Partida Rol por web

Escena previa a la acción, para los que han terminado la ficha, que no se me aburran esperando ;)

(Poned Play ambos 'Youtubes', para escucharlos como sonido ambiente, recomiendo el volumen del vídeo de la lluvia a un tercio al menos. Son solo sonido.)

La partida se ambienta en 1993, como la película.

Alder rainer

Tres meses llevas en la dichosa isla. Tu trabajo es lo que tiene, tres meses en la isla, y una semana de descanso en tierra firme, donde puedes gastarte tu bien merecido dinero. La jungla es molesta: bichos, humedad, más bichos, y poco entretenimiento en el tiempo que estás trabajando, pero mientras se cobre bien...

Desgraciadamente, tu trabajo no consiste en cazar dinosaurios, si no en proteger paleontólogos. Normalmente solo tienes que abatir algún jaguar de tarde en tarde, y aún así, es peligroso: los dinosaurios no se toman a bien los 'truenos' de las armas de fuego, y sabes por experiencias de otros guardas que a menudo reaccionan de forma violenta, incluso los herbívoros.
En tu mismo autocar hay otros cuantos trabajadores, a dos de ellos les conoces, uno es el anciano Victor Voronov, otro guarda, y Simon Burns, un paleontólogo. Los demás no te suenan mucho, uno crees que es mecánico, que va escuchando unos walkman, y al lado del conductor va un guarda de la isla, con el rifle preparado y fumando un pitillo tranquilamente. Los guardas de la isla tienen la obligación de acompañar a cualquiera que se mueva por zonas que no sean exclusivamente del parque, como el Hotel y el puerto, aunque en este caso, paséis por el parque.

Al terminar tu turno, la 'caravana de fin de semana' (un pequeño autocar de 16 plazas) te pasó a recoger a tu puesto de trabajo, se reunió con otros dos autocares en el hotel, donde por ahora vivís los empleados, y, cuando recogiste tus cosas, de nuevo a los autocares, y camino al puerto.

Conforme salías del hotel empezó a llover como llueve en Isla Nublar: De repente, sin avisar, y a lo bestia. Los autocares toman la ruta más corta, pasando por un camino solo para empleados que cruza el parque, entre dos alambradas. Normalmente podrías ver algunos herbívoros a un lado y a otro, pero con la torrencial lluvia que está cayendo, el viaje se está haciendo realmente pesado: los autocares van despacio a causa de la lluvia, y no se puede ver nada.
La radio del autocar se ha apagado al poco de salir del Hotel. Eso es más o menos normal cuando llueve, pero también se han apagado las luces que bordean el camino, y los autocares han de reducir aún más la marcha... además de la poca gracia que hace estar rodeado de una oscura lluvia. El viaje empieza a ser agobiante.
Para colmo, el carguero no suele esperar mucho, así que a menos que haya mala mar, es posible que se marche sin vosotros.

Antoine Rajoux

Tres meses llevas en la dichosa isla. Tu trabajo es lo que tiene, tres meses en la isla, y una semana de descanso en tierra firme, donde puedes gastarte tu bien merecido dinero. La jungla es molesta: bichos, humedad, más bichos, y poco entretenimiento en el tiempo que estás trabajando, pero mientras se cobre bien...

Tienes un trabajo cómodo y bien remunerado. Además, te dejan bastante manga ancha. El director de publicidad echa un vistazo a tu trabajo, o sugiere algunas cosas, y a Hammond le gusta estar enterado de todos los proyectos que tienes entre manos.
El presupuesto que manejas es bastante grande, como era de esperar, y aunque tus proyectos aún no han empezado, hay muchos aprobados y contratados, como una especie d parque de atracciones habitual, salas de teatro y bueno, muchas cosas que se irán haciendo cuando acaben de construir los edificios para empleados, ya que por ahora os alojáis en el hotel.
En tu mismo autocar hay varias personas, a uno le conoces de vista, es Max Kölbel, el asesor de algo importante de Hammond, porque cuando está hablando con él, muy pocas personas pueden entrar a ver a Hammond. También está una de las señoras de la limpieza y otro tipo que crees que es chef.
Al lado del conductor va un guarda de la isla, con el rifle preparado y fumando un pitillo tranquilamente. Los guardas de la isla tienen la obligación de acompañar a cualquiera que se mueva por zonas que no sean exclusivamente del parque, como el Hotel y el puerto, aunque en este caso, paséis por el parque.

Al terminar tu turno, la 'caravana de fin de semana' (un pequeño autocar de 16 plazas) te pasó a recoger a tu puesto de trabajo, se reunió con otros dos autocares en el hotel, donde por ahora vivís los empleados, y, cuando recogiste tus cosas, de nuevo a los autocares, y camino al puerto.

Conforme salías del hotel empezó a llover como llueve en Isla Nublar: De repente, sin avisar, y a lo bestia. Los autocares toman la ruta más corta, pasando por un camino solo para empleados que cruza el parque, entre dos alambradas. Normalmente podrías ver algunos herbívoros a un lado y a otro, pero con la torrencial lluvia que está cayendo, el viaje se está haciendo realmente pesado: los autocares van despacio a causa de la lluvia, y no se puede ver nada.
La radio del autocar se ha apagado al poco de salir del Hotel. Eso es más o menos normal cuando llueve, pero también se han apagado las luces que bordean el camino, y los autocares han de reducir aún más la marcha... además de la poca gracia que hace estar rodeado de una oscura lluvia. El viaje empieza a ser agobiante.
Para colmo, el carguero no suele esperar mucho, así que a menos que haya mala mar, es posible que se marche sin vosotros.

Donald Anderson

Tres meses llevas en la dichosa isla. Tu trabajo es lo que tiene, tres meses en la isla, y una semana de descanso en tierra firme, donde puedes gastarte tu bien merecido dinero. La jungla es molesta: bichos, humedad, más bichos, y poco entretenimiento en el tiempo que estás trabajando, pero mientras se cobre bien...

Tu trabajo no es cansado, pero no te falta. Hay alguno pequeños fallos, y otras cosas a mejorar en la Central, pero a pesar de ello, teniendo en cuenta el tiempo en el que fue construida y las condiciones en las que se hizo, está muy bien.
De todos los que van en el autocar contigo, conoces a uno de los electricistas, y de vista.
Todo el mundo lleva su maleta o maletín con sus cosas, esperando llegar d euna vez a tierra firme.
Al lado del conductor va un guarda de la isla, con el rifle preparado y fumando un pitillo tranquilamente. Los guardas de la isla tienen la obligación de acompañar a cualquiera que se mueva por zonas que no sean exclusivamente del parque, como el Hotel y el puerto, aunque en este caso, paséis por el parque.

Al terminar tu turno, la 'caravana de fin de semana' (un pequeño autocar de 16 plazas) te pasó a recoger a tu puesto de trabajo, se reunió con otros dos autocares en el hotel, donde por ahora vivís los empleados, y, cuando recogiste tus cosas, de nuevo a los autocares, y camino al puerto.

Conforme salías del hotel empezó a llover como llueve en Isla Nublar: De repente, sin avisar, y a lo bestia. Los autocares toman la ruta más corta, pasando por un camino solo para empleados que cruza el parque, entre dos alambradas. Normalmente podrías ver algunos herbívoros a un lado y a otro, pero con la torrencial lluvia que está cayendo, el viaje se está haciendo realmente pesado: los autocares van despacio a causa de la lluvia, y no se puede ver nada.
La radio del autocar se ha apagado al poco de salir del Hotel. Eso es más o menos normal cuando llueve, pero también se han apagado las luces que bordean el camino, y los autocares han de reducir aún más la marcha... además de la poca gracia que hace estar rodeado de una oscura lluvia. El viaje empieza a ser agobiante.
Para colmo, el carguero no suele esperar mucho, así que a menos que haya mala mar, es posible que se marche sin vosotros.

John White

Tres meses llevas en la dichosa isla. Tu trabajo es lo que tiene, tres meses en la isla, y una semana de descanso en tierra firme, donde puedes gastarte tu bien merecido dinero. La jungla es molesta: bichos, humedad, más bichos, y poco entretenimiento en el tiempo que estás trabajando, pero mientras se cobre bien...

No te falta trabajo en la isla, siempre hay algún jeep al que hacerle mantenimiento: luces, baterías, neumáticos... aunque tu especialidad son los complejos motores eléctricos de los jeeps del parque. Lo cierto es que no están nada mal, pero conoces sus limitaciones. Están preparados para circular por pista, y sus amortiguaciones y neumáticos son justamente para eso, así que en el fondo son unos turismos disfrazados de jeep.
Escuchando tu música favorita en unos Walkman, miras al resto de los que te acompañan en el autocar: dos de los guardas del parque, un hombre mayor y ruso llamado Victor, y otro, más estirado, llamado Alder.
Todo el mundo lleva su maleta o maletín con sus cosas, esperando llegar d euna vez a tierra firme.
Al lado del conductor va un guarda de la isla, con el rifle preparado y fumando un pitillo tranquilamente. Los guardas de la isla tienen la obligación de acompañar a cualquiera que se mueva por zonas que no sean exclusivamente del parque, como el Hotel y el puerto, aunque en este caso, paséis por el parque.

Al terminar tu turno, la 'caravana de fin de semana' (un pequeño autocar de 16 plazas) te pasó a recoger a tu puesto de trabajo, se reunió con otros dos autocares en el hotel, donde por ahora vivís los empleados, y, cuando recogiste tus cosas, de nuevo a los autocares, y camino al puerto.

Conforme salías del hotel empezó a llover como llueve en Isla Nublar: De repente, sin avisar, y a lo bestia. Los autocares toman la ruta más corta, pasando por un camino solo para empleados que cruza el parque, entre dos alambradas. Normalmente podrías ver algunos herbívoros a un lado y a otro, pero con la torrencial lluvia que está cayendo, el viaje se está haciendo realmente pesado: los autocares van despacio a causa de la lluvia, y no se puede ver nada.
La radio del autocar se ha apagado al poco de salir del Hotel. Eso es más o menos normal cuando llueve, pero también se han apagado las luces que bordean el camino, y los autocares han de reducir aún más la marcha... además de la poca gracia que hace estar rodeado de una oscura lluvia. El viaje empieza a ser agobiante.
Para colmo, el carguero no suele esperar mucho, así que a menos que haya mala mar, es posible que se marche sin vosotros.

Leonardo Bonatolli

Tres meses llevas en la dichosa isla. Tu trabajo es lo que tiene, tres meses en la isla, y una semana de descanso en tierra firme, donde puedes gastarte tu bien merecido dinero. La jungla es molesta: bichos, humedad, más bichos, y poco entretenimiento en el tiempo que estás trabajando, pero mientras se cobre bien...

¡Y la de gente que trabaja en el parque! Entre unas cosas y otras, no se para, y desde luego que los fines de semana y las semanas libres se agradecen enormemente. Si cualquier restaurante ya es propenso a tener bichos, aquí en la jungla es una animalada, y los de mantenimiento están cada dos por tres desinfectando las cocinas.
Pero bueno, ahora toca que en tierra firme, cocinen para ti. En tu autocar reconoces a Lucrecia, una de las chicas de la limpieza, y a Max Kölbel, asesor de algo importante, con el que Hammond cena de vez en cuando. Con él y algunos otros de sus asesores, vaya.
Todo el mundo lleva su maleta o maletín con sus cosas, esperando llegar d euna vez a tierra firme.
Al lado del conductor va un guarda de la isla, con el rifle preparado y fumando un pitillo tranquilamente. Los guardas de la isla tienen la obligación de acompañar a cualquiera que se mueva por zonas que no sean exclusivamente del parque, como el Hotel y el puerto, aunque en este caso, paséis por el parque.

Al terminar tu turno, la 'caravana de fin de semana' (un pequeño autocar de 16 plazas) te pasó a recoger a tu puesto de trabajo, se reunió con otros dos autocares en el hotel, donde por ahora vivís los empleados, y, cuando recogiste tus cosas, de nuevo a los autocares, y camino al puerto.

Conforme salías del hotel empezó a llover como llueve en Isla Nublar: De repente, sin avisar, y a lo bestia. Los autocares toman la ruta más corta, pasando por un camino solo para empleados que cruza el parque, entre dos alambradas. Normalmente podrías ver algunos herbívoros a un lado y a otro, pero con la torrencial lluvia que está cayendo, el viaje se está haciendo realmente pesado: los autocares van despacio a causa de la lluvia, y no se puede ver nada.
La radio del autocar se ha apagado al poco de salir del Hotel. Eso es más o menos normal cuando llueve, pero también se han apagado las luces que bordean el camino, y los autocares han de reducir aún más la marcha... además de la poca gracia que hace estar rodeado de una oscura lluvia. El viaje empieza a ser agobiante.
Para colmo, el carguero no suele esperar mucho, así que a menos que haya mala mar, es posible que se marche sin vosotros.

Lucrecia Santos

Tres meses llevas en la dichosa isla. Tu trabajo es lo que tiene, tres meses en la isla, y una semana de descanso en tierra firme, donde puedes gastarte tu bien merecido dinero. La jungla es molesta: bichos, humedad, más bichos, y poco entretenimiento en el tiempo que estás trabajando...

Se trabaja más de lo que se pensaba, pues en esta jungla no solo hay dinosaurios, si no que hay unos bichos del tamaño de dinosaurios con los que te toca lidiar a diario, además de con el polvo y el barro de las botas y las camisas de los demás empleados. Por supuesto, ese es tu trabajo, y bien que te lo pagan, así que...
Contigo en el autocar viajan unos cuantos empleados que apenas conoces, uno de los Chefs, un par de guardias del parque -crees- y varios tipos de traje. Todo el mundo lleva su maleta o maletín con sus cosas, esperando llegar de una vez a tierra firme.
Al lado del conductor va un guarda de la isla, con el rifle preparado y fumando un pitillo tranquilamente. Los guardas de la isla tienen la obligación de acompañar a cualquiera que se mueva por zonas que no sean exclusivamente del parque, como el Hotel y el puerto, aunque en este caso, paséis por el parque.

Al terminar tu turno, la 'caravana de fin de semana' (un pequeño autocar de 16 plazas) te pasó a recoger a tu puesto de trabajo, se reunió con otros dos autocares en el hotel, donde por ahora vivís los empleados, y, cuando recogiste tus cosas, de nuevo a los autocares, y camino al puerto.

Conforme salías del hotel empezó a llover como llueve en Isla Nublar: De repente, sin avisar, y a lo bestia. Los autocares toman la ruta más corta, pasando por un camino solo para empleados que cruza el parque, entre dos alambradas. Normalmente podrías ver algunos herbívoros a un lado y a otro, pero con la torrencial lluvia que está cayendo, el viaje se está haciendo realmente pesado: los autocares van despacio a causa de la lluvia, y no se puede ver nada.
La radio del autocar se ha apagado al poco de salir del Hotel. Eso es más o menos normal cuando llueve, pero también se han apagado las luces que bordean el camino, y los autocares han de reducir aún más la marcha... además de la poca gracia que hace estar rodeado de una oscura lluvia. El viaje empieza a ser agobiante.
Para colmo, el carguero no suele esperar mucho, así que a menos que haya mala mar, es posible que se marche sin vosotros.

Max Kölbel

Tres meses llevas en la dichosa isla. Tu trabajo es lo que tiene, tres meses en la isla, y una semana de descanso en tierra firme...  donde puedes gastarte tu bien merecido dinero. O al menos en teoría, porque a menudo tienes que viajar aquí y allá para entrevistarte con unos y otros. La jungla es molesta: bichos, humedad, más bichos, y poco entretenimiento en el tiempo que estás trabajando, pero mientras se cobre bien...

Sin embargo ahora sí llevas los tres meses completos en la isla, con la mayor parte de los asuntos cerrados, pero la apertura del parque está cercana, así que pronto tendrás MUCHO trabajo lidiando con ecologistas y líderes religiosos conservadores varios.
Los empleados de InGen, la compañía propietaria de los laboratorios que crearon los dinosaurios rondan mucho y a menudo por las instalaciones. No es que haya nada sospechosos propiamente dicho en ello, pero InGen se supone que solo pone el dinero y los medios, no los científicos.
Hammond esquiva las preguntas al respecto, haciéndote ver que InGen son sus socios y tienen tanto derecho a traer gente a la Isla a investigar cómo se invierte su dinero como él mismo lo tiene. Hammond es un hombre honrado, pero InGen no tanto, y a John parece que le disgusten.
En tu mismo autocar viajan otros cuantos empleados. Uno de ellos es paleontólogo, pero no recuerdas su nombre, y también hay una de las mujeres de la limpieza y un publicista o encargado de entretenimiento o algo así. Todo el mundo lleva su maleta o maletín con sus cosas, esperando llegar d euna vez a tierra firme.
Al lado del conductor va un guarda de la isla, con el rifle preparado y fumando un pitillo tranquilamente. Los guardas de la isla tienen la obligación de acompañar a cualquiera que se mueva por zonas que no sean exclusivamente del parque, como el Hotel y el puerto, aunque en este caso, paséis por el parque.

Al terminar tu turno, la 'caravana de fin de semana' (un pequeño autocar de 16 plazas) te pasó a recoger a tu puesto de trabajo, se reunió con otros dos autocares en el hotel, donde por ahora vivís los empleados, y, cuando recogiste tus cosas, de nuevo a los autocares, y camino al puerto.

Conforme salías del hotel empezó a llover como llueve en Isla Nublar: De repente, sin avisar, y a lo bestia. Los autocares toman la ruta más corta, pasando por un camino solo para empleados que cruza el parque, entre dos alambradas. Normalmente podrías ver algunos herbívoros a un lado y a otro, pero con la torrencial lluvia que está cayendo, el viaje se está haciendo realmente pesado: los autocares van despacio a causa de la lluvia, y no se puede ver nada.
La radio del autocar se ha apagado al poco de salir del Hotel. Eso es más o menos normal cuando llueve, pero también se han apagado las luces que bordean el camino, y los autocares han de reducir aún más la marcha... además de la poca gracia que hace estar rodeado de una oscura lluvia. El viaje empieza a ser agobiante.
Para colmo, el carguero no suele esperar mucho, así que a menos que haya mala mar, es posible que se marche sin vosotros.

Simon Burns

Tres meses llevas en la dichosa isla. Tu trabajo es lo que tiene, tres meses en la isla, y una semana de descanso en tierra firme, donde puedes gastarte tu bien merecido dinero. La jungla es molesta: bichos, humedad, más bichos, y poco entretenimiento en el tiempo que estás trabajando, pero mientras se cobre bien...

El trabajo es apasionante. De niño, y no tan niño, soñabas con hacer cosas como estas. Bueno, no soñabas con que un guarda del parque tuviese que salvarte el pellejo de tarde en tarde del ataque de un jaguar, pero en general merece la pena.
Conoces a dos de los guardas del parque que están contigo en el autocar: Alder Rainer, y el 'curtido' (por no decir mayor) Victor nosequé, un ruso. También hay un tipo alemán de traje que se le ve de tanto en cuanto donde tenéis a los dinosaurios antes de soltarlos en 'libertad'. Todo el mundo lleva su maleta o maletín con sus cosas, esperando llegar de una vez a tierra firme.
Al lado del conductor va un guarda de la isla, con el rifle preparado y fumando un pitillo tranquilamente. Los guardas de la isla tienen la obligación de acompañar a cualquiera que se mueva por zonas que no sean exclusivamente del parque, como el Hotel y el puerto, aunque en este caso, paséis por el parque.

Al terminar tu turno, la 'caravana de fin de semana' (un pequeño autocar de 16 plazas) te pasó a recoger a tu puesto de trabajo, se reunió con otros dos autocares en el hotel, donde por ahora vivís los empleados, y, cuando recogiste tus cosas, de nuevo a los autocares, y camino al puerto.

Conforme salías del hotel empezó a llover como llueve en Isla Nublar: De repente, sin avisar, y a lo bestia. Los autocares toman la ruta más corta, pasando por un camino solo para empleados que cruza el parque, entre dos alambradas. Normalmente podrías ver algunos herbívoros a un lado y a otro, pero con la torrencial lluvia que está cayendo, el viaje se está haciendo realmente pesado: los autocares van despacio a causa de la lluvia, y no se puede ver nada.
La radio del autocar se ha apagado al poco de salir del Hotel. Eso es más o menos normal cuando llueve, pero también se han apagado las luces que bordean el camino, y los autocares han de reducir aún más la marcha... además de la poca gracia que hace estar rodeado de una oscura lluvia. El viaje empieza a ser agobiante.
Para colmo, el carguero no suele esperar mucho, así que a menos que haya mala mar, es posible que se marche sin vosotros.

Alder Rainer respira tranquilo en el interior del Autocar. Pese al sueldo que cobraba por la peligrosidad de su puesto, era demasiado cansino. Las lluvias constantes le recordaban demasiado a la vieja Europa a la que pertenecia y a la que no queria regresar.

¡Por dios que lleguemos pronto! pensaba ensimismado mientras sacaba su cuchillo de caza africano.

Con él habia viajado hasta esta isla y de morir algun dia querria ser sujeto fuerte a él.

El rubio y enorme aleman parecia haber tenido mejores momentos. Pulcramente afeitado y aseado, Alder no descuidaba nunca su aspecto, pese a lo engorroso de su trabajo. Sus penetrantes ojos azules parecian evaluar cada centimetro que pisaba.

Habia muchos animales en la isla y pese a la experiencia de los Guardas nadie estaba tranquilo.

¡Por Dios! Trabajaban con criaturas extintas... ¡Era una abominacion! Pero era su dinero...

¡Bueno! Parece que la Isla nos despide amigos... dice con fuerte acento aleman. Pero... me preocupa que se hayan apagado las luces exteriores... ¿alguno sabe porque podria ser?

-Mierda...- Don tuerce el gesto al ver que las luces exteriores se apagan, pero mantiene la mirada en ellas...

...y todavía siguen apagadas. -¿Qué? Ya deberían haberse encendido...

El americano cierra su maletín, dejando dentro los presupuestos de mejora de la central que estaba estudiando por enésima vez. Se pasa una mano por su cobrizo pelo y gira su cuerpo todo lo que puede, pegando su rostro al cristal para que sus ojos azules puedan intentar ver algo más, pero todo parece correcto (obviando el hecho de que el flujo de electricidad de Isla Nublar parecía haberse ido al traste).

Vuelve a mirar al interior del autocar, poniendo el maletín bajo el brazo izquierdo. Llevaba una camisa a cuadros azul marino y unos vaqueros normales, puesto que había tenido tiempo para cambiarse antes de ir al transporte, pero no había cogido nada más de abrigo y ahora tenía algo de frío, pero tampoco iba a revolver todo el maletín para sacar una chaqueta-

-No lo sé... estamos sobre la parte sur de la isla y la iluminación de este lugar corre a cargo de la central geotérmica, la cual estaba perfectamente esta mañana. Pero aunque algo hubiera fallado allí el resto de centrales derivan parte de su energía para reestablecer la zona afectada..- Donald frunce el ceño, preocupado, aquello solo podía significar dos cosas, o que algún idiota había apagado el flujo eléctrico allí (voluntariamente o no) o había ocurrido algo en todas las centrales.

En el peor de los casos, serían ambas cosas...

 Sentada en un asiento, vestida con unos tejanos igual que la cazadora y una camiseta blanca, está la voluptuosa latina de melene negra como sus ojos, en su regazo descansan sus manos, con una novela abierta, mirando por las ventanas del bus la oscuridad creciente del exterior.

 Se mantiene en silencio, escuchando ensimismada en sus pensamientos. Al final reacciona.

 - Espero que lleguemos a tiempo para tomar el navío, hace tres meses que no veo a mis pequeños, o Diós mío.

Apago el walkman dejando con la palabra en la boca a Till Lindemann para no perder detalle de la conversación que se desarrolla a mi alrededor. Lo de las luces me escama, y mucho, y tengo muchas ganas de salir de aquí e ir a gastarme mi dinero. Me saco los auriculares del oído y me giro a los demás.
- Esto no es normal, ¿verdad? Quiero decir... ¿Hay tropecientos generadores para que las luces no se queden apagadas, no? .
Me quedo mirando fuera y sin apartar la vista del exterior añado...
- ¿Las vallas seguirán encendidas, no?

Alder mira extrañado a los demas componentes del extraño grupo...

No soy tecnico de la Isla pero en los protocolos de Emergencias decia que las Vallas serian lo ultimo en irse... solo... solo podremos saberlo tirando algo contra ellas... pero la lluvia es demasiado intensa. dice mientras busca en la parte de atras de los asientos algun maletin con utiles

Un momento... todas las vallas tienen unos indicadores de verdes o rojos de potencia... dice mientras trata de ver las luces de la valla cercana.

El guarda que iba con vosotros es cuarentón y parecía cansado, aburrido o fastidiado, o quizá un poco de todo. Cuando se va la luz, ya parece más preocupado.

Escucha al técnico de la central y a los demás, y da instrucciones a Alder, mientras abre la ventanilla para mirar al exterior.

Mira debajo del último asiento, hay un cajón, allí están las herramientas y demás.

Hace una pausa breve, mirando, y dice:

Están las luces rojas, mo hay corriente en las alambradas...

Se levanta y mira a Donald ¿Qué pasa? ¿Porqué no les vuelve la corriente?

- ¿Que? exclamo levantándome del asiento y amorrando la cara contra el cristal.
- ¿Están apagadas? Joder...

Tenemos que salir de aqui... dice Alder  mientras coge la Linterna y las Bengalas.

Del equipaje saca el abrigo para protegerse de la lluvia y se lo coloca, ajustandoselo bien. ¡Mierda, debi traerme las armas reglamentarias!

¿Cuanto queda? Avise por Radio al otro Autocar, tal vez ellos no se hayan dado cuenta del "problema" que tenemos... dice mientras rebusca entre las herramientas algo contundente y se lo da a otro de los hombres del Autocar.

Esto es solo por si acaso nos tenemos que defender... ¡esto no puede estar pasando!

Algun mequetrefe habria metido la pata... ¡bien gorda! Eso, o era algo realizado a proposito... ¿pero para que?

Saca tambien el Mapa de la Isla para situarse, y ver las opciones que tienen...

A ver, estamos entre dos Verjas de Herbivoros... esto no deberia ser complicado... veamos...

Mientras el autobús se para, miro un momento hacia la jungla. Todo se encuentra inmerso en un mar de lluvia que no para. Me arreglo el pañuelo sobre la cabeza, ocultando mis cortos cabellos castaños, mientras maldigo en italiano. Saco del bolsillo de mi pantalón de chándal un chicle y lo mastico con avidez tras quitarle el envoltorio...

Al girarme, me encuentro con que muchos de mis compañeros ya se encuentran preocupados. Obviamente, no es para menos. Sin embargo, la seguridad en la Isla es máxima, y cosas extrañas no se han visto...por ahora, claro.

Me dirijo al individuo que está detrás mía, y reconozco a la imponente Lucrecia, del servicio de limpieza. Como todos, mira preocupada...Bonne tarde, Lucrecia. No se preocupe por esta eventualidad, seguro que no es más que una avería sen importancia. Se le veo preocupada, no es para menos, yo también ando iguale...carraspeo, pensando en como entretenernos para dejar el tema a un lado, mientras la miro con mis ojos verdes...Entonces...¿questa va a hacer cuando llegue a su casa?

-Tranquilícese... Para empezar, salir del autocar sería una imprudencia y no podemos avisar por radio al otro autocar, si se han ido las luces la radio tampoco funciona, por lo que no hay manera de avisar.- Don ve al tipo bastante inquieto y eso no le gusta nada, por gente histérica han ocurrido muchas catástrofes que no empezaron siendo catástrofes -Creo que lo mejor que podríamos hacer es quedarnos aquí e ir normalmente al puerto, una vez allí tendremos más posibilidades de saber que pasa de las que tenemos en medio de la jungla-

Ahora gira su cabeza al guarda, negando con la cabeza. -No lo sé, si ha ocurrido algo debe haber sido general, las centrales se apoyan unas a otras en caso de problemas, de modo que si no hay luz ni electricidad en las alambradas...- Donald se lleva una mano al mentón, frotándoselo mientras le da vueltas a la cabeza -...o alguien ha apagado manualmente la producción de todas las centrales, o alguien o algo se ha cargado la subestación de transformación. En ambos casos yo no sé ni puedo hacer nada.-

Suspira cerrando los ojos. Jaleos y más jaleos... ¿Por qué no podré irme a casa tranquilamente? Me lo merezco.