Partida Rol por web

Al ver como los lunares que nos acosan se retiran temeroso de los hombres de Magner, guardo mi arco y empuño el Váculo de Mythril mientras mi mirada explora el inmenso campo de batalla....

El asunto está feo, cada vez hay más lunares y yo con dos miserables flechas...

Algo desanimado, me acerco a Lezmar, la cual se recuesta sobre la fría pared de piedra, sin duda aun agotada...

¿Como estás Lezmar?... Bueno, ahora estate quieta, con esto haré que te encuentres mejor...

La batalla se recrudece, sin embargo Argos no pierde la sangre fría, aunque tienen un momento de descanso no pueden desperdiciarlo recuperando aliento, por lo que rápidamente rodea a Devirius para acercarse a una posición que les de ventaja.

La batalla proseguía sin tregua y los gritos parecía haber calado tan hondo en los luchadores, que en su frenesí de sangre no cabía lugar al miedo ni la serenidad. Pánico o éxtasis eran las únicas opciones, convirtiendo el ambiente en un espeso reducto de caos... con olor a sangre y adrenalina. Bormaj se había dejado llevar por este ambiente en un contexto de odio y gloria, lanzandose a una carga inicial, casi suicida, hacia los acosadores de su general. No cabía la estrategia de formación en esta batalla. No con Bormaj...

Su primer ataque había derribado a su enemigo, aunque no podía ver bien el daño que le había causado por el ritmo del combate. La saeta de su brazo trabó en el hueso en su segunda embestida, lo que le hizo, casi, perder la espada. Alentado por ello, uno de sus tres adversarios, que andaba dubitativo tras ver caer a un compañero, y ver atravesado por las flechas al otro, reunió fuerzas y se lanzó hacia Bormaj en una carga llena de odio, hiriendo al Dragonut en la pierna y haciéndole clavarla en el suelo.

En este momento, su cuerpo era un retrato de lo que sucedía en esa zona. Con la rodilla clavada en el suelo, y chorreando sangre... con una saeta en el brazo y su tronco transformado en un mortifero delta de sangre, apenas podía oir el silbido de las flechas que anochecieron, por un momento, el cielo de la colina, multiplicando los alaridos que no cesaron ni un instante...

Pero era el momento de vivir... en vida o prosa, su actuación debía ser obligatoriamente un merecido poema. Con un estruendoso grito, se alzo sobre sus enemigos. La sangre navegaba en surcos por las hendiduras de su protuberante y casi desprotegida musculatura. La saeta de su brazo crujió... o eso les pareció a los humanos... bajo la tensión emparedada de sus bíceps y tríceps. Sus ojos, inyectados en sangre, polvo y odio atravesaron antes de atacar a su enemigo, Mientras sus afilados colmillos se unían en una hilera de sangre y saliba, en una suicida sonrisa. El dolor era un obstaculo... para otros. No para él. Había nacido para esto. Su especie había evolucionado para esto. Su mano tembló, antes de ceñir bien fuerte su espada, y devolver el ataque al humano que le había herido la pierna. El alarido de Bormaj, llegó al tiempo que muchos de sus aliados se giraban a socorrerle. Puede que no salga vivo de esta... pero sea como sea saldré más vivo que nunca...

Magen se mantiene en el sitio al comprobar que pronto los escasos enemigos caeron ante la superiodad de los dragonut y de sus propios soldados. Vamos soldados.. acabar con ellos aun quedan muchos mas!!! POr la gloria del reino, por el honor del combate.. por Argos!!!!!! grita el sargento intentando motivar a sus soldados.

Lezmar se desliza por la pared caliza de la montaña de Akich hasta sentarse en el suelo con la espalda apoyada en la roca.

Estoy muy cansada.

Bormaj acaba con la vida de dos de sus oponentes en dos sendos espadazos que a uno le atraviesa el corazón y a otro le secciona una pierna. Ambos mueren en el acto.

Bormaj está tremendamente violento, el haber sido herido le ha catapuktado a un estado de lucha no viste en un dragonut desde los tiempos del reino de Ronan.

Sus compañeros se colocan mejor para la batalla viendo que ahora que han mantenido la posición podrán organizarse algo. Sin perder de vista la batalla.

Los soldados de Magner, azuzados por el sargento atacan a los últinos reductos del cuerpo de los lanceros de los LHR que aúnb combatían, fuera del grueso de sus fuerzas. Pero no llegan a atacar a ninguno tras estos iniciar la huída.

Los Dragonuts cercanos a Bormaj tratan de arrancar la vida de los poco lanceros que aún aguantan la posición.

Los lanceros del centro de la batalla atacan a los goblins que aguantan el aenvestida como buenamente pueden, muriendo uno de ellos.

Los caballeros LHR cargan contra Poral infringiendole graves heridas que hacen tambalearse al enorme semidios, que contraataca con sus tentáculos. Aniquilando a uno de los jinetes e hiriendo gravemente a varios de ellos.

Los soldados lunares con Jar-Eel con ellos avanzan hacia el centro de la batalla para torcer la batalla a su favor.

Mientras los arqueros y algunas catapultas modifican su situación para ser más efectivos.

Una vez Lezmar se deja caer al suelo para tomar asiento, apunto con el báculo hacia ella mientras le dirijo una tranquilizadora sonrisa...

Ahora te encontrarás mejor, ya verás. !Maglor Anárion! - susurro, activando el poder del báculo, el cual se lanza sobre el cuerpo de Lezmar, logrando que este, durante un breve instante, desprenda un leve brillo verdoso...

Satisfecho, espero la reacción de la maga, deseando que el poder del báculo haya logrado recuperar sus energías...

El resplandor verdoso ilumina el rostro de Lezmar, cuyos ojos retoman su brillo habitual. Su tez se vuelve más sonrosada y se trata de incorporar poco a poco.

Gracias Taurnil. - Habla con una sonrisa en la boca. - Me sentía perdida en un mar oscuro.

Argos estaba frenético, aunque la batalla estaba practicamente perdida, y con ella la guerra, el guerrero no podía parar de balancear la espada y correr, cada vez iba más al norte, acercándose al ejército enemigo, ciego de ira y valor, sin embargo cuidaba mínimamente su defensa, por lo que avanzaba con cuidado en un mar de muertes que no se sabía cuando acabaría.

La espada de Bormaj sesgó la vida de los dos humanos que le acosaban, en menos tiempo del que los hombres tuvieron para pestañear, y la sangre regó sus ojos. Al verse libre de enemigos, examinó su herida y trató de hacerse un primitivo torniquete en la pierna antes de seguir luchando.