre los defectos de, no un noble, sino del mismísimo Rey?

-No sé si alguien tan joven y de origen humilde como yo pueda discernir las falencias de un monarca con sólo verlo unos momentos, sólo puedo decir que es un hombre que trata de escuchar y consultar a otros para tomar una decisión. Es muy diferente a su padre, siguiendo lo que los campesinos que vivieron en el reinado de Fengel pueden decir, eso podría ser algo bueno, pero querer evitar a toda costa ser como su antecesor puede llevarlo a caminos incorrectos. Siento que tal vez el peso de las acciones de su padre sea la carga más grande para él, y que si pudiera deshacerse de ella, sería un gran Rey. A veces al pasado hay que dejarlo allí donde pertenece, recordarlo pero vivir en el presente sin el pasado tocándote el hombro constantemente.

Finalizo sintiendo que tal vez no es muy útil mi respuesta al bardo pero sé que la contesté honestamente.

-No voy a mentirle a alguien que admiro tanto, si, vamos en busca de Cenric. Por lo que le preguntare sobre él, ya que usted conoce tan bien a cada personalidad de La Marca, ¿hay algo que debamos evitar decir o hacer para que el Tercer Mariscal no nos corte la cabeza?

El legendario bardo nos hace una pregunta sobre los defectos del Rey Thengel, esa pregunta nos pilló a todos un poco por sorpresa, por que esperábamos que nos preguntara sobre las virtudes del Rey. Aunque nuestro bardo particular ha sabido responder un poco a la pregunta de Léothere. 

.-Mi buen Léothere, qué podéis contarnos sobre la vida en el Estenmet? esta disputa entre los ambos lados del Entaguas ha repercutido en toda la Marca pero ha castigado durante estas tierras.-pregunté rompiendo el silencio que llevaba rato manteniendo.