Partida Rol por web

Taddeus, envalentonado al ver que por fin tenía un enemigo tangible y concreto, a pesar de la extrañeza de que este volviese a ser la Molla extraña, tuerta y envejecida, desgranó su plegaria notando cómo la calidez de su señor desmadejaba sus ateridos músculos y daba alas a sus pies, lanzándose con su acero por delante a sabiendas de que Alek, Sam y Stella no lo dejarían en la estacada.

Un silbido pasó junto a su oído, anunciando un corte en el aire encabezado por la saeta que el iracundo explorador había cargado con toda su ira. Alek observó cómo la flecha se clavaba en el hombro de la extraña que pervertía el rostro de su amiga caída, la misma que había participado en aquella conjura en la que Colmillo había caído herido. Puede que incluso culpable, o conocedora, al menos, de la posible suerte de su hermano...

La daga humeante de su rival cayó al suelo, desmaterializándose, al tiempo que el paladín caía sobre ella, ensartando la cadera de su blanco con la espada. La falsa Molla soltó un molesto quejido al tiempo que miraba, dolorida, a la pluma de la flecha y a la hoja de acero que había atravesado sus carnes. La espada se tiñó de sangre, pero al momento esta se tornó negra y densa, hasta conformar una viscosa masa similar a alquitrán, pero esta segunda consistencia se deshizo en una voluta de humo que pareció comenzar a devorar a su enemiga, quien parecía recuperar la sonrisa mientras una yaga en la realidad, como las que las otras sombras habían hecho anteriormente, se abría hacia alguna otra parte.

Stella, viendo lo que ocurría, cambió su canción, pasando de entonar una melodía que dotaba de fuerza a sus compañeros a emitir un ulular con el que parecía tratar de inmovilizar a la falsa Molla, quien la miró desconcertada, con medio cuerpo perdido bajo el suelo. 

La tuerta escupió en dirección a la barda, expulsando un proyectil que interrumpió su cántico, pero aquel lapso de tiempo había bastado para que un Sam, transformado en rata, alcanzase el agujero dimensional, volviendo a transformar sus garras en sus regordetes dedos de mediano, que procedieron a forzar aquella abertura cuando comenzaba a cerrarse sobre la cabeza de su enemiga. El druida sudaba copiosamente mientras gritaba a sus compañeros.

- No podré mantenerlo abierto mucho tiempo...-

El verdadero coraje reside en el corazón temeroso que se sobrepone y arremete ante la adversidad. No fue el caso de Alek. 

Muchos podrán tildarlo de valiente por la forma en que, desprovisto de toda duda, se arrojó hacia el portal. Pero no fue coraje. Sencillamente no tenía otra opción.

No hay mérito en hacer lo que nuestro espíritu nos impulsa a hacer, por encima del riesgo y las consecuencias. Un árbol no puede negarse a crecer. Que todos admiren su tenacidad cuando lo hace en un entorno inhóspito no significa nada para él. 

En ese sentido Alek estaba en contacto con la naturaleza y no podía permitir que semejante corrupción se extendiera por el pantano, la aldea y tal vez más allá. No podía permitir más atrocidades, más desapariciones. Nunca más otro hermano perdido en la niebla, nunca más otra familia destrozada. Si tenía que viajar hasta la misma barriga de la bestia lo haría.

Por eso Alek no sintió que lo que hizo fue por valor. Sólo sujetó sus armas y saltó al portal esperando terminar con la pesadilla.

Taddeus se había quedado mirando la escena como hipnotizado, fue sólo el angustioso pedido de Sam que lo sacó de su ensimismamiento. Miró a Stella para asegurarse de que no estaba malherida, y en ese momento Alek, en un momento de arrojo, se lanzó hacia el portal. El paladín no lo pensó, debían terminar con aquello a lo que habían venido, para que no volviese a aquejar a aquellos niños ni a ningún otro. Se lanzó también detrás del explorador para atacar a aquel ser maligno.

Sam viendo que sus compañeros habían entrado en el portal se escabulló tras ellos cerrando así el portal.

Al caer al otro lado, con un buen golpe, pero reposando sobre un lodazal que había restado fuerza al impacto, Alek se vio rodeado por la ubicua niebla. Era consciente de que ahora estaba en su reino e iba a ser un camino difícil. Nada parecía sólido a su alrededor, más allá del suelo que pisaba, y podía escuchar rebumbio y ver luces en todas direcciones como presenciara en las calles y plaza de Niom, peor la mera consistencia del aire y sus olores, le dejaban claro que estaba en alguna otra parte. Algo le decía que posiblemente sus compañeros también le habían seguido, pero no veía rastro de los mismos ni podía escucharlos cerca, si es que gritaban en su busca, así que le tocaba avanzar en soledad, tanto buscándolos a ellos como tratando de deducir en qué nuevo infierno se encontraba. Si al menos Colmillo hubiese venido con él, contaría con más posibilidades de encontrar a los otros aventureros antes, pero el animal estaba herido y no había podido echar mano de él...

Al caer al otro lado, con un buen golpe, pero reposando sobre un lodazal que había restado fuerza al impacto, Sam se vio rodeado por la ubicua niebla. Era consciente de que ahora estaba en su reino e iba a ser un camino difícil. Nada parecía sólido a su alrededor, más allá del suelo que pisaba, y podía escuchar rebumbio y ver luces en todas direcciones como presenciara en las calles y plaza de Niom, peor la mera consistencia del aire y sus olores, le dejaban claro que estaba en alguna otra parte.

Sabía que sus compañeros también, estaban por allí, pero no veía rastro de los mismos ni podía escucharlos cerca, si es que gritaban en su busca, así que le tocaba avanzar en soledad, tanto buscándolos a ellos como tratando de deducir en qué nuevo infierno se encontraba.

Al caer al otro lado, con un buen golpe, pero reposando sobre un lodazal que había restado fuerza al impacto, Taddeus se vio rodeado por la ubicua niebla. Era consciente de que ahora estaba en su reino e iba a ser un camino difícil. Nada parecía sólido a su alrededor, más allá del suelo que pisaba, y podía escuchar rebumbio y ver luces en todas direcciones como presenciara en las calles y plaza de Niom, peor la mera consistencia del aire y sus olores, le dejaban claro que estaba en alguna otra parte.

Sabía que sus compañeros también, estaban por allí, pero no veía rastro de los mismos ni podía escucharlos cerca, si es que gritaban en su busca, así que le tocaba avanzar en soledad, tanto buscándolos a ellos como tratando de deducir en qué nuevo infierno se encontraba.

Aun así, en pocos segundos se dio cuenta de que veía tres estelas de luz entre la niebla, dos eran doradas, una parecía ir hacia su derecha, la otra hacia su izquierda, mientras otra estela, esta roja, parecía abrirse camino hacia el frente. Reconocía en esos rastros la mano de Ashur, volvía a indicarle aquello que había venido buscando a Niom, pero no sabía qué significaba la diferencia entre el rastro rojizo y los dorados.

A decir verdad, Alek esperaba algo así. Después de todo, estaba en el corazón de la niebla.

Lo único estable en esa realidad era el suelo, así que el explorador se inclinó. No podía confiar en sus ojos, por lo que afinó su oído y su olfato. Algo le decía que no serían sólo sus sentidos los que le ayudarían a encontrar a sus amigos.

Su oído y olfato parecían ser los sentidos que mejor servían al explorador, avanzaba cauto, agachándose cada pocos pasos para ver si descubría algún rastro en el suelo, pero los lodos eran bastante profundos si uno se paraba demasiado tiempo, así que aquella no era la mejor manera de proceder. Fue por ello que el toparse de golpe con una figura, rígida, mirándole impasible en medio de la niebla, le pilló por sorpresa, más cuando se fijó en que parecía ser alguien similar a Geoff, el alcalde de Niom, pero parecía conservar su pierna original y ser más fornido que aquella sombra de hombre con la que había razonado en el pueblo del que venían. Aun así su estudio ocupó el lapso de tiempo que le llevó pestañear, pues tan pronto como la figura detectó que tenía a alguien delante, levantó su brazo, con un machete en la misma, y abrió la boca en un grito mudo, que deformó su rostro en una mueca de ira y dolor.

Los dioses del bosque seguían siendo entidades reales, en las que confiar, a este lado de la realidad. Habían recibido a Sam con un ligero canto de bienvenida, como si la llegada del mediano supusiese algún tipo de esperado momento, o les diese algún tipo de esperanza, pues las voces de este pantano neblinoso eran más tristes y compungidas que las del Niom real, donde se podían oír tristes y deseando que se pudiese encontrar a los niños perdidos, pero en este lado no parecía existir la esperanza en sus timbres.

Sam avanzó, abriendo paso en los muros de niebla con un trote inspirado por aquellos espíritus, moviéndose a izquierda y derecha como si estuviese en un laberinto sólido, más convencional, hasta que encontró un espacio en el que la bruma parecía abrirse en un círculo. En su centro vio a dos hombres a los que juraría haber visto en Niom, estos parecían más tristes y avejentados  que sus dobles del otro lado... E iban armados, uno con una horca y el otro con una hoz. A los pocos segundos de que el druida los alcanzase, estos parecieron salir de su sopor, procediendo a atacarle, pero tres rápidas saetas cortaron el aire, alcanzando a aquellas figuras.

Una se clavó en la cabeza del que portaba la horca, otra en su torso y la tercera en el brazo de aquel que portaba la hoz. Otra figura llegó al claro, relajando un arco entre sus manos. Era un joven con una profunda cicatriz en su mejilla izquierda, en cuya trayectoria se notaba la ausencia de su ojo. El hombre abrió la boca mostrando a Sam que carecía de lengua, en su lugar había un bulto hinchado y cercenado hacía ya años, le advertía de que no podía hablar, peor emitió un peculiar suspiro agudo y le indicó a Sam que continuase hacia la derecha, justo antes de volver a desaparecer, cruzando el muro de niebla hacia la izquierda, de donde parecían provenir sonidos de lucha.

El mediano no pudo evitar pensar en que aquel arquero le recordaba mucho a alguien... ¿A qu...? A Aek, sin duda, se parecía a Alek.

Se sobresaltó y trató de esquivar a Geoff (o lo que sea que tuviera su aspecto), pero el barro arruinó sus planes. Alek cayó al piso y quedó a merced de su enemigo.

Geoff cayó sobre él ahogándolo en el barro. Forcejearon un momento hasta que el explorador logró alcanzar su espada corta. Se hirieron mutuamente. Alek necesitaba un respiro para poder pensar, para recuperar algo de ventaja. Si seguía así quedaría sumergido en el barro para siempre.

El explorador y aquel falso Geoff forcejeaban en el barro cuando el primero notó el ya conocido calor líquido de la sangre en su torso. El hombre había logrado hundir su machete, abriendo un agujero en su peto, en el torso de Alek, quien, isntintivamente, le devolvió el ataque a su agresor, hundiendo su espada corta en la sien del anciano, quien volvió a boquear sin emitir ningún sonido mientras su cuerpo cesaba de moverse, haciéndose uno con el barro.

Sam había entrado en aquel portal para desembocar en un lodazal que le llenó la ropa de su materia gris y pringosa. Aunque al mediano no le supuso tanto incordio, pues el lodazal formaba parte de la naturaleza con la que estaba muy acostumbrado el druida. Lo que le desesperó fue aquella niebla que lo perseguía allí donde iba, Sam se fue guiando por los espíritus del bosque que le susurraron, allí encontró dos figuras en la niebla y un tercer hombre que los mató. Sam había estado en peligro hace unos momentos y aquel tercer hombre le indicó una dirección que Sam siguió al ver que este había desaparecido momentos después en la odiosa niebla que albergaba los alrededores.

- ¡Estoy tratando de salvar a tu hijo, sombra estúpida! -

Lo dijo más para darse ánimos que para alterar a la sombra, pero secretamente esperaba que aquella criatura pudiera entenderle y darle algo más de tiempo.

Ahora estaba embarrado casi por completo. Trató de moverse como una serpiente, aprovechando la superficie resbalosa que lo cubría para librarse de la presa.

Alek trató de increpar a su agresor, peor lo cierto era que con su ataque le había dado de vez y el falso Geoff ya poco más era que materia de carga en los lodos del pantano. Mientras el explorador recuperaba el aleinto, viéndose completamente rodeado por la interminable niebla del lugar, notó por el rabillo del ojo un rápido movimiento a su espalda, como si algo cortase la gaseosa atmósfera del lugar con una fría bocanada de aire, en contraste con el apestoso y recalentado aliento del pantano.

Alek consiguió hacerse a un lado, tratando de enfocar qué era aquello que había llegado de un salto hasta el mínimo claro en el que se encontraba en mitad de la niebla, con un cadáver retorcido a sus pies.

Sobre el lodo cayó Sam, la alimaña. El druida, que había mantenido abierto el portal a este lado, pero se había extraviado, al igual que Taddeus, se reencontraba, tras un peligroso encuentro, con su montaraz compañero. El mediano pudo reconocer a un doble de Geoff, el alcalde de Niom, muerto, entre las piernas de Alek.

Seguía sin haber rastro de su tercer compañero, el paladín, o de la falsa Molla, así como de una posible repuesta al enigma de esta y su relación con el pantano, así como con este curioso mundo, lleno de sombras y falsos dobles de gente a la que los aventureros creía haber conocido.

- ¡Puf! qué bueno verte Sam, creí que este lugar sería mi tumba para toda la eternidad -

Se incorporó y trató de quitarse el barro de la cara y la barba. Guardó su espada corta y revisó que su arco y las pocas flechas que le quedaban estuvieran en orden.

- No estoy en las mejores condiciones, necesito tomar un respiro, pero te ayudaré en lo que pueda - y preocupado, agregó - ¿Has visto a Taddeus? -