Partida Rol por web

Escucho a la Sra. Woliski en cuanto salgo, pero desgraciadamente no espero regresar al comedor. Mi mandíbula sigue apretada por el enojo, subo las escaleras hacia mi cuarto y reflexiono sobre todo lo que pasó en la cena. Abro la puerta y entro poniendo el seguro.

Me quedo de pie recargado en la puerta y digo en voz baja: -¿porqué tenían que tocar esa fibra sensible, acasó no se dan cuenta de todo lo que ha sufrido mi patria después de la Gran Guerra, desencadenó la Revolución Rusa y no ha sido más que sufrimiento tras sufrimiento para mi familia, yo soy el único que pude escapar de todo eso gracias a mi cerebro.- Golpeo mi puerta el dolor en mi puño me hace recapacitar un poco- Bueno pero ellos no son adivinos, pienso en los huéspedes y nunca han sufrido las penas del hambre en este país de oportunidades.......- Me retiro el saco y lo coloco ordenadamente junto con mis otros 2 trajes (con los que acostumbro viajar) en el closet, arremango las mangas de mi camisa y me dirijo al escritorio donde tengo el botiquín de madera y un pequeña cantidad de matraces y frasquitos con materiales para preparar mis "soluciones" de muestra para mis conferencias.

Empiezo a trabajar en el "ungüento" para las dolencias de los profesores..... después de 1 hora, termino las preparaciones y escribo en notas pequeñas una disculpa por mi comportamiento hacia los profesores -las cuales planeo dejar a la entrada de sus habitaciones para congeniarme con ellos-, de igual manera tomo un libro de medicina botánica y escribo una nota de disculpa hacia la Señorita Collins, tomo tres frasquitos de esencias relajantes (lavanda, vainilla y menta) y pienso ofrecerlo como regalo de disculpa hacia la Sra Woliski, la Srita Aguirre y al Sr Lusting en ese orden junto con la nota de disculpa respectiva.

Todo en mi amplio cuarto está impecable, en la mesita de noche solo tengo un portafolio con mis notas de la conferencia y el espacio para guardar mis libros ( 2 de botánica medicinal, 1 manual de preparaciones químicas y 1 novela de Julio Verne), debajo de mi cama siempre tendida tengo un cambio de zapatos más cómodos y sandalias, junto con mi maleta de viaje. en el escritorio mi botiquín y una pequeña caja donde guardo el instrumental y los pocos reactivos químicos, En el closet están mis trajes y una maletita donde traigo tijeras, locion, cepillo de dientes y peine.

Parecía que esa noche los ánimos no estaban demasiado relajados, ya que era extraño comprobar como alguno de los huéspedes ni siquiera esperaban al postre. Por mi parte, aún deseando continuar con la lectura que me había enganchado tanto y que me esperaba en mi cuarto, me agradaba pasar esos minutos de tertulia con el resto de los habitantes de la casa. Seguía pensando que la reacción del doctor Saitsef había sido un tanto exagerada, pero mi juventud y mi educación me impedían decir algo al respecto.

Lo que no me esperaba eran las palabras de la señora Woliski, y seguramente serviría para cambiar el tema de conversación, ya que estaba claro que la política sólo servía para amargar la comida.

—¿Un incendio? Oh señora Woliski, eso es terrible. ¿Y cómo sucedió? Espero que no hubiera habido ninguna desgracia.

Miré con cierto desagrado al gato de la mujer. No me gustaba que, mientras estábamos comiendo, el minino campara a sus anchas por la cocina llenando todo de pelos, eso no podía ser nada higiénico. Pero cualquiera le decía algo a la dueña de la casa tratándose de su gato.

"No se debe juzgar a un ejemplar por su encuadernado"

Mi propia sentencia hacia la señorita Anne, había regresado como un boomerang dándome de lleno en toda la cara.

Sonreí abiertamente ante las palabras de la jovencita, mientras mis preconcepciones hacia aquella – aparentemente remilgada joven -, comenzaban a desmoronarse.

Cuanto agradecí que el resto de los hombres se hubiesen marchado.

Es usted sorprendente, le dije a la señorita Anne luego de que el resto de los hombres menos el anciano Szymczack se hubieran retirado.

Estaré encantado de poder compartir con usted mis conocimientos de dicho volumen, le susurre acercando mi cuerpo hasta el límite de lo decoroso hacia el de ella, intuyo que Ud ha de poseer una alma gentil y un corazón cándido.

Algo difícil de encontrar sin duda.

En cuanto a…Paris…-dije espaciando el nombre de la ciudad para darle una mayor importancia, seria para mí un placer invitarle durante el tiempo que guste, poseo algunas propiedades en dicho lugar así como en otros países.

Mire entonces hacia la puerta con sutileza para comprobar que no hubiera nadie allí antes de proseguir.

Verá señorita, comente confidente y con seriedad, soy un hombre de…muchos…recursos que gusta viajar de incognito...ante Ud, y permítame pecar de ingenuo con esta confidencia,  ve usted al propietario de…

Entonces Petula comento algo acerca de un incendio mientras Anne le respondía cuando la señora hubo terminado.

Por mi parte me mantuve por el momento en silencio, siempre era bueno escuchar lo que el resto de las personas tenia para decir.

La “Ley del Hielo”, escuche el termino hace muchos años en mi primera visita a esta horrible nación de mestizos y ladrones en donde ahora me encuentro.

Según entendí en aquella ocasión, las mujeres sufrían seriamente los efectos de la “Ley del Hielo”, que no era otra cosa más que la más cruel de las demostraciones de indiferencia hacia el otro.

Ignorarle, pero con pasión, ignorarle hasta hacerle desear una palabra, un gesto o tan solo una mirada aunque más no sea fugaz.

Es por esto que mentí acerca de mi aparente riqueza y poder, le susurre mentiras a Anne al oído, pero lo suficientemente alto para que Dolores pudiera escucharlas.

Quería ver su reacción ante el hecho de tener tan cerca un aparente magnate de los negocios viajando de incognito.

Cosa para nada descabellada en estos tiempos que vivíamos.

Y si esto no funcionaba con la latina, pues quien sabe, quizás Anne volviera a sorprenderme.

Mientras  Victor hablaba con Anna, Dolores ponia la atención a lo que decian con un sonrisa extraña, y es cuando Petula quien habia pasado un poco de tarta de calabaza, comienza a explicar lo del incendio.

Ustedes saben como son las reglas de esta casa, no se permiten visitas de parejas para inmoralidades, esta es una casa de bien, en su tiempo la casa tenia más pisos, y  más habitaciones  arrendadas, un hombre se pasó la norma y entró a una mujer  a su cuarto, al parecer la mujer fumaba y mientras dormian olvido el cigarrillo, lo que hizo que se prendiera el cuarto y se extendiera el fuego rápidamente, él sujeto alcanzó a huir, pero los bomberos luego encontraron el cuerpo de la mujer...

Fue terrible, mi familia no tenia el dinero para reconstruir el tercer piso, y se hizo una reforma demoliendo este y arreglando el único cuarto afectado del segundo piso por las llamas, que entre otras es donde se hospeda usted señor Lusting, afortunadamente el fuego no se expandió más. La muerte de la mujer ocurrio en el cuarto justo arriba de ese..

Luego el sujeto causante del desastre desapareció y no se le volvió a ver, y la mujer muerta al parecer era una prostituta... un triste escandalo.

No me estaba gustando nada el cariz que tomaba la conversación con el señor Lusting, y mucho menos ese acercamiento físico que estaba haciendo. Me tensé, forzando una sonrisa amistosa que distaba mucho de sentir, mientras no me pasaban desarpercibidas las miradas de Dolores ni de nuestra anfitriona.

Por fortuna, la historia de la señora Woliski hizo que la charla derivara por otros derroteros, quizás más escabrosos pero por lo menos, a mis ojos, menos comprometidos. Aunque no pude evitar un escalofrío al conocer el suceso luctuoso que había ocurrido en esa misma casa.

—Es terrible. Aunque fuera una mujer con una vida poco decorosa, no se merecía una muerte tan horrible. ¿Y el hombre? Vaya descaro, después de incumplir las normas se escapa sin dar la cara. Tendrían que haberle buscado y hacerle pagar de alguna forma, al fin y al cabo considero que él tuvo mucho que ver en la muerte de la mujer. ¿No creen ustedes lo mismo?

Las enigmáticas sonrisas de Dolores comenzaban a irritarme, sumado a esto, me parecía intuir cierta incomodidad en la joven a mi lado.

Maldita sea, pensé, estoy rodeado de puritanas y frígidas.

Pero no hubo mucho tiempo para meditar en este nefasto sino ya que Petula seguía hablando y lo que a continuación llego a mis oídos termino por enfriar cualquier posible intento de seducción para aquella noche.

Ça me fait chier! Exclame abiertamente sin poder evitarlo.

Me lleve entonces la mano derecha a la boca en un inútil intento de tapar aquellas nefastas palabras ya emitidas mientras mis ojos se agrandaban por el terrible suceso relatado por la anfitriona.

Así estuve un tiempo, incapaz de hablar, YO, el Duque de la Palabra, YO el vendedor consumado.

Me había quedado mudo como un pauvre petit quinceañero en su primera cita.

Odiaba las historias de terror, las muertes violentas y cualquier cosa relacionada con el tema.

Para que negarlo, era un consumado mierde ante tales cuestiones.

Y no iba a cambiar ahora.

Mi señora, le dije nervioso a Petulia, eso es terrible, dos muertos en esta casa?, y justo encima de donde yo pernocto?, interrogue con un timbre de voz demasiado aguado que rayaba en lo molesto.

No no no y no.

No iba a dormir más en aquella habitación.

No ahora que sabia que justo sobre donde yo dormía habían muerto personas.

Me negaba en lo rotundo.

Ni aunque me pagasen.

Bueno, dependiendo de lo que me pagasen podría hacer una excepción.

Pero este no iba a ser el caso.

Así que bajo ningún motivo iba a pisar esta noche la habitación.

La mujer Pétula  demostró el tono del hombre frente a la afirmación y sorprendida contesta

Oh querido, si no murieron en la misma,   caray, fuera la misma comprendería tu preocupación, pero solo comento que dicha habitación se alcanzó a quemar un poco, además ningun huesped ha tenido inconvenientes antes, y dado que usted ha estado hace dos semanas  se ha dado cuenta que es un lugar tranquilo, yo misma me encargue que el sacerdote viniera y diera una bendición a la casa, si eso es lo que le preocupa.

La mujer se sonrie y por primera vez en la noche habla. ¿Noto en un voz señor Victor un dejo de miedo?. Se rie. Hubiera pensado que usted no era de aquellos hombres que creen en fantasmas..

Una sonrisa traviesa se da en ese instante

El anciano frente a la situación dice. Lamento mucho lo ocurrido, no tenía idea, ciertamente..- dice el hombre- quien iba a pensar eso, yo realmente no pensé que detrás de estas paredes hubiera tan curiosa historia.

Pues contestando tu pregunta querida- dice hablandole a Anne-  el sujeto luego se escapó, al parecer salió de la ciudad pues no queria dar la cara,   estoy seguro que sabía que lo ibamos a demandar, usted sabe.

Dice Pétula con tranquilidad mientras se levanta y va recogiendo los platos.

Oh bueno, es pasado... y lo superamos, sí.

Fruncí el ceño intentando recordar las palabras de nuestra casera, ¿en qué momento había nombrado dos muertes? Por más vueltas que le diera no recordaba nada más que la mención a la pobre desgraciada que había muerto quemada. Me encogí ligeramente de hombros, quizás simplemente había sido un malentendido del señor Lusting, que por cierto, y ahí tuve que disimular una sonrisilla que, unida al comentario de la señorita Aguirre, dejaban al pobre hombre en mal lugar. Tanta palabrería y resultaba que no dejaba de ser un pusilánime ante ciertas cuestiones.

—Pues si hay fantasmas en la casa, tengo que reconocer que son bastante discretos y silenciosos.

Crucé una sonrisa con Dolores, al fin y al cabo mis palabras no pretendían ser más que una pequeña broma frente al miedo del señor Lusting. Por mi parte, aunque un tema tan luctuoso siempre era motivo de tribulación, no podía dejar de sentir cierto morbo, quizás influenciada por las novelas que leía, y curiosidad ante lo que había sucedido.

—Deberían haber insistido... Que la policía hubiera buscado a ese hombre para responder sobre lo sucedido. Menuda cobardía por su parte.

Me quedé sentada viendo como la señora Woliski recogía la mesa, dando por finalizada la cena.

—Creo que yo me voy a ir retirando ya, si no les importa. Buenas noches... Y señora Woliski, su cena ha estado deliciosa como de costumbre.

Dejando la servilleta que cubría mis rodillas encima de la mesa, me despedí de los que quedaban para dirigirme a mi cuarto. Deseaba leer un poco antes de acostarme.

Anonadado ante la tibieza con que las mujeres tomaban el tema relacionado con la ultratumba y sus pobladores, poca atención le di a las respuestas mordaces de Dolores y luego Anne.

Si no le preocupaba tanto el asunto entonces, para que habría hecho venir un cura a bendecir la casa?, eh?.

Claramente estas mujeres “americanas” nada sabían del viejo continente y sus muchos demonios, las noches de los cuchilleros parisinos, el destajador de mujeres de los ingleses o los vampiros, dracules e incluso los stroigois que según decían pululaban por los Cárpatos y sus alrededores.

¡No!, claramente estaban lejos de comprender el asunto y por eso se burlaban.

Que lo hicieran pues y Dios quisiera que nunca tuvieran que presenciar algún terrorífico hecho.

Sonriendo con poca gracia hacia Dolores y su mordaz pregunta, tome una pizca de aire antes de iniciar buscando en aquel acto tranquilizar mis ánimos y moderar mi carácter.

Finalmente, incapaz de decidir la mejor de las respuestas al caso en cuestión, y menos aun cuando las dos jovencitas cruzaron veladas sonrisas, me limite a dejar salir por entre mis labios lo primero que se me escapo de la mente sin medir, moderar o acotar palabra alguna.

Ciertamente puedo parecerle un insensato respondí un poco molesto – a Dolores -, mas no creo pensarais igual si conocieras del viejo continente tanto como yo lo hago señora mía.

Me arregle un poco el cabello mientras comenzaba a pararme de la silla, esto cena, y en lo que a mi incluía, había llegado a su fin.

Y ciertamente espero, proseguí con un tono de voz bajo que casi era un susurro, no quiera Dios nunca que las criaturas que moran en la noche, golpeen a su puerta, concluí mirándola fijamente a los ojos por un instante antes de salir del cuarto no sin antes desearle una buena noche a todos los presentes.

Bueno si es así entonces, creo que es hora de dormir. Dice la mujer con un tono serio. Los peligros asechan por todas partes... Buenas noches señora Woliski, mañana no cenaré acá... tengo una cita.

Dice la mujer levantandose.

Con permiso.

Y al decir eso sale de la sala