Partida Rol por web

Sam viendo que algo raro pasaba con Zorn y el paladín corrió hacia el último para tirarlo hacia atrás... Veía sombras más débiles que estaban atacando... pero él no podía olvidar a sus compañeros pues si perdían al paladín... Perderían un compañero y arma muy valiosa para combatir contra el mal.

Taddeus, con una sobrenatural ayuda de Sam (Que ni el mimo sabía de dónde podía haber salido) consiguió extraer a Zorn de aquel foso abismal. El cantineron prácticamente fue arrojado al otro extremo de la sala, como si aquel portal actuase como un imán que ahora lo repeliese. La cara descompuesta del hostelero se fue recomponiendo a medida que el rubor del correr de la sangre volvía a sus mejillas.

- Gra... Gracias... Oh, gracias, hijo de Ashur.- Nunca habían escuhado aquel tono conciliador y agradecido en aquel pueblerino, que siempre se había mostrado entre destrozado y odioso con los aventureros que habían recalado en Niom. Gateó a gran velocidad por el suelo de la estancia, alcanzando a Moris, aun bajo la custodia de Alek, para abrazarlo como si nada fuese a ser capaz de separarlos nunca más. - Gracias, gracias.- Gimoteó otra vez, esta vez dedicándole su agradecimiento a Alek, peor este estaba demasiado ocupado como para prestarle la debida atención.

Colmillo se había lanzado a proteger a Molla, pero su fiero rugido se transformó en un doloroso gemido que heló la sangre de todos los que estaban en la sala, pues sonaba como un lamento más propio de un cachorro o un niño. Aquella sombra, más humana que las anteriores, y que caminaba como un igual, pero mostrando una gran oscuridad donde debería estar su rostro, había atravesado con una horquilla el tronco del pobre lobo, que calló al suelo, sangrando.

Fue entonces Molla la que, reconociendo que el pobre animal había caído por su culpa, se enfrentó a aquel horror, descargando su espada sobre el hombro del agresor. El brazo de este tomó un ángulo imposible cuando el filo seccionó su soporte, dejando caer su arma al suelo, pero aun así rebasó a la endurecida profesora y a medida que avanzaba hacia el fondo de la sala, donde otros hombres protegían a otro par de niños, sus piernas y su tronco comenzaron a desaparecer, como si estuviese abriendo otro portal como el que casi había devorado a Zorn y Taddeus, y este le siguiese, dándole la apariencia de la sombra que había desaparecido por aquel abismo segundos antes.

Tres de los protectores de los niños desaparecieron cuando aquello los alcanzó, quedaban otros dos, amenazando con sus espadas y hoces a la criatura, mientras lloraban, aterrados.

Un golpe seco hizo que todos girasen la cabeza para ver la pared contra la que se había estampado Gafo, alcanzado por otras cuatro sombras que penetraban en la habitación en ese mismo momento, mirando en la dirección en la que se movía su compañero, hacia los niños, obviando por completo cualquier otro obstáculo.

Sam malherido había conseguido sacar al paladín de aquel pozo... Una vez liberado bajo la ayuda del druida, que ni él supo de donde había sacado la fuerza de su cuerpo malherido. Comprendió que la batalla estaba ganada por parte de las sombras, y que lo único que podían hacer es intentar poner a salvo a los niños. De esta forma Sam se acercó a un grupo de niños: - ¡Agarraros unos a otros y seguidme! Les ordenó mientras tocaba la mano de uno de los niños para que le siguiera...

"No puede estar pasando".

Alek vio a Colmillo herido y empezó a perder la esperanza. Las sombras parecían invencibles, y poco a poco los que había jurado proteger desaparecían en la oscuridad.

Sam, más rápido de mente, concluyó que refugiarse en la escuela no tenía sentido, así que trató de sacar a los niños afuera. Asintiendo, Alek miró a Zorn y le advirtió: - Aquí ya no es seguro, ¡traten de salir! -

Pero otras sombras habían aparecido. Golpearon a Gafo y siguieron avanzando. Alek corrió al encuentro de esas sombras desenvainando su espada, tratando de escudar a Colmillo. 

-Gracias Sam -dijo Taddeus al druida apenas logró recuperar el aliento. Notaba rojo su rostro y sus músculos estaban en tensión, pero sabía que no había terminado el peligro.

Vio a Alek desenvainar y enfrentarse a las sombras que deseaban llegar hasta los niños, y él mismo se unió a él, gritando el nombre de su dios, intentando dar a Sam algo de espacio para sacar a los pequeños de allí.

Sam había cruzado la sala, pasando por encima de los guerreros caídos para tratar de alcanzar a los tres niños que sollozaban en el fondo de la estancia, el primero de ellos tomó de la mano al mediano, esperanzado, tomando la mano de su siguiente compañero, quien también entrecruzó sus dedos con los de su último compañero, mientras Zorn y Moris se ponían a la par de la cadena humana a la que el druida pretendía sacar de allí.

Alek aprovechó que estaba más cerca de las sombras para tratar de atacarlas y hacerlas  aun lado, haciendo sitio para que su compañero y los niños saliesen con ayuda del cantinero, blandiendo su hierro como si la fuerza con la que lo atenazaba fuese a tornarse en una llamarada que le ayudase en su batalla, pero un sonido hueco chocó con su frente, un sonido hueco que llenó las paredes de su frágil cráneo, el sonido hueco de una maza que asomaba de un brazo de sombras, dejándolo sin sentido, junto al lloroso cuerpo de Colmillo.

Taddeus ve caer a su compañero, pero se las apaña para descargar su arma sobre una de las sombras que les impiden el paso, su enemigo logra clavar la punta de su horquilla en el flanco del paladín, peor este no llega a recibir daño, auna así su enemigo sigue en pie.

Sam aprovechó para tratar de avanzar, pero otra de las figuras que llegaban por la puerta descargó un palazo contra el mediano, tratando de detener a los fugitivos. La pieza de hierro dio de vez en la cabeza del mediano, quien notó un rayo recorriendo todo su cuerpo, desde la punta de su cabello más encrespado, siguiendo por toda su columna, vértebra a vértebra, hasta llegar a las uñas de sus pies. Todo se tiñó en un primer momento de rojo, para tornarse en un rápido fogonazo en un pasillo negro por el que parecía deslizarse sin sonidos, roce o pasos... Sam volaba, pero no era un movimiento como el que disfrutaba cuando se tornaba en pájaro y disfrutaba dela vista que el mundo le ofrecía entre las ramas y las nubes, era un movimiento forzado, como si una mano gigante lo aferrase y lo arrastrase hacia delante sin miramientos de ningún tipo. Avanzo y avanzó hasta que una pared comenzó a formarse ante él, una pared en la que se perfiló una puerta de piedra negra, presidida por un cráneo enorme, decenas de huesos igual de negros formaban el marco de aquella entrada, la última que uno cruza, sabiendo que no hay camino de vuelta. Así pues, esta es la puerta negra de los reinos del olvido, aquellos que imperan tras la muerte...

Sam llegó hasta unos niños y les habló para que se cogieran de la mano y el primero que se la diera a él. El pobre druida anduvo en aquella sala escuela sórdida, oscura y llena de sombras que se camuflaban y salían de la nada. Vio a sus compañeros luchando... En cuanto a él justo cuando iba a atravesar la puerta sintió como una sombra lo esperaba para forjar de su transparente mano un arma de combate que dirigió hacia su cabeza. Sam intentó esquivarlo, pero ya herido y limitado en movilidad por los niños no pudo evadir el golpe. La vista se le nubló y vio que caía al suelo y en su mente hacia el abismo más profundo.

Pese a que su enemigo seguía vivo, Taddeus vio como Sam caía pesadamente. Había visto aquella forma de caer antes. La había sufrido él mismo, antes de ser quien era ahora. Sabía que si no hacía nada, el druida, que tanto había hecho para detener el mal, no vería otro día. 

Intentó desembarazarse de su enemigo, poniendo lo que fuera en medio, y si no, escapando a la desesperada. De la forma más rápida que pudo se abalanzó sobre Sam, sabiendo que la propia sombra con la que había estado combatiendo y las que lo habían golpeado irían por él. Se mantuvo en una posición de protección, con su espalda como caparazón para protegerlo del posible daño. Se quitó rápidamente sus guantes para mostrar unas manos quemadas y llenas de cicatrices, que apoyó en el cuello y quijada del mediano, rezando a Ashur para poder revertir el daño, o si aquello no era posible, tomarlo él mismo. Era consciente de la posibilidad de que recibiría ataques, y también de que el estado de su compañero podía transferirse a él, pero lo intentó de todas formas.

Alek se encontraba en una negrura que poca opción daba para poder saber cuánto tiempo llevaba en ella. No era fría, al contrario, simplemente estaba allí, flotando, hasta que recordó a Colmillo, sus gemidos, y a una chica, no recordaba su nombre, a la que conocía de antes... Y estaba en peligro... Entonces el frío y la pesadumbre sí que descendieron sobre su cuerpo ingrávido, aplastándolo contra el firme, creía que le iba a aplastar, hacerle expulsar el poco aire que pudiese quedar en sus pulmones y dejarlo a la deriva, a escasos centímetros de los lodos del gélido fondo abisal... Como un fantasma de blanca carne luminiscente entre los monstruos que pululan sobre la sima oceánica, un aviso o un señuelo para que nadie se sumerja tan profundamente como él... 

Pero, de pronto, una quemazón con forma de X lo arrancó de su inconsciencia, del silencio, para volver a lanzarlo al presente, en

Niom, en el colegio, en el embudo de gritos y caos que rodea a los niños, lugareños, espectros y pórticos vivientes que amenazan con devorarlos a todos.

Stella estaba agachada, sobre él, y acababa de cruzarle la cara en ambas direcciones con todas las ganas del mundo.

- Vuelve, maldito montaraz, no es más de mediodía, ya dormiremos de madrugada. Deja que me encargue de tu perro sarnoso.- Puede que Colmillo y Stella no se llevasen bien de primeras, peor la joven era incapaz de ver a cualquier tipo de ser vivo sufriendo, más si sabía que ese ser vivo podría haberse jugado la vida por ella o cualquier otro. El lobo descansaba junto a Alek, se había arrastrado hasta él cuando le había visto caer, apoyando su húmedo hocico contra su frente, tratando de despertarlo, hasta que perdió el conocimiento.

Antes de volcar su atención en el animal, reconoció a Taddeus y vio qué se traía entre manos. - Lo de nuestro pequeño salvaje parece más serio que lo de Alek, pero veo que te das maña, Taddy, bien hecho, peor me temo que tengo malas noticias, vuestro sacerdote está ahí fuera, en una carreta... Muriendo... No he podido hacer nada por él, es como si su fe desafiase mis artes, impidiéndome ayudarle. Nunca había visto algo parecido... Y ahora...- Stella se remangó y levantó las manos por encima de su cabeza, mientras la anergía de sus murmullos comenzaba a transformarse en una nube de lucecillas, similares a luciérnagas, saliendo de su brillante piel hacia sus aun más brillantes manos, las que bajaba hacia el pecho de colmillo mientras murmuraba...- ¡¡¡PIZZICATO!!!

Taddeus lo había conseguido, como bien había reconocido la mujer, peor había pagado con dos fuertes desgarros sobre su tronco, bajo su armadura. Los dones que Ashur daba exigían ser pagados, y de ellos no protegía ninguna armadura. Había logrado arrancar a Sam, su compañero, SU AMIGO, de las oscuras puertas del más allá, justo cuando la boca del cráneo que la presidía se disponía a decirle al mediano las últimas palabras que nunca oiría, pero no, no era su momento. 

Su cuerpo se convulsionó y el aire volvió a sus secos y vacíos pulmones, haciendo que su corazón y la sagrada sangre que desde él bombeaba volviese a circular por todo su menudo cuerpo, devolviendo a aquel hijo de la tierra al mundo de los vivos. Había estado cerca, DEMASIADO CERCA, y aún podía notar el desagradable aliento de aquel emisario de los muertos que presidía el umbral en sus fosas nasales.

Diversas sombras del otro lado rodeaban al grupo, y dos de los niños de Niom habían sido devorados por aquellos portales vivientes en los que las sombras se convertían. Moris era el último hijo del pueblo, también estaban allí Gafo y su hermana, aun inconscientes, pero los atacantes no parecían interesados en los trocalengos, ahora que estaban fuera de juego. Molla había logrado tumbar a un par de sombras con su hierro, haciendo que se volatilizasen y abriendo paso a Zorn y su hijo fuera del colegio, pero el griterío que llegaba desde fuera de la nave en construcción dejaba a las claras que el pueblo y las otras sombras luchaban furiosamente en el exterior, Moris no estaba a salvo, ni mucho menos, pero Ewant y los guerreros que habían vuelto del pantano hacían todo lo posible por mandar a aquellas criaturas de vuelta a cualquiera que fuera el averno del que habían brotado.
 

Alek se incorporó. No había tiempo para sentimentalismos pero sí para dejar en claro una cosa:

- Gracias - le dijo a Stella mientras seguía curando a Colmillo - Esto compensa con creces aquella vez que te sacamos del Bosque de las Brumas* -

Recuperó su arco y se unió a los demás. 

- No podemos seguir peleando como tontos - dijo a Taddeus y Sam - tenemos que descubrir al líder. Unas sombras parecen diferentes a las otras, tenemos que detectarlas y atacarlas en equipo -

Más fácil decirlo que hacerlo. Sin embargo era la única alternativa, ya que las sombras parecían no tener límite, mientras que los defensores de Niom se reducían a cada instante. 

- Debemos ir al templo -propuso Taddeus. Cuando salimos a la niebla Ashur me dirigió hacia allí, pero no podía permitirme no ayudar a estos niños, tal vez tomé una mala decisión. Creo que debemos ir allí, y ver si podemos hacer algo por el clérigo que vio Stella.

¿Puedes andar, Sam?

Taddeus no sabía si realmente encontrarían el foco de maldad que buscaban, pero creía que la señal había sido bastante clara. Debían traer a los niños raptados a como diera lugar.

Sam parecía desorientado tras su cara a cara con las puertas de mármol negro que solo pueden ser cruzadas una vez, para siempre, pero en su confusión parecía ver algo que se escapaba al resto de los implicados en aquella caótica escena. Recordó el fragmento de vela que portaba, al que solo debían quedar uno o dos usos y se arriesgó a encenderla aun poniéndose en peligro, en medio de la refriega, y entonces pareció comprender aún mejor lo que allí estaba pasando. El humo que comenzó a llenar la sala, proveniente de su pequeño cirio, pareció desvelar una nueva realidad, las sombras contra las que luchaban parecieron convertirse en rostros que conocían: las sombras eran gentes de Niom, pero más demacradas, parecían incapaces de hablar, pero sus rostros parecían suplicar, una de aquellas figuras era el propio Zorn, que ahora aparecía duplicado, el que todos conocían cargaba con el pequeño Moris tratando de salir por la puerta, el otro Zorn, su sombra, miraba al niño rubio, llorando, extendiendo una mano hacia él, suplicante. Seguía aferrando su hoz pero parecía más interesado en alcanzar al infante que en atacar a nadie...

Pero eso no era lo único que el humo de aquella extraña vela descubría. Sam vio algo extraño en Molla y se volvió hacia Alek, Taddeus y Stella.

- ¿Es que no la veís?- Señaló a la profesora. - Está... Está justo ahí...

Sus compañeros podrían haber pensado que estaba delirando o al menos no podían ver lo que él parecía vislumbrar, hasta que algo casi imperceptible se movió tras la espalda de Molla, descargando un tremendo golpe contra la cabeza de la profesora, dejándola sin sentido a sus pies.

Una segunda Molla se erguía todavía de pie, tuerta, envejecida, y con una daga humeante en su mano, con cuyo gavilán había golpeado a la vieja amiga de Alek. En su rostro, enloquecido y fantasmagórico se formó una desagradable sonrisa, como si el descubrirse le causase algún tipo de satisfacción, pero sin mediar palabra, dio una zancada sobre su doble, caída, y se dirigió aceleradamente hacia donde estaba el cantinero, atravesando su espalda con la daga, dejándolo caer al suelo mientras trataba de alcanzar a Moris. Parecía susurrar algún tipo de hechizo que hizo que los dobles/sombras de los habitantes de Niom perdiesen su solidez, haciendo que aquellos que luchaban contra las sombras no encontrasen ninguna resistencia en sus blancos, claro que tampoco podían impactar en ellos o retenerlos.

- La veo Sam - murmuró Alek incorporándose. - Ella es el enemigo -

La urgencia había desaparecido, ahora en el explorador reinaba la calma previa a la tempestad. Pensó que podría hacer un disparo de su arco antes de que la falsa Molla saltara contra ellos. Miró a sus compañeros.

Ninguno estaba en condiciones de pelar, pero ninguno retrocedería.

Taddeus asintió a sus compañeros, recuperando un poco el aliento. Estaba frustrado, todo parecía ir en su contra, la sombra se llevaba a los niños delante de sus narices sin que pudieran hacer mucho por evitarlo. Cuando vieron a la doble de Molla se sintió aliviado de tener un objetivo sobre el cual descargar su malestar. Parecía un rival importante, pero aquello no le importó. Murmuró un breve rezo a Ashur para que guiase su mano en el combate, miró a sus compañeros para asegurarse de que atacaran al mismo tiempo y coordinados, y se adelantó a intentar acabar con aquella amenaza.

Taddeus cargó contra la sombra, y la flecha de Alek pasó a su lado con el mismo objetivo. En ese disparo el explorador había impregnado toda su ira, todo su dolor y toda su esperanza. La sangre de Colmillo, el cuerpo herido de Molla, sus compañeros y todos los habitantes de Niom estaban en ese disparo.

Todo ocurrió en un parpadeo, pero para Alek el tiempo se había detenido.