Partida Rol por web

Cuando el explorador y el druida se pusieron de acuerdo en buscar a su compañero acorazado, dando al espalda a unos gritos que puede que ni tan siquiera fuesen reales y ya parecían perderse en el pozo horizontal que formaba la niebla, sus pies comenzaron a avanzar en la dirección en la que intuían que estaba el paladín, puede que su última esperanza en aquel lugar por contar con una bendición de su señor, que le permitía avanzar con más certeza y peso que ellos, cuyas cabezas ya se veían demasiado afectadas por la malignidad de este lado de la ciénaga, que parecía recorrer no solo las cercanías de Niom si no muchos otros mundos.

Pero a los pocos pasos algo les golpeó. Un bulto corría en su dirección, peor en vez de tropezar y verse detenido por ellos, el bulto, que resultó ser la falsa Molla, cuya caja estaba despellejada y cuyo parche parecía sangrar, abrió sus brazos y al hacerlo los tornó en dos largos miembros, más de lo normal, que parecían comenzar a desarrollar nervaciones, huesos y articulaciones, mientras se cubrían de una piel oscura que casi parecía cuero.

El druida reconocía en aquel rápido proceso la transformación de los brazos de su enemiga en fuertes alas de murciélago, más grandes que las que nunca había visto en sus exploraciones de la fauna nocturna de su hogar.

- ¡¡¡RARGH!!!- Berreó mientras trataba de maniobrar para atizarles con aquellas alas a medio formar. - Vosotros... VOSOTROS TAMBIÉN.

Sam viendo como la falsa Moya se les venía encima mientras se iba transformando en un murciélago gigantesco que los intentaba agarrar mientras corría en su proceso de transformación... Intentó entonces utilizar su destreza para esquivar aquella mano que se iba convirtiendo en una garra de inestimable fuerza. Mientras gritaba a su compañero: - ¡Cuidado!, ¡se transforma! Dijo mientras intentaba eludir el inexorable abrazo de la bestia.

- ¡Calma Sam, ya lo tengo! - gritó Alek apuntando con su arco.

La flecha voló precisa, dañando a la criatura. 

Sam intentó zafarse del mamporro que aquella ala de murciélago, que al desplegarse casi parecía sólida como un remo, pero no fue lo suficientemente rápido. Pero por suerte para él, la presta saeta de Alek se clavó en el hombro de la mutante criatura, haciendo que su ataque perdiese fuelle, optando por tratar de levantar el vuelo para huir de sus atacantes, Aun así la hechicera (Porque está claro que aquella Molla es lo que era, una señora de las artes místicas, claramente oscuras) ya había sido herida con anterioridad, así que aleteaba como un animal herido, sin terminar de separarse del suelo.

Taddeus avanzaba hacia ellos, sin haber visto a sus compañeros previamente, pero reconociendo la peculiar escena ahora: su presa había mutado en una criatura a medio camino entre una mujer y un murciélago, peor al daño que ella le había propinado, se sumaba un  flechazo de Alek. Aun así la criatura no desfallecía y seguía tratando de tomar una posición ofensiva mientras seguía peleando por huir.

Taddeus estaba confundido. No sabía cómo luchar contra un enemigo como aquel, y menos estando en un entorno que no comprendía. Se sentía como en un sueño.  Pero no podía dejar que escapase, aún si fuera un sueño debía vencerla, por Niom, por los niños perdidos, por Ashur.

Apretando con fuerza la empuñadura de su espada, volvió a atacar.

- ¡Ahora sí! - gritó Alek al ver a Teddeus - ¡vamos todos juntos contra ella! -

Se sumó al asalto con otra flecha.

El humilde mediano intentó golpear a aquella Molla maldita que era la que seguramente había sido la causante de todo. Intentó golpear con su bastón...

- ¡¡¡FAZRAS!!! - Berreó la falsa Molla mientras trazaba un grácil arco con su brazo izquierdo al mismo tiempo que su hombro era atravesado por el arma de Taddeus, quien se vio alcanzado por un tentáculo de barro que golpeó con fuerza su tronco, con zarcillos de lodo, como serpientes frenéticas penetrando en las junturas de su armadura, llenando esta, dificultando sus movimientos al endurecerse a gran velocidad.

- ¡¡¡FAZRAS!!! - Repitió, pero con un tono más dolorido y áspero mientras usaba su brazo derecho para generar un nuevo tentáculo, más grueso y frenético, alimentado por su ira y dolor que lanzó contra Alek y Alimaña. El explorador vio como su saeta salía disparada en la dirección equivocada y el druida tragaba barro al ser alcanzado de pleno por su ataque.

La falsa Molla parecía dudar entre continuar su ataque o salir huyendo, se movía como un animal acorralado, pero consciente de que si echaba a correr, podrían volver a alcanzarla por la espalda, terminando con ella para siempre, lo que no era una opción.

Era el momento de la sangre. 

Alek no podía saber si la criatura estaba moribunda o no, pero sí podía escuchar sus aullidos de ira y dolor. El sonido le provocó tal deleite que no esquivó a tiempo el ataque y rodó por el barro. 

Alcanzó a incorporarse y disparar otra vez, pero algunas flechas se quebraron bajo su peso al caer. 

Aquel golpe de bastón que me di a mí mismo me hizo arder en cólera, y el próximo ataque con mi bastón fue dirigido hacia el cuerpo de la mujer murciélago con énfasis. Era otra vez un gustazo luchar al lado de Sir Taddeus que me había salvado de las puertas de la muerte. Ahora que él estaba apresado por tentáculos de la falsa Molla, Sam quiso devolverle las gracias dándole un temible mazazo a su enemiga. 

Desde dentro del yelmo todo era confuso, pero su determinación era más fuerte que nunca. Sintió el ataque de la criatura, desesperado y salvaje, sabiendo que la justicia divina la estaba juzgando, y seguramente sería condenada.

Taddeus intentó no dar cuartel, aunque eso le impidiera contar con movimientos fluídos. No le importaba, todo lo que estaba en su cabeza era la voluntad de acabar con aquel mal que asolaba la comarca, de una vez y para siempre.

Tras unos primeros instantes de confusión y fracasos en el reencuentro de los tres exploradores, parecía que la suerte volvía a sonreírles, pero aun así seguían luchando contra una mística conocedora de a saber qué artes oscuras que para más inri había logrado convertirse en una furiosa bestia similar a un murciélago humanoide, con sus correosas alas de cuero aleteando entre las volutas de maligna niebla.

Alek, durante la refriega, cayó sobre su carcaj, perdiendo algunas flechas, pero aun así, logró a apuntar con su arco, con una mejor precisión desde su nueva posición, atravesando el costado izquierdo de la criatura con su flecha, desde el que brotó un chorro de sangre tan oscuro como la brea. Pero la criatura no podía estarse quieta mientras la agujereaban, así que removió una de sus alas, con una garra en su extremo, tratando de alcanzar a su agresor, y vaya que lo alcanzó, haciéndole una buena rajadura en el brazo que el arquero mantenía en alto.

Sam, el druida, tuvo mejor suerte atacando con su sólido bastón a la criatura, esta vez, acertándole de lleno en la rodilla izquierda, causándole gran daño en la articulación, pero aquella criatura seguía tratando de revolotear con sus recién creadas alas...

Pero con lo que no contaba era con el ataque frontal, furioso, de un discípulo de Ashur bendecido por su propio dios, quien descargó su hierro sobre la criatura, rasgando su torso en dos. Los empequeñecidos ojos de la falsa Molla no daban crédito a lo que acababa de suceder, trataba de negarlo, pero su cabeza iba cayendo hacia un lado, rasgándose como una tela podre. Sus labios trataban de moverse buscando un verbo salvador, pero parecía costarle vocalizar con aquella forma, así que la transformación remitía, acentuando el daño recibido y haciendo que la sangre negra del monstruo se fuese tornando roja. Cuando su cabeza cambió lo suficiente como para poder volver a usar su magia, emitió una maldición que se tornó en un sonido afilado, enfocado directamente contra el paladín, quien creyó que su cabeza reventaría dentro del casco, pero la muerte de la falsa Molla terminó con la dolorosa agresión.

Un brillo ambarino, como el que había guiado a Taddeus entre la niebla, abrió la niebla sobre la cabeza de los aventureros. No es que la masa gaseosa remitiese, pero sí que había cedido a los aventureros el poder disfrutar de una isla más amplia en medio de aquel caos. Al abrirse de aquella manera, la niebla dejó al descubierto a Stella y algunos habitantes de Niom que había bajado con ella en busca de sus críos.

El explorador se incorporó, pero un dolor penetrante le recorrió el brazo y el hombro. Podía caminar, podía pelear, pero sus lesiones empezaban a dejar mella en su cuerpo.

- Stella, gracias a los dioses - dijo cuando vio a la barda, pero su alivio cambió a horror cuando notó a los habitantes de Niom - ¿Qué es todo esto? ¿acaso también saltaron por el portal? ¡es una locura! -

Los reprendió, pero en verdad estaba preocupado por ellos. Los héroes habían pasado por el portal para asumir el riesgo por los otros, y ahora todos estaban en peligro. Pero los entendía y pronto su expresión se suavizó.

- ¿Están todos bien? -

Sam vio como todo el daño se lo llevaba Alex... su ataque violento solo hizo dar a una de las patas membranosas de aquel murciélago gigante que era la falsa Molla. Fue entonces cuando el paladín blandió su arma con destreza rajando a la bestia de tal forma que provocó su muerte. El mediano no pudo por menos que caraquear de alegría, para después acercarse al paladín y hacerle una reverencia de respeto y aprecio. - ¡Bienhallado Sir Taddeus!, que los vientos canten vuestra hazaña en los años venideros. Luego como si el clima le escuchara... agradeció la muerte de aquel ser oscuro abriéndose un cielo entre la niebla para dejar ver más allá, entonces vieron a Stella y a los campesinos que buscaban a los niños. El mediano estaba rebosante de alegría y vio como Alek se acercaba para congratularse con Stella. Sam sonrío al bardo mientras miraba las heridas de Alek para ver su estado. 

La propia Stella se mostró preocupada por el aspecto de sus maltrechos compañeros, no podía juzgar si el paladín acorazado estaba tan machacado como Alek y Sam.

- Diantres, no os puedo dejar ni un momento solos ni medio minuto. Estos tres se aferraron a mi de bastantes malas maneras, nos hemos tenido que quitar a algunos de esos zombies de encima pero no nos han hecho daño. Vance tenía un tajo en el brazo peor nada que no pueda arreglar con mi botiquín y unos pocos versos, dejadme ver vuestras heridas...- Mientras los revisaba, comprobando que tampoco es que fuesen a morir aquel día, entonaba unos versos, en voz baja, que parecían acelerar a cerrar los desgarros de sus pieles y músculos.

El resto de los Niomenses trataban de otear entre la niebla, tratando de deducir por dónde debían continuar buscando, no parecían ver los rastros ambarinos que Ashur ponía ante los ojos de su mano entre ellos. Alek y Sam parecían notar, también, aquellas señales, peor de un modo menos etéreo, como olores que parecían no ter lugar a este lado de la realidad.

Taddeus permanecía indeciso, mirando el cuerpo de la enemiga caída, de sus heridas parecían brotar ahora gusanos oscuros, como si se estuviese pudriendo a una gran velocidad y los necrófagos reclamasen su sustento. Stella observó el desagradable espectáculo junto al paladín, una vez que hubo ayudado a sus compañeros. Algo llamó su atención, un brillo dorado entre los desagradables insectos.

- Mmmmm... Eso parece valioso...- Musitó agachándose para revisarlo con la punta de su  daga.

- Muy bien - dijo Alek a los pueblerinos - tenemos que permanecer unidos, este lugar puede confundirnos y separarnos, y eso será nuestro fin. Si alguien ve o escucha algo, que avise de inmediato. Las voces en la niebla pueden adoptar formas conocidas para engañarnos -

Se sentía perdido por primera vez en mucho tiempo. No conocía las leyes de ese lugar, su forma ni su olor. Sus intentos de buscar un rastro, un destino claro, reportaban escasos resultados.

Se acercó a Sam y se inclinó buscando la tierra. La tocó y la deshizo entre sus dedos. 

- ¿Sientes esa opresión Sam? - le preguntó - este lugar nos desprecia -

Taddeus asintió escuetamente ante el agradecimiento de Sam, lo avergonzaban un poco los elogios.

Luego se había quedado observando al cadaver, preguntandose si allí había terminado todo. Stella lo sacó de su estado llamando la atención sobre aquel brillo dorado, y se agachó para ver de qué se trataba.

A punto estuvo Sam de correr antes que Stella para recoger aquel objeto que brillaba, pero fue la intervención de Alek la que evitó que el mediano se lanzara hacia aquella bagatela dorada, tal era la curiosidad de su raza. Fue cuando el explorador le pidió ayuda para encontrar a los niños, algo que lo elogiaba pues un explorador era harto cualificado para ello, pero apoyarse en el druida era un gesto de amistad, cordialidad y confianza. Al momento Sam se desentendió del brillo de aquel objeto para sonreír a Alek con aquellos dientes marfileños, y después miró la tierra que Alek tocaba, y buscó alrededor. Centrándose en pequeños detalles que podían pasar desapercibidos, pero que eran la clave para encontrar a aquel grupo de chiquillos. Alek estuvo con él todo el tiempo aconsejándole sobre los pasos que daban, y por donde Sam se fijaba, dándoles sabios consejos para poder encontrar las huellas que le conducirían a los niños perdidos.

Comentando sus apreciaciones sobre las marcas en el suelo y los estados, colores y tactos de los lodos, Alek y Sam consiguieron dar con dos líneas de marcas, parcialmente cubiertas, somo si alguien hubiese pasado un cepillo de cerdas metálicas sobre el terreno, que partían en sendos caminos opuestos. Echando un vistazo en profundidad, uno de los niomenses se girón de un harapo del que colgaba un peculiar botón de forma triangular, hecho con madera teñida de granate.

- Esto es de la camisola del primogénito de Zorn, lo reconocería en cualquier parte, mi esposa se la cosió hace menos de un año.- El hombre pareció emocionarse, creyendo que tal vez hubiese un posible final feliz en aquel lugar, a pesar de que todavía tendrían que encontrar a los críos y encontrar alguna manera de salir de allí.

 Los pueblerinos se emocionaron ante la noticia y se disponían a dividirse para seguir aquellas dos sendas por separado, sin olvidar el blandir sus armas firmemente pues era difícil imaginar qué más les podía deparar aquel lugar, y más si daban con los niños, seguramente que estarían bien guardados.

Pero algo hizo que la alegría se vaporizase con un alarido inesperado y perturbador...

- ¿QUÉ DIABLOS... RARGH!!!- La ilusión de Stella ante su encuentro se truncó en pavor al descubrir un medallón en el que se dibujaba un círculo cortado por su mitad por una línea recta, pero al tocarlo este descubrió su auténtica naturaleza, al abrirse mostrando que era un ojo, de cuya pupila comenzaron a salir zarcillos de cordel, brea y barro que alcanzaron la cabeza de la bardo, quien vio su busto empujado hacia los lodos del suelo, donde parecía que comenzaba a abrirse un torbellino, peor solo Taddeus tenía una visión clara de todo lo que estaba pasando.