Partida Rol por web

La Ciudad de La Muerte Dorada

De Tamran a Terror

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01/11/2011, 21:04
Director

Ya era la época de caída de hojas en Tamran. El clima así lo demostraba y el frío comenzaba ya a acompañar las oscuras noches del otoño.

La ciudad no era excesivamente grande, no como podia ser Opparas, Egorian o Almas, pero si más grande que las usuales poblaciones que afloraban a los lados de los principales caminos.

En la oscuridad, Tamran parpadeaba con cientos de luces pequeñas emanando de las ventanas y las lámparas que punteaban la ciudad. Tenía el aspecto de uan ciudad nueva, construida principalmente de madera, aunque algunas de sus viejas edificaciones de piedra perduraban aqui y alli, muchas de ellas mostrando los signos del daño que la guerra con los sureños de Molthune habían causado.

 

No os había costado mucho encontrar un lugar para poder pasar la noche. Numerosas posadas plagaban la ciudad, algunas cerca de las carreteras y otras muchas cerca del puerto. Sin duda, éste era uno de los principales valores económicos de la ciudad. El puerto de Tamran, unido al Lago Encarthan, tenía mucho movimiento pues los ataques de los piratas Molthune hacían que el valor de la mercancía subiera cuantiosamente.

Debido a la hora, no perdisteis mucho tiempo en la taberna. Era tarde y estabais cansados por la larga caminata hasta alli. Mañana sería otro día, y podriais empezar a buscar ese trabajo que os permitiera comer durante el siguiente mes. No erais mercenarios cualquiera, la vida que llevabais a vuestras espaldas y la veteranía que habiais demostrado en combate eran un buen curriculum que permitían encontrar buenos trabajos en el caso de que los hubiera. Y en una ciudad como Tamran no dudabais que eso fuera a suceder.

Sin embargo, lo que esperabais fuera a pasar al día siguiente, sucedió antes de lo previsto.  A media noche algo perturbó vuestro sueño. Un fuerte golpe en la puerta y una nota por debajo de la rendija inferior, os desvelaban. Alguno abrió, intentando agarrar a aquel que os molestaba pero, como si de magia se tratase, al otro lado de la misma no había nadie.

Abristeis la nota con sumo cuidado, tenía un sello lacado que algunos de vosotros reconocisteis como de la Sociedad Pathfinder. La nota decía lo siguiente:

 

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01/11/2011, 21:35
Xanfalcon Silverkin

El brujo leyó atentamente el comunicado, asintiendo en todo momento con la cabeza como si alguien estuviera allí acompañándole. El ego inflado y la soberbia de saber que uno es conocido pueden hacer que la confianza de un hombre sea infinita.

Sin mediar más, camino hacía la habitación de Keks. Un sanador que había encontrado por el camino y hacía las veces de mercenario contratado. Aunque a esta altura, ya los unía una relación mas de complicidad que de trabajo. Tocó a su puerta y esperó a que este abriera para entrar con el papel de frente. -Parece que tu fama te precede, Keks. Ya nos han ofrecido trabajo-

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01/11/2011, 22:02
Keks Dravere

La puerta se abre y el brujo Xanfalcon puede ver a Keks en calzones, bostezando y con su maza en la mano derecha. A pesar de no ser ya joven el cuerpo del sanador está bien construido y es bastante fornido, podría ser utilizado casi para hacer una estatua.

-¡Ah! eres tú...- dice tirando la maza a un rincón. -Espera.-dice tocando el picaporte de la puerta y cerrando los ojos. Canalizando parte de su energía, la energía de la vida, al objeto. El picaporte empieza a brillar con una luz límpida y pura y Keks, conteniendo ahora el bostezo lee con interés la carta a la luz de ahora brillante objeto

-¡Queréis apagar la luz!-grita una mujer desde la cama...-¡Estas no son horas!-

Ignorándola, Keks acaba de leer la carta y mira al brujo.-La Sociedad Pathfinder. Mi hija trabaja allí, creo que son de fiar. Ellos, no mi hija. ¡Las seis de la mañana! ¡Están locos! Bueno, dile al posadero que nos despierte un poco antes del alba y creo que podremos llegar...-

Notas de juego

La mujer debe ser una de las prostitutas de la posada. Que Keks no es precisamente un modelo de virtud.

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01/11/2011, 23:40
Morgana
Sólo para el director

Nuestros pasos, aunque fueran cortos, siempre acababan llevándonos al lugar que queríamos, o eso decía padre. Los míos, en esta ocasión, me trasladaban a Tamran, una ciudad hermosa y fría -lo que quizá, personalmente, le daba un punto más a su favor- de la que esperaba obtener información, buena salud y, a ser posible, algún trabajo que distrajera mis pensamientos.

No fue fácil llegar, no para alguien que sabe que no debe caminar demasiado, si es que no quiere guardar cama durante un tiempo. Lo cierto es que había oido hablar de Tamran a otro grupo de viajeros, quienes decían que el trabajo aquí llovía para la gente útil y al menos debía considerarme como tal, después de tanto tiempo. Lo que no comentaron ellos es que Tamran era mucho más hermosa que sus vagas descripciones; o a lo mejor era yo, que estaba harta de ver tanto camino y deseaba encontrar algo de civilización.

Me gustaba ver a la gente avanzar, tanto a un ritmo más rápido como a uno más pausado, por las calles de aquella ciudad. Buscaba una posada, algún sitio donde descansar mis cansadas piernas y donde poder comer algo que no fueran las raciones que se vendían en cada pueblo que visitabas. Iba siendo hora de un buen baño, una larga noche de descanso y, en definitiva, un ambiente más tranquilo que la incertidumbre de viajar sola. Ya decía mi padre, cuando hacía sus viajes, que no había cosa que le apenara más que ver a una muchacha sola viajando, con los tiempos que corrían... ¡Me gustaría saber qué pensaría ahora el pobre hombre! Pero le había abandonado por un bien mayor, para no hacerle el mismo daño que le había causado a los demás. Era mejor mantenerme lejos, y más cuando notaba que la salud empezaba a menguar nuevamente. Quizá sean solo achaques del viaje- pensé en más de una ocasión, con el fin de no asustarme.

Tras llegar a la posada y pedir una habitación, me di un baño, uno de los más largos que me había dado en mi vida. Era el mejor momento del día para reflexionar, para evadirme como solo yo sabía hacerlo: apoyaba mi fría cabeza sobre los brazos húmedos, y viajaba; recordaba tiempos viejos, mejores, y los añoraba, pero con una sonrisa en el rostro: de nada servía apenarme por una situación que no podía cambiar. Quizá, si encontraba algún día la cura al mal que me perseguía, sería capaz de volver a ver a mi padre, y pedirle perdón por haberle abandonado. Solo esperaba que su dicha hubiera mejorado desde mi ausencia y que, si tenía la oportunidad, encontrara a alguien que cuidara de él, como él me había cuidado siempre.

Un buen baño y una buena cena fueron suficientes para que lograra conciliar el sueño mucho antes de lo que había planeado; no era capaz de dormir bien últimamente, quizá por la tos o la fiebre que me azotaba, aunque con menor frecuencia ahora que... antes de la marcha de Erynna. Fueron unos golpes los que me despertaron, unos ruidos que provenían del otro lado de la puerta. Coloqué sobre mi cuerpo la manta que cubría el lecho y me acerqué a la puerta, con movimientos lentos: a decir verdad, no esperaba visita alguna. Vi una nota en el suelo y dudé unos segundos de si estaba verdaderamente despierta o no, pero el frío tacto del suelo me señalaba lo primero. Abrí la nota y la lei con cautela, intentando no dejarme información perdida; al terminar, me pregunté si la suerte empezaba a sonreírme. No me agrada la idea de que me estuvieran observando, y menos si no me he dado ni cuenta... Pero bien cierto es que si esa persona ha tenido el detalle de enviarme una invitación, lo mínimo que puedo hacer es ir al lugar que aquí dice.  No me molesté en abrir la puerta, quizá pensando que eso sería incluso peor: si resultaba ser una trampa, no sería buena idea que una dama solitaria abriera a un desconocido -aunque bien valdría decir que solitaria, pero no indefensa-. Doblé el papel nuevamente y volví a la cama: aún quedaban unas horas de descanso hasta ese entonces.

Fue más difícil ahora conciliar el sueño, quizá por el miedo a quedarme dormida y no acudir a la cita, pero eso no ocurrió. Me levanté con tiempo suficiente como para poder ordenar todas mis cosas, ponerme unos pantalones de invierno negros, una camisa blanca y un abrigo, desayunar con tranquilidad viendo el transcurso del tiempo y, por último, salir en busca de aquella posada. Me pregunté en más de una ocasión esa noche quiénes serían las otras personas con las que me reuniría: ¿viajeros con millones de preguntas? ¿mercenarios? ¿gente que luchaba por una causa? ¿y cómo serían ellos? Eran demasiadas las curiosidades que sentía, lo que hicieron que me diera algo de prisa en buscar aquella posada para ver qué nuevos planes me había preparado el destino.

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02/11/2011, 00:19
Director

La posada en que "Lady Morgana" se había hospedado estaba en una de las zonas nobles de la ciudad de Tamran. Bueno, realmente todo lo nobles que se puede decir en una ciudad pesquera. Más bien era la zona donde se concentraban los diferentes cleros que había en la ciudad.

No había nadie por la calle cuando finalmente se decidió a salir. A esas horas aun no había asomado el astro sol por el horizonte, y sólo las lámparas de aceite que colgaban de algunas fachadas iluminaban las oscuras calles vacías. El sonido de un eco de rezos le llegaba de alguna de las Iglesias, mientras andaba por la calle con decisión. No había mendigos en esa zona de la ciudad, pues los guardias se encargaban personalmente de ello.

Se percató a medida que avanzaba que estaba en la parte alta de la ciudad y como, a medida que descendía, el nivel de las casas iba también bajando a la par que los primeros mendigos asomaban en los callejones o carraspeaban tumbados debajo de algún chamizo mal colocado.

Las indicaciones que le había dado el posadero era que "La última cena del Gar" era una posada situada en la zona del puerto. Algo que tranquilizaba a Morgana, quién sabía que a esas horas, sería el único punto de la ciudad con un mínimo de actividad. Apresuró el paso, pues quería llegar con tiempo y no quería ser asaltada, no conocía que peligros acechaban en las esquinas oscuras de aquella urbe.

No fue difícil encontrar la posada. Morgana entró sin hacer mucho ruido. Un hombre, al que le faltaba un brazo, le dió los buenos días y le indicó que se sentara en una de las mesas. Todas estaban vacías salvo una sobre la que un hombre dormía con la cabeza hundida entre los brazos.

- ¿ Le gustaría tomar algo mientras espera, señorita?. Supongo que está aqui por el trabajo - musitó - No creo que haya demasiadas damas que vaguen a estas horas de la mañana por el puerto. - Realmente era una pregunta, pues parecía mirarte con dudas acerca de tus habilidades. - He de decirte que según tengo entendido no es una tarea sencilla.

En ese momento, un hombre vestido con túnica oscura y con pinta de guerrero descendía por las escaleras. El posadero le saludó con un gesto de cabeza, sin decir nada, y éste se sentó en una mesa cercana.

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02/11/2011, 00:13
Robert
Sólo para el director

Me desvelé, miré hacia el lado y agarré la espada mientras me levantaba y me acercaba a la puerta. Todo estaba a oscuras y el golpe me despertó. ¡¿Quién anda ahí?! Pregunté en voz alta mientras me acercaba a la puerta y me ponía a un lado de ella. La abrí hacia adentro y salí fuera con un paso rápido, mirando a mi alrededor. Pero no había nadie. Maldita sea... ¿qué era eso?

Estaba claro que no iba a poder dormir en lo que quedaba de noche por culpa de ese golpe, gracias a los dioses no había bebido en exceso, aunque de haber sido así seguramente no le habría costado contraer el sueño.

No optó por girarse, pues de haber alguien oculto en las sombras le cogería por la espalda, así que dio un paso atrás, entrando de nuevo en la habitación. Al pisar notó una textura extraña, no había pisado madera, ¿era como si se hubiese apoyado en un pergamino? Robert se agachó mirando hacia arriba, aunque no viese nada, y cogió el pergamino. Lo palpó y tiró de nuevo al suelo, para luego cerrar la puerta. Cogió su linterna y prendió el aceite para ver ese pergamino.

Lo primero que observó era un sello de cera. Lo reconoció* como la sociedad Pathfinder y lo rompió con curiosidad de saber el contenido del mensaje. Se detuvo unos minutos leyéndolo. Reginar Lacklan... no me suena ese nombre. Reflexionó el humano, pero estaba claro que se reuniría con él a las seis de la mañana. Al fin y al cabo... ¿qué mejor tenía que hacer? Iré hacia allí y que me explique esta misión... al parecer sabe quién soy... supongo que contratará a todo tipo de gente. Al fin y al cabo nos llama aventureros, aparte de forasteros. Debe de ser de aquí. Me prepararé e iré yendo hacia el lugar, ya no puedo dormir y tengo que dar un paseo para despejarme.

Robert comenzó a recoger sus cosas y a vestirse. Sin dejar de pensar en la carta. ¿De qué se trataría? Una tarea peligrosa... dependiendo de la persona, esa frase puede significar acabar con un trasgo o robarle el tesoro a un dragón. Eso le hizo preguntarse... ¿qué tipo de persona sería Reginar? Solo había una cosa clara. No lo sabría hasta las seis de la mañana.

El humano terminó de recoger las cosas y pagó su pequeña estancia allí, preguntando dónde quedaba aquella posada. Tras obtener la información salió del lugar para buscar a su caballo y ponerse rumbo hacia allí, dando un largo paseo por la ciudad por la zona del puerto. Posiblemente la parte más bella de Tamran.

Notas de juego

* He puesto que sí, pero si no, pues no xDDD

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02/11/2011, 00:01
Stan "Sonrisas"
Sólo para el director

Al coronar la última colina, Stan se sacudió el barro de las botas mientras observaba con curiosidad la pintoresca población. En seguida se dio cuenta de que en una ciudad como aquella, probablemente se podría encontrar de todo. Aquel tipo de andar felino que caminaba delante una mula blanca, había aprendido con el tiempo que pocas cosas aparte de la guerra y un buen puerto podían mantener con tanta facilidad el perfecto estado de salud del comercio, la delincuencia, la esclavitud y la contratación de mercenarios. A fin de cuentas, todo consistía en lo mismo. En cambiar el oro de manos.

Por lo que a él respectaba, unas cuantas monedas y un poco de cobijo no le vendrían mal. Quizás también pudiera recorrer algún arrabal y adquirir algún objeto interesante.

Unas horas después, medio protegido por la oscuridad que se agazapa en los recovecos del pasillo, Stan lee la nota a la luz de una antorcha moribunda. El crepiteo apenas enmascara el sonido de cacharros que llega desde las cocinas. Parece que no todos tienen la suerte de estar durmiendo a esas horas.

Cierra la puerta con suavidad y se frota los ojos, nervioso. La Sociedad Pathfinder no ofrece trabajos de poca monta. Aunque tenía planeado hacer algo de turismo, no está en situación de poder rechazar un trabajo bien remunerado.

Trastea en su mochila a tientas, y saca al cabo de un momento una pipa alargada y una yesca. Se asoma a la ventana y le recibe el aire gélido de la noche. Mientras las volutas de humo con aroma a canela ascienden perezosas hacia las estrellas, Stan sonríe satisfecho. Ha hecho bien visitando Tamran.

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02/11/2011, 00:50
Director

Despierto, como estaba, por el nerviosismo y la adrenalina, Robert no tardó en marchar. El posadero le cobró la habitación alegando que a esas horas no sería capaz de dar cabida a nadie para sustituirle en la habitación, asi que Robert no pudo sino pagar las monedas que debía. 

Se encaminó hacia el puerto, no quedaba lejos según tenía entendido. Tamran no era una ciudad excesivamente grande, como aquellas que hubiera visto en Andoran cuando formaba parte de la órden de caballeros.

El guerrero levantó la mirada. Hacia el norte se elevaban las Iglesias, en la parte más alta de la ciudad. Descendiendo por las calles, se dió cuenta de que muchos no disponian de un lugar donde dormir guarecidos, y luchaban contra la interperie agrupandose en pequeños grupos tratando de retener el calor de sus cuerpos. A medida que se acercaba al puerto el numero crecía.

Fue el sonido de los marineros el que le indicó que había llegado. Habían pasado unos veinte minutos, y Robert estaba en la zona portuaria. Poco le costó entender que el puerto nunca dormía. Un barco con mercancia acababa de llegar y estaba descargando montones de lotes de hierro, seguramente para que algún herrero famoso le diera forma y acabaran transformadas en hermosas armaduras o fuertes espadas templadas.

"La última cena del Gar" no fue dificil de encontrar. Tres veces tuvo que llamar hasta que un malhumorado posadero le abrió la puerta. Le faltaba un brazo y tenía cicatrices en la cara y una enorme barba grisácea. Como no le quedaban habitaciones, Robert decidió pedir una cerveza mientras esperaba. ¿Cuánto serían? ¿Cinco horas? No era tanto tiempo...

Aunque a medida que los minutos pasaban se daba cuenta de que la espera era larguísima. Se acabó la cerveza, pidió otra. No eran caras y la calidad era excelente. Pronto el cansancio y el alcohol hicieron mella en el guerrero y acabó quedandose dormido, apoyado sobre los brazos.

El tabernero, bien entrado en años y veterano del negocio, le despertó para indicarle que, aunque no fuese una habitación, dormir en la posada tenía un precio, aunque solo fuese por la seguridad que eso significaba. Una vez cobrado el oro, Robert pudo dormir con tranquilidad. Seguro estaba de que , si un montón de mercenarios entraba a las seis de la mañana en aquel cuarto, el ruido sería tal que no le costaría despertarse.

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02/11/2011, 01:00
Director

Sin haber dormido demasiado, pero acostumbrado a descansar poco y con los sentidos alerta, Stan despertó con tiempo de sobra para llegar a la posada. Tenía ventaja, estaba hospedado en ella.

Un rato antes de la hora indicada, Stan bajó las escaleras.

El posadero que le había atendido hablaba con una mujer. Al hombre le faltaba un brazo, y tenía una larga barba grisácea. La mujer vestía ropas elegantes y una larga cabellera negra colgaba sobre sus hombros. Sin embargo tenía los brazos fuertes y bien podría tratarse de una aventurera. Quizás fuera ella la enviada de la Sociedad, aunque por el nombre de Reginar, Stan pensaba que encontraría a un hombre.

Entonces se fijó en un guerrero. Estaba en otra mesa y dormía sobre sus brazos. Emitía enormes ronquidos a la par que algún grito aislado. Con qué soñaría. Decía algo así como: "No me arrepiento".

El posadero le saludó con la cabeza mientras hablaba con la mujer. Stan tomó asiento en una mesa cercana mientras miraba a los presentes.

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02/11/2011, 09:17
Director

Al cabo de unas horas la puerta volvía a ser golpeada fuertemente.

- ...si se van a marchar les agradecería que se dieran prisa. No voy a estar esperando todo el rato a que me pidan desayuno, si es que lo quieren...

El posadero hablaba desde el otro lado de la puerta. No parecía muy contento de tener que andar moviéndose y trabajando a aquellas horas. Al fin y al cabo su paga iba a ser igual aunque le hubieran dejado dormir un par de horas más. Sin embargo, esperaba que ese esfuerzo extra que había hecho, fuese recompensado de algún modo. Con unas monedas extra, por ejemplo.

No sabíais muy bien que hora era, pero desde luego no había amanecido. Parecía que esta vez no ibais a llegar tarde.

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02/11/2011, 12:39
Xanfalcon Silverkin

Al ver la escena de su compañero, Xanfalcon se da media vuelta -Esteeem, yo venía a hablar pero en estas condiciones... mejor no. Si tu dices que podemos confiar, entonces vamos-

Al otro día, el brujo despierta al llamado del dueño de la posada. Antes de bajar a desayunar, realiza un chequeo en su compañero y sigue. Había algo en todo esto que le llamaba mucho la atención, no para mal, para nada. Estaba ansioso por comprobar de que se trataba todo esto.

-Espero que hayas dormido bien.- Dice ante su compañero cuando se unen -Yo lo hice como un crio-

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02/11/2011, 13:43
Keks Dravere

Keks no se corta y replica al posadero a través de la puerta.-¡Menudo posadero que no se levanta antes del alba para hornear pan, limpiar los restos de la noche anterior y vigilar a los animales! ¡Seguro que su negocio se hunde!. ¡Prepare un desayuno rápido! Nos valdrá embutido frío y gachas calientes...- Ya vestido después rezonga...-un poco de pan recién hecho ¿es tanto pedir? Me quedaría a vivir aquí sólo por eso.-

Justo cuando Xanfalcon llega a su puerta Keks sale ya vestido, con su armadura puesta y su mochila al hombro .-Anoche te dije que podíamos confiar en ellos, suelen ser buena gente, pero claro, tendrán sus ovejas negras. ¿Dormiste como un bebé? Yo dormí como un adulto. O no lo hice.-dice ya bromeando.

-Desayunemos y podrás comentarme lo que te apetezca, que anoche no era buen momento.-

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02/11/2011, 13:53
Xanfalcon Silverkin

Sonríe ligeramente ante los comentarios de su compañero. -Bien por ti, Keks... pero yo necesitaba dormir. Dime anciano si quieres, pero cada vez necesito mas reposar las ideas- Luego de eso estalla en una carcajada para si mismo. 

-Y como continúes así, creo que tendrás un mejor amigo esperándote en Tamran- dice esto mientras señala con los ojos al posadero. -Como nos toque una comida rancia, por tu culpa... -

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02/11/2011, 14:23
Morgana
Sólo para el director

A medida que bajaba las frías calles de la ciudad veía cómo la pobreza se apoderaba de las calles. Me apenaba pensar en aquellos desamparados que habían tenido menos suerte que yo y que no tenían el privilegio de refugiarse bajo un techo; bien me gustaría hacer algo por ellos, pero sabía que unas piezas de oro no curaban todos los problemas de aquellas personas. Además, tampoco me atrevía a acercarme a ellos, por miedo de que algo malo me ocurriera: en el fondo, yo no era más que una asustadiza, pero había aprendido a vivir con ello.

No fue demasiado complejo llegar hasta la posada, puesto que las indicaciones habían sido suficientes para guiarme hasta el lugar en el que debía desarrollarse la reunión. Entré en La última cena del Gar, preguntándome si ya habrían llegado las personas con las que debía reunirme: allí descansaban dos personas, el posadero, a quien le faltaba un brazo -y que intenté no mirar con la curiosidad que me caracterizaba- y otro hombre que parecía dormir sobre una mesa. ¿Sería él uno de los llamados? Quizá llevaba demasiado tiempo esperando y había caido en un profundo sueño, o quizá solo se hacía el dormido. Antes de sentarme, decidí preguntar al hombre- Buenos días, buen hombre.  Me gustaría tomar un vaso de leche, caliente, si puede ser. Y sí, vengo por el trabajo: se nota que es usted muy observador-  dije con una sonrisa cálida en el rostro. Era ese conocimiento de que a la gente solo le gustaba la gente agradable el que me hacía actuar de aquella manera. Bajé un poco el tono de voz y volví a hablar-  Los trabajos siempre son difíciles, pero una debe desempeñarlos para seguir avanzando... Y perdone que le moleste con tanta palabrería, pero... ¿podría decirme si el hombre que allí descansa está también por el trabajo?- al haber escuchado al posadero hablar de "el trabajo", no pude sino imaginarme que se trataba de uno en concreto, aquel por el que debíamos reunirnos a las 6. Si el posadero me respondía que sí, que era un elegido más, procuraría despertar al hombre sin molestarle demasiado. En ese momento entró otro hombre y la duda volvió a surgir- ¿Y aquel otro?- pregunté con discreción.

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02/11/2011, 19:41
Stan "Sonrisas"
Sólo para el director

Stan se sienta un rato en la mesa, mientras se prepara unas hojas de tabaco de Tamriel para después del desayuno. Saca de su bolsillo un saquito de piel blanda y desenlaza el cordel negro con cuidado. Aspira el aroma de madera fresca y verdor y comienza a machacar cuidadosamente unas pocas hojas en la palma de su mano.

Una vez terminada la concienzuda tarea, guarda el tabaco molido en una hoja de papel y lo deja todo en los bolsillos del interior de la capa negra.

Tras echar un vistazo analítico a la mujer, Stan se levanta de la mesa y se acerca hasta ellos. Carraspea discretamente antes de hablar:

-¿Conocéis a un tal Reginar?

 

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02/11/2011, 22:58
Director

- Yo... eh... hmm... no tengo ni la menor idea - dijo el posadero rascándose la cabeza. - Aquel tipo llegó ayer, se emborrachó y está ahi desde entonces. En cuanto al otr...

En ese momento el hombre vestido de negro se acercó. Carraspea discretamente antes de hablar:

-¿Conocéis a un tal Reginar?

El posadero se colocó los brazos en jarras y mostró una enorme sonrisa.

- Claro que sé quién es. Pero le quitaría todo el interés que le conocieras antes de que él mismo se presentase. No queda mucho tiempo, debe de estar al llegar.

En ese instante, la puerta se abrió. Entraron dos hombres. Uno era alto y atractivo, con una perilla morena perfectamente afeitada y el pelo del mismo tono. Vestía una gran armadura brillante y portaba una maza de armas del cinto. El otro parecía más mayor. Andaba un poco encorvado y ocultaba su rostro bajo una capucha negra. Se apoyaba en un bastón con forma de serpiente en la punta, lo cual le daba un aspecto ciertamente lúgubre.

El ruido que hizo la puerta al entrar los nuevos, consiguió despertar al guerrero que dormía sobre la mesa. El cual, sobresaltado y aturdido aún por el alcohol no sabía si ponerse a chillar o agarrarse la cabeza hasta que esta explotara.

El posadero sonrió una vez más.

- ¡Vaya, parece que esta vez va a ser una compañía de lo más curiosa! - y se retiró a la cocina a traerle a Morgana lo que ésta le había pedido.

Notas de juego

Morgana es la mujer. Stan es el hombre que acaba de preguntar. Los nuevos son Keks y Xanfalcon y el borracho Robert. ¡Bienvenidos a "La Ciudad de la muerte Dorada"

Chatear un poco y conoceros. Reginar tardará en venir un poco (que tengo mucho curro vamos) Pero podeis interactuar entre vosotros.

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03/11/2011, 17:21
Robert

El guerrero abrió los ojos, escuchando a todos hablar. La risa del posadero se coló por sus oídos haciendo que su dolor de cabeza creciese. ¿Ya era la hora de la reunión? No podía ser, él aún tenía sueño y no parecía que hubiese pasado tanto tiempo. Lo que estaba claro es que ya no podría volver a dormirse, y que le dolía la cabeza.

Se quedo en la mesa, apoyado sobre sus brazos. Su pelo, algo largo, le caía por los lados de la cara. Estaba algo despeinado. Su mochila estaba en el suelo y en su espalda colgaba una gran espada muy extraña con una hoja a cada lado y un arco del mismo tamaño. Colgaba de su cintura una espada envainada y una capa bastante gruesa tapaba su espalda. Suspiró y se atrevió a hablar. Presentándose ante los presentes. Hola a todos, jóvenes. Dijo Robert, confudiendo al otro hombre de su edad con alguien más joven. Quizá por su aspecto, por la oscuridad, por el alcohol o cualquier combinación de estas. Mi nombre es Robert... Se aguantó el hipo y siguió hablando. ¿Venís por el asunto de Reginar también? Maldita sea mi suerte por haberme conocido en estas condiciones. Comentaba Robert sin que los demás supiesen si estaba hablando para él o para los demás.

- ¿También sois viajeros? ¿Cómo os llaman? El hombre se quedó mirando a la mujer pálida y sonrió. Qué viajera tan rara... la mayoría de los aventureros somos de piel morena... debe ser de muy lejos de aquí.

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03/11/2011, 17:42
Morgana

La llegada de tantos aventureros me hizo pensar que había sido mejor el no quedarme dormida; no obstante, el no ver a ninguna mujer entrar por la puerta me hizo incomodarme un poco, pero también era cierto que no había visto a demasiadas mujeres dedicarse a la aventura, no al menos por los territorios que había recorrido.

Llevaba yo, aquella mañana, unos pantalones negros, una camisa blanca que se ajustaba a mi figura, y un abrigo blanco, como la nieve; unos botines de color negro impedían que el frío me acechara por los pies. En cuanto al aspecto, mi cabello caía, aproximadamente hasta la cintura, de una forma lisa y armoniosa, aunque por las puntas se ondulaba; el rostro parecía estar relajado y amable, con las mejillas algo sonrosadas por el frío de ahí fuera.

Dediqué una sonrisa amable a todos los presentes, tanto a los nuevos como al simpático hombre que había estado descansando en la mesa hasta hacía pocos instantes. Fue este quien decidió presentarse primero, y a quien decidí seguir en el turno de palabra. Buenos días, caballeros- dije con un tono dulce, que me caracterizaba- Mi nombre es Morgana, y provengo de tierras norteñas. Creo, que al igual que el resto de ustedes, estoy aquí por el asunto de Reginar- los miré a todos durante unos instantes para saber si me equivocaba. Al esperar unos segundos, decidí volver a retomar la palabra- ¿Les importaría que tomemos asiento? Esperar siempre se hace mejor sentado, desde mi punto de vista- volví a dedicar una sonrisa al resto de caballeros y me acerqué a la mesa donde estaba Robert, el único que se había presentado. Le hice un gesto con la mirada, como si le pidiera permiso para sentarme, y cuando este lo concedió, tomé asiento, esperando que el resto hiciera lo mismo. Será una suerte trabajar con gente que parece tan capaz- comenté en susurros, hablando conmigo misma.

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03/11/2011, 17:52
Xanfalcon Silverkin

Xanfalcon observó a todos los presentes. Era un grupo de gente dispar y sin embargo, el había colaborado con grupos aun mas "coloridos". -Aquí estamos, Keks. Y tal parece que no somos los únicos.- dijo por lo bajo a su acompañante mientras seguían caminando.

Ante el hombre que los saludo, este hizo un pequeño gesto con la cabeza. -Es un gusto, guerrero. Mi nombre es Xanfalcon Silverkin. Luego de esto, observo al resto y realizo el mismo gesto. Es un gusto conocerlos a todos-

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03/11/2011, 23:24
Robert

Asentí a Morgana con la cabeza y le indiqué con la mano el asiento, sin oponerme en absoluto en que compartiésemos mesa. Otro hombre más se presentó, los acentos marcaban sus procedencias. Si realmente formábamos un grupo, íbamos a tener muchas historias que contar.

Tomé una postura más elegante, con la espalda erguida y apoyada en la silla. Preferí no interrumpir las presentaciones, pero algo dentro de mí me incitaba a hacerlo para que nos sentásemos todos a la misma altura. ¡Venid, gente de bien! Compartamos mesas, hablemos sentados y en tranquilidad. Si es cierto que vamos a formar un grupo para esta misión, será mejor que hablemos de nosotros. Les invité a todos a sentarse, pero el bienhechor de Robert no iba a terminar de hablar tan rápido. Pedid lo que queráis, aunque creo que la señorita ya se ha adelantado, esta ronda es cuenta mía. Sonreí y esperé la llegada a la mesa de los demás.