Partida Rol por web

Aquel lugar era totalmente extraño para Taddeus. Quería encontrar a sus compañeros, pero también quería alcanzar a la entidad que perseguían. Su intuición le decía que la estela roja era la que buscaba. No quería dejar a sus camaradas perdidos, pero quería alcanzar y dar fin a su presa.

- ¡A mi! - gritó mientras se esforzaba en ir a su encuentro, un poco para que lo encontraran, y otro poco para intimidar a su enemiga.

Taddeus avanzó con una determinación inquebrantable ahora que Ashur le había dejado claro que aquello que buscaba estaba en este lado y no en el diezmado pueblo de Niom. Su armadura rasgaba la niebla en girones que le permitían ver por dónde avanzaba, pero a pesar de su grito, con el que trataba de invocar a sus compañeros perdidos, ni Sam ni Alek dieron señales de vida.

Envalentonado por el soplo de su señor, el paladín trotaba con su acero en la mano, siguiendo la estela roja, convencido de que esta le llevaría hasta su blanco, y comprobó que no le faltaba razón: Fue capaz de ver la espalda de la falsa Molla, a la que se habían enfrentado en la torre, huyendo ante sus narices, pero justo cuando creía que le iba a dar alcance y poder terminar con ella, esta aceleró el paso, hundiéndose en un muro de niebla que volvió a Taddeus más lento, pero el vector carmesí seguía indicando su dirección.

- ¡Qué alegría Alek poder encontrarte!, parece que estamos en una visión deformada del mundo con dobles de la gente de Niom. ¿Quizás aquí podamos salvar a los niños?, comentó Sam para después dar una rápida respuesta a su pregunta. - No lo he visto Alek eres el primero... Comentó mirando el cadáver del falso alcalde, - ¿ha intentando atacarte?, es que a mí me intentaron atacar dos hombres del poblado, dobles falsos, y un tercer hombre que salió de la niebla les dio muerte con su arco y me indicó esta dirección. Te juro Alek que se parecía mucho a ti portaba una profunda cicatriz en su mejilla izquierda, en cuya trayectoria se notaba la ausencia de su ojo. Y me abrió la boca mostrando que carecía de lengua, en su lugar había un bulto hinchado y cercenado indicándome de que no podía hablar. Los dos pueblerinos a los que mató parecieron salir de un estado de sopor en cuanto me vieron, ¡qué raro!

- ¿Una sombra parecida a mí? - Alek no lograba todavía entender las reglas de ese lugar. No eran versiones opuestas: Geoff, un hombre amable y considerado, era aquí una sombra salvaje y despiadada. Molla, una maestra cariñosa y amiga fiel, en la sombra era una demente sanguinaria. Pero la sombra del él mismo no era un villano ¿cuál era entonces el sentido?.

- Maldición, no puedo pensar con claridad. Caminemos, tal vez las respuestas nos encuentren -

Cuando se incorporó Sam pudo percibirlo: Alek estaba malherido. Trataba de ocultarlo, pero sus heridas eran evidentes.

- Compañero en la dirección que se fue la persona que se parecía a ti había sonidos de conflicto, de lucha, me indicó esta dirección que es la que te encontré a ti, no sé cómo sabría que tú estabas por aquí. Así que viendo tu estado prefiero que nos escondamos y curemos nuestras heridas con el resto que tengo de curación. 

Con firme determinación, Taddeus apuró el paso, lo primero era alcanzar a su enemiga. Si lo hacía, intentaría no perder la oportunidad y atacarla. Pensó en todos los niños desaparecidos, en todos los padres que habían sufrido sus desapariciones, e invocó el nombre de Ashur para darle fuerza. Debía alcanzar su objetivo, nada más importaba.

Alek, aun debilitado y pesaroso y con la cabeza llena por el rebumbio de preguntas sobre aquel extraño del que le habia habaldo el druida, se agachó observado cómo la niebla parecía actuar como un preciso telón gaseoso, viendo cómo el aire parecía correr en determinadas direcciones que les facilitaban el paso, si tan solo lograban encontrar algún lugar en el que poder recobrar el aliento y algo de energía...

Y allí estaba. Alek había logrado seguir aquellas corrientes y alcanzar el más inesperado punto de encuentro en medio de aquella confusión borrosa de mosquitos, gases nauseabundos y volutas de niebla persistentes: una pequeña torre redonda iluminada por una vela de tono rojizo en una de sus ventanas, de no más de 3 metros de diámetro, peor les permitió sentarse y ocultarse unos minutos, mientras el druida echaba mano de sus útiles curativos y preparaba un emplasto con el que cerrar las heridas del explorador, con tan buena suerte que, el hallazgo de aquel sitio, también le permitió aplicarse la parte sobrante de aquel emplasto de hierbas cuidadosamente seleccionadas, siguiendo la guía incomparable de un largo linaje de espíritus curanderos de los bosques.

Pero una cosa les quedaba clara, más pronto que tarde tendrían que volver a aquel infierno gaseoso de grisalla inclemente y exasperante. Debían encontrar a Taddeus, y a los niños perdidos, así como a los habitantes de la niebla que pudiesen ayudarles a entender lo que allí acontecía, o cómo poder volver al Niom del otro lado.

Y Ashur convirtió la determinación de su paladín en éxito, abriendo la niebla a ambos lados del mismo para indicarle claramente por dónde había huido su presa, la que se volvió a girar para ver a su perseguidor por encima del hombro, pero era consciente de que estaba a merced de aquel acorazado divino, así que se detuvo y giró sobre sus pies, extrayendo al mismo tiempo un estoque herrumbroso, pero que brillaba con un halo que indicaba claramente su naturaleza mágica, así que no era un arma que debiese tomarse a la ligera a pesar de su pobre apariencia.

- No podíais simplemente dejarme alcanzar a mis ansiados tributos, ¿Verdad? Ni me podíais dejar ir em paz, teníais que venir a burlaros a mi cara porque no había logrado mi objetivo. Pues sea. Moriré en mi casa beberé la sangre de vuestros hijos directamente de vuestros cráneos.- Maldijo poniéndose en posición de combate.

Sam siguió al experto explorador, sabiendo que sin él sería muy difícil poder camuflarse en aquel entorno hostil. Cuya niebla y gases rodeaban sin saber de dónde podía venir la amenaza, Alek como siempre se convirtió en el pilar fuerte del grupo, encontrando a su paso una guarida para calmar sus heridas. Aunque Alek estaba muy mal de Sam no se podía decir que estuviera bien, así que en silencio para no despertar el peligro que podía venir del exterior. Escondidos en aquella pequeña torre que tampoco le daba un sitio donde pernoctar. Aunque tampoco podían perder tiempo cuando sus compañeros estaban por ahí solos y necesitando su ayuda, igual se podía decir de todos los habitantes de Niom, en especial de los niños.

En cuanto hubieron gastados los últimos ungüentos curativos, Sam habló a Alek: - Voy a intentar buscar a Taddeus y Stella, tienen que estar en peligro, en el caso que Stella nos haya seguido por cualquier otro medio. Comentó al explorador disponiéndose a la tarea.

- Creo que en este momento tu conexión con los espíritus será más útil que mi conocimiento del terreno - admitió Alek al druida. 

Se levantó, no sin dolor pero sintiéndose mejor, y puso su mano en el hombro de Sam.

- Te sigo, amigo -

- El mal nunca puede dejarse ir, porque nunca deseará la paz. Preparate a morir por tus crímenes, criatura de la oscuridad -Dijo Taddeus apretando con fuerza el mango de su espada. Siente la justicia de Ashur. Por los niños robados. 

Y así, con determinación inquebrantable, aún sabiendo que se enfrentaba a un enemigo poderoso, cuya magia blasfema no era desdeñable, se lanzaría al ataque. Si algo sabía era que no debía mostrar debilidad ante un enemigo como aquel. Ashur estaba de su lado y eso era lo que debía temer la criatura.

Puede que la mano de Ashur guiase la espada de su paladín, peor estaba claro que aquellos dominios no eran un lugar en el que los designios de aquel poder fuesen realmente fuertes, el aura dorada de su señor parpadeaba sobre la armadura de Taddeus, como si con ello pretendiese avisarle de que allí su bendición era tan poderosa como un resuello o un suspiro.

El acero del caballero acorazado bajó sobre la cabeza de esta cana falsa Molla, y llegó a alcanzarla, así lo notó en la vibración e impacto de su arma, pero donde debería de haber estado la sensación húmeda y desagradable de la carne seccionándose bajo el peso del filo, hubo un calambrazo que hizo saltar la hoja a un lado, arrastrando a Taddeus en un arco que le hizo apuntar al suelo. 

Donde había estaod la cabeza de la falsa profesoa ahora había un sanguinolento bulto rojo, como una babosa gigante, que cayó a los pies de la mujer, mientras una... ¿Una nueva cabeza? volvía a su posición sobre el busto de la mujer.

El paladín no sabía por completo qué es lo que había hecho su acero y cómo lo había contrarrestado la mujer, peor estaba claro que aquello era magia. Le había hecho daño, sin duda, pues aquella Molla sangraba bajo su parche y carecía de piel en media cara, pero allí seguía, en la misma posición de ataque antes de girar sobre sus talones y tratar de huir una vez más a través de la niebla.
 

Curiosamente, el más que reconocible olor del potingue artificial con el que la barda se remojaba el cuello y las axilas cada mañana, abofeteó las finas fosas nasales del druida, acostumbrado a que cualquier olor que no fuese de origen natural casi le revolviese el estómago, peor por una vez aquello podía ser una ventaja. Aun así, mientras trataban de seguir el rastro en la niebla, pudieron oír un grito de mujer no demasiado lejos, peor les quedaba claro que era la voz de la falsa Molla. El camino entre la niebla que iba hacia ella estaba marcado por unas marcas que fácilmente se podían reconocer como las consecuencias de hundir la armadura de cierto paladín en los lodos, una imagen fácil de reconocer por aquellos aventureros tras el infierno de barro, mosquitos y niebla en el que habían caído tras su llegada a Niom.

- Maldita sea - necesitaban al paladín. Necesitaban su fuerza y sabiduría si querían terminar de una vez y para siempre con la niebla. Pero Stella podría estar en peligro.

- No podemos dejar a Stella sola. Taddeus podrá resistir más que ella -

El impulso por defender al débil lo había guiado toda su vida. Esta vez, sin embargo, un nuevo impulso pareció determinante a la hora de elegir: quería ver otra vez a Stella.

"Por los dioses, ¿qué diablos te pasa?" se preguntó.

- Aquí nada es lo que parece Alek, lo único que podemos reconocer es que Sir Taddeus entró con nosotros en el abismo mientras que Stella no. No sé si tendremos más opciones de encontrar al paladín y necesitamos esa espada, puede que no encontremos más el nuevo rastro. Por favor Alek recapacita tenemos a Sir Taddeus a un codo de encontrarlo. Comentó el druida que no se sentía tan cualificado en aquel nuevo mundo rodeado de niebla para encontrar otra vez al caballero. Además, habían estado a punto de fallecer por las heridas, y ya se sabía que las damiselas siempre estaban en apuros.

La cabeza de Alek daba vueltas. ¿Stella había pasado por el portal con ellos? estaba en Niom combatiendo las sombras, eso seguro, pero no podía recordar.

- Creo que mi memoria me está jugando bromas, Sam. - respondió al fin - Tienes razón, vamos por Taddeus -