Partida Rol por web

El revuelo general ocasionado por el retorno de los exploradores, acompañados por aquellos peculiares niños, cubiertos de heridas, moretones y barro y comentando su hallazgo del singular Palacio de las Sombras inquietó a las gentes de Niom, pero al mismo tiempo les daba algún tipo de esperanza. Era difícil mantener a la gente a raya, ya fuese ante la idea de interrogar a los niños o de matarlos, pero la intercesión del alcalde y de la nueva profesora, Molla, quien los arrastró hasta el edificio en obras que en unos días se abriría como el nuevo colegio (Si seguía habiendo infantes en el lugar), consiguió apaciguar momentáneamente los ánimos de los niomenses.

Los aventureros pudieron asearse, cambiarse y comer algo. Un curandero, ayudado por Stella y sus cantos reponedores, se hizo cargo de las heridas más graves de Taddeus, el elemento más tocado, así como de la torcedura de tobillo de Sam, que se había hinchado considerablemente tras el retorno al pueblo.

Alek pudo reunirse con Molla en el colegio, donde esta trataba de ayudar a los trocalengos, tranquilizándolos y tratando de comprender su historia. Las miradas que estos no podían evitar dirigir a Taddeus eran algo que la mujer tenía muy presente, peor no dudaba de las buenas intenciones del paladín, simplemente era consciente de que iban a tener que trabajar los cinco para que estos perdiesen miedo al guerrero o perdiesen sus ansias de venganza.

Cuando la joven vio llegar a Alek le hizo pasar al fondo de la nave, donde podían hablar sin asustar o molestar a sus nuevos habitantes. El explorador le cedió la vela y el muñeco que había encontrado en el misterioso palacio, viendo como el rostro de la profesora se teñía de curiosidad, alegría y sospecha mientras revisaba los objetos.

- No soy experta en según qué formas de conocimiento. Tanto cuando vivía aquí como durante mi estancia en la academia se nos insistía en que había cosas sobre las que era mejor no hablar y mucho menos investigar, y entre ellas estaban las artes oscuras y la hechicería. Hay escuelas donde también se enseñan esas cosas, pero mis profesores abogaban por la razón y la ciencia, pero para bien o para mal, mi curiosidad me empujó a investigar lo poco sobre estos temas que llegaba a mis manos.

Parecía emocionada al tratar de organizar el puzzle que tenía delante, buscando las palabras con las que tratar de explicar a Alek sus sospechas.

- Si, estos muñecos son empleados como símbolos en los preparativos para las abducciones por las que son conocidos los trocalengos, representan aquellos niños por los que los suyos serán cambiados y se emplean para imbuir su apariencia y aplicársela a los suyos, como si de una alucinación mágica se tratase, por ello los padres adoptan a los niños cambiados sin ser conscientes de que dan hogar a intrusos, pero si encontrastéis este muñeco en este estado en el palacio, creo que significa que su hechicero no logró su propósito, o al menos no lo intentó.

La vela parecía ser un mayor misterio para ella, hasta que terminó por arriesgarse a encenderla, no sin demostrar cierto miedo ante las posibles consecuencias. Y al encenderla algo mágico ocurrió: las paredes del colegio desaparecieron, mostrando el claro del bosque que una vez fue aquel lugar. Los trocalengos también presenciaron aquello, emitiendo graciosos exabruptos al tratar de comprender qué había pasado, pero Molla procedió a apagar la mecha de la vela rápidamente.

- Esto... Parece mostrar el pasado, y puede que el futuro, del lugar donde es encendida. Qué curioso objeto, es una visión, no creo que sea peligrosa, pero al no saber para qué pretendían usarla... Puede que fuese solo un ingrediente de alguna otra hechicería mayor.

La joven volvió a prestar atención a su interlocutor tras dejar los objetos a un lado, sobre una repisa.

- Y hablando del pasado... Quiero creer que no me he equivocado en reconocer a cierto niño asilvestrado al que conocí hace muchos años en estas mismas tierras. Eras... Eras aquel otro Alek, ¿Verdad?- El rostro de la joven pareció iluminarse de felicidad, rejuveneciendo aún más y mostrando un reflejo de aquella joven con la que el explorador y su hermano habían compartido juegos infantiles. - Alek... El hermano de Eric, el niño montaraz que desapareció.- Al recordar esto, perdió su alegría, mostrando que aquel recuerdo también la hacía sufrir a ella. - Vuestro recuerdo me ha acompañado todos estos años, y he llorado más de una y veinte veces preguntándome qué habría sido de tu hermano.

Taddeus, mientras indagaban cómo andaba todo por el pueblo, tratando de prever qué hacer en caso de que las nieblas se levantasen inesperadamente, comprobó que había luz tras las vidrieras de la capilla de Ashur del pueblo. Aun estando un poco alejada del centro del asentamiento, sus ventanas se iluminaban con mil destellos púrpuras a nada que una antorcha fuese encendida en su interior. Un paseante comentó, al ver su curiosidad, que el padre Gorgorius había vuelto a media tarde y se había retirado a su templo tras visitar al alcalde y poner al día a los parroquianos sobre sus quehaceres durante su breve ausencia. Muchos no se fiaban de los devotos de Ashur en Niom y, por ello, su emisario se veía obligado a dar más explicaciones de las necesarias cuando sus obligaciones le hacían partir, como si con ello fuese a ganarse la confianza de los habitantes del lugar. 

Alek bajó la cabeza, algo avergonzado.

- No pensé que me recordarías. Yo mismo, queriendo olvidar el pasado, temí haberte olvidado también. Pero entonces, antes de partir a la ciénaga, encontré esto -

Sacó de sus ropas un rústico broche y se lo entregó.

- Me sorprende que todavía lo conserves, pero también me alegra. Cuando lo vi supe que eras tú -

Lo invadió la nostalgia y compartió con Molla un momento de recuerdos. La mayoría felices, aunque inevitablemente siempre volvían a Eric y el trágico día de su desaparición.

- Hay una maldad en la ciénaga que estuvo usando a los trocalengos para sus siniestros planes. Creo que también es la culpable de llevarse a mi hermano. - Alek tomó la estatuilla y la vela - Estas cosas pueden ser peligrosas, gracias por la ayuda, no quiero causarte más problemas -

Dicho eso se encaró para volver a la posada. - Cuando esto termine, tal vez podría... - "¿quedarme?", pensó imaginando lo absurdo que sonaba esa idea. "Enfócate" se reprendió.

- Hablemos mañana - dijo, dándole la espalda a Molla y a su pasado.

Si Molla había escuchado la frase que Alek había dejado suspendida en el aire, no dio señales de haberla oído... Excepto por el rubor que cubrió sus mejillas y parte de su frente, haciendo que las pocas pecas que cubrían el rostro de la joven desapareciesen por completo. Pero aún así no respondió a aquello, volvió a mirar al suelo, meditabunda, y elevó ligeramente la voz para que el explorador, alejándose hacia la puerta, le oyese.

- Podrías... Venir a desayunar a mi casa mañana. A no ser que tengáis alguna urgencia matutina para con las gentes del pueblo o los posibles planes para protegernos. Mi vivienda está a cien metros, yendo hacia la cantina, a mano derecha, fachada verde, puerta y contras rojas. Lo dispondré todo para que nuestros nuevos amigos puedan dormir aquí y los velaré por si algún pueblerino se nubla.- Comentó refiriéndose al drama de los trocalengos y el malestar de los lugareños. Seguro que Molla sabía hacer frente a cualquier posible desavenencia, era una mujer más dura de lo que parecía, pero intercalaba sus momentos más decididos con interludios más introspectivos y responsables, como si dos personas se debatirse en su interior, la aventurera y la profesora.

Taddeus se entusiasmó con la idea de volver a ver a Gorgorius. No es que fueran íntimos, de hecho apenas habían cruzado algunas frases de cortesía y no mucho más, pero encontrarse con otro servidor de Ashur sería reconfortante. Además podrían cruzar opiniones e información acerca de los últimos acontecimientos.

Invitó a sus compañeros a unirse a él si lo deseaban. Si se separaban, pondrían lugar y hora de encuentro para estar juntos cuando cayera la noche, había que estar atentos a la posible llegada de la niebla. 

Stella y Sam optaron por quedarse en sus aposentos, en la cantina, tratando de recuperarse de sus magulladuras y los sinsabores de una jornada de lo más peculiar, mientras Alek hablaba con la nueva profesora de la aldea y echaba un ojo al estado de los trocalengos ahora que tenían un sitio en el que reposar, esperamos que resguardados de posibles ataques. Por ahora no había señal de que la niebla fuese a hacer acto de aparición aquella noche, peor las gentes de Niom hacía tiempo que se habían distribuido horarios, turnos y jornadas para observar las fronteras del pueblo, especialmente las que lindaban con la ciénaga, para avisar tan pronto como viesen la más mínima voluta de bruma, empleando un sistema de campanas que habían instalado precipitadamente tras la primera desaparición, peor que día a día se iba tornando en una instalación más permanente y elaborada.

Alek prefirió pasar la noche en la posada y se excusó de sus compañeros para la mañana del día siguiente.

Poco antes de salir el sol Alek ya estaba levantado. Toda la oscuridad del día anterior se iluminó en su mente con el recuerdo de Molla. Realizó su ritual de la mañana caminando solo por la aldea, evitando a los que se levantaban temprano para atender las tareas diarias. En su morral llevaba la carne seca de la noche anterior. Cuando llegó a las afueras de Niom se puso en cuclillas y silbó.

No pasó nada.

Silbó otra vez, y recién a la tercera vio a Colmillo moviéndose despacio, saliendo de entre los matorrales. Parecía molesto, más que otras veces. Se acercó al explorador y se sentó frente a él.

Alek le ofreció la carne seca. Colmillo olfateó la mano y miró para otro lado.

- ¿Qué tienes? ¿pasa algo? -

El lobo parecía ofendido, si aquello fuera posible.

- Es por Molla, ¿verdad? - Alek se sentó en la tierra y dejó la carne junto a él. - No la conociste cuando éramos niños. Ella pertenece a un pasado distinto al tuyo, entiendo que estés molesto -

El animal levantó la mirada pero no se acercó. Era salvaje, no tenía ni una pizca de domesticado así que no buscaba cercanía ni que lo acariciaran.

- Yo tampoco esperaba revivir un recuerdo feliz, tú y yo compartimos un pasado de dolor y soledad. Y ahora que estoy aquí, en un pueblo con personas, con amigos, crees que voy a dejarte -

Alek miró a Colmillo y el animal le sostuvo la mirada. Era difícil adivinar lo que pensaba el lobo. Siempre parecía estar a punto de saltar, de combatir. Había estado luchando por sobrevivir junto a Alek desde que era un cachorro huérfano. Los dos llevaban peleando demasiado tiempo.

- ¿No reconoces mi cara? ¿es eso? - Colmillo gruñó - ¿hoy no tengo tu misma mirada, tu ojo cazador? ¿crees que soy otro? -

Entonces Alek se inclinó hacia Colmillo y cambió su expresión. Era la mirada desafiante del jefe de la manada. Tomó la comida y comió primero, sin quitarle la vista al lobo, y después dejó caer el resto de carne. Durante un segundo no pasó nada, hasta que Colmillo desvió su atención y empezó a comer.

- No voy a quedarme - suspiró Alek - no hay lugar para mí aquí. Somos tu y yo, no hay nada más -

Tras su ritual matutino con Colmillo, Alek buscó la vivienda de Molla, fachada verde, puerta y contras rojas, cerca de la cantina, sí... Allí estaba... Sus ventanas estaban abiertas de par en par y al explorador no le costó reconocer un torbellino de movimiento en su interior. Este se materializó en la forma de su amiga de infancia en el vano de la puerta, cuando esta se abrió antes de que él pudiese tan siquiera usar el llamador situado en la misma.

- Vaya, esperaba que vinieses.- Parecía nerviosa, peor contenta, posiblemente ya estaba colorada de antes, pero sus mejillas subieron de tono un poco más.- Pasa, por favor.

La joven se hizo a un lado, dejando pasar al calor de su hogar al explorador. No era una vivienda muy amplia, peor posiblemente los arcones y sacos de ropa que ocupaban su estancia principal no ayudaban para hacerse una idea real de sus dimensiones. Alek pudo comprobar que de la tapa de uno de los arcones abiertos colgaban varias prendas claramente masculinas, la que llamó su atención. 

Molla lo guió sorteando todo los bultos hasta alcanzar la cocina, en la que pequeños armarios de especias y frascos de todas las formas y tamaños hacían que aquello luciese como el rincón más preparado de la vivienda. La cocina de leña estaba encendida y sobre ella se calentaba un recipiente lleno de leche en el que la profesora vertió varias cucharadas de una mezcla de cereales y una cucharada de leche, mientras cortaba un par de generosas hogazas de pan, que puso a calentar en la plancha de hierro antes de localizar un frasco de confitura de grosellas.

- Imagino que no serás de los que desayunan con cerveza.- Sonrió. - Espero que esto te pueda gustar, es una mezcla a la que me acostumbré en la ciudad, mientras estudiaba, es todo natural pero te despierta como pocas cosas... Y lo necesito tras esta nochecita.

Mientras seguía preparando el desayuno, Molla te comentó cuanto le costó convencer a los pequeños trocalengos para que se echasen a dormir. Estos le contaron su historia (Cómo ellos y su abuelo habían sido abducidos por la Sombra, quien los obligó a venir a estas tierras y tratar de usar sus artes para atraer a los niño de Niom, pero su tutor se negó en banda y consiguió librarse de su yugo y huir, refugiándose en el palacio ruinoso donde los encontraron). Ella tuvo que razonar con Zorn, el tabernero cuyo hijo había desaparecido, y un grupo de pueblerinos, que se presentaron en mitad de la noche para interrogar a los críos, pero el alcalde y otros lugareños (A los que, por lo visto se había sumado Sam) consiguieron mandarlos de vuelta a sus casas, prometiéndoles un interrogatorio público al día siguiente. Ahora los críos estaban al cargo de Amelia y Tandi, otras dos mujeronas del pueblo.

Al terminar su narración, Molla dispuso todo lo que había preparado más un par de huevos recién hechos en la plancha, en una mesa que destacaba como una isla en medio de las mercancías a medio desempacar de la profesora. - No he dormido más de una hora, en intervalos de cinco minutos, pero por ahora no voy a poder permitirme el caer derrotada. Creo que va a ser un día muy largo. ¿Qué pensáis hacer hoy nuestros osados aventureros?

Alek mantuvo un incómodo silencio. Dejó sus armas a un costado en la entrada y siguió a Molla por la casa, observando. La joven parecía agotada pero, curiosamente, eso la motivaba a seguir activa. ¿Era el cansancio o ella también se sentía incómoda?, el explorador no tenía forma de saberlo. Podía entender las motivaciones de los animales salvajes, sus rutinas de caza y migración, incluso la dinámica de las manadas, pero no tenía idea de lo que motivaba a una chica.

Se sentó y probó la comida. La bebida era revitalizante, y el dulce delicioso. Era el mejor desayuno que había probado en su vida, y el primero que comía en una mesa en mucho tiempo.

- Está todo muy bien - dijo con una tonta sonrisa - ¿sabes? es la primera vez que alguien me prepara el desayuno -

Era una pequeña muestra de lo que la vida en un pueblo podía ofrecer. Se imaginó viviendo como un cazador en Niom, desayunando con Molla, cazando animales y curando los cueros para vender a los comerciantes. Justo lo que temía Colmillo.

Negó con la cabeza, en silencio, sonriendo ante su fantasiosa imaginación.

Molla le contó su ordalía de la noche pasada y lo poco que había dormido. Alek no podía creer que un cuerpo tan pequeño albergara tanta vitalidad.

- No tenemos grandes planes para hoy - le respondió a su última pregunta - salvo hablar de nuevo con esos pobres niños trocalengos y ver qué pudo aprender Sir Taddeus. Pero no creo que vaya a pasar nada en las próximas dos horas. -

Alek, con timidez, apoyó su mano en la de la maestra. - Tú has hecho mucho ya, deberías dormir unas horas. Yo puedo ordenar un poco aquí y despertarte, si quieres -

Molla miró a la mano que se había posado sobre la suya y enrojeció un poco más antes de mirar a Alek a los ojos.

- Yo... Si, tal vez necesite descansar uan o dos horas.- Mientras hablaba se levantó y comenzó a recoger la mesa, vertiendo en le fregadero agua que tenía en una tina cercana. - Pero... Pero no puedes quedarte aquí trabajando. Verás, yo... Soy uan mujer casada y Niom es un pueblo pequeño, no puedo permitir que chismorreos comiencen a circular sobre la nueva profesora. Mi esposo llegará en uno o dos días, yo me adelante para ir adecentando el lugar.

Mientras fregaba la loza apresuradamente, dando la espalada al montaraz, continuó hablando.

- Me he alegrado mucho de verte... Creo... Creo que incluso te he echado mucho de menos. Puede que esto no tenga sentido, pues casi no nos conocíamos más allá de haber jugado dos o tres días de pequeños, pero atesoraba tu recuerdo en la misma medida en que temía el recuerdo de tu hermano. Pero eso es todo. Somos... Somos compañeros de juego que han crecido y han de volver a capear con temas serios.

Parecía un diálogo más que ensayado, puede que en esas horas en vela, durante la noche. Puede que faltase un poco de convicción en sus palabras, pero estaba claro que Molla trataba de convencerse de ellas. Lo más respetuoso sería aceptar sus palabras como ciertas, aun si en su tono había algo discordante.

Término por girarse hacia Alek. - Pero, sabes donde vivo y ambos estamos dedicando todo nuestro tiempo a desentrañar este misterio y proteger a las gentes del lugar, así que mi puerta siempre estará abierta y puedes venir siempre que lo precises, siempre habrá un cuenco más y una buena conversación esperándote bajo este tejado, Alek.- Sonreía ilusionada, casi cerrando los ojos, pero invitándote claramente a retirarte del lugar, con amabilidad, con calidez y puede que con una súplica.

Sí, así lo había entendido, peor por otro lado te había preguntado en el hilo de preguntas por una posible reliquia que podría estar alojada en la capilla o podría haber traído Gorgorius y que posiblemente tendría que ver con el conflicto que Ashur habría zanjado aquí hace siglos:
 

En la capilla dedicada a Ashur de Niom hay guardada una reliquia relacionada con la expulsión que el patrón protagonizó siglos atrás ¿Sabes de qué tipo de reliquia se trata? Este tipo de objetos, en malas manos pueden causar grandes problemas ¿Podría esta reliquia afectar a la región una vez más?

Si te animas a responderla para hablar de ello en tu encuentro con Gorgorius, genial, si por lo que fuera no estás muy inspirado o algo, sigo yo.

- Claro, por supuesto - Alek volvió a mirar la ropa y le devolvió a Molla una sonrisa comprensiva. Forzada, actuada, que pretendía ocultar la decepción, pero a la vez reconfortar a su amiga. Una expresión extraña para una relación extraña.

- Yo también me he alegrado de verte, y me alegra que... que tengas a alguien que te acompañe - Alek pensó que tal vez podría darle un beso en la mejilla, pero tuvo el presentimiento de que ella lo permitiría y luego quedaría atormentada. No quería eso.

Tomó sus armas y ellas lo fueron devolviendo al mundo de los bosques, de las bestias y los elementos. Se detuvo en la puerta y habló sin mirarla.

- Tú eres uno de los pocos recuerdos felices de mi pasado. Atesoraré tu amistad siempre. Gracias otra vez por el desayuno -

Y dicho eso, se marchó.

Puede que Alek esperase algún tipo de reacción por parte de Molla a estas últimas palabras, pero si la hubo, fue contenida por las paredes de la nueva morada de la profesora. Al explorador le había quedado claro que aquella mujer, a la que había conocido como niña, pero no había visto crecer, era fuerte y trataba de mostrarse como un bastión de estabilidad en los tortuosos tiempos que azotaban a Niom. Quedaban muchas cosas sobre las que hablar, fuese cual fuese la relación final entre los dos amigos, pero ahora ambos tenían tanto cosas en las que pensar como requerimientos del mundo real que reclamaban su atención.

Mientras Alek caminaba hacia la plaza mayor de Niom podía escuchar los pasos quedos de Colmillo a su espalada, vigilándolo, preocupado, desde una distancia prudencial, dejando claro su relativa inquietud, más que enfado.

Al llegar a su destino, el explorador se encontró con Sam jugando con el pequeño Moris, el crío que le había robado el mortero el día anterior, y Stella, razonando con el alcalde y algunos de sus hombres.

Taddeus hizo sonar con dos toques la campana que servía a modo de llamador de la puerta de la capilla, esperando a que el anciano Gorgorius se deslizase hasta la misma y le dejase entrar, debían de ponerse al día sobre lo pasado en los tres últimos días, tanto sobre las negociaciones del monje con las personalidades de la ciudad, en busca de ayuda para Niom, como sobre lo que el paladín había presenciado y luchado en aquellos lugares.

El emisario de Ashur no se hizo esperar, aun embozado en su hábito, y con la capucha cubriendo la mitad de su rostro, este no pudo evitar el mostrar un temblor emocionado al ver a su compañero, al que abrazó cordialmente mientras se hacía a un lado para dejarle pasar. 

Un incensario cargaba el ambiente con su olor a yerbas quemadas y carbón, dos cirios habían sido encendidos a cada lado del altar en el que se guardaba el sagrado vial, contenedor de las lágrimas de Ashur... O de las aguas de algún manantial cercano, si se prefería creer la voz de los infieles. El armarito plateado, austeramente adornado con unos toscos haces rascados sobre su superficie, que simulaban destellos divinos junto a la iluminación de las velas, permanecía abierto. Aparentemente Gorgorius había estado manipulando la reliquia, rellenando un pequeño colgante de vidrio con parte de las benditas lágrimas de su señor.

El monje hizo que Taddeus se sentase en la bancada principal (de las cinco que cabían en la capilla) y le invitó a unirse a sus oraciones antes de ponerse al día sobre todo lo acontecido. Aparentemente los nobles y religiosos de la ciudad habían hecho oídos sordos a sus peticiones, pues una guerra de credos se estaba fraguando entre los muros de la ciudad y nadie quería prescindir de las espadas y oraciones que podrían suponer su triunfo en la batalla, es más, le habían exigido enviar de vuelta a Taddeus cuanto antes a la ciudad, dando como máximo un plazo de cuatro días para que este volviese a la abadía de la que había partido.

- Como puedes ver no tenemos demasiado tiempo, y las nieblas no han vuelto a hacer acto de presencia. Sí, he escuchado tus palabras, sobre el palacio de las sombras, ese anciano hechicero trocalengo y esas jóvenes criaturas a las que habéis traído, pero si no conseguimos pruebas de que esta amenaza puede volver a atacar a estas gentes, me veré obligado a enviarte de vuelta, y sabes que las ordenanzas de los paladines de Ashur son incuestionables. Aun así, espero que podamos hacer algo, hay veces en que... La fe ha de ser fustigada, si entiendes lo que quiero decir, y puede que nos toque dejar las sutilezas a un lado. Si Ashur, nuestro señor, fue capaz de limpiar estas tierras ayer, nuestras certezas sobre su poder y su piedad deberían poder permitirnos mover esa montaña una vez más. 

Gorgorius no terminaban por ser completamente transparente en sus planes, pero parecía convencido de que al día siguiente podría demostrarte resultados que os permitiesen atajar los problemas del lugar, o al menos conseguir una prórroga de vuestros superiores.

Tras un rato más de palique y dar evasivas sobre su proyecto, Gorgorius pareció comenzar a impacientarse, como si necesitase soledad para sus preparativos y Taddeus se hubiese convertido en un estorbo para ello, pero nunca abandonaba sus buenas maneras.

Alek miró a Colmillo. "La familia, los amigos, los amantes pueden ir y venir, pero la manada es para siempre". Se rascó la barba y enfocó la mente en los problemas más urgentes.

En la plaza vio a Sam y a Stella. La mujer estaba hablando con el alcalde y pensó unirse, pero antes prefirió saludar al druida.

- Buen día Sam, veo que tu pierna está mejor. ¿De qué están hablando Stella y Geoff? -