Partida Rol por web

Las niñas siguen a Pecham entre miedosas y esperanzadas de poder huir de allí mientras sus captores están entretenidos.

Collwyn alza su escudo y se prepara para resistir las embestidas de los enemigos que aún quedan en pie.

El enemigo que se llergue ante mi me mira amenazadoramente a través de sus vacíos ojos. Sin embargo eso no puede asustarme, he vivido en el horror y he luchado contra él. No volverá a dominarme. Sin embargo, mi hermano parece rodeado.

Debo pensar algo...¡Rapido!

Entonces el terreno me da la solución. Es una locura, pero es lo único que se me ocurre. No hay tiempo que perder. Inmediatamente inicio mi acción. Aprovechando la columna contra la que me encuentro, apoyo mi talón derecho sobre el pilar y miro socarronamente a mi enemigo. La orden es dada por mi cerebro y mi cuerpo reacciona de inmediato, mis músculos se tensan, mi respiración se acelera, mi garganta escupe un grito y me abalanzo contra el ser con todas las fuerzas que tengo y me proporcionan el impulso. ¿Que pretendo? Rápidamente el plan se dibuja en mi mente, tan claro como cuando lo concebí. Una columna, un suelo empedrado, un enemigo frente a mi, y a su espalda, inmediatamente unos escalones. Mi objetivo, claro como el agua, hacer caer al luchador para que golpee su cabeza contra los escalones, tal vez esto lo atonte y me de el tiempo suficiente para rematarlo.

Sin embargo, subestimé la fuerza de mi rival, que con estoico aguante, resiste mi empuje, manteniéndose inmóvil en el lugar. Maldigo para mis adentros lo estupida que he sido mientras intento encontrar una salida de la precaria situación en la que me encuentro. Solo veo una solución

!GRYG, AYUDA!

Cita:

Gryg le da un sonoro golpe con su hacha al acólito, tratando de proteger a la pícara. Su enemigo queda maltrecho. Después suelta su aliento sobre el clerigo y un acólito, poniendo buen cuidado de no lastimar al guerrero. No parece caerle muy bien, pero siempre pueden discutir sus diferencias después del combate. El clerigo oscuro no es tan rápido como el acólito y se ve sorprendido. Queda maltrecho.

Revolviendose, el clerigo se cura y descarga su maza sobre el dracónido que agradece a su cota de mallas evitarse otras magulladuras más.

Un acólito sigue hostigando a Nia, pero esta lo esquiva con mucha facilidad. Los otros rodean al guerrero, que detiene uno de los ataques con su escudo, pero el de atrás lo sorprende dandole un sonoro mazazo que lo deja maltrecho.

Gryg hace un gesto a Nia antes de atacar para que rodee a su enemigo. Parece que además el movimiento de la humana lo distrae lo suficiente para que Gryg logre conectar un terrible hachazo que rompe huesos y se incrusta en el cuerpo de su enemigo. A duras penas consigue destrabar su arma haciendo fuerza con la bota sobre el cadaver del suelo.

Tyfid se vuelve a concentrar dejando la mente en blanco alejada de todo lo que ha pasado en las ultimas horas y centrado en su lanzamiento, con determinacion empieza a entonar las palabras y los gestos mientras salen por sus dedos el viento helado del hechizo impacto helador. que llega hasta el Clerigo haciendo crujir sus repagues.

Luego de indicarles a las niñas que pasen por la arcada y se queden ahí. Se propuso ayudar a sus compañeros. Maldijo al acolito que atraveso con la espada al guerrero y sin dudarlo le arrojo uno de sus proyectiles magicos acertando desde el flanco un buen golpe.

El clerigo se había curado, pero poco le dura el alivio en su cara, pues aunque logra evitar el ataque del guerrero, recibe de lleno el impacto de la magia del eladrín. Da un traspies, luego otro. Parece atontado, además sus heridas se han vuelto a abrir. Está maltrecho.

Pecham lanza un chorro de magia sobre el enemigo más cercano, que pendiente del guerrero no tiene ni una oportunidad de esquivarlo. Queda maltrecho.

Mi compañero no me falla y de inmediato llega hasta mí y con un fuerte golpe despacha al enemigo antes de que pueda hacerme nada. El cuerpo del acolito cae sobre mi y apenas puedo apartarme para evitar ser aplastada por el inmóvil cadáver. Entonces alzo la vista y busco con la mirada al soldadito. Y lo veo, muy herido, rodeado, en peligro y sin embargo, empeñado en hacer lo correcto, Ha avanzado hacia el clérigo oscuro dispuesto a terminar con todo aun a costa de su vida.

Va a morir

Mi estómago se retuerce ante la idea, un terror visceral invade todo mi ser... Y una luz se enciende en mi mente. De pronto lo tengo claro, por fin se que es lo que quiero decirle. Por fin entiendo lo que significaban esos sentimientos. Una lágrima recorre mi mejilla ¿Como he podido estar tan ciega? Nada importa ya, todo eso quedó atras, lo importante es poder decirle al soldadito lo que pienso. Debo decírselo... ¡NECESITO DECÍRSELO!

Velozmente saco mi arma y me avalanzo contra uno de los acólitos que rodean a Collwyn al llegar a su altura doy una volteresta en el suelo dirijiendo el filo de mi arma a la parte superior del muslo, por donde se que pasa una de las venas más importantes del cuerpo y por donde puedo hacerle muchísimo daño. Al tiempo que lanzo el ataque me descubro gritando al enemigo

¡NO TOQUES A MI HERMANO!

Tras el ataque me incorporo y encaro al rival por si ha queado de pie

Por favor, no mueras

Rhoswen, agotados todos sus poderes divinos, se apresura a atravesar con una de sus flechas el cuerpo de su más peligroso enemigo. No podemos cantar victoria tan pronto, si caemos ahora podrán continuar con el ritual y todo habrá sido en vano...

¡Collwyn, te lo ordeno, no caigas ahora! Avandra está contigo y pronto podrás descansar, pero no antes de haber salvado la ciudad... dice desesperada al no poder hacer nada por ayudar a uno de los mejores hombres a los que ha dirigido nunca, más que intentar acabar lo antes posible con los enemigos que le rodean.

Escucho los gritos de Nia y de Rhoswen mientras paro golpes y esquivo estocadas. Avenda no va a hacerlo por mi asi que sigo moviendome constantemente, como un boxeador a la defensiva, girando sobre mi para defenderme de mis 3 atacantes. Aun me quedan fuerzas para acabar con uno de ellos por lo menos. solo tengo que mantenerme vivo el tiempo suficiente.

Vamos, hijos de mala madre! Las ancianas de mi barrio pegan mas fuerte que vosotros!

Nia pega una brutal puñalada por la espalda al acólito que cae al suelo sin poder gritar. La hoja de la daga de la pícará está empapada en sangre.

Los ataques de Rhoswen, Tyfid y Pecham se concentran en el clérigo que es impactado por la magia de los tres, de pronto vuelve a olerse a carne quemada. El clerigo cae de rodillas y luego al suelo, con un golpe sordo.

El acólito que queda en pie, abre los ojos desmesuradamente, de su mano se le escurre la maza y con un grito de terror intenta poner tierra de por medio. La estocada del guerrero rebana la parte posterior de sus piernas y por un momento detiene su movimiento, pero aún cojeando trata de alejarse de vosotros mientras grita - ¡Noooo, noo, nooooo! - y va goteando sangre por las losas del templo.

Tyfid se vuelve a concentrar y de nuevo mientras salen por sus dedos los misiles magicos que salen directos hacia el enemigo dando en su cuerpo uno tras otro dejando agujeros en la tunica y quemaduras en su cuerpo.

Los proyectiles mágicos del eladrín queman la carne del único enemigo vivo y lo empujan contra la pared, aún se mantiene en pie, pero está maltrecho.

Las niñas que aún parecen asustadas están algo más aliviadas. Una de ellas se acerca a Rhoswen a quien reconoce por sus ropas como miembro de la guardia y por su forma de comportarse le parece que está al mando - Darren, tenéis que rescatar a mi hermano Darren, hay otro grupo que le tenía prisionero. - los ojos se le llenan de lagrimas de preocupación por lo que le pueda haber ocurrido.

El resto, ahora que han caido vuestros enemigos, os miráis con las armas aun desenfundadas y goteando sangre mientras os preguntáis que viene ahora. De momento, os concentráis en ver que no queda ningún enemigo en pie y que las niñas están a salvo. Pero la tensión crece....

Apenas unos minutos después ois un tremendo alboroto de pasos, armas y conversaciones en el exterior cerca de la entrada del templo...

Rhoswen suspira aliviada y se deja caer de rodillas junto a la niña, acariciándola la cabeza con ternura mientras recupera las fuerzas tras comprobar que han acabado con el último de sus enemigos.

No te preocupes pequeña, ya rescatamos a tu hermano, fue él quien nos envió a buscarte a tí. Enseguida te llevaremos con él. Le dice con voz sosegada mientras la estrecha contra sí. A ella también le vienen lágrimas a los ojos tras haber vivido tanta tensión, pero han salido victoriosos y ninguno está gravemente herido, o eso cree...

Tyfid, Collwyn, ¿estáis bien? Pregunta hacia sus compañeros, lista para rezar a Avandra si necesitaban de sus ciudados. Sin embargo en esos momentos se oye un alboroto fuera que la hace levantarse y ponerse alerta, agarrando de nuevo con fuerza su arco.

Cuando el último acólito cayó un sonoro suspiro salió de mis labios. Cada músculo de mi cuerpo clamaba por un descanso y el goteo incesante que escuchaba sólo podía significar que me estaba desangrando. Aún así, no podía pensar más que en la aparición de Nia, en su valor y en su arrojo, y en cómo se había expuesto para salvarme. Se había expuesto, sí, podía haber resultado herida, pero no había sido así. Ella y sus amigos habían demostrado más valor que muchos de los guardias que conozco. Habían salvado a esos niños entre todos y Darren y su hermana iban a contarlo en parte gracias a ellos.

Todos esos pensamientos cruzaron mi mente mientras escuchaba un sonido debajo de mi. Aparentemente, mi rodilla derecha había cedido y estaba apoyada ahora en las frías baldosas del templo. Podía verla sumergida en el charco de sangre que se extendía debajo mío. Apoyé mi espada en el suelo, a modo de bastón y apuré a mi fuerza interior para hacer acopio de valor y recuperarme del daño causado. Mientras lo hacía, una imagen me daba las fuerzas: Nia, erguida frente a mí mirandome con una expresión que creía olvidada...

¿Era pena? ¿O tal vez amor?

Como nuevo, Rhoswern

Perfectamente, ayudemos a estos niños a salir de aqui, y avisemos a nuestros superiores de lo que ha pasado, quizas asi nos den alggunos dias libres y podamos descansar un poco con las personas que queremos, digo con los ojos fijos en Rhoswen

Por fin, el combate ha terminado, la sala se sume momentáneamente en un silencio sepulcral roto por la voz de un joven. La oigo hablar del joven que antes rescatásemos. Todo parece haber terminado. Mis ojos buscan velozmente a mi hermano que se encuentra magullado, pero vivo. Una tremenda alegría recorre mi cuerpo y mi alma y una débil sonrisa sonrisa se dibuja en mi rostro.

Gracias a Avandra

Como siempre, impetuoso y arrogante, intenta ponerse en pie sacando fuerzas como siempre de yo que se donde y se incorpora mirándome. En ese momento un sentimiento antaño olvidado aflora y comienzo a avanzar hacia él. Enfundo mi daga y rebusco en mis bolsitas hasta dar con lo que necesito. Cuando llego hasta él, saco las vendas que siempre llevo conmigo así como un pequeño ungüento casero para aplicar en heridas. Entonces, le tomo uno de sus brazos y aproximando el ungüento, empiezo a curarle

Después de meternos en algún lío, siempre era yo la que se encargaba de curarnos ¿recuerdas?

Le digo con total naturalidad. De pronto todo parece sencillo, fácil de hacer... pero no de decir ¿Como hacerlo? De pronto, lo que antes estaba claro y que mi corazón parece haber entendido, no es capaz de procesarlo mi cerebro, me he quedado en blanco. No se si es por las heridas sufridas en la refriega o por los nervios, pero se me esparrama el ungüento entero sobre su brazo, con la quemazón que eso conlleva, no peligrosa, pero si molesta. Como si volviera a ser aquella pequeña niña que lo llamaba hermano, comienzo a agitar mis manos y a soplar mientras busco un trapo con el que limpiarlo. Rápidamente me arranco una tira de mi camisa y lo paso velozmente por el destrozo que he causado. No solo no le he curado, encima le he producido una quemadura. Bravo Nia

Perdón digo con voz aniñada Supongo que sigo siendo igual de torpe que entonces

Entonces alzo la vista y le miro a los ojos. Una voz en mi grita, desesperada Díselo sin embrago dudo ¿Como se lo digo?¿Después de lo dicho?Tengo miedo, un miedo diferente a cualquiera que haya tenido. Miedo a la pérdida de algo importante, una parte importante de mí. Y si no hago algo, se que lo perderé irremediablemente.

Hermano... Comienzo a decir ...yo... No puedo seguir, de pronto el sonido de botas y armas aproximándose me hace saltar del lugar y de pronto me encuentro mirando al fondo con el arma desenfundada. ¿Más enemigos?

No hay tiempo para dudas, es ahora o nunca

Con la mejor sonrisa que soy capaz de mostrarle, miro fijamente al soldadito

Hermano... No se que nos espera tras ese sonido, tal vez vivamos, tal vez no. Pero hay algo que necesito que sepas... No existe ningún otro lugar en el mundo en el que desearía estar. Una lágrima resvala por mi rostro manchado de barro, sudor y sangre He pasado demasiado tanto odiándome por lo que hice, que olvidé sentir nada más. Verte me hizo creer que se reabrían las heridas que creía curadas, pero era una ilusión, las heridas nunca curaron. Me culpaba por todo, por no seguirte, por odiarte al querer buscar un mejor futuro para ambos, por las cosas horribles que he tenido que hacer. Me repetí tantas veces que era escoria, que al final... terminé por creerlo. Entonces apareciste tu y sentí vergüenza de mi misma, me odiaba más de lo que pude odiar a nadie. Me tomo un segundo para continuar, me falta el aliento y debo hacer ingentes esfuerzos para evitar llorar He tenido que verme al borde de la muerte para entender por qué me turbaba tanto tu presencia, que significaba ese extraño sentimiento que despertabas en mí. Y ahora lo entiendo, por fin lo entiendo. No importa que nos depare el destino, cuanto podamos cambiar o a donde nos pueda llevar el futuro. Hay algo que jamas nos podrán quitar, ni siquiera la muerte... Eres mi hermano y pase lo que pase, siempre seré tu hermana. Con mi alma desnuda, solo me queda una cosa por decir Hermano, Te quiero

Con estas últimas palabras me giro más preparada y lista que nunca para encarar lo que sea que se nos viene en cima. Por vez primera, no temo a la muerte ni al destino. No importa que hiciera, en qué me equivocase, siempre le tendré a él.

Cuando veo a Nia acercarse y rasgar su camisa para vendarme la herida del hombro no puedo evitar sonreir. Mil recuerdos de nuestra infancia de picaruelos en el arrabal me asaltan y siento llegar una húmeda sensación casi olvidada a mis ojos. Entonces Nia me demuestra que no ha cambiado ni un ápice cuando esparce la crema por todo mi brazo provocándome una quemadura.

AY! Nia! Me rindo! Entregame a los no-muertos!

Continúo sonriendo, alejado ya el pasaje lacrimógeno pero Nia no está dispuesta a dejarlo pasar y procede a desnudar su alma con una declaración que casi me hace volver a caer de rodillas de nuevo. Su asalto sobrepasa toda armadura o protección que hubiera levantado y sus palabras se me clavan en el corazón. Es sincera, cualquiera puede notarlo y me deja en evidencia por la forma en la que la he tratado.

Nia...no, no digas eso. Tú nunca me has defraudado. No tenía ningún derecho a criticar tus elecciones ni los amigos que has elegido cuando no estuve allí para ayudarte, para hablar contigo cuando me necesitaste. Además han demostrado ser dignos de tu confianza. De alguna forma los dos hemos crecido como si el otro no hubiera existido y esta ciudad nos ha forjado caminos divergentes. Pero eso no importa ya. Te he recuperado una vez más y no dejaré que nadie te arranque de mi lado Miro a Rhoswen al decir esto. Te he fallado en el pasado pero te juro que no volveré a hacerlo.

Hago una pausa entonces, sintiendo que hay unas últimas palabras que debería decir, 2 para ser exacto. Sin embargo, me siento totalmente incapaz, un extraño nudo se forma en mi garganta y por unos momentos sospecho si no me habrán lanzado un hechizo  de silencio. Muevo los labios pero las palabras no salen de ellos. Los ojos de Nia brillan con anticipación. Lo está esperando. Al final cierro los ojos y me echo hacia delante para atraparla en un prolongado abrazo. Cuando abro por fin lo párpados están arrasados por las lágrimas no vertidas en estos 10 años.

Te quiero, hermanita. Perdóname.